Nivel: 16
Exp: 133 puntos
Dinero: 940 ryōs
· Fue 60
· Pod 40
· Res 40
· Int 40
· Agu 30
· Car 20
· Agi 50
· Vol 40
· Des 60
· Per 40
Wagu sentenció que el nuevo era listo. A saber si era demasiado listo, lo cuál normalmente no era realmente bien recibido. Pero no, normalmente Etsu pecaba en no serlo demasiado. El hombre hizo un aspaviento, y Rao se encogió como uno de esos bichos acorazados pequeños con demasiadas patas como para andar —cochinilla—, pero por suerte para él, la intención de Wagu no era mas que alcanzar su propia espalda para rascarse.
«Mmmm... empiezo a sospechar que Rao teme de verdad a Wagu, y que incluso puede que hasta participase en la paliza que le dieron... no es normal que le tenga tanto miedo.»
El llamado Rao se denotaba realmente incómodo con el tema que estaban sacando. No podía evitar una mueca de desagrado, y a cada palabra que Wagu fue soltando acerca del tema, su rostro iba pasando de resignación a ira. Inquirió que debió informar mejor al nuevo ayudante, y que ellos no tenían otra opción. Además, sentenció una venidera visita por parte de los Cuatro, que seguramente querrían saber sobre ese regreso. Obviamente, también exigirían que en ésta ocasión Rao cumpliese lo que le ordenasen al pie de la letra.
El gordo se levantó de las banquetas, dándole a éstas un leve respiro. Con parsimonia ando hasta lo que podía considerarse la cocina, y tomó de la encimera una cesta con unas cuantas servilletas cubriendo su contenido. No tardó en retornar hasta la mesa, donde nuevamente tomó asiento y dejó la susodicha cesta. Preguntó si querían algo dulce, casi a la par que dejaba ver lo que ofertaba. En la cesta, habían algunos panes de manteca.
—¡Oh! ¡muchas gracias! —alcanzó el Inuzuka a tomar uno.
Con el pan de mantequilla en una mano, y el café en la otra, estaba preparado para atender a lo que el hombre decía. Lo primero que hizo fue preguntar al chico por la moral gris, una pregunta que tan solo provocó en el rastas una mueca de duda, así como que sus hombros se alzasen. No, la verdad es que no lo entendía, ni creía haber escuchado de ella. Lanzó un bocado al pan, y tras ello le pegó un sorbo al café para bajarlo. Entre tanto, Wagu comenzó a explicar que hacía tiempo una familia llamada Takanashi se encargó de dar seguridad a la zona, de ayudar a la población, y controlar el territorio, haciendo de ésta una zona realmente segura. Pero —siempre hay un pero— la situación cambió cuando la familia dejó de estar presente. Al parecer, desapareció de la noche a la mañana, dejando a todos al amparo de su propia suerte. Entonces, comenzó a ser esas tierras pasto de bandidos, y maleantes de todo tipo. Así fue hasta que los llamados Cuatro de Ibaraki aparecieron y consiguieron ganar fuerza en la frontera. Les ofrecieron eliminar a la competencia si ellos les apoyaban, y al parecer cumplieron con su palabra.
Todo sonaba la mar de bien, aunque no para Rao. El hombre interrumpió al gordo, y sentenció que era una extorsión, que sonaba realmente bonito cuando se adornaba de esa manera, pero distaban de la realidad. Wagu Alzó la voz, llamando la atención de su colega, e insistió en que esa panda de maleantes eran los únicos capaces de suplir la desaparición de la anterior familia. Que incluso les ayudaban con un sustento monetario, y eran condescendientes con ellos. Rao insistió también defendiendo su posición, preguntando si todo ello aun siendo cómplices de sus crímenes. Wagu no quedó contento con el rumbo de la conversación, y quiso poner la última palabra.
«Espero que éste hombre lo entienda... a ver si me sigue el rollo...»
—Rao, por lo que dice Wagu, creo que son personas con las que podríamos hablar... podríamos intentar llegar a un acuerdo que no nos haga tocar los crímenes, pero nos permita comerciar bajo la protección que nos ofrecen. Seguro que podemos llegar a un acuerdo. Debes pensar en la tercera boca a la que deberás dar de comer.
