«¡¿DOSCIENTOS?!»

La expresión de Datsue no pudo ser más expresiva: una mueca a medio camino entre el asombro más absoluto y el disgusto. Paseó la mirada de arriba abajo por la figura de Aiko, y se imaginó, de desaparecer de pronto su mágico fuuinjutsu, como su cuerpo en realidad sería un amasijo de arrugas y piel colgante. «Por los Dioses, ¡es más vieja que Shiona-sama, en paz descanse!»

—Pero, hay algo que no comprendo —dijo, una vez terminada Aiko su explicación. ¿Su condición de inmortal? ¿El motivo por el que perdía la memoria? No, en realidad lo que no entendía era algo mucho más simple...—. ¿Cómo es que todavía eres Gennin? —preguntó, sin tapujos. No recordaba que Aiko le revelase nunca su rango shinobi, pero si estaba allí era porque participaría en el torneo, y todo el mundo sabía que solo dejarían participar a Gennins—. ¡Deberías ser Jounnin, como mínimo! Con todos esos años de adiestramiento, ¡debes ser una superkunoichi! —exclamó, esta vez con cierta admiración en el tono de su voz. Eso, o en realidad Aiko era lo contrario a un genio. ¿Sería en realidad Aiko una pésima kunoichi, siendo tan solo capaz de balancear ese hecho con su condición de inmortal? Le costaba imaginarse a nadie con tantos años todavía estancado en el primer eslabón de la cadena ninja, ni siquiera entre los más patosos de los Kusareños. Pero si no era eso, entonces, ¿qué?

«Quizá debería replantearme su favoritismo en la porra…»

El rostro del chico empalideció cuando ésta dijo una edad aproximada para su cuerpo. ¿Sorprendido? Seguramente, y es que tampoco era para menos. Doscientos años, quizás se había sobrepasado por unas cuantas décadas. De pronto, el chico no pudo evitar la duda. Comenzó tanteando el terreno, afirmando que había algo que no entendía, y de pronto... lo soltó. ¿Cómo podía ser aún genin? Exclamó que debería ser al menos jounin con esa edad, que con todo esos años de adiestramiento debía ser una superkunoichi.

«Si me hubiese dedicado a ello, quizás lo sería...»

La chica se encogió de brazos, mientras que soltaba un leve suspiro. No pretendía engañar al chico, la verdad. No había sentido jamás el interés suficiente en su profesión como para buscar un ascenso. La jerarquía y los privilegios de un galón superior para nada la seducían, casi le parecían una perdida de tiempo, y eso que para ella el tiempo era lo que mas sobraba...

—Datsue, jamás he sentido interés alguno por ascender... De hecho, siempre intenté pasar desapercibida, porque estaba asustada de qué opinarían de una persona inmortal... ¿Te imaginas lo que es que todo el mundo envejezca mientras tu conservas la misma apariencia por décadas? ¿Cómo encajar entre ellos? ¿Cómo afrontar que tus conocidos o amigos sean ancianos que apenas te recuerdan? Todo era un dolor de cabeza, tan solo quería estar en casa y alejada de todo...

»Por suerte o desgracia, conocí en persona a Blame, y me hizo cambiar de parecer...

Se rascó la cabellera por la parte inferior, la nuca concretamente, mientras terminaba de sincerarse.

—Desde ese entonces, tengo bien claro mi objetivo, tal y como dije en la posada la otra vez. —recalcó. —Hacer justicia a las víctimas que no pueden tenerla. Por eso mismo me hice kunoichi, para poder aprender a usar el ninjutsu y hacer frente a quien sea, no por otra cosa.

El camino continuaba hacia... algún lado. Realmente no tenía claro hacia donde iban, tan solo seguía al chico.

—Datsue, jamás he sentido interés alguno por ascender... De hecho, siempre intenté pasar desapercibida, porque estaba asustada de qué opinarían de una persona inmortal... ¿Te imaginas lo que es que todo el mundo envejezca mientras tu conservas la misma apariencia por décadas?

—Sí… —«¡la hostia!»—. Debe ser terrible —respondió, con la voz más desolada que fue capaz de entonar.

Aiko terminó de completar su respuesta, argumentando que tras conocer al misterioso Blame todo cambió para ella. Ahora, decía, tenía un objetivo claro: hacer justicia a las víctimas. El Uchiha recordaba aquellas mismas palabras pronunciadas por ella hacía no tanto tiempo, en la posada, y como entonces, seguía pensando que aquello era tan idealista como utópico.

