Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
15/11/2015, 23:03 (Última modificación: 15/11/2015, 23:04 por Karamaru.)
Ambos rivales de Karamaru seguían quietos sin intención de atacar. Hubo un momento de silencio en que las armas de su acompañante ni de sus otros rivales tampoco sonaban. La Luna ya no brillaba con fuerza, se encontraba escondida entre las finas nubes que observaban el encuentro.
Así como la el brillo celestial, el fuego que se encontraba en la arena también había perdido su brillo. ¿Apagaron la llama o lo hizo sola? Karamaru nunca lo iba a saber, lo importante en ese momento era que veía poco y no podía percibir el ruido de pasos sobre la arena. Lo único que podía ver, a través de leves brillos de asteroide que se asomaban entre nube y nube, era que los cuatro hombres estaban rodeando en un cuadrado perfecto a los dos shinobis que se encontraban espalda con espalda.
¿Y ahora? Supongo que toca revolear puños al aire- le contestó el calvo a su compañero de batalla con una risa.
Juntó sus manos y realizó los cinco sellos correspondientes.
«Vamos monito, veamos si son rápidos»
¡SARU!
Se había vuelto un poco más lento, ya lo sentía, pero también podía sentir gran fuerza en sus manos. Una aura grande y dorada las rodeaba. Era dos puños un poco más grande que los suyos pero que le daban una gran fuerza. Tratando de ver aunque sea las sombras que los rodeaban, dio un gran salto hacia uno de ellos y empezó, con movimientos lentos, a tratar de impactar contra ellos con el chakra tomado del mono.
¡Vamos Kazuma, démosle su merecido!- gritó emocionado.
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"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Por un instante todo se sumió en la quietud y silencio de la noche. Todos esperaban que alguien más hiciera el primer movimiento. Los agresores se tornaron más precavidos, pues parecían haberse dado cuenta de que no se enfrentaban a un simple par de chiquillos desafiantes. Viendo la situación, Kazuma, se planteo el usar su katana y combatir con seriedad, y ese pensamiento era intensificado por las pequeñas cantidades de adrenalina que corrían por su cuerpo. Estuvo a punto, pero logro concentrar su atención en el suave rumiar de la olas nocturnas, permitiendo que su corazón se calmara y que su mente se mantuviera serena.
«Ahora estoy mejor» —fue lo que pensó mientras un leve suspiro se escapaba de sus labios.
Más sin embargo no todos parecían haberse calmado. Claro ejemplo de esto fue su compañero Karamaru, a quien la situación le emocionaba de sobremanera. Prueba de aquello, es que fue el primero en romper el cese al fuego, utilizando una extraña técnica y arremetiendo contra sus oponentes.
Uno de los dos matones que tenía enfrente ataco al Ishimura. Este reacciono como pudo, bloqueando un golpe dirigido a su cara. Rápidamente lanzo una patada a la rodilla del sujeto, la articulación cedió haciendo que este se hincara en el suelo y que quedara a la altura del peliblanco. El joven aprovecho aquello para propinarle un golpe que lo dejaría tirado sobre la arena.
Mientras el joven calvo se ocupaba de los otros dos a su manera.
Luego de reducir a uno, su compañero intento seguir su ejemplo, pero se apresuro y fue descuidado. Kazuma aprovecho aquello, y utilizando la anilla de su kunai le propino un golpe al pecho, algo que sin duda le dejaría sin aliento. El sujeto retrocedió tosiendo mientras su compañero intentaba levantarse.
Para aquel entonces, Karamaru ya habría terminado con sus adversarios.
—Esto se ha acabado para ustedes —sentencio.
Pero luego de aquellas palabras; el que parecía ser el líder hizo no serie de movimientos extraños, como si buscara algo entre sus ropas. Kazuma se acerco hacia él con la intención de detener lo que fuese que intentaba. Pero el sombrío sujeto fue más rápido y con un leve sonido de explosión, todo el lugar se sumergió en espesa nube de humo.
«Una bomba de humo» —pensó.
Previendo un ataque, el joven de piel morena lanzo un tajo hacia lo que estuviese frente a él. Pudo sentir como cortaba algo, pero la sensación fue tan efímera que dudo haberles alcanzado realmente. Para cuando el humo se disipara, en la playa solo estarían los dos jóvenes y la luz de una luna que recién escapa de su encierro entre las negras nubes.
Era el primero en atacar, el primero en mover sus músculos y arremeter contra sus enemigos. Volando por los aires, con sus puños gigantes, empezó a revolear a diestro y siniestro para tratar de alcanzar a sus oponentes. Suponía que su compañero estaba haciendo algo parecido, no podía verlo por la oscuridad ni trataba de hacerlo para no desconcentrarse, pero lo obvio era que debían de estar peleando. En sus movimientos lentos pero seguros, el calvo recibió algún que otro corte pequeñito por parte de los matones que trataban de defenderse como podían.
