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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#91
Yyyyyupsie. ¡Perdón! —Daruu se acercó a la barra y tomó asiento al lado de Ayame—. Es que estábamos fuera y escuchamos un cristal rompiéndose. Teníamos miedo de que estuvieras en peligro.

¿En peli...? ¡Oh, no, Amedama-san, es sólo un malentendido! La joven preguntó sobre un asunto comprometido y se me cayó el v-vaso. Debo suponer que váis en equipo, no? ¿Tú tambien, Aotsuki-san?

Sí. De hecho, Ayame es mi hermana —declaró el Hielo, y tomó asiento al otro lado de Ayame—. ¿Puedes ponernos dos zumos más, por favor?

¿Zumos? Yo qui...

Zumos.

Daruu apretó los dientes y se dio cuenta de por qué Kori hacía aquello. Miró a Ayame de reojo, y enseguida apartó la mirada de ella. Sus ojos repararon en la medalla con los dos kunai dorados que reposaba encima de la mesa.

Y, ¿se puede saber cual fue la pregunta peliaguda que te hizo Ayame, Kirishima-san? Estamos...

...investigando la muerte de Taichi Yamato y de Moiichi Danko. Lo sé.

Un momento, no —tajó Kori, con cortesía—. Takahashi y Goruden eran sus apelli...

No sé cómo se harían llamar ahora. Pero no eran quien decían ser. Y pensar que esos dos locos volverían a Amegakure, ¡pero qué osadía! Delante de sus mismas narices...

Daruu, impaciente, empezó a temer que el afable Kirishima-san, dueño de Los kunai cruzados, hubiese tenido algo que ver en todo aquél embrollo. De modo que atajó:

Por favor, Kirishima. Al grano. ¿Has tenido algo que ver?

Yo no. Pero sí que sé quién debe de ser el asesino. Ahora, por favor, dejadme empezar desde el principio... —El hombre se agachó y rebuscó algo en el armarete de detrás de la barra.

Daruu se dio cuenta de que Kori se tensó por el rápido descenso de la temperatura del local. ¿Y si... y si estaba buscando algún tipo de arma para atacarles?

Finalmente, Kirishima se reincorporó y depositó una chapa dorada idéntica a las otras dos que tenían ellos. Daruu, instintivamente, rebuscó en su portaobjetos y la colocó al lado de las otras dos. Kirishima soltó una débil y triste risilla.

»Otra vez con vosotros, cabrones —dijo—. En fin. No me queda más remedio que desvelaros la historia del nombre de este sitio.

»La historia de Los kunai cruzados.




· · ·



Ninguno de vosotros tres había nacido cuando yo ya era un pequeño delincuente —dijo, con un brillo de... ¿añoranza? en los ojos—. Por aquél entonces, hurtaba carteras en las calles de la aldea. Aunque debía hacerlo condenadamente bien, si aquellos dos se fijaron en mí.

[color=cornflowerblue]»Hablo de ellos, claro.
—Señaló con los dedos índices y corazón de una mano a las dos medallas doradas que no le pertenecían—. Yamato y Danko. O como decís que se llamaban ahora, Takahashi y Goruden, ¿no?

»Eran ladrones de bancos y joyerías, allanadores de ricos. Profesionales, a la cabeza del arte de la sustracción discreta. Junto a ellos, aprendí y mejoré mucho. Había otro chaval conmigo. Un chico de pelo negro, alto. Se llamaba Nobuki Notsu. Era igual o más bueno que yo en aquello, y tenía el doble de ambición.

»El día en el que nos entregaron la chapa dorada, el grupo de ladrones conocido como Los kunai cruzados ya se había ganado un renombre. Siempre recordaré ese día, el día de la traición de Yamato y Danko. Qué estúpidos fuimos... Veréis, el plan era atracar un banco, el más grande de Amegakure. Pero nuestros maestros ya estaban forrados de dinero. El dinero del banco no les interesaba. Lo que querían eran dos buenos chivos expiatorios. Se habían ganado nuestra confianza durante unos largos seis meses, y nos prepararon una encerrona con aquél golpe.