—Una noble causa —respondió Datsue en su lugar—. Aunque me parece que para ayudar de verdad a las víctimas, no te vendría mal ascender al menos un ranguito… Digo, no sé en Amegakure, pero en Uzu al menos las misiones que nos mandan a los Gennins son del estilo de rescatar gatitos y poco más…

Sus pasos, mientras tanto, seguían recorriendo el ancho camino del valle, que les conducía hacia Nishinoya, el improvisado hotel para los Amerienses. Todavía les quedaba un buen trecho, y el Uchiha prefería ni pensar en la vuelta, pues Nantonoya, el lugar donde se alojaban los Uzureños, estaba en la otra punta del Valle.

—Oye, y… —el Uchiha no podía contener por más tiempo su lengua, siempre punzante y escéptica—. ¿Qué pasará cuando el verdugo de la víctima a quién pretendas hacer justicia sea un propio compañero? ¿Y sí fue tu propio Kage quien mandó el asesinato? ¿Qué harás entonces? —El Uchiha no preguntaba con el afán de criticarla o por maldad, sino por mera curiosidad. Datsue siempre había disfrutado mucho con los rompecabezas, los acertijos y las adivinanzas, y cuando le presentaban una sólida teoría o propósito de vida, el Uchiha se divertía tratando de encontrar sus resquicios y puntos de flaqueza, como si de otro juego intelectual se tratase.

El Uchiha admitió que ciertamente debía ser terrible, una sensación terrible eso de permanecer joven por siempre, y que el resto a tu alrededor envejezca y muriese. Al parecer, a veces era hasta comprensible. El chico casi parecía agradable, pero lamentablemente era de esos chicos que prometen y prometen, hasta que la meten... como bien catalogaba a muchos su pobre padre. Nunca llegó a ver a un chico como un buen pretendiente para su princesa, pero había de suponer que era normal. Por suerte o desgracia, la chica siempre había tenido bien amueblada la cabeza en ese sentido.

Para cuando ésta le explicó el porqué de su decisión de no tomar ascenso alguno, Datsue inquirió que un mayor rango podía facilitar las cosas, que al menos en su aldea a los genin no daban mas que misiones de salvar gatitos y similares. En Amegakure no era del todo distinto, por no decir que era igual, pero ese era concretamente el punto a favor.

—Exactamente por eso no quiero tomar mayor rango, Datsue. Cuanto mayor rango, mas responsabilidades y trabajo... tomando ocasionalmente una misión de rescatar a un pobre gatete, tengo el resto del tiempo libre. No me inmiscuyo en asuntos raros, y no tengo a mi cargo a un grupo de genin recién salidos de la escuela dándome la tabarra. Son todo ventajas, aunque no lo creas...

Para ese momento, el genin alcanzó a cuestionarse aún mas cosas a causa del objetivo revelado por la chica. Lanzó sus preguntas al aire, intentando averiguar qué pasaría si se viese en el caso de que un compañero había realizado una acción de las que la chica tomaba como "injustas", y no tardó en preguntar también qué sucedería si la Arashikage le mandase a ella asesinar a alguien.

—Por eso mismo no quiero ascender... ¿A qué Kage en su sano juicio se le ocurriría mandar a un genin "inexperimentado" a asesinar a un objetivo? Normalmente las misiones de un genin ni tan siquiera repercuten en un daño físico... mucho menos tomar un asesinato. —respondió con calma, teniendo esa respuesta bien sabida. —Con respecto a lo de si fuese un compañero de aldea el causante del ajetreo... la verdad, no sé que sucedería. Todo sería cosa de ver la situación... quizás el objetivo de asesinato no sea mas que un criminal sin precedentes. Normalmente ese tipo de objetivos de misión están dispuestos para gente que es lo peor de lo peor... PERO, eso no quitaría de que si fuese injusto, intentaría tomar al causante del jaleo y llevarlo ante los familiares del afectado. La justicia no entiende de banderas o insignias...

—Hmm…

Tal y como lo planteaba Aiko, lo cierto era que sí que tenía sus ventajas el hecho de permanecer como Gennin. Menos responsabilidades, más tiempo libre, y sin necesidad de meterse en follones. El Uchiha, por su parte, aspiraba a algo más...

