Juro esperó y esperó, y a punto estuvo de caer dormido. El calor del verano era insoportable, y más para él, que no era para nada fanático de esas temperaturas tan extremas. Se apoyó en la mochila y dejó volar su imaginación...


— Ya podemos irnos. Disculpa si he tardado demasiado

Juro abrió los ojos de golpe cuando escuchó a su compañero. Lo tenía delante. Yota estaba ahí. Cargaba una mochila, probablemente lista con las provisiones. El marionetista se dio cuenta enseguida de que faltaba la otra mitad del duo cómico que Yota siempre formaba: su araña no estaba en ningun lado.

« Al final si que la ha dejado » — pensó, para sí.

— No te preocupes, no llevo tanto tiempo esperando — mintió. Lo cierto es que no podía saber cuánto había tardado al haber estado durmiendo. Además, no quería iniciar otra discusión. Alzó la ceja y miró al chico —. ¿Todo bien? ¿Has dejado a Kumopansa en casa?

Aunque le había tratado de quitar hierro al asunto, era obvio que el jounin había mentido. Me había tomado mis horitas para deshacerme de aquella araña, pero si él no veía problemas, no iba a ser yo el que los crease.

¿Todo bien? ¿Has dejado a Kumopansa en casa?

Ah, sí. Kumopansa. Venía preparado a consciencia para resolver las preguntas en referencia a ese jodido animal. Pero podía imaginarme como podía llegar a ser de tolerante un Daimyo. Osea, me lo imaginaba en mi cabeza, no es que nunca hubiese conocido ninguno. Pero el hecho de que el Morikage enviase un jounin y un gennin para entretenerle y poder hacer un show patético de jutsus podía darnos una idea de cómo era aquella gente que dominaba un país entero. El clásico lo quiero y lo quiero ya.

— No querrás que abra su bocaza y cabree al Daimyo, ¿no?

Era casi una obviedad que en un momento u otro habría hecho de las suyas, gastando una broma de esas pesadas o simplemente diciendo una impertinencia. Prefería que la misión saliese bien. A pesar de todo, no quería ser la razón por la que el Daimyo tuviese que pedir explicaciones a Kenzou-sama.

— Sí, la he dejado en casa. Cuidando de mamá

«O mamá cuidando de ella, no sé»

Juro escuchó las palabras de Yota y disimuló una carcajada. Sí, la verdad es que tenía mucha razón.

— Buen punto — dijo, aunque solamente dejó entrever una sonrisa. No tenía muchas ganas de reír.

Seguía sin gustarle la actitud con la que Yota se había presentado ante él, pero no pudo más que suspirar. Iba a ser un viaje considerable, y bueno, esperaba que pasable.

— Está bien. Entonces, es hora de marchar. Vamos bastante bien de tiempo, pero lo prefiero así. Nunca se sabe si tendremos algún inconveniente en el camino — repuso Juro —. Sé que no te gusta esta misión. A mi tampoco. Por supuesto que no me gusta. Vamos a hacer un espectáculo, no a trabajar como shinobi. Pero supongo que estamos sirviendo a nuestra villa... aunque sea de esta manera tan triste.

» Ya nos inventaremos una coreografía o algo.Lo único que quieren es un espectáculo bonito — Claramente no pensaba darlo todo. Ni pelear en serio con Yota. Se podrían poner de acuerdo, un par de técnicas por aquí, otras para aca, unos cuantos choques y ya esta —. Así que no te preocupes, ¿vale? Vamos y hagamos nuestro deber. Ya habrá otras misiones mejores.

Juro le dedicó una sonrisa a su compañero. Si esto no hacía que al menos se relajara un poco, ya no sabría que hacer.

En cuanto Yota le contestase, iniciarían la marcha. Juro esperó para que su compañero tomara la delantera. Tal y como él ya sabía, el marionetista no iba a ser el que encaminase la marcha.

Oh, sí, claro que era un buen punto. No queríamos jugarnosla a doble o nada. Ni siquiera conocíamos al jodido Daimyo ese como para saber cómo podría tolerar las bromas de Kumopansa. Desde luego que fue una gran decisión el dejarle en Kusagakure.

— Está bien. Entonces, es hora de marchar. Vamos bastante bien de tiempo, pero lo prefiero así. Nunca se sabe si tendremos algún inconveniente en el camino — repuso Juro —. Sé que no te gusta esta misión. A mi tampoco. Por supuesto que no me gusta. Vamos a hacer un espectáculo, no a trabajar como shinobi. Pero supongo que estamos sirviendo a nuestra villa... aunque sea de esta manera tan triste.

