Avergonzada se llevó una mano al estómago cuando este gruñó.

— Pues si la verdad... Iré a casa a comer algo y me llevare la jaula y los collares, por si a la vuelta me encuentro con algún otro — con la jaula en una mano y despidiéndose con la otra de su amigo canino, partió de vuelta a casa, un poco preocupada todavía por aquel perro.

Pensó que si al menos cumplía el plazo, luego podría "accidentalmente" aparecer por los tejados y fijarse bien en que era lo que estaba pasando en aquella parcela. Entonces podría reportarlo a la doctora y tal vez ayudar a aquel animal. Cogió el camino directa a casa; era mediodía así que Nanashi tendría que estar en su hora punta, lo que le hizo pensar que entonces la obligaría a ayudarla, y tendría que acabar comiendo mucho más tarde, cosa que no le apetecía después de llevar todo el día de un lado a otro, por lo que su paso entonces se ralentizó un poco.

No se equivocó en aquel pensamiento, en la lejanía podía verse gente ocupando el banco que tenia en la entrada, la pequeña ventana para una única persona siempre estaba ocupada como de costumbre.

— Ya estoy de vuelta... — dijo apagada

Oda ya estaba allí como siempre, en el extremo de la barra, por lo que la saludó mientras bebía su té verde de siempre. Nanashi se movía de un lado a otro, atendiendo como podía a sus comensales por lo que simplemente le dirigió un "Hey".

— Voy a por un delantal y me pongo contigo; cuando pueda comeré y volveré a mi misión — su voz bastante desganada.

— ¿Pero que dices estúpida? ¡Siéntate a comer y cierra la boca! Si estuvieras holgazaneando te hubiera tirado el delantal nada más entrar por la puerta. Anda, dime que es lo que te apetece. — posó dos platos sobre la barra, e hizo un gesto, acto seguido un hombre se levantó de una mesa y se los llevo, sentándose junto a otras tres personas dispuestas a comer.

— V-Vaya... ¿De verdad? ¿Lo que sea? — sus ojos brillaban

— Tampoco te pases — respondió imaginándose por donde iban los tiros.

— Vaaaaaaaaaale. Ponme entonces un tazón de arroz con mucho ajo, y un ramen de pato con huevo completo, por favor.

— Manos a la obra — se giró volviendo con sus cacerolas, sartenes y cuchillos, dándole prioridad a su plato pero intentando no desconcentrarse en atender el resto de pedidos.

— Bueno pequeña. ¿Que tal tu día? Cuéntame — dijo el gran Oda a su lado al observar la jaula que Ren había dejado junto a ellos, Ren siempre disfrutaba de la compañía de aquel a quien llamaba "tío Oda".

— Pues... Me han asignado mi primera misión; estoy buscando gatos y perros por las calles — contaba realmente emocionada, mientras Oda la escuchaba apoyado sobre su mano enfundada en cuero negro con una suave sonrisa en un lateral de su rostro. — Es para mantenerlos vacunados; aunque estén en la calle, quieren evitar que se propague una enfermedad; y con suerte alguien los adopta.

— Suena a una aventura realmente trepidante — añadió con una corta y simple risa para dar otro sorbo a su té. Nanashi en ese momento, trajo un bol de arroz que dejo delante de Ren. — Que aproveche.

Nada más acabar el arroz, Nanashi trajo el bol lleno de fideos y especias, al que no tardo ni un segundo en incarle el diente. Al acabar de comer, siguieron charlando, con Nanashi de vez en cuando añadiéndose a la conversación cuando tenía un pequeño hueco o no tenia que vigilar algún fuego. Tras un rato conversando, Ren añadió que era hora de que volviera con su misión a lo que Nanashi le dijo que no se preocupara por la noche, que él podía ocuparse al igual que a medio día. Con el estómago lleno, y los ánimos renovados, emprendió su camino de vuelta.

Bien es cierto que barriga llena corazón contento, aunque el proceso de digestión quizá se sintiese como un poco de peso extra para ella. Para cuando volviese pasaría por el parque dónde la incesante lluvia provocaba la ausencia de transeúntes, siendo que ahora los niños que jugaban en la mañana ya se hubiesen marchado.