—Pues a mí me gustaría ser Chunnin, ¿sabes? —dijo, tan seguro de sus objetivos como lo estaba Aiko de los suyos—. Siempre me pareció que el futuro estaba en los niños. Ellos son los que tienen que hacer de este mundo un lugar mejor… Un lugar más justo —añadió, sabiendo lo mucho que le gustaba aquella palabra a la kunoichi—. Tener la posibilidad de adoctrinar a una camada de gennins sería maravilloso. De intentar llevarles por el buen camino… —«El camino que hace llenarme los bolsillos…»—. El camino de la justicia.

Datsue no estaba mintiendo del todo. El Uchiha sí veía en los niños una mina de oro, aunque por motivos bien distintos, como así también eran los suyos por querer ser sensei. Lo que en realidad pretendía, era adoctrinarles para que fuesen a su tienda a comprar. Datsue ya se lo imaginaba: decenas y decenas de Gennins recién graduados congregados en su tienda para hacerse con el último modelo de la bomba PLUS 2000. A aquellos clientes les seguiría la siguiente promoción, y a ésta la siguiente… y, antes de que se diese cuenta, el Uchiha estaría navegando muy lejos de allí, en un velero revestido de oro, alcohol, y…

… Sacudió la cabeza. No era momento para pensar en aquello. No delante de Aiko.

—¿Qué me dices? ¿Crees que sería un buen profesor?

El chico escuchó la respuesta de la genin, la pelirroja mostró su manera de ver las cosas, y éste no tuvo demasiada respuesta —ya fuese a favor o en contra— salvo una... ¿confirmación de que lo había escuchado? ¿Qué quería decir con ese "Hmm…"?

Datsue no tardó en revelar un lado un tanto rebuscado en su forma de ser, una manera de pensar que realmente no tenía mucho que ver con el auténtico chico, o al menos esa era la impresión que la pelirroja se estaba llevando. ¿Le habría tachado de algo antes de tiempo? Fuere como fuere, éste inquirió que para él el futuro estaba en las nuevas generaciones. Que tarde o temprano buscaría llevar a un grupo de genin por el camino de la justicia, para que éstos hiciesen del mundo un lugar mas justo —palabra que curiosamente recalcaba— casi tanto como el decir que los llevaría por el camino de la justicia.

A saber porqué, el chico se ensimismó tanto pensando en el hecho, que terminó hasta sacudiendo la cabeza en pos de regresar a la realidad. Rápidamente, lanzó la pregunta, cuestionando a la chica si ésta le veía como un buen profesor. La pelirroja no pudo contenerse la risa, era imposible...

—Jajajaja... bueno, mientras no intentes venderlos en el mercado negro, todo irá bien... jajajaja —bromeó claramente.

Se atrevió incluso a hacerle una mueca, sacando la lengua. Tras ello, intentó retomar la compostura, en la medida de lo posible. —Es broma... supongo que se te dará bien, si es que ves eso como un objetivo. Mi padre siempre decía "Siempre hay un camino para quien algo quiere, lo que debe hacer es esforzarse".

La chica se encogió de hombros, asumiendo que eso era lo que el chico quería. —Pero piénsalo de éste modo, deberás dar ejemplo en todo momento a esos críos... serás un ejemplo a seguir casi mas importante que sus padres. ¿Dejarás de lado las fiestas y las aventuras por ellos? Es algo duro de digerir... ¿eh? —sedujo la chica hacia el lado contrario. —Pero que vamos, si lo tienes claro... adelante con ello.

Datsue rio, divertido, ante la broma de la kunoichi. No, vender a sus alumnos al mercado negro no era algo que tenía pensado hacer. Aunque al debido precio… «Con la de dojutsus que pasan por la academia, fijo que ganaría un pastizal. Aunque… Joder, Datsue, que nos conocemos. Mejor ni lo pienses.»

—Tu padre era un hombre sabio —constató, tras oír la frase que solía mencionarle a Aiko. Iba a añadir algo más, pero la kunoichi se le adelantó, indicando que su objetivo requería de sacrificios. Según ella, las fiestas y las aventuras no eran compatibles con la enseñanza. El Uchiha no tenía pensado abandonar ni una cosa ni la otra, pero se hizo el responsable:—. No negaré que eso me echa para atrás —dijo, con voz de abatido. Entonces se le iluminó la mirada y la miró a los ojos—. Por eso quiero exprimir la vida a tope hasta entonces. Y lo cierto es que a este ritmo no me queda mucho, Aiko —dijo, con pena—. En unos meses será el Examen Chunnin, y si lo apruebo… Seguro que me hacen sensei al instante. La Uzukage tiene mucha confianza en mí —aseguró, como si tal cosa—. ¿Hay algo que me recomiendes hacer antes de enclaustrarme en la Villa? Con la de años que tienes habrás vivido mil y una experiencia… Habrás visto y hecho de todo…

Datsue afirmó pareciendo estar convencido, de que el padre de Aiko era un hombre sabio. No le faltaba razón, y eso que no lo había llegado a conocer. Esa embelesada frase no era mas que una de las miles con las que a diario invertía en la educación de su hija. También el pobre hombre leía a diario, era obvio que tuviese un buen arsenal intelectual. Quien se cultiva, termina sacando provecho.

