Hana intentaba esconderse de los rayos como un cachorro asustado, tropezando y temblando sin cesar, siendo Ren testigo de todo lo acontecido. Tocó en la puerta, para posteriormente abrirla del todo intentando hacer como que no había visto nada.

— ¿Estas bien? He escuchado como un golpe — dijo mirando a las ventanas, golpeadas por la lluvia. — ¿O me he confundido? — para acto seguido, ver como otro relámpago atravesaba las oscuras nubes sobre la ciudad.

— ¿Estas bien? He escuchado como un golpe ¿O me he confundido?

— ¿Eh? — preguntó Hana con toda su elocuencia mientras sus ojos se acostumbraban al nuevo nivel de luz que había tras Ren.

Entre la tenue iluminación a su espalda, su piel nivea y aquellos ojos tan azules, Ren era la viva imagen de un angel. Sin embargo, tras parpadear varias veces y frotarse los ojos, Hana consiguió volver a ver solo a Ren.

— Sí, sí, estoy bien, es que me he quedado traspuesta y el trueno me ha sorprendido. ¿Ha-ha vuelto papá? — un relámpago provocó un destello por toda la habitación y el trueno le siguió, haciendo retumbar todos los muebles del lugar — ¡Iiihh! — gimió Hana tras dar un bote y juntar sus manos en forma de oración para calmarse. — Estoy bien, estoy bien.

Con ese segundo chillido se enterró y sepultó; la estricta presidenta de la escuela que resultaba vivir entre algodones y nubes de color pastel, le aterraban las tormentas. De hecho, prácticamente había dejado al descubierto ante Ren casi toda su vida; podría reírse de ella y molestarla por ello, pero entonces solo se estaría rebajando a su nivel.

— Todavía no han vuelto — respondió mientras se agazapaba para poner la mirada a su altura y ayudarla a levantarse. — ¿Te dan miedo los truenos?

— Todavía no han vuelto.¿Te dan miedo los truenos?

— ¿Qué? Claro... claro que no. ¿Miedo? Para nada. — aún así aceptó la ayuda de Ren para ponerse en pie, sujetándole la mano con fuerza y no dejándola ir. — S-solo m-me he sorprendido. Eso es todo. Ahora... ¿podemos ir a un sitio donde no haya un pedazo ventanal? ¿Por favor?

Ahora que la morena estaba en contacto con la rubia, ésta notaría como le temblaba todo el cuerpo a través de su mano. Y el dios Trueno, como enfadado por las mentiras de Hana, se volvió a presentar. Un fuerte destello seguido de un fuerte estruendo, como la última vez. Esta vez Hana se agarró con su mano libre al brazo de Ren, en busca de protección.

— ¡Está bien! Sí, me-me d-dan miedo las tor-tormentas, ¿vale? — confesó avergonzada sin soltar el brazo de Ren.

No pudo evitar esbozar una suave sonrisa ante aquella confesión; pero se limitó a ignorar el tema, si la molestaba no podría seguir viendola así de vulnerable y dulce, y volvería la bestia gruñona.

— En fin, tendremos que comer algo; empiezan a sonarme las tripas casi tanto como el cielo — dijo acariciándose el estómago.

Claro que podría simplemente ir y arrasar con todo lo que hubiera en la cocina, pero no quería comer sola y mucho menos dejarla de lado a ella.

— En fin, tendremos que comer algo; empiezan a sonarme las tripas casi tanto como el cielo

— Hay ramen instantaneo para momentos de emergencia como este. — aclaró mientras salían al pasillo, al amparo de la luz artificial.

Un poco más calmada, se dio cuenta de que aferraba el brazo de Ren con desesperación pero no le dio ni tiempo a intentar separarse cuando después de un leve retumbar, la bombilla se apagó. De hecho, todas las luces del piso se apagaron. Hana apretó el agarre sobre su hermana.

— Ren, se ha ido la luz. — temblaba como una cervatilla en medio del bosque en invierno sola y desamparada.

Tenía los ojos cerrados, así que no vería el destello de luz procedente del despacho, donde si Ren se esforzaba, vería el movil de Hana brillando con una llamada entrante.

