Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
El chico aconsejó que si de verdad quería encontrarse con Oso, lo único que debía hacer era armar un buen jaleo. El hombre era quien se encargaba de solucionar ese tipo de cosas, y seguramente no demoraría mucho en aparecer si había jaleo. Por un lado, le parecía una idea fabulosa. Por otro lado, eso le obligaría a hacer algo a lo que no estaba acostumbrado, y que realmente le costaría mucho. Además, iba contra todos sus principios, no era algo que tuviese muy al alcance de sus manos...
—Así que armar jaleo... —pensó con voz.
Koke se disculpó, y terminó por despedirse a toda prisa. Se había demorado mucho, y seguramente era a él a quien escarmentaban por haber tardado tanto en regresar. Lanzó la instrucción sobre cómo cerrar el sitio, y aclaró que podía usarlo si lo necesitaba, así como dijo que lo había construido ese amigo que había desaparecido. Sin demora alguna, el chico corrió hacia el poblado.
—¡Gracias por todo, Koke!
El Inuzuka miró a Akane, y ladeó la cabeza —bueno, ya tenemos bastante información para ir actuando, ¿no crees?
—¿Aur?
El chico alzó su indice, y lo agitó varias veces en vertical señalando que llevaba razón —estás en lo cierto, tenemos que comprar aún la comida.
Poco mas tarde que el chico, ambos Inuzuka abandonaron el lugar, tirando de la liana para cerrar el escondite antes de ir dirección al pueblo. Sin más vueltas que dar, se dirigieron sin preámbulos hacia el mercado, y se lanzarían al primer puesto que viesen con carne y algo de verduras. En ésta ocasión, era para ellos y quizás para la familia del anfitrión.
—Buenas, ¿podría ponerme todas éstas cosas, por favor? —inquirió en lo que iba señalando los alimentos.
Tras pagar la compra, iría directo a la casa de Rao. Ya tenían todo lo que necesitaban, y les habían dado tiempo mas que de sobra para ponerse al día.
Para lo que había comprado, era casi media tienda, porque tampoco es que tuvieran mucha existencia o variedad de productos para elegir. El tendero, incrédulo, mordió varias veces las monedas para cerciorarse de que fueran reales, pues pocas veces tenía tanta venta cómo aquella. Era así, que el joven había hecho sus primeros avances socializando un poco y mezclándose con el ambiente. ¿Se lanzaría a la acción tan pronto? La apuesta de Etsu iba enfocada a una sola dirección; estaba convencido que eliminar al más fuerte en términos físicos iba a bastar para amedrentar al resto.
Al regresar, encontrarían la puerta sin llave. Aparentemente los esposos estaban tan centrados en platicar que cometieron aquel pequeño descuido.
Tras las correspondientes compras, el par de genin retomaron el camino a casa, a lo que podían llamar casa por un tiempo al menos. Cargaban con unas cuantas bolsas, pero eso no era ningún tipo de impedimento. Con paso firme y ligero, volvieron sobre sus pasos hasta plantarse nuevamente frente a la casa de Rao. Para sorpresa de ambos, la puerta no estaba cerrada.
—Vaya despiste, ¿no? —preguntó a Akane el Inuzuka.
Éste afirmó, sin pronunciar ladrido, o algún otro tipo de sonido. Pero si, evidentemente, estaba totalmente de acuerdo. No era momento para ir dejando la puerta abierta así como así, podría colarse cualquiera en casa de hacerlo. Adelantó unos pasos más, hasta situarse en el umbral de la puerta, y desde ahí golpeó con la diestra un par de veces la madera. Entre tanto, había de hacer equilibrio con la zurda para sujetar las bolsas de la compra.
—¡Rao, ya estamos de regreso! Con permiso... —y con las mismas, se adentró en la casa.