— No es que...

Traté de hablar pero el tipo seguía con su discurso y no fue posible. Había que esperar a que terminase.

» Ya nos inventaremos una coreografía o algo.Lo único que quieren es un espectáculo bonito

«Claro, joder, ¿cómo no se me había ocurrido antes?» me dije para mis adentros con mi extra de ironía.

Así que no te preocupes, ¿vale? Vamos y hagamos nuestro deber. Ya habrá otras misiones mejores.

— Permíteme que te hable con franqueza, Jurete. No estás entendiendo una puta mierda — dije, haciendo énfasis en porque me había cruzado de aquella manera — No se trata de qué me guste o no me guste, de que crea que pueda hacerlo o no, o de cualquier otra trivialidad. Se trata de que hasta donde yo sé; tú, yo, el Morikage... no nos dedicamos a entretener a ricachones como ese Daimyo sino a proteger a la gente.

Es posible que jamás antes hubiese hablado con más franqueza que en aquellos momentos. Creía fervientemente en lo que estaba diciendo.

— Jamás me he quejado de las misiones que me han asignado. Ahora bien, ¿quiere un buen show ese tipo? Perfecto, lo tendrá.

Tenía alguna que otra idea en mente sobre lo que hacer para que el Daimyo no olvidase jamás su fiesta privada. Por ahora, empezaría a caminar. No hicieron falta palabras, yo iba a tener que guiarnos hasta la capital del País y eso es lo que haría. Aunque no sin antes llevarme uno de mis caramelos a la boca.

Juro se cruzó de hombros, mientras escuchaba las palabras de Yota. Sí, puede que se hubiera equivocado respecto al motivo, pero al final, era lo mismo: no estaba contento con el rumbo de la misión y había tenido una pataleta en el despacho del Kage. Que estuviesen cumpliendo el objetivo que Yota creía que los ninja tenían que tener o no, al final, no era trivial para la aldea: ellos tenían que ayudar en lo que les mandasen, y eso Juro lo entendía.

Supuso que por eso había tenido menos problemas en aceptar la misión. Si había que hacerlo, se hacía y punto. Sin molestias, malas caras o quejas.

— Jamás me he quejado de las misiones que me han asignado. Ahora bien, ¿quiere un buen show ese tipo? Perfecto, lo tendrá.

— En eso estamos de acuerdo — se limitó a decir el jounin. No iba a discutir de filosofía ni de lo que creía que era correcto o no con Yota. Estaba demasiado alterado, y no le gustaba para nada su actitud.

« Si, tendrá su show » — Juro se limitó a asentir ante la nueva falta de educación de su compañero. Desde luego, esa boca le iba a traer muchos problemas en un futuro cercano, pero por hoy, mejor tener la fiesta en paz.

Los dos se armaron a caminar. Juro no tenía ni idea del camino, pero sabía que llegarían con tiempo, y que su compañero al menos podría dejarles cerca del camino. Eso era lo más importante en ese mismo momento. Una vez llegasen, recordaba las instrucciones que les había dado su Kage.

Suspiró para sus adentros. Al menos, tenía a todas sus marionetas arregladas y listas, y un par de trucos bajo la manga.

No hubo más discusión. Con aquel "estamos de acuerdo" de Juro, ambos daríamos aquel particular intercambio de opiniones en el que, curiosamente no íbamos a ponernos de acuerdo y lo único que íbamos a conseguir es crisparnos más de lo que ya lo estábamos. Así que seguimos con el camino hasta la capital del reino en la que los dos ninjas convertidos en dos bufones eran el plato estrella de la atracción que había estado montando el señor feudal del país de los Bosques.

No es que no nos cruzasemos la cara, evitando cruzar nuestras miradas. Volvimos a hablar durante el viaje, pero el tema en cuestión no lo volvimos a tocar.

en realidad, cuando llegamos a Tane-shigai, ya bajo la luz de la luna y las estrellas, sentía que necesitaba una cama como el jodido comer. Hablando de comer, un buen ramen tampoco estaría del todo mal. Igual el hecho de ser los bufones del jefe de aquel lugar podría tener alguna que otra ventaja.

