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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Las luces de Tanzaku Gai ya habían quedado muy atrás, apenas perceptibles como un manto iridiscente que se reflejaba en el cielo nocturno sobre las frondosas copas de los árboles en el horizonte, cuando Akame se detuvo por primera vez. A su alrededor la oscuridad de la noche les envolvía y el silencio del bosque sólo era roto por los ruidos de las alimañas y el canto de las aves nocturnas. Pese a ser Primavera, o tal vez por eso mismo, corría una brisa fresca que el Uchiha agradecía; la caminata le había hecho entrar en calor, con gotas de sudor que perlaban su frente, y aquel vientito que agitaba las hojas de los árboles le alivaba. Pese a que conservaba parte de su estado de forma, el omoide, el alcohol y la indigencia habían hecho estragos en él. Akame no era el de antes, al menos todavía no. Y su apresurada salida de incógnito de la ciudad —por buenos motivos— les había llevado a andar durante un par de horas sin descanso.

El renegado apoyó la espalda contra el tronco del árbol más cercano y trató de recuperar el aliento con bocanadas ávidas. Por una parte, su instinto de supervivencia —convertido más bien en paranoia después de que Aotsuki Ayame les viera en el callejón del bar de Ime— le decía que no debía detenerse, pero sus piernas no daban para más sin un pequeño descanso. «¿Hacia dónde vamos, de todos modos? El País del Agua está lejísimos, y si seguimos andando en esta dirección, pronto llegaremos a la frontera con la Espiral... ¿Y si en Uzu ya lo saben? ¿Y si me están buscando?» Atravesar los territorios de su antigua Aldea, que le había apresado y ejecutado por traidor, no parecía la opción más recomendable.

Así que Mizu no Kuni. ¿Tienes alguna hoja de ruta? Porque si no, yo estaría más que encantado de sugerirte que nos alejemos de Uzushiogakure. No tengo tanta prisa por volver al Corral de los Quietos, a pesar de todo, es difícil decir que no me gusta contarme entre los vivos —apostilló, con una sonrisa socarrona—. Si seguimos hacia el Sur, podríamos llegar a Taikarune al amanecer.
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#2
El gyojin se detuvo y quedó con la mirada fija en el oscuro horizonte. Se retiró la capucha y dejó que la brisa le acariciara el rostro y las agallas. También escuchó atentamente a las preocupaciones de su nuevo compañero de viaje, pues muy a pesar de haber recuperado la compostura a la par de que abandonaba los vestigios de sus días como calabaza, aún existía esa preocupación perenne de volver al nido de quienes intentaron apuñalarlo por la espalda. Totalmente normal. El mismo Kaido no había atravesado las Llanuras de la Tempestad eterna desde que se exilió, y no tenía ninguna prisa por volver.

—Tengo un camino alternativo, pero nos tomaría el doble de tiempo llegar a nuestro destino —alzó la mano entre la nocturnidad y señaló al noreste—. tendríamos que rodear todo el Remolino y alcanzar el puerto de la Costa de las Olas Rompientes, en Kaminari. Mi gente tiene varias barcas que navegan esa ruta hasta Hibakari.

Akame podría haber escuchado de esa pequeña isla cercana a Kasukami. Era el territorio ganado por Dragón Rojo y donde yacía la guarida principal de la organización.
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#3
Akame chistó, molesto. El tiempo era precisamente un bien escaso en aquel momento, en el que la posibilidad de que las Aldeas ya supieran de su milagrosa presencia era un peso gigantesco en la balanza que no se podía desdeñar. «Sin embargo, puede que lo que ganáramos acortando el viaje hasta Taikarune lo perdiésemos luego buscando una embarcación que quisiera llevarnos hasta Mizu no Kuni....»

El tiempo es un lujo y a nosotros no nos sobra precisamente —terció el Uchiha, pero luego terminó por resoplar con resignación—. Y aunque así fuera, para llegar a Kaminari no Kuni necesitaríamos bordear las fronteras de los tres grandes países, la Espiral, la Tormenta y el Bosque. Incluso con la Alianza de nuevo en pie, será terreno altamente vigilado... Viajar durante días por las tierras limítrofes de nuestros dos principales enemigos es tentar a la fortuna.