Al entrar, vería de inmediato a Rao y a Yukari en el comedor. La mujer estaba mucho más arreglada, pues se recogió el cabello en una trenza y además portaba ahora sandalias. El hombre de la casa por su lado, seguía igual de fachudo. Ambos voltearon a la puerta, extrañados de que Etsu entrara con tanta facilidad a la estancia.
—¡Ay dios mío dejaste la puerta abierta!— La mujer se llevó ambas manos a la cara y observó a Rao.
—Tranquila mujer, que total, aquí estamos nosotros nomás entrar— Se inclinó para acercarse y acariciarle la cabeza. —¡Qué bueno verte de vuelta Kito!— Se levantó para recibirlo. —Dame eso, yo voy a ir a guardarlo. Mientras toma asiento, que logramos estirar un poco la porción de pollo para ti. Hay alguna razón también para el amiguito— Se le quedó viendo a Akane para luego pasar de nuevo si vista al Inuzuka, y susurrar sin que la fémina los oyese. —Se creyó el cuento de que vienes a ayudarme a transportar las mercancías, así que por ahora estamos seguros con eso— le guiñó el ojo mientras tomaba las bolsas de las compras y se daba la vuelta en dirección a la cocina.
—Ay, perdón por lo de antes— La mujer se levantó y realizó una reverencia mientras sus mejillas estaban enrojecidas. —Permíteme presentarme como se debe, soy Kusakabe Yukari. Muchas gracias por aceptar trabajar con mi marido, realmente nos hace mucha falta y tu apoyo será invaluable— Se irguió y se acomodó unos pocos cabellos. —Toma asiento, ahorita les sirvo un poco de guiso— sonrió.
Rao y su mujer dieron la vuelta al escuchar la voz del Inuzuka. Ambos se sorprendieron, pensando que habían cerrado la puerta. De hecho, la mujer del solicitante de la misión se llevó las manos al rostro, quejándose de la situación. Sin embargo el hombre pareció algo mas tranquilo, e incluso inquirió que estaban casi a la entrada, y por tanto no pasaba nada. El hombre se alegró de ver de nuevo a Kito, incluso se levantó y tomó las compras del chico. Así mismo, informó que habían podido alargar un poco el cocido, haciendo de éste un par de raciones mas y que ambos Inuzuka pudiesen comer. Con el beneficio de la cercanía, le susurró que la historia que se había inventado estaba funcionando, su mujer pensaba que tan solo era un ayudante para transportar las mercancías.
—Ah, es genial. Muchas gracias por todo, Rao.
Obviamente, tenía que disimular un poco. Pero antes de que se diese cuenta, la mujer se tomó la libertad de presentarse como supuestamente era debido. Realizó una reverencia, lanzó su nombre y agradeció al chico la ayuda que supuestamente le prestaba a su marido. Sin posibilidad alternativa, Etsu contestó a la reverencia con una reverencia.
—Es todo un placer, Yukari. Su marido y yo hicimos buenas migas —contestó antes de deshacer el gesto.
La mujer no tardó en proponer al chico que tomase asiento, pues el guiso estaba listo y había para todos. Sin demora alguna, Etsu tomaría asiento.
24/07/2019, 05:04 (Última modificación: 24/07/2019, 16:19 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
Luego de las presentaciones, la rubia comenzó a servir los platos, además de dejar uno en especial en el suelo para Akane en la esquina de la sala comedor, al tiempo que Rao regresaba mientras parecía secarse las manos con su propia camisa. La mujer rodó los ojos pero hizo el esfuerzo por mantener una sonrisa cordial ante Etsu. Finalmente todos se sentaron en la mesa y la pareja de esposos agradeció con una breve oración antes de comenzar a degustar el almuerzo.
—Estuve platicando con Rao, y creemos que podemos acomodarte un viejo cuarto que tenemos para que puedas usarlo. En realidad es algo pequeño y lo usábamos de bodega improvisda, pero creo que si lo ordenamos sería habitable— dijo sonriente la mujer. —¿Quieres descansar luego del almuerzo? ¿O prefieres que te muestre el criadero?— se mostraba afable.
