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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Daruu dedicó a Shanise una reverencia.

Así lo haré, Shanise-senpai —respondió—. Mañana me levantaré temprano, y me tomaré un tiempo para relajarme y pensar en frío sin exponerme, quizás podríamos trabajar Ayame y yo juntos en terminar de pulir los planes. —Le sonrió a Ayame—. Entre tanto, enviaré a mis mejores exploradores para buscar una buena zona. En cuanto al primer contacto...

Hizo chocar el puño derecho contra la palma izquierda.

»Bueno, tengo algo pensado.
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Bien —concluyó Shanise, dando carpetazo al asunto de una buena vez—. Vuestra prioridad ahora es planificar a detalle todos los movimientos de ahora en adelante. No más improvisar. Ayame, me comunicaré con ustedes en cuanto amanezca y trataré de tenerte listo el mapado de los túneles para que los estudies a profundidad y aprendas las rutas de memoria.

Estaré esperando, Shanise-senpai —Ayame inclinó la cabeza. Al menos contaría con algo de tiempo para planificar su posible encontronazo con Shannako, que era lo que más le preocupaba de toda aquella incursión al subterráneo de Shinogi-To.

Daruu, prepara el terreno. Debes encontrar una zona en Shinogi-To adonde Naia seguiría a tu madre sin miramientos. Alejado, posiblemente, del castillo del Lord Feudal. Algún sitio donde también sea difícil que pueda acceder la guardia de la ciudad, pero que a la vez te permita a ti poder desenvolverte bien en caso de tengas que luchar. Y lo más importante, discernir cómo harás el primer contacto como Kiroe. Es el paso más crucial.

Así lo haré, Shanise-senpai —respondió él—. Mañana me levantaré temprano, y me tomaré un tiempo para relajarme y pensar en frío sin exponerme, quizás podríamos trabajar Ayame y yo juntos en terminar de pulir los planes. Entre tanto, enviaré a mis mejores exploradores para buscar una buena zona. En cuanto al primer contacto... —añadió, chocando el puño derecho contra su palma izquierda—. Bueno, tengo algo pensado.

«Eso no me da muy buena espina...» Pensó Ayame, algo preocupada.
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—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
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El holograma asintió, satisfecho.

—Bien. Haré contacto nuevamente en el ocaso. Suerte, chicos.

Y Shanise, súbitamente, desapareció como si hubiesen girado el interruptor de una televisión.

De pronto, Ayame y Daruu quedaron sumidos en su propia soledad, con ahora cientos de interrogantes azotándoles en penitencia. También con algún resquemor entre ambos, quizás, por la reiterada falta de acuerdo en la toma de decisiones. Con sentimientos encontrados aflorando en un momento de gran vulnerabilidad. Los nervios atisbaban. Los momentos cumbres se aproximaban.

Todo podría terminar muy pronto, pero dependía de ellos el cómo: si bien, o mal.


Como ya les comenté, a partir de ahora tienen libertad creativa en lo que se refiere a los preparativos para el asedio final. Todo lo que consideren que puede formar parte de los próximos acontecimientos debe estar asentado sí o sí en el rol, así que no escatimen esfuerzo en conversar y plasmar lo que crean conveniente y necesario. Intervendré cuando lo soliciten o yo considere que sea necesario.
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Tras una breve despedida, Shanise se desvaneció en el aire, dejando tras de sí únicamente un pesado y denso silencio. Daruu respiró con dificultad, como si le faltase el aire, y dejó escapar un tendido suspiro. Se dio la vuelta y se acercó a Ayame. Sin mediar palabra alguna, se abrazó a ella, y dejó que el contacto hablase por sí mismo. Dejó pasar un minuto, y le susurró:

Tengo mucho miedo. —Apretó aún más y se refugió en el dulce olor de su cabello—. Si no salimos de esta... quiero que sepas que siempre has sido la mejor. Te quiero.
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Bien. Haré contacto nuevamente en el ocaso —asintió Shanise, aparentemente satisfecha—. Suerte, chicos.

