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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Tal y como había augurado el señor Soko, estar en el Torneo había ayudado de a la Hyuga a tener una perspectiva más amplia de lo que significa combatir. En todos aquellos días había visto combatir desde simples desconocidos, a compañeros de aldea e incluso amigos. Shinobis que se enfrentaban con todo lo que tenían estuviese quien estuviese frente a ellos, cada uno por motivos diferentes.

Detrás de cada luchador, había una historia, unos sueños, unas metas... y eso era lo que daba un significado... un objetivo a cada uno de sus golpes. Verlos luchar hasta más allá de sus límites, hasta desfallecer o vencer... había sido una experiencia reveladora de muchas cosas para la peliblanca.

En cierta forma, verlos mostrar tanta determinación y entrega, había destapado su propia falta de ellas. Desde que llegó al continente se había dedicado a ir de un lugar a otro, sin mostrar demasiado interés en los entrenamientos. Es más, desde que había llegado no había mejorado prácticamente nada su habilidad en el combate, ni siquiera tras los percances ocurridos tanto en el Valle del Fin como en los Templos abandonados. Aunque es cierto que tras este entendió que si no era capaz de protegerse así misma, jamás podría proteger a las gentes de Kusabi. Sin embargo no había hecho nada para remediarlo, pensando que con seguir adelante sería suficiente... pero al verlos sobre la arena, luchando con aquella determinación... se dio cuenta de que era lo que debía de hacer.

La joven Hyuga se encontraba sentada en la parte trasera de uno de los muchos dojos que poblaban aquel lugar, vestida con una cuidado kimono blanco con detalles florales en plateado, observaba el entrenamiento de un viejo maestro en un estilo muy parecido al Juken: Wing Chung. El señor Soko le había hablado de un viejo amigo que vivía en la ciudad, prácticante de este antigua disciplina de combate. Así que allí se encontraba, observando al anciano señor Cheng entrenando con el hombre de madera (un tocón con diferentes palos cruzados en alturas que se una para la práctica)

Yip Cheng, era un hombre de unos setenta años, algo encorbado por la edad pero de un cuerpo fornido. Calva reluciente, larga y cuidada barba, y ataviado con un traje tradicional negro de dos pieza: un pantalón y una camisa larga que llegaba hasta sus tobillos de mangas muy anchas.

A la joven Hyuga le costaba seguir los movimientos del anciano, era muy rapido. Sus golpes se alternaban con bloqueos y palmadas en determinados lugares (algunos muy similares a los de su juken), incluyendo algunas patadas.

Una vez el hombre acabo con su demostración se acerco lentamente hacia su espectado, con las manos cruzadas en su espalda y una amplia sonrisa

—¿Qué le ha parecido señorita?— pregunto con un pequeño temblor en su voz

—Verdaderamente impresionante— respondió la peliblanca devolviendo la sonrisa

—Me alegro de que le haya gustado— hizo una pequeña reverencia —Ahora me gustaría que la señorita me enseñase que es lo que es capaz de hacer—

—No me siento capaz tras haber visto de lo que es capaz usted...—

—No le he pedido que compita conmigo— dijo mientras la invitaba con un gesto a acercarse al hombre de madera —Le he pedido que me muestre lo que usted sabe hacer, no sea tímida—

—De acuerdo— se levanto con cuidado, mientras desde la manga derecha sacaba una cienta azul cielo que uso para recoger las mangas de su kimono pasandola por su dorso y finalmente atandola en su espalda. Avanzó lentamente hasta estar frente al tocón de madera, respiró hondo

—¡Adelante!— la ánimo el anciano

Mitsuki comenzó a con su sucesión de golpes, compuesta por infinida de palmadas de todo tipo. Había aprendido muy bien donde debía golpear, sin embargo, aquellos palos que tenía incrustados le impedían moverse libremente. Tras acabar su ejercicio se volvió hacia el señor Cheng

—Resulta difícil con esos travesaños— se quejó la Hyuga

—Por eso es tan útil, es como un adversario al fin y al cabo: Ninguno de los dos te deja golpear como quisieras. ¡De nuevo!— indicó el anciano

Mitsuki comenzó a realizar el ejercicio de nuevo mientras Cheng ejercía de maestro y le hacía correcciones en el momento. Cada corrección del anciano la hacia mejorar, sentirse más cómoda, a veces se equivocadaba pero no le importaba volvía una y otra vez a intentarlo. Algo le decía que había comenzado a cambiar de verdad, que quizás algún día podría sentirse tan llena de determinación como los demás...