Rao entre tanto, parecía ignorar todo, devorando la sopa con una vehemencia extrema. Casi parecía llorar, maravillado por el sabor casero y amoroso que poseía el guiso. La mujer le vio de reojo, con una gota de sudor recorriendo su sien derecha, aunque luego se encogió de hombros y soltó una risita. Hace mucho no se veían, y la experiencia estaba siendo casi mágica. Hace mucho tiempo que no se veían, pero el estar juntos les permitía actuar cómo si nunca se hubiesen separado, aunque la nostalgia estaba a flor de piel.
—¿Eumh?— dijo el tuerto aún con algo de pollo en la boca.
Una vez todos estuvieron sentados en la mesa, la pareja formalizó la misma con una oración. El chico, al igual que el can, era la primera vez que veía algo así. No estaba acostumbrado a que se diese las gracias por la comida que se iba a comer, ni porque se diesen las gracias por la misma. Quizás era cosa de la gente que no tenía mucho, o simplemente eran motivos religiosos propios de aquel pequeño poblado. Fuese como fuese, la liviana inteligencia del chico le impidió que tomase nada antes de que éstos terminasen sus plegarias.
Todos comenzaron a comer, el que con más ahínco lo hizo fue Rao, que superaba hasta a Akane. Superar a Akane en ansias de comer no era cosa fácil, pero el hombre lo consiguió sumamente fácil. Entre tanto, la mujer dejó caer un par de opciones para Etsu. Le tendía la posibilidad de ver el criadero, o bien descansar un poco tras el almuerzo. Fuese como fuese, lo que podía sacar en claro era que iban a poder darle alojamiento en lo que en su momento había sido la bodega.
Etsu dejó por un instante su plato —me encantaría ver el criadero, la verdad. No soy muy hecho a dormir, la verdad... jajaja.
Continuaron comiendo, disfrutando de tan buen guiso. El marido parecía tan sumido en el plato, que careciese de control para percibir algo fuera de éste. Casi igual que Akane, pero más intenso. Hasta que se dio cuenta de que había una conversación, o quizás fue otra cosa, momento en el cual pareció caer del cielo de vuelta a la tierra.
—Jajajaja... parece que has echado de menos la comida de tu esposa, Rao...
Rao sostuvo la cuchara por unos instantes, observando luego su distorsionado reflejo en la sopa. Sí, la extrañaba. La extrañó durante muchos momentos, recordando que incluso cuando era golpeado, su mayor temor era que ya no iba a poder disfrutar de tan maravilloso platillo nunca jamás. No era el más exquisito del mundo, ni el más abundante, pero sin duda, era el que su hermosa esposa le dedicaba con afecto.
—No puedo disfrutar de ninguna comida preparada con otras manos, cómo lo hago con esta— Desvió la mirada a su mujer son una sonrisa tierna. —Aún no puedo creer que esté aquí. Es irreal, cómo si el tiempo se hubiese detenido.
La mujer se llevó una mano a la mejilla y se sonrojó, apartando la vista, pero sonriendo de igual manera.
—Cómo si nunca te hubieses ido— Complementó ella. —Todo es cómo antes...
Por mucho que quisieran disimular, las emociones aún estaban vivos en ellos dos. Las heridas de él tras la golpiza, las ojeras de ella en las noches sin sueño. Y aún así, tenían esperanza. Aquella de que podían ser felices y se negaban a ceder ante las adversidades de la vida. Nunca hicieron nada malo, pero seguían recibiendo piedras a cambio de anhelar una vida mejor.
El resto del almuerzo pasó sin pena, aunque ya era algo tarde cuando comenzaron, por lo que terminaron a eso de las tres de la tarde. La mujer se dispuso a recoger los platos, pero el tuerto la detuvo colocando la mano en su hombro y negando con la cabeza.
