Bien poco le importaba a Katsumi el estado en el que se encontraba aquel chico, por ello prefirió simplemente dejarlo solo para que hiciera lo que él mismo creyera conveniente a pesar de saber, con solo un vistazo que no se encontraba muy bien anímicamente.

Tan poco le importó que en ningún momento devolvió la mirada para comprobar el estado del Uchiha. Tan poco que al rato comenzó a tararear una alegre canción, en honor a los que murieron para proporcionarle un buen festín.

Tan poco le importaba la seguridad de su compatriota, que jamás dijo una palabra sobre lo acontecido aquella noche, ni a sus amigos ni a sus parientes, a absolutamente nadie…

¿Y Koko? Ella dormía, estaba muy cómoda en aquella cama y no iba a levantarse hasta pasadas unas cuantas horas o que alguien la despertase pero… El anciano dueño de la cabaña tenía el sueño mucho más pesado que la pecosa así que las posibilidades de que alguno se percatase pronto que Datsue había huido eran prácticamente nulas.

Y así... con algo de suerte, Datsue y Koko se reencontrarían para emprender el camino de vuelta a la aldea, o en el peor de los casos, lo harían algún otro día en la propia aldea. A saber, pero aquel chico tendría bastante poder en aquella decisión y la Kageyama tan solo podría esperar a recibir alguna noticia de que se encontraba bien.

Los segundos se convirtieron en minutos. Los minutos, en horas. Cuando los primeros rayos de sol iluminaron el bosque, Datsue se desperezó. Estaba molido. Por mucho que hubiese sido la noche que más tiempo había dormido de seguido desde que tenía a Shukaku en su interior, no se encontraba para nada descansado. Al menos, eso sí, se sentía mejor. Tras tanto llorar, era como si se hubiese quitado un peso de encima. Ya no sentía esa presión en el pecho. Ni esa angustia. Seguramente, a medida que se fuese acercando otra vez la noche, la volviese a tener, pero no pensaba preocuparse de ello hasta llegado el momento.

Se deslizó por el tronco hasta llegar al suelo. En el horizonte, casi convertido en un diminuto punto desde la distancia, la cabaña del doctor. Sabía que tenía que volver. Que debía hacerlo, para no preocuparles, pero no le apetecía en absoluto. No quería hablar. No quería responder a preguntas de ningún tipo. Ni sobre la eficacia de la droga. Ni sobre las pesadillas. Ni sobre, mucho menos, el motivo por el que se había ido. No quería siquiera compartir el silencio con nadie.

Fue por eso que, tras unos momentos de debate interno, prefirió darles la espalda…

… y emprender rumbo a la Villa en solitario. Ya pediría perdón a Koko, otro día. Total, se habían perdonado cosas mucho peores…