Metida en la acción frenética, la peliblanca ni siquiera se percató qué varias personas se habían apostado en la rejas que rodeaban el jardín del dojo donde practicaba ensimismada.
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#2
Aquel día el rastas había salido a dar un paseo por la localidad, y ¿quién sabe? Quizás se encontrara a alguien con el que poder entrenar o simplemente, mantener una charla, combatir no siempre es la mejor manera de aprender de otra persona, como había aprendido en aquel evento, a veces, el simple hecho de observar era de gran ayuda a la hora de poder mejorar, compararte a ti mismo con lo que estas viendo y, siendo realistas, pensar si habrías sido capaz de ganar contra los que habían peleado, y, sinceramente, no estaba seguro de que hubiera sido capaz en ninguno de los combates.

Mientras caminaba ensimismado, sin prestar demasiada atención a lo que le rodeaba, comenzó a escuchar un sonido extrañamente familiar, el sonido de golpes físicos contra un hombre de madera, aquel siempre había sido su entrenamiento preferido, no era todo un experto, pero podía defenderse holgadamente en ejercicios de ese estilo, por lo que prestó atención a la persona que que estaba ejercitándose.

Se apoyó con ambos brazos en las rejas que separaban el patio de la calle por la que paseaban la gran mayoría de personas, y un hombre anciano, o al menos, eso había jurado al verle, pero cuando empezó a golpear una y otra y otra vez el trozo de madera, pensó que se estaba equivocando, era imposible que alguien de una edad tan avanzada pudiera moverse de una manera tan ágil.

''Tengo que pedirle que me entrene, no puedo perder una oportunidad así.'' Pensó el muchacho algo soñador.

De repente, el viejo paró y se dirigió a una chica que se encontraba allí, observando como el hombre entrenaba, y, aunque Riko no pudo escuchar bien la conversación que tuvieron, pudo imaginar de que iba al ver que la muchacha se dirigía al hombre de madera y comenzaba a entrenar, dando unos golpes algo extraños, al menos para Riko, pues golpeaba con las palmas.

''Mmm... ¿Qué estilo de Taijutsu es ese? No lo conozco''

Cuando se quiso dar cuenta, no era el único que se había parado a ver aquel entrenamiento, un pequeño grupo de gente estaba allí viendo como el viejo lanzaba correcciones a la joven y ésta obedecía sin rechistar. A Riko, en este momento, se le acabó la paciencia, no podía limitarse a observar, por lo que, sin dudar un solo instante, saltó la reja y se dirigió a donde se hallaba el hombre.

Lamento interrumpir el entrenamiento, señor, pero por favor, quería pedirle que me entrenase a mi también, últimamente siempre hago lo mismo, y he visto como es usted capaz de moverse y... Por favor, enséñeme cómo lo hace. — Rogó el joven realizando una pequeña reverencia.
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#3
La joven kunoichi cada vez se sentía más cómoda, era un sensación extraña... estaba disfrutando cada error, cada mal golpe, cada corrección. Poco a poco se fue sumergiendo en su frenesí de golpes, frente así ya no veía un muñeco de madera si no un oponente al que quería destruir. Los palos eran golpes que ella debía detener si deseaba destrozar a su rival con su Juken. Palmada, bloque, palmada... una sucesión de golpes que deseaba que no tuviese fin uno tras otro y tras otro.

—¡Encuentra una apertura!— le gritó el anciano

Aquellas palabras dibujaron frente a ella un camino, un camino hacia el final. La peliblanca bloqueo con el brazo izquierdo y lanzo un golpe que jamás había utilizado. Usando su mano como si fuese un cuchillo y los dedos su punta lo lanzó a la altura de la garganta. La joven en aquel instante no comprendía por qué o para qué, pero algo le decía que esa era la apertura que ponía fin al combate.

