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Aiko aceptó la retracción de Juro, con el mismo humor con el que la chica parecía tomárselo todo. Después, asintió ante la frase que había parafraseado de su hermana.
—Mi padre siempre decía lo mismo, como si el destino estuviese escrito, y por mucho que hagas, no puedes cambiarlo.
Con esas palabras, Aiko ya dejó claro que no estaba de acuerdo con eso. Quizá fuese el tono que había usado. Puede que después de un rato, estuviese entendiendo mejor a la kunoichi.
Juro esperó, escuchando el resto de sus alegatos.
— Yo no estoy del todo convencida de eso. Después de todo, yo rompo la mayoría de leyes comunes de lógica... jajajaja... Supongo que no todo puede ser blanco o negro, el gris está entre medio, y hay incontables tonos...
La observó durante unos segundos. ¿Tenía razón?
— Podría ser — admitió, aunque no acabó de ceder —, pero es algo muy difícil de averiguar. ¿No crees?
» Quizá tengas razón y tu destino fuese el de una chica normal. Pero, ¿Y si tu destino hubiese sido el ser inmortal? Realmente no podríamos saberlo, ¿no? No existe una forma de poner a prueba al destino.
Juro la observó seriamente durante unos segundos. Después, rompió a reír, y su semblante volvió a mostrar la misma calidez de siempre.
— Solo bromeo. Desde luego, ni al mejor escritor se le habría ocurrido algo como lo tuyo. — murmuró, mientras volvía la mirada al cielo —. ¿Tu familia lo sabía?
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El chico le dio la razón, aunque no tardó en cuestionar la dificultad de averiguar si estaba en lo cierto o no. Podía tener la razón, pero igual podía haber estado siempre destinada a ese camino, por raro que sea. Podía haber estado siempre destinada a ser inmortal, y perdurar por tanto tiempo a contracorriente. No le faltaba razón, la verdad, y terminó por decir que era difícil retar al destino, ¿como ponerlo a prueba?
A los pocos segundos de guardar silencio, el chico rompió en una drástica risa. Tan solo bromeaba, ni al mejor de los escritores se le habría ocurrido algo como lo suyo. De pronto, lanzó la pregunta. ¿Sabían sus padres de su inmortalidad?
—Así es... —afirmó en conjunto con un gesto de cabeza. —Mi padre fue quien se sacrificó por esto, y mi madre... digamos que no lo aceptó, y terminó alejándose poco a poco. Ahora mismo no se si está viva siquiera... y tampoco recuerdo tener mas familia.
»Así que supongo que si, toda la familia lo sabía... jajaja.
Por raro que pudiese sonar, ya ni echaba en falta a su madre. Ésta había sido un auténtico dolor de cabeza las últimas veces que había tenido trato con ella, y era difícil cambiar esa sensación. Quizás la decisión que tomó había sido la mas acertada...
—No todas las historias familiares son un cuento de disney, pero vamos... ¿qué te voy a contar, verdad?
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La pregunta no pareció sorprender demasiado a Aiko. Bueno, siendo sinceros, no muchas cosas parecían sorprenderlas. ¿Cómo iba a impresionar a una chica que volvía de la muerte y presumía de ello?
Mi padre fue quien se sacrificó por esto, y mi madre... digamos que no lo aceptó, y terminó alejándose poco a poco. Ahora mismo no sé si está viva siquiera... y tampoco recuerdo tener más familia.
— Lo siento — murmuró, aunque entendió que la chica no necesitaba ningún tipo de disculpa. Era mucho más fuerte que él emocionalmente.
Aun así, lo que había dicho de alguna forma el sorprendió más. Podía entender que alguien le juzgase, pero… ¿Qué su padre se sacrificó por ello? ¿Qué querría decir?
« ¿Ese es el precio de la inmortalidad? ¿Una vida humana? »
No lo sabía, y no quería saberlo. Tenía mucho respeto a ese tipo de cosas.
—No todas las historias familiares son un cuento de disney, pero vamos... ¿qué te voy a contar, verdad?
— Si — suspiró, tratando de quitarse el regusto amargo que se le había quedado —, mi madre falleció en el parto. Mi padre no lo pudo aguantar y acabó volviéndose loco. Creo que puedo entender lo que es que un pariente tuyo se aleje de ti, aunque para entonces era un niño.