—Déjame el trabajo a mí, tú además debes ayudar a Kito para que se vaya aclimatando— Se fue con los trastes en mano.
—Bueno— Sonrió resignada ante el Inuzuka, acomodándose parte del cabello tras la oreja para luego juntar sus manos delante de sí. —Mientras mi marido lava los utensilios, podemos ir a la parte trasera. Por aquí— le indicó para que le siguiese.
Atravesaron la cocina donde Rao estaba haciendo oficio, cruzando luego una puerta que daba al criadero. El lugar no era demasiado grande, pero eso no lo volvía menos impresionante. Había varias estanterías que tenían una gran cantidad de capullos, tantos que era difícil contarlos uno a uno. Además, al fondo podían verse cajas de cristal con algunas hojas cortadas, dónde podía verse a una enorme cantidad de gusanos alimentándose. Finalmente, en una esquina solitaria, una rueca y lo que parecían ser varias madejas ya hiladas, además de algunos frascos con pintura.
—Este es mi sitio de trabajo— Señalaba con la mano cada sección del recinto. —Nosotros producimos seda cómo materia prima únicamente, no tejemos. Alimentamos a los gusanos hasta que forman un capullo, el cuál al cabo de un tiempo debe madurar y ser "cosechado". Para ello, se meten en agua hirviendo antes de que se desarrolle la polilla. Luego de eso se hila y lo vendemos en el exterior. Nuestro problema principal era que nuestros compradores suelen vivir muy lejos, así que Rao debía viajar demasiado lejos para hacer las entregas. Creo que ahora que estemos los dos pendientes del criadero podremos producir un poco más, media vez tú puedas ayudarnos a transportarlas— Explicó lo más detallado que pudo. —A decir verdad, sólo el criadero ocupa más de la mitad de la casa, por lo que no tenemos tanto espacio cómo aparentamos— ella empezó a juguetear con sus propios dedos índices. --Si quieres vamos a desocupar la vieja bodega.
No irían muy lejos, pues al salir del criadero y dirigirse a la derecha verían de inmediato una puerta entreabierta, la cuál ella abrió y dio paso a Etsu.
—Ahora mismo es un desastre— una gota de sudor resbaló en su sien.
En efecto, había un colchón viejo en el sitio, además de dos enormes alfombras. Había escobas, trapos viejos y estantes de madera cómo los del criadero pero rotos. Todo amontonado sin orden alguno.
—Por cierto, ¿dormirás con tu amiguito?— No se refería a otro que Akane. —No sé si lo vas a tener fuera o aquí dentro— Ella se llevó el dedo índice a los labios.
Rao no pudo disimular su amor, puro y sincero como un rayo de sol, aclarando que no podía disfrutar de un plato de la misma manera a los que hacía su esposa. Para el hombre era casi inimaginable, como una tremebunda ilusión. El tiempo se le había hecho incontemplable, alterado y corrupto; para el hombre, tan solo contaba el ahora, y lo estaba disfrutando como si la eternidad le cundiese en el mismo.
¿Quién iba a culparlo por eso?
La mujer tuvo que apartar la mirada, acompañando el gesto con la mano intentando disimular el ruborizado de sus mejillas. Pero eso fue imposible, casi hasta al Inuzuka le salta el color. El hombre de verdad quería a esa afortunada, con todo su corazón y alma. Podía poner la mano en el fuego sin posibilidad de perder apostando por ello.
La mujer sentenció que era como si nunca se hubiese ido, como si siempre hubiese permanecido allí junto a ella. Ni las ojeras en su rostro, ni las heridas en el cuerpo del sujeto habían separado esos corazones.
—Ojalá algún día encuentre un cariño como el que os tenéis... es impresionante... —la verdad, era casi motivo de envidia.