Sin embargo, una voz diferente a la del anciano la hizo detenerse cuando sus dedos estaban apunto de impactar. En aquel instante, Mitsuki comprendió que era lo que estaba haciendo. Sus ojos se quedaron clavados entre el hombre de madera y sus dedos. Esa apertura, ese impulso no era más que el de matar a su oponente. La chica era muy consciente del poder del Juken, su maestra había sido muy clara con ella a ese respecto. El taijutsu de los Hyuga podía llegar a ser letal dependiendo de las zonas que se golpeasen... y el golpe que ella había armado por instinto iba a una de esas zonas.

La joven sintió como su mano comenzaba a temblar ante aquella idea, ella no era eso, no era así... ¿o no? Recupero la compostura mientras el anciano se ocupaba de atender al recién llegado. La joven trataba de recuperar el aliento y el control sobre sí misma, giró sobre sí para quedar de espaldas al los dos hombres y que no la viesen en aquella situación

—Hoy se me acumulan los alumnos— bromeo el anciano mientras observaba de arriba abajo al recién llegado —Quizás podría enseñarte un par de cosas, ¿Qué estilo usas chico?—
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#4
A medida que el muchacho se acercaba a la zona en la que se encontraban las dos personas que se encontraban entrenando, el viejo iba soltando más y más instrucciones, posiblemente, él ya se hubiera dado cuenta de que un intruso se acercaba hacia donde se encontraban, pero no diría nada, simplemente continuaría dado instrucciones a la joven que se encontraba golpeando al hombre de madera, que, cuanto más la corregía, más ímpetu ponía en cada golpe.

Riko no pudo observar a la chica que estaba entrenando, pues los movimientos que realizaba parra golpear y esquivar al hombre de madera dificultaban que pudiera verla de forma clara, por lo que el rastas se dirigió rápidamente al viejo, que no pareció enfadado por haber sido interrumpido, más bien todo lo contrario, parecía complacido.

—Hoy se me acumulan los alumnos. Quizás podría enseñarte un par de cosas, ¿Qué estilo usas chico?—

Aquella pregunta, aún siendo muy obvia, pilló completamente por sorpresa al de rastas, que se quedó por un segundo parado, sin saber bien qué decir.

Bueno... Pues... No se, podría decir que me especializo en Taijutsu, o al menos es lo que estoy intentando, convertirme en un gran especialista del Taijutsu. — El tono de voz del joven se fue cargando de determinación y confianza según iba hablando.

Acto seguido se giró, mirando directamente a la joven que allí se encontraba, dándoles la espalda a los dos.

Oye... Siento haber interrumpido tu entrenamiento, espero no molestar. ---- Dijo realizando una pequeña reverencia de disculpa.

Y entonces miró directamente al viejo, esperando a que éste le diera instrucciones o le pidiera una demostración de lo que sabía hacer, o que sabía él, simplemente esperaba algo, y podría esperar allí un buen rato si fuera necesario para conseguirlo.
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#5
Mientras el anciano y el chico conversaban, Mitsuki se llevó con suavidad sus manos hasta el nudo de la cinta que recogía las mangas de su kimono. Con un simple gesto la desato, liberando así sus ropas de nuevo. La peliblanca suspiró un tanto turbada aún por sus propias emociones, por suerte nadie parecía haberse dado cuenta y no tendría que pasar el mal momento de fingir.

— Bueno... Pues... No se, podría decir que me especializo en Taijutsu, o al menos es lo que estoy intentando, convertirme en un gran especialista del Taijutsu—

El anciano volvió a mirarlo de arriba a abajo, no tenía muy claro a que se refería el muchacho con taijutsu pues taijutsu era todo.

—Bueno, bueno... creo que me tratas de decir que no tienes un estilo definido. Así que opino que lo mejor sería que me mostrases como te desenvuelves— comentó con tranquilidad —Pero antes, voy a hacer algo de té— indicó el anciano mientras se dirigía hacia la entrada del dojo —Vuelvo en un minuto— se despidió con una sonrisa mientras cruzaba la puerta de entrada

La peliblanca ni siquiera se había percatado de que el anciano se acaba de retirar, la joven seguía un tanto intranquila. Esa sensación de frenesí en el combate nunca la había sentido antes, nunca se imaginó que sería capaz de cargar un golpe de esas características... ni siquiera entrenando... ¿qué pasaría si la próxima vez lo hiciese contra una persona? ¿Era ese su verdadero instinto? ¿Su verdadero yo? ¿O quizás estaba exagerando? No terminaba de aclararse cuando la voz del recién llegado la obligó a volver al mundo real, no sin un pequeño sobresalto