A decir verdad, hubiese preferido llegar antes a Tane-Shigai, pero lo cierto es que salimos demasiado tarde y tuvimos que acelerar la marcha para no tener que hacer alguna parada no programada y llegar al destino deseado en un primer momento.

— ¿La comida está incluida en este de ser el bufón del Daimyo? Me muero de hambre... — dije, por si Juro disponía de esa información o no.

El camino no se le hizo eterno. La verdad es que caminar siempre le venía bien, incluso cuando necesitaba pensar. Era una forma de desestresarse. En el fondo, creía que Yota era parecido. Pareció calmarse, al menos un poco. Por el paseo, o simplemente por no discutir, pudieron reducir la tensión.

« Con Kumopansa esto no habría pasado » — se lamentó Juro. Esa araña era la pieza faltante del grupo ahora mismo: el alivio cómico ante cada situación problemática. Ahora entendía lo bien que le sentaba a Yota tenerla.

Cuando llegaron a Tane-shigai era de noche. Estaban cansados y hambrientos. Había tiempo, claro, pero aun así, tenían que sobrevivir hasta poder cumplir su función. Entonces, Yota hizo una pregunta bastante inteligente.

— ¿La comida está incluida en este de ser el bufón del Daimyo? Me muero de hambre...

— Tienes razón. Deberían incluir algo. Al menos, durante el tiempo de la misión. Pero no lo sé. — murmuró Juro, en protesta —. Igualmente, hemos llegado pronto, y de noche. No creo que podamos presentarnos ante nadie en estos momentos para ver si han reservado algo o no a nuestro nombre. Puede que ni si quiera tengan nada preparado aún.

» Al menos, no creo — dijo, mientras sacaba el pergamino de la misión y lo ojeaba un poco. La verdad es que no lo había mirado demasiado desde que se lo habían dado: el problema de Yota le había distraido —. Igualmente, podemos permitirnos comer y dormir por nuestro bolsillo. Aunque sea solo por esta noche.

De todas formas, les iban a pagar pronto. Cuando cumplieran su dichosa misión.

El dúo shinobi al fin llegó a Tane-Shigai —contra todo pronóstico—, a pesar de su hostil actitud hacia la misión que les habían encomendado. Llegar a Tane-Shigai era, depende de cómo le llamara uno, llegar al lugar que había bajo Tane-Shigai, o llegar a la ciudad real, ése complejo de casas árbol gigantescas, unidas por puentes, que se erigía en este caso por encima de ellos.

Afortunadamente, más de cien escaleras de caracol de madera, que se construían alrededor de los troncos de los árboles, les permitían ascender hasta la altura de la propia urbe.

El contraste con Kusagakure era evidente. Mientras que en Kusagakure la mayoría de edificios eran dojos modestos, lo que podía considerarse humilde, aquella ciudad era... bueno, eso, una ciudad cualquiera. Una capital cualquiera. La gente, incluso a aquellas horas de la noche, se movía entre las pasarelas y alrededor de los edificios como si fuera de día. Quizás más todavía que de día, aunque en muchos casos, no tan sobrios como de día.

El palacio del Señor Feudal se erigía imponente en el centro de toda la red, una burbuja brillante y de tamaño dantesco.

Encontrar un sitio para comer no sería difícil. Si no querían importunar al Daimyo tan tarde ya, también tendrían que encontrar un sitio para dormir, al menos durante aquella noche.

Por el momento, no se les presentaba mucha oportunidad. Si tomaban la primera escalera, se toparían justo con la puerta de una tienda de vasijas cerámicas decorativas. Como cada edificio ocupaba un árbol, si el vegetal no era extremadamente grande, era difícil, y menos a aquella hora, detectar qué sitio era de comida, qué una tienda, qué una posada o qué, simplemente, una vivienda.

— Tienes razón. Deberían incluir algo. Al menos, durante el tiempo de la misión. Pero no lo sé. — murmuró Juro, en protesta —. Igualmente, hemos llegado pronto, y de noche. No creo que podamos presentarnos ante nadie en estos momentos para ver si han reservado algo o no a nuestro nombre. Puede que ni si quiera tengan nada preparado aún.

Me había puesto las manos en la cadera y había alzado la vista hasta la gran burbuja que era nuestro destino, pero no para aquella noche.

» Al menos, no creo

Resoplé mientras escuchaba al titiritero.

Igualmente, podemos permitirnos comer y dormir por nuestro bolsillo. Aunque sea solo por esta noche.