Para cuando terminaron de comer, la mujer hizo por recoger los platos. Rao se levantó apurado, y lo evitó apostando su mano sobre el hombre de ella. El hombre aclaró que le dejase el trabajo en lo que ella ayudase a Kito a aclimatarse, y con las mismas tomó los trastos y se dirigió a la pila.
Etsu se levantó, como correspondía, y con las mismas fue guiado por Yukari hacia la parte trasera. Atravesaron la cocina, donde Rao atendía los platos y cubiertos, dando al criadero. El lugar resultó de lo mas impresionante. El habitáculo al que dieron a parar era compacto, pero estaba lleno de capullos, tantos que de proponerse contarlos tardaría unas cuantas horas. Al final de la sala se encontraban una gran cantidad de cajas de cristal, donde podía verse una inmensa cantidad de gusanos alimentándose de hojas. Por último, en una esquina había una rueca y unas cuantas madejas hiladas.
—Ostras...
Yukari aclaró que ese era su lugar de trabajo, y que ahí producían la seda a base de los capullos que iban cosechando. El proceso era de lo mas peculiar, la verdad es que al chico jamás se le hubiese ocurrido. Sin embargo, no era demasiado liviano, si no mas bien lo contrario, era algo tedioso. Cuando ella solo se dedicaba a ello, apenas daba abasto, pero por suerte con la ayuda del Inuzuka, eran dos para cosechar y uno para transportar. El asunto cambiaba enormemente, y seguro que el negocio mejoraría.
Una pequeña gran verdad, eclipsada por una pequeña gran mentira.
La mujer terminó por preocuparse por el lugar de descanso del chico, pues aunque la casa parecía bastante grande, la mayor parte era ocupada por el criadero. Por suerte, la bodega podría suplir esa función. Salieron del criadero, y giraron hacia la derecha, lo cuál terminó dando en una puerta entreabierta. Yukari abrió la puerta, dando paso a Etsu, algo avergonzada por el estado en que se encontraba. Parecía un desastre, pero bueno, para el tiempo que tardase en concluir su misión sería mas que suficiente.
Etsu sonrió —es suficiente, de verdad. Akane y yo dormiremos aquí bien, muchas gracias.
15/08/2019, 06:19 (Última modificación: 15/08/2019, 06:29 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
—Bueno. ¡Organizaré esto en un santiamén!
Aunque su santiamén con el tiempo se volvió una hora larga entre polvo y cachivaches. Costó un poco acomodar el viejo colchón en el somier y también logró conseguir un rústico tapete para Akane, además de una vieja mesita de noche. No había luz, asíq ue durante las noches tendría que apañarse con algunas candelas.
—Uff, creo que tendrás el resto del día libre para pensar y meditar... Aunque quizás yo sea quién necesite pensar y meditar, que lo de hoy fue tan de improviso que aún no sé si es de verdad o si sólo estoy soñando— suspiró y se limpió algo de sudor por el esfuerzo físico. —Creo que tomaré una siesta, ¡nos vemos!— se despidió con la mano.
A partir de aquí tu decides que acción tomar. Si quieres dar por finalizado el día y pasamos al siguiente, o si harás algo en el transcurso de la noche. Lo dejo a tu criterio y yo masterizaré en consecuencia a tus decisiones.
Yukari, decidida y con ánimos, sentenció que se pondría manos a la obra, así como que no tardaría mucho en acabar. El Inuzuka afirmó con un gesto seco vertical de cabeza, confirmando la decisión de la mujer. Pronto la esposa del cliente comenzó a laborar, organizando el trastero. Comenzó con los retales, movió varias cajas, sacudió el polvo, limpió el suelo, puso un tapete para Akane, y por último una cama improvisada para Etsu. El proceso no fue para nada rápido, pese al ánimo que la mujer puso en el trabajo. No fueron menos de unas horas, en las que Akane y Etsu trataron de no estorbar demasiado, y ayudaron en tanto como pudieron. La luz era lo único que faltaba en la habitación, y la verdad es que tampoco podía pedir más. Un par de velas sería suficiente para alumbrar el sitio mientras se disponían a dormir o lo que fuese que quisieran hacer previo dormir.