Para cuando logró darle en el estómago a uno de ellos, sabía que lo próximo era tarea fácil. Ya había dejado a uno sobre la arena, con un golpe que lo dejaría sin aire como por una semana, y solo le quedaba un objetivo. Un par de revoleos de puños más, unas ocasiones más para tratar de defenderse por parte del matón y quedaría tumbado en el suelo junto con su compañero.
Esto es fácil. Pero debería calmarme un poco, a mi maestro no le hubiese gustado que sea tan imprudente.
Tomó un gran respiro y miró a Kazuma que ya había controlado la situación. O por lo menos eso parecía. El líder buscaba algo entre sus ropajes, y Karamaru no sabía si se había percatado su compañero. Tal vez era un kunai, o algún otra arma que desconocían y se movió lo más rápido que pudo para tratar de detenerlo. Lo último que vio, fue humo.
No sabía si había acertado o no, pero tras acercarse lo suficiente todo se convirtió en gris y cerró sus ojos para que el humo no entrara en sus ojos. Entre el problema para ver y el zumbido en los oídos por la explosión tardó en darse cuenta que los hombres ya no estaban y tardó un poco más en darse cuenta que el hombro le ardía.
Tenía un corte muy profundo del que salían hilos de sangre recorriendo su brazo con destino a su mano. Lo tapó rápidamente con su mano derecha para tapar un poco el sangrado y miró a Kazuma para dirigirle unas palabras.
¿Ya terminó? Al parecer no fue tan fácil como parecía ¿eh?- dijo riéndose. Su cuerpo tenía bastantes cortes leves de los cuchillos de sus dos oponentes pero el importante era el grueso que tenía en su hombro izquierdo que todavía estaba tratando de entender en qué momento lo había recibido.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Para Kazuma, era extraño el pensar que todo se había acabado tan rápidamente. Después de tanta espera y de tan rebuscado intento de intimidación, el joven esperaba que se desarrollara un combate mucho más intenso. Pero dentro de sí estaba consciente de que había tenido demasiadas expectativas sobre aquel grupo de bandidos. Después de todo no resultaron ser tan débiles, pero estuvieron lejos de representar desafío alguno.
«En otra ocasión será» —Se dijo a si mismo mientras tomaba aire.
Lo primero que hizo fue comprobar el estado en que se encontraba su compañero. Además de un corte un poco profundo en el hombro el chico parecía estar bien, prueba de aquello era el buen estado de ánimo que presentaba. Pero a pesar de reírse se le veía un poco cansado, y quizás fuese por los días que llevaba viajando que la pelea no le pareció tan fácil.
—Al menos salimos bien parados y nos entretuvimos un rato —le respondió, mientras que con amabilidad le posaba una mano sobre el hombro que no estaba herido.
Aun se encontraba muy oscuro y quizás faltaran un poco más de seis hora para que amaneciera. La luna brindaba una luz tenue pero confortable. Kazuma reviso por los alrededores de la hoguera para ver si hallaba algo que hubiesen dejado los matones.
Luego de tantear el suelo a ciegas por un rato, encontró algo que no era ni parecido a lo que esperaba.
De la arena tomo algo. Al principio no distinguía que era, pues era blando y parecía estar húmedo. En principio pensó en que podría tratarse de algo arrastrado por las olas, pero en cuanto lo elevo por sobre su cabeza, poniendo entre él y la luna para detallarlo, se dio cuenta de lo que sostenía. Se trataba de un dedo cercenado, el índice de la mano de alguna persona. Al ver que estaba “fresco”, volteo a donde Karamaru y entendió lo sucedido.
«Ya veo… El sujeto tenía su mano puesta en el hombro de Karamaru, y cuando pase mi kunai le corte el dedo, a la vez que también cortaba el hombro»
Por un instante se planteo decirle al joven con aspecto de monje lo que había sucedido, pero se dio cuenta que nada arreglaría con eso. El daño estaba hecho y ya. Por lo que quitándole importancia al asunto devolvió el apéndice a la arena, donde lo cubrió para que ahí se quedara.
—Estas herido… Creo que deberíamos subir al pueblo del acantilado, para que te atiendan y descanses un poco —Le propuso a su compañero.
Quizás aquella decisión fuera la mejor.
Kazuma se había quedado un poco insatisfecho y en el fondo deseaba tener un poco mas de acción. Pero aquella noche el destino le daría lo que deseaba y mucho mas, quizás demasiado. Pero de Karamaru dependería si se vería involucrado en la suerte de eventos que le esperaban al peliblanco.