Juro suspiró. Otra vez, esos sentimientos llegaban a él. Era un estúpido por tratar de jugar con ellos, como si creyese que pudiera controlarlos.
— Supongo que buscabas tranquilidad viniendo a este lugar, ¿verdad? — murmuro, creyendo conocer la respuesta —. La verdad es que yo buscaba algo interesante que ver en algún corte de la montaña, pero creo que me salí de la ruta turística.
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Para cuando la chica contestó sobre su familia, Juro atendió a la respuesta con una disculpa. Éste casi parecía arrepentido de haber lanzado la pregunta, pero después de todo, es que una respuesta similar era mas que obvia. Tampoco podía culparlo, seguramente era tan curioso como bien lo venía siendo la pelirroja. Ni ella misma habría podido evitar la pregunta estando en su lugar...
—No pasa nada, tranquilo.
La pelirroja le soltó el comentario de que no todas las historias familiares eran bonitas, y éste afirmó, para tras ello explicar su situación. La chica no le había inquirido nada, pero éste se lanzó, quizás arrepentido por haber sonsacado anteriormente a la inmortal sobre su familia. Éste chico había perdido a la madre, y el padre había terminado loco. Afirmó que sabía lo que era sentir que un pariente se alejase de una, pero... ciertamente hasta él se dio cuenta, lo suyo había pasado siendo aún demasiado joven.
La chica intentó sonreír, tanto como podía —lo cuál era poco— en una mueca que difícil era de diferenciar entre melancolía y tristeza. —Bueno, al menos tienes ahí a tu hermana. No te separes de ella...
¿Quizás echaba en falta la sensación de tener familia? A saber...
Juro dedujo que Aiko buscaba seguramente tranquilidad en ese lugar, e ipso facto mencionó que él realmente buscaba algo interesante, pero que quizás se había perdido en la búsqueda de la senda turística.
—Bueno, algo interesante encontraste... jajajaja... —contestó algo mas animada, al menos aparentemente.
»El camino turístico está un poco mas arriba, si sigues por aquí lo verás en unos minutos.
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—Bueno, al menos tienes ahí a tu hermana. No te separes de ella...
Juro asintió. Se sintió un poco mal por Aiko. Desde luego, ella no tenía familia. ¿Cómo iba a tener? Probablemente todos sus seres queridos acabarían muriendo. Él mismo, a su corta edad, tenía la certeza de que moriría mientras que ella seguiría siendo joven. Eso si llegaba a la vejez, claro.
—Bueno, algo interesante encontraste... jajajaja...
« Eso desde luego »
También le informó de que el camino turístico estaba mucho más cerca de lo que creía, y que solo tenía que continuar caminando por ahí.
— No me arrepiento de haber pasado por aquí — murmuró, en respuesta —. Pero quizá estoy perturbando tu tranquilidad.
Supo que tendría que marcharse tarde o temprano. Quizá, pronto. Pero se sentía muy cómodo. Definitivamente, Aiko era la persona que mejor le había caído desde que había llegado ahí.
— Eres la primera ninja de Amegakure que conozco, ¿sabes? — dijo, aun en el suelo —. Supongo que no eres un espécimen común de los tuyos, pero nunca había conocido a un ninja de otra aldea tan agradable.
» Imagino que te habrás encontrado con muuchos ninjas en tu vida — mencionó, quitándole importancia a lo que acababa de decir.
Quizá fuese porque no tenía nada que temer. Desde luego, los demás se habían mantenido mucho más recelosos y desconfiados con él. Aiko, sin embargo, parecía la mar de tranquila.
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La chica bromeó con el hecho de que algo curioso si que había llegado a encontrar, y Juro respondió con que no se arrepentía de haberse perdido por ésta senda, pero que igual interrumpía su efímero periodo de paz y tranquilidad. La chica sonrió, y negó un par de veces gesticulando con los brazos, cruzándolos y antecruzándolos.
—No, no, tranquilo por eso, que no molestas.
El genin se lanzó a afirmar que ella era la primera kunoichi de Amegakure que conocía. No tardó en afirmar que ciertamente ella no podía llegar a ser un espécimen normal, pero que de igual manera, le resultaba la mar de agradable. Totalmente elogiada, no sabía a donde quería llegar el chico con esas palabras, al menos hasta que terminó de hablar. A éste le sedujo la idea de que la chica seguramente era una exploradora espléndida, y seguramente había conocido a un montón de ninjas a lo largo de su vida.