— Pues entonces será mejor que empecemos a buscar algo antes de que se nos hagan las tantas

Osea, antes de que echasen la persiana ya que teníamos dos tareas que hacer y ni puñetera idea de por dónde empezar a buscar. Íbamos totalmente a ciegas.

Empecé a caminar y subí las escaleras que teníamos en frente de nuestras narices. Una vez arriba solo vi una tienda de vasijas. Menuda decepción. Aquello iba a costar más de lo que uno podría esperar. aunque de pronto opté por un plan B. Me acerqué a la entrada de la tienda.

— Oiga, ¿Hay alguien allí? — dije, a la espera de que el tendero estuviese por allí y me pudiese oir.

— Pues entonces será mejor que empecemos a buscar algo antes de que se nos hagan las tantas

Juro se revolvió. Se sentía en territorio extraño: esa ciudad no era para nada como la de la villa. Era más... fría y oscura. Además, ya era de noche, y eso no era lo más agradable . Estar a oscuras en un territorio desconocido era de lo peor. Afortunadamente, confiaba en poder encontrar un lugar donde pasar la noche y comer.

Al subir las escaleras, encontraron una tienda de vasijas. Lejos de detenerse o de frenarse, Yota decidió entrar en la tienda, y realizó una pregunta al aire.

« Quizá él sepa dónde encontrar algun lugar » — reflexionó para sí.

Se mantuvo en silencio, aplaudiendo la iniciativa de su compañero.

Una figura encorvada surgió de debajo del mostrador como un submarino emergiendo del fondo del océano. De forma lenta y pesada, dejó caer los brazos en el escritorio. De avanzada edad, un señor calvo, con muchas manchas en la piel y los ojos ragados les devolvió una mirada dorada. Iba vestido con un traje verde que hacía juego con un diminuto y hasta ridículo sombrerito que vestía con orgullo. La calvicie era sólo superior: se ataba la larga melena gris, la que le quedaba, en una trenza ancha a la espalda.

—¿Síiii? ¿Hōse Ryui? ¿Eres tú...?

Juro me siguió a sabiendas de que el tiempo apremiaba y que nuestros estómagos estaban a punto de entrar en un estado de furia ciertamente peligroso. Bueno, al menos el mío. El suyo quizás no tanto, pues se mantuvo tras de mí, como si yo supiera a donde teníamos que ir.

—¿Síiii? ¿Hōse Ryui? ¿Eres tú...?

Ante nuestras miradas surgió un anciano que, presumiblemente, era el dueño de aquella tienda y, a juzgar por sus palabras, estaba esperando a alguien.

— Oh, pues... me temo que no, señor — dije, rascandome la nuca y esbozando una media sonrisa — Me preguntaba si podría ayudarnos. Acabamos de llegar desde Kusagakure y estamos buscando un sitio donde comer y dormir, ¿Seria usted tan amable de indicarnos?

Había sacado toda la amabilidad y los modales de los que no hacía gala el resto del año solo con la esperanza de que aquel hombre pudiese sernos de utilidad.

Lo que salió fue la figura de un anciano. Un señor "calvo" (solo por arriba, puesto que lucía una larga trenza grisácea), cuya cara estaba llena de manchas, y de ojos rasgados. Vestía un traje verde y un sombrero.

—¿Síiii? ¿Hōse Ryui? ¿Eres tú...? — Juro se encogió de hombros. El hombre parecía estar esperando a alguien. Se iba a llevar una decepción, supuso.

Nuevamente, Yota se adelantó a contestar.

— Oh, pues... me temo que no, señor. Me preguntaba si podría ayudarnos. Acabamos de llegar desde Kusagakure y estamos buscando un sitio donde comer y dormir, ¿Seria usted tan amable de indicarnos?

— Buenas noches, señor — murmuró Juro, por lo bajo. Estaba todo dicho ya, pero al menos, podía ser políticamente correcto.

El señor asintió varias veces frenéticamente.

—Oh, oh, te confundí. Buenas noches buenas noches. A ver, sí, sí, enseguida os ayudo... A veeeeeeeer... —El hombre, ni corto ni perezoso, se chupó el dedo índice de la mano y la levantó. No corría nada de aire. A saber qué es lo que estaba comprobando.

Pero de pronto...

