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28/06/2019, 05:40
(Última modificación: 28/06/2019, 05:42 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
El jovencito abrió los ojos lo más que pudo, ahora sí dejando ver un atisbo de color verde igual al los del Inuzuka. Se ajustó su sombrero y se levantó para luego sacudirse el polvo de los pantalones. Probablemente tuviese un par de años menos que el genin de la hierba, siendo además levemente más bajo y algo escuálido pese a trabajar con cargas pesadas. Observaba con detenimiento a Etsu, cómo si quisiera adivinar sus intenciones pese a que ya le había repetido dos veces que sólo quería ayudar.
—Dijiste que eres nuevo, ¿cómo te llamas?— quiso interrogarle. —Yo soy... Bueno, llámame sólo Koke— Se limitó a decir, omitiendo el apellido. —Debo llevar esta madera con mi abuelo, aunque luego no sé si me dará tiempo libre. Tendrás que esperar a que termine toda mi ronda para poder enseñarte el pueblo. ¿Qué te trae por aquí al asentamiento?— Comentaba mientras se encaminaba. —Este sitio ni siquiera tiene nombre, simplemente, un grupo de familias se estableció aquí hace algunos años y aquí estamos como podemos.
Caminarían nuevamente hasta regresar a la zona pastoril con animales y demás. De entre todas las casuchas, una destacaba por echar un poco de humo desde la improvisada chimenea.
—Es aquí— Corrió la cortina de tela gastada que servía de improvisada puerta. —¡Abuelo traje la leña!
Adentro, todo estaba desordenado. Jarras y tinajas, platos y tazas. Pinturas de colorines, además de un gran montón de arcilla y barro por doquier. Al fondo, un anciano batallaba por mantener vivo el fuego de un horno, incluso soplando en vano con la boca.
—Ya era hor... ¡Hey! ¿De dónde ha salido este?— Se volteó rápidamente y señaló a Etsu.
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Era imposible disimularlo. El chico, pese a haber escuchado dos veces la razón del Inuzuka por ayudarlo, aún desconfiaba. Seguramente no acostumbraba a que una persona le ayudase porque sí. Normalmente en aldeas tan pequeñas, la gente tiende a echarse una mano, a convivir como hermanos, a dar un hombro sobre el que apoyarse pues otro día podría ser él el necesitado. Pero ésta era distinta, la gente parecía estar enferma de alma y espíritu. Si bien no había sido cosa de ellos mismos, como personas, Los Cuatro habían hecho bien su trabajo, haciendo que desconfiasen hasta de ellos mismos.
El joven preguntó el nombre al Inuzuka, y antes de que éste pudiese responder, adelantó el propio. El chico se llamaba Koke, y parecía carecer de apellido, o bien no quería soltarlo así como así.
—Mi nombre es Yonome Kito, pero puedes llamarme Kito a secas. Encantado, Koke.
Conforme andaban, Koke anunció el destino del conunto de ramas y leña, se dirigía a casa de su abuelo. Pero no fue la única noticia, el chico también dejó caer que seguramente tuviese que terminar la ronda completa, y por tanto tendría que esperar un poco para que le pudiese enseñar el pueblo. Curioso tanto o más que Etsu, el chico preguntó qué le traía por ese asentamiento. De pronto, surgió un dato interesante, el lugar era tan pequeño —un asentamiento— que ni siquiera tenía nombre.
¿De verdad un grupo de personas llega a un lugar y hace por vivir en él y no lo bautiza con un nombre? Quizás el mal estaba hecho desde antes de que llegasen Los Cuatro.
—Mi aldea terminó desplazándose a la capital por falta de trabajo. Mi familia tenía bastante dinero, pero si todos se iban... terminaríamos en la quiebra en una aldea deshabitada. Así que mis padres decidieron ir a la capital también, pero yo... prefería tomar mi propio camino. Al cabo de unos días conocí a un hombre de aquí, y decidimos trabajar juntos. Ese sería un buen resumen... jajajaa.