—Bueno, la verdad es que no a demasiados... —confesó —No siempre he estado dispuesta a explorar el mundo, me tomé una buena temporada que apenas salía de casa... y con temporada me refiero a años... al principio estaba muy, pero que muy asustada de en lo que me había convertido.
La chica se encogió de hombros, intentando darle menos importancia al asunto. —Supongo que es normal, me asustaba la idea de qué podían pensar al ver que todos crecían y envejecían y yo me mantenía siempre con ésta apariencia.
»Pero bueno, al menos vi a tiempo que eso era absurdo, no servía para nada...
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La chica respondió a la inseguridad de Juro con una sonrisa y una negación efusiva mediante gestos. No. No molestaba. Al menos por el momento. Con suerte, le habría caído bien.
Aiko le confesó que en realidad, ella no había conocido a nadie importante. Según ella, por el miedo de que las personas se diesen cuenta de que ella no envejeciera al contrario que el resto de mortales. Algo totalmente esperado por Juro, pero aun así, quedó algo decepcionado. Podría haber conocido a mucha gente, vaya.
— Lo entiendo. Eso también le pasaba a alguien sobre el que leí en un libro de literatura fantastica —, informó, como si supiera mucho del tema —, fingía su muerte y se hacía pasar por un pariente suyo más joven. Así durante generaciones. Pero tenía un aspecto más adulto.
En realidad, le sonaba muy raro. Iba a ser muy difícil hacer algo así. Puede que lo recordarse mal.
— Igualmente lo tuyo también está bien — añadió, con suavidad —. Además, si todos envejecen y tú no, para cuando se den cuenta, ya tendrán artrosis y los huesos frágiles y no podrán cogerte.
Se cruzó de brazos, como si hubiera dicho algo muy inteligente.
Para su sorpresa, ellos no serían los únicos que conocían el sitio. Un ruido de pasos haría que ambos ninjas se girasen. Un hombre adulto, de unos cuarenta años, se paseaba por el lugar con un gran carro, similar al de un mercader. Llevaba un turbante y un colgante con una gran gema roja, además de unos atuendos orientales, y unas sandalias. Tenia sobrepeso y hacia un ruido muy gracioso mientras caminaba, pasó por pasó, luchando contra el ascenso. Parecía un muñeco.
El hombre tiraba del carro con una pequeña cuerda, haciendo de mula improvisada. Finalmente, reparó en ellos. Pareció querer hacer un alto en el camino, aparcando el carro.
— Buenas tardes — les dijo, con un marcado acento que hacía difícil el entenderle. No vocalizaba.
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Ante la respuesta de la pelirroja, Juro contestó que había leído sobre un personaje inmortal en uno de sus libros, y su protagonista hacía algo similar. Sin embargo, en su ejemplar de lectura, el susodicho protagonista fingía su muerte para dar paso a un "familiar" que era él mismo. Hacía como que moría en a saber cuantas ocasiones, y se dejaba ver en un familiar como si nada... realmente sonaba casi mas triste a lo que la chica hacía, y eso que su anterior situación ya era triste.
«Ver todo el tiempo a personas que conoces sin poder hablar con ellas sinceramente, y que ellas no te hablen como si fueras tu... realmente se ve triste. Disfrazarte de otra persona para mezclarte con tus antiguos amigos...»
La chica afirmó con un gesto de cabeza vertical, y pasó a mirar hacia el horizonte. Juro por su parte no había terminado de hablar, argumentó que la manera de afrontar la situación por parte de la chica tampoco estaba mal. Cuando todos a su alrededor se dieran cuenta de que era inmortal, seguramente era tarde para que la atrapasen debido a los huesos frágiles y la artrosis. La broma casi había sido buena, salvo porque quedó de brazos cruzados, casi meditando sobre cuán buena había sido su hipótesis.
La chica no pudo evitar reír. ¿Acaso lo había dicho en serio? —Jajajaja... claro, es una estrategia infalible.
Poco a poco, el forcejeo de un hombre con su carga se hizo tan audible que casi era imposible ignorar el hecho. La chica no tomó mucha atención a éste, puesto que al igual que el genin éste podía estar de paso por allí como cualquier otra persona. Sin embargo, fue éste hombre el que llamó la atención de ambos genin. El hombre —rechoncho y orondo— que casi no podía con la carga que arrastraba a modo de buey, paró a su lado, y asestó una encarnizada frase realmente difícil de comprender. Si de por sí el acento era complejo, más aún cuando no le estaba prestando atención la chica.