El holograma de la Mano Derecha de la Arashikage se desvaneció con un pequeño parpadeo, y Daruu y Ayame volvieron a quedarse a solas con un silencio tenso, cargado de incomodidad. No sólo era la presión por el resentimiento entre ambos a razón de las disconformidades de los dos shinobi por enfrentar al otro al mayor peligro, sino también por el sentimiento de anticipación ante un peligro mortal que se cernía sobre ellos como la sombra de la muerte con su guadaña. De pronto, y como si le estuviese leyendo el pensamiento, Daruu se abrazó a ella, y Ayame dejó escapar todo el aire que había estado conteniendo hasta el momento. Cerró los ojos y se dejó llevar por su contacto y su olor, siempre tan reconfortantes.

Tengo mucho miedo —confesó él, tras un largo minuto. La apretó con fuerza, pero ella no se quejó, más bien al contrario.

Yo también...

Si no salimos de esta... quiero que sepas que siempre has sido la mejor. Te quiero.

Pero Ayame se separó de él, horrorizada.

No digas eso... —le rogó, con ojos brillantes—. Eres el ninja más poderoso que conozco, ¡claro que vas a salir de esta! Y lo harás con tus ojos —Ayame suspiró, apartó la mirada y entrecerró los ojos—. Pero sigo pensando que me deberías haber dejado ir a por Naia...
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Daruu negó con la cabeza y bajó la mirada. Apretó los dientes.

No, debo hacerlo yo. Lo sé —dijo—. Ha estado jodiendo la vida a mi familia desde antes de que yo naciese, y sigue haciéndolo a día de hoy. Sé que Kiroe es como tu familia, y sé que has estado guardando rencor todo este tiempo por lo que me hizo a mí! ¡Lo sé! ¡Lo noto! ¡Aunque hubiera perdido la vista lo habría notado!

El muchacho se dio la vuelta.

Pero debo ser yo. Ayame. Debo ser yo.
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Pero Daruu negó con la cabeza y bajó la mirada. Y Ayame supo lo que iba a decirle antes siquiera de escucharlo de sus labios.

No, debo hacerlo yo. Lo sé. Ha estado jodiendo la vida a mi familia desde antes de que yo naciese, y sigue haciéndolo a día de hoy. Sé que Kiroe es como tu familia, y sé que has estado guardando rencor todo este tiempo por lo que me hizo a mí! ¡Lo sé! ¡Lo noto! ¡Aunque hubiera perdido la vista lo habría notado! Pero debo ser yo. Ayame. Debo ser yo —añadió, dándose la vuelta.

Y Ayame suspiró y se dejó caer en la cama con un doloroso nudo en la garganta. Se tapó con la sábana y se hizo un ovillo sobre sí misma.

Vale... Mañana discutiremos el plan. Sigo muy cansada después de lo de hoy... —replicó, escueta y cerró los ojos.

Que quería venganza era algo que ni ella misma podría haber negado, pero había mucho más debajo de todo aquello. Ayame sabía que Daruu ya había caído en las artes seductoras de Naia, y bien sabía que si volvía a hacerlo, en aquella ocasión aquella víbora no se contentaría con sacarle los ojos. Y Ayame ni siquiera estaría allí para sacarle de la ilusión.

Deberían haberla enviado a ella, la Sirena contra la Náyade, pero en su lugar habían optado por enviarla a un suicidio directo: la Sirena contra las redes de pesca. Unas redes electrificadas.
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Daruu, cabizbajo, algo molesto y también algo asustado, se hundió con Ayame entre las sábanas. Se quedó en silencio un buen rato, sin poder dormir. Finalmente, se dio la vuelta hacia Ayame y se abrazó a ella.

Sé que no te gusta que diga esto —susurró—, pero si nos pasa algo no quiero que lo último que hagamos sea pelearnos.