Pasaron por la zona de animales y bichos, obviamente era una coexistencia imposible de separar. Terminaron frente a una casa claramente deteriorada, por cuya chimenea —por llamarla de algún modo— salía una polvareda impresionante. El chico avanzó tras anunciar que habían llegado, y apartó la cortina que hacía de puerta para adentrarse en el habitáculo. Alzó la voz para informar a su abuelo de que había traído la leña, y éste pareció quejarse de cuanto había tardado. Pero no llegó a terminar, pues ver al Inuzuka entrar le dejó casi sin palabras. Sin demora, señaló al genin y preguntó que de donde había salido.
Aun cargado con la leña, el Inuzuka sonrió tímidamente —soy Yonome Kito, y he llegado hace poco al asentamiento. Pensé que echando una mano a la gente de por aquí conocería antes y mejor la zona... lo siento mucho si molesto.
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30/06/2019, 17:07
(Última modificación: 30/06/2019, 17:10 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
Era un viejo de pelo corto rizado, con barba y bigote bien marcado. Vestía una gabacha de trabajo llena de manchas de tanto de pintura cómo de humo de carbón. El anciano mostraba una cara de incredulidad, aunque luego empezó a intentar contener cierta risa mientras el Inuzuka continuaba con su explicación. Al final, terminó por soltar una gran carcajada.
—¡JAJAJAJAJAJAJ!— soltó a todo pulmón. —¿Yo no me quito? Tus papás se pasaron de chistosos JAJAJAJAJA— continuó con su risotada.
Koke por su lado se quitó el sombrero y se lo llevó al pecho, apenado y con la cara totalmente enrojecida por los comentarios del mayor. Básicamente el mostraba la vergüenza de la que carecía el viejo.
—Ay, ay. Lo siento. Pero, ¿de verdad te llamas así?
—¡Abuelo!
—Ya va, ya va. Yo soy, bueno... llámame sólo Kankurui— al igual que el nieto, omitió el apellido. —Bueno, no te preocupes, aunque aquí es mejor que cada quién vele por su lado— la desconfianza afloró nuevamente. —Y tú Koke, que no se te haga costumbre que hagan tu trabajo por tí. Anda, ven a ayudarme a pintar las jarras terminadas.
—Este...— Alzó el sombrero y se cubrió la parte inferior del rostro con él. —¿Puede ser luego? Prometí a Kito enseñarle el pueblo.
—Joder niño, ¿cómo haces planes sin tener tiempo? Bah, por esta vez puedes ir. Igual, alguien tiene que guiarlo para aclimatarse—. De pronto la mirada del hombre se volvió filosa y sombría. —Vuelve antes de las tres, no te quiero vagando.
El muchacho asintió y se dio la vuelta, además de sacudir la mano indicándole a Etsu que el siguiese fuera de la casa. Una vez fuera, serían libres para pasear libremente, al menos durante un tiempo.
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El anciano parecía no creer una sola palabra de lo que el chico decía. Por mas que el genin lo trató, siempre afloraba que no se le daba del todo bien conversar con personas. Al menos, poniendo énfasis y nombres para nada comunes, esperaba sacar la situación adelante. Casi se da por vencido, pero fue precisamente en ese instante que el susodicho anciano terminó explotando en una profunda carcajada. El Inuzua, confuso, tan solo pudo sostener una cordial sonrisa, una sonrisa que para nada parecía ser sincera...
¿Pero qué esperar?
No entendía lo que sucedía, hasta que el viejo se pronunció. El nombre de Yonome Kito, dicho de distinta manera podía traducirse o tergiversarse a Yo no me quito, y con esa misma información en el aire, el Inuzuka no pudo si no enrojecer cual ojo de Uchiha. Etsu acabó riendo un poco avergonzado, con una de sus manos frotando su nuca.
—Jajajajaja... si-si... supongo que dicho así, suena a que fueron bastante bromistas...
El anciano insistió, volviendo a preguntar si de veras se llamaba así. Etsu asintió, en lo cuál el chico terminó por quitarse el sombrero e inquerir a su abuelo que dejase de lado ya esa absurda broma.
