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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
¿Quieres? ¿O prefieres otro tipo de duce?

Hana se detuvo a sí misma mentalmente. Ver a Ren buscando alternativas a la miel le dejaba tan a huevo soltarle el dicho del asno y la miel, tan a huevo. Pero no. No quería empezar ella las hostilidades. A partir de ahora tendría que vivir con ella, para lo bueno y para lo malo. Ya le debía una por no dejarla sola en plena tormenta, aunque Ren insistiese en que se lo había cobrado con acciones de moral dudosa esa misma noche, Hana estaba casi segura de que se lo estaba inventando. Casi.

No, gracias. Estoy bien con la miel. — dijo mientras recubría su última tortita con aquel dulce y empezaba a comersela.

Decidió no alargar la conversación más de lo necesario. Cualquier cosa que dijese podría darle pie a su hermanastra a soltar algún comentario subido de tono y volvería a ponerse roja como una rosa.


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Dado que ya no entraba el trapo, insistir sería una perdida de tiempo. Cuando ambas terminaron de desayunar, espero un rato y al verse completamente muerta del aburrimiento por lo que echaban por televisión, se levantó para recoger los platos y los siropes, yéndose directa a la cocina sin dar más conversación.

Había mil cosas de por medio, pero por lo menos lo que debía, estaba a remojo aunque tuviera poco tiempo para secarse. Le dio prioridad a los utensilios de cocina antes que a los propios platos que habían usado; le llevaría un tiempo terminar de limpiar.
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Para su sorpresa, Ren no volvió a insistir en el tema. Hana acabó de desayunar antes que su hermanastra, pero no se levantó, estaba esperando a que acabase el capitulo que estaban echando para ponerse a limpiar todo. Para doble sorpresa, fue Ren la que se levantó, llevandose los platos con ella y después Hana pudo oír como lavaba todo, incluido lo que ella había usado para cocinar.

Se asomó un momento en la cocina, viendo la espalda de Ren frente al fregadero fregando en silencio. Sintió otro pinchazo de culpabilidad. ¿La habría molestado de alguna forma? Negó rápidamente con la cabeza. ¡No debía dejarse embaucar por sus estratagemas! ¡No, otra vez!

Decidió ir a por el movil y ver si tenía alguna notificación. ¿Alguna? Las tenía todas. Volvió a pasarse el día encerrada en el estudio arreglando desastres y malentendidos. Por suerte, su padre la cubrió en comida y cena. Y después de cenar ya solo le quedaba asegurar que todo estaba en su sitio y podría irse a dormir.

Salió de la ducha y tras secarse el pelo un poco con el secador para poder irse a dormir directamente, se fue a su cuarto. Aún hacía calor, así que había decidido usar una camiseta de tirantes y unos pantalones de tela cortos como pijama. Ambos de colores pastel. Aún traía una toalla, frotandose el pelo para secarselo más, cuando vio a Ren en su cama.

¿Qué haces aquí? — fue directa y basta, como solía ser en la escuela, fruto de pasarse el día hablando con gente que respetaba su autoridad.


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En algún momento del día, Ren se marchó con su madre trayendo un par de mochilas con algo más de ropa; así como su equipo para kendo. Quiso traer algo más para entretenerse, pero la obligó a traer solo lo mínimo y estrictamente necesario; si no el espacio podría convertirse en una pelea con su hermana. Ren no discutió en ello, tenía mucho sentido, demasiado ¿Pero cuánto más tiempo iba a tener que dormir en el sofá?

Su madre le respondió extrañada, pensaba que ya habían solucionado ese tema; cuando las vieron a las dos tan juntas la noche anterior.

¿Cómo que qué hago? — dijo bajando el móvil suavemente; estaba además pegada por completo a la pared. — ¿Esperas que la plebe quiera volver a los establos después de probar la vida en palacio? — preguntó con sinceridad; para volver a seguir toqueteando su teléfono.
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¿Cómo que qué hago? ¿Esperas que la plebe quiera volver a los establos después de probar la vida en palacio?

Los establos, el alcantarillado, la pocilga. Con la de sitios que tienes para dormir, no sé de qué te quejas. — afirmó para después suspirar y dejar la toalla en el cesto de la ropa sucia.

En lugar de meterse en la cama, empezó a rebuscar en el armario, sacandose y preparando encima del escritorio toda la indumentaria para el día siguiente. Tardó unos minutos pero finalmente puso los zapatos con cuidado al lado de la silla y se dirigió a la cama, volviendo a mirar a Ren.

¿Aún sigues aquí? Bueno, haz lo que quieras, no quiero discutir. — decidió Hana por si sola haciendo un gesto con la mano para indicar que dejaba el tema.

Volver a poder hablarle así a Ren le sentaba a las mil maravillas a la rubia, sabía que a su hermanastra le molestaba, pero era su mecanismo de autodefensa. Si podía comportarse como la figura autoritaria que era es que todo seguía bien, igual que siempre. Apagó la luz y se metió en la cama, pegandose al extremo opuesto.


