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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#91
Un estallido de un chakra cegador hasta para su Byakugan había derribado tanto a Daruu como a su sensei en direcciones opuestas. Mientras se reincorporaba, Daruu no podía creer lo que estaba viendo. Una quimera gigante con cuerpo de gorila, melena de león y rostro y cola de cocodrilo lanzaba un grito grave que retumbaba por todo el golpe. Cuando el Hyūga se fijó bien...

¡¡Tiene cuatro colas!! —le gritó a Kōri—. No puede ser... ¿¡es un bijū!? —El tipo de chakra era inconfundible. Daruu había sentido algo similar, aunque bastante más intenso, las veces que Ayame había perdido el control, y también cuando había luchado contra Kokuō en el País del Agua. No obstante, tenía poco chakra. Demasiado poco chakra para ser un bijū. ¿Entonces?

El cocodrilo pareció fijarse en él, y abrió sus fauces. Una gran cantidad de energía comenzó a acumularse en una pequeña esfera oscura...

»Oh, no. Oh, no, no, no...


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#92
Un súbito estallido lanzó a Aotsuki Kōri contra el tronco de un árbol. El shinobi apretó los dientes, dolorido por el golpe, pero sus ojos se clavaron de inmediato en el monstruo que se había presentado ante ellos. Y no pudo disimular la sorpresa.

«¿Qué es eso?» Se preguntó, frunciendo el ceño.

Y es que aquella criatura era muy difícil de describir. Era una criatura de tamaño gigantesco que parecía querer mezclar en un solo cuerpo las características de varias bestias: Cuerpo enorme, musculoso con la espalda plateada y el pelo azabache, melena caoba envolviendo una cabeza reptiliana con el hocico tan alargado y lleno de dientes como la de un cocodrilo. Y tras su espalda...

¡¡Tiene cuatro colas!! —Gritó Daruu desde el otro extremo, señalando las cuatro colas reptilianas del monstruo—. No puede ser... ¿¡es un bijū!?

Cuatro colas... ¿El Yonbi? ¿Qué podía hacer una criatura como aquella en mitad de aquel bosque? ¿Acaso era el responsable de los misterios del Bosque de Azur? Fuera como fuese, no parecía que pudieran obtener las respuestas que estaban buscando.

No bajes la guardia —le indicó a su pupilo, tan gélido como siempre.

Pero la criatura se había fijado en el Hyūga, y había abierto sus fauces. El aire a su alrededor pareció llenarse de una extraña electricidad estática cuando comenzó a acumular una ingente cantidad de energía. Esferas oscuras y claras que le pusieron a Kōri los pelos de punta al recordar...

Oh, no. Oh, no, no, no... —gimoteaba Daruu.

Kōri no perdió ni un instante. Tomó impulso, saltó, y colocó la mano diestra frente a sus labios mientras la zurda formulaba un sello. Sopló, invocando el frío que manejaba, y el hielo respondió formando una esplendorosa espada que se materializó entre sus dedos. Una espada que colocó de forma vertical hacia abajo y trató de clavar entre las dos fauces del monstruo.
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#93
Pero su sensei estaba atento, y de un salto se alzó por encima de la monstruosa creatira. De un soplo, forjó del aire un filo helado que ensartó en el morro de cocodrilo del supuesto bijū bloqueando el ataque. La bijūdama desapareció dejando tras de si un inestable rastro de energía blanca y negra. El animal se revolvió, gruñendo como loco, haciendo que el Hielo bailase encima suyo como en un espectáculo de rodeo. Daruu entornó los ojos y respiró agitadamente. Ese chakra... lo había visto. ¡Lo había visto ya!

Sacudió la cabeza. Raudo, juntó las manos. Caballo, Pájaro, Rata, Tigre.

«¡Suiton: Suiryūdan no Jutsu!»

¡Salta, sensei! —Daruu escupió un gran chorro de agua que se abrió como las fauces de un dragón y se cerró sobre el cuerpo de la criatura, estallando en una nube de vapor y de gotas que el Hyūga recibió tapándose la cara como bien pudo. La bestia chilló—. ¡Remátalo!