El anciano rectificó su conducta, y dijo también su nombre. Solo su nombre, tal y como había pasado con la presentación del pequeño, éste también omitió su apellido. Concluyó con una pizca mas de desconfianza en sus palabras, aderezadas con un pequeño sermón al menor. No quería que se acostumbrar a que hicieran el trabajo por él, y con las mismas le pidió que se le uniera para pintar las jarras que estaba elaborando y terminando.
El chico se puso de nuevo el gorro, y tuvo que hacer un inciso. Sabiendo que se arriesgaba, preguntó al anciano si podía ser mas tarde, pues ahora tenía el compromiso de devolver el favor a Kito. El anciano se enfureció levemente, pero terminó por aceptar la petición del chico. Eso sí, remarcó que se diese prisa, que no le quería ver vagueando todo el día. Entre sus palabras, el anciano le dedicó una filosa mirada al nuevo, en lo que iba mencionando sobre aclimatarse al lugar.
«¿Éste hombre también?»
El Inuzuka hizo una leve reverencia —muchas gracias, Kankurui.
Koke sacudió la mano señalando afuera, y con ello salió Etsu de la estancia, seguido por el pequeño. Una vez fuera, eran libres. Ahora solo quedaban dos preguntas... ¿donde debían ir, y qué sabían este par sobre el asunto de los timadores?
—Bueno, señor guía... ¿qué vemos primero? —preguntó con una sonrisa.
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—¿¡Eh!? Bueno, este...— El muchacho, pese haber aceptado la propuesta, no parecía del todo convencido. —No sé realmente cómo ser un buen guía, pero, creo que puedo mostrarte los lugares de interés al menos, si es que tienen algo de interesante...— bromeó tímidamente.
El muchacho estaba más perdido que el hijo de la llorona, tanto que ni siquiera sabía a dónde ir para empezar por el recorrido. Dio vueltas sobre sí, hasta que finalmente suspiró y echó a andar. Por suerte buena o mala, lo primero que hizo fue dirigirse nuevamente a la pequeña e improvisada plazuela con puestos de venta que Etsu y Akane ya habían visitado con anterioridad.
—Este es el mercadillo, acá suelen vender productos aquellos que no pueden producir lo suficiente para comerciar fuera. Los compradores suelen ser los que exportan fuera y si pueden traer algo de dinero. No todos vienen acá a comprar o vender siquiera, ya que algunos lugareños optan por subsistir produciendo únicamente para ellos mismos y sus familias— Comentó.
Luego de ello el muchacho reemprendió la marcha, esta vez dirigiéndose al norte dónde no era necesario caminar demasiado para observar un bosque que delimitaba la zona. Sin embargo antes de llegar era posible apreciar un abrevadero donde un par de caballos y mulas se daban un pequeño descanso. Al lado, una casita que si bien era tan pequeña cómo las demás, estaba rodeada de distintas plantas sembradas a su alrededor, tanto que incluso la terraza tenía hojas extrañas colgando.
—Esta es la casa del yerbatero. No es un médico como tal, pero por lo menos hace lo posible por aliviar nuestros males— Rió un poco. —Acá también viene la gente a dejar sus animales. Cómo somos un pueblo pequeño y estamos en confianza difícilmente alguien querría robar alguno— De todas formas, los animales lucían bastante flacos y maltrechos para que valiese la pena tomarlos por la fuerza. —Últimamente se han quedado aquí la mayoría, debido a que no pueden cruzar la pasarela con las cargas.
Finalmente, el muchacho caminó de regreso a la zona de las casas, yendo hasta la única que estaba construía con ladrillos respecto a las otras de madera, además de tener vidrios.
—Y esta es la casa del patriarca. No es que acá tengamos un parentesco de sangre ni nada cómo un clan, pero somos una pequeña familia. Él ha tomado las riendas porque, bueno, ¿alguien tenía que tomarlas no? No hay autoridad acá cómo tal, pero es el que al menos intenta que las cosas marchen bien— sonrió. —De ahí cada quién acá tiene su oficio, pero presentarte a todo mundo uno por uno puede ser problemático— Rió.
Mantuvo silencio un rato, analizando al Inuzuka.
—Por cierto, ahora caigo en cuenta. Dijiste que vienes a trabajar con alguien de por aquí, ¿quién es? Seguramente lo conozcamos, sería raro que no— preguntó con inocencia.