Akame se cruzó de brazos. Si bien Kaido tenía razón en una cosa —el viaje por mar sería más seguro con su gente que a bordo de una embarcación gobernada por completos extraños—, el riesgo era demasiado alto. «Si estoy en lo cierto y la voz se ha corrido, es de esperar que al menos Uzushiogakure habrá enviado ninjas a investigar, y reforzado la vigilancia en su territorio. Es un suicidio acercarnos más...» Por mucho que le jodiera admitirlo, por ahora debía optar por la cautela.
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#4
—Y aún no es tiempo para apostar contra las tres grandes. No todavía —añadió, místico. Aún se tenía muchos secretos guardados y no le desvelaría a su nuevo aliado los verdaderos intereses de Dragón Rojo hasta que estuviera cien por ciento seguro de qué lado estaba el Uchiha. No obstante, era una realidad que más pronto que tarde, la organización —y él—. podrían plantar cara a Amegakure y a Uzushiogakure cuando lograsen hacerse de un escaño en la geopolítica de Oonindo. El plan de suplantar al Señor Feudal del País del agua y usar las influencias de la familia real para lograr el contexto necesario en el que Kirigakure resurgiera de sus aguas estaba en marcha—. pero no te preocupes, Akame-san. Tendremos nuestra oportunidad.

Se pegó la vuelta y viró hacia el lado totalmente contrario.

—Entonces qué tienes en mente. ¿Coger un navío en el puerto de Taikarune? —indagó—. no sabía que tenían rutas marítimas hasta el País del Agua. Tendrían que bordear en mar abierto todo el País del Remolino a través de aguas que creía inexploradas, ¿no?
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#5
El Uchiha arqueó una ceja ante las palabras de Kaido, enunciadas como un misterioso edicto imperial. «¿"Tendremos nuestra oportunidad"? ¿Qué coño se supone que significa eso?» Luego descartó aquella cuestión; ya habría tiempo de averiguarlo. El Tiburón le replicaba ahora con varios puntos bastante válidos, algunos de los cuales Akame no había considerado antes de hacer su improvisada hoja de ruta. «Joder, estoy oxidado», se maldijo.

Cruzándose de brazos, el exninja suspiró con cierto aire molesto. «Coño, este tritón tiene razón. Bordear las aguas de Uzushiogakure puede que sea incluso más arriesgado que atravesar Uzu no Kuni por tierra. ¡Me cago en todo! Estamos metidos en una puta ratonera, con el desierto a la espalda y las tierras de nuestros tres grandes enemigos al frente.»

Al final, Akame tuvo que dar su brazo a torcer.

Está bien, joder. Tienes razón —admitió de mala gana—. Probablemente llamemos bastante más la atención bordeando las aguas del Remolino que intentando escabullirnos entre fronteras. ¿Dices que tu gente espera en la Costa de las Olas Rompientes? Eso podría llevarnos más de tres días de viaje... —finalmente sacudió la cabeza, resignado—. Pero no veo que tengamos mejor opción. Al País del Rayo, pues.

Y dicho lo cual, el Uchiha se ajustó el equipamiento y comenzó a andar. Las manos le temblaban y notaba la boca seca, signo inequívoco de que el mono estaba volviendo. «No joder, ahora no, me cago en todo...» Miró a Kaido de soslayo y recordó uno de los objetos que había cogido del alijo de Kunie en Tanzaku.

«¿Puedo confiar en él para esto...?»
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#6
Kaido asintió afirmativamente cuando Akame indagó acerca de en dónde estaban aposentados los caudillos de Shaneji. Aquél barco que en su momento les recogió a él y a su hermano de clan mientras volvían de la Villa de las Aguas Termales, días antes de que Kaido se bautizara como un Dragón Rojo. La barcaza que alguna vez sirvió para transportar especias desde distintos puertos ahora camuflaba las actividades ilícitas de la organización. Ese era su destino.

. . .

Dos días y dos noches. Fue ese el tiempo que les había tomado trazar ruta desde aquél punto inhóspito del País del Fuego hasta el puente Kannabi. Akame y Kaido se sumieron a través del territorio del Remolino, pasando por Minori y continuando en línea recta a lo largo de los tupidos bosques de la Hoja para camuflarse con el entorno, tratando de evitar a toda costa cruzar por el Valle del Fin. De más está decir que no tuvieron ningún contratiempo y/o percance, más allá del desgaste físico que supuso no parar a descansar en algún motelucho decente de algún pueblo. Para la situación que les agobiaba como renegados, lo mejor era mantener el perfil tan bajo como fuera posible. Al menos hasta alcanzar la seguridad de Hibakari.