Al final, la mujer aclaró que tendría el resto del día libre, y que podía aprovecharlo en lo que quisiese, ya fuese meditar o tomarse algo por ahí. Sin embargo, no tardó en aclarar que quizás era ella quien debiere meditar, pues todas las emociones vividas en ese día estaban llegando hasta el límite de lo creíble. La mujer se echaría una siesta, así lo confirmó, y terminó por despedirse.
—Muchisimas gracias por todo, Yukari, que descanses. Nosotros también nos echaremos un rato, ha sido un largo viaje...
Etsu miró a Akane, y éste ya había tomado la iniciativa, estrenando su tapete. El can miró a Etsu desde su nueva cama, y bostezó. El Inuzuka no pudo evitar reír, el cabrón le había tomado ventaja. Para cuando la mujer se fue, Etsu también acudió a comprobar la comodidad de su cama.
Total, el mundo no se puede salvar en un solo día.
Las horas pasaron y llegó la hora de la siesta... Una que quizá se alargó más de lo debido por el largo viaje a pie que había tenido que recorrer el Inuzuka. Yukari se había acercado a la puerta, temió tocar con fuerza y sólo propinó unos golpecitos suaves que al final terminaron siendo inaudibles. Observó a la puerta, observó a sus pies y luego mejor regresó por donde vino. ¿Para qué iba a despertarle? ¿Para decirle que no tenía más cena que pan con algo de queso? Prefería mejor disimular la pobreza y esperaría a la mañana siguiente para ofrecer una comida más decente al nuevo trabajador.
Pero el sueño del Inuzuka no era tan pesado para quedarse cuajado hasta la salida del sol. El perro sería el primero en notar un ruido fuerte en las afueras, uno similar a las ruedas de un carruaje. Kito sería el segundo en percatarse del sonido. Parecía provenir justo de las afueras, como para ignorarlo. Aún no había amanecido, siendo que la oscuridad aún reinaba y la única luz que se filtraba en la ventana de aquel diminuto cuarto era la de la luna en plenitud y su séquito de estrellas.
El chico y el can permanecieron durante unas cuantas horas en cama. Al principio le costó amoldarse a esa cama, pues estaba acostumbrado a la propia, pero tras un buen rato, casi logró alcanzar la comodidad en la susodicha. Parecía que todo haz de luz proveniente del astro rey había desaparecido, y en su lugar ahora reinaba la oscuridad. Una oscuridad que parcialmente se veía eclipsada por la luna y su séquito de estrellas.
De pronto, un ruido de carruaje rasgó el silencio de la noche. Akane fue el primero en notarlo, seguido por Etsu. Al segundo le costó un poco más, pues su oído no era tan fino como el del can. Sin embargo, para cuando quisieron darse cuenta, ahí estaban. Se miraban el uno al otro, o al menos eso podían intuir, pues la penumbra dificultaba un poco el hecho.
—¿Y eso...?
El Inuzuka se levantó de su cama, y se asomó a lo que podía considerarse la ventana. El ruido procedía de fuera, quizás con un poco de suerte lograba avistar algo. La verdad, no lograba comprender qué podía ser a esas horas, todo había de estar tranquilo en un pueblo como ese... ¿o no?
Al asomarse para observar, vería a dos pobladores transportar una carreta con una carga anormalmente grande. Sin embargo, era imposible ver que portaban debido a una lona gruesa que llevaba encima. Eso sí, era tan grande le bulto, que más que dos hombres serían mejor dos bueyes para llevarla. Aún así, aquellos sujetos que lucían sudados y fatigados, hacían todo lo posible por arrastrar el cargamento aún cuando las rechinantes llantas metálicas estaban que se hundían en aquel suelo de terracería.
