Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Akame asintió sin decir palabra y se dio media vuelta, en dirección al hostal. Él mismo haría sus pesquisas por allí, conocedor de que en las posadas y tabernas era donde cualquier aventurero que se preciase de serlo hallaba a un amable vecino que le pusiera al corriente de los asuntos locales. O al menos, así sucedía siempre en las novelas de fantasía.
Kisame, por su parte, encontraría —quizás con alivio— que el pueblo era lo suficientemente pequeño como para que perderse fuera realmente difícil. Por contra, esto también suponía que, bueno... No era precisamente una aldea ribereña el lugar con la concentración de aventureros experimentados más alta de Oonindo. Más bien el amejin se cruzó con un grupo de mujeres que discutían animadamente sobre la política del Daimyo —algunas de ellas hablaban sobre la "independencia del País de los Ríos"—, una pareja de pescadores que volvía del río con las redes a cuestas, y media docena de niños que jugaban con un balón de cuero.
Odiaba totalmente los estereotipos, pero en aquel momento pensó que quizás aquellas mujeres podrían saber algo sobre el tipo que buscaban, dada su conversación. Se acercó a ellas con cautela y sostuvo el pergamino de tal forma que solo se viera el rostro del buscado, y nada más y preguntó con voz clara y relajada.
-Buenas tardes, lamento molestarlas -Hizo una breve pausa para ver su reacción y después continuó -Saben algo de este hombre? -Preguntó, siendo directo. No quería andarse con rodeos ni recaer en conversaciones banales. El tiempo apremiaba y era necesario aligerar lo máximo posible.
Esperaba que al menos le conocieran. Comenzó a formularse hipótesis mentalmente. Podría ser una especie de héroe del pueblo que pretendiera sacarles de la tiranía del Daimyo, pero también podría ser un loco incosciente con buenas intenciones. Quizás alguien egoísta que quería su propio poder o un simple terrorista. Nada de eso se le iba a revelar en aquel pueblo, pero fueran cuales fuesen sus intenciones, parecía alguien problemático y quizás algo caótico. Lo cual no le desagradaba demasiado, pero necesitaba recabar más información sobre él. Quería tener unas hipótesis mejor formadas para decidir qué hacer.
Las mujeres continuaron con su animada charla hasta que Kisame las abordó, educado. Eran cuatro, todas de aspecto y complexión similar —la escasa población de aquellos pueblecitos ribereños hacía que al final más de uno, y de dos, acabaran emparentados—, que vestían con kimonos sencillos y gastados. Examinaron con poco decoro al muchacho de arriba a abajo, y por sus expresiones parecía claro que la imagen de Kisame no les había entrado por los ojos. ¿Cómo extrañarse? Al fin y al cabo aquel jovencito escuálido y soseras no era lo que se decía Mr. Popularidad.
Tres de las señoras empezaron a cuchichear entre ellas con poco disimulo, probablemente preguntándose por qué un ninja de la Lluvia se encontraba allí. Sin embargo, la cuarta tomó el volante de papel de manos del genin —casi arrancándoselo, con poco cuidado— y lo examinó durante un rato.
—¡Tate! ¿Éste no es... No crees tú que se parece al chiquillo de la Alia?
La señora que estaba a su lado viró la testa, curiosa, prestando atención, ahora sí, al retrato dibujado en el papel. Sus ojos recorrieron las facciones del muchacho una y otra vez, al tiempo que sus labios se torcían en una mueca de indecisión.
—Pues no sé yo eh... —terció finalmente—. Yo creo que era más guapo. ¿Y ese peinao'?
Sin embargo, su contraparte parecía tenerlo claro.
—¡Que sí, que sí! Que te lo digo yo, mujer, que para estas cosas tengo un ojo de halcón. Este es el niño de la Alia.
Las otras dos se unieron pronto a la discusión, argumentado cada una, enardecidamente, por qué o por qué no aquel muchacho cuyo rostro estaba impreso en el volante era el hijo de una tal "Alia".
15/11/2019, 01:59 (Última modificación: 15/11/2019, 02:02 por Taka Kisame. Editado 2 veces en total.)
Observó la escena distante, pero cercano fisicamente hasta que le arrancaron el papel de las manos. Al menos no le habían tocado, desde luego eso le hubiera resultado bastante mal educado. Ichiro había sido férreo con el tema de los modales, el respeto y las formas, pero parecía que en aquel pueblo toda la gente era más frugal y expontánea, así que resolvió que no podía sacar nada más de aquellas mujeres por el momento. Pensó unos instantes en cómo arrebatarles el papel de las manos sin que resultara incómodo o violento.