»Ese día, Notsu y yo descubrimos la verdad sobre esta medalla. Los kunai cruzados... siempre fueron solo dos. Estaba claro.

»Fue un caso bastante sonado, pero es normal que no lo conozcáis. Por entonces hubo mucho revuelo. La broma nos salió cara: quince largos años en la carcel.

»Con treinta años y un cargo bastante grande de conciencia, decidí ganarme la vida honradamente y acabé fundando este negocio. Lo del nombre fue un pequeño homenaje a mi yo del pasado... y un poco de justicia poética. Si podía ganar unas perras a costa de aquellos cabrones... ¡ja, ja, ja!

»Pero Notsu nunca lo superó. Le ofrecí montar esto con él, precisamente en este lugar, la antigua guarida de aquellos cabrones. Le ofrecí convertirnos en un tipo de kunai cruzados diferente. Los otros dos kunai. Aunque con reservas, al principio aceptó, pero cuando estábamos limpiando el sitio y transformándolo en esto que véis, encontramos un diario. El diario de Danko. Además de confirmar nuestras sospechas sobre nuestros antiguos compañeros, descubrimos que partieron hacia el este, hacia el País del Bosque, con todo el dinero. Le insistí mucho, pero Notsu... cegado por la venganza, decidió marcharse. Buscarlos. Acabar con ellos.

»Supongo que los cabrones se ocultaron durante un tiempo y luego decidieron volver a Amegakure, quien sabe si arrepentidos o no. Quizás hicieron como yo, y refundaron sus vidas. Pero como comprenderéis, no puedo sentir pena por su muerte. Sólo miedo.

»Yo no le hice nunca nada a Notsu. Pero... pasé página. Y creo que nunca estuvo contento con ello. Cuando me negué a acompañarle en su funesto plan, me llevé un buen puñetazo en la cara.

»Sólo quiero vivir esta segunda vida muchos años más. De verdad. Espero que no se entere que os he dicho nada, si no, entonces sí que la he cagado pero bien. Estoy seguro de que es él. Tiene que ser él.
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#92
—Yyyyyupsie. ¡Perdón! —escuchó decir a Daruu, que no tardó en acercarse a la barra y tomar asiento junto a ella. Pero Ayame, lejos de recibirle, se sentó en el borde de su banqueta, se cruzó de brazos y miró hacia otro lado con un mohín de rechazo—. Es que estábamos fuera y escuchamos un cristal rompiéndose. Teníamos miedo de que estuvieras en peligro.

—¿En peli...? ¡Oh, no, Amedama-san, es sólo un malentendido! —exclamó Kirishima—. La joven preguntó sobre un asunto comprometido y se me cayó el v-vaso. Debo suponer que váis en equipo, no? ¿Tú tambien, Aotsuki-san?

—Sí. De hecho, Ayame es mi hermana —declaró Kōri, sentándose al otro lado de Ayame—. ¿Puedes ponernos dos zumos más, por favor?

—¿Zumos? —protestó Daruu, y Ayame torció el gesto peligrosamente al oírlo—. Yo qui...

—Zumos —insistió el Jōnin.

—Y, ¿se puede saber cual fue la pregunta peliaguda que te hizo Ayame, Kirishima-san? —preguntó Daruu al cabo de varios segundos de tenso silencio—. Estamos...

—...investigando la muerte de Taichi Yamato y de Moiichi Danko. Lo sé.

Ayame alzó la mirada, sobresaltada. ¡Aquellos no eran los nombres por los que le había preguntado! Y no fue la única de darse cuenta de aquel detalle, pues su hermano y sensei se adelantó.

—Un momento, no. Takahashi y Goruden eran sus apelli...

—No sé cómo se harían llamar ahora —le cortó Takahashi—. Pero no eran quien decían ser. Y pensar que esos dos locos volverían a Amegakure, ¡pero qué osadía! Delante de sus mismas narices...

