— ¡Pero su padre está saliendo ahora con mi madre! Estan comprometidos y todo, tonta del culo — añadió sacandole la lengua manteniendo los brazos cruzados.

¿Es que a ella también le interesaba Hana? Bueno, en el amor y la guerra todo se puede; y todo lo que llega a ser todo no está escrito.

— ¡Pero su padre está saliendo ahora con mi madre! Estan comprometidos y todo, tonta del culo

Ai también se cruzó de brazos y sonrió cinicamente.

— Oh, ya veo, y tú has visto la oportunidad de acercarte a ella aprovechando, ¿no? Muy bonito, sí, tan rastrero que a mi me daría vergüenza pero sí, bonito.

Relajó su postura tras suspirar.

— En fin, dejemos de hablar de ti y de Hana, que para cosas imposibles ya tenemos tu feminidad y vamos al dojo de Kendo.

— Oh, ya veo, y tú has visto la oportunidad de acercarte a ella aprovechando, ¿no? Muy bonito, sí, tan rastrero que a mi me daría vergüenza pero sí, bonito.

Ya había cruzado su límite. Odiaba que la mirasen por el hombro, y aquella chica que le parecía adorable y bastante mona, paso a ser repelente y pomposa. Definitivamente a ella también le gustaba Hana, y si quería pelear, se la pensaba dar; consiguiera al final salir con la rubia o no, tocar las narices era una de sus especialidades.

— En fin, dejemos de hablar de ti y de Hana, que para cosas imposibles ya tenemos tu feminidad y vamos al dojo de Kendo.

— Para ser imposible, bien que gritaba el otro día que hubo tormenta. Suerte que los truenos lo camuflaban todo, hubiera sido un problema que nos escuchasen — comentó siguiéndola, mientras trasteaba su móvil.

— Para ser imposible, bien que gritaba el otro día que hubo tormenta. Suerte que los truenos lo camuflaban todo, hubiera sido un problema que nos escuchasen

Ai se paró un momento a sopesar lo que le acababa de decir Ren, no había manera alguna de que se lo creyese. Bueno, igual se planteaba confirmarlo con Hana, pero en el momento, no había ni una ligera posibilidad de que dejase que Ren creyese que se la había colado.

— Ya, ya, claro, claro. — dijo mientras emprendía el camino hacia el dojo.

Salieron del edificio principal, cruzando un pequeño trozo de tierra antes de llegar a otro edificio mucho más pequeño. Tenía aspecto tradicional, con puertas correderas de papel. Al abrirla, había un recibidor con un mueble para dejar los zapatos y ponerse unas sandalias típicas de los practicantes de kendo más tradicionales. Ai miró el mueble como si hubiese matado a su perro y se giró a Ren.

— Pues esto es el dojo de Kendo, precioso, ¿verdad? Vamonos antes de que nos vea Tsuki-senpai.

Justo enfrente de ellas había una tarima y un poco más adelante, una puerta corredera exactamente igual que la que habían pasado.

— Pero no antes de que Tsuki os oiga. — la puerta se abrió, desvelando a una chica pelinegra con una coleta alta corta y vestida con el uniforme de kendo. — Ai, te dije que no volvieses a poner un pie en el dojo.

Ai se cruzó de brazos, pero no le mantuvo la mirada a Tsuki.

— Ya te pedí perdón por romper el palo ese, solo he venido para enseñarle el camino a la nueva, si no me lo hubiese pedido Hana-chan ni me hubiese acercado. — se justificó intentando que Ren se comiese algo de bronca.

Tsuki movió la mirada a la nueva.

— Hana sabe perfectamente que odio las visitas. — murmuró para sí. — Niña, ¿cómo te llamas? ¿Y qué quieres? ¿Te gustan las chicas rudas?

Le dedicó una sonrisa socarrona sin dejar de ojear de arriba abajo a la chica.

Y tras otra puerta corredera, apareció una imponente chica. No pudo evitar sentirse un poco reflejada al ver aquel largo cabello negro en forma de coleta alta, pero no solo fue aquello lo que llamo su atención; si en la repelente Ai ya había perdido todo su interes; el porte y la belleza que expulsaba Tsuki era de otro mundo.