Continuando su rumbo, pasaría frente a la tienda de la mujer, y finalmente llegaría hasta la entrada que daba a aquel húmedo y oscuro callejón dónde a lo lejos el aullido lastimero del perro se volvía a escuchar. ¿Como es que nadie había intentado ayudarlo? ¿Como es que ignoraban su llanto? Era como un rumor, como un fantasma. O quizá simplemente los vecinos tenían demasiado miedo de verse las caras con aquel tipejo con carácter de ogro.

Tras llegar al callejón donde cazó al molesto gato, su primer pensamiento fue de ir a observar que es lo que se cocía en aquel lugar. Pero decidió no arriesgarse, bastante suerte había tenido con al menos haberse ido antes sin las manos vacías, por lo que decidió seguir de su camino, hacia las zonas comerciales, con la esperanza de tener la misma suerte que tuvo al comienzo.

Lo primero era la misión, después se ocuparía de recaudar información sobre aquel hombre, tal vez la ancianita que la ayudó anteriormente supiera algo. Pero primero debía cumplir con su deber. A pocos pasos de llegar a la zona comercial de nuevo, recordó haber visto un restaurante en su visita previa; había pasado la hora de comer, por lo que estarían ocupados limpiando el local; no les importara un par de preguntas, pensó. Una vez allí, entro al restaurante sin mas miramiento.

— Buenas tardes ¿tienen un momento? — preguntó desde el marco de la puerta.

Al llegar al restaurante quedaban uno o dos comensales, aunque la mayoría de las mesas estaban desocupadas mientras una muchacha de cabellos castaños vistiendo un uniforme negro con blanco limpiaba con un paño la superficie de los muebles. La muchacha se giró al escuchar la voz de la kunoichi y dejó de hacer su trabajo para dirigirse hasta la entrada. Estaba algo extrañada que no hubiese entrado al establecimiento, por lo que se asomó con una ceja enarcada.

Tenía ojos negros y estaba peinada con una trenza, cubriendo el resto de sus cabellos con un pañuelo blanco.

—¿Sí?— La mesera escudriñó de arriba a abajo a la niña, pero se detuvo en su placa. —Oh— Se tapó la boca por su sorpresa. —¿Se le ofrece algo, shinobi-san?— Hizo una reverencia.

— N-No hace falta las formalidades — dijo algo nerviosa; era la primera vez que alguien la trataba así y no sabía ni como responder ante aquello, por lo que las manos le bailaban en señal de negación. — V-Vera, estoy en una misión para la veterinaria de la zona, buscando animales callejeros; perros y gatos para su vacunación. Esta mañana encontré una perrita con sus dos cachorros, pero me preguntaba si sabe de alguno más por la zona.

—Ohhh...— La muchacha giró su cabeza y luego se llevó la mano al mentón. —Pues la verdad...— Intentó rescatar algo de memoria, cerró los ojos y reclinó la cabeza un poco. Pero pro más que buscaba y rebuscaba, no halló nada de utilidad. Suspiró y se reacomodó el pañuelo.

—Lo lamento mucho, pero no he visto ningún animal por acá. Solemos deshacernos de nuestros desperdicios con mucho cuidado justamente para evitar animales callejeros además de otras plagas molestas como pueden ser ratas. Cuestión de higiene— Se encogió de hombros. —Discúlpame, pero debo terminar mis labores de limpieza. Con permiso— La muchacha hizo otra reverencia y de inmediato se irguió para regresar al interior del restaurante y continuar con su labor de limpieza.

Si no era un cliente, no podía desperdiciar más tiempo. Además que realmente no tenía mucho que aportar a la búsqueda de la genin.

— Y-Ya veo. Muchas gracias igualmente — añadió inclinándose educadamente, acto seguido se marchó.

No había tenido ningún éxito en aquel restaurante, pero recordaba que había otro en la zona; se dedicaba a la comida rápida a diferencia de en el que acababa de estar que tenia un aspecto mucho más fino que el resto; su comida era más tradicional y solo la puerta ya exhalaba un aire de grandeza y el hecho de que comer no te saldría nada barato. Sin más preámbulos, se dirigió a este otro local, con la esperanza de tener mejor suerte que antes; a diferencia del anterior, entro en busca de algún encargado, con la jaula todavía en mano.

Este otro, más que un restaurante parecía una fonda sin mucho afán. No había nadie a simple vista, que quizá se estaban tomando un descanso los propios empleados del local.