—Por favor, Kirishima. Al grano. ¿Has tenido algo que ver? —le preguntó Daruu, impaciente.

—Yo no. Pero sí que sé quién debe de ser el asesino. Ahora, por favor, dejadme empezar desde el principio...

Kirishima se agachó por detrás de la barra, y Ayame, curiosa, no pudo evitar estirar el cuello para echar un vistazo. Aunque se estremeció cuando sintió que el aire enfriarse de forma súbita a su alrededor. Kōri, siempre alerta ante cualquier mínima señal, se había puesto en tensión. Pero el tabernero simplemente depositó otra medalla idéntica de los Kunai Cruzados sobre la barra.

—Otra vez con vosotros, cabrones —dijo, con una risilla cargada de tristeza—. En fin. No me queda más remedio que desvelaros la historia del nombre de este sitio. La historia de Los kunai cruzados.

Y la historia comenzó. El amable y hospitalario tabernero había resultado ser un delincuente en sus años más jóvenes. Un ladronzuelo de calles que terminó llamando la atención de los ya mencionados Taichi Yamato y Moiichi Danko, los que se habían presentado ante sus ojos como Takahashi (el dueño del local de fideos) y Goruden (la joyera), ambos, irónicamente, ladrones de bancos y joyerías. Aquellos tres y Nobuki Notsu, amigo de Takahashi, comenzaron a trabajar juntos en el sutil arte de la sustracción bajo el nombre del grupo: Los Kunai Cruzados. Sin embargo, en un grupo de ladrones, donde el monstruo de la avaricia desgarraba las entrañas de cada uno de sus miembros, no podía faltar la traición. El grupo de los Kunai Cruzados en realidad siempre había sido un grupo de dos, y los dos novatos sirvieron como chivos expiatorios durante el intento de saqueo al banco más grande de Amegakure. Quince años de condena sirvieron como castigo para los dos Kunai traicionados. Después de aquel tiempo, Kirishima quiso rehacer su vida y fundó el negocio de la taberna. Sin embargo, Notsu no iba a quedarse de brazos cruzados y perdonar aquella afrenta sin más. Corrompido por la sed de venganza, emprendió un viaje hacia el País del Bosque para buscar la justicia sobre sus dos excompañeros de crímenes, que habían huido hacia allá con todo el dinero recaudado. Y Notsu debía de haber encontrado su sed de venganza resuelta de vuelta en Amegakure, cuando ambos habían regresado a retomar sus vidas. Ahora sólo quedaba un Kunai Cruzado más, y estaba frente a ellos confesando todo aquello.

—Entonces está... perdón, estás en peligro, Takahashi-san —intervino Ayame, muy seria—. Si de verdad fue Notsu y si estaba tan enfadado contigo, es probable que intente volver para acabar de una vez por todas con todo. ¿Sabes dónde puede estar?
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#93
Takahashi negó con la cabeza. Tenía aspecto preocupado.

No, no tengo ni idea —dijo—. ¿A qué otro lugar podría ir? Esta era nuestra guarida, y que yo sepa Los kunai cruzados sacaron a ese chico de la calle, al igual que a mi. Si no intenta vengarse, seguro que acabará viniendo a hablar conmigo... y cuando lea en mis ojos el miedo y el rechazo ante sus actos, recibiré también su ira. —La voz se le quebró, y comenzó a llorar—. P-por favor, tenéis que a-acabar con él. Si no lo hacéis, cuando s-salga de la c-cárcel volverá a p-por mi. V-volverá p-para matarme. ¡Notsu ha guardado esos sentimientos todos estos años, tengo cincuenta y cinco años y por entonces sólo tenía catorce! ¡Estoy seguro de que podrá volver a guardarlos!

Por los crímenes que ha cometido, ese tal Notsu pasaría el resto de su vida bajo prisión, y más después de conocer tu historia. Tienes mi compromiso, Takahashi-san. No volverá a molestarte. Si hace falta, intercederé por ti.