- PV:

60/250


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#94
La hoja se clavó en las fauces de las bestias, cerrándolas de golpe y disipando en el aire aquella escalofriante energía antes de que se convirtiera en la destructiva bomba que todos conocían. Pero el monstruo había sufrido daño con aquel ataque, y comenzó a revolverse y agitarse desesperadamente. Kōri se mantenía sujeto a la bestia, con el cuerpo agachado y utilizando el chakra para adherirse a su cuello. Pero había que acabar con aquello, y eso era algo que ambos shinobi sabían.

¡Salta, sensei! —La voz de Daruu le devolvió a la realidad.

Kōri abandonó la espada, aún clavada en las fauces del monstruo, y se impulsó para saltar justo en el momento en el que un enorme chorro de agua con forma de dragón de agua engullía a la extraña criatura, que chilló, agonizante.

¡Remátalo!

Pero Kōri no habría necesitado que se lo dijeran. Se había lanzado hacia delante y su mano diestra, con el índice y corazón extendidos, estaban recubierta por una capa de viento que ondeaba en torno a sus dedos. El jōnin, con un rápido movimiento del brazo, dibujó un arco en dirección a la bestia, lanzando una onda de viento tan afilada como el filo de una katana contra su cuerpo.




¤ Fūton: Kaze no Yaiba
¤ Elemento Viento: Cuchilla de Viento
- Tipo: Ofensivo (cortante)
- Rango: A
- Requisitos: Fūton 40
- Gastos: 48 CK
- Daños: 80 PV
- Efectos adicionales: -
- Carga: 3
- Velocidad: Muy rápida
- Alcance y dimensiones: El corte abarca 1 metro de ancho y recorre 2 metros antes de disiparse
El usuario emite chakra desde la punta de sus dedos índice y corazón, y realiza un movimiento en arco con su brazo, creando una ráfaga de aire cortante prácticamente invisible a cortas distancias, que avanza de forma rápida hacia el adversario como si se tratase de una cuchilla. De hecho, es tan cortante que su impacto equivale a un tajo directo y certero en el pecho con una katana larga.
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#95
El Hielo descendió sobre la criatura, esta vez como único arma una gran concentración de chakra Fūton en la punta de los dedos. Kōri trazó un arco en el aire, proyectando una cuchilla que atravesó la carne de la bestia como una cuchilla, partiéndola en dos. Hubo sangre. Hubo mucha sangre. Pero cuando ambas mitades cayeron sobre la hierba verdeazul del bosque, comenzaron a brillar con una luz cegadora y de un color rojo anaranjado.

Pese a que el destello era cegador, Daruu no apartó la vista. Incrédulo, decidió mentirse a sí mismo durante unos minutos con la boca abierta. Pero la verdad llegó a él como un mazazo. Se abrió paso y cayó sobre todos los shinobi como una bijūdama.

Kurama ha creado a esta cosa —dijo el Hyūga, completamente seguro y consciente de lo que sus palabras implicaban.


· · ·


Ayame, por favor, espera un poco —imploró Yokuna, mientras trataba que la mujer no levantase el torso—. Estoy seguro de que Amedama y Aotsuki podrán con cualquier cosa que les haya atacado —dijo, no muy seguro—. Igual que hemos podido nosotros.

Pero lo cierto es que el dúo de shinobi no contestaba a las constantes llamadas de Yokuna. Quizás el intercomunicador que Ayame les había prestado se había roto. Quizás fuera sólo eso.
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#96
La cuchilla de viento concentrado partió en dos al monstruo, literalmente. Hubo sangre, hubo vísceras, pero ni Kōri ni Daruu apartaron la mirada en ningún momento. Ni siquiera cuando el inerte cuerpo cayó sobre la resplandeciente hierba y emitió un potente y cegador destello de luz con el color del atadecer, mediando entre el rojo y el anaranjado.

Hubo unos segundos de tenso silencio en los que ninguno de los dos shinobi se atrevió a pronunciar palabra alguna. Sólo al cabo de varios segundos, Daruu rompió el hielo:

Kurama ha creado a esta cosa —aseguró, con total convicción.

Kōri se volvió hacia él, interrogante, pero enseguida se fijó en aquellos ojos perlados que jamás mentían y que eran capaces de ver más allá de los rastros dejados por el chakra.