28/11/2015, 19:00 (Última modificación: 28/11/2015, 19:22 por Karamaru.)
Estaba sangrando bastante pero no parecía que a Karamaru le molestase demasiado. Hacía bastante que no entraba en combate con otra persona y por suerte lo había hecho. Tenía sus vendajes negros cortados por la herida pero eso tampoco le importaba. Estaba recostado en la arena mirando las estrellas pensando que tal vez sería buena idea tapar la lastimadura cuanto antes. Llegó a mirar a Kazuma de reojo que se encontraba un poco perdido, parecía como que todavía seguía en la batalla esperando por más.
Pero al parecer se había dado cuenta que todo había terminado, rápido, pero terminado al fin y al cabo. Cuando lo vio acercarse separó su espalda del suelo y apoyo sus brazos sobre sus rodillas, sentado.
Al menos salimos bien parados y nos entretuvimos un rato- le dijo Kazuma. Unas palabras reconfortantes para darnos cuenta que tal vez para el calvo no había sido tan fácil. El no entrar en contacto durante un tiempo le había pasado factura y además le había dado la oportunidad de darse cuenta de otra cosa.
Pocas veces, capaces de contarse con los dedos de una mano, se entregó por completo a un entrenamiento sin luz. Estaba acostumbrado a ver a sus oponentes y sus armas y por eso tenía unos cuantos cortes que rasgaron su ropa y marcaron su piel.
Salimos bien parados, pero todavía me pregunto por qué se habrán ido. Supongo que porque vieron que no tenían elección y la verdad no parecían la gran cosa, pero alguno de ellos se movió lo suficientemente rápido para hacer este corte y que yo no me enterara. Encima es un profundo.
Supongo que nunca hay que subestimar al otro ¿No?
Pero de nuevo Kazuma se acercaba a la fogata que habían armado con anterioridad, antes de entrar en el fragor de la batalla. Tras buscar algo un tiempo, se agachó tomó algo y lo volvió a tirar.
«¿Qué habrá tomado?» se preguntó interesado. «Tal vez sea solo una piedrita. Seguro estaba buscando algún resto de esos hombres, mejor me despreocupo»
Como si estuviese patrullando, el peliblanco volvió a la posición de Karamaru y lo invitó a ir a la aldea, obviamente para curarse, que ya esa herida le empezaba a molestar. Con la misma obviedad, el calvo aceptó y se levantó lentamente.
Eso fue rápido y me dejo con bastante adrenalina. Me dolerá el brazo pero todavía puedo correr- dijo mientras se acercaba a su mochila y guardaba todo menos su carpa y su bolsa de dormir- ¿Por qué no guardas tus cosas rápido? Deja la carpa y mi bolsa de dormir ya las vendré a buscar mas tarde. ¿Te juegas una carrera hasta el pueblo?
Lo reto ya preparándose para correr por si Kazuma tenía planeado empezar sin él. No hubo una batalla muy larga pero eso no quitaba que se podrían divertir de otra forma.
Me intriga tu destino xD
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
El joven monje acepto con buen ánimo la propuesta del espadachín. Aquello le complació, aunque no podía evitar sentir un poco de culpa cada vez que su compañero hacía referencia a la herida en su hombro. Pero a pesar de todo el ánimo de aquel chico se le contagiaba animándole también por momentos. Antes de que pudiera darse cuenta aquel jovencito le estaba retando a una carrera en dirección al poblado.
«Bueno… Esta bastante oscuro»
Por un instante Kazuma se planteo rechazar el desafío, pero rápidamente recordó la edad que tenia y las pocas veces que se había comportado como un jovencito. Por lo que rápidamente recogió las pocas cosas que llevaba consigo y se preparo para correr.
—Me parece bien. Nunca fui el más rápido de mi clase, pero creo que puedo darte pelea —Aseguro, con una leve sonrisa parcialmente ocultada por la oscuridad.
Y antes de poder intercambiar más palabras, el Ishimura salió despedido en dirección a la subida del acantilado. La luna iluminaba parcialmente el camino, aunque si ambos se alejaban unos cuantos metros el uno del otro, apenas podrían diferenciarse de una silueta oscura. El camino no era muy largo por lo que no les tomaría mucho tiempo el llegar a la entrada del pueblo.
El joven de cabellos blancos corrió tanto como su poca entrenada agilidad le permitía. Por suerte para él, tenia un buen juego de pies por lo que esquivar los obstáculos que se encontraba le resultaba sencillo. Podía sentir como el frío aire de la noche ardía en sus vías respiratorias, una sensación que definitivamente disfrutaba. Luego de un rato llego al arco que daba la bienvenida, donde se sentó mientras respiraba con dificultad.