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Se encogió de hombros, echándose hacia delante para dejar su móvil cargando; la ropa era la misma de siempre, y seguiría así hasta que abandonara la escuela así que ya la buscaría por la mañana. Volvió a tumbarse y bostezó, dándola la espalda a Hana.

Oyasumi nasaii. I-mo-u-to-chan — ahora si que dormiría a gusto.
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Oyasumi nasaii. I-mo-u-to-chan

Como vuelvas a llamarme así me encargaré personalmente de que no entres en el club de kendo. — amenazó Hana

Ren dejaba claro una y otra vez que no iba a parar hasta pisar una linea roja, debía pararla antes de que lo hiciese. Tal vez con lo del kendo conseguía que se controlase. Se sentía intocable ahora mismo, capaz de controlar el remolino descontrolado que era su hermanastra.

La amenazó sin siquiera girarse o moverse en absoluto.


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Como vuelvas a llamarme así me encargaré personalmente de que no entres en el club de kendo.

Ren dio un pequeño espasmo, poniéndose nerviosa ante aquella acusación. Seguramente tenía razón, al fin y al cabo era la que tenía la última palabra y manejaba todo; le quedó claro cuando la vio aquella tarde alguna vez cuando abría la puerta solo para querer mirarla durante un buen tiempo. Se acomodó un poco, frunciendo el ceño y no quiso discutir más.
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Pudo sentir como a su espalda, Ren se removía inquieta. Así le gustaba Ren a Hana, callada y asumiendo quien estaba a cargo aquí. No pudo evitar girarse, abriendo los ojos en la oscuridad y viendo el pelo desordenado de su hermanastra.

Acabó durmiendose mientras pensaba en que estaba mucho más cómoda la noche anterior.

El día siguiente, como todos los dias laborales, Hana se levantó a la salida del sol, arrastrando a su hermana con ella. No le quedaba otra porque abría la persiana, hacia un ruido constante entre que se vestía, apagaba la alarma e iba dando portazos.

Espabila que llegamos tarde. — fue lo primero y último que dijo, yendo a desayunar ya vestida.

Desayunó con calma, directamente en la cocina, no había tiempo para sentarse en la mesa del salón. Después iría a la puerta, cogiendo su maletín con todas sus cosas y una bolsa con dos bentos, el suyo y el de Ren que ella misma había preparado la noche anterior. Pero Ren no estaba.

¡Onee-chan! Que llegamos tarde. — llamó con una voz angelical.


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¡Onee-chan! Que llegamos tarde.

Poco después apareció; vestida con el uniforme pero con pantalones a diferencia de su hermana. A su espalda llevaba la mochila del propio instituto junto a una segunda mucho más alargada donde llevaba su espada de madera. Bebía un pequeño bote de plástico de zumo de melocotón mientras caminaba a su lado; lo tiraría al salir en alguna papelera cercana para después bostezar y estirar sus largos brazos.
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Frunció el ceño. Tendría que haber quemado los putos pantalones. Simplemente se cruzó de brazos ante la puerta, impidiendo que saliese de casa.

Ren, vistete bien. Los alumnos expulsados no pueden hacer pruebas de acceso.

Y era cierto.


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Aquella mañana pareció haberse levantado con el peor humor posible de su vida; torció el gesto y se marchó de vuelta a la habitación, pero cuando volvió esta vez arreglada, cruzó de largo delante de ella.

Se dedico todo el camino a ignorarla, estando a varios metros de ella más adelante, farfullo en una ocasión algo indescriptible y en ocasiones, la distancia entre ellas era más pronunciada.

Odiaba a partes iguales el verse obligada a hacer algo y el tener que llevar falda; no era algo que le quedara bien a una chica de su estilo.
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Hana observó como Ren se adelantaba, molesta con ella pero sin replicarle absolutamente nada. No pudo evitar sonreír. Había dentro de ella un equilibrio tenso entre lo bien que le sentaba esa superioridad sobre Ren y lo que echaba de menos aquella actitud chulesca de su hermanastra, pero la primera era nueva y la segunda aún estaba creciendo.

Cuando llegaron a la verja de la escuela, esta aún estaba cerrada. En el otro lado había una chica con gafas y pelo suelto marrón que miró a Ren de forma lastimera.

No... no se puede pasar todavía, hasta... hasta dentro de media hora.

"Y eso es lo que pasa cuando vas tú delante." pensó Hana con todo su ego aplaudiendole por detrás.

No te preocupes, Hogo-san. Viene conmigo. — aclaró la presidenta apareciendo por detrás de Ren.

Oh, claro, Himura-san. Os abro. — abrió la verja lo justo para que ambas pasaran y una vez estuviesen dentro, volvería a cerrar. — Ai-chan te está buscando.