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Koke titubeó, sin saber muy bien por donde comenzar su tour. De hecho, dio sobre sí mismo varias vueltas. Se podría decir que estaba más perdido que un francés en la fiesta del baguette. Pero al cabo de unos segundos de incertidumbre, el chico tomó camino tras aclarar que pese a no ser buen guía, al menos podría enseñarle los sitios de mayor interés.
—Me parece genial.
Conforme avanzaban, terminaron topando con el mercadillo donde anteriormente el Inuzuka había comprado el trozo de carne. El joven aclaró que ese era el mercado donde los que tenían material insuficiente para exportar, vendían lo poco que tenían para subsistir. Básicamente se trataba de un mercadillo donde se deshacían de la mercancía los que no podían viajar, y donde por otro lado, los que iban a hacerlo podrían sacar algo más soltando unas escasas monedas. Al menos eso entendió el chico.
Pero de nuevo un dato quedaba claro; habían aldeanos que preferían producir solo para subsistir ellos y sus familias, y por tanto al resto que le diesen por el mismísimo...
El egoísmo parecía una ley marcial.
—¡Oh! entiendo... —aclaró ante la aclaración de Koke.
Mas tarde, continuaron la marcha por otro breve lapso de tiempo. El pueblo, o mejor dicho asentamiento, no era la gran cosa. Apenas unos minutos andando, y podías atravesarlo de lado a lado. Así pues, los chicos llegaron hasta una casa de lo más singular. Ésta, pese a parecer tan pequeña como el resto, tenía una gran cantidad de hierbas y plantas de todo tipo a su alrededor. Al lado, parecía haber una especie de abrevadero, en el cuál aguardaban unos cuantos animales. Escuálidos animales, cabe destacar.
Koke declaró que se trataba de la casa del yerbatero, una especie de médico de poca monta, que al menos podía aliviar un poco las dolencias. El chico también mencionó que también era el lugar donde dejaban a los caballos, y con un tono singular dijo que como había confianza todos se fiaban de que nadie los robaría. Así mismo, también dejó caer que últimamente todos quedaban ahí, pues no podían pasar las cargas por las pasarelas.
El Inuzuka se llevó la diestra al mentón, frotándolo en lo que parecía meditar lo dicho por Koke —vaya, eso si que debe ser un jaleo...
Por último, tras una nueva caminata, acabaron de frente a una casa que sí destacaba ante el resto de las casas que había en el asentamiento. La susodicha casa estaba hecha de ladrillos, y hasta tenía ventanas. Sin duda, destacaba muchisimo ante el resto de casas. Koke aclaró que se trataba de la casa del patriarca, el tipo que había tomado las riendas del lugar, pues según opinión del menor, alguien debía hacerlo. El Inuzuka no pudo evitar echar un nuevo vistazo a la casa. Decepcionado, volvió a mirar al chico. Éste, terminaba de hablar, diciendo que cada cuál tenía en el lugar su oficio, pero que sería problemático presentarle a todos.
—No hay problema, ya iré conociendo a la gente con el tiempo... —intentó quitarle peso.
Audaz como una zarigüeya secuestrada en un zoo, el chico mantuvo silencio por un instante. Tras ello, y previo análisis, preguntó al Inuzuka de quién se trataba, quién era la persona con la que había decidido trabajar. Como así bien deducía, era casi seguro que lo conociera, pues el lugar era tan pequeño que todos se conocían los unos a los otros.
—Jajajaja... si, supongo que sería raro que no lo conocieras. Se trata de Rao. El tipo al parecer tuvo problemas por aquí, pero tras tomarse un respiro, y meditar, ha regresado. Después de todo, tiene aquí a su mujer... no es un desalmado.
»Muchas gracias por ésta vuelta por el asentamiento, Koke, ha sido realmente agradable y útil.
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—¿¡Rao!?— El muchacho pareció muy sorprendido. —¿De verdad volvió? Ouh...— El muchacho parecía pensativo.
