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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#76
Nabi pasó corriendo junto a Doro y Eri, y cuando se agachó para inspeccionar el contenido de la bolsa, el guardia comenzó a revolverse entre las cadenas que le retenían con mayor desesperación si cabía.

—¡SUELTA ESO, MALDITA SEA! —aullaba, ignorando por completo los gruñidos de Stuffy, que le mostraba los dientes en una clara advertencia. Fuera como fuese, Doro parecía ser completamente incapaz de deshacerse de las ataduras por sí mismo—. ¡NO LO TOQUES, TE HE DICHO! ¡¡ES MÍO!!

Pero Nabi hizo caso omiso. Desató la bolsa...

Pero no encontró la Pata de Bronce en su interior. De hecho, no había rastro alguno de metal.

Billetes. Montones de billetes anudados cuidadosamente en fajos. Aquella bolsa debía de contener más de 10.000 ryōs en bruto.

—¡¡¡SOLTADME!!!
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#77
Nabi se acercó a la bolsa mientras Stuffy gruñía a Doro. El guardia, sin embargo y aunque intentaba zafarse sin éxito de su atadura, chillaba que no tocasen aquello porque era suyo.

Y para su sorpresa, dentro de la bolsa no se encontraba la Pata de Bronce, en su lugar había un montón de billetes anudados perfectamente, seguramente había más de lo que podrían cobrar ellos mismos por una misión de rango A, o incluso S si se ponía.

—¡¡¡SOLTADME!!!

¡¿Dónde está?! —bramó ella, furiosa —. ¿Has vendido la Pata de Bronce, Doro-san? ¿Es eso? —preguntó a bocajarro la pelirroja, sujetando con más fuerza las cadenas que le retenían —. ¡Contesta!

»¡Nabi, ayúdame a retenerle!
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—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
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#78
Me quedé un rato haciendo derivadas e integrales mentalmente para calcular todo el dinero que había dentro de la bolsa, no sin antes enseñárselo a Eri, claro está.

Eri, aquí hay, como... mucho dinero. Me siento como si estuviéramos en un sueño húmedo de Datsue.

Eri superó el estupor mucho más rápido que yo y se puso a gritar a Doro, que se peleaba con las cadenas de la kunoichi en vano. Después de manosear el dinero alegremente, volví a atar la bolsa y evalué la situación.

Sueltale, no tiene sentido mantenerlo aquí parado, lo llevaremos ante el dueño del museo y ya veremos qué hacemos, pero antes... Stuffy haz lo tuyo.

Con un breve ladrido afirmativo, levantó la pata y empezó a mearle las piernas al guardia forajido.

Ahora si intentas escapar, te encontraremos. Considera la meada el primero de tus castigos por ladrón.
Nabi
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#79
—¡¿Dónde está?! —bramó Eri, enardecida al no haber encontrado lo que estaba buscando dentro de la bolsa—. ¿Has vendido la Pata de Bronce, Doro-san? ¿Es eso? —le interrogó, apretando el agarre de las cadenas, y Doro soltó un gemido ahogado por las lágrimas—. ¡Contesta!

—¡Por favor, no...! ¡No tenía elección!

—Suéltale, no tiene sentido mantenerlo aquí parado —intervino el otro muchacho, y Doro le miró con ojos iluminados por la esperanza... Antes de que completara la frase—, lo llevaremos ante el dueño del museo y ya veremos qué hacemos, pero antes... Stuffy haz lo tuyo.

—¡No, esper...! ¡¿PERO QUÉ ESTÁS HACIENDO?! —gritó Doro, cuando el animal, junto a él, levantó una pata y le orinó en las piernas. Profundamente asqueado, el hombre se retorció en un vano intento de alejarse del animal (y quizás incluso de asestarle una patada). Sin embargo, nuevamente, no lo consiguió. Por ello, volvió a dirigirse hacia los dos genin con ojos implorantes—. ¡Por favor, no me llevéis con Tono-sama! ¡¡OS LO RUEGO!! Yo... yo... —el hombre se interrumpió momentáneamente, con la boca entreabierta al caer en la cuenta de algo. Fue entonces cuando volvió a mirar a los dos shinobi, tembloroso por la expectación—. S... Sois ninjas... Entonces... Queréis... ¿Queréis el dinero, verdad? Puedo... puedo pagaros y así me dejaréis marchar. ¡Seguro que en esa bolsa hay más dinero que el que os pagarán por vuestra misión original! ¿No es así? ¿Eh? ¿Qué me decís? No puedo daros todo el dinero... ¡Pero podemos repartirlo entre los tres!