Ya, ya me imagino, pero gracias por decirmelo. — finalmente, Hogo volvió a su puesto y Hana se giró a Ren. — ¿Vamos?

Era más bien una pregunta retorica, porque Hana emprendió la marcha esperando que Ren la siguiese como buen corderito obediente. Entrarían por la puerta principal sin problemas y podrían ir a las taquillas a cambiarse los zapatos. Entonces aparecería otra muchacha, que Ren podría imaginar que era otra de las subditas de su reina.

¡Hana-chan! — gritaría en la distancia para tirarse sobre Hana solo llegar a ella a abrazarla, envolviendo sus brazos alrededor del cuello de la presidenta.

Buenos días a ti tambien, Ai-chan. ¿Tienes eso que te pedí? — se paró un momento cuando se separó de ella, viendo su indumentaria. — Oh, ¿estás...? Ya sabes que puedes tomarte el día libre del consejo si lo necesitas.

Y es que esa chica, que apenas le sacaba media cabeza de altura a Hana y llevaba el pelo azulado recogido en dos coletas una a cada lado, llevaba pantalones. Exactamente los mismos pantalones que Ren había intentado llevar esa misma mañana. Y Hana no solo no la regaña, sino que se preocupa por ella.

Me duele mucho, Hana-chan, ¿me das un besito para que me cure? — pidió con voz dulzona mientras se agarraba la parte baja del estomago.

No, voy a revisar el papeleo. ¿Puedes enseñarle el club de kendo a Ren? Gracias, Ai-chan, te comprare una barrita de chocolate para compensarte.

Ni siquiera esperó a su respuesta, le dio un beso en la frente poniéndose de puntillas y se marchó escaleras arriba. Ai se quedó mirando por donde se iba su presidenta, para girarse a Ren después.

¿Se puede saber quien eres? ¡Una recien llegada pegadita a la presidenta! No sé qué esperas, pero el consejo no tiene ningún poder sobre las elecciones de los clubs. No va a poder enchufarte en Kendo, petarda, buscate otro hobby. — la aparentemente dulce Ai se transformó en una serpiente de primer nivel.

Se cruzó de brazos mirando a Ren como si fuese una plebeya de tercer nivel y ella la duquesa del colegio, porque el puesto de reina ya estaba cogido.


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Ya, ya me imagino, pero gracias por decírmelo. — finalmente, Hogo volvió a su puesto y Hana se giró a Ren. — ¿Vamos?

Que bien, ya la había metido de lleno en sus mierdas. De hecho, Ren no se había fijado de la hora en ningún momento, seguramente hubiera podido dormir un par de minutos más o haber desayunado más tranquilamente; pero no, a princesita tenía que estar de inmediato en su segundo palacio. Y en la propia entrada una chica salto a recibirlas, o más bien a su reina, como un perro cuando volvía a ver a su dueño.

Ren no le prestó mucha atención, se dedicó a estar de brazos cruzados y mirar de un lado a otro, hasta que lo vio. Ella no llevaba falda; y el rostro de la morena pareció perder cualquier signo de expresión. ¿Por qué? ¿Por qué ella podía? ¿Tenía ese estúpido permiso? Por lo menos iba a enseñarle las instalaciones, así podría dejar de llevar la bolsa de kendo de un lado a otro

Oye, ¿Por qué...? — intentó preguntarle por qué ella no llevaba la falda reglamentaria, sobre todo cuando a una chica como ella le quedaría realmente bien; pero saltaría como una víbora.

¿Se puede saber quien eres? ¡Una recién llegada pegadita a la presidenta! No sé qué esperas, pero el consejo no tiene ningún poder sobre las elecciones de los clubs. No va a poder enchufarte en Kendo, petarda, búscate otro hobby.

«¿PERO Qué COJONES? Y A ESTA QUE LE PASA» pensó torciendo el gesto sorprendida.

¡Me apuntaré a donde me dé la gana! Que tenga el consejo o no fuerza sobre los clubs me la suda. Solo iba con Han porque somos familia; mocosa — le hubiera respondido mil veces más borde si no llega a ser porque le resultaba bastante mona.
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¡Me apuntaré a donde me dé la gana! Que tenga el consejo o no fuerza sobre los clubs me la suda. Solo iba con Han porque somos familia; mocosa

A Ai no le intimidó la actitud de Ren ni su respuesta chulesca. Más bien la indignó.

¡Primero de todo! Soy de último curso así que muestra un poco de respeto, mocosa — le espetó de primeras, devolviendole la coletilla. — Segundo, ¿te crees de verdad que soy tan estúpida de no saber que Hana-chan es hija única? ¿Te crees que la conocí ayer como tú?

No solo no retrocedió sino que se encaró aún más a Ren, dando un paso hacia delante y dejándolas a apenas un palmo de distancia.


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