Ren no escucho nada de lo que estaban discutiendo ambas, hasta que la joven que iba vestida tradicionalmente la miró y habló directamente; el corazón se le puso a mil y no pudo evitar responder de forma nerviosa y atropellada.

— ¿E-Eh? ¿Y-Y-Yo? Q-Quería apuntarme al club. Q-Quiero decir, si tu... E-Esto yo... — acariciaba su propia coleta intentando buscar algo de tranquilidad en ello pero le resultaba imposible. — S-Si a u-usted no le i-importa claro.

— ¿E-Eh? ¿Y-Y-Yo? Q-Quería apuntarme al club. Q-Quiero decir, si tu... E-Esto yo... S-Si a u-usted no le i-importa claro.

Tsuki sonrió, con un brillo especial en sus ojos oscuros.

— ¿Unirte al club? Esto no es un concurso de belleza, preciosa, en cuyo caso pasarías sobrada. Esto es un club de kendo, los puestos no se piden por favor, se ganan con la espada. — su sonrisa se ensanchó enseñando algunos dientes de forma intimidante.

Su rubor se hizo de notar cuando la sonrió, pero cuando la llamo "Preciosa" perdió casi el aliento, teniendo que apoyarse en una pared al lado para no acabar derrumbándose por falta de fuerza en sus piernas; sin mirar a ninguna de los presentes por un momento. Solo quería enterrarse bajo tierra de la vergüenza, sin dirigirle la palabra a nadie más.

— ¡Y-Ya contaba con eso! ¡Soy muy hábil con la espada! — contestó sacando pecho orgullosa, y cruzandose de brazos. — N-No esperaría menos si lo que dijo Hana es verdad

— ¡Y-Ya contaba con eso! ¡Soy muy hábil con la espada! N-No esperaría menos si lo que dijo Hana es verdad

Mientras las dos kendokas conversaban, Ai iba mirando a una y otra como si fuese un partido de tenis, pero jugado con una mierda por la expresión que tenía, de puro asco. Fue a abrir la boca para quejarse y despedirse con alguna burla, pero Tsuki la vio y se adelantó.

— Ai, puedes irte, seguramente Hana necesite a alguien como tú para, yo qué sé, ¿hacer de pisapapeles? — Ai apretó los dientes y los puños, a sabiendas de que no debía contestarle a su senpai — Tú puedes quedarte, pero dime de una vez como te llamas o tendré que empezar a ponerte apodos, princesa.

La peliazul no dijo nada, solo se fue enojada dando un portazo. Tsuki relajó un poco la posición, ahora que estaban solas.

— No te quedes ahí babeando, chica, cámbiate y pasa va. — se dio media vuelta y desapareció en el interior del lugar, a la espera de que Ren la siguiese.

— Ai, puedes irte, seguramente Hana necesite a alguien como tú para, yo qué sé, ¿hacer de pisapapeles? — Ren no pudo evitar sonreír con la misma sonrisa de superioridad con la que llevaba mirándola desde que estaban a solas. — Tú puedes quedarte, pero dime de una vez como te llamas o tendré que empezar a ponerte apodos, princesa.No te quedes ahí babeando, chica, cámbiate y pasa va.

— ¡M-M-M-Me llamo Ren; H-H-Himura Ren! — contestó protestando, a la vez que se cambiaba de zapatos y posteriormente colocarlos, cayéndosele varias veces de los nervios, para luego seguirla hasta el interior.

— ¡M-M-M-Me llamo Ren; H-H-Himura Ren!

Cuando Ren entrase se daría cuenta de que la principal habitación del edificio era enorme, rodeada por puertas en vez de paredes. Una de las puertas estaba abierta de par en par, dejando que entrase muchísima luz. Cuando se acercase vería que ese lado del edificio daba a un pequeño jardín y Tsuki estaba sentada sobre la tarima, de cara al estanque que había en el centro del jardín.

— Himura, ¿eh? Eres pariente de Hana supongo. Ahora entiendo muchas cosas. — se rió brevemente antes de informar a Ren — Verás, Ren-chan. Me encantaría hacerte una breve demostración de cómo es el kendo en esta escuela. Sin embargo, alguien me advirtió que una chica muy maleducada vendría pidiendome cosas. Si no me hubiese dicho el nombre, jamás hubiese sospechado de ti, con esa carita no puedo ni imaginarte siendo maleducada.