»Tú también eres una kunoichi increíble. No dejes que acaben contigo.
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Daruu terminó por tumbarse junto a ella y al cabo de un rato, cuando Ayame ya estaba comenzando a dormirse, se abrazó a ella.

Sé que no te gusta que diga esto —susurró—, pero si nos pasa algo no quiero que lo último que hagamos sea pelearnos. Tú también eres una kunoichi increíble. No dejes que acaben contigo.

Con aquel nudo atenazando su garganta y amenazando con hacerla romper a llorar, Ayame fue incapaz de responder, por lo que se limitó a asentir en silencio. Eso no evitó que, amparada por la oscuridad de la noche, las lágrimas rodaran por sus mejillas.



. . .



Fueron los nervios del inminente peligro lo que la despertó al día siguiente. Ayame fue la primera en despertarse. Sabía que era temprano, bastante más temprano de lo que solía levantarse de forma habitual, pero inquieta e incapaz de conciliar de nuevo el sueño, la kunoichi se reincorporó y, taciturna, se metió en el cuarto de baño para asearse. No quería despertar a Daruu.

Si era por no molestarle o por no enfrentarse tan pronto a intrincados planes por su supervivencia era algo que ni siquiera ella sabía.
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Daruu despertó gimoteando débilmente como un niño. En un estado de semiconsciencia, todo parecía un mal sueño, y las fronteras de lo que es verdad y lo que es mentira se desvanecieron por un instante. Pensó en si quizás estaba en Amegakure, pero aquella cama era demasiado grande. Entonces le vino todo, como un relámpago que sobresalta al inicio de una tormenta. La conversación con Shanise, la pelea con Nioka. Enfrentarse a Naia. Hacerse pasar por su madre.

Sintió que le venía el vómito y se levantó, de golpe. Lo retuvo a duras penas y se limpió el sudor de la frente con el antebrazo. Ayame. ¿Dónde estaba Ayame? Oía ruidos tras la puerta del cuarto de baño. Suspiró.

Clavando la vista en la madera como si pudiera atravesarla con la mirada —qué irónico—, Daruu se preguntó si la muchacha seguiría contrariada por la decisión de Shanise. Bajó la mirada y su mente no pudo evitar comenzar a trabajar a toda velocidad, pese a que lo más recomendable hubiera sido, aunque sea, tomar algo de desayuno antes.
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Ayame terminó de lavarse, cerró el grifo y tras disfrutar del tiempo secándose, se vistió y salió del cuarto de baño. Poco le faltó para estamparse contra Daruu, que inesperadamente estaba allí, plantado como un pino. La muchacha consiguió frenarse a tiempo, pero eso no evitó que pegara un brinco del susto.

¡AH! Ah... buenos días, Daruu-kun —sonrió. Pero aquella sonrisa tímida escondía mucho más bajo la superficie. Y, desde luego, no era alegría lo que sentía.

Presta, se dirigió a la cocina para comenzar a preparar el desayuno. Una taza de leche con cacao en polvo y alguna tontería que encontró entre los armarios para llevarse a la boca. No. Ni siquiera estaba de humor para desayunar adecuadamente.
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Como si hubiera visto un fantasma, Daruu apenas reaccionó cuando Ayame estuvo a punto de chocar contra él tras abrir la puerta del baño. Tras un breve recibimiento frío, Daruu la recompensó con un más breve y más frío beso en los labios. Esbozó una sonrisa tímida y se abrió paso delicadamente para entrar al baño y asearse también. Salió, desayunó con Ayame y se vistió. Se colocó frente a la ventana, la abrió de par en par y se mordió el dedo pulgar.

Suspiró.

¡Puf

¡¡Yuki-nyan a su servicio, nyapitán!! —exclamó un pequeño gatito blanco que se apoyaba en el alféizar de la ventana—. ¡Uy! ¿Pero qué son nyesas caras? ¿Anyame...?

Capitán no tiene ninguna letra que puedas confundir con... meh, da igual —replicó Daruu cansinamente—. Escucha, estamos en Shinogi-to. Nos tenemos que enfrentar a las Náyades...