La seducción de la chica al lado oscuro sin embargo no terminó de conseguir el efecto querido. El genin afirmó que en pocos meses era el examen de graduación, y que si aprobaba, en poco tiempo sería profesor de una tanda de genins. Afirmó que eso sería a causa de la gran admiración que su Kage tenía en él. Ésto ya lo había mencionado antes, quizás...

De pronto, lazó la pregunta. ¿Qué le recomendaba hacer antes de que se viese atado a la aldea? Claro, como ella había vivido tanto, seguro que habría visto y hecho de todo...

—La verdad, lo mejor que he hecho ha sido empezar a viajar... —afirmó, convencida. —Antes apenas salía de casa siquiera, y de pronto comencé a ver mundo. He visto la nieve, un paraíso tras un muro gigante, he sido atrapada por una trampa para animales, he sido encarcelada por una loca que criaba conejos, he visto una ciudad de aguas termales, visité un castillo encantado...

»No hay nada mejor que viajar a lugares que no conoces, por muchas historias raras que hayan del sitio. Ver el mundo con tus ojos, y vivir aventuras que surgen sobre la marcha. Éste, es el mejor consejo que te puedo dar... viaja.

La chica se llevó el índice de su mano diestra hacia el labio, y lo reposó sobre el labio inferior mientras su vista se elevaba hacia el cielo. Por un momento, pensó done iba a viajar la próxima vez que tuviese ocasión.

—Mi próximo viaje será a las pirámides de Sanbei. Dicen que nadie ha salido con vida de ellas... sin duda suena a que allí debe haber inconmensurables tesoros, ¿no crees?

«Ajá. Ajá. Ajá…» Datsue asentía ante cada anécdota y descubrimiento que la kunoichi había realizado en sus múltiples viajes. «Ajá… Un castillo encantado… Ya, claro. Y luego soy yo el que exagera»

Finalmente, Aiko se detuvo en seco, llevándose un dedo a los labios en un movimiento tan desenfadado e inocente como atractivo. Fue entonces cuando mencionó las Pirámides de Sanbei, un monumento del que, por supuesto, el Uchiha había oído hablar, pese a que no entraba dentro de sus planes hacerle una visita. Al menos no en corto o medio plazo.

—Tía, ¿¡en serio!? —preguntó, haciéndose el sorprendido—. ¡Es justo a donde quería ir yo! —mintió, a Aiko—. ¡Llevo toda la vida soñando con ese lugar! —Como la primera mentira había sido pequeña, decidió soltar una más gorda—.t Literalmente, o sea... Hace años que estoy investigando, informándome sobre Sanbei Sid y sus pirámides —Cruzó las manos tras la nuca y elevó la mirada al cielo—. Uau, esto debe ser cosa del destino... ¡Oye! —exclamó, de pronto, como si se le acabase de ocurrir una idea—[color=mediumturquoise]. Qué te parecería si…

»¿Qué te parecería si vamos juntos? —¿Un viaje en el que tendrían que atravesar un desierto tan enorme como el tamaño de un país entero? Sonaba bien. Si no conseguía propiciar una oportunidad para descubrir lo que escondía tras la bota en un viaje tan largo como ese… entonces lo suyo no era ser ninja. Ni ninja, ni buhonero, ni ladronzuelo, ni ningún otro honorable oficio parecido.

El chico afirmó ante cada palabra que la chica soltaba, por disparatada o común que ésta fuese. Le seguía la corriente, hasta que en cierto momento llegó a escuchar algo que realmente llamó su atención. La chica había dicho que ir hacia las pirámides de Sanbei podía ser su próxima aventura, y Datsue no pudo contenerse. En primera instancia, casi no parecía creer la casualidad, justo después confirmó que ese destino había estado soñandolo durante años, por no decir toda la vida. Según informaba, había estado investigando el asunto plenamente, y ésto solo podía ser cosa del destino. Con poco preámbulo, el chico lanzó la pregunta.