El Inuzuka le propinó otro buche al café, y quedó observando qué harían los hombres.Habían estado defendiendo sus ideales a capa y espada, pero quizás podían tomar la media por un rato. Al menos eso esperaba el Inuzuka, que no quería tensar la situación mas de lo necesario.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~
Nivel: 20
Exp: 35 puntos
Dinero: 50 ryōs
· Fue
· Pod
· Res
· Int
· Agu
· Car
· Agi
· Vol
· Des
· Per
Rao por un instante se frenó y desvió su mirar a Etsu. Estaba pro recriminarle algo, pero luego recordó que después de todo el Inuzuka estaba en su papel y que lo que fuese que dijese Kito no representaba las verdaderas intenciones del chico. Se permitió, por lo tanto, serenarse y atender a su indicaciones.
—Tienes mucha razón Kito. Ojalá las cosas salgan cómo tu dices— Se permitió tomar un pan dulce. —Creo que no me equivoqué contigo al contratarte— Le guiñó el ojo furtivamente sin que el gordo se diese cuenta
Wagu por su parte se cruzó de brazos y suspiró, para luego sonreír y rascarse la cabeza.
—Si logras convencerlos de algo cómo eso, no olvides de traerme la receta. JAJAJA— el gordo quiso animar de nuevo el ambiente. —¡Mira que el muchacho resultó ser buen asesor! Aunque faltarán más que bonitas palabras si quieres que Búho te perdone. Requiere huevos llevarle la contraria— Terminó su pan.
El desgreñado no tomó un solo sorbo de la taza de café, despreciándola con gesto de asco mientras el panzón simplemente se reía del desdén que mostraba Rao.
—Bueno Wagu, te encargo a mi caballo. Creo que Kito y yo tenemos que ir partiendo ya— Se puso de pie.
—Oh, ¿tan rápido? Bueno, más para mí— Tomó el resto del contenido de la cesta mientras cambiaba su mirar hasta Etsu, señalándolo aún con el pan en la mano. —Quizás luego intente eso de los ejercicios de repetición que dices para ponerme en forma, aunque si tengo que usar mi propio peso lo llevo algo jodido. JAJAJAJAJ— Otra vez se movió la lonja.
Rao se restregó la cara por enésima vez, lucía un poco impaciente por dejar la caseta.
Hablo || Pienso || Narro
~Ausente los fines de semana~
Nivel: 16
Exp: 133 puntos
Dinero: 940 ryōs
· Fue 60
· Pod 40
· Res 40
· Int 40
· Agu 30
· Car 20
· Agi 50
· Vol 40
· Des 60
· Per 40
El hombre pareció comprender el propósito de Etsu, o de Kito en ésta ocasión, y terminó por serenarse e incluso de sobrepremiar su actuación como ayudante. Sin embargo, el gordo no pareció estar de acuerdo por lo que su lenguaje corporal decía. Se cruzó de brazos, e incluso negó un par de veces con la cabeza, aunque solo fue momentáneo. Apenas pasaron unos segundos, el hombre no pudo evitar sonreír e inquerir que si hallaban la manera de hacerlo, debían pasarle la receta. El gordo terminó por asumir que realmente el chico había sido una buena apuesta, pero no sucumbía a bonitas palabras para hacer frente a Búho, que al parecer era un tipo difícil de convencer.
—El no ya lo tienes, por intentar hacer las cosas mejor no se pierde nada... jajaja.
Etsu se mostró algo ruborizado ante tanto elogio, no estaba tan acostumbrado a ello. De hecho, realmente no estaba ni acostumbrado a hablar demasiado con personas. Pero bueno, era lo que le tocaba en ésta ocasión, y debía hacerlo lo mejor posible. La misión siempre es la prioridad.
Rao sentenció la reunión social entonces, dando a Wagu las riendas del carro así como dando a entender que debían partir ya. El gordo se extrañó, aunque tampoco le pareció una mala idea. Después de todo, si se iban, tenía a su disposición todo lo que había sobrado de café y comida. Es mas, no se cortó un pelo en afirmar lo que ya era evidente. Ahora, también dijo tras ello que intentaría hacer el ejercicio que le había dicho Kito, aunque terminó casi retractándose... realmente, cargar con su propio peso le sería toda una hazaña.
Kito no pudo evitar reírse, de la carcajada incluso se llevó las manos a la barriga —jajajaja... no hombre, no. Al tener mas peso, tienes que esforzarte mas, y por lo tanto ganas más músculo. Es más difícil, eso no te lo niego, pero el resultado normalmente también es mejor. Si te esfuerzas, sacarás mejores brazos que los míos, en serio.
»Bueno, ha sido un placer conocerte, y muchas gracias por la invitación, Wagu.