¿S-sí? ¿S-seguro?

Puedes contar con nosotros, Takahashi-san. ¡Le detendremos y no volverás a verle en tu vida! —intervino Daruu.
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#94
—No, no tengo ni idea —negó Takahashi, visiblemente preocupado—. ¿A qué otro lugar podría ir? Esta era nuestra guarida, y que yo sepa Los kunai cruzados sacaron a ese chico de la calle, al igual que a mi. Si no intenta vengarse, seguro que acabará viniendo a hablar conmigo... y cuando lea en mis ojos el miedo y el rechazo ante sus actos, recibiré también su ira. —La voz se le quebró, y comenzó a llorar—. P-por favor, tenéis que a-acabar con él. Si no lo hacéis, cuando s-salga de la c-cárcel volverá a p-por mi. V-volverá p-para matarme. ¡Notsu ha guardado esos sentimientos todos estos años, tengo cincuenta y cinco años y por entonces sólo tenía catorce! ¡Estoy seguro de que podrá volver a guardarlos!

—Por los crímenes que ha cometido, ese tal Notsu pasaría el resto de su vida bajo prisión, y más después de conocer tu historia —habló el jonin—. Tienes mi compromiso, Takahashi-san. No volverá a molestarte. Si hace falta, intercederé por ti.

—¿S-sí? ¿S-seguro?

—Puedes contar con nosotros, Takahashi-san. ¡Le detendremos y no volverás a verle en tu vida! —intervino Daruu.

—¿Pero dónde podemos empezar a buscar? —preguntó Ayame, insegura—. No tenemos ni una sola pista de su paradero, y no creo que sea buena idea dejar a Takahashi-san solo...
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#95
Daruu se cruzó de brazos, cruzó una pierna por detrás de la otra y meditó con la cabeza gacha. Sí. ¿Qué podían hacer?

No, porque si tuviera que ir a algún sitio, seguro que viene aquí... ¡Un momento, eso es! —exclamó. Takahashi dibujó una mueca de horror—. Escuchad, ¡deberíamos usar este sitio como cebo!

¿¡Qué!?

¡Oh, no, tranquilo! —rio Daruu, un breve instante, antes de adoptar un semblante serio—. Veréis, sólo tenemos que...


· · ·


Eran las cinco de la tarde. El reloj de la pared acababa de avisar. Takahashi-san secaba un vaso con una delicadeza medida al milímetro. La puerta de Los kunai cruzados se abrió, y las campanillas que había dispuestas encima del marco tintinearon, cristalinas.

Takahashi-kun. —Se trataba de un hombre de unos cincuenta años, con el pelo negro, corto. Las canas habían invadido sin cuartel los laterales de la cabeza mucho tiempo atrás. Sus ojos, negros como un pozo por la noche, recorrían inquietos el restaurante. Las mesas, las sillas, los dos jarrones negros a ambos lados de la entrada—. Hace tanto tiempo desde la última vez que nos vimos.

»¿Me recuerdas?
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#96
El reloj de la pared dio las cinco de la tarde. En la quietud de la estancia sólo quedaba ya Takahashi, que secaba con exquisita delicadeza un vaso con un paño. Fue entonces cuando ocurrió. Puntual como el mismo reloj de la pared, la puerta se abrió y las campanillas sobre el marco tintinearon anunciando la llegada del invitado. Un hombre adulto que rondaba los cincuenta años, con el pelo corto y ya nevado por el paso del tiempo pero que antaño fue tan oscuro como sus ojos.

—Takahashi-kun —habló, adentrándose en Los Kunai Cruzados, mientras miraba a su alrededor con cierto nerviosismo. Sus ojos recorrían el restaurante como si quisiera cerciorarse de que no había nadie más que ellos que las mesas, las sillas y los dos jarrones negros junto a la entrada—. Hace tanto tiempo desde la última vez que nos vimos. ¿Me recuerdas?