El sudor helado le escocía en los ojos, y durante todo el camino no corrió riesgos pues no desviaba la mirada del suelo. Pero debido a todo eso no había reparado en la presencia de Karamaru. En aquel momento hasta pudiera estar a su lado sin que el zumbido en sus oídos le permitiera darse cuenta de ello.
Perdon que me tarde, pero estoy estudiando que me lleve unas cuantas materias a diciembre. La próxima semana termina el periodo para rendir y ya estoy de vuelta Que con esto de fin de cursada y después estudiar para las materias que te llevas se te va un montón de tiempo xD
Y como esperaba, su ahora compañero de juegos empezó a correr sin un previo aviso. Ni siquiera una cuenta regresiva ni un "¡Listos, Preparados, Ya!" ni nada de nada. Pero Karamaru lo esperaba, y él hubiese hecho lo mismo. Se reía por dentro pensando en lo raro que era esa situación, de haber combatido con armas blancas a jugar carreras por diversión. Pero no momento de pensar cosas así, Kazuma se le estaba adelantando, y mucho, y el soló miraba su nuca.
¡Hey...!- dijo en un susurro, tratando de entender porque todavía no había empezado a correr. Cuando su compañero comenzó a convertirse en una figura negra, el calvo movió las piernas y sacó los pies de la arena para dar rienda suelta a la persecución. Por un momento lo vio acercarse y por en otro alejarse, pero después de un rato lo sentía un poco mas cerca. Por lo menos distinga su melena blanca. Parecía que lo estaba alcanzando cuando en su entusiasmo de ir para delante no vio una reposera que se encontraba solitaria en la playa. Rodó un par de vueltas en el suelo para luego levantarse mirar para atrás y preguntarse:
«¿Pero qué...?¿Que hace eso aquí»
Pero de nuevo tenía que seguir corriendo y dejo de lado sus pensamientos tontos para después. Estaba en la misma situación que al comienzo, y prefería no estar así. En un momento sintió sus manos hinchadas y se dio cuenta que lejos de un fuego que de calor, en la noche se pasa bastante frío. Pero sus pensamientos se fueron para otro lado, de nuevo, cuando se dio cuenta el terreno estaba empinado, un poco. Ya estaban subiendo, ya estaban llegando, y todavía veía la espalda de Kazuma.
Vio un arco a lo lejos, y después de unos pasos más, al bajar la vista, pudo ver al peliblanco sentado sobre el suelo. No dio para más que llegar a un trote lento y apoyar sus manos sobre sus propias rodillas para tomar un de aire. Entre bocanada y bocanada aceptó su derrota.
Que me canso de tanto correr- dijo tratando de reírse aunque sus pulmones no quisieran-Me ganaste esta vez, ¿Podrás la próxima? Aunque eso ahora no importa, ¿Por qué no buscamos un lugar para calentarnos y tomar algo?
El calvo quería beber algo refrescante, su cuerpo se lo pedía, al igual que sacarse ese frío que tenía encima. Sus heridas le empezaban a arder con el sudor y la carrera no había hecho mas que empeorarlas. No eran la gran cosa, molestaban, pero esa del hombro si se sentía como un pinchazo fuerte que ya empezaba a doler. Tal vez un buen baño y un largo sueño después de unas bebidas mejoraban la situación.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Cuando recién empezaba a recuperar el aliento perdido, pudo escuchar la agitada voz de Karamaru dirigiéndose a él. Se le notaba bastante cansado, lo cual era de esperarse. Su idea fue la más adecuada para el momento. El buscar un sitio donde descansar y poder curarse las heridas. Antes de poder sugerir algo, una pareja de ancianos se acerco caminando hacia ellos. Al principio fue difícil verlos, pues sus ojos estaban acostumbrados a la oscuridad, por lo que la luz del farol les cegó un poco.
—Joven Kazuma… Pensé que había abandonado el pueblo sin despedirse —Dijo el anciano
—¿Qué estaban haciendo y por que huelen a sangre? —pregunto la anciana temperamental.
—Bueno…
El Ishimura no le dio vueltas al asunto, y de manera resumida les explico que había ocurrido. La pareja de ancianos no parecían sorprendidos, lo cual era de esperarse pues se trataba del líder del pueblo y de su esposa. Ya tenía tiempo lidiando con aquellos ladrones, y estaban acostumbrados a encontrar gente a la que habían hurtado, pero no esperaban escuchar que les habían dado una lección. Incluso les parecía poco creíble.