Etsu se levantó, y le ofreció la mano a Wagu para una despedida. Era hora de ponerse en marcha, aún había mucho que hacer y ni siquiera habían llegado a la casa de Rao. Para cuando estuviesen fuera, Etsu se acercaría a Rao para con disimulo, preguntarle algo en un susurro.
—Oye Rao, ¿debería enterrar mis pertenencias, o es seguro dejarlas en el carro?
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~
Nivel: 20
Exp: 35 puntos
Dinero: 50 ryōs
· Fue
· Pod
· Res
· Int
· Agu
· Car
· Agi
· Vol
· Des
· Per
Wagu correspondió al apretón, pese a que en un inicio él mismo hubiese dicho que le atemorizaba estrechar la mano con un fortachón cómo Etsu, capaz de lastimarle severamente si se lo proponía.
—¡Acá los estaré esperando! Mucha suerte— se despidió alegremente.
Ya afuera, Rao suspiró pesadamente y se llevó ambas manos a la cabeza, despeinándose más cuando creías que ya no era posible. Yenía que liberar aquel estrés de alguna manera y sin embargo, tuvo que volver a la realidad por la voz del Inuzuka.
—En otra época, te hubiera dicho que las dejaras con Wagu. Pero siendo sincero, ya no confío en que me apoye. Sácalas mejor— Le dio un par de palmadas en la espalda para apremiarlo.
En cuanto Etsu terminara de hacer lo que tuviese que hacer, tendrían que retomar el rumbo los tres.
La pasarela estaba siendo transitada con total normalidad, e incluso era posible apreciar a algunos obreros que trabajan en la reparación del puente mientras los transeúntes se dedicaban de ir de un lado para otro. Pero aquella cotidianidad era engañosa, siendo que los ojos novatos no eran capaces de distinguir todas las artimañas que se cocinaban desde un extremo desconocido de aquel lugar. Una vez llegasen al lado del País de la Tierra se encaminarían sin pena ni gloria por un sendero de terracería, pasando al lado de una caseta similar a la que custodiaba el gordinflón, aunque esta estaba deteriorada y abandonada.
—Se supone que deberían haber controles fronterizos, pero desde luego las autoridades no mueven ni un dedo. Wagu funge de manera ilegitima su puesto, además que realmente lo único que hace es aceptar soborno de los Cuatro de Ibaraki para que no pase contrabando que no sea el que ellos mismo meten— explicó Rao ahora que el aludido no estaba presente.
Caminando un poco más, el sol estaba en su punto más intenso, dejando a la vista lejana un pequeño pueblo.
—Te hospedarás en mi casa, aunque costear alimentación adicional aparte de lo que ya pagué a Kusagakure se me hace un poco difícil...— Agachó la cabeza, avergonzado.
El pueblo era rústico, con casas de madera y techos de paja. Afuera, los niños jugaban y correteaban con sus caritas sucias y sus ropas andrajosas. Era posible apreciar aves de corral sueltas en los alrededores, aunque las gallinas estaban igual o más flacas que sus criadores. Sin duda, era un escenario poco alentador. Más adelante, notarían una casa que de fachada lucía un poco más grande que las demás, pero no por ello lucía menos vieja.
—Muy bien, hogar dulce hogar— se llevó las manos a la cintura con orgullo, parándose delante de la puerta.
Hablo || Pienso || Narro
~Ausente los fines de semana~
Nivel: 16
Exp: 133 puntos
Dinero: 940 ryōs
· Fue 60
· Pod 40
· Res 40
· Int 40
· Agu 30
· Car 20
· Agi 50
· Vol 40
· Des 60
· Per 40
El gran hombretón no titubeó, y terminó por darle la mano a Etsu en una aparentemente cordial despedida. Aclaró que los estaría esperando de vuelta, y les deseó suerte en lo que éstos salían de su propiedad. De su caseta realmente, pues seguramente gran parte del terreno circundante a ésta también le pertenecería.
Una vez fuera, el Inuzuka se acercó hasta Rao para preguntarle qué hacer con sus pertenencias, y éste respondió que era mejor idea esconderlas. Sin demora alguna, el chico se acercó a la parte trasera del carro y tomó sus pertenencias, hechas un ovillo con su capa de viaje. Con las mismas, tomó camino junto a Rao, y por supuesto junto a Akane. El can continuó con las mismas, sin dar apenas muestra de su existencia, callado como una monja en un convento, y separado por un par de metros atrás del dúo. Pasada una distancia prudencial de la caseta del gordo, el Inuzuka le daría las pertenencias a Akane, y sería éste quien se encargaría de enterrarlas en mitad de la nada. Tras enterrar las pertenencias, marcaría el territorio en un árbol cercano.
