— Venga, princesa. Yo puedo seguir esperándote todo el día, pero la gente está tensa. — le anunció con voz socarrona y una sonrisa de lado.

No solo le tocaba en el primer combate de primeras contra ella, sino que además, la había puesto en evidencia delante de todo el mundo. Cerró los ojos con un rubor que hasta en la última fila era notorio; respiró con firmeza buscando centrarse, si fuera cualquier otro, seguramente escalaría puestos y conforme se fuera centrando en los combates, podría llegar a pasar con nota. Pero ahora el problema, era llegar a un simple y raso aprobado.

Frunciría el ceño, y mientras apretaba el mango; si tenía que dar todo de sí en el primer combate, pues que así fuera, pero no pensaba ponerselo fácil solo porque le resultara la mar de atractiva. Solo esperaba, que su concentración no se perdiera en mitad del combate, tras más palabras de cortejo por su parte.

Tsuki solo ensanchó la sonrisa ante la determinación de Ren. Sin embargo, la presencia de Tsuki en el combate era arrolladora. Obligaba a Ren a retroceder y defenderse una y otra vez, no dejaba de atacar y de acercarse. Le iba dedicando a su contrincante miradas de coqueteo y comentarios de todo tipo los breves instantes en que dejaba de acosarla y le daba un respiro.

— Veo que sabes recibir, siempre es apreciable en una chica. — los hacia con un tono bajo, lo suficiente para que Ren y alguna persona de primera fila lo oyese. — Y tus jadeos al bloquear... deliciosos. — se relamió.

Hana estaba mirando de lejos, así que no oiría ni uno ni medio de los comentarios. Sería justo cuando Ren estuviese más desconcertada por lo que le decía cuando se abalanzaría sobre ella. Tras dos golpes bloqueados, la espada de Ren saldría despedida hacia el suelo y Tsuki apuntaría la suya a la frente de su contrincante, dandole un toquecito de forma juguetona.

— Esperaba... bueno, esperaba algo. — dijo mientras se volteaba arrojando su espada a Hana que la cogió torpemente. — ¡Empezando, niñas! Secretaria, ¿a quien le toca?

Hana pasó de mirar a Ren preocupada a mirar a Tsuki con el ceño fruncido.

— ¡No soy tu secretaria ni tu sujeta espadas! Ten, aquí tienes los combates. Anúncialos tú, y ten esto también. — le dio una libreta con los combates y después le tiró encima la espada.

— Vale, vale, lo siento, Hana-sama, gran líder del consejo. ¿Puedes al menos sujetarme la espada? — se disculpó sin borrar la sonrisa, Hana, sin contestarle, volvió a coger la espada. — Gracias ~ — le contestó musicalmente.

Tras aquella breve escena, pasó a anunciar el primer combate, que no era el de Ren. Dijo, TEXTUALMENTE, PRIMER COMBATE de la ronda eliminatoria. Y después dos nombres que Ren no conocía.

Y tras el último coqueteo por parte de la aterradora Tsuki, aflojó por accidente sus manos desembocando en un enlace fatal. Un último y demoledor golpe le hizo perder la espada para finalmente, terminar de ser humillada con un golpe en la nariz. Apartó tras una breve pausa la madera frente a ella, para recoger el arma del suelo.

Se apoyaría después contra una pared; roja como un tomate, desviando la mirada al suelo. Sus ojos se encontrarían con los de otro chico, al que le enseñaría hasta los dientes en señal de enojo.

«¡Pues muy bien, que haga lo que quiera!» se encogió de hombros, mientras observaba a Tsuki y Hana; mientras esperaba su turno de nuevo.

Hana observaba a Ren con preocupación, siempre que ella no estuviese mirando, si estaba mirando lo hacia de reojo, pero no podía no prestarle atención. En el rostro se le notaba que estaba enfadada o decepcionada, o triste, o todo eso y más. La rubia se debatía en sí debería ir a decirle algo o no. Tanto, que a veces se sobresaltaba cuando le Tsuki le decía el resultado para que lo apuntase.