¿Qué le parecía ir con él hacia las pirámides?

La chica no pudo evitar su mueca de curiosidad. ¿Realmente estaba tan fascinado por ese lugar? No sonaba mal, ni tampoco tan disparatado... Sin duda, ir acompañada lo haría mas divertido, como la mayoría de viajes. Difícil sería rechazar su oferta, la verdad.

—Bueno, sería interesante, pero cuidado con no caer en las trampas... que se supone que nadie ha llegado a salir con vida de allí... jajajajaja.

La chica lo lanzó como broma, pero realmente era una advertencia bien clara. Por mucho que hubiese investigado, las trampas que defendían esas pirámides era conocidas en el mundo entero por un único motivo —nadie las había sobrepasado— y raro sería que éste genin fuese el primero, por muy ojito derecho que éste fuese de su kage.

—Pero si, me gusta la idea de ir acompañada a sitios tan molones.

Mientras ambos shinobis charlaban animadamente sobre todo tipo de temas, objetivos y sueños, en el horizonte empezaba a levantarse tres grandes figuras. Tres enormes edificios que debían constituir, sin duda, a Nishinoya, el gran complejo de dojos que servía de residencia a los Amerienses mientras durase el torneo.

El camino pronto llegaría a su fin, y Datsue, contento por la respuesta afirmativa de la kunoichi, asintió, enérgico.

—¡Así haremos, pues! —confirmó, feliz porque las cosas se estuviesen dando tal y como quería. Dudaba que hubiese mejor lugar que el Desierto del País del Viento para lograr su propósito: averiguar con disimulo que escondía Aiko bajo su bota derecha. De repente, el Uchiha se detuvo—. Oh, pero necesitaremos sincronizarnos… ¿Sabes cuándo planeas ir, más o menos? O no, ¡ya sé! —exclamó de pronto, dándose un golpe con la base del puño en la otra palma. Se inclinó hacia ella y susurró, con voz misteriosa:—. Cuando tengas decidido ir, sube al lugar más alto que haya en la zona, y cuando el viento sople hacia el sur, y solo hacia el sur —repitió, como si aquel dato fuese de lo más importante—, susurra mi nombre. Estaré contigo en menos de lo que un Kusareño grita: ¡me rindo! —aseguró, estallando en una breve carcajada.

Conforme iban llegando al destino, Datsue el intrépido tramaba la manera de agenciarse aquello que quería, en éste caso un viaje —quizás sin retorno— a las famosas pirámides de Sanbei. Fuese como fuese, la chica tampoco le vio manera de malpensar sobre el asunto, seguramente el intrépido quisiese ir por aquello que aguardaba en las bases de aquellas construcciones, unas inmensas fortunas que ningún humano sería capaz de gastar a lo largo de su vida. Al menos, eso afirmaban las historias.

Datsue afirmó que así pues, lo harían, viajarían juntos. Al poco de decirlo, cayó en cuenta. Necesitaban sincronizarse para emprender el viaje, en un principio lanzó la pregunta de si sabía cuando lo haría, pero casi al instante afirmó que ya tenía la manera mas certera de poder avisar. Chocó la base de su puño con la palma de su otra mano, en gesto de convicción, e informó de que lo que la kunoichi debía hacer era subir al lugar mas alto que pudiese, y cuando el viento soplase hacia el sur —y solo hacia el sur— susurrar su nombre. Así pues, estaría con ella en menos de lo que un Kusareño grita: ¡me rindo!.

La chica no pudo evitar acompañar la breve carcajada del chico, había sido un buen chiste, había de admitirlo...

—Jajajaja.... desde luego... vaya ocurrencia... jajajaja... —admitió mientras secaba una lágrima que asomaba por el rabillo del ojo, a causa de la risa.

—Pobres Kusareños, son como el Lepe de Oniido...

La chica sin embargo, no había dejado de preguntarse cuando iba a ir realmente a cruzar el desierto, y aventurarse pirámide adentro. La aventura le llamaba, pero quizás debía adiestrarse un poco mas en las artes del origami previo viaje. Mas que nada, porque quedar atrapada en una pirámide por toda la eternidad no era una idea que le hiciese demasiada gracia...

—Seguramente comience el viaje en un par de meses, tres si quiero asegurarme de haber completado el entrenamiento que tengo en mente. Si te parece, podemos quedar justo en tres meses en algún sitio entre medio de nuestros países, un sitio como... por ejemplo aquí, que nos pillaría relativamente cerca del país del viento. ¿Te parece?