Tenía muchos sentimientos encontrados. Miraba al suelo y luego a Etsu, cómo si quisiera decir algo pero no se atrevía a decirlo. Se mordió el labio y apretó los puños, caminando hasta él y mirándole con ojos afligidos. Observó a los lados, cómo si se estuviese cerciorando de que nadie le estuviera siguiendo, antes de finalmente decidirse a hablarle.
—Si ya te contó, estarás enterado... Ten, ten cuidado, por favor— dijo entre susurros. —Los, los cuatro de Ibaraki seguro vendrán cuando se corra la voz de su regreso... Nunca los buscamos, porque ellos siempre vienen y te encuentran— El muchacho alzó las cejas y no sabrías descifrar que emociones escondían. —Quizás, este no sea el mejor sitio para que busques una oportunidad, pero si necesitas ayudad, cuenta conmigo— sonrió triste.
»No me agradezcas, esto no fue nada.
Koke podría ser un chico campirano, pero se lo notaba muy observador y perspicaz. De hecho, parecía estar más que enterado de cómo funcionaban las cosas en el lugar. Era además, quizás el único que no andaba hablando en doble sentido con el tema, sino que fue directo al preveer a Etsu de los posibles ardides de los bandidos.
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El chico pareció sorprenderse de que el tipo hubiese regresado, aunque mas que sorprendido, quedó dubitativo. Parecía querer decir algo, pero no lograba encontrar las palabras. O bien aún no confiaba en el Inuzuka, que también es posible. Se tomó su tiempo, pero al final, caminó hacia Etsu mordiéndose el labio, así como apretando sus puños. Casi parecía dispuesto a usarlos, pero en última instancia, acabó por mirando a ambos lados, buscando si podía permitirse el lujo de hablar. El chico imaginó que Rao ya le habría advertido, pero ante todo no perdió la oportunidad de hacerlo él también. Los Cuatro siempre te encuentran. Y casi zanjando el tema, concluyó ofreciendo su ayuda en el caso de que la necesitase.
Etsu sonrió, y se atrevió a posar la mano sobre el hombro del joven para reconfortarlo —tranquilo, no hay de qué preocuparse. Llámame loco, pero esto deseando conocer a ese tal... Búho.
Dicho eso, buscando saber si el chico tenía algo más que pudiese contarle, el Inuzuka comenzaría a caminar hacia el mercado central. Bueno, hacia el único mercado a decir verdad. Ya había gastado un buen tiempo, y era hora de acabar de comprar y regresar a casa. Les habían dado tiempo suficiente como para ponerse al día de sus asuntos, lo que no deseaban era que llegasen los bandidos y estar aún ellos fuera. Si bien iba pregonando a los 4 vientos que había regresado Rao, Los Cuatro no tardarían en saberlo.
—Bueno, tengo que comprar algunas cosillas. Puedes hacer como quieras, no quiero que tu abuelo te reproche después que estés fuera...
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El muchacho se quedó dubitativo. ¿Emocionado por encontrarse con el Búho? ¿Que tenía en la cabeza? No entendía muy bien las intenciones de Kito. ¿Creía que iba poder sacar beneficio de los Cuatro así cómo así? Pero era contradictorio siendo que Rao fue uno de los primeros en renegar de las indicaciones de ellos. ¿Planeaba acaso estar de lado de ambos? Era simplemente algo que no alcanzaba a comprender, siendo que Etsu en sí era alguien extraño con una actitud amable pero indescifrable. Casi le evocaba nostalgia, a alguien en especial.
—¡E-es-espera!— Extendió la mano para detenerle de su marcha, pero no sabía exactamente que palabras elegir o decir. —Hay algo que debo contarte, pe-pero no aquí. Ven conmigo, que quizás hay un último lugar que necesito enseñarte.
Sin esperar a una respuesta positiva o negativa de Etsu, el muchacho se encaminó de regreso a lo que parecía ser la casa del curandero. Sin embargo, seguiría su camino de largo hasta el bosque que delimitaba originalmente la frontera de aquel diminuto pueblo. En algún momento, se detuvo en un árbol un tanto más frondoso que los demás, del cuál parecía colgar una liana. Observó nuevamente a los alrededores y tiró finalmente de la cuerda con ambas manos, empleando toda la fuerza posible. De pronto, la liana salió con fuerza hacia arriba, mientras una escalera de sogas y peldaños hechos de varas de bambú caía.