Entonces no es un bijū. No es el Yonbi —asintió Kōri. Pero aquella verdad no era mucho más alentadora. Si de verdad había sido Kurama el que había creado a aquella monstruosidad, eso sólo quería decir que su poder estaba mucho más lejos de lo que podrían siquiera imaginar. Y si había sido capaz de crear una criatura así, estaba claro que podría hacer más—. ¿Pero qué hacía aquí? ¿Crees que Kurama ha mandado a esta cosa buscando a Ayame? —preguntó, inusualmente sombrío.



. . .



Mientras tanto, en otra parte del bosque, Ayame y Yokuna seguían discutiendo:

Ayame, por favor, espera un poco —suplicó Yokuna, tratando de impedir que la kunoichi se incorporara. Ella, completamente debilitada, fue incapaz de luchar contra su fuerza y se tuvo que contentar con sujetarse a su antebrazo para no volver a derrumbarse sobre la hierba—. Estoy seguro de que Amedama y Aotsuki podrán con cualquier cosa que les haya atacado —añadió, pero ni él mismo parecía muy convencido de lo que estaba diciendo—. Igual que hemos podido nosotros.

¿Pero y si no pueden? A nosotros nos ha atacado un shinobi, un ser humano... —protestó ella, cerrando los dedos en su ropa con la desesperación brillando en sus ojos—. Ese rugido no era humano, Yokuna. Ese rugido... ¿Q... Qué hay en el bosque que pueda hacer un sonido así? Nunca en mi vida he escuchado algo igual... Y no... ¡No responden! Tengo que ir... ¡Tengo que ir y ayudarlos! —sollozaba, aunque una parte de ella era bien consciente de que en su estado no podría hacer absolutamente nada.

Y eso la angustiaba aún más.
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#97
Daruu negó con la cabeza.

Es cierto que ahora Kurama sabe que el sello de Ayame ya no está revertido —dijo. Desde que habían matado a uno de sus generales, Kurama podía haberse dado cuenta de bastantes cosas—, pero en teoría el objetivo del Kyūbi es volver a revertirlo. —O sellar a Kokuō en una vasija por negarse a colaborar con él. Pero si mataba a Ayame, ninguna de las dos cosas se cumpliría. A no ser que quisiera, claro, castigar a Kokuō arrebatándole a alguien que hasta cierto punto había comenzado a apreciar—. Por otra parte, Kōri-sensei, ¿sabes a qué me recuerda esto?

»¿Recuerdas esos rumores que comentábamos en Los Kunai Cruzados la semana pasada? ¿Los de ese monstruo que habían avistado cerca de Notsuba? ¿Recuerdas que me dijiste que habían habido más enfrentamientos contra extrañas criaturas? —dijo—. Creo que este era uno de esos bichos. No creo que para atacar a Ayame eligieran el Bosque de Azur, precisamente hoy, precisamente a esta hora. Íbamos todos juntos. Mira lo fácil que lo hemos derrotado.

»¿Y si Kurama está iniciando una guerra contra nosotros?


· · ·


Yokuna chasqueó la lengua.

¡Ayame! Ayame, escucha —dijo Yokuna—. Me he enfrentado a bestias terribles de todo tipo. Puede ser una invocación. El sonido ha sido muy raro, pero ten en cuenta que los shinobi podemos hacer cosas... muy raras.

»A veces no podemos ocuparnos de todo nosotros. Tenemos que confiar en nuestros compañeros. ¿Los conoces? ¿Ellos son fuertes?
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#98
Pero Daruu negó con la cabeza.

Es cierto que ahora Kurama sabe que el sello de Ayame ya no está revertido —argumentó—, pero en teoría el objetivo del Kyūbi es volver a revertirlo.

Kōri apartó la mirada hacia donde habían estado los restos de la quimera hasta hacía unos pocos minutos, no demasiado convencido. Por lo que le habían contado en su enfrentamiento contra el General de las explosiones, parecía muy dispuesto a acabar con la vida del jinchūriki de Uzushiogakure. ¿Qué les aseguraba que aquellas monstruosas criaturas no persiguieran un fin similar? Acabar con aquellos que no se sometieran a él... No era algo que pudiesen descartar a la ligera, y menos cuando estaban hablando de monstruos que podían acabar atacando a gente inocente.

