— Si claro; en mi habitación magica, en el pais feliz, de la casa de la gominola en la calle de la piruleta

— Mimimimimi, mimimimi, mimimimimmimimimimi. — imitó Hana a Ren mientras hacia un gesto con la mano para aumentar el efecto de la burla.

Ya se le había pasado todo el sueño de golpe, ni siquiera podía disfrutar de su sopor mañanero con Ren danzando por la casa. Siguió desayunando intentando prestar atención a la televisión, pero cada dos o tres segundos le acababa dedicando una mirada a su querida hermana, que estaba trasteando en la cocina. ¡Si ni siquiera sabe donde están las cosas! ¿Qué intentaba hacer?

Sin embargo, decidió que aquello no la incumbía. Si Ren necesitaba ayuda que lo pidiese con esos labios rosados y brillantes que tenía. Esos hermosos labios de los que solo salía bilis.

Tardo un buen rato, pues se puso a abrir varios armarios así como el frigorífico en búsqueda de que es lo que podría desayunar. La trataba como la mierda cuando ella no dejaba de contenerse, asi qué que menos que comer lo que a ella le diera la gana. Al cabo de un rato, volvió con una humeante taza roja de café solo y un pequeño plato con dos tostadas sin nada en ellas.

Volver al lugar donde había dormido sería sentarse al lado de aquella rubia borde; por lo que se sentó en un sillón que estaba al lado del sofa. Dejó el plato en la mesa baja y se aferró a la taza con ambas manos para sentir el calor; faltaban unos meses para que la agobiante temperatura del verano hiciera mella, por lo que quería disfrutar los placeres del frío que todavía quedaban.

Se tumbó de lado en aquel sillón, con las piernas en el aire y mirando sin interés la televisión, para darle después un bocado a una de las rebanadas de pan de sándwich.

No dejaba de mirarla de reojo. Estaba haciendo cosas, eso la ponía nerviosa. Abría armarios, los cerraba, volvía a abrirlos, y sí, a veces el mismo armario varias veces. ¿Qué buscaba? ¿Por qué no le preguntaba y así acababan rápido? No, Ren siguió a su rollo. Haciendo un escandalo de gran calibre para encontrar ¿qué?

Una taza, café y dos rebanadas de pan de molde. Tal cual, sin nada. ¿Qué mierdas de desayuno era ese? ¿Y para eso todo ese espectaculo?

Hana pasó de la mirada de reojo a una mirada concentrada sobre Ren. Hasta ella se estaba dando cuenta de que la ponía demasiado nerviosa. Su sola presencia hacía que la rubia estuviese alerta, expectante, vigilante. Era conocida por ser una chica madura, serena y calmada. ¿Por qué no con Ren? ¿Qué le pasaba con ella? ¿Qué tenía?

Tenía que ser por su falta de decoro, su capacidad para hacer lo que le diese la gana, su impredecibilidad. Frunció el ceño, intensificando la mirada sobre la morena, la miró de arriba abajo. Cada sutil detalle de ella, de su pijama, de su pelo, la ponía histérica. ¿No podía sentarse como una persona normal? ¿No podía desayunar como una persona normal?

Terminó de beberse la leche del bol y guardó los cereales en su caja. Cuando se levantó para recogerlo todo, su padre apareció por la puerta. Se dieron los buenos días y después él empezó a preparar un desayuno completo, con huevos, bacon y zumo recien exprimido, que Hana rápidamente determinó que para él no era. Nunca se esforzaba tanto con sus desayunos.

— Oh, papa, ¿necesitas algo del super? Voy a arreglar unas cosas del consejo y queria ir a comprar para... — miró de reojo a Ren, de nuevo, no sabía si estaba escuchando — para hacer una cosa que se me ha ocurrido.

— En principio no necesitamos nada. Pero ¡llevate a Ren! Así le enseñas donde están las cosas por el barrio.

— ¿Qué? No... — se detuvo un segundo, girandose a la mencionada. — No sé como no se me ha ocurrido antes. ¡Ren-chan! ¿Te apetece? — su voz pasó a un tono meloso.