El enorme paso de piedra pedrusca recibía en la nocturnidad a los dos criminales. Perturbaba al silencio de la noche los cánticos de algún animal de la noche, y el bramar del río bajo los cimientos del puente cuyos nudos eran potentes y formaban poderosas corrientes de agua.
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#7
Dos días y dos noches. Fue ese el tiempo en el que Akame y Calabaza pudieron convivir amistosamente dentro del mismo cuerpo. El Uchiha se había agenciado una cajetilla de tabaco en un hostal de mierda en el que habían pasado la primera noche, en un vano intento por sustituir una adicción por otra vieja confiable. El plan falló estrepitosamente, como un río bravo arrollaría al pobre dique que no es capaz de contenerlo, y el mono de omoide se fue manifestando cada vez más violentamente en el renegado. Primero fue un tembleque descontrolado de sus manos, labios y párpados, que le hacía parecer un loco de manual. Luego sequedad de la boca, tanta que casi no era capaz de comer y debía beber agua continuamente para saciarse. Finalmente, dolores de las articulaciones y la cabeza, su cuerpo protestando ante el repentino ayuno de magia azul al que le estaba sometiendo.

Huelga decir que mantener una apariencia mínimamente discreta le costó tanto esfuerzo que Akame creyó que ni siquiera entrenando sus mejores técnicas había sufrido tanto. Cuando por fin divisaron la silueta del Puente Kannabi más adelante en el camino, ya al amparo de la noche, el Uchiha se echó a un lado y salió del sendero.

K... K... Kaido, v... ven. Rápido...

Caminó con paso errático y dificultoso —su estado físico era deplorable llegados a ese punto—, buscando la cobertura que la densa foresta podía ofrecerles para no ser importunados por presencias indiscretas. Cuando creyó que estaban lo suficientemente ocultos y lejos del camino principal, Akame sacó del portaobjetos de su cintura un par de esposas supresoras de chakra y una bobina de hilo ninja. Miró ambos objetos, luego al árbol que tenía al lado, y luego a Kaido. «No tengo otra opción...»

Ppp... Ponme las... Putas esposas —pidió, ofreciéndole el artilugio a su compañero—. Y luego á... á... á... —los dientes le castañeteaban como si tuviera fiebre, y le costó pronunciar cada palabra—. Átame a ese árbol y... y... no me desates hasta que s... s... salga el Sol en la mañana. ¿Lo... L... Lo entiendes? Da igg... igual lo que te diga, amord... d... dázame si hace falta. Pero no me desates.

Sus ojos, hundidos en las cuencas y surcados de unas ojeras moradas dignas del mejor jinchuuriki del Shukaku, escudriñaron a Kaido con ansiedad.
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#8
Durante el trayecto, resultó innegable —aunque increíblemente sencillo de obviar para alguien tan desinteresado como Kaido—. que Akame estaba luchando con algo en su interior. Acabó siendo una proeza loable que hubiera mantenido la compostura durante dos días y dos noches sin apenas llamar la atención de su compañero, mientras padecía la inclemencia de su organismo ante la falta de algo que ahora su sistema consideraba como imprescindible para funcionar correctamente. Pero por lo poco que conocía a Akame, sabía que era esa clase de hombre que batallaba sus desdichas él sólo. El consuelo o la ayuda del Tiburón, al menos ofrecida; no hubiera sido la mejor de las opciones.

Dicho lo cual, al escualo le sorprendió cuando el Uchiha le llamó con con premura.

«Con que ha tocado fondo» —meditó introspectivamente, mientras le veía de arriba a abajo. Akame le dio la espalda y abandonó los caminos principales para evitar que otra desafortunada coincidencia como la que les juntó en el lugar exacto donde estaría Ayame volviera a golpearles otra vez.

Luego, unas esposas supresoras de chakra frente a sus ojos, y un manojo de hilo ninja. Kaido alzó una ceja y enlutó el rostro con latente confusión.

—Perdón, Akame-san; pero no me va el sado —soltó, risueño—. ¿qué coño quieres que hag...?

Ppp... Ponme las... Putas esposas —le interrumpió el ya no tan profesional en súbito—. Y luego á... á... á... Átame a ese árbol y... y... no me desates hasta que s... s... salga el Sol en la mañana. ¿Lo... L... Lo entiendes? Da igg... igual lo que te diga, amord... d... dázame si hace falta. Pero no me desates.