Y las manos de Takahashi se paralizaron en el acto en cuanto alzó la mirada hacia el recién llegado.

—¿Nobuki Notsu? —preguntó, con sus ojos grisáceos abiertos de par en par—. ¿Qué haces aquí?
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#97
Notsu rio, y se apoyó en la barra. Acarició con el dedo la madera y se miró la yema.

Sigues siendo tan limpio como siempre —dijo—. Este lugar está impoluto. Ojalá se pudiera decir lo mismo de nuestro pasado, ¿eh, amigo?

»Lo he hecho, Takahashi-kun. Lo he hecho. He encontrado a esos dos hijos de puta y he acabado con ellos. ¿Te puedes creer que estaban escondiéndose aquí mismo, en la propia villa? ¡Venga, no me jodas! —Notsu se desperezó en un bostezo—. ¿Sigues sirviendo esa hidromiel pluvial tuya? Vamos, ponte dos jarras y brindemos. Hoy es un buen día.
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#98
Notsu se rio mientras se apoyaba en la barra ante la atenta mirada de Kirishima. Despreocupado, arrastró la yema del dedo por la madera y luego se la miró.

—Sigues siendo tan limpio como siempre —comentó—. Este lugar está impoluto. Ojalá se pudiera decir lo mismo de nuestro pasado, ¿eh, amigo?

Él no respondió. Lentamente, dejó el vaso ya seco sobre la encimera, sin despegar los ojos de Notsu. Pasaron los segundos, cronometrados por el reloj de pared, y entonces...

—Lo he hecho, Takahashi-kun. Lo he hecho. He encontrado a esos dos hijos de puta y he acabado con ellos. ¿Te puedes creer que estaban escondiéndose aquí mismo, en la propia villa? ¡Venga, no me jodas! —confesó, desperezándose con un bostezo con total despreocupación, y los labios de Kirishima se fruncieron en una fina línea—. ¿Sigues sirviendo esa hidromiel pluvial tuya? Vamos, ponte dos jarras y brindemos. Hoy es un buen día.

Kirishima se quedó momentáneamente en silencio, con los hombros tensos y la mirada clavada en su viejo amigo. Después lanzó un largo suspiro.

—Sí... por supuesto... —respondió con lentitud, mientras se daba la vuelta para coger dos jarras y después se agachaba para abrir una nevera, tomar dos botellas etiquetadas y vaciarlas en las mismas jarras. El líquido anaranjado se precipitó hasta el fondo de los dos vasos y quedó allí, burbujeante, invitando a ser bebido. Sin embargo, Kirishima no tomó la suya aún—. No deberías haberlo hecho, Notsu. No deberías haberlo hecho.
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#99
Notsu clavó aquellos dos pozos negros en los ojos de Kirishima, casi atravesándole con ellos como si fueran dos cuchillos bien afilados.

¿Qué coño estás diciendo, Kirishima-kun? —dijo, casi en un susurro—. Nos jodieron la puta vida. Podríamos haber sido los mejores ladrones de todo el País de la Tormenta. Podríamos haber alcanzado la gloria. Podríamos ser ricos ahora mismo.

»¡¡ELLOS NOS QUITARON TODO!! —bramó, estampando las manazas contra la madera de la barra.
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Notsu clavó sus ojos de petróleo en los ojos nublados de Kirishima. Le atravesaba con la mirada, pero el tabernero aguantó estoico la arremetida.

—¿Qué coño estás diciendo, Kirishima-kun? —dijo, casi en un susurro—. Nos jodieron la puta vida. Podríamos haber sido los mejores ladrones de todo el País de la Tormenta. Podríamos haber alcanzado la gloria. Podríamos ser ricos ahora mismo. ¡¡ELLOS NOS QUITARON TODO!! —bramó, estampando ambas manos contra la madera de la barra.

Kirishima apenas se inmutó.