— Ren, se ha ido la luz. — temblaba como una cervatilla en medio del bosque en invierno sola y desamparada.
— Habrán saltado los fusibles, vamos a echar un vistazo

Ninguna de las dos lo notaria debido a la oscuridad, pero la morena se ruborizaría levemente, sin plantar ninguna queja porque Hana se aferrara a ella. Caminaron lentamente por el sombrío pasillo mientras tanteaba con una mano las paredes hasta llegar a la entrada, donde estaba localizado el cuadro de luces.

— El general esta bajado, a ver si simplemente ha sido un corte y subiendolo vuelve — dijo cuando el tacto de sus manos reconocieron las pequeñas palancas, y entonces probaría a alzar la que estaba bajada.




— Es broma, no funciona; ni esta ni ninguna — dijo después del estridente grito; subiendo y bajando el resto del cuadro.

— Habrán saltado los fusibles, vamos a echar un vistazo

Hana abrió la boca para decirle que no tenía ni santa idea de donde estaba el cuadro de luces. Normalmente era su padre el que devolvía la luz en ocasiones como esta, ella estaba ocupada siendo una bolita en el sofá. Sin embargo, la barbara y energumena de Ren era más avispada de lo que Hana hubiera podido sospechar jamás.

No solo sabía donde estaba el cuadro sino que sabía en qué orden estaban las palanquitas.

— El general esta bajado, a ver si simplemente ha sido un corte y subiendolo vuelve

La había seguido sin despegarse de ella ni un milimetro, incluso acercando su mejilla al hombro de Ren. Cuando la morena alzó el general, pegó un grito mayúsculo.

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH

— AAAAAAAAAAAAAAAAAH — imitó Hana con un tono mucho más agudo, de puro panico.

Dio un bote del susto que la obligó a soltar a Ren y al aterrizar, resbaló y cayó de culo al suelo. Entonces su hermanastra la miró con total normalidad y le habló como sino hubiese pasado nada. Hana, que había tenido un pequeño infarto pensando que le había pasado algo a Ren, no se lo tomó demasiado bien.

— Es broma, no funciona; ni esta ni ninguna

Se levantó de golpe, distinguiendo levemente la figura de Ren en la oscuridad y se giró a ella sin saber si temblaba de miedo o de rabia ya.

— ¡ERES UNA IMBECIL! ¡ME HAS PREOCUPADO, IDIOTA! SI TE LLEGA A PASAR ALGO YO... BAH, HAZTE TÚ LA CENA Y METETELA POR DONDE TE QUEPA. — se giró, dispuesta a encontrar su habitación en la oscuridad.

Fue bastante anticlimatico y vergonzoso que después de esa bronca y de intentar hacer una salida rápida tuviese que ir pasito a pasito con cuidado de no chocarse contra nada y orientarse por la casa. Encima, empezarían a oirse gotas cayendo contra el suelo, ya había empezado a llorar y ni siquiera se había enterado.

Se mordió el labio intentando contenerse. Justo entonces resonaron no uno ni dos sino tres truenos seguidos. Hana apoyó la espalda en una pared y se dejó caer hasta que su culo volvió al suelo. Se hizo un ovillo, pegando su cara en sus rodillas y tapandose los oidos con las manos. ¿Por qué le pasaba eso a ella? ¿Por qué tenía que compartir aquella experiencia con una insensible que se burlaba de ella y de su miedo? Como si aquello no fuese suficiente.

Lloró tan silenciosamente como pudo, esperando que Ren se marchase para poder dejar de contenerse.

Se limitó a sonreir sin poder ser reconocida por la reacción de ella; no lo había hecho con mala intención, solo quería intentar "relajar" un poco el ambiente, aunque es obvio que era incapaz de leer las situaciones y no montar un espectáculo a la mínima.

— De todas formas hemos comido pasta a medio dia, no voy a volver a comerla para dormir — murmuró mientras Hana se alejaba. Sacó su móvil de un bolsillo y empezó a toquetearlo hasta que consiguió encender la luz.

Supuso que Hana se había marchado hasta su habitación, así que fue a la cocina iluminando el suelo esta vez con un paso menos lento. Buscó en cajones y armarios, hasta encontrar galletas, bolsas de patatas y similares; llevándolas bajo el brazo caminó hasta la habitación. Habia sido algo capulla y le debía una disculpa a Hana, pero se encontró a esta en el suelo hecha un ovillo.