—Esto...— la joven se colocó el flequillo de su cabello con la mano izquierda tras el sobresalto antes de voltearse para quedar frente al recién llegado —No treocupes, tan sólo había venido a hablar con el Sr Cheng— respondió la joven con sinceridad, pues de sus ropas se deducía que no había venido a entrenar. ¿Quién entranaría con un elegante kimono? La joven pudo observar que el muchacho era un poco más bajo que ella, de hecho parecía también más joven, más niño por así decirlo. Lucía una extraña cabellera, pero lo que más le llamó la atención es que pertenecía a Uzushio al igual que ella —Veo que también perteneces a Uzugakure— comento la joven con una sonrisa, entrecerrando levemente los ojos a causa de esta —Oh vaya, estoy perdiendo los modales. Me llamó Hyuga Mitsuki, y como tú, pertenezco a Uzushiogakure— añadió la joven con una pequeña reverencia, especificando que petenecía a la aldea pues no llevaba su bandana en aquel momento.
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#6
El viejo parecía algo confuso ante el comentario del chico, algo que, pensándolo bien, era más que lógico, tal y como el señor Cheng dijo después, el joven de rastas no tenía un estilo definido, al menos, no por ahora, pero su idea era especializarse en el Taijutsu en general, había escuchado muchas historias acerca de las Ocho Puertas, esa era su meta, llegar a poder controlar las Ocho Puertas, llegar a ser el maestro en Taijutsu más grande que se conociera hasta la fecha, aunque quizás, estaba soñando demasiado.

Mientras Riko divagaba, el anciano se excusó justo antes de ponerle a prueba para preparar un té, dejando a los dos jóvenes solos por unos momentos.

—Esto... No te preocupes, tan sólo había venido a hablar con el Sr Cheng— Dijo la chica, a la vez que se giraba para mirar a Riko, que se quedó paralizado ante lo que vio.

''E-Es... Es guapísima'' Pensó el muchacho en cuanto la pudo ver bien. ¿Cómo era posible que no se hubiera fijado antes en ella? ''Tranquilo Riko, actúa con normalidad, sólo es una chica.''

El de rastas estaba tan embobado que prácticamente no prestó atención a lo que la chica le decía, sólo escuchaba un ruido de fondo, al menos, hasta que la chica se presentó.

Oh... Va-Vaya, encantado de conocerte, Mitsuki. — El chico notaba como sus mejillas comenzaban a arder, probablemente fruto de que se estaban poniendo rojas como un tomate. — Y-Yo me llamo Ha-Haiso Riko. — Fue capaz de decir, no sin antes atascarse un poco.

No era el primer shinobi de su villa al que conocía en aquel lugar sin si quiera saber su nombre de antes, a lo mejor tendría que salir más por la aldea, a dar paseos, o cualquier cosa por el estilo.
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#7
La joven Hyuga miraba frente a frente a aquel muchacho de cabello azabache, era un chico bastante extraño y no precisamente por su forma de vestir. Mitsuki le miraba fijamente, clavando sus blanquecinos ojos en los azules orbes de su interlocutor mientras esperaba una respusta que parecía no llegar nunca.

—¿Te...— estaba apunto de preguntarle si se encontraba bien cuando el chico cogío carrerilla, como si de un juguete de cuerda al que tensas demasiado y se atasca un poco justo antes de arrancar y salir disparado. No se le ocurría mejor comparación a la peliblanca para definir el arranque de su interlocutor que a pesar de todo, se trababa un poco al hablar. ¿Sería tartamudo? Mejor quedarse con la duda que incomodar al recién presentado Rico, no era de buena educación lanzar ese tipo de cuestiones a personas que se acabasen de conocer ——Encantada Haiso Riko— la joven hizo una pequeña reverencia en señal de saludo. Al recuperar la verticalidad pudo ver como el chico se estaba poniendo totalmente rojo

——¿Te encuentras bien? Parece que tienes un poco de fiebre— la peliblanca se adelantó un poco elevando su mano hasta ponerla en la frente del chico para comprobar si este se encontraba enfermo —Parece que no— señaló la joven retirando la mano suavemente