Pese a que Ren le importaba más bien poco lo que estaba aconteciendo a sus espaldas, cuando escucho su nombre no pudo evitar intentar prestar algo más de atención.

— No sé como no se me ha ocurrido antes. ¡Ren-chan! ¿Te apetece? — su voz pasó a un tono meloso. Fue un cambio radical de actitud; en un principio le extraño, pero entonces recordó que jugaba con dos mascaras.

Solo quería echarle en cara que dejara de cambiar de actitud delante de su padre; pero eso solo conseguiría enfadar a aquel hombre que luego podría pagarlo o bien con Ren, o que luego su madre le reprochara la actitud, y volver a quedar como una busca líos. El padre de Hana no le había hecho ningún mal, y desde el primer momento, le dió la impresión de un buen hombre afable y cariñoso.

—Tsk. Esta bien — respondió casi gruñendo, dejo la taza y el plato vacio sobre una mesa cercana a la cocina para marcharse al cuarto a cambiarse.

Poco después, esperaría a Hana en la entrada de la casa con las manos dentro de los bolsillos de una sudadera negra; también llevaba unos pantalones de chándal del mismo color junto a unas zapatillas las cuales estas al menos tenían unos detalles en blanco como la punta de estas, las suelas y los cordones.

¿Estaba disimulando nuevamente o es que se le había ocurrido algo para volver a hacerle la puñeta? pensó la joven apoyada sobre la puerta.

—Tsk. Esta bien

El hombre solo sonrió.

— Vaya par, vaya mal despertar tenéis ambas. — apuntilló mientras acababa de poner todo lo que había preparado en una bandeja. — Dime lo que te gastes y luego te lo pago, ah, y ahora que me acuerdo. Haced una copia de tu llave para Ren.

Y desapareció por donde había aparecido. Hana resopló. Y volvió a resoplar. Y entonces, decidió que lo mejor era resoplar otra vez. Miró a Ren. ¿Tan dificil era decir que no? Si ponía una excusa ligeramente creible nadie le diría nada ni la miraría mal. Ah, claro, seguramente ni una excusa es capaz de pensar.

Fue directa a la habitación a cambiarse de ropa y después al estudio a reorganizar el trabajo que tenía que hacer aquel día. Para cuando se diese cuenta, Ren ya estaría en la puerta esperandola como un buen perrito faldero. Tardaría unos cinco minutos en reunirse con ella. Y tardaría otro minuto en examinarla de arriba abajo.

Hana vestía un vestido de color rosa claro y un hermoso bordado de flores que le llegaba casi hasta las rodillas. Llevaba una rebeca de manga larga por encima, ya que el vestido era de tirantes, de apenas un tono más oscuro que el vestido. De calzado vestía unas medias largas y unos zapatos de vestir la mar de bonitos.

Frente a... chandal de su hermanastra. Ella también llevaba el pelo recogido en un moño con una horquilla de motivos florales. Su vestido además, tenía brillitos. Brillitos. ¡Ella vestía con la elegancia de una princesa! ¿Y Ren? Le había robado la ropa a un mendigo moribundo seguro.

— En fin, vamos. — decidió dejarlo pasar y salir a la calle sin más.

Caminó detrás de Hana, para cerrar ella misma la puerta, siguiendo a la rubia sin mediar palabra. De vez en cuando miraba su movil, para poco después guardarlo; solo quería volver a casa y tumbarse a su bola lo que quedaba de día.

— ¿Vas a pasarte toda la vida poniéndome a mí la mala cara? ¿Pagando conmigo Dios sabe qué? — le reprochó con la mirada de aquel par de decímetros que le sacaba de altura.

— ¿Vas a pasarte toda la vida poniéndome a mí la mala cara? ¿Pagando conmigo Dios sabe qué?

Ren se dedicaba una y otra vez a mirarla por encima del hombro, literal y figuradamente. Estaba claro que de tener la cabeza tan alta se le había quedado con oxigeno o el riego le funcionaba a medias, porque Hana no le había dicho nada ni estaba pagando nada.