Por otra parte, Kōri-sensei, ¿sabes a qué me recuerda esto? —añadió Daruu, llamando de nuevo la atención del jōnin—. ¿Recuerdas esos rumores que comentábamos en Los Kunai Cruzados la semana pasada? ¿Los de ese monstruo que habían avistado cerca de Notsuba? ¿Recuerdas que me dijiste que habían habido más enfrentamientos contra extrañas criaturas? Creo que este era uno de esos bichos. No creo que para atacar a Ayame eligieran el Bosque de Azur, precisamente hoy, precisamente a esta hora. Íbamos todos juntos. Mira lo fácil que lo hemos derrotado. ¿Y si Kurama está iniciando una guerra contra nosotros?

Y la suposición final cayó sobre ambos como una auténtica bijūdama. Kōri se mantuvo estático durante varios largos segundos, meditando, analizando.

No podemos desechar ninguna hipótesis —concluyó, tan impertérrito como siempre pese a las funestas noticias que cargaban sobre sus hombros—. Ahora, lo que tenemos que hacer es terminar con esto y mandar un informe a Arashikage-sama.

. . .

¡Ayame! Ayame, escucha —exclamó Yokuna, buscando atrapar la atención de la desesperada Ayame—. Me he enfrentado a bestias terribles de todo tipo. Puede ser una invocación. El sonido ha sido muy raro, pero ten en cuenta que los shinobi podemos hacer cosas... muy raras. A veces no podemos ocuparnos de todo nosotros. Tenemos que confiar en nuestros compañeros. ¿Los conoces? ¿Ellos son fuertes?

Ella, aún sujeta a su brazo, agachó la mirada, escondiendo las lágrimas.

S... Sí... Son fuertes... Muy fuertes... Más fuertes que yo... Más fuertes que muchos shinobi en Amegakure —terminó rindiéndose, aunque era más un vano intento de autoconvencerse a sí misma que otra cosa.

Pero la angustia de no saber nada de ellos, el terror a aquel rugido que había sonado en sus oídos, y el pánico porque los comunicadores siguieran sin funcionar, seguía oprimiendo su pecho como una boa.

«Por favor, volved... Volved sanos y salvos.»
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#99
Daruu asintió y se acercó a su sensei.

Bien. Agárrate a mí un momento. Voy a llevarnos a Ayame —dijo. Y entonces se dio cuenta de algo—. ¡Mierda! —maldijo. Probablemente Kōri no entendiese siquiera qué estaba pasando. Daruu y Ayame intercambiaron sendos kunai marcados con su sangre, y el Hyūga acababa de darse cuenta de que tiempo atrás había vendido el que le dio Ayame. Sólo esperaba que la muchacha no se diera cuenta nunca... sí... seguramente se le hubiera olvidado, claro. O se le olvidaría, si Daruu evitaba el tema por suficiente tiempo... con toda probabilidad la marca desaparecería sola.

Asintió para sí mismo y formuló los sellos del Chishio Kuchiyose. Sensei y alumno desaparecieron con un destello carmesí.


· · ·


Yokuna asintió.

Entonces confía en ell... ¡¡Cuidado!! —El hombre se interpuso entre Ayame y una nube de humo que apareció de golpe, y empuñando uno de sus kunai embistió hacia adelante, atacando al adversario desconocido.

Entonces el metal besó al metal, la nube de humo desapareció y Yokuna se encontró cara a cara con Amedama Daruu.

¡Eh, eh, eh! ¡Que somos nosotros! —dijo.

¿Pero qué cojones...? —Yokuna disminuyó la presión sobre la Intangible izquierda de Daruu poco a poco, y finalmente, bajó el filo de su arma. Miró a Kōri. Luego a Daruu—. Sólo saco una cosa en claro de esto: la próxima vez hablamos un poco de estos jutsus.

Daruu se fijó de pronto en Ayame y se deslizó por debajo del brazo de Yokuna, arrodillándose a su lado.

¡Ayame! ¿¡Qué te ha pasado!?
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Yokuna asintió.

Entonces confía en ell... ¡¡Cuidado!!

Un súbito estallido de humo alarmó a los dos shinobi. Yokuna se interpuso entre la malherida Ayame y lo que quisiera que acabara de aparecer. La kunoichi pudo escuchar con total claridad el sonido de los metales chocando, y por un momento se temió lo peor. ¿Había más exiliados? ¿Los habían pillado por sorpresa?