—Han tenido una noche agitada —Aseguro con tono amable, mientras iluminaba a ambos con el farol—. Vengan a mi hogar y descansen un poco.
—Este no —Dijo la anciana, señalando a Karamaru—. Esa herida esta fea. Lo llevare a mi enfermería para curarle como se debe.
El peliblanco miro un momento a su compañero. Estaría en buenas manos. El anciano bromeaba mucho y la anciana era bastante gruñona, pero eran gente de bien y les darían donde pasar la noche.
—Bueno, supongo que nos veremos luego —le dijo al calvo mientras la anciana le alaba hacia la dirección contraria a la casa del anciano.
Un susto se llevo el calvo al ver dos figuras arrugadas enfrente de él al haber levantado la cabeza. Primero se escucho una voz ronca de hombre, y luego, una voz fina y elegante de mujer. Parecían una pareja de ancianos que ya conocían a su compañero de batalla. Seguramente, Kazuma estuvo un rato largo dando vueltas por ese pueblo antes de descender hacia las costas que en ese momento reflejaban el atardecer. Ahora, el cielo solo era un manto negro con estrellas que asombraba a cualquiera que levantara la vista.
Joven Kazuma… Pensé que había abandonado el pueblo sin despedirse ¿Qué estaban haciendo y por que huelen a sangre?
Karamaru ni trató de hablar. Solo se puso erguido y puso sus manos sobre su cadera, todavía cansado. El peliblanco contó todo, rápido y conciso y Karamaru se limitó a agregar algún que otro comentario. Aunque todavía el pelado seguía sin entender que hacían esos ancianos ahí, y porque parecían que entendían lo que Kazuma estaba diciendo. Estaban calmos y serenos, por lo menos por fuera, y un poco de nostalgia se apodero de Karamaru. La calma, una virtud tan preciada por sus maestros que él todavía no podía llegar a dominar.
Ya era cómodo y reconfortante estar frente a la luz de la farola que dejaba ver a los miembros de esa conversación, aunque sea, las caras de los otros. Y aun más cuando el anciano los invitó a residir en su morada. Trataba de resistir los deseos siempre que podía para hacerse un poco más fuerte cada vez, pero el hambre que tenía no era normal. Necesitaba comer, tomar y descansar cuanto antes, pero no lo dejarían.
Este no - Dijo la anciana, señalandole- Esa herida esta fea. Lo llevare a mi enfermería para curarle como se debe.
Fue lo que escucho de la suave voz de esa mujer que lo desilusionó un poco. Pero tenía razón, los cortes menores no eran nada, parecían simples cortes con una rama o una hoja de papel, pero el que tenía en el hombro dolía. Era profundo, aunque por lo menos ya no le salía sangre. Sus vendas negras estaban mojadas de ese grueso y espeso líquido rojo que le empezaba a molestar. Miró a Kazuma, tratando de encontrar la respuesta a si era lo mejor separarse y verse después, y lo único que recibió fue una despedida.
La anciana comenzó a caminar para un lado, el anciano para otro, y Karamaru levantando la vista al cielo antes de caminar la siguió. En dirección a la enfermaría caminaba uno o dos pasos atrás de la mujer. En completo silencio.
«¿Por qué a mi? Tenia hambre» pensaba mientras se frotaba la panza con su brazo sano, el derecho.
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-Maestro Yoda.
El Ishimura no tardo mucho en llegar a la casa del anciano. A simple vista se podía notar que era la del jefe del pueblo pues era más grande que cualquier otra. Aun así no llegaba a ser opulenta, ni nada similar, en realidad llegaba a tener un estilo hogareño rustico. Al entrar se notaba lo bien ordenado que estaba todo, se imagino que probablemente aquella pareja de ancianos fueran los únicos que habitaban la casa.
—Entonces… Tuviste un encuentro desagradable —El señor había guiado a Kazuma hasta lo que parecía ser un recibidor. Una vez ahí, preparo un poco de té para ambos.
—Creo que lo correcto sería decir que tuve un buen par de encuentros.
—¿De veras? Me imagino que uno es aquel chico calvo con aspecto de monje, pero al otro… Sería difícil considerarlo bueno.
—Oh si, Karamaru… Lo conocí en la playa y luego pasamos el rato charlando. Según entendí, es un aprendiz de monje o algo por estilo que se encuentra en medio de un viaje de aprendizaje —aseguro mientras daba un largo y suave trago de aquella infusión que le sacaba el frío de los huesos—. En cuanto a los otros… Diría que más bien esperaba encontrarme con ellos, escuche que andaban ocasionando problemas y quise investigar.