-Con que Alia, eh...? -Pensó brevemente para sus adentros mientras daba un paso sobre la mujer que sostenía el papel.
Con un gesto delicado, rápido y diestro (o al menos todo lo que sus capacidades le permitían) puso su mano en la parte de abajo del papel para intentar quitárselo de las manos con suavidad, pero rápidamente, mientras discutían sobre si era el hijo de esa mujer. No iba a forzar demasiado la maquinaria, al menos ahora ya sabía por donde empezar a buscar, así que no enseñaría el papel más de lo necesario.
Si conseguía quitarle el papel a la señora sin que resultara violento, haría una educada reverencia y se apresuraría a caminar para interceptar a los pescadores en su camino, si es que aún estaba a tiempo de conseguirlo, mientras terminaba de cerrar su túnica para tapar la placa de su aldea. Seguramente si tuvieran algo que ocultar, el hecho de que un ninja les preguntara les echaría para atrás completamente. Y viendo la reacción de las mujeres, estaba claro que algo no les había gustado. Los niños seguirían jugando al menos hasta que oscureciera, así que los dejaría como comodín. Seguramente fuera complicado hablar con ellos siendo un completo extraño, pero estaba casi seguro de que si sabían algo o mas bien, quisieran decir algo, no mentirían. Al menos esa imagen tenía el genin de los infantes.
Kisame podía no ser el ninja más diestro de Amegakure —al fin y al cabo acababa de graduarse— pero de seguro sobrepasaba en mucho a unos simples civiles. Con movimientos calculados y rápidos, les arrebató la cuartilla de papel a las mujeres y las dejó allí, con un palmo de narices, mientras discutían sobre si Guzen era o no el hijo de una tal Alia. El amejin desapareció de allí sin siquiera dar las gracias, cosa que de seguro no le granjearía la amistad de aquellas pueblerinas; pero un detalle así podía no importar en absoluto a un ninja que simplemente estaba de paso... Y con los ojos fijos en la presa. Como debía ser.
Al abordar a los pescadores, éstos manifestaron en principio una actitud algo más hosca que la de las mujeres. Eran tipos curtidos por el Sol y el trabajo físico, más bien de corta estatura y espaldas anchas. Sus rostros tostados miraron a Kisame de arriba a abajo; parecía evidente que no estaban acostumbrados a los extranjeros por allí, y aquel en concreto no les transmitía nada bueno. Probablemente por su escaso magnetismo personal.
Sin embargo, parecían dispuestos al menos a escucharle. Y como Kisame todavía no había formulado pregunta o saludo alguno, los pescadores se limitaron a dedicarle un quedo "epa zagal, ¿qué buscas por aquí?".
El genin les observó brevemente y pensó frenéticamente en cómo dirigirse a ellos de la forma más correcta y menos sospechosa, así que, resolvió que su idea original era la mejor, preguntaría por esa tal Alia, a ver qué le podían contar sobre ella. Quizás no recibiera ningún tipo de información sobre ella, ya que, por lo que veía, le miraban con cierto recelo, aun así le parecía la única forma de dirigirse a ellos. Preguntar por alguien buscado es muchísimo más sospechoso.
-Buenas tardes, sabrían donde puedo encontrar a Alia? -Preguntó, sin querer dar más detalles sobre el asunto, de recibir alguna pregunta intentaría contestarla de la forma más diplomática que supiera, pero por el momento eso era todo.
Observaba a esos hombres con su habitual mirada, intentando analizar algo más que lo evidente. Eran gente curtida y seguramente mucho menos amable que aquellas mujeres. Lo que quería adivinar en base a su respuesta es si el hecho de ver extranjeros solo les provocara extrañeza o también rechazo. Sin embargo, algo le decía que a pesar de haber ido con pies de plomo, seguramente estaba llamando bastante la atención, aquel era un pueblo pequeño y las voces corrían rápidamente.
Los pescadores, recelosos al principio, parecieron aflojar el gesto y el ánimo al oír un nombre conocido. "Alia", decía buscar aquel muchacho canijo y mal vestido. Intercambiaron miradas entre ellos sin decir una palabra, hasta que finalmente uno de ellos asintió con poca convicción.
—Aquí no hay ninguna que se llame así, pero en el pueblo de al lado... —dejó la frase en el aire—. Hay una Alia, sí, y bien conocida que es. Sobretodo entre los varones.
Sus últimas palabras les arrancaron unas risillas socarronas a los otros dos.
—¿Qué negocio te traes con la Alia, zagal? Un poco mayor pa' ti, además que dicen que ya no está en el mercao' —añadió el pescador—. Como sea, si la quieres encontrar, te vas a tener que ir al pueblo. Sigue la ribera hacia el Este y el primer pueblo que te veas, no tiene pérdida.