¡Eh, eh, eh! ¡Que somos nosotros! —exclamó la voz de Daruu.

Y Ayame ahogó un sollozo de puro alivio. No sólo venía él, sino también su hermano mayor. Y aunque ambos parecían magullados y algo cansados, parecía que estaban sanos y salvos.

¿Pero qué cojones...? —masculló Yokuna, separándose de Daruu y bajando el filo de su arma poco a poco—. Sólo saco una cosa en claro de esto: la próxima vez hablamos un poco de estos jutsus.

Tanto Daruu como Ayame son capaces de teletransportarse donde hayan dejado marcas de su sangre —explicó Kōri, alzando los hombros—. Al parecer, Daruu tenía alguna con Ayame y la ha utilizado para traernos de vuelta rápidamente.

¡Ayame! ¿¡Qué te ha pasado!? —exclamó Daruu, corriendo hacia la muchacha.

Pero ella, sin añadir ninguna explicación, se abrazó a su cuello sollozando a lágrima viva.

¡Menos mal que estáis bien! Estaba... Estaba muy preocupada. Ese rugido... ¡Y los comunicadores! ¿Qué ha pasado? ¡Quería ir con vosotros! Pero... pero...
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Nos atacó una quimera mezcla de varios animales con cuatro colas —dijo Daruu, lanzándole una significativa mirada—. Su chakra era el mismo que el de Kurama.

Yokuna ahogó un grito.

¿Cómo? ¿De qué estás hablando... cómo puedes saber tú eso?

Daruu miró a Yokuna. Luego a Ayame, y finalmente a Kōri. Asintió.

Nos enfrentamos a uno de esos Generales suyos. El chakra que emanaba era el mismo, estoy seguro.

Yokuna tragó saliva.

Dioses... ¡fuisteis vosotros! ¡Vosotros fuisteis los que mataron a ese General!

Sé que estás sorprendido, pero ahora lo que debería preocuparte es Ayame.

S-sí. Lo siento —carraspeó el Cazador, y se acuclilló de nuevo al lado de la Hōzuki.
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Nos atacó una quimera mezcla de varios animales con cuatro colas.

¿Cómo? —preguntó Ayame, parpadeando varias veces en un visible gesto de confusión. ¿Había escuchado bien?

Su chakra era el mismo que el de Kurama.

¡¿CÓMO?!

Ayame tuvo que reprimir a Kokuō para que no saliera al exterior en aquel instante. Podía sentir su inquietud al respecto, pero Yokuna no conocía al bijū y nadie aparte de Daruu sabía que la había liberado de los barrotes por lo que dudaba que su presencia fuese a ser recibida, precisamente, con buenos ojos.

«Espera, por favor. Luego te dejaré hablar con Daruu cuando estemos a solas, pero ahora es muy arriesgado que salgas...»

¿Cómo? ¿De qué estás hablando... cómo puedes saber tú eso? —dijo Yokuna.

Daruu alternó la mirada entre todos los presentes antes de asentir para sí.

Nos enfrentamos a uno de esos Generales suyos. El chakra que emanaba era el mismo, estoy seguro.

Dioses... —masculló El Cazador, tragando saliva—. ¡Fuisteis vosotros! ¡Vosotros fuisteis los que mataron a ese General!

Sé que estás sorprendido, pero ahora lo que debería preocuparte es Ayame.

S-sí. Lo siento.

Y la pobre Ayame, roja hasta las orejas, sacudió la cabeza tan rápido que llegó a marearse.

N...¡No! ¡Yo estoy bien, de verdad! —esgrimió, terriblemente incómoda bajo los tres pares de ojos que se cernían sobre ella.

Kōri, que se había mantenido en silencio hasta el momento, se acercó hasta ella y se agachó junto a ella, con los antebrazos apoyados en las rodillas.

¿Qué ha ocurrido?

La muchacha agachó la mirada, profundamente avergonzada.

Nos enfrentamos al líder de los exiliados. Un Uchiha. Yo... me quedé expuesta y me alcanzó con una técnica de Raiton.

Kōri expulsó el aire por la nariz, y al cabo de varios segundos añadió:

Volviste a fatigarte por el uso del chakra, ¿verdad?