Ésta alzó una ceja mientras lo buscaba con la mirada, sin saber muy bien qué contestar a lo que había dicho el hombre. —Buenas tardes...
Su tono no fue del todo certero, puesto que no sabía si éste ya había preguntado por algo o similar.
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Aiko se decantó por saludar a aquel extraño hombre que había aparecido. Aun así, Juro pudo ver perfectamente su rostro y supo que algo en ese hombre no era de su agrado.
— Buenas tardes — murmuró.
El hombre le saludó a él también. Aun así, sintió que su atención iba más hacia Aiko. Básicamente se dirigió a ella y la observó, como si fuese una diosa o algo fuera de lo normal.
— Siento interrumpir vuestra conversación, señorita y... niño — dijo, ganándose el desprecio de Juro. Después, se dirigió a Aiko, en tono confidente —. ¿Cómo se encuentra, señorita? ¿Este niño es familiar suyo, o simplemente ha quedado prendado de su increíble belleza?
Juro abrió la boca para decir algo, pero se dio cuenta de que no tenía nada que decir ante eso. ¿Qué diablos?
— ¿Puedo preguntar por su nombre? — murmuró ante Aiko, con gran respeto. Solo le faltaba arrodillarse —. Pero antes, déjeme presentarme. Soy Furokawa, un humilde vendedor ambulante que se gana la vida recorriendo el mundo.
El hombre rechoncho señaló el carro, como si fuese un justificante de su profesión. Juro se sintió algo incómodo por su presencia. No es que pareciese peligroso — dudó que en su condición física pudiera hacer un movimiento sin que Aiko o él se dieran cuenta —, pero nunca había conocido a un mercader ambulante así.
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Tras el saludo de la chica, Juro también hizo por dar la bienvenida al hombre. Ambos lo hicieron de forma descastada y algo tosca, pues no sabían ni porqué estaba ahí ese hombre. De pronto, el hombre inquirió que sentía interrumpir la conversación que pudiesen tener la señorita y el niño, dando paso paso a la pregunta de cómo se encontraba. Sin dar apenas tiempo a que contestase, atacó de nuevo con otra pregunta, preguntando si el niño era familiar suyo o simplemente había quedado embobado frente a su belleza.
«Así que es eso...»
La chica miró a Juro, sin saber muy bien qué decir. Sin embargo, no era la única en esa situación, pues el chico intentó abrir la boca, pero pareció quedarse con las ganas. No encontraba palabra que escupir al hombre.
De nuevo, desvió su mirada hacia el hombre, que lejos de mantenerse callado, buscaba con ánimos descubrir el nombre de la pelirroja. Eso si, al menos tuvo el detalle de informar de su nombre primero, así como de su oficio —vendedor ambulante— y su condición de viajero que se ganaba la vida con sus trayectos mercantiles.
—Es un amigo, y... mi nombre es Aiko. —contestó, aferrándose a no decir que había sido un gusto, mas que nada porque no lo estaba siendo.
»¿Querías algo?
No se lo pensó dos veces, preguntó si buscaba algo para interrumpirles, de manera franca y sin titubeos.
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El mercader se inclinó todo lo posible hacia la kunoichi, haciendo que Juro tuviese arcadas. No sabía que era más asqueroso, su devoción por ella o su figura.
— Oh, ya entiendo, un amigo — contestó, aunque Juro notó el desprecio disimulado en su tono —, Aiko. Que nombre tan precioso, señorita. Estoy seguro de que usted...
Simple y llana, Aiko cortó cualquier tipo de condescendencia. Juro sintió una oleada repentina de alivio y otra de cariño hacia la chica, pues le estaba resultado asquerosamente repulsiva la situación.
»¿Querías algo?
El hombre pareció verse intimidado durante unos segundos, antes de volver a la carga.
— ¡Por supuesto, bella Aiko! — exclamó, dándose un golpe en la frente —, debería haberlo dicho antes, que idiota. No he podido evitar veros aquí, y pensar que usted sería una excelente clienta. Estoy seguro de que estará interesada en algunos de mis productos. ¡Tengo muchas cosas para usted!
Juro pestañeó. ¿Todo eso para vender algo?