Nyo nyo nyo nyo nyo nyo. ¡Las de los nyojos nyo!

¡Sí, las de los nyo...! —Daruu chasqueó la lengua, fastidiado—. ¡Las de los ojos sí! Yuki, por favor, escúchame, y escúchame bien. Tienes que encontrar un lugar amplio donde se pueda combatir. Un lugar lejos de Palacio, al que los guardias tengan difícil acceso. Un lugar donde ellas se atreverían a seguirme.

¿¡Pero por qué querrías nyacer eso!? —chilló el minino.

¡Yuki, por favor! —Daruu se acercó y le cogió la cara con ambas manos—. Por favor. Házlo. Estaré bien —susurró—. Me ayudará el jefe, si lo necesito. ¿Vale?

Yuki bajó la mirada, triste. Miró una vez más a Ayame, se dio la vuelta en silencio y saltó hacia las calles de Shinogi-to.

Ayame —llamó Daruu, dándose la vuelta—. Necesito que me prestes una cosa, ¿quieres? —Se acercó y le comentó algo en voz baja.

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Ayame asistió al intercambio entre Daruu y Yuki con desapasionado interés, mientras mojaba las galletas en la leche y se las llevaba a la boca. Intentó sonreír al felino cuando este se dirigió a ella, pero no consiguió reunir las fuerzas para ello y sólo consiguió esbozar una extraña mueca. Para colmo, la galleta que estaba mojando se rompió y terminó cayendo en la taza, salpicándola. Con un resoplido de fastidio, la kunoichi se apresuró a limpiar el estropicio.

Y entonces Daruu se acercó a ella.

Ayame. Necesito que me prestes una cosa, ¿quieres?

El rostro de Ayame se ensombreció cuando Daruu le susurró algo al oído. Pero terminó por lanzar un profundo suspiro y asintió:

Ten cuidado por favor.

1 AO
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Lo tendré, no te preocupes en absoluto —le sonrió Daruu—. ¿Tienes un kunai, también? —El muchacho sacó el arma de su portaobjetos, se pinchó la yema del dedo y dibujó el ideograma de caramelo en las vendas del mango. Se lo tendió a Ayame—. Además de poder invocarnos si nos necesitamos, con esto podremos saltar voluntariamente también a la posición del otro. Si llega un momento en el que estás muy en peligro, ven conmigo. Y yo haré lo mismo, ¿vale? —Le guiñó un ojo.

Tras recibir el kunai de Ayame también y guardárselo en el portaobjetos, Daruu se dirigió al colchón y se sentó.

Vamos, Shanise debe estar ya contactando con el Gentoushin. No la hagamos esperar. —Daruu formuló los sellos pertinentes y esperó a que Ayame tomase posición también. Entonces se dio cuenta de algo—. Un momento... ¿dijo en el amanecer o en el ocaso? Espera... pero... eh... ¿dijo...?
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... había dicho ambas cosas.

El contacto en el amanecer tenía toda la intención de informar a Ayame acerca del éxito o fracaso que hubiera podido tener la investigación acerca de los entramados de subterráneos que hacían vida taciturna bajo Shinogi-To. Shanise, puntual, realizó la técnica en alguna habitación del Torreón de la Arashikage, con un montón de papeles y croquis sobre un enorme mesón de madera. Un pitillo culposo se consumía con sus propias brasas al borde de un cenicero, y alrededor imperaban las tazas vacías de café.

—Buenos días —dijo, malhumorada—. hemos averiguado todo lo que nos fue posible, Ayame, y te hemos armado un croquis con el mayor detalle. De todas formas, no puedo asegurarte al cien por ciento que el mapa es fidedigno pues la data es muy antigua. Tendrás que comprobarlo tú misma allá afuera, en campo abierto.

»Te lo podemos hacer llegar con un mensajero allá a Shinogi-To y podrías tenerlo para el mediodía, o puedes venir aquí a buscarlo con vuestra técnica. Como tú quieras.
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