— Venga, comamos algo y vayamos a dormir; mañana será otro día — dijo de cuclillas a su lado, iluminando el suelo malamente y ofreciéndole una bolsa.

Hana estaba repasando mentalmente todos los dioses que existian y pidiendoles individualmente que detuviesen la tormenta o que acabasen con su sufrimiento, pero ninguno parecía estar con ella.

— Venga, comamos algo y vayamos a dormir; mañana será otro día

Levantó la mirada, encontrándose con la luz del móvil de Ren de cara, no tenía energía para discutir, solo quería que la tormenta acabase, que su cuerpo dejase de temblar y todo acabase. Así que asintió, sorbió los mocos que le caían de la nariz. Se levantó como pudo, secandose los ojos con la camiseta y siguió la luz de Ren, a donde ella la llevase.

Fue todo el camino sollozando sin soltar una sola palabra.

— Voy por algo de agua, tardo un momento — inconscientemente intentaba tranquilizarla con sus palabras aunque no hicieran mucho impacto.

Tras dejar todo sobre una mesa cercana, se marchó con la luz que irradiaba su telefono, mientras cantaba en alto una canción desentonando por completo solo para que supiera que estaba allí; no tardó mucho en volver con una botella de agua en la otra mano. Y se quedó embobada mirando a ventana de la habitación de Hana.

Le resultaba tan relajante, tan en paz consigo misma; como si aquella lluvia borrase todos sus errores y el sonido tranquilizase sus miedos e inquietudes. Claro que no ignoraba los centelleantes y ruidosos truenos, pero para ella quedaban en un segundo plano, como si de adornos en las nubes se tratasen; todo lo contrario a su hermana.

— Voy por algo de agua, tardo un momento

Para Hana ya era terreno controlado, dentro de su habitación sabía perfectamente donde estaba todo. En el rato que Ren no estaba, fue a su mesita de noche y sacó pañuelos de uno de los cajones para limpiarse la cara. Tiró los pañuelos usados a la pequeña papeleara que había al lado de la mesita y se empezó a cambiar.

En apenas unos minutos ya estaba en su pijama, la ropa que había usado la tiró por ahí sin prestarle ninguna atención. Se metió en la cama, tumbandose encarando la pared. Se acurrucó tanto como pudo. No quería coger ningún peluche delante de Ren, pero no tener nada que abrazar solo conseguía que se sintiese peor. No paraba de temblar, los truenos no dejaban de resonar y por mucho que se tapase los oidos, retumbaban por todo el lugar y por toda su cabeza.

No tardó en volver a llorar.

Pero Hana se había metido directa en la cama, sin siquiera haber probado bocado; sentada en el lateral contrario a ella pues esta estaba casi pegada a la pared Ren se preguntaba que hacer.

— Tienes que comer algo, aunque sean un par de galletas de chocolate. Irte a dormir sin comer es malo para el estómago — se escuchó el ruido de una bolsa abrirse. — Come algo y me iré al salón de vuelta a dormir.

El crugir de las frituras que comía era lento y pausado; no le hacía gracia tener que cenar una bolsa de cortezas y unas galletas, pero menos daba una piedra.

— Tienes que comer algo, aunque sean un par de galletas de chocolate. Irte a dormir sin comer es malo para el estómago Come algo y me iré al salón de vuelta a dormir.

Hana pasó de intentar ignorar a Ren con toda su alma a entrar en pánico porque se iba a ir.

— ¿Qué? No, no puedes irte. — le había entrado hipo y todo de tanto estrés en tan poco tiempo. — ¿Y si... y si entra alguien aprovechando el apagón?

Se había sentado de golpe, entre sollozos, hipidos y sorbidos. Ya había pasado suficiente vergüenza aquel día. Al menos ahora estaba en su refugio y tenía la claridad mental necesaria para inventarse excusas para que Ren no la dejase sola.

Ignoró por completo sus palabras, por lo que respondió tirándole un pequeño paquete de galletas contra el pecho; en señal de que saliera de la cama, y comiera cualquier cosa.

— Pues si viene alguien le parto la crisma y listo. Menuda pregunta — se tumbó a mirar el oscuro techo, manteniendo la bolsa entre sus manos; a diferencia de otras zonas de la casa su cuarto estaba en una penumbra que por lo menos permitía diferenciar las formas.