— ¿Y para mi? — alcanzó a decir al final.
— No vendemos pañales — dijo, secamente. Luego, recuperó la sonrisa —, pero quizá este interesado en mis productos de maquillaje. Podría disfrazar esa palidez de su cuerpo. También hay algo de comida. Charlar debe dar hambre y sed, y los niños estáis en plena edad de crecimiento.
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La chica casi podía palpar el aliento del mercader, se había inclinado tanto hacia ella, que casi podía verle los puntos negros del rostro. Se había acercado demasiado, y aunque la chica no hizo por apartarlo ipso facto, no se la veía tampoco cómoda del todo. Era obvio que no... incluso se rehusó a mantenerse en la misma compostura, apartandose levemente.
El hombre afirmó comprender que se trataba de un amigo, cuando ésta respondió lo que Juro era. Tras ello, embelleció su nombre con un bonito adjetivo, y de pronto fue cortado por la ruda intervención de la pelirroja. Ésta, inquirió saber qué pretendía, sin tapujo alguno. El hombre, por unos segundos pareció intimidado, pero no desistió en su propósito. Sin mas, ofreció sus servicios de mercader, alegando que tenía un montón de productos que ofrecerle a una chica tan hermosa.
Juro, dubitativo, preguntó si también tenía algo para él. Furokawa le cortó, rudo y descortés, diciendo que no vendía pañales. Tras esa respuesta tan drástica, añadió que le podía ofrecer en todo caso maquillaje para ocultar su endiablado color de piel tan pálido, y terminó por añadir que igual querían un par de bebidas o algo de comer.
La chica frunció el ceño al mirar al mercader, ofendida por su trato a Juro.
—¿Usted cree que esa es manera de tratar a un posible cliente? —escupió, iracunda. —Por mucho que me camele, si trata de esa manera a un amigo, y delante mía, conmigo vas apañado. Ya puedes continuar el camino, no estamos interesados en comprarle nada.
»Adiós.
La chica volvió la mirada, y con el mismo enfado, obvió la existencia del vendedor. «Será posible...»
—Bueno, como te comentaba antes... aunque mis amigos sufran artrosis, antes de eso llegarán a una edad en la que yo debería estar, y sin embargo no... es un tema delicado en realidad, no es tan fácil como parece. En realidad, ya le di mas de mil y una vuelta al asunto...
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Ante el trato que estaba recibiendo Juro — y probablemente también tendría que ver el que estaba recibiendo ella misma — Aiko explotó, dejando con la boca abierta al vendedor.
—¿Usted cree que esa es manera de tratar a un posible cliente?Por mucho que me camele, si trata de esa manera a un amigo, y delante mía, conmigo vas apañado. Ya puedes continuar el camino, no estamos interesados en comprarle nada.
— N-No, s-señorita — exclamó el vendedor, completamente aterrado.
»Adiós.
Así pues, Aiko le hizo el completo vacío al vendedor, a pesar de sus suplicas y sus llantos. Juro se volvió hacia ella y le escuchó, gratamente sorprendido.
« Otra vez alguien me tiene que defender... »
Justamente cuando Aiko comenzó a hablar, el vendedor guardó silencio. Ninguno de los dos le prestó atención de hecho.
—Bueno, como te comentaba antes... aunque mis amigos sufran artrosis, antes de eso llegarán a una edad en la que yo debería estar, y sin embargo no... es un tema delicado en realidad, no es tan fácil como parece. En realidad, ya le di mas de mil y una vuelta al asunto...
— Tienes razón. Entiendo el problema. Ni si quiera un buen maquillaje puede simular eso — murmuró, pensativo —. Lo único que se me ocurre es que deberías rodearte de gente de confianza, que sepan tu secreto y no se extrañen. La gente también suele ser muy supersticiosa. No creo que nadie te haga nada, pero tener gente de tu lado te ayudaría.
» Al final no tendrás más remedio que hablar con tu Kage seriamente. Si pudierais llegar a un acuerdo, contar con su protección...
Cuando Juro paró, no supo que más decir. Era un tema demasiado complicado para un niño como él.
El vendedor ambulante no se había marchado, aunque había retrocedido hasta el carromato. Había estado en silencio, con miedo a interrumpir. Solo se atrevería a hablar cuando hubiesen acabado.
Y cuando se dice hablar, se dice sollozar y arrodillarse.