——Disculpad el retraso— el anciano señor Cheng apareció con una pequeña bandaje con tres tazas de cerámica, llenas hasta el borde con té verde —He hecho té para todos— indicó el anciano mientras se sentaba al borde la tarima que se lazaba apenas unos palmos sobre el suelo del jardín. Colocó la bandeja a su lado y se acomodó mientras indicaba a los dos que se acercasen —Vamos, vamos, so sean tímidos ahora. Sirvanse por favor— pidió el anciano

Mitsuki que se había volteado al escuchar la voz del anciano se acercó hasta éste para tomar asiento al lado del mismo, justo al otro lado de la bandeja mientras agarraba una de las tazas ——Le agradezco el detalle, Señor Cheng— hizo una pequeña inclinación de la cabeza sobre la taza en señal de agradecimiento antes de llevársela a los labios y dar un buen sorbo ——Está delicioso—

—Me alegro de que te guste, es mi té especial. Lo cultivo yo mismo— dijo mientras señalaba a una pequeña extensión del jardín donde tenía unos pequeños árboles de té —¡Vamos muchacho, que no te de verguenza!— animo el anciano al chico de rastas azabache —Por cierto chico, te veo un poco colorado... ¿te encuentras bien?—

—A mí también me lo pareció, pero le tomé la temperatura y parece que no tiene fiebre— señaló la joven

—Vaya, que chica tan atenta. ¡Qué bien os tienen que cuidar en Uzu si son todas así! JAJAJA— bromeo el anciano
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#8
El muchacho parecía no saber prácticamente hablar, no era más que un crío, y no sabía como desenvolverse hablando con chicas tan guapas, además, nunca había destacado por su labia, por lo que, en aquel momento lo estaba pasando un poco mal.

La joven, no contenta con verle así simplemente por estar hablando con ella, al ver que se estaba ruborizando se acercó a él y trató de tomarle la temperatura, pensando que quizás el enrojecimiento se debiera a una posible fiebre.

N-No, estoy bien, de verdad — Dijo el joven, que poco a poco y tratando de controlar la respiración se fue calmando, hasta que llegó de nuevo el señor Cheng, con té y tres tazas una para cada uno.

Aprovechando que Mitsuki se alejó para servirse un poco de té, el joven suspiró profundamente para terminar de calmarse, aunque el color de su piel no bajó un solo tono de rojo. Acto seguido, se volteó y se sirvió un poco del té que había preparado el anciano.

Está muy rico, muchas gracias, Señor.

Entonces el señor Cheng también bromeó con el color que había adquirido la cara del de rastas, algo que, de seguro, hizo aumentar el tono de rojo, debido a la vergüenza que estaba comenzando a sufrir.

¿Que le parece se le muestro lo que sé hacer, Señor Cheng? — Trató de cambiar el tema de conversación.
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#9
Tras agradecer el té al anciano y que éste insistiese en tomarle un poco el pelo. El chico decidió tratar de cambiar de tema, proponiendose para una pequeña exhibición.

—¡Esta juventud no sabe disfrutar de un buen té!— dijo el anciano mientras daba otro sorbo a su taza —Está bien, muéstranos que sabes hacer jovencito— aceptó el anciano con una sonrisa mientras le dindicaba con un ademán de su mano que procediese

La peliblanca sostenía el vaso de cerámica con ambas manos sobre su regazo, ahora se encontraba bastante más tranquila y podía ver las cosas desde una perspectiva más dist ante pero aún así prefirió dirigir su mirada hacia el chico de las rastas para tratar de distraerse. Ya tendría tiempo más tarde de reflexionar, aquel no era el lugar ni el momento. El anciano se había ofrecido a darle un par de consejos, no estaba allí para cargar con sus dudas o preocupaciones y aún menos delante de aquel chico que aunque fuese de su aldea no era más que un desconocido en aquellos instantes.

Mitsuki dio otro sorbo a su té mientras aguardaba la demostración prometida

—¡No nos decepciones!— bromeo el anciano antes de volver a dar buena cuenta de su té
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#10
El anciano parecía no tener ninguna prisa, pero accedió a que el joven de rastas hiciera esa pequeña demostración de sus cualidades para así poder ver si podía ayudarle en algo o si, simplemente era un caso perdido.