Hasta que ésta llamó a Ren a combatir. Hana se encontró caminando hacia su hermanastra de repente. Para cuando se detuvo a sí misma ya estaba frente a ella mientras Ren se dirigía al ring. Pasó por su lado, claramente en un intento de ignorarla, pero Hana la agarró del brazo.

— Ren... Yo... — entonces recordó todo lo sucedido la noche anterior y un sinfin de sentimientos se acumularon en su garganta, pero ahora no se trataba de ella, sino de su hermana. — Ren... Bu-buena suerte...

Tras decirle eso salió de allí por patas, volviendo al lado de Tsuki, que la miraba extrañada pero sin decir nada. La capitana dio inicio al combate una vez ambos participantes estuviesen listos.

El contrincante de Ren era un chico flacucho que no paraba de mirar a Tsuki con respeto, amor y algo de miedo.

En su trayecto a su posición, la rubía se adelantó agarrándola de la camisa. Parecía querer decirle algo, pero no terminaba de encontrar el valor suficiente para ello; la morena la miraba extrañada, pero dejó que intentara decirle lo que hacia falta antes de que le llamara la atención.

— Ren... Yo...Ren... Bu-buena suerte...

«¿Buena suerte? ¿¡BUENA SUERTE!?» se debatía furiosa, ya en su posición «¿¡¿¡ME EVADES TODO EL DIA Y LO PRIMERO QUE ME DICES ES BUENA SUERTE?!?!»

Una vez fuera dada la señal, Ren descargaría toda su ira contra aquel joven; daría un fuerte golpe del que se conseguiría defender a duras penas, pero del segundo no tuvo tanta suerte. Lanzaría al joven y su espada fuera del ring; jadearía violentamente, la suave coleta que se había hecho, había perdido toda su resistencia tras tanta violencia, por lo que su pelo estaría completamente suelto.

— ¡Tsk! — refunfuñaría la bárbara, para volver donde antes estaba.

Hubiese pensado que sus animos habían calado en Ren, pues ésta había ganado sin problema aquella ronda, machacando en dos golpes a su rival, pero... No parecía especialmente contenta. Más bien estaba enfadada. Muy enfadada. Tanto que Hana dio un paso atrás al ver como salía volando la espada del chaval.

Estaba claro que le estaba mandando un mensaje. Que quería que la dejase en paz. Más por la mirada que le dedicó a posteriori. Hana frunció el ceño. ¡Pues muy bien! ¿Por qué siempre que intentaba ser buena con ella se enfadaba más? ¡No tenía ningún sentido! Siempre, cada uno de los pequeños esfuerzos que hacia por mejorar su relacion explotaban en su cara ante la irracionalidad de Ren. ¡Pues perfecto! Que se apañase sola. Escribió el nombre de Ren como ganadora del combate a regañadientes mientras se burlaba mentalmente de ella.

Ren siguió barriendo el suelo con cada uno de sus rivales hasta que las pruebas acabaron. Habían sido bastante largas, ya empezaba a anochecer fuera. Cuando la morena fuese a los vestuarios, Hana y Tsuki estarían hablando y poniendose de acuerdo en cuanto a los elegidos. Cuando Ren saliese, solo quedaría Tsuki, acabando de recoger las tres cosas que habían por en medio. No le dirigió ni una mirada ni media, porque no la había visto. No había ni rastro de Hana tampoco.

Por fin ya había acabado todo aquello; la ducha posterior en los baños consiguió terminar de relajarla, aunque ya había descargado bastante durante los combates. Para cuando salió, Tsuki terminaba de limpiar el suelo y poner orden en aquel lugar, Ren le volvió a echar una mirada de arriba abajo, y se marchó malhumorada.

Sola. Hasta casa.

Ren se marcharía sola hasta casa, aunque podría ver una vez fuera del recinto del colegio que aún había luces encendidas. Cuando llegase a casa, tendría que usar su nueva llave para abrir, pues no había nadie. Hana no estaba y sus padres le habían cogido vicio a salir a cenar cada noche como si fuesen un par de adolescentes en sus vacaciones de verano.