Para cuando quisieran recuperar las pertenencias del rastas, tan solo tendrían que usar ese extraordinario olfato que les caracterizaba. Era sencillo, aunque de todas formas, el can tenía una mente prodigiosa... seguramente podría hasta recordar a la perfección el lugar exacto donde lo había enterrado todo.
No tardaron demasiado en llegar hasta la paralela de la que los Cuatro solían aprovecharse, y a lo lejos pudieron ver a los obreros trabajando en la reconstrucción del puente. Todo parecía normal, no se podía ver nada que destacase en la armonía que se vivía entre golpes de martillo y serruchos cortando. Aunque el rostro de Rao no hacía mas que derrochar resentimiento hacia el lugar. No tardó demasiado —cruzar hasta el sendero— en recriminar que debían haber controles fronterizos, y que de hecho Wagu era uno de éstos. Al parecer todos sucumbieron ante los Cuatro, y terminaron dejando pasar las mercancías de éstos sin ton ni son.
—Entiendo... si que es desastrosa la situación...
Poco mas tarde, cuando el sol estaba en lo más alto del infinito celeste, avistaron un pueblo a lo lejos. Rao informó al Inuzuka de que se quedaría en su casa, aunque debería ser él mismo quien se costease la comida, pues su presupuesto ya se había evaporado. De la vergüenza, hasta terminó por bajar la cabeza.
—¡No te preocupes por eso, Rao! —animó al hombre, asistiéndole con una leve palmada en la espalda —Akane y yo daremos una vuelta por el pueblo dentro de un rato, y compraremos algo de comer para unos cuantos días. Aunque seguramente ésto lo arreglemos en mucho menos... jajajaja.
Conforme se fueron acercando al pueblo, el Inuzuka pudo ver con sus propios ojos de la situación que hablaba Rao. La mayoría de casas estaban en las últimas, la gente vestía ropas andrajosas, y las aves corrían de un lado a otro casi en la misma calidad de vida que las personas. La situación era realmente difícil, pero sobrevivían como podían. Continuaron su camino adentrándose en ese pueblo alejado de la mano de dios, hasta que toparon con una casa un tanto mas mantenida que el resto. Frente a ella, Rao apoyó sus manos sobre la cintura, y confesó orgulloso que habían llegado.
—Genial —sentenció, con una sonrisa entre dientes.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~
Nivel: 20
Exp: 35 puntos
Dinero: 50 ryōs
· Fue
· Pod
· Res
· Int
· Agu
· Car
· Agi
· Vol
· Des
· Per
Rao obviamente fue el primero en pasar adelante, introduciendo la llave de la puerta para abrirla y dar paso para que ambos pudiesen ingresar y contemplar el interior.
—¡Cariño! ¡Regresé!— Dijo alegre.
La casa era sencilla cómo podías esperar. Una chimenea rústica de ladrillo, piso de madera un tanto viejo que rechinaba con cada pisada de los presentes, teniendo una pequeña alfombra al centro. Más que sofá, tenían bancas de mimbre. Había algunas telarañas en las esquinas pero tampoco podías decir que había mucho polvo. Al igual que las ventanas en la caseta de control de Wagu, estas no tenían cristal sino que simplemente se abrían y cerraban con una varilla que sostenía la tabla de madera. No parecía haber diferencia entre sala y comedor, ya que en la misma estancia que les recibió había una mesa de ocho personas con mantel.
Había un aroma delicioso en el aire, cómo el de pollo con hierbas cocinándose.
De pronto, unos rápidos pasos parecían venir desde el interior. Una mujer de unos treinta años se asomó por detrás de una cortina que fungía en lugar de portal. Era de cabellos rubios ondulados y rostro ovalado con algunas líneas de expresión por la edad. Ojos violeta opacos con ojeras por debajo. Era de tez blanca y figura esbelta, o lo sería, de no ser por la redonda panza que señalaba que estaba esperando.
—Rao— La mujer que sostenía un cuchilo en mano se quedó perpleja al creer ver un fantasma. —¡Rao!— La mujer sonrió y dejó caer el utensilio, corriendo con sus pies descalzos con los brazos extendidos queriendo alcanzar al desgreñado.
No hubo más palabras ni miradas, simplemente se abrazaron con fuerza. Él le besó en la frente, para luego dejar que su rostro se perdiese en la cabellera rubia de ella mientras la mujer rompía en llanto y apretaba la espalda de él con fuerza.