—Si… El grupo de bandidos de Tonmei. Son unos piratas que han estado causando problemas desde hace un tiempo, jamás se acercan al pueblo pero siempre depredan en las costas —se mostraba un poco afligido por no poder hacer nada para evitarlo—. Por la descripción, aquel sujeto enorme debía de ser el hermano menor del líder.
—Fuiste afortunado esta vez, Kazuma, pero aquella es gente muy violenta y lo que hiciste fue bastante temerario.
—Lo siento. No fue mi intención causar problemas al pueblo—dijo inclinando la cabeza. Sentía ganas de decirle que estaba bien, que era un shinobi y que situaciones similares eran su pan de cada día. Pero el anciano tenía razón, y aunque no la tuviese Kazuma entendía por qué inmiscuirse en asuntos ajenos era cuestionable.
—Está bien, es solo que eres tan joven y me recuerdas tanto a… —hizo una pausa como si recordara algo doloroso—. Como fuese. Por lo menos la herida de tu amigo no se ve tan grave, mi señora esposa le llevara al dispensario. Ahí se encuentra nuestra nieta. Es una chica un poco distraída, pero nadie sabe suturar una herida como ella.
El joven de cabellos blancos recordó con un poco de vergüenza que el culpable de aquella herida fue el. Aunque a momentos se consolaba recordando que le cerceno un dedo a uno de los asaltantes.
Una caminata corta llevó al monje y a la anciana a una pequeña casucha de madera con un cartel blanco y una cruz roja en el. No era de gran tamaño, algo modesto y sencillo, con algunos pilares en el frente que daban paso a un pequeño recibidor. Del otro lado, la puerta de ingreso. La anciana, todavía en silencio, tomó el pomo de roble y abrió la puerta dejando lentamente dejando vislumbrar a Karamaru las luces del interior. Lo llevó hasta una habitación blanca con una camilla y con algunos instrumentos médicos en algunos estantes. No era mucho, pero seguramente alcanzaba para atender las necesidades de ese pueblo en el País del Rayo.
Ya vengo cielo, esperame aquí sentado- le dijo la señora mientras le señalaba la camilla antes de darse vuelta y salir de la habitación por el mismo camino por el que habían entrado.
Haciendo caso, el calvo se sentó en la camilla dejando los pies en el aire y mirando a su alrededor. Estaba solo, lejos de casa y en un lugar que no conocía. Sin embargo, algo le hacía sentirse cómodo en ese lugar. Volvió a ver su herida bajo sus vendas desgarradas para darse cuenta que la sangre ya no salía a grandes cantidades como antes, pero seguía sintiendo le mismo pinchazo de dolor. Se revisó su cuerpo en busca de más lastimaduras, dos en el brazo, tres en el pecho y una en la pierna. Eran finas líneas rojas que poco dañaban a Karamaru.
Estaba con la mirada en sus pectorales, viendo sus heridas, con la cara un poco tapada por su propia. Pero al levantar la cabeza pudo ver a una mujer de cabellos lacios, largos y rubios enfrente de él. Unos ojos verdes resaltaban su blanca piel. Estaba en silencio, conteniendo una risa disimulada al ver al calvo escondiendo su cara entre sus ropajes. Un silencio incómodo se adueño de la situación hasta que el monje decidió romper el silencio.
¿Y tu eres.....?
Oh...perdón...Me entretuve con tus monerías, soy la enfermera. Bueno, mejor dicho la ayudante, aquí la profesional es mi abuela. ¿Qué te trae por aquí?- dijo con voz inocente. Así y todo, parecía un poco mas grande de edad que Karamaru.
«Aaah, supongo que debe ser la nieta» dedujo.
Deja de conversar, ¿No vez que hay que tapar su herida?- reprochó la abuela entrando en la habitación. Al instante y sin reprochar la rubia tomó alcohol y algodón y se dirigió al pelado.
A ver, primero vamos a limpiar esas heridas
Se dispuso a pasar un poco de alcohol sobre las heridas en sus brazos. Luego, al ver la túnica rota, le pidió a Karamaru pasarle alcohol en sus otras heridas para no correr riesgo de que algo se infecte por alguna extraña razón. Se sacó su túnica, lo limpió, y luego se la volvió a colocar.
¿Terminaste?- volvió a reprochar la abuela volviendo a entrar en la habitación.
Sip, ¿Lo vendo?
La anciana asintió con la cabeza, y la nieta tomó unas tijeras y pidiendo permiso rompió los vendajes negros que rodeaban a la herida de su hombro izquierdo. Lo envolvió en vendas y gazas de color blancas para terminar con un:
Listo, como nuevo
¿Ya está? ¿Solamente era esto?