Ante la afirmativa del Señor Cheng, Riko se dirigió con paso firme y decidido hacia el hombre de madera, dispuesto a mostrar todo su potencial, no pensaba hacer el ridículo, no sólo porque el viejo y Mitsuki estuvieran mirando, si no porque, la gente que estaba en la verja no se había marchado aún, al parecer aquello no era algo que se viera todos los día y parecía ser una buena atracción.

''Está bien Riko, has hecho esto miles de veces, no tienes por qué ponerte nervioso ahora.''

Entonces el anciano volvió a hablar, instándole a no decepcionarlos. Estaban pendientes de él, y aquello, aunque lo ponía algo nervioso, también le motivaba, no todos los días alguien que tuviera tal nivel, accedía a ver lo que era capaz de hacer y ayudarle a mejorar.

Riko se plantó delante del hombre de madera y suspiró un par de veces, para olvidarse de todo lo que le rodeaba y centrarse única y exclusivamente en su objetivo, aquel pedazo de madera.

''Vamos allá.''

Y, súbitamente, comenzó con una rápida secuencia de patadas y puñetazos, a diferentes alturas y a una velocidad muy alta, y siempre esquivando todos y cada uno de los palos que tenía el tronco cruzados, aumentando progresivamente de fuerza, haciendo que, llegados a cierto punto, la madera se resintiera en cada uno de los golpes, llegando incluso a crujir de cuando en cuando.
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#11
Mitsuki observaba al muchacho junto al Sr Cheng, ambos daban buena cuenta de su té con calma y tranquilidad mientras el shinobi se posicionaba frente al hombre de madera. La Hyuga le notaba un poco nervioso, quizás fuese culpa del público o tal vez no quería decepcionar al anciano. Fuese por lo que fuese, titubeo antes de comenzar... pero una vez dio el primer golpe todo aquello quedó atrás.

Cada golpe parecía avivar la confianza del luchador, que se afanaba en dar golpe tras golpe, combinando patas y puñetazos a una velocidad impresionante. Además no solo era rápido, si no que sus golpes hacian que la madera crujiese en prueba de que eran duros.

La joven había visto muchos shinobis combatir, sobre todo en el torneo y no había visto a ninguno que utilizase habilidades cuerpo a cuerpo con esa fuerza constante. Era cierto que había visto a ciertos shinobis utilizar técnicas puntuales para aumentar la fuerza de sus golpes, pero allí no había ninguna técnica, era pura fuerza.

El anciano observaba fijamente el ejercico, sin ni siquiera pestañear, parecía no querer perderse ni un solo detalle.

—¡Sin duda es impresionante!— comentó el viejo dando un nuevo sorbo a su bebida —Eres muy rápido y golpeas fuerte, pero tengo una pregunta para tí chico. ¿Serías capaz de hacerlo sin dañar la madera?—

Mitsuki no tardó mucho en entender que era lo que el anciano pretendía, observando los movimientos del chico había notado que se internava cada vez más en un frenesí de golpes, cada vez más y más rápido, cada vez más y más fuerte... hasta casi perder el control, provocando una falta de presición en sus golpes. El anciano le estaba pidiendo contro, y la joven peliblanca celebró haber sido capaz de notar que es lo que una persona del nivel del Sr Cheng estaba pensando
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#12
Con cada golpe que daba, su confianza aumentaba, derecha, izquierda, patada... No paraba, no bajaba el ritmo ni la contundencia de sus golpes y, absorto a todo lo que pasaba a su alrededor, el joven se limitaba a continuar con la serie de golpes.

De repente, y tras llevar un rato de golpes, la voz del anciano Señor Cheng se hizo notar, ante la cual, Riko dejó súbitamente de golpear, para prestarle toda su atención al viejo, al fin y al cabo, si estaba haciendo eso era para escuchar los consejos del hombre.

—¡Sin duda es impresionante!— comentó el viejo dando un nuevo sorbo a su bebida —Eres muy rápido y golpeas fuerte, pero tengo una pregunta para tí chico. ¿Serías capaz de hacerlo sin dañar la madera?—

Riko se quedó completamente parado durante unos instantes, tratando de entender lo que el Señor Cheng trataba de decirle, y pensando en ello.

Supongo que sí... Pero... ¿Para qué quiero dar golpes que no sean fuertes? Quiero decir, ¿se trata de dañar al rival, no? — Preguntó el joven, algo extrañado ante la cuestión del anciano.