—¿Estás seguro de que es la mejor forma? ¿aquí, en medio de la jodida nada? —soltó, mediador. Quiso haberle dicho de que tenía algo de omoide guardado en su propio bolso de viaje, pero quizás no hubiera sido buena idea fomentar el mono de forma tan directa. Kaido era consciente de que Akame le servía más sano y desintoxicado que puesto en esa mierda azul, aunque por otra parte, sabía lo endemoniadamente difícil que era vencer la adicción que generaba esa droga en particular. Muy claro se lo había dejado Money en una de las reuniones de los Ocho cabezas de Dragón. La magia azul no tenía rival en ese aspecto. Nada te permitía soñar como lo hacía ella. Nada te permitía abandonar tu mísera existencia y viajar por tiempos más grandilocuentes de una forma tan tangible, y a la vez tan real.
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#9
¡Estoy seguro de q... q... que es la única forma! —le gritó el Uchiha, fuera de sí. Parecía que un espíritu malvado se estuviese apoderando de su cuerpo, y aunque no era el caso, al menos contaba con la ventaja de ser consciente de ello—. Si sigo... Sigo así, esta noche voy a acab... bar matando a alguien por un p... p... poco de magia azul.

Se acercó al árbol y se recostó, sentado, contra su tronco. Alzó ambos brazos, ofreciendo de nuevo las esposas y el hilo al Tiburón mientras no dejaba de mirarle con ojos implorantes. La urgencia de Akame tenía un por qué; él había sufrido muchas veces el mono de omoide y conocía lo delirante que podía ser. En sus meses de indigencia el renegado había visto a todo tipo de personas hacer auténticas locuras por conseguirse una dosis más; desde acaudalados nobles hasta los yonquis más harapientos. La adicción a aquella pasta no entendía de orígenes, ni de fortaleza, ni de sexo, ni de raza. Sólo de una cosa; el ansia por regresar allá donde una vez se fue feliz. Y contra ese deseo, era demasiado difícil luchar.

Sin embargo, el Uchiha también había oído de gente que a base de huevos y abstinencia había conseguido salir. De días y noches sin tomar, pasando por delirios febriles de todo tipo, hasta finalmente rehabituar su cuerpo a prescindir del omoide. Y ese era, precisamente, su objetivo; la única pega estaba en que a un ex jōnin de Uzu era mucho más difícil restringirle el acceso a algo si realmente lo quería.

V... V... ¡Venga, joder!
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#10
¡Estoy seguro de q... q... que es la única forma! —gritó Akame, mientras Calabaza rasgaba lo más profundo de su interior, debilitando los muros contentivos que mantenían el mono a raya. Susurrándole directo al oído, recordándole el éxtasis de los viajes místicos y mágicos tras una pequeña probada de esa pasta azul—. Si sigo... Sigo así, esta noche voy a acab... bar matando a alguien por un p... p... poco de magia azul.

Kaido miró a un lado, luego al otro. No estaba de más ser precavidos y asegurarse de que estaban realmente solos. Cuando quiso poner el ojo en Akame, ya éste se encontraba tirado en un árbol y sus manos le ofrecían las herramientas necesarias para comenzar aquella purga de demonios internos. El gyojin se acercó y tomó las esposas y el manojo de hilo.

—Como quieras —sentenció, dando comienzo a su labor.

¡Click! las muñecas de Akame se vieron perturbadas por aquél acero que contenía un sello capaz de bloquear cualquier atisbo de movimiento en el sistema circulatorio del chakra. Habiéndose ocupado de lo más importante —después de todo, no quería que Akame comenzara a echar fuego por la boca cuando el delirio tocara a su puerta—. se dedicó a atarle al árbol con el hilo de la forma más sistemática posible, usando unos cuántos metros para apretujar el torso contra la corteza y el resto del carretel para las extremidades, que habrían de quedar con una buena reducción motora tras los nudos de marinero que le aplicó el tiburón. Kaido se apartó un par de pasos, contempló su trabajo y sonrió, satisfecho, tras tirarse de culo al suelo.

—Lo que hago por mis colegas —se halagó a sí mismo—. prueba a moverte un poco. ¿Puedes escapar?
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#11
El Uchiha trató de revolverse a un lado y a otro, para liberarse. Al principio no empleó demasiado convencimiento en ello, como si temiese que sus ataduras no fuesen a ser suficientemente fuertes. Sin embargo, cuando vió que el hilo no cedía y que las esposas estaban correctamente cerradas, empleó más brío. Estuvo así treinta minutos, hasta que hubo intentado hasta el último truco ninja que conocía para quitarse unas esposas y desatarse las manos. Nada funcionó; Kaido había hecho un buen trabajo.

Gracias, Kaido-san. Te debo una —concedió, aliviado.

Duró poco ese alivio. Unas tres horas, aproximadamente, cuando el mono ya era más bien un gorila de seis metros de altura sentado en el hombro de Akame —metafóricamente, claro—. El renegado se revolvía como un perro rabioso, delirando, ansioso por untarse un poco los dientes con aquella pasta tan especial. En un momento dado, empezó a soltar alaridos de agonía y a suplicar.