—No. Ellos nos engañaron y nos quitaron muchos años entre rejas, pero tú mismo te acabas de arrebatar todo lo que te quedaba al quitarles a ellos la vida —le espetó, inusualmente calmado—. Deberías haber rehecho tu vida. Abrir una taberna, un restaurante o una joyería. Adoptar un estilo de vida honrado, tal y como hicieron Yamato y Danko, o Takahashi y Goruden como se hacían llamar ahora...

»O... como hizo Kirishima.
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Notsu clavó la mirada en el escritorio. Los kunai cruzados estaba más frío de lo usual, tanto literal como metafóricamente. ¿Cómo podía siquiera aquél hijo de puta reprocharle aún que hubiera acabado con Yamato y Danko? ¿Con aquellos canallas?

Eres un puto cobarde, Kirishima —dijo, subiendo paulatinamente el tono de voz—. ¡¡Eres un puto cobarde de mierda!! ¡Y ahora hablas de ti en tercera persona! ¿¡También has cambiado de nombre!? ¿¡También has dejado de ser tú mismo!?

El asesino echó el brazo a sus espaldas y desenvainó un tantou, un cuchillo largo con el filo recto. El arma de los crímenes del Distrito Comercial. Lo clavó en la mesa, echándose hacia adelante.

»¡Siempre me has despreciado por intentar recuperar el honor que ellos nos robaron! ¡Eres una sabandija cobarde!
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—Eres un puto cobarde, Kirishima —respondió Notsu, con la mirada clavada en la madera y su tono de voz en ascendente—. ¡¡Eres un puto cobarde de mierda!! ¡Y ahora hablas de ti en tercera persona! ¿¡También has cambiado de nombre!? ¿¡También has dejado de ser tú mismo!?

Kirishima no respondió. Kirishima no reaccionó cuando el asesino desenvainó desde su espalda un tanto, presumiblemente el arma con el que había cometido los crímenes, y lo clavó sobre la mesa inclinándose hacia él.

—¡Siempre me has despreciado por intentar recuperar el honor que ellos nos robaron! ¡Eres una sabandija cobarde!

—No existe el honor para los ladrones y los asesinos, Notsu —dijo Kirishima, inclinándose aún más hacia el otro—. Tendrás tiempo para pensar sobre ello...

Una nube de humo envolvió súbitamente al tabernero y, tras ella, Kōri el albino hizo acto de aparición.

—En la cárcel.

A las espaldas de Notsu, una voz comenzó a tararear. Ayame, situada donde antes había habido un jarrón junto a la puerta, y con las manos entrelazadas en el sello del pájaro, entonaba una melodía sin letra. Una melodía lenta, suave, tan hermosa y dulce como la miel. Era su técnica definitiva de voz, la técnica de una sirena. Y su voz, como la de aquellas criaturas mitológicas que llevaban a su perdición a navegantes descuidados, embelesaría los oídos de Notsu, paralizándole en el sitio.

«¡No voy a permitir que ataques a mi hermano con eso!»


¤ Seidō: Ningyo no Uta
¤ Camino de la Voz: Canto de la Sirena
- Tipo: Apoyo (Genjutsu auditivo)
- Rango: A
- Requisitos: Genjutsu 40
- Gastos:
  • 30 CK (impide regeneración de chakra)
  • 15 CK por objetivo adicional (máximo 1 por cada 20 puntos en Genjutsu)
- Daños: -
- Efectos adicionales:
  • Embelesa el sentido auditivo del objetivo, dejándole parado en el sitio
  • (Genjutsu 60) El usuario puede potenciar el efecto de la técnica para incitar al objetivo a acercarse a ella
  • (Genjutsu 100) El usuario puede moverse mientras ejecuta la técnica (ver descripción)
- Sellos: Pájaro → Serpiente → Pájaro (mantenido)
- Velocidad: Muy Rápida
- Alcance y dimensiones: 8 metros a la redonda del usuario
La cuarta de las técnicas de voz de Ayame.