—¡Este es mi mejor escondrijo! ¿Vienes?— Le invitó mientras subía por el mismo.
Arriba, había claramente una casita del árbol de un sólo cuarto, amueblada con apenas un par de cojines viejos y parchados.
—Te traje aquí porque me recuerdas a un viejo amigo que tuve, y creo que hay cosas sobre los cuatro que debes entender. No importa como lo pinten los adultos, los Cuatro sólo han causado desgracias.
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Antes de que Etsu pudiese marchar hacia el mercado, Koke llamó su atención y detuvo su huida. Aún parecía desubicado, dubitativo... pero finalmente se decidió. Tras meditarlo por un instante, dijo que había algo que quería contarle, pero que ese no era un lugar apropiado. De hecho, al parecer se había dejado sin mostrar un último lugar del poblado, y sería allí donde podrían hablar.
—V-vale —aceptó el Inuzuka, y comenzó a caminar tras el chico. Ambos, seguidos de Akane, caminaron un trecho hasta topar casi de frente con la casa del médico, del matasanos más bien. Pero no fue a parar allí el caminar, el destino estaba un poco más adelante, donde el bosque daba lugar. En cierto momento, pararon frente a un árbol un tanto singular. De éste árbol, colgaba una liana, de la cuál Koke tiró y como por arte de magia, cayó una escalera de sogas.
—¡Ostras! —el Inuzuka, sorprendido intentó tomar visión del lugar acercándose un poco mas, y fue entonces que el chico confesó que ese era su lugar secreto.
»Pues es una pasada...
Fue a apoyar la pierna, agarrándose férreamente con ambas manos —con permiso. —Con las mismas, tomó aire y miró hacia arriba en lo que iba subiendo las escaleras. Tramo a tramo de soga, iba adentrándose en la fortaleza secreta del chico, la cuál resultó casi de la misma condición que su casa. Bueno, ésta estaba un poco más ordenada, dado el poco mobiliario de la misma.
Koke no titubeó una vez arriba, donde suponía que nadie les escucharía. El chico sentenció las acciones de Los Cuatro como pura desgracia, y recalcó que no opinaba como el resto de los adultos, que le bailaban al son a esos bandidos. Había invitado a Etsu a subir porque le había recordado a un viejo amigo, y decía que habían cosas de esos bandidos que debía entender. Etsu se tomó bastante confianza, y terminó por sentarse en uno de esos cojines.
—Por lo que puedo entender, ese viejo amigo tuyo también sufrió algunos percances a causa de no aceptar las cosas tal y como querían éstos tipejos, ¿no? —se atrevió a preguntar. —No creo que Los Cuatro estén haciendo ningún bien, la verdad... pero bueno, en algún momento toparán con alguien que les pueda hacer frente. Y puede que ese día esté más próximo de lo que esperan.
«¿Me habré pasado al confiar en éste chico?»
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Koke parpadeó un poco, pues seguía sin acostumbrarse del todo a la empatía que mostraba Etsu para con él. De por sí, Koke no alcanzó a entender del todo el significado de las palabras de Etsu, asegurando de que alguien iba a ponerles freno. Sin embargo, creía que podía confiar en él. Aun cuando el Inuzuka podría parecer un tipo cualquiera que fácilmente podrías olvidar, el muchacho de los ojos pequeños no solía juzgar por encima a las personas.
—Lo sabía. Desde el momento que dijiste que querías conocer a Búho. ¿Estás aquí para ayudarnos verdad? Aunque la mayoría no quiera salir de este problema...— negó con la cabeza mientras tomaba un cojín para sentarse el mismo enfrente del de rastas, posando sus manos en sus rodillas. —Yo te juro, que tenía miedo cuando ocurrió el incidente de Rao. Yo, yo no tengo fuerzas, ni soy valiente. Aún cuando estaba en desacuerdo, yo sólo no podía hacer nada. Los adultos, simplemente aceptaron con la cola entre las patas lo ocurrido— Agachó la cabeza y apretó con fuerza su desgastado pantalón.