Hablo || Pienso || Narro
~Ausente los fines de semana~
Nivel: 16
Exp: 133 puntos
Dinero: 940 ryōs
· Fue 60
· Pod 40
· Res 40
· Int 40
· Agu 30
· Car 20
· Agi 50
· Vol 40
· Des 60
· Per 40
El hombre se sostuvo por un instante, pero tras ello avanzó un par de pasos e insertó en la ranura de la puerta su llave. Con decisión, giró la susodicha, y abrió la puerta. Una bofetada de un sabroso aroma a pollo golpeó con rotunda fuerza la nariz de ambos Inuzuka en ese mismo instante, y sendos shinobis quedaron alelados. Pero Rao, lejos de quedar enamorado del dulce aroma, avanzó un poco mas y anunció su llegada a casa. Una mujer asomó por el umbral que parecía dar a la cocina, cuchillo en mano.
Vociferó el nombre del hombre que había contratado a los genin, pero quedó helada en el sitio, como si hubiese visto a un fantasma. Por un instante el Inuzuka pensó lo peor, que la mujer lo mataría por haberse ido de casa, o algo similar. Pero lejos de que eso ocurriese, la mujer dejó caer el cuchillo al suelo, y salió corriendo para estrechar entre sus brazos a su marido. De nuevo, en el camino, gritó el nombre del afortunado. La emoción de la mujer fue tanta, que terminó llorando sobre el hombro de Rao, en lo que éste se perdía en sus ondulados cabellos color oro.
«¡Ésto si que es amor!» pensó el Inuzuka.
Mas estaban en realidad un poco en medio de un encuentro realmente deseado. Quizás estorbaban un poco... bueno, quizás no, de seguro estorbaban, y bastante. Pero tampoco podían irse sin más, sin mediar palabra y perderse por las calles de ese pueblo. Calles por llamarlas de alguna manera.
El rastas y el can quedaron en el umbral de la puerta que daba al comedor/salón de la casa, en la puerta de la entrada realmente. Intentaron disimular un poco, echando la vista hacia afuera, y buscando darles ese momento de cariño que bien merecían.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~
Nivel: 20
Exp: 35 puntos
Dinero: 50 ryōs
· Fue
· Pod
· Res
· Int
· Agu
· Car
· Agi
· Vol
· Des
· Per
Tras unos largos segundos, la mujer finalmente pareció recobrarse un poco para verle a los ojos mientras él sonreía tímidamente mientras pasaba su dedo índice derecho a través de la mejilla de ella para limpiar las saladas lágrimas que aún seguían brotando de sus ojos. Era algo enternecedor a la par de sublime. Ella no daba crédito, pues cómo pronto manifestaría, tenía demasiadas dudas sobre su desaparición.
—¿Dónde estuviste?— Ella alzó las cejas, confundida. —Tomaste nuestros ahorros y desapareciste estando aún malherido. Pensé que los Cuatro de Ibaraki te habían coaccionado con engaños. Te dí por muerto... Creí que no volverías....— Estaba a punto de volver a sollozar, cuando un nuevo beso en la frente la hizo estremecerse.
—Jamás abandonaría a mi ángel, más aún cuando estás por darme un maravilloso regalo— Negó con la cabeza. —Creo que te debo una explicación muy larga...— Giró su vista hasta la puerta para buscar a Etsu y a Akane. —Tengo un nuevo colega— La soltó y se rascó la nuca, sonriendo se forma nerviosa al no saber que reacción tendría la mujer.
Ella se quedó observando al rastas y a su perro, totalmente anonadada. No alcanza a procesar absolutamente nada pues el shock de ver con vida a su marido le había afectado hasta que finalmente se sonrojó al darse cuenta de que un tercero había presenciado todo.
—¡POR TODOS LOS KAMI!— Se llevó ambas manos a la cara. —¡Ay! No estoy arreglada, hay visita, ni siquiera tengo algo para darles de comer. Ay, ay, ay— Se dejó caer de rodillas.
—¡Yukari tranquila! No es nada bueno que te estreses— El se agachó para poner sus manos en sus hombros. —Kito— se volteó a ver. —Perdona que te moleste, ¿podrías comprar algo en el pueblo cómo me habías dicho? Ella aún tiene que procesar muchas cosas. Yo, debo explicarle— Hizo una mueca de falsa sonrisa.