Ayame se encogió aún más, culpable.
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¡Ten más cuidado, Ayame! —reprendió Daruu con preocupación.

Mientras, Yokuna se había levantado y alejado unos metros. Observaba el final del claro con preocupación.

Amedama, ¿puedes buscar en los alrededores con tus ojos? —dijo—. Muertos los líderes, los demás bandidos no serán un problema. Especialmente porque... bueno. Consiguieron parte de lo que querían: ya no quedan asentamientos en el Bosque de Azur. —Daruu bajó la mirada y apretó la mandíbula—. No obstante, si queda alguno que podamos cazar, lo haremos.

El Hyūga asintió y dejó a Ayame en el suelo con cuidado. Se acercó a Yokuna y comenzó a registrar su entorno con cuidado con el Byakugan. Su rango de acción era limitado, pero como había dicho Yokuna, si había algún rezagado entre los bandidos pronto se encontraría aislado y sin objetivos. Además, los propios guardias que vigilaban el interior del Bosque podrían detener a aquellos que no estaban muy versados en las artes ninja. Los más peligrosos ya los habían eliminado ellos.

Estuvo unos minutos buscando, hasta que sintió que si seguía se haría daño en la vista. Desactivó su dōjutsu y negó con la cabeza.

Nadie.

Entonces, cuando Ayame esté preparada, nos marcharemos.
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¡Ten más cuidado, Ayame! —la reprendió Daruu.

Y Ayame se encogió aún más, con los ojos humedecidos.

¡Lo... lo siento!

Yokuna se había incorporado e inspeccionaba el claro a su alrededor.

Amedama, ¿puedes buscar en los alrededores con tus ojos? —le preguntó—. Muertos los líderes, los demás bandidos no serán un problema. Especialmente porque... bueno. Consiguieron parte de lo que querían: ya no quedan asentamientos en el Bosque de Azur —anunció, y Ayame agachó la mirada entristecida.

Al menos han sobrevivido esos niños... —Trató de aportar algo de luz a aquel turbio asunto.

No obstante, si queda alguno que podamos cazar, lo haremos.

Daruu asintió, y se levantó también después de dejar a Ayame en el suelo con cuidado. Se acercó a Yokuna y comenzó a inspeccionar los alrededores con su Byakugan. Mientras tanto, Kōri seguía acuclillado junto a la kunoichi, observándola con aquella frialdad tan suya.

Pero Ayame sabía ver más allá de aquella máscara de hielo permanente, y vio gravedad y preocupación en sus ojos de escarcha.

Tienes que tener más cuidado —le advirtió—. Sueles cometer el mismo fallo una y otra vez. Y aunque no pase nada con nosotros, no todos los combates van a ser tan amistosos como cuando estás entrenando.

Ya lo sé... —suspiró ella—. Yo... calculé mal... Creí que le tenía... Pero su cuerpo era mucho más resistente de lo que pude prever. Lo siento.

Kōri dejó escapar el aire por la nariz, y acto seguido le revolvió el pelo.

Nadie —anunció Daruu entonces.

Entonces, cuando Ayame esté preparada, nos marcharemos —dijo Yokuna.

Y Ayame, de nuevo con las mejillas arreboladas, reunió las escasas fuerzas que le quedaban para intentar reincorporarse.

¡Estoy bien! Sólo... necesito...

Kōri pasó su brazo por detrás de sus hombros y empujó hacia arriba, ayudándola a levantarse y sostenerse sobre sus piernas.

Listo.
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Ayame, malherida, logró levantarse gracias a la ayuda de su hermano, quien la sostuvo apoyándose de sus hombros. Daruu observó la particular escena con escepticismo, levantando una de sus cejas en un gesto que ya empezaba a ser habitual en él.

Si Ayame no puede caminar —dijo—, podría hacer un esfuerzo y utilizar el Chishio para hacernos volver a Amegakure.

¿El qué? —preguntó Yokuna.

La técnica que utilicé antes para aparecer aquí junto a Kōri-sensei. Es una especie de invocación inversa.

»Claro que, apareceríamos en mi habitación. Todos. —Daruu rio—. Igual causamos un pequeño desastre. —El Hyūga se acarició la barbilla, pensativo—. O podría llevarme solo a Ayame con un Kage Bunshin.
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