Pero sin recibir respuesta, la mujer se fue, y dejó al calvo de nuevo soló en la habitación. De nuevo con los pies colgando sobre el aire, sentado en la camilla, revisando su alrededor.
No se cuanto quieres durar con tu conversación, asi que avísame cuando quieres que nos juntemos de nuevo
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
23/12/2015, 20:53 (Última modificación: 23/12/2015, 20:54 por Hanamura Kazuma.)
El anciano hablo con Kazuma un buen rato, mientras este disfrutaba aquel té con un sabor tan hogareño. Tal calidez le recordaba los platillos preparados por Naomi. Pero llegado cierto punto el jefe del pueblo parecía bastante cansado, no aquel cansancio habitual en cual solo te vas a dormir. Era aquella fatiga de la gente mayor, el peso del tiempo y los años que de apoco erosionaban su existencia. El Ishimura era incapaz de imaginar un anciano que no tuviera esa expresión en algún momento, y por instantes pensó en que el tiempo de vida de las personas es proporcional al peso de las vivencias que pudiera soportar su ser.
—Ya es bastante tarde. Te calentare un poco de agua para que te asees y luego te preparare una habitación.
Mientras el viejo se levantaba, Kazuma solo pudo asentir. Observo su lento caminar. Durante un instante recordó las historias sobre la Uzukage. Se decía que era una mujer que había llegado a vivir más que nadie. El de ojos grises pensó que si aquello era cierto, su Kage era una persona muy fuerte, pero que también debía de cargar un gran peso en su ser.
Estando muy agradecido por el baño, lo tomo con todo el gusto posible. Lavo su cuerpo con detenimiento y se froto los moretones conforme los encontraba. Dedico un largo rato a lavar su preciado cabello, para luego culminar con un masaje a sus adoloridos pies. Al salir únicamente se tomo un momento para secarse.
—Pero… ¿Y mi ropa?
A la salida del baño solo había una bata de estar en casa. Era un poco grande para él, pero igual la tomo. Supuso que el anciano había apartado sus vestimentas, lo cual tenía sentido pues debían estar llenas de arena y sudor.
—Se lo agradezco —le dijo al anciano en cuanto lo vio—. De verdad que nada relaja más que una buena ducha luego de un rato agitado.
—No hay de que, eres mi invitado después de todo —expreso amablemente, mientras que en la puerta de la habitación le depositaba en las manos una almohada y una manta.
Vale, por ahora que tu personaje converse y descanse. Como dentro de cuatro post sera que nos veamos de nuevo y necesito que estés descansado o que al menos hayas dormido algo xD ... Bueno no duermas en tu siguiente post, en el que siga después del próximo mio si.
Solo en la habitación, Karamaru se dispuso a saltar de la camilla y empezar a ver los estantes. Eran de una madera oscura, que solamente sostenían ciertos tipos de medicamentos. No sabía que era cada uno, pero tenían nombres raros, bastante raros. En uno de los estantes de la derecha se encontraban vendas, gazas, alcohol y algunas otras cosas para sanar heridas simples. Se acercó a la pared opuesta a la puerta, se apoyo sobre la madera que cubría una venta y miró a través de ella. Algunas farolas iluminaban el pueblo, uno de pocos edificios y ninguno de gran altura a la vista del calvo. El cielo estaba despejado, las estrellas adornaban el manto negro y la Luna las acompañaba. Karamaru era un gran admirador de los paisajes, y por eso siempre le gustó una noche despejada.
¿Quieres comer algo?- lo sorprendió la rubia que lo había atendido antes.
Por favor, si no es mucha molestia.... eeehh...
Iori, me llamo Iori. Ahora te traigo algo de caldo que hizo la abuela.
Karamaru ya estaba caminando hasta la puerta, preparado para ir y sentarse a la mesa con las otras dos mujeres. Pero al parecer su habitación esa noche sería la enfermería, así como también sería su lugar para cenar. Tal vez si se lo permitían, después de comer daría una vuelta por los interiores de la casa.
Al cabo de un rato, Iori le trajo la comida que Karamaru devoró. En diez minutos había vaciado el plato y esperaba que la mujer vuelva para devolvérselo. Volvió y se llevó el plato del calvo, en silencio y con una sonrisa. De nuevo solo, empezaba a aburrirse en ese lugar. Se revisó la herida para darse cuenta que todavía le dolía. Tal vez lo mejor era dormir, pero Karamaru no tenía sueño.
«¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo hacer?» pensaba una y otra vez. Ya se le había leído los nombres de los medicamentos que se encontraban en la sala para distraerse un poco, y quería salir de la habitación. Pero tal vez, era un poco inapropiado.