Con el sello del Pájaro mantenido, Ayame comienza a cantar. Su voz, empapada de su propio chakra, se extiende a su alrededor y a oídos del objetivo va adquiriendo una belleza y un magnetismo sin igual que, tras unos breves instantes, embelesa sus sentidos, dejándole parado en el sitio. Con un mayor dominio de las artes ilusorias, Ayame puede potenciar el efecto de la ilusión hasta el punto en el que esta crea una fuerte sugestión en su cerebro que le provoca el irresistible deseo de acercarse a ella.

Pese a todo, el canto sólo afectará a aquellos cuya Voluntad sea inferior a la Inteligencia de Ayame. Además, en caso de ser afectado, el objetivo saldrá de la ilusión en el momento en el que él o la realizadora de la técnica sufra cualquier daño (o pierda la concentración y deje de cantar en el caso de la última).

Esta técnica requiere de una gran concentración y crea una notable fatiga en sus cuerdas vocales, no podrá utilizarse hasta haber pasado como mínimo dos turnos y no podrá usarla si, por cualquier razón, se ha quedado afónica. En su versión más básica, Ayame será incapaz de moverse mientras la ejecuta. Sólo con un experto dominio de las artes ilusorias será capaz de hacerlo, y aún así lo hará muy lentamente con Inteligencia < 40; de forma lenta con Inteligencia entre 40 y 80, y con normalidad con Inteligencia > 80.

«¡Cuidaos de las sirenas! ¡Escucharlas será...!» — Conversación a bordo del último barco naufragado cerca de Coladragón.
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¡Mierda, maldito traidor, esa rat...! —exclamó Notsu, alarmado, y se dio la vuelta para huir, arrojando el taburete más cercano al suelo. Pero cuando apenas había dado un par de pasos, su destino se encontró con la voz de Ayame, que tarareó la melodía más dulce que sus oídos de delincuente habían escuchado nunca. Notsu quedó paralizado, embobado, con una mueca de sorpresa que se transformó poco a poco en embelesamiento. Sus ojos, vacíos, habían perdido toda consciencia.

El otro jarrón hizo puff y liberó una nube de humo blanco. Daruu, cruzado de brazos, se apoyó en la pared, observando a Ayame casi tan embelesado como Notsu.

El Hielo saltó por encima de la barra, y, tranquilamente, le colocó unas esposas al criminal, acabando con su pequeña incursión en Amegakure de una vez por todas.

...¿o no?

Cuando Ayame detuvo el Genjutsu y todos creían que todo había acabado, el hombre se revolvió a la par que se agachaba, derribando a Kori en el suelo con una zancadilla. Con una agilidad casi felina, se encaramó a la barra y blandió el cuchillo con sus propios dientes. Se abalanzó hacia Kori, pero lejos de atacarle a él, saltó por encima y se dirigió hacia los baños.

¡TIENES QUE ESTAR AHÍ, RATA TRAIDORA! ¡POR LO MENOS ME ASEGURARÉ DE MAT...!

Notsu no pudo pronunciar ni una sílaba más. Pues una espada atravesaba su corazón.

No matarás a nadie más, Notsu. —Daruu retiró el filo de su katana y formuló un sello manual, retrayendo el filo y la guarda al mitón de su antebrazo derecho. Deshizo también el sello del Carnero de la otra y empujó al asesino, que cayó de boca en el suelo.

Qué irónico... muero de la misma forma que ellos...

»Al final, soy un verdadero kunai cruzado.

No, no lo eres —dijo Daruu—. Esta taberna es la única digna de portar un nombre así. Y Kirishima-san.

Notsu exhaló el último hálito de su vida. Daruu apartó la vista, incómodo.
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Notsu se vio incapaz de oír, sugestionado por la melodiosa voz de Ayame que acariciaba sus oídos con ilusoria ternura. Una ternura, que los shinobi allí reunidos estaban muy lejos de sentir. Junto a ella, el otro jarrón se convirtió de nuevo en Daruu y Kōri saltó por encima de la barra, se acercó con parsimonia y sólo cuando las esposas se cerraron con un seco chasquido en torno a las muñecas del asesino, Ayame dejó de cantar y suspiró, retomando el aire, mientras se apoyaba en la pared. Era la primera vez que utilizaba aquella técnica desde que la había diseñado, si dejaba a un lado los ensayos para dominarla, pero Ayame conocía muy bien su poder. Y ahora lo había visto con sus propios ojos. Había visto la consciencia desvanecerse de la mente del forajido, su voluntad haciéndose añicos ante su sola voz.