Tendría toda la casa a oscuras para ella sola. Para hacer lo que quisiera. A solas, sin siquiera un mensaje por parte de Hana de si debía esperarla para cenar o de si iba a cenar allí. Nada.

Aquella noche, dormiría de nuevo en el sofá; y la siguiente, y la siguiente a esa... Apenas pasaba por el cuarto de Hana a menos que ella no estuviera en él o que fuera estrictamente necesario. Tampoco se había adueñado del salón, no tenía nada en él. Pero si seguía exigiendo una cama para ella en aquel cuarto o donde fuera; por mucho que fuera tan amplia, no podían vivir así tanto tiempo. Aunque fuera, un colchon y que durmiera en el suelo.

Al final de aquella semana, tendrían que enfrentarse a un par de pruebas de iniciales de las que darían las notas la semana siguiente. Ren con el tiempo, pareció haber cogido confianza con un pequeño grupo de amigos, con los que quedaba habitualmente en los descansos y al volver de casa. Pero la relación entre ambas, parecía bastante pausada, evitaban hablarse y estar todo el tiempo posible la una con la otra; pero ambas disimulaban bastante bien delante de sus padres.

Finalmente, llego el viernes de la semana siguiente, en la que repartieron las notas; Ren pareció no haberles hecho mucho caso. Como era de esperar, Hana tenía unas notas excelentes... Excepto... Un buen par de suspensos en Matemáticas y Física. Por suerte, eso solo le arruinaría lo que aconteciera después de las clases, pues se las dieron in extremis porque el tutor de la clase de ambas, casi lo olvida por completo.

Para cuando Hana se diera cuenta, Ren ya habría desaparecido de colegio con aquel grupo.

Tal y como Hana había esperado, Ren sencillamente la dejó de lado. Dejó de ir a la habitación a dormir, dejó de ir con ella a ningún sitio. No la buscaba, no le hablaba, no era nadie para ella más que cuando estaba su madre delante, entonces eran mega amigas super hermanas para siempre. Con el paso de los días se le fue haciendo más llevadero.

Volvió con naturalidad a su solitaria rutina de quedarse hasta tarde haciendo cosas del colegio, aunque los primeros días se pasaba el rato empanada mirando por la ventana o simplemente pensando. Tal vez por eso las notas de los primeros exámenes, de Matemáticas y Física. Por suerte, el profesor se las dio cuando ya no había nadie, aunque nadie se iba a interesar por ella. Las cogió y agradeció al tutor la posibilidad de mejorarlas el lunes siguiente en un examen extraordinario.

Se despidió del consejo por el fin de semana, dejando a Ai hacerse cargo aquel día, necesitaba tiempo para poder estudiar. Por suerte, llegó a casa antes que nadie, antes que sus padres y antes que Ren. Se fue directa a la habitación, dejando sus cosas directamente en el recibidor para echarse a llorar en su cama.

El suspenso era justo lo que le faltaba. No era feliz con su vida, tenía que pasarse los días viendo lo bien que le iba a Ren que ya ni se acordaba de ella, ni se acordaba de esa noche ni de esos dos días que practicamente eran lo único divertido que haría en todo el año y la mejor noche de su vida. Aún tenía sueños en los que recordaba el calor que había sentido, la comodidad, la felicidad pura y dura que la había inundado, de que alguien la... la quisiera...

Ahora todo eso había desaparecido y había suspendido. Lo único que le quedaba eran sus notas y su reputación y hasta en eso había fallado. Todas las lágrimas que había ahorrado esas semanas salían ahora mientras gritaba contra la almohada, totalmente empapada.

Ren no entró en el mejor momento en la habitación; se acariciaba la garganta repetidas veces mientras carraspeaba, pero necesitaba su pijama para dormir.

— Mierda, mañana se me va a notar demasiado, no debí... — pero los llantos llamarón su atención, soltando su propio cuello. Otra vez; tan vulnerable, tan fragil... — ¿Q-Que ocurre Hana? ¿H-Ha pasado algo?