»¿Qué me decís? ¿Trato hecho?
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#80
—¡Por favor, no...! ¡No tenía elección!

«Y un cuerno», farfulló en sus adentros la joven.

—Suéltale, no tiene sentido mantenerlo aquí parado —intervino esta vez Nabi, y ella tras chascar la lengua deshizo las cadenas que lo mantenían atado —, lo llevaremos ante el dueño del museo y ya veremos qué hacemos, pero antes... Stuffy haz lo tuyo.

La chica se cruzó de brazos mientras se acercaba a Nabi y le tomaba el botín de Doro, asegurándolo entre sus propias manos y para ver de lo que se trataba por ella misma. Sin embargo el guardia, que parecía totalmente convencido de que necesitaba ese dinero, intentó sobornarles con una tercera parte del botín. Ella sopesó por un instante la oferta, pero su orgullo y su honor como kunoichi estaba muy por encima de aquello.

Aunque dudó, y eso no lo podía negar.

No, queremos respuestas, ¿dónde está la pata ahora? —inquirió ella, apretando la bolsa —. ¿Por qué la robaste? ¿A quién? ¿Por qué no tenías elección? —las preguntas fluían de su boca como si ésta fuese una fuente de palabras —. ¡Y me da igual cómo te pongas! Te vienes con nosotros a ver a Tsuwamono-san, ¡sin excusas!

La joven se acercó a él y le tomó fuertemente del brazo.

¿O prefieres ir atado?
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#81
En mi vida había visto a Eri ponerse así de seria y agresiva con nadie. Se estaba tomando la misión tan en serio que empezaba a temer por la vida de Doro e incluso por la mía. ¿Y si me interponía en su camino y me reventaba con sus cadenas? Por eso cuando vino hacia mi y me quitó la bolsa mientras el hombre intentaba sobornarnos, lo cual era tremendamente ineficaz si los que teníamos el dinero eramos nosotros.

No, queremos respuestas, ¿dónde está la pata ahora?¿Por qué la robaste? ¿A quién? ¿Por qué no tenías elección? ¡Y me da igual cómo te pongas! Te vienes con nosotros a ver a Tsuwamono-san, ¡sin excusas!

No le había dado nada de margen al pobre hombre para responder a las preguntas, ni siquiera un tiempo entre pregunta y pregunta para que se lo pensase. Me mantuve alerta por si intentaba hacer algo más que sufrir la ira de Eri.

Mira, lo mejor será que cooperes, entonces podremos hablar de salvar parcialmente tu culo del castigo que está por caerte. Pero si nos complicas la misión... No podremos ayudarte cuando la ira de la justicia caiga sobre ti.
Nabi
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#82
Y Eri soltó las cadenas. Doro, confundido al principio, miró a la muchacha con los ojos abiertos en par en par, profundamente extrañado. Por su mente enseguida pasó la idea de escapar, pero no tardó en reparar en que si intentaba algo así no sólo volverían a capturarle sino que perdería cualquier oportunidad. Además...

Sus ojos se clavaron en la bolsa que la muchacha apretaba con fuerza contra su pecho, y el hombre tensó las mandíbulas, debatiéndose internamente en si abalanzarse sobre la muchacha o no.

Quizás si no hubiera estado el otro chico con su perro delante...

—No, queremos respuestas, ¿dónde está la pata ahora? —le interrogó la pelirroja, y Doro chasqueó la lengua, irritado—. ¿Por qué la robaste? ¿A quién? ¿Por qué no tenías elección? ¡Y me da igual cómo te pongas! Te vienes con nosotros a ver a Tsuwamono-san, ¡sin excusas!

—¡NO...! —comenzó a rogar de nuevo, pero cuando la kunoichi se acercó para tomarle del brazo, él se la sacudió de encima sin demasiado esfuerzo.

No dejaba de ser un guardia, después de todo.

—¿O prefieres ir atado? —le cuestionó, y el hombre apretó aún más los dientes.