19/11/2019, 17:41 (Última modificación: 19/11/2019, 17:42 por Taka Kisame. Editado 1 vez en total.)
Vaya, al parecer tenía fama de suelta de cascos, con lo cual podría tener más de un hijo, de hecho sospechaba que tendría varios. De momento eso era lo que necesitaba saber. Prefirió dejar a los niños por el momento para dejar de llamar la atención. Ahora tenía que irse a la posada a buscar a su compañero y contarle lo que había descubierto. Como bien sabía hacer, esquivaría su pregunta sin decir absolutamente nada y se iría, ahora sí, agradeciéndoles. Aquellos hombres le habían escuchado y, aunque rudos, habían mostrado buenas formas. Las mujeres con las que había hablado antes habían sido menos cuidadosas con ese asunto. Sin embargo, su sospecha estaba clara: En aquella zona era habitual que la gente fuese directa, frugal y algo ruda.
-Perfecto, es simplemente porque tengo un mensaje que darle y ya que pasaba por aquí... -Mintió el amejin, intentando parecer convincente, aunque no estaba seguro de conseguirlo, de igual modo, con tono educado les hizo una correcta y leve reverencia a modo de agradecimiento -Les agradezco su ayuda, pasen un buen día -A modo de despedida, para luego buscar la posada con la mirada y comenzar a caminar hacia ella.
Una vez allí, buscaría con la mirada a su compañero renegado para decirle que tenía algo nuevo. Obviamente no le diría nada en medio de la taberna, pero quería que al menos supiera que había descubierto algo. Si lo encontraba, se le acercaría y tomaría asiento y/o se pondría cerca de él para acompañarle en su refrigerio.
Desde luego, si los pescadores se creyeron el pobre embuste de Kisame, no dieron muestras de ellos. Por fortuna para el amejin, los hombres en aquellos lares tan rurales tendían a ser rudos y poco dados a meterse en los asuntos de otra gente —al menos, directamente—, sino que confiaban en saciar su curiosidad de oídas. Si de verdad ocurría algo mínimamente interesante en aquel pueblo —y el estándar para lo "interesante" solía ser bastante laxo—, los rumores correrían como la pólvora en menos que cantaba un gallo. Así que, acostumbrados a ello, los tipos se limitaron a despedirse del genin con unas formas mucho menos cuidadas, y a seguir su camino.
A Akame lo podría encontrar dentro de la posada, en efecto, degustando una taza de té verde muy caliente junto a la barra, sentado sobre uno de los pocos taburetes altos que había en la sala. Al colocarse a su lado, el tabernero inmediatamente le lanzó una mirada inquisitiva.
—¿Qué va a ser, joven?
Probablemente no tendría mucha clientela en un lugar como aquel, de modo que la visión de cualquier viajero era suficientemente estimulante como para que dejara sus quehaceres habituales —pulir la barra, limpiar los jarros, esas cosas— y moviera su culo hacia el incauto con tal de sacarle algunas monedas. El Uchiha, por su parte, bebía calmadamente su brebaje mientras miraba a Kisame en busca de nuevas.
Entró en la taberna y se apoyó en la barra con tranquilidad. El tabernero se le acercó con suma rapidez, lo cual le sorprendió gratamente por el servicio tan rápido y eficiente. Era evidente que no tenía demasiada clientela, pero aun así le había gustado el pequeño detalle.
-Un té, por favor -comentó, mientras sacaba de su portaobjetos unas monedas sueltas y las posaba sobre la barra.
Esperaría a que el tabernero fuese a preparar el té para asentir ante la pregunta de su compañero. Quería ser todo lo discreto que fuese posible, pues en aquel tipo de pueblos las noticias se corrían muy rápido y sobre todo en sitios como ese. No quería llamar más la atención de lo que ya lo había hecho, preguntando a tanta gente por la calle. Bajó la voz, de tal manera que incluso el propio Akame tuviera que acercarse un poco para escucharlo.
-Unas mujeres del pueblo creían que era hijo de una tal Alia. Después he preguntado a unos pescadores por esa mujer y me han dicho que tiene fama de ser bastante suelta de cascos, y que vive en el pueblo de al lado, siguiendo la ribera hacia el este. No estoy seguro de la veracidad de esta información pero, como nos queda de camino, creo que es un buen sitio por el que empezar, que piensas? -Le comentó, para después mirar al tabernero preparar su bebida, disimulando la situación lo máximo posible.