Un tercero observaba la situación no muy lejos, portando una enorme túnica que si bien a la distancia parecía negra, quizá era que la oscuridad no dejaba apreciar su color real. Murmuraba algo pero era inaudible para el Inuzuka, solo podía saber que hablaba porque movía los labios. Los otros dos hombres se esforzaron por seguir avanzando con toda la prisa que sus pies les podían ofrecer.
De un momento a otro, el tercero sacó un látigo de debajo de sus ropajes y con velocidad vertiginosa azotó el rostro de uno de los dos sujetos. El movimiento hizo caer su capucha y develó un rostro juvenil adornado con una media melena rebelde entre el rojo y el marrón. tenía el tatuaje de un ala en la mitad derecha de su rostro y su cara era de rabia pura.
19/01/2020, 23:48 (Última modificación: 19/01/2020, 23:48 por Inuzuka Etsu.)
Para cuando el Inuzuka asomó por la ventana, lo que vio fue de lo más delirante. Un par de hombres tiraban de una carreta, en lo que un tercero observaba desde la penumbra. El par de hombres que tiraban, no podían con su alma. Bueno, en realidad mas que con su alma, con lo que no podían era con la carga que trataban de transportar en la susodicha carreta. La maltrecha carreta casi estaba hundida en el suelo, apenas lograban avanzar con ella pues lo que fuese que transportasen, pesaba muchísimo. Pese a que el par de hombres ponían todo su empeño en tirar de la carreta, el tercero —el que observaba— desglosó lo que parecía una cuerda. Un primer chasquido contra el suelo anunció de qué se trataba. No, no era para nada una cuerda.
¡¡Flask!!
Chasqueó con el látigo sobre el par de hombres, acertando de lleno en el rostro de uno. El Inuzuka se irguió, alarmado ante lo que sucedía. No daba crédito, no podía entender el porqué de esa situación, por más vueltas que le diese al asunto. El chico ni se lo pensó dos veces, abrió la ventana con tanto sigilo como pudo, y aprovechando las sombras intentaría que no se viese de dónde había salido. Obviamente, lo hacía tan rápido como pudo, y buscando el amparo de la noche y la penumbra, se lanzaría en carrera directamente hacia el tipo del látigo. Buscando pillarlo por sorpresa, se lanzaría con una patada en salto.
—¡¡BUUUUUUEEEEEEENAAAAS NOCHES!! —bramó a la par que intentaba acertar con la suela de su bota en la cara del abusón.
¿Qué había pasado con Akane? Él había saltado también por el umbral de la ventana, y se había dispuesto al lado contrario, alerta y expectante desde una posición segura. Su propósito era estar ahí por si el tipo huía, o por si alguien más acudía a la fiesta. Sin duda, ésto tenía pinta de que se iba a poner bien gracioso.
Estado de Etsu
Vida
200/200
–
Chakra
166/190
–
-24
–
—Objetos:
--
* Ninguna AO *
Fuerza: 60
Resistencia: 30
Aguante: 30
Agilidad: 50
Destreza: 60
Poder: 30
Inteligencia: 30
Carisma: 20
Voluntad: 40
Percepción: 40
¤ Dynamic Entry ¤ Entrada Dinámica - Tipo: Ofensivo - Rango: D - Requisitos: Taijutsu 20 - Gastos: 24 CK - Daños: 40 PV - Efectos adicionales: - - Sellos: - - Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones: El impulso de velocidad en el aire puede hacerse desde 10 metros.
—Esta técnica consiste básicamente en que el usuario atice una patada voladora en la cara del oponente, a una velocidad considerable y desde cierta distancia, en ocasiones haciendo acto de aparición en escena y pillándolo por sorpresa. Normalmente, se suele usar un kunai como distracción para aprovechar el momento de despiste del adversario y asestar el golpe. Para aumentar la sorpresa de la técnica, el usuario puede gritar su nombre dramáticamente mientras la ejecuta.