Hablo || Pienso || Narro
~Ausente los fines de semana~
Nivel: 16
Exp: 133 puntos
Dinero: 940 ryōs
· Fue 60
· Pod 40
· Res 40
· Int 40
· Agu 30
· Car 20
· Agi 50
· Vol 40
· Des 60
· Per 40
La mujer, entre sollozos, soltó todo lo que tenía en la cabeza acerca de lo sucedido. Creía que el marido le había abandonado, dijo que se había ido con todos los ahorros, y que pensaba que había sido bajo la presión de Los Cuatro. Pero antes de que volviese a llorar la pobre mujer, el hombre calmó sus ansias con otro beso en la frente. Sentenció que jamás dejaría a su ángel, y mucho menos cuando tenía semejante regalo. Negó un par de veces con la cabeza, y aclaró que le debía una larga explicación. Terminó por mirar al Inuzuka, y lo presentó —por llamarlo de alguna manera— como un nuevo amigo.
El Inuzuka alzó una mano a la par que sonreía tímidamente. La mujer quedó observando al chico, y luego al perro, pero quedó en silencio, como sin saber qué decir o qué hacer. Sostuvieron un intenso aunque no demasiado largo silencio, en que ni uno ni otra supo saber qué decir. De pronto, la mujer sonrojó como los ojos de un Uchiha, y apeló a todos los dioses. Se llevó ambas manos a la cara, y entre quejidos se lamentó de que no tenía nada preparado de comer para una visita, y que ni tan siquiera estaba arreglada...
—N-no te preocupes... —intentó remendar el genin.
Rao interrumpió al Inuzuka, así como las lamentaciones de la mujer, inquiriendo que no se estresase, pues sería malo para el futuro retoño. Sin demora, llamó a Kito, y le preguntó si podía hacer lo que él bien le había propuesto por el camino. Aún tenía mucho que explicarle a ella, y así además le daría tiempo para procesarlo todo.
Etsu hizo una leve reverencia —por supuesto, aprovecharemos para dar una vuelta y reconocer un poco la zona. Volveremos en unas horas.
Con una mirada fue suficiente para dar el pistoletazo de salida a Akane, que en realidad igualmente había entendido la conversación. Tras un alzamiento de mano en señal de despedida, tomaron camino sobre sus propios pasos. El Inuzuka y su can caminaron por un rato, internándose en lo que pudiese considerarse el centro de esa pequeña aldea. Seguramente era por esa zona que tuviesen la mayoría de comercios, por llamarlo de alguna manera. Normalmente, al menos una o dos tiendas habría de encontrar... o eso esperaba el Inuzuka.
La otra opción sería abandonar la aldea y buscar otro sitio donde comprar, pero... no le agradaba esa idea.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~
Nivel: 20
Exp: 35 puntos
Dinero: 50 ryōs
· Fue
· Pod
· Res
· Int
· Agu
· Car
· Agi
· Vol
· Des
· Per
Aldea era un término demasiado generoso para aquel burdo asentamiento de casas desperdigadas. Las casas no tenían un orden específico, ni siquiera direcciones marcadas en las casas. Las calles eran, más bien inexistentes. Lo cierto es que aún así la mayoría de personas parecían tener corrales con animales de consumo, principalmente gallinas y cerdos, que el espacio y el terreno no parecían ser adecuados para llegar a tener animales más grandes cómo las vacas. Otros tantos tenían pequeños huertos con hortalizas, que no eran suficientemente grandes para considerarse granjas.
Todos parecían sobrevivir con lo mínimo.
En medio del sitio, encontraría una plaza que en lugar de tener fuente por centro tenía un pozo al que acudían mujeres con cubos para sacar agua. En los alrededores, distintos puestos de venta de verduras, huevos o carne de los mismos animales que cuidaban. Sin embargo, no estaba abarrotado de clientes como podría esperarse un otras urbes. Al contrario, era raro divisar algún comprador en alguno de los puestos. Incluso un perro callejero que estaba en los huesos se mantenía moviendo la cola delante de un puesto de venta de carne.
Ya acercándose de cerca, notaría que los productos en venta ni siquiera llenaban las cajas o los estantes, siendo más bien escasos debido a la poca producción que tenían.
Hablo || Pienso || Narro
~Ausente los fines de semana~
Nivel: 16
Exp: 133 puntos
Dinero: 940 ryōs
· Fue 60
· Pod 40
· Res 40
· Int 40
· Agu 30
· Car 20
· Agi 50
· Vol 40
· Des 60
· Per 40
Las calles sucedieron, y conforme a ello, el chico se dio cuenta que la aldea era realmente pequeña. Demasiado pequeña, a decir verdad. Tan pequeña, que lanzando una piedra desde un extremo podías sobrepasar el global de la susodicha aldea. Las casas estaban a cada cuál mas deteriorada, y la pobreza casi se podía respirar. Sin duda alguna, Rao no había exagerado la historia en lo más mínimo.