Realmente no sabía si sería capaz de golpear a la misma velocidad a lo que estaba acostumbrado si tenía que preocuparse de controlar la fuerza que imprimía en cada golpe, reduciéndola.

El joven ahora miró a Mitsuki, tratando de buscar respuestas también en la cara de la joven, pero pudo notar como ella sí entendía lo que el anciano le estaba queriendo decir, al parecer el único que no entendía la utilidad de aquello era el propio rastas, que se encontraba allí parado, buscando una explicación.
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#13
El anciano notó que el chico no terminaba de entender que era lo que le había pedido, o al menos el objetivo que tenía aquella extraña petición

— Supongo que sí... Pero... ¿Para qué quiero dar golpes que no sean fuertes? Quiero decir, ¿se trata de dañar al rival, no?—

El viejo se atusó la barba mientras sonreía ante las dudas de su improvisado pupilo

—¿Así que crees que la fuerza de un golpe se mide por su impacto?— preguntó el anciano mientras arqueaba la ceja un tanto incrédulo. Al parecer las artes marciales ya no se enseñaban como antaño

Mitsuki dio otro largo sorbo a su té, para ella aquello era algo básico puesto que su esa filosofía estaba implícita en el Juken. No por nada se conocía a su estilo de lucha como "Puño suave", el cual tenía muchos paralelismos con el kung fu del anciano que se basaba en la precisión y la velocidad para ser letal, dejando la fuerza como algo importante pero secundario. Un buen luchador de esos estilos de lucha no desprecia la fuerza, pero no correrá el riesgo de que la pureza de su técnica se pierda por buscar la fuerza bruta.

Sin embargo, Riko era la antítesis de del filosofía del maestro. El joven buscaba maximizar el impacto y velocidad a costa de le técnica. Sin lugar a dudas, podía llegar a ser un estilo temible igualmente pero no exento de riesgos. Entregarse a un ataque sin fin generaba multitud de aperturas que un rival podría aprovechar.

—Un buen luchador siempre mantiene el control sobre sus puños, él elige cuando y donde golpean. Lanzar contra un tronco inmóvil mil golpes es fácil, contra un adversario que se mueve no tanto. En cada golpe puede estar la victoria o la derrota— expuso el Sr Cheng sin perder la sonrisa —Eres bueno lanzando golpes, pero no preciso y eso que tú rival esta quieto. Un golpe con demasiada fuerza puede dar la victoria sí, pero es más probable que de la derrota. Si pierdes el control sobre su mano, pierdes capacidad de reacción y generas una apertura—

El anciano hacia gala de su buena fama, sin lugar a dudas era un tipo que sabía lo que decía en su campo. Quizás para el estilo del chico fuesen palabras demasiado conservadoras, pero para alguien como Mitsuki tenían mucho sentido
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#14
Riko simplemente se quedó allí esperando las palabras del viejo Señor Cheng, que no tardaron en hacer acto de presencia, mostrando algo de incredulidad ante las palabras del joven, al parecer, se estaba perdiendo algo muy obvio, al menos para el anciano, y, al parecer también para Mitsuki, que parecía comprender todo lo que el viejo decía.

—Un buen luchador siempre mantiene el control sobre sus puños, él elige cuando y donde golpean. Lanzar contra un tronco inmóvil mil golpes es fácil, contra un adversario que se mueve no tanto. En cada golpe puede estar la victoria o la derrota— expuso el Sr Cheng sin perder la sonrisa —Eres bueno lanzando golpes, pero no preciso y eso que tú rival esta quieto. Un golpe con demasiada fuerza puede dar la victoria sí, pero es más probable que de la derrota. Si pierdes el control sobre su mano, pierdes capacidad de reacción y generas una apertura—

El de rastas quedó unos instantes pensativo, reflexionando acerca de las palabras del Señor Cheng.

Es decir, lo que me está diciendo es que vale la pena sacrificar algo de fuerza a cambio de ganar control, ¿no es así?

Esto cambiaba en gran medida el estilo del joven, que se basaba primordialmente en imprimir una gran cantidad de fuerza y velocidad en cada golpe, maximizando así los daños sobre su oponente. De repente, el joven, sin mediar palabra, volvió a encarar el hombre de madera y comenzó a lanzar golpes de nuevo, a una velocidad menor comparada con la vez anterior, y rebajando un tanto su fuerza, pero atacando con precisión sobre ciertos puntos, todo el rato los mismos.