Llevaban un buen tiempo sin hablar, salvo para pedirse alguna cosa puntual y poco más. Pero el corazón de Ren se derretía frente a aquella faceta de la rubia con grandísima facilidad.

— Mierda, mañana se me va a notar demasiado, no debí... ¿Q-Que ocurre Hana? ¿H-Ha pasado algo?

Hana levantó la cabeza al oír la puerta abrirse y al ver a Ren se le iluminaron los ojos, pero rápidamente reculó.

— No, vete, dejame, no quiero... — Ren no puedo escuchar el resto porque Hana estampó la cara contra unos de los cojines y le dio la espalda.

Se quedó callada a la espera de que Ren se marchase, porque no iba a quedarse justo en el momento en que más debil estaba, y si lo hacia sería para aprovecharse y ella no iba a caer en eso. Otra vez.

Arrugó la frente y paso igualmente al interior con algo de preocupación, en el trayecto, soltó su mochila que poco después cayó sobre sí misma esparciendo algunos papeles.

— Cojo mi pijama y algo de ropa para mañana y ya esta... — la miró de reojo por un instante, mientras terminaba de desvestirse para ponerse el camisón; soltó sus cabellos por encima de este y se marchó bostezando.

Varios tenían algunas marcas de color rojo; se trataba de sus propios exámenes. Los idiomas, y su propia lengua materna estaba más que claro que no eran su punto fuerte, de hecho, estaban suspensas. Pero sin embargo, los números se le daban asombrosamente bien; sobresalientemente bien. Entre ellos además, había algo de publicidad que repartían por la calle; un karaoke, asador de carne, incluso un maid café.

— Cojo mi pijama y algo de ropa para mañana y ya esta...

Y cogio su pijama, algo de ropa y se fue. No sin antes dejar su mierda de por medio. Pero ¿cómo podía ser tan... tan...? Ni siquiera se le ocurría una palabra para reflejar tal muestra de desapego emocional hacia ella, su propia hermana, vale, hermanastra. ¡Hace unos dias practicamente se le echaba encima en esa misma cama! Y ahora la ve llorando y se va bostezando. Como la odiaba. Era una... una...

¡No podía insultar cuando estaba triste! Siguió llorando unos minutos más hasta que literalmente se quedó sin munición que lanzar. Estaba seca. La boca le sabía pastosa, tendría que ir a la cocina a por agua, pero seguro que estaba Ren ahí. O peor, no estaba porque se había ido por ahí de fiesta mientras ella lloraba como una idiota.

Se levantó de golpe y resbaló con todos los papeles que Ren había desperdigado por el suelo. ¿Era idiota? No, solo era una cerda incapaz de mantener nada minimamente ordenado o recogido o limpio, la muy idiota. ¡¿Quien demonios se trae toda la publicidad de la calle para tirarla por el suelo?! Habiendo caído de culo en el suelo empezó a cotillear los papeles que habían provocado su caída.

Publicidad, publicidad, publicidad y... los examenes de Ren. Já, había suspendido lengua. ¿Se puede ser más cateta? Con una sonrisa sadica Hana negó para sí. Entonces llegó a matemáticas y la sonrisa le desapareció. Tiró todos los papeles al suelo, justo de donde los había recogido y se levantó.

Fue a la cocina a por agua y después iría directa al estudio, a estudiar. Echó una mirada al sofá, a ver si estaba Ren, antes de irse a estudiar. ¿Se creía que ella no podía aprender matematicas? Pues sí que podía.

Ren dormía placidamente, acostada sobre el sofa con una manta por encima; se había acostumbrado un poco a dormir allí.

A la mañana siguiente, a diferencia de durante la semana, quien faltaría en la casa desde muy temprano, no sería Hana o los padres de ambas. Si no Ren. Si la rubia preguntaba, su padre no sabría que responder directamente, pero la madre de ella afirmaría que se había ido a trabajar donde siempre.