—Mira, lo mejor será que cooperes, entonces podremos hablar de salvar parcialmente tu culo del castigo que está por caerte —intervino el chico del perro—. Pero si nos complicas la misión... No podremos ayudarte cuando la ira de la justicia caiga sobre ti.

Y en aquella ocasión apretó los nudillos hasta que le crujieron los huesos. Si tan solo tuviera su lanza...

—¡Maldita sea! ¡No entendéis nada! —les espetó, con los ojos húmedos—. ¡Necesito el dinero para poder vivir! ¿Creéis que el oficio de guarda del Museo de Taikarune está bien pagado? ¡Tono-sama lleva seis meses sin pagarnos! ¡He tenido que vender casi todas mis posesiones y apenas tengo dinero para comprarme comida o ropa! ¡No tenía elección! ¡Casi ganaba más cuando estaba pidiendo en la calle antes de aceptar ese maldito trabajo! ¡NO TENÍA ELECCIÓN! —repitió, con toda la desesperación de un hombre roto—. Por favor... de verdad... puedo... puedo pagaros... pero no me llevéis ante aquel hombre de nuevo...
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#83
El hombre se zafó de ella con suma facilidad, y ella apretó los labios, este problema se estaba complicando más de la cuenta y por eso no se sentía del todo bien. Le observó, estaba claramente desesperado por dinero, y visiblemente cabreado con ellos por haberle quitado el que había ganado.

—¡Maldita sea! ¡No entendéis nada!les espetó con los ojos humedecidos, y ella frunció los labios, no le gustaba que le hablasen así—. ¡Necesito el dinero para poder vivir! ¿Creéis que el oficio de guarda del Museo de Taikarune está bien pagado? ¡Tono-sama lleva seis meses sin pagarnos! ¡He tenido que vender casi todas mis posesiones y apenas tengo dinero para comprarme comida o ropa! ¡No tenía elección! ¡Casi ganaba más cuando estaba pidiendo en la calle antes de aceptar ese maldito trabajo! ¡NO TENÍA ELECCIÓN! —repitió, desesperado. Ella apretó los dientes —. Por favor... de verdad... puedo... puedo pagaros... pero no me llevéis ante aquel hombre de nuevo...

Doro-san... —murmuró, cansada, y volvió a acercarse —. Lo siento mucho, personalmente, debe ser realmente duro —concedió ella —. Pero no deja de ser nuestro trabajo llevarte con Tsuwamono-san, si te dejamos escapar con el dinero, lo que estará en juego será nuestro modo de vida —explicó ella, intentando sonar comprensiva —. Si aceptamos tu dinero, ¿qué haremos cuando se nos acabe? No, ¿y el honor? Quizás deberías replantearte buscar otro lugar donde vivir, hay más trabajos, pero ahora mismo tenemos que ir con Tono, lo siento, quieras o no.

Es lo que había, ella no podía hacer nada más.
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#84
El hombre se dejó llevar por la cólera, apartándose de Eri y obstaculizando aún más nuestra misión e intentando dar pena. No era muy creíble cuando decía que quería más dinero, asín, a quemarropa. Vive al lado del mar, donde nunca escasea el buen trabajo de marinero, pescador o prostituto para marineros y pescadores. Pero el señor es guardia de un museo, te quedas de pie con mala cara y ya, pobrecito.

Eri se apiadó de su alma, yo fruncí el ceño y Stuffy gruñó, claramente molesto con que el hombre no se dejase agarrar por la kunoichi.

Mire, señor Doro, no me importa nada lo que me cuenta. No soy banquero ni psicólogo ni siquiera voluntario para ir a ayudar a los pobres. Somos shinobis, usted ha cometido un crimen y tendrá que responder por ello. Puede hacerlo por las buenas o por las malas. Mi compañera le tratara bien, es un cacho de pan, pero mi perro es más de morder primero y preguntar después.

No me gustaba nada su actitud ni sus palabras, era mejor dejarlo todo en una animada charla sobre la justicia y el valor de no ser mordido por un can enfurecido y rabioso varias veces.
Nabi
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#85
—Doro-san... —murmuró la pelirroja, con tono cansado, al tiempo que volvía a acercarse al hombre. Y antes de que siguiera hablando, Doro supo bien lo que iba a decirle—. Lo siento mucho, personalmente, debe ser realmente duro. Pero no deja de ser nuestro trabajo llevarte con Tsuwamono-san, si te dejamos escapar con el dinero, lo que estará en juego será nuestro modo de vida. Si aceptamos tu dinero, ¿qué haremos cuando se nos acabe? No, ¿y el honor? Quizás deberías replantearte buscar otro lugar donde vivir, hay más trabajos, pero ahora mismo tenemos que ir con Tono, lo siento, quieras o no.