» En realidad, mi viejo amigo desapareció mucho antes de la llegada de los Cuatro...
Koke mantuvo cerrados los ojos, mientras una tímida lágrima brotaba. Sus labios se fruncieron, mientras se esforzaba por no temblar. Sonrió, triste. Habló.
—Lo vi por última vez hace un año. Dijo que los Takanashi ya no iban a poder ayudarnos más— explicó. —Era un tipo raro, siempre era sincero y amable, aunque también era bastante crédulo y despistado para algunas cosas. No es que con los Takanashi viviésemos en la riqueza, pero éramos felices y nos sentíamos seguros. Pero ahora todo ha cambiado con los Cuatro de Ibaraki. Sólo los que les lamen los pies prosperan, mientras el resto seguimos hundiéndonos en la miseria— Abrió sus diminutos orbes para observar al genin de la hierba. —Si él hubiese estado aquí, seguramente hubiese apalizado a esos sujetos. Prometió volver para cuando arreglara el problema que su familia parecía tener, pero ya nunca regresó...
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(Última modificación: 16/07/2019, 04:37 por Inuzuka Etsu.)
El chico pareció darle el voto de confianza. No lucía demasiado seguro al principio, pero a cada segundo que pasaban hablando, parecía estar un poco más cerca de ser totalmente franco con él. Cuando se dispuso, afirmó saber que desde el instante que mencionó conocer a Búho, supo que tenía intenciones de ayudarlos, pese a que nadie del lugar pareciese querer cooperar. El chico tomó también asiento, junto al Inuzuka. Negó con la cabeza, de capa caída, en lo que relataba efímeramente lo sucedido con Rao. Todos aceptaron con el rabo entre las piernas la situación, y un único chico no pudo hacer nada por evitarlo.
—Lo... lo entiendo.
Sin embargo, el amigo del chico al parecer había desaparecido mucho antes de que apareciesen los maleantes. Hacía un año que no lo veía, y avisó de que la familia Takanashi ya no iba a poder ayudarlos más tiempo. Con ellos, la cosa no marchaba ni bien ni mal, pero marchaba y podían disfrutar de un poco de libertad. Se podría decir que en esos tiempos eran felices. Sin embargo, con la aparición de la banda todo se vino al traste, y tal y como todos decían a regañadientes, solo los que lamían los pies de esos bandidos vivían medianamente en paz.
Vendería mi alma a cambio de un rato de tranquilidad. Al menos eso solía decir el abuelo cuando se refería a éste tipo de situaciones.
La promesa vacía de ese hombre era lo único que había estado dando consuelo a éste chico desde aquel entonces. Prometió volver, pero no había dado señal de vida desde esa última vez que lo vio. O bien su familia lo estaba pasando tan mal que no podía regresar aún, o bien se podría decir que había dejado de lado el casi poblado éste... porque pensar que hubiese muerto, la verdad es que sería demasiado drástico, ¿no?
—Voy a hacer todo lo posible por ayudar, pero aún desconozco el número de maleantes, los conocimientos de pelear que tienen, y sobre todo... quienes son los que mandan entre esos Cuatro. En éstos casos, suele darse que hay que escarmentar a los de más arriba para que el resto comprendan la situación... —hizo un inciso, un breve silencio en el que cayó en algo —pero ésto que quede entre tú y yo.
Sonrió sin más, con la misma cordialidad y afabilidad que le caracterizaba.
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Koke asentía a cada palabra que mencionaba Etsu, cómo si tuviese nuevas esperanzas al recibir las noticias. Se permitió entonces sonreír, cómo si la fe perdida ardiese de nuevo. Sus pequeños ojos, estaban brillosos cómo el más preciado de los jades. Era quizás la juventud de ambos, que les hacía ver las cosas diferentes respecto a los viejos hombres que por su experiencia creían tener la razón.
—No temas, yo no diré nada. Es más, si puedo ayudarte a ti o al señor Rao, lo haré encantado— Alzó su puño con total confianza. Era extraño, cómo si el faclucho enclenque y tímido que no podía cargar las leñas de repente se hubiese transformado en una persona totalmente distinta. ¿Cuanto daño necesita sufrir una persona para volverse tan introvertida y desconfianda? Koke en mucho tiempo no había sido él mismo.