Si era cierto que era hijo de esa mujer, sería casi imposible encontrarlo allí, pero también podrían sacar información de su paradero o, al menos, de los sitios por los que pasa rutinariamente. Solo esperaba no tener que hacerse pasar por otra persona ya que, el teatro no era lo suyo y ni siquiera estaba seguro de si los pescadores se habrían creído su mentira.
Akame lucía bastante complacido con el trabajo que había hecho el genin, y una franca sonrisa adornó su rostro por unos momentos mientras bebía de su té. El Uchiha no se dirigió a su compañero inmediatamente, sino que tardó un par de segundos, tiempo en el cual el tabernero se las arregló para —inexplicablemente rápido— colocarle un té a Kisame frente a las narices. Como no había especificado de qué, el tipo le había servido el más caro que tenían en el lugar: una mezcla de té rojo de las Islas del Té, de importación, con una variedad local de té verde.
—Son, ejem, cinco ryos —reclamó, impaciente, tras contar las monedas que Kisame había dejado sobre la barra y certificar que no era suficiente. Lo habría sido, claro, para un té normal. Pero aquella posada recibía pocos clientes, y el hombre tenía que dar de comer a su familia: cualquier resquicio era suficiente para sacarse un ingreso extra.
Akame, por su parte, se volteó hacia el genin y asintió, complacido.
—Eso sí que es buena información, joder. Gran trabajo. Mañana a primera hora nos vamos para allá... Con suerte daremos con la madre, y a partir de ahí, tenemos un hilo del que tirar. Aunque te extrañe, te digo que esta clase de ratillas suelen estar muy apegados a su hogar y a su familia —le dijo el exjōnin—. Yo, de momento, me voy a descansar. Hazme caso, y aprovecha, que cuando estás en un viaje como este nunca sabes cuándo será la próxima vez que duermas en una cama.
Y con esas, el Uchiha apuró su té, pagó, y se marchó escaleras arriba.
Miró al tabernero sorprendido y puso el dinero que faltaba sobre la mesa. Podía entender la jugada pero no le parecía lógico, hacer eso era la mejor manera de perder un cliente que, posiblemente pudiera tomar otra consumición o incluso pedir cena. Mas aún si se queda a dormir que podría incluso pedir el desayuno. Negó con la cabeza en gesto de desaprobación y le soltó al tabernero.
-Quizás esta no es la mejor jugada para ganar dinero, eh? Seguramente te habría acabado pidiendo cena, pero realmente, se me ha quitado el apetito -Dijo con su tono mas seco y frío, clavándole la mirada al tabernero, para después volverse a su compañero.
Le asintió y no dijo más. Tenía razón con el hecho de aprovechar para descansar. Aún les quedaba mucho camino por delante y no sabía si volvería a dormir en una cama hasta que volviera a Amegakure, con lo cual, una vez que su compañero se fuera a la cama, tomaría el té tranquilamente, disfrutando de su sabor, pero sin quedarse demasiado tiempo cerca de aquel estafador. Kisame era alguien bastante rencoroso, así que era muy poco probable que se le olvidara la cara de aquel tabernero y algún día volviera para ajusticiarle. Las personas que cometen actos malvados, aún si es por su supervivencia, no tienen olvido ni perdón.
Se iría a su cuarto a descansar. Cenaría y desayunaría a base de las raciones que tenía, comenzando a racionarlas ya, pues no tenía muchas y esperaría al día siguiente, a la hora pactada para proseguir el camino.
Los muchachos se pusieron en marcha al día siguiente. Tal y como les habían contado, sólo tuvieron que seguir la ribera del Río, adentrándose en el País de los Bosques, para llegar al siguiente pueblo; aquel que era su destino, y donde supuestamente, encontrarían a la tal "Alia".
El pueblo en cuestión era notablemente más grande que su vecino próximo, y el paisaje pasó de aquel entorno eminentemente rural, de calles apenas de tierra y piedra, a un trazado algo más urbano —aunque sin perder aquella esencia tradicional que caracterizaba a la población local—. Aquello, a simple vista, parecía un lugar bastante grande y que no se podría cubrir en una tarde a no ser que tuvieran una inmensa suerte. Por eso mismo, Akame optó por repetir la jugada del día anterior: él iría a buscar un hostal decente para alojarse, y Kisame a interrogar a los lugareños.
—Nos vemos a la hora de la cena en la Plaza del Alzamiento —dijo el veterano Uchiha antes de desaparecer entre el gentío de unas calles que, a diferencia del pueblo anterior, estaban razonablemente concurridas.