El guardia apretó los puños. La voz y las palabras de la muchacha pretendían sonar reconciliadoras, amables, pero aquella no dejaba de ser la lástima de la condena a la que le estaban subyugando. Volvió sus ojos hacia el otro chico, buscando su compasión...

—Mire, señor Doro, no me importa nada lo que me cuenta —replicó él, sin embargo—. No soy banquero ni psicólogo ni siquiera voluntario para ir a ayudar a los pobres. Somos shinobis, usted ha cometido un crimen y tendrá que responder por ello. Puede hacerlo por las buenas o por las malas. Mi compañera le tratara bien, es un cacho de pan, pero mi perro es más de morder primero y preguntar después.

Ya estaba. Con aquello se acababa todo.

Doro hundió los hombros, profundamente abatido. Pero entonces reparó en lo cerca que estaba Eri de él. En un último acto de desesperación, Doro se revolvió, tomó a la muchacha rodeando su cintura y sus brazos y con su mano libre apoyó una desgastada navaja que había sacado de uno de los bolsillos de su chaqueta contra su cuello.

—¡No me habéis dejado alternativa! —chilló, con los ojos anegados de lágrimas—. Ahora... que nadie se mueva. Un sólo movimiento sospechoso... y la chica lo pagará con su vida. Y tú —añadió, dirigiéndose a Eri directamente—. Dame la bolsa con el dinero.
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#86
Ese hombre no había mostrado ni un indicio de querer cooperar, así que tanto Stuffy como yo estábamos al borde de darle una paliza y llevarlo a rastras hasta el museo. Y justo cuando Eri se acercó a él para consolarle se lanzó a por ella.

No nos hicieron falta más señales. Stuffy, que era el que más cerca estaba de los dos, se lanzó a por el brazo que sostenía la navaja, se lanzó a morder y a no soltar hasta nuevo aviso.

No estaba seguro de ganarle en fuerza, así que con una mano le intenté sujetar la mano con la que amenazaba a Eri mientras la otra la puse en el cuello de la kunoichi por si acaso llegaba a hacerle daño.

En ese panorama, o Doro soltaba a Eri, o soltaba la navaja, o Stuffy tarde o temprano le descuajaringaba el brazo. En cualquier caso, esa situación no se iba a resolver bien para él.
Nabi
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#87

Por mandato de Nabi y Eri, posteo ahora.



Pero lejos de obedecer las órdenes del soldado, el joven y su perro se lanzaron a la carga. Stuffy saltó sobre el brazo que sostenía la navaja, y Doro, con una exclamación de sorpresa, se agitó sobre sí mismo antes de que Nabi llegara hasta él y soltó a la muchacha en un intento por deshacerse del perro.

Sin embargo, en su desesperado movimiento, el metálico filo del arma había recorrido el cuello de la kunoichi, que inevitablemente caería al suelo, inconsciente junto a la bolsa del dinero...

No era una herida demasiado profunda, así que con suerte no habría afectado de manera irreparable a su carótida, pero sangraba en abundancia. Estaba claro que, si no recibía atención médica pronto, su vida podría peligrar...

—¡Me...! ¡ME HABÉIS OBLIGADO A HACERLO! —aulló Doro, ido de sí y con el pánico reflejado en su rostro.

Y ni siquiera se preocupó por el dinero. Simplemente salió corriendo como alma que lleva el diablo. Corría y corría a lo largo del paseo marítimo para escapar de los dos ninjas y, seguramente, buscar escondite en los oscuros callejones de la ciudad.

¿Pero qué haría Nabi ahora?
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#88
No fui lo bastante rápido, ese fue el resumen del escenario que aconteció en aquella terrible noche. Para cuando pude hacer algo Eri estaba en el suelo con un corte en el cuello, me acerqué a ella pero yo no tenía ni puta idea de medicina. Arranqué un trozo de mi camiseta y se la envolví en el cuello atándosela para que hiciera una leve presión en la herida, lo justo para que se mantuviese pegada pero ni cerca de poder ahogarla.