Para colmo, ahí estaban Los Cuatro.
La sangre le hervía al chico nada mas de pensar en ello. Pero por desgracia, debía ser paciente, y hacer bien las cosas. Si actuaba de manera impulsiva, como sus instintos le pedían a gritos, la liaría de tal manera que fallaría en su misión... y podría joder a escalas jamás vistas un montón de vidas. Era obvio, que si fallaba, Los Cuatro se tomarían la venganza muy en serio. La misión no era lo único que estaba en juego.
El chico dejó caer un suspiro, algo desanimado. Continuaba caminando, hasta que topó con el pozo que hacía de fuente central en esa aldea. Allí, unos cuantos comercios apenas visitados aguantaban con fervor ante la situación tan desastrosa que corrían. En realidad, el único cliente que se podía ver por esos lares era un perro escuálido, que meneaba ansioso la cola frente a un puesto, esperando seguramente una ofrenda por parte del tendero. El Inuzuka echó un ojo alrededor, y la cosa no era mucho mejor por otros sitios de los que su vista legó a alcanzar. Aquellos puestos destartalados y con apenas material era lo mejorcito de esa aldea.
Etsu se encogió de hombros, y miró a Akane —es lo que hay tío, ¿qué le vamos a hacer? —y con las mismas, continuó avanzando hasta acercarse al puesto en que el otro can aguardaba comida. Avistó al tendero, y se acercó para poder entablar una conversación con el mismo.
—Buenas tardes, señor —acompañó con un gesto de mano, saludando al mismo. —¿Podría ponerme ese trozo de carne?
No tendría problema para pagarlo, aunque se tratase de un trozo de carne para nada apetecible. La mercancía era poca, y no en su mejor estado toda, pero al menos había un poco de todo. Tras pagar, sorprendentemente no se llevaría consigo la carne, si no que se la ofrecería al can allí presente. Se agacharía un poco, y la ofertaría con una sonrisa al mismo.
—Aquí tienes, pequeñín.
Seguramente aceptase, lo cuál sería agradable. Tras ello, y con la iracunda mirada de Akane sobre sus hombros, el Inuzuka continuaría andando, dando una vuelta por el lugar, y callejeando un poco más. Tenían que hacer tiempo, al menos aprovecharía descubriendo un poco mas la aldea antes de comprar lo que fuera que pretendía llevar consigo.
—Akane, tú y yo vamos a comer más tarde, no desesperes —terminó por explicar al huskie.
Igualmente, eso no le llenaba el estómago. Indignado, alzó la cabeza el can y prosiguió haciendo caso omiso a su hermano.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~
Nivel: 20
Exp: 35 puntos
Dinero: 50 ryōs
· Fue
· Pod
· Res
· Int
· Agu
· Car
· Agi
· Vol
· Des
· Per
El perro parecía desilusionado cuando vió al tendero darle aquel trozo de carne a Etsu, pero luego volvió al mismo ánimo cuando el Inuzuka se apiadó del can cimarrón al darle aquella escueta carne que se convirtió en el más jugoso de los banquetes al entrar en contacto con las papilas gustativas del animal.
El hombre observó aquella escena con ojos llorosos. ¿Cuando fue la última vez que recibieron tanta amabilidad? Una doble acción de bondad, siendo unas monedas para el carnicero y un bocado para el perro. ¿Qué tan miserable se tiene que ser para que aquel acto fuese tan extrañamente misericordioso? Mucho.
Con toda alegría el canino tomó el trozo de cerdo, aunque pareció sentir los celos del otro perro, por lo que optó por irse rápidamente con la comida en el hocico.
Más adelante, Etsu descubriría la monotonía de la vida en la pobreza. Caminos desolados, escenas que se repetían. Un niño cargaba troncos y ramas en la espalda, caminando en sentido contrario de por dónde venía el de Kusagakure.
Lo cierto es que casi todo lo que se vendía en el sitio era perecedero y no apto para viajes largos. Pocos iban a darse el lujo de guardar alimento para el siguiente día, porque difícilmente iba a alcanzar para saciar un sólo tiempo de comida.
Hablo || Pienso || Narro
~Ausente los fines de semana~
Nivel: 16
Exp: 133 puntos
Dinero: 940 ryōs
· Fue 60
· Pod 40
· Res 40
· Int 40
· Agu 30
· Car 20
· Agi 50
· Vol 40
· Des 60
· Per 40
El tendero pareció sorprenderse ante la acción del Inuzuka. Lejos de mandarlo a la hoguera, pareció hasta contento. Quizás esas monedas en su bolsillo valían para el pobre hombre más que ese trozo de carne. Fuese como fuese, el chico no iba a quedarse allí para la posible reprimenda. Aún tenía mucho que explorar, bueno... no mucho, pero gran parte de la aldea sí, lo cual era mucho entre comillas.