La chica rio, divertida, ante la broma de Datsue. Incluso continuó la gracia haciendo otro chiste sobre los Kusareños. Un chiste que no comprendió, pero que para no dejar en evidencia su ignorancia, rio también como si le hubiese parecido lo más gracioso del mundo.

—Sí, sí. Totalmente… como la lepe. —«¿Qué cojones es la lepe?»

Ya habría tiempo para averiguarlo más adelante. Lo que importaba ahora era el viaje, o, mejor dicho, la oportunidad que le permitiría descubrir la fuente de inmortalidad de la muchacha. Ella pareció aceptar la invitación, más que dispuesta a que Datsue le acompañase, y le citó para dentro de tres meses, en aquel mismo lugar.

—Me parece perfecto —respondió, risueño—. Aunque… tengo la sensación de que te tomaste mi anterior comentario a broma, cuando en realidad dije la verdad y nada más que la verdad —aseguró, serio—. Puede que tú seas una chica inmortal, pero yo también tengo mis trucos… Yo… —se inclinó hacia ella y bajó la voz, poniendo un tono místico y misterioso en ella—, yo soy un mago. ¡En serio! —exclamó, previendo que la chica se reiría—. Puedo probártelo cuando quieras. Podría… —se llevó la mano al mentón, pensativo. «Oh, no, chico… ¿En serio vas a hacer la técnica prohibida? ¡Es precipitarse, tío! ¡Y solo deberías usarla en casos de extrema necesidad! Pero, joder… Es tan guapa… y me la ha puesto tan a huevo... Y por algo me llaman Datsue el Intrépido, ¿no? ¡Pues claro que sí, joder! ¡Ese soy yo!» —. Podría, por ejemplo —continuó, con un leve temblor en su voz—, darte un…

»… beso —el latido de su corazón resonó en sus oídos—, en la boca —y el estómago le dio un vuelco, a la vez que una corriente a mitad de camino entre el nerviosismo y la excitación recorría su espina dorsal—, pero sin tocarte los labios. ¡Imposible!, me dirás. Ajá, exacto. De lo contrario, no sería considerado magia. ¿Qué me dices? ¿Te atreves a verlo?

Frente a la broma propinada sobre Lepe, el chico contestó que si —entre risas— como la Lepe. La verdad, era la primera vez que escuchaba sobre ese pueblo con un determinante artículo femenino precediendo al nombre, pero en fin, tampoco estaba seguro de que estuviese mal dicho. Lo dejó pasar, como el agua que cae entre las manos para morir en el suelo.

Tras ello, la chica terminó de concretar los cabos sueltos para emprender el viaje, como lo eran el lugar o la fecha. Datsue afirmó que le parecía perfecto, pero volvió a hacer hincapié en que no bromeaba con lo que había dicho sobre que susurrase su nombre a los vientos para avisarle. Afirmó que al igual que ella era inmortal, él guardaba bajo su manga algunos ases, él era un mago. No bromeaba, o al menos eso inquiría. Ante ésta afirmación tan seria, la chica no pudo evitar una mueca que claramente denotaba duda, y en la cuál su ceja se elevó hasta la luna de verano.

Sus siguientes palabras navegaron de forma tímida o entre cortada, como soltadas a cuenta gotas. Quizás se hacía el interesante, o simplemente le daba drama a la situación. A saber lo que pasaba por la mente del chico para afirmar que podía demostrarle que era un mago dándole un beso en los labios, pero sin tocarla.

Por mas que la chica le dio vueltas en un instante, no daba su cabeza entendimiento a tal propuesta. ¿Cómo era eso posible?

—Claro... me encantaría verlo... —contestó con su misma fluidez de palabras para soltar la propuesta. —Señor mago.

La chica sonrió, por no reír, pues en su cabeza tenía mas que visualizado que éste haría cualquier tipo de locura, ya conocía en gran medida al joven, como había conocido a muchos otros... aunque nadie se las había dado de mago anteriormente. A saber por donde salía la intrepidez del chico...

—Claro... me encantaría verlo... Señor mago.

El Uchiha no pudo evitar sonreír, mientras hacía una exagerada y florida reverencia, continuando con la broma.

—Entonces, señorita —dijo, con voz pomposa, sonriente—, he de pedirle que cierre los ojos y vacía su mente de cualquier pensamiento. Solo entonces podré proceder a realizar mi magia.

Cruzó las manos tras la espalda y esperó, paciente, a que la kunoichi accediese a su petición. Solo entonces revelaría el truco final…