Te dejo Doro a ti.

Stuffy no necesitó una segunda señal para salir a toda prisa tras el hombre, esperaba que él fuese más compasivo que yo, porque si por mi fuese, bueno, no hace falta entrar en detalles. Stuffy estaba bien adiestrado, sabía perfectamente que matar era algo tremendamente innecesario, igual que sabía que hay gente que no necesita tener piernas. Si la cosa se ponía fea, al menos no le dejaría tranquilo, ladrando detrás suya todo el rato solo era cuestión de tiempo que yo mismo u otro guardia le encontrase.

Cogí en brazos a Eri con sumo cuidado por no agravar su estado y fui directo a la muchedumbre, con la de gente que había, solo por probabilidad, tendría que haber un médico. En cuanto llegase a la calle principal empezaría a pedir ayuda.

¡¡¡UN MÉDICO!!! Necesito un médico, ¡ya!
Nabi
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#89
Nabi pasó rápidamente a la acción. Como un improvisado torniquete, se arrancó parte de su camiseta y la anudó en torno al cuello de su malherida compañera. Con aquello lograría frenar la hemorragia, pero también sabía que si no hacía nada más, la vida de Eri correría grave peligro. Con aquellos pensamientos en mente, la tomó en brazos (afortunadamente, la Uzumaki no pesaba demasiado y el Inuzuka era lo suficientemente fuerte como para cargar con ella) y abandonó el puerto con el fin de adentrarse de nuevo en aquella gran avenida atestada de gente.

—¡¡¡UN MÉDICO!!! Necesito un médico, ¡ya!

Los gritos alertaron a la multitud, y prácticamente todas las personas se volvieron hacia él al unísono. Sin embargo, la visión de la muchacha inconsciente y cubierta de sangre despertó una obvia reacción. Los gritos comenzaron a dispersarse por doquier, contagiándose de unos a otros como si de un virus mortal se tratara, y pronto una auténtica estampida de pollos sin cabeza corría de aquí para allá sin ningún tipo de orden ni sentido.



. . .



Doro corría a toda velocidad perseguido de forma incesante por Stuffy. El can, pese a su pequeño tamaño, demostraba una tenacidad casi envidiable, siguiendo los tobillos del desesperado guardia, que trataba de huir entre agobiados grititos.

—¡DÉJAME, MALDITO CHUCHO! ¡AH!

Que le alcanzara era cuestión de segundos. Stuffy corría más rápido que Doro, el caso era que lo hiciera antes de que el exguardia se perdiera en la multitud que ahora corría en todas direcciones en la gran avenida, a unos pocos metros más adelante.

¿Cómo actuaría el animal?



. . .



—¡¿Qué ha ocurrido?!

Un hombre había aparecido junto a Nabi. Debía de rondar la treintena y tenía el cabello corto y de color oscuro. Con gesto evaluador, se había inclinado sobre Eri, con sus ojos oscuros inspeccionándola.
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#90
La confianza que tenía en los civiles y en los tumultos en general, no hacía más que disminuir con el transcurso de la misión. Pues no se ponen a correr y chillar como borregos, asín de buenas. Por suerte, pasado un tiempo en el que me planteé muy seriamente matar a aquellos idiotas que eran incapaz de encontrar un médico entre ellos, apareció un hombre.

No presté mucha atención a su aspecto, más bien a sus manos, no fuera a ser que llevase más armas. Sin embargo, mis opciones eran cercanas a ninguna.

Tiene un corte en el cuello, ¿puedes hacer algo?

Preferí no extenderme demasiado en la explicación para no perder más tiempo.

Mientras tanto, en Stuffylandia...

El can estaba a punto de alcanzar a Doro, que corría hacia una muchedumbre que debería arrollarlo, pero seguramente no lo hiciese y lo acogiese perfectamente en su vorágine de histeria. A sabiendas de que tenía que actuar con rapidez y no perder el rastro de Doro por segunda vez, Stuffy usó su técnica más mortífera. Intentó mearse sobre él tanto como pudiese antes de que llegase a la muchedumbre, era eso o nada.

En cualquier caso, el perro shinobi intentaría seguirle y ladrarle tanto como le fuera posible, y si la situación era favorable, atacarle las piernas.
Nabi
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