»De hecho, ya que lo mencionaste. Que yo recuerde ninguno de los Cuatro manda por sobre el otro en realidad, es sólo, que se encargan de cosas distintas.
Por unos instantes, reflexionó.
—Búho es quién entrevista a las personas, el que decide si recibirás ayuda o no— Hacía énfasis en las palabras, cómo si recalcase la falsedad de las mismas. —Los otros tres son Culebra, Oso y Puma— Contaba con sus dedos cuando hablaba de ellos. —Búho es un tipejo flaco, no tendrá dos o tres años más que tú. Tiene el pelo largo y desgreñado pero parece querer vestir con trajes caros, aunque luego ande en sandalias horrendas. Simplemente quiere aparentar tener clase, aunque sea un cualquiera— Hizo una mueca de desagrado. —Eso sí, díselo a la cara y enfurecerá— Su rostro se ensombreció. —Al otro que he visto, es a Oso. Él si es un tipo peligroso. Es gordo y alto, tendrá casi treinta años. Suele ir armado con un bate con púas y es quién a veces ha peleado cuando otros bandidos vienen a querer atacarnos. En una ocasión, le arrancó la mandíbula a un tipo de un garrotazo— Se estremeció al recordarlo, con una expresión de terror. —A los otros dos sólo los he oído mencionar— Concluyó.
Hablo || Pienso || Narro
~Ausente los fines de semana~
Nivel: 16
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Koke pareció entender que guardar el secreto era de primordial importancia. El factor sorpresa siempre solía ser decisivo en éstas cosas, y aunque él no lo supiese, decir un par de palabras de más podría delatar también a quien informó al Inuzuka, Rao. Ni por asomo quería Etsu que eso fuese así, sería lo último. Sin embargo, la revelación de las intenciones del genin había llenado de energía al otro chico, que con la mano alzada ofreció su ayuda.
—Me alegra saberlo, pero... no creo que sea buena idea. Déjame encargarme a mi, no quisiera poner en peligro a nadie más. Pero gracias de todos modos, Koke.
El chico meditó un instante, y llegó a la conclusión de que ninguno de Los Cuatro estaba por encima del otro. Además, contando con los dedos solo habían cuatro miembros. Etsu pensaba en un principio que podía ser cosa de que habían cuatro jefes, pero había por debajo un gran séquito, ya que controlaban una aldea y todos sus alrededores. Pero para bien o para mal, eso hacía mucho más sencillo el asunto.
Búho se encargaba de las entrevistas personales, un auténtico personaje que aspiraba a ser gran mafioso pero no sabía ni vestir. Oso era grande y fuerte, una auténtica bestia capaz de desencajar la mandíbula a una persona de un solo garrotazo. Éso también era un punto a saber, el grande usaba armas de contusión. Por otro lado, de Culebra y Puma no sabían nada mas que sus nombres. Etsu se llevó la mano hacia el mentón, rascandolo con parsimonia en lo que meditaba.
—Así que tengo que darle fuerte al gordo y grande, y los otros harán caso... entiendo.
»Entonces a quien me interesa conocer primero es a Oso, no a Búho —concluyó, mas contento que nada.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~
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—Bueno, si lo que quieres es a Oso... Sólo arma un buen escándalo y tratará de venir a escarmentarte. Pero sinceramente no creo que sea prudente— Dijo con sonrisa nerviosa. —Bueno, ahora si que me he tardado mi rato. Debo regresar con el abuelo antes que él me escarmiente a mí— Se puso en pie y fue hasta las escaleras de cuerda. —Después de bajar, sólo debes jalar muy duro de nuevo para que se enrollen de nuevo— Indicó. —No sé muy bien cómo demonios funciona esto, lo construyó mi viejo amigo. Si te sirve para algo puedes usarla, ¡nos vemos!— Sin esperar a que Etsu pudiese rechistar, bajó por las escaleras para echar a correr de regreso al pueblo.
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~Ausente los fines de semana~
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