La voz de una sirena que se había jurado defender a los suyos.

Pero cuando todo parecía acabado, la realidad les sacudió con crueldad.

Notsu se revolvió en cuanto recuperó la consciencia, se agachó y derribó al Jōnin con una zancadilla.

—¡¡Kōri!! —aulló Ayame.

Pero El Hielo no era el objetivo de Notsu. El criminal, con una agilidad felina, se encaramó a la barra, tomó el tanto con sus propios dientes y se dirigió a la puerta de los baños.

—¡TIENES QUE ESTAR AHÍ, RATA TRAIDORA! ¡POR LO MENOS ME ASEGURARÉ DE MAT...!

Pero Notsu nunca llegaría a saber si su antiguo amigo se encontraba de verdad allí dentro. Una sombra le había interceptado a tiempo, y ahora el frío acero atravesaba su corazón.

—No matarás a nadie más, Notsu —pronunció Daruu, retirando el filo de la katana, que se retrajo bajo el mitón de su antebrazo derecho.

—Qué irónico... muero de la misma forma que ellos... Al final, soy un verdadero kunai cruzado.

—No, no lo eres —dijo Daruu—. Esta taberna es la única digna de portar un nombre así. Y Kirishima-san.

Notsu expiró, y los dos genin apartaron la mirada de la muerte.

Una mano helada se cerró en torno al hombro del muchacho:

—No desviéis la mirada de una persona a la que le habéis quitado la vida. Es lo último que le debéis como shinobi —dijo Kōri.

«Es fácil decirlo...» Pensó Ayame, abrazándose el costado.

Una parte de ella se sentía terrible ante la idea de que realmente acababan de matar a una persona, pero la otra parte estaba aún más aterrorizada al descubrir aquel sentimiento de alivio al pensar que Notsu no volvería a asesinar a nadie más. ¿Estaba bien que se hubieran tomado la justicia por su propia mano de aquella manera?
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Daruu cerró los ojos, inspiró profundamente, y bajó la vista.

Ya... —contestó. «No es tan fácil, sensei...». Incluso en aquel mundo falso y terrible de Shiruba, Daruu se había forzado a no mirar. Ja. Forzado a no mirar. Ahora comprendía que era al revés. Que para lo que tenía que forzarse era para hacerlo—. Está bien. —Abrió los ojos. Notsu yacía muerto. Rio por lo bajo. «Es curioso, a las víctimas no nos costaba mirarlas. ¿Por qué a este sí? Quizás porque estaba vivo hace apenas unos segundos.»

»¡Kirishima-san! Ya puedes salir.

Kirishima asomó la cabeza tímidamente desde el aseo. Ahogó un grito y se tapó la boca con la mano.

Dios santo... no ha cambiado... nada. —A la par horrorizado y tranquilizado, salió de ahí y volvió a la sala principal, esquivando el cuerpo de Notsu. Daruu se volteó hacia él, se acercó y le puso la mano en un hombro.

¿Estás bien?

Es sólo que... me cuesta hacerme a la idea de que todo esto está pasando. Hacía años que no sabía nada de ninguno de los tres. ¡Había rehecho mi vida! Y ahora el pasado vuelve para torturarme.

Pero ya ha acabado. Eres libre de ese yugo ahora.

Y no sabes la paz que siento por ello.

Daruu se dirigió hacia Kori y hacia Ayame.

¿Qué hacemos con el cadáver?
[Imagen: K02XwLh.png]

No hay marcas de sangre registradas.
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