¡UN POCO! ¡S... S... SÓLO UN POCO! ¡KAIDO! ¡KAIDO, JODER, KAIDO, SÓLO UN POCO! ¡TÚ TIENES, SÉ QUE TIENES! ¡LA QUIERES TODA PARA TI, HIJO DE PUTA, SARDINA DE MIERDA! —maldecía—. ¡SUÉLTAME, JODER! ¡SUÉLTAME, YA ESTOY BIEN, SÓLO QUIERO... SÓLO UN POCO... MÁS... DE... ¡ESO!!
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#12
* * *

Kaido tenía los ojos cerrados. Estaba recostado en el árbol contiguo, frente a Akame; que transitó en soledad una insaciable sed que le llevó finalmente a perder el control tres horas después. Una rabia insana y los deseos más primitivos de su cuerpo controlaron sus acciones, y su lengua. Insulto tras insulto, la sonrisa del tiburón se ensanchaba con mayor esplendor en aquél rostro socarrón que tenía el hijoputa.

—¿Un poco más de qué, Akame? —sacó una bolsita de su portaobjetos—. ¿hablas de ésto?

Su contenido era azul. Kaido la abrió, contorsionó la boca en una gran "O" y empezó a echar pequeños trocitos de la pasta al suelo.

—No lo necesitas —vacío la bolsita y echó tierra sobre el omoide—. dejaste a Calabaza en Tanzaku. Recuérdalo.
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#13
Puto... Puto... ¡NO! ¿¡QUÉ HACES, HIJO DE PUTA!? —bramó el Uchiha cuando Kaido sacó aquella bolsita de omoide y empezó a vaciarla sobre la tierra húmeda del bosque. Sus ojos, como dos piedras de ébano, estaban a punto de salírsele de las cuencas—. ¡Kaido eres una puta mierda, cabrón sin escrúpulos, no tienes corazón! ¡NO JODER, NO LA TIRES! ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

Como un bebote de teta, Akame se revolvió poseído por los febriles delirios del síndrome de abstinencia del omoide, tratando de soltarse de las ataduras. De conseguirlo probablemente hubiera atacado al Tiburón, enrabietado. Coño, incluso podría haber matado a un niño con tal de conseguir otra dosis; estaba en el pico de la abstinencia. Era crucial no ceder.

Kaido... Mi camarada... Mi compañero... Mi amigo —le llamó el Uchiha luego de serenarse—. Y... Ya estoy b... Bien, de verdad. ¡Ya ha pasado! ¿Qué tal si me sueltas, eh? P... P... Podemos volver a ser amigos, t... te lo juro.

No hacía falta ser un genio para saber que Akame mentía. Siempre se le había dado fatal, y aquel momento no era una excepción. La magia azul hablaba por él.
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#14
Lo era. Un total y completo hijo de puta. ¿Qué se le iba a hacer?

—Lo siento. Tú me lo pediste, ¿recuerdas? que no te soltase por nada del mundo —sonrió—. ahora baja la voz o cierra la puta boca, que alguien acabará escuchándonos. ¿O quieres que te amordace, eh, cabrón? —le amenazó—. contrólate como el profesional que fuiste alguna vez, joder.

»¿o aún lo eres? sí, yo creo que sí.


El escualo se levantó del suelo y sacó su cantimplora con el símbolo de los Hozuki de su cinturón.

—Bebe —demandó, vertiendo el pico desde cierta altura hacia abajo y esperando que Akame decidiera abrir la boca.
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#15
La pobremente fingida mesura que había teñido los ojos del Uchiha se esfumó tan rápido como su dueño entendió que Kaido nunca iba a dejarse engañar por un teatrillo tan mal representado; sustituida de nuevo por la ira ciega y el delirio, Akame se revolvió cuando el Tiburón trató de ponerle la cantimplora en los labios, como un niño pequeño que no quisiera comer.

¡VETE A LA MIERDA! ¡Cabrón asqueroso, dame mi puto omoide! ¡TIENES MÁS! ¡Lo sé! ¡DÁMELO! —rugió, y sus gritos reverberaron en todo el bosque—. Mi... Tessssoro...

Con una violenta sacudida, Akame trató de propinarle un cabezazo a su compañero, fuera de sí. Sin embargo, las ataduras eran firmes y el cuerpo del renegado no pudo despegarse mucho del árbol.

¡RAAAAAAAAAAAAAAARGH! —rugió, como una bestia prisionera.
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