Tsuki acarició lentamente la espada de kendo que descansaba sobre su regazo.

— En fin, prometí esperarme a las pruebas de acceso antes de empezar a entrenar o combatir. Pero si quieres puedes pasarte cuando quieras, podemos tomar el té o... — se paró un momento a guiñarle un ojo a Ren. — hacer otras cosas.

Justo entonces, el shishi odoshi que había en el centro del estanque se lleno, cayendo y golpeando bambú contra bambú. Eso no hizo que Tsuki siquiera parpadease, con la mirada clavada en los ojos de Ren.

— En fin, prometí esperarme a las pruebas de acceso antes de empezar a entrenar o combatir. Pero si quieres puedes pasarte cuando quieras, podemos tomar el té o... — se paró un momento a guiñarle un ojo a Ren. — hacer otras cosas.

Cuando el ruido de los bambús golpear, fue lo único que se oyó en la sala; todo el cuerpo de Ren se erizó de golpe, como si de un acto reflejo se tratase y cayó arrodillada ante Tsuki; era demasiado para ella. Las clases estarían por comenzar, y Hana ya la había informado de que ella era la chica problemática, estar allí por más tiempo solo acabaría perjudicándola; con dificultad se volvería a levantar y se inclinaría ante Tsuki.

— N-No faltará mucho para las clases, y-y no quiero buscarme problemas... Más problemas; v-vendré cuando acaben las clases — y tras ello, se retiraría; caminando agitando la mano para airearse tras lo acalorada que se sentía.

— N-No faltará mucho para las clases, y-y no quiero buscarme problemas... Más problemas; v-vendré cuando acaben las clases

Tsuki no se movió ni un ápice, vio como Ren intentaba huir con el rabo entre las piernas mientras respiraba hondo con una amplia sonrisa. No había llegado a la mitad de su camino cuando se oyó la puerta exterior abrirse. Unos segundos después se asomaría la mismisima Hana por la puerta de la sala.

— Buenos días, Tsuki-senpai. Te robo a Ren un segundo, ¿vale? Ren-chan, te espero fuera. — tras hacerle una breve reverencia a Tsuki, salió por donde había venido, esperando a Ren justo en lado exterior de la puerta principal.

Hana había entrado sonriente, había saludado sonriente y había salido con la misma sonrisa. Tsuki podía darse cuenta de que estaba muy cabreada. Igual Ren no era tan observadora o no le importaba tanto para darse cuenta. A la capitana de Kendo ni siquiera le había dado tiempo a contestar a la rubia.

Salio casi de inmediato, como un animal a que echaba de menos a su dueño después de una larga espera. Solo podía darle gracias a los cielos una y otra vez, pues sentía que se le iba a agotar el aire de un momento a otro frente a la presencia de aquella chica. Ahora más calmada y aliviada, volvió a cambiarse de zapatos para salir.

— ¿Que ocurre? ¿Pasa algo? — dijo sin saber la que seguramente le venía encima, Tsuki si parecía saber el mosqueo que llevaba encima; a diferencia de la recien llegada.

— ¿Que ocurre? ¿Pasa algo?

La miró, sonriente, y le contestó con tono suave.

— ¿Pasar algo? ¿Por qué? ¿Acaso necesito que pase algo para ver a mi onee-chan? — la sonrisa desapareció de golpe — ¡Pues al parecer sí! Porque mi onee-chan es medio idiota.¿Se puede saber qué le has dicho a Ai-san? Se cree que tú y yo...

En el rostro de Hana se juntó el rojo del enfado con el rojo de la vergüenza.

— ... se cree que hemos hecho cosas. — acabó en un tono bajo, que apenas podría oír Ren.

Se cruzó de brazos y frunció el ceño, esperando la respuesta de Ren.

— ¿Eh? — dijo extrañada. — Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah eso. Esa arpía no dejaba de molestarme, solo quería devolverle un poco de su propia medicina ¡Pero de todas formas, menuda rata chivata de mierda; anda que le ha faltado tiempo para correr a decirtelo! — añadió a grito pelado; para luego suspirar de brazos cruzadas. — Mira; no hicimos nada, solo me estaba quedando contigo... Aunque tampoco pareció importarte

Sonrió.