Era pasada la hora del mediodía, y la pelota se encontraba en el tejado del joven Kisame. Tenía hasta el anochecer para encontrar a la llamada Alia y sonsacarle cualquier información acerca de su supuesto hijo, el terrorista Guzen. El cómo, sería a su juicio: tendría que usar su intelecto para idear la mejor forma de hallar fuentes de información rentables y su carisma personal para hacerles hablar.
El próximo post correrá de tu cuenta; tienes que hacer una tirada de Inteligencia con dados de 10 caras (d10) primero para conformar un plan para afrontar la situación, ya que este pueblo es grande y no te daría tiempo a cubrirlo todo a las bravas. La dificultad es 7. Por cada éxito que tengas, podrás describir que encuentras un lugar propicio para sacar información —una taberna, un hostal, un mercado callejero, etc.—.
Si no obtienes ningún éxito, deberás narrar que tu pj encuentra algunas dificultades. Podrás repetir esta tirada hasta 2 veces después de la primera, y acumulas todos los éxitos. Redacta tu post conforme a los éxitos o fracasos que obtengas.
27/11/2019, 14:49 (Última modificación: 27/11/2019, 14:51 por Taka Kisame. Editado 2 veces en total.)
El viaje transcurrió sin ningún contratiempo. Efectivamente, aquellos pescadores les habían dicho la verdad. El pueblo estaba realmente cerca y les tomó poco más que la mañana para llegar. Ahora que ya tenía un dato por el que comenzar su investigación, se sentía ansioso pues esas cosas siempre le habían gustado. El shogi, los misterios y cualquier cosa que estimulara su cerebro le hacían casi volverse obseso con el tema una vez entraba en faena, por lo que, una vez se despidió su compañero asintió intentando buscar ya algún sitio por donde comenzar a buscar.
-Lo de siempre, cualquier cosa extraña que ocurra, te mandaré un aviso -El genin se despidió protocolariamente y comenzó a caminar con dificultad entre el gentío.
Mentiría si dijera que ese pueblo le estaba gustando. Le recordaba al distrito comercial de Amegakure. Prácticamente la única zona de su aldea que odiaba por la acumulación de gente en las calles y el estrés que eso le generaba. Caminó durante un rato, sabiendo que el tiempo se le echaba encima mientras buscaba algún sitio donde potencialmente pudiera encontrar información. Su cabeza no paraba de dar vueltas respecto a donde podrían conocer a esa tal Alia, hasta que tras un rato encontró una taberna haciendo esquina entre dos calles bastante anchas, cerca de la entrada del pueblo. Antes de entrar, tapó la chapa de Amegakure con su cuello.
Entró sin pensárselo dos veces. Aquello era notablemente diferente al país de la tierra. El lugar estaba lleno de lugareños y algún que otro individuo que parecía visitante o viajero como ellos. Se acercó a la barra y, posando sus manos sobre ella se dirigió al cantinero.
-Un té verde, por favor -Comentó, dejando un poquito más de lo necesario para pagarlo sobre el mostrador - Por cierto, sabría usted donde puedo encontrar a una mujer llamada Alia? Me han dicho que vive en este pueblo -Preguntó con educación, mientras no apartaba la mirada del tipo tras la barra.
Kisame tuvo realmente buen ojo a la hora de seleccionar su primer coto de pesca. La taberna estaba abarrotada y por su localización parecía claro que por allí pasaba mucha gente, tanto oriundos del pueblo como turistas o viajeros que buscaban refrescarse antes de seguir su camino. Cuando el muchacho entró ya quedaba poco para la hora de la cena, y se notaba: el local estaba bastante concurrido, sin quedar una sola mesa libre.
Afortundamente Kisame no pensaba en llenar el buche sino la cartera, concretamente averiguando si es que la tal Alia estaba relacionada con Guzen. El tabernero le sirvió su té con diligencia, aunque algo apresurado —tenían bastantes clientes—, por lo que apenas reparó en la pregunta. ¿Tal vez necesitaba un poco de insistencia, o engrasar la máquina para que funcionase?
Excelente, me ha gustado cómo lo has llevado
Para este turno vamos a intentar lo mismo: un máximo de 3 tiradas contra dificultad (inicial) de 7. Tiras Carisma d10 y roleas respecto al resultado. Aunque hay dos reglas esta vez:
-En la primera tirada, la dif es 7, pero en la segunda (si decides hacerla o porque no hayas sacado ningún éxito en la primera), será de 8. Y en la tercera tirada, de 9.
-Puedes reducir la dificultad de las tiradas en 1 punto si roleas alguna táctica o triquiñuela que pienses que tu pj podría usar y que haría que el tabernero se mostrara más proclive a contestar a sus preguntas.