Tomó una silla y sentó junto a la ventana, viendo los suaves y casi indetectables movimientos del cielo.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
El joven de blanca melena fue dejado en aquella pequeña habitación para que descansara. En aquel suelo de tatami se encontraba un futón junto con un edredón y una almohada. El anciano había sido lo suficientemente amable de dejar sus cosas a un lado de la cama. Todo lucia muy acogedor, en especial para alguien tan cansado como él. Por un instante le llamo la atención una pequeña ventana que miraba en dirección este, hacia el mar, por ella entraba una brisa suave y agradable, cargada de sal y humedad marina.
«Me pregunto si…» —Su curiosidad afloro mientras analizaba la ubicación de la ventana.
Desde aquel mirador se hacía imposible ver la luna, pero bien que se podía ver la parte más oscura del firmamento y aquel mar negro que le reflejaba. Aunque el cielo no era tan oscuro gracias a las muchas estrellas que en el yacían. Era bastante relajante, era extraño. De cierto modo el cielo estrellado transmitía cierto sentimiento de vida y esperanza. Pero el mar, contrario a lo que se pudiera pensar, no transmitía temor alguno. No poseía la típica oscuridad del miedo y la soledad, no, transmitía mucho más. Daba paz e invitaba al sueño profundo.
«Ya es tarde… Debería dormir» —se dijo a si mismo mientras se acercaba a su lecho. Aquella vista le había dejado una sensación bastante agradable y quería poder dormir pensando en ella.
Sin embargo, ahí al lado del futón descansaba Bohimei. Kazuma la miro por un instante y sintió como un leve escalofrió le recorría el cuerpo. Durante sus difíciles tiempos en las calles, lo único que le permitía conciliar el sueño era la cercanía con aquella espada. El brillo carmesí de su filo era lo único que le hacía compañía en la impiadosa oscuridad. Era su ancla a la esperanza y la cordura. Pero ahora parecía tan distinto. Ahora el solo hecho de dormír junto a ella le causaba cierto temor. El que los viejos reflejo le traicionaran y en mitad de la noche la abrazara.
«Hubo una vez en que Naomi me pregunto el por qué simplemente no te arrojaba a un cajón y me olvidaba de ti —recordó mientras acomodaba su cabeza de manera que esta mirara hacia su katana—. Ciertamente eso hubiera sido lo más sensato… Pero no me creo capaz de hacerte tal cosa. Yo te acepte y tú me aceptaste, no hay nada más que ello. No tenía sentido tratar de alejarte, pues ya sabía que me acompañaras hasta el final de mis días… Así fue pactado»
Con el peso del cansancio y con la esperanza de que fuese el sol ascendente que le despertara al día siguiente, el Ishimura se entrego al abrazo del sueño.
El ruido era inexistente. El silencio se había apoderado de los interiores y de las afueras de ese hogar. Solo en la enfermería, Karamaru esperaba algún contacto por parte de las mujeres que lo acompañaban en la casa esa noche. Se había levantado de la silla de madera y recorrió varias veces la habitación, aburrido. Tras idas y vueltas, traspasó la puerta de roble para adentrarse en un pasillo largo que de un lado tenía la puerta principal y del otro un lo que parecía un comedor.
El calvo se dirigió hacia allí guiado por el crepitar del fuego. Ruido proveniente seguramente por una chimenea encendida. Se podía ver la sala iluminada tenuemente, y tras pasar por dos puertas más, Karamaru llegó hasta la sala. Una mesa de madera con una sillas que la acompañaban, un olor a caldo de una olla todavía sobre la hornalla, aunque apagada, dos sillones ocupados, una chimenea y varios adornos se encontraban en el lugar. En uno de los sillones la señora mayor tejía sin sacarle ojo a lo que hacía, y en el otro, Iori leía un libro aunque interrumpió la lectura para mirar al calvo que todavía tenía una mirada un poco perdida.
No te esperábamos aquí, incluso pensamos que te habías quedado dormido ya. Toma asiento si quieres.
No quiero molestar, lo siento, volveré donde me corresponde
Con un saludo con la cabeza, Karamaru volvió al pasillo en dirección a la enfermería. Entró de nuevo a la habitación de paredes blancas para sentarse en la silla de madera y volver a observar por la ventana los árboles y por sobretodo el cielo estrellado. La tranquilidad hacía que el paso del tiempo sea indetectable y cuando menos se lo esperaba el pelado comenzó a cabecear y a sentirse cansado.
Sin duda el día le había pasado factura y tras cerrar los ojos, se hallaba dormido sobre su asiento. Cruzado de brazos, con la cabeza mirando el suelo y las piernas estiradas Karamaru comenzó su descanso entrando al mundo de los sueños.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.