— Yo no he dicho absolutamente nada. ¿Qué culpa tengo yo de que te imagines cosas? — se paró cuando llegaron al portal del edificio, girandose a Ren con los brazos en jarra — ¿Quieres que te enseñe el barrio de verdad o vamos directamente a lo que hay que hacer y vuelta?

Podían llevarse mal poniendose de acuerdo para que sus padres no se enterasen. Además, no le salía bien ser mala. Siempre acababa cediendo. Debería ir a su rollo, ir al super, a donde las llaves, como coño se llame, y volver. Y si Ren quería algo que abriese esa boca tan sensual que tenía. ¿Sensual? NO. Tóxica, sí.

Parecía haber cedido un poco; en la medida de lo que le era posible a aquella chica tan prepotente. Aunque no sin antes tacharla de que tal vez se inventaba y veía cosas donde no existían, como si estuviera loca o tuviera algún problema similar; a lo que Ren respondió limitándose a clavarse las uñas en los brazos cruzados y apretar los dientes.

—Hagamos lo que te de la puta gana — le desvió la mirada nuevamente pero la seguiría a donde fuera que marcara el paso.

—Hagamos lo que te de la puta gana

La muy... ¡Encima que le pregunta! ¡Es que...! Apretó los dientes y los puños, pero no dijo nada. Si quería ser una borde asquerosa, todo suyo. Fue directa a la ferreteria a que le hiciesen las llaves. Un copia de la del portal y otra de la casa. Después de esperar unos minutos y pagar, se las ofreció a Ren, con tanta contención como pudo para no tirarselas a la cabeza. No diría nada, ni siquiera la miraria, si lo hacia iban a acabar discutiendo.

Después, caminaría en dirección al supermercado, dando un pequeño rodeo para pararse en un par de sitios para hacer como que miraba algo y después irse. Era estúpida. Solo lo hacía para que Ren conociese los sitios en cuestión, sin saber si estaba siquiera prestando atención. Paró en la pasteleria, en la tienda donde compraba sus mangas y en la tienda de animales. En el último, miraba el escaparate desde fuera y le dedicaba una mirada de reojo a Ren. Tras unos segundos retomaría el camino.

Una vez en el supermercado, empezó una marcha lenta por todos y cada uno de los pasillos, con una cesta, cogiendo algunas cosas. Lo que hiciese Ren era cosa suya.

Aceptó las llaves, ya más calmada después del calentón que habían tenido; sacó otro llavero que tenía en sus bolsillos en el cual tenía una pequeña espada a modo de decoración, no más grande que ninguna de las otras tres o cuatro que portaba aquella anilla. Dieron un largo paseo, y la morena se limitó a mirar de un lado a otro sin prestar una atención excesiva.

Había varios locales de comida; incluso uno que ofrecía un servicio de comida junto a un espacio para estudiar o trabajar en sus mesas. También había una zona de recreativos que captó su atención casi al momento, y sobre la que sostuvo la mirada de forma larga y tendida mientras caminaba al lado de Hana; y al igual que esta, se quedó durante un buen rato viendo el escaparate de los diversos mangas.

Dentro de aquel supermercado ya, se limitaría a andar detrás de ella recorriendo los diversos pasillos; cogió una bolsa de patatas nada más, que llevaba bajo uno de sus brazos y que pagaría por su propia cuenta.

Hana llevaba una cesta con ruedas e iba echando cosas según las veía. Vio como Ren cogía una bolsa de patatas de reojo, en comparación a su surtido de chocolates, galletas y frutos secos. No todos eran para ella, obviamente, su padre siempre acababa comiendose más de la mitad. Sin embargo, la muy asquerosa no lo puso en el cesto, sino que se lo quedó en el sobaco, con claras intenciones de ir por su lado. COMO SIEMPRE.