Cuando creyó que era suficiente, paró y volvió a hablar a las dos personas que allí estaban, el Señor Cheng y Mitsuki.

No sé si lo termino de comprender del todo... Pero, ¿esto último se acerca más a lo que quiere decir, Señor Cheng?
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#15
—Es decir, lo que me está diciendo es que vale la pena sacrificar algo de fuerza a cambio de ganar control, ¿no es así?

El anciano asintió satisfecho pues el chico parecía finalmente haber comprendido que era lo que pretendía que aprendiese. El chico volvió a situarse frente al hombre de madera y repitió el ejercicio de nuevo, tratando de priorizar la precisión sobre el resto. El muchacho de las rastas terminó su nuevo ejercicio antes de volverse hacia el Sr Cheng

—No sé si lo termino de comprender del todo... Pero, ¿esto último se acerca más a lo que quiere decir, Señor Cheng?

—Así es muchacho— comenzó el anciano con calma —Cre oque si te lo muestro te quedará bastante más claro, ¿Puede ayudarme señorita?— solicitó el anciano con un gesto de su mano que la chica se levantase

—Si— la chica se levantó sin protestar, aunque no le apetecía demasiado librarse de su té que estaba a medio acabar

—¿Puedes mostrarnos tu postura inicial?— pidió el anciano con calma, antes de darle otro sorbo a su té

Mitsuki que ya se había incorporado, se separó un poco del rebate donde estaba sentada. Quedando justo frente a Rico. Siguiendo la indicación del maestro, la chica adoptó la postura clásica del juken. Brazo izquierdo extendido, con la palma expuesta hacia el oponente, pierna izquierda adelantada, brazo derecho con la palma extendida pegada al torso y pierna derecha ligeramente retrasada, otorgandole un punto de apoyo claro y cubierto por la postura.

—Esa es la postura clásica de los Hyuga, es una de mis favoritas aunque me temo que para los que no pertenecemos al clan no nos sería muy útil— comenzó a explicar el anciano maestro —Pero me sirve para explicarte lo que quiero decir, tanto su estilo como el mío se basa en convinar la denfensa con el ataque. No existen los movimientos defensivos, pues una defensa puede convertirse en un ataque y viceversa— el anciano se levantó dejando su té a un lado y avanzó unos pasos hasta quedar en paralelo con la joven —Encarame— ordenó el anciano

La peliblanca obedeció movimiento primero su pierna izquierda y tras ella todo el cuerpo al unísono, sin perder en ningún momento la estabilidad

—Iré despacio, quiero que vea lo que le he explicado. Ataco yo, tú defiendes— la Hyuga asintió firmemente, aunque lamentaba no haber recogido las mangas de su kimono. Se encontraba un poco incómoda en aquel momento.

El viejo se posicionó frente a Mitsuki y lanzó su brazo derecho casi a camara lenta, marcando el movimiento para que fuese defendible y observable. El puñetazo salió desde su cintura y se dirigía directamente al rostro de la peliblanca. Desde su postura, la joven dio un pequeño paso al frente elevando su brazo izquierdo con suavidad para desviar el golpe del anciano hacia el exterior, sacándolo de su ruta. Mientras el brazo avanzaba, la de Kusabi arqueaba mano hacia la izquierda y atrás para con un giro convertir el desvió en un agarra y con un nuevo movimiento lanzar su palma derecha en dirección al torso del anciano mientras con la mano izquierda impedía la libre reacción de su oponente. La chia detuvo la palma a unos centimetres del vientre del maestro, ligeramente por lo alto, justo sobre el diafragma

—No esta nada mal para ser una novata— alavó el anciano antes de que ambos volviesen a recuperar la verticalidad y cerrar la demostración con una pequeña reverencia —Eso es a lo que me refiero, defensa y ataque en uno, el brazo izquierdo defendía a la vez que iniciaba el contraataque, sus pesos bien asentados, proyectados hacia el oponente. Y todo nace de una postura ideada para ese tipo de combate. Lo que quiero decir es que no solo necesitas ser fuerte y rápido, si no tener tu propio estilo, uno en el que te sientas cómodo peleando y que te permita ser flexible a la hora de afrontar un combate— explicó el anciano con calma mientras volvía a su asiento para recuperar su té
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