— P-Por favor. Se lo ruego. Al menos mire mis productos — hablaba estridentemente. Tenía la cara enrojecida —, he recorrido un largo camino hasta aqui. ¿El niño es el problema? ¡Lo trataré bien! Tengo un problema con ellos, entiende. Unos niños tiraron mi carretilla hace unas semanas y me apedrearon. Desde entonces, no puedo evitar tenerles asco.
» Tiene un problema, ¿verdad? Estoy seguro de que podría ayudarle con su problema. Por favor, por favor — exclamó, acercandose un poco. Después, miró a Juro, dandole pena — Perdoname, amiguito.
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El hombre pareció entender a la perfección la indirecta que bien directa le había lanzado la chica. Intentó protestar ante la chica, pero ésta zanjó el asunto despidiéndole por las buenas. Quizás no tan buenas, pero peor podrían haber acabado. Fuese como fuese, el vendedor quedó en un alejado segundo plano, donde casi queda llorando en busca de un poco de atención. Sin embargo, se mantuvo en silencio, en pos de no liarla mas, o a saber...
Aiko cambió rápidamente el asunto a atender, volviendo a lo que anteriormente estaba hablando con el chico. Aunque éste alegó que ni un buen maquillaje podía esconder eso, justamente le había dado una fantástica idea. Podía usar el henge para aparentar mas edad, al igual que otras muchas kunoichis usaban de ésta técnica para justo lo contrario. Al final, terminó diciendo que lo mejor era que se rodease solo de gente de confianza, que conociesen su secreto y no temiesen a ello. Eso si, no terminó sin insistir en que también debía avisar de su situación a la Arashikage, para que ésta la protegiese con alguna especie de trato.
Lamentablemente, un trato para mantener una escolta permanente... sonaba realmente difícil, y espeluznante.
—Sea como sea, todo va a cambiar tras éste torneo...
Con ánimos renovados, el comerciante volvió a la carga. Aiko volvió su mirada al hombre, aún enfadada. Pero éste no hacía mas que pedir que por favor le perdonasen, había recorrido un largo camino hasta allí, y solo quería ejercer su oficio. Incluso se escudó en que su actitud venía a cuento de que unos chicos le habían hecho una jugarreta unas semanas atrás, y que por ello no podía evitar su odio hacia los críos. La kunoichi cesó un poco su iracunda mirada, y dejó caer un suspiro. El hombre no tardó en intentar entrometerse en el problema que la chica debía tratar, como si hubiese escuchado todo, absolutamente todo. De nuevo, insistió en que el chico le perdonase.
—Lo siento mucho, pero mi problema es algo que solo el tiempo puede solucionar...
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Aiko fue bastante reservada con el tema. Le dijo que, pasase lo que pasase, todo iba a cambiar tras el torneo. Juro sintió algo de lástima. Sinceramente, esperó que esos cambios fueran para bien.
Aun así, supo que Aiko prefería no hablar del tema. Juro guardó silencio, al tiempo que el vendedor volvía a la carga, contandoles su historia y tratando de apelar a ellos. Juro volvió a guardar silencio. ¿Le debía perdonar? ¿O mejor le ignoraba? Como no podía decidirse, dejó que Aiko hablase.
—Lo siento mucho, pero mi problema es algo que solo el tiempo puede solucionar...
Un derechazo rápido y contundente. El vendedor se tambaleó, herido. ¿Pero estaba vencido? Por supuesto que no. Se irguió sobre el contundente golpeó y se realzó, con su labia habitual.
— No sea así, señorita. Estoy seguro de que tengo la solución aquí. ¡Mire, mire! — con un gesto, les invitó a acercarse al carromato. El hombre les dio la espalda y se puso a rebuscar, casi ignorandoles —. Veamos..., esto no, esto tampoco...
Empezó a revolver el carromato, llenó de productos. Tiró un bocadillo a un lado, un frasco con un líquido desconocido, una especie de... ¿piedra? Hasta que al final, pareció toparse con algo que le gustó. Era un pequeño frasquito circular. En el dorso, se leía: "Crema anti arrugas"
— ¿Qué te parece? Esta crema es la favorita entre las chicas — mencionó, silbando —. Tu problema era con el paso del tiempo, ¿no? ¡Con esta crema, no tendrás que preocuparte por él!
Juro suspiró. Afortunadamente no se había enterado de nada.
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