»Cruzáis el puente a la derecha de mi tienda, luego el puente de la derecha y luego el de la izquierda, luego giráis otra vez a la derecha y vais tres veces recto saltándoos esos puentes. ¿O eran dos? Bueno da igual, el caso es que veréis una tienda enorme llena de luces de colores. Esa es la tienda de mi hermano Huan, bueno pues la miráis que está muy cuca. Os dáis la vuelta y volvéis a caminar pasando tres puentes y luego giráis a la derecha, luego otro a la izquierda y al final del todo veréis un hotel muy majo que es bastante acogedor y tienen muchas cosas. Los Hiyobi hacen pollo para comer, pero es del que sobra del día de antes así que el mejor es el de Kazeyobi. Por la noche siempre hay sopa, una sopa que es muy triste porque solo trae sopa pero claro, ¿qué más le vas a pedir a una sopa? La sopa está bastante rica en verdad ahora que lo pienso así que igual no necesita nada más. En fin que ahí está bien y la habitación cuesta muy poco. Sólo tenéis que tener cuidado porque el segundo escalón cruje mucho y un día se va a partir y va a causar una desgracia. En fin, por favor saludad a mi hermano Huan cuando paséis por su tienda. Y cuando lleguéis al hotel preguntáis si habéis visto a Hōse Ryui. Le decís que se pase por aquí que me rompió un plato el otro día y me lo tiene que pagar. Ah también le debe dinero a Huan, qué hijo puta el Hōse Ryui, le voy a partir los dientes y sólo va a comer sopa. ¡DIOS CÓMO ODIO LA SOPA!

El señor del tenderete había apretado los puños, que le temblaban violentamente. Bueno, a decir verdad todo en él temblaba violentamente. Aunque parecía tan frágil como un jarrón de esos que tenía expuestos a punto de romperse en mil pedacitos. No tenía pinta de que al pobre le fuera a ir bien si se peleaba con el tal Hōse Ryui.

—Oh, oh, te confundí. Buenas noches buenas noches. A ver, sí, sí, enseguida os ayudo... A veeeeeeeer...

Juro también se había presentado y el hombre se había chupado un dedo para alzarlo mientras tomaba aire. Me lo miré extrañado.

»Cruzáis el puente a la derecha de mi tienda, luego el puente de la derecha y luego el de la izquierda, luego giráis otra vez a la derecha y vais tres veces recto saltándoos esos puentes. ¿O eran dos? Bueno da igual, el caso es que veréis una tienda enorme llena de luces de colores. Esa es la tienda de mi hermano Huan, bueno pues la miráis que está muy cuca. Os dáis la vuelta y volvéis a caminar pasando tres puentes y luego giráis a la derecha, luego otro a la izquierda y al final del todo veréis un hotel muy majo que es bastante acogedor y tienen muchas cosas. Los Hiyobi hacen pollo para comer, pero es del que sobra del día de antes así que el mejor es el de Kazeyobi. Por la noche siempre hay sopa, una sopa que es muy triste porque solo trae sopa pero claro, ¿qué más le vas a pedir a una sopa? La sopa está bastante rica en verdad ahora que lo pienso así que igual no necesita nada más. En fin que ahí está bien y la habitación cuesta muy poco. Sólo tenéis que tener cuidado porque el segundo escalón cruje mucho y un día se va a partir y va a causar una desgracia. En fin, por favor saludad a mi hermano Huan cuando paséis por su tienda. Y cuando lleguéis al hotel preguntáis si habéis visto a Hōse Ryui. Le decís que se pase por aquí que me rompió un plato el otro día y me lo tiene que pagar. Ah también le debe dinero a Huan, qué hijo puta el Hōse Ryui, le voy a partir los dientes y sólo va a comer sopa. ¡DIOS CÓMO ODIO LA SOPA!

Santo Dios, pocas veces antes me habían llenado la cabeza de aquella manera. No sé Juro pero yo no me había quedado con las indicaciones del hombre. Es más, ¿nos había dado indicaciones? yo solo recordaba cómo odiaba la sopa. Miré al jounin haciendole entender que no había entendido una mierda.

— La verdad es que yo soy más de ramen que de sopa, ¿sabe? pero.... — intentaba caerle bien mientras buscaba las palabras en mi cabeza — creo que nos vamos a perder, no nos conocemos la aldea y mi amigo tiene graves problemas de orientación, ¿sabe? ¿Qué le parecería acompañarnos y de paso nos enseña la tienda de su hermano? Estaríamos eternamente agradecidos

Mostré una sonrisa mientras suplicaba por dentro a que el viejo aceptase.

— ¿Verdad que si, Jurete?