— ¿No quieres nada más? Piensa que mañana es domingo y no habrá nada abierto. Y pon eso en la cesta. — entonces se percató de que estaba hablandole bien, después de lo que le había soltado la muy asquerosa al salir de casa. — Si... si quieres, eh. Pero tú no vas a pagar nada, que te veo venir. — frunció el ceño apartando la mirada, avergonzada por preocuparse de la tonta aquella.

Hana le replicó mientras se dedicaba a mirar una nevera con gran variedad de refrescos y batidos; con ninguna expresión en su rostro, asintió y dejo caer la bolsa en la cesta. Siguió mirando de un lado a otro, pero nada más llamaba su atención o su apetito.

— Estoy bien con esto — y de la sudadera, sacó un pequeño reproductor de casette portatil, casi del mismo tamaño que estos para trastearlo un poco mientras con la otra mano, sacaba de su cuello unos auriculares. — ¿Y qué es eso tan importante que hay que hacer en la escuela? — añadió mirándola con sus brillantes ojos azulados abiertos de par en par, con curiosidad.

— Estoy bien con esto ¿Y qué es eso tan importante que hay que hacer en la escuela?

Hana le dedicó una mirada de evaluación a Ren. Para saber si le preguntaba en serio o esperaba a que empezase a contestarle para ponerse los auriculares e ignorarla brutalmente. Pero como la rubia, haciendo honor a la fama que tenían, era tonta, pues le contestó.

— Hay que empezar a decidir qué clubs de extraescolares permitimos este año. El lunes se abren para que se pueda apuntar quien quiera y antes de que acabe la semana cada club debe tener al menos cinco personas apuntadas, el resto se tendrán que deshacer. Pero el papeleo hay que hacerlo igual para que esos clubs puedan intentar convencer a cinco personas. — lo soltó de carrerilla mientras iba hacia la caja.

Se conocía el procedimiento de memoria de tantas veces que lo había repasado mentalmente.

— Hay que empezar a decidir qué clubs de extraescolares permitimos este año. El lunes se abren para que se pueda apuntar quien quiera y antes de que acabe la semana cada club debe tener al menos cinco personas apuntadas, el resto se tendrán que deshacer. Pero el papeleo hay que hacerlo igual para que esos clubs puedan intentar convencer a cinco personas.

— ¿Eeeeeeeeeeeeh? ¿De verdad? — replicó con una mano de vuelta a sus bolsillos al lado de ella en la caja. — ¿Y otros años ha habido club de Kendo? ¿O ha habido muchos inscritos?

Eso para ella era la mayor de las prioridades; le ayudaba concentrarse posteriormente en los estudios aunque no fuera una chica de altas notas. De hecho a excepción de ciertas asignaturas, aprobaba por los pelos; algo que se hacía realmente chocante con las altas notas en otros campos, y no por ser precisamente el que requería esfuerzo físico, que también.

— ¿Eeeeeeeeeeeeh? ¿De verdad? ¿Y otros años ha habido club de Kendo? ¿O ha habido muchos inscritos?

Hana alzó una ceja, mientras ambas esperaban en la cola para pasar por caja. ¿Como de inconsciente podía ser esa chica?

— Nuestro club de Kendo es famoso. De hecho, es uno de los clubs que te puedo asegurar que van a tener que hacer pruebas. La capitana, Tsuki-chan, es una de las chicas más disciplinadas y elegantes que he conocido. El año pasado llegó al campeonato nacional. No sé cómo lo hará este año, pero no suele aceptar a más de diez personas. ¿Te interesa como de participar o solo para mirar? — de nuevo, volvió a mirar a Ren de arriba abajo.

Era la antítesis de la disciplina. Dudaba que consiguiese un puesto entre los diez primeros, pero no iba a decírselo, de momento. Había visto prácticas de Kendo, aparte de los huecos que hubiesen dejado los graduados, dudaba que el resto del club tuviese problemas para superar las pruebas. Con que hubiese dos o tres aspirantes buenos, se llenaría de nuevo. Y Ren... no tenía aire de aspirante a nada.