Conforme caminaba por allí, se dio cuenta de que la situación era igual en todos y cada uno de los recovecos de la aldea, no había un solo alma allí que se librase de la pobreza, ni tan siquiera por poco. Quizás los mejores avenidos de la susodicha aldea eran Rao y su mujer, que posiblemente tenían la casa mas lujosa del lugar. A cada paso que daba el chico, más coraje le daba el que esa banda de desalmados se aprovechase de ellos. Sin duda alguna, gente como esa no tenían alma... irían derechos y sin pausa al infierno, si es que de verdad existe.
Al menos Fortuna no les sonreiría por demasiado tiempo.
En cierto punto del caminar por las calles, el rastas topó con un niño que caminaba en el sentido contrario a él. El pequeño se veía realmente sobrepasado por el trabajo, o tal vez solo fue la impresión que le dio al Inuzuka dadas sus vestimentas haraposas y toda esa mugre sobre su piel. Sin pensarlo un solo segundo, se acercó al chico, armado con una amable sonrisa.
—¡Hey! ¿te puedo echar una mano? No pienses mal, no voy a quedármelas, solo quiero ayudar. Además, soy nuevo por aquí... si te ayudo, ¿me enseñas un poco ésto?
Obviamente, tan solo si el chico aceptaba tomaría la mayoría o el completo de las ramas y troncos, lo último que quería el rastas era que lo tomasen por un ladrón o por algo peor...
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~
Nivel: 20
Exp: 35 puntos
Dinero: 50 ryōs
· Fue
· Pod
· Res
· Int
· Agu
· Car
· Agi
· Vol
· Des
· Per
Ya viéndolo de cerca, el niño tenía facciones muy definidas. La ropa efectivamente estaba muy gastada y remendada a punta de parches y costuras, pero al menos estaba limpia de mugre que no fuese el polvo de su trabajo del día. Sus pantalones eran gruesos, mientras sus botas eran de una cuerina ya gastada por el tiempo pero que se negaba a romperse a pesar del uso. Su rostro era redondo y sus ojos rasgados y finos, dando la impresión de que los llevaba cerrados todo el tiempo. Tenía cabellos castaños, peinados con una pequeña coleta en la nuca y se cubría del sol con un sombrero de paja.
El muchacho parpadeó varias veces, sin saber que responder. Se lo hubiese pensado más, de no ser porque el peso por poco causa que se le cayese la carga del hombro por el lado izquierdo.
—Pe-pero— se cortó cuando el peso finalmente le venció y cayó de espaldas, golpeándose. —¡Ayayayayai!— el chico quedó como tortuga de cabeza. —Creo que una mano no me vendría mal... ¿De verdad sólo quieres que te muestre el pueblo?— aún en la necesidad, se mostraba receloso.
Hablo || Pienso || Narro
~Ausente los fines de semana~
Nivel: 16
Exp: 133 puntos
Dinero: 940 ryōs
· Fue 60
· Pod 40
· Res 40
· Int 40
· Agu 30
· Car 20
· Agi 50
· Vol 40
· Des 60
· Per 40
El Inuzuka quedó un poco incómodo ante el recelo que mostró el chico, aunque el peso se le venía encima. No tardó en hacer un amago de que se le caía la carga, y preguntó o intentó preguntar el motivo. Quizás era eso, o quizás otra cosa. Lo único que pudo decir, o escupir, fue un gran quejido cuando de verdad terminó cayéndose la carga de madera y leña. El chico terminó en el suelo, al igual que su mercancía. Por suerte para el Inuzuka, terminó por aceptar su ayuda.
Pero antes de acabar aceptando la ayuda del desconocido, preguntó si de verdad solo quería ese tour por el pueblo a cambio de ayudarlo. El Inuzuka encubierto tomó todas las maderas y leña del chico, y sonrió al mismo. Con un gesto de cabeza afirmó que esa era su intención, estaba dispuesto a ayudarlo a cambio de que le enseñase la zona.
—Así es, te ayudo a llevar ésto hasta donde debas, y a cambio me enseñas un poco el lugar. Soy nuevo por aquí, y me gustaría conocer un poco más la zona. Solo eso, ¿te parece?
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~
|