Las mesas estaban desocupadas, y en la barra tampoco había nadie a la vista. Sin embargo, pareció escuchar la voz de alguien, proveniente justamente desde atrás de la barra pese a que a primera vista no había nadie ahí.

—Vaya putada, todos comen menos yo...

Más pronto que tarde, se escuchó el ruido de un cristal romperse.

—¡Mierda, mierda, mierda, mierda!

Caminó en su interior, buscando a alguien con quien poder comunicarse, pero ni si quiera había algo de clientela. Tal vez estaban haciendo inventario en las habitaciones contiguas o limpiandolas pensó, hasta que la caida de un cristal roto, llamo su atención, provenía de la barra, así que se acercó a esta, y con suerte localizar a un trabajador de lugar.

— ¿Hola? ¿Estas bien? — preguntó preocupada asomándose, dejando la jaula que la acompañaba de un lado a otro en el suelo, antes de inclinar su cuerpo por encima de la madera, apoyando sus manos.

—¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!— Gritó de puro terror un muchacho, levantándose de un salto al escuchar una voz proveniente del otro lado de la barra.

El muchacho se subió de un brinco a un banquillo y se acurrucó en posición fetal. Tenía cara de horror puro y sudaba a mares.

—¡NO LO ROMPÍ A PROPÓSITO! ¡FUE UN ACCIDENTE! ¡UN ACCIDEEEENTE!— Parpadeó varias veces.

Si la kunoichi observaba el piso, había varios trozos de porcelana desperdigados, incluyendo un asa que bien pudo haber pertenecido a una jarra o similar. Había también unos lentes tirados y líquido que olía a un alcohol dulce desparramado en el suelo.

— AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH — gritó al unisono, retrocediendo algunos pasos.

—¡NO LO ROMPÍ A PROPÓSITO! ¡FUE UN ACCIDENTE! ¡UN ACCIDEEEENTE!—

Tras el susto inicial, volvió a echar un segundo vistazo; el grito procedió de un chaval que estaba temblando acurrucado en si mismo.

— T-Tranquilo, no soy tu jefe o... Quien sea que esperabas que fuera — respondió desde el otro lado de la barra, todavia con el pulso algo acelerado del susto. — ¿Q-Que fue ese ruido?

Deslizó entonces la mirada por el suelo, viendo varios trozos de cerámica desperdigados, así como el liquido anteriormente contenía.

—Ahh, ahhh, lo siento... — Quiso incorporarse, pero entonces al intentar caminar se golpeó con la pata de una banca. —¡Ay la p-! — Se tapó la boca con ambas manos, no podía soltar maldiociones delante de un cliente.

Se estaba poniendo rojo.

—¡Un segundo, un segundo! — Se agachó a buscar algo. al suelo. —¡Es sólo un accidente, una jarra nada más! Un segundo, sólo necesito mis lentes...— Tanteaba el suelo, aunque lo único que logró fue cortarse con un trozo de cerámica mal avenido. —¡Miér-! — Se refrenó. —Ay por Amenokami, esto es malo. ¡No no se preocupe! ¡Ahorita le atiendo! — Se paró de pronto y pegó ambos brazos al cuerpo. —Lo siento, ¡lo siento! — Se disculpó.

Viendo la torpeza de aquel muchacho, esbozó una sonrisa de preocupación, que se convirtió en una de temor cuando este sé daño con uno de los trozos de ceramica por el suelo. Dejó sus cosas encima de la barra, y dio toda la vuelta para entrar con comodidad levantando una tabla al extremo de esta.

— N-No importa, dejame que te ayude. — se dirigió hasta el con un paso lento, mirando hacia el suelo con preocupación de pisar sus gafas, si las encontrase las recogería y se las daría en mano con una habitual sonrisa, pero de mientras quedaría de cuclillas ayudante a recoger los trozos.

—Gra-gracias—[/color Se acomodó los cristales, aunque uno parecía estar rajado [color=yellow]—¡Ay pero qué gracias ni que nada!—[/color} Se llevó las manos a la cabeza. [color=yellow]—¡No no se preocupe señorita! ¡Yo lo recogeré porque es mi trabajo! Un cliente no debería molestarse en esto. ¡Por favor déjeme hacerlo!— El trabajador parecía enrojecerse cada vez más, sólo le faltaba empezar a echar humor por las orejas como una olla a presión.

El muchacho se apresuró a recoger todo y en un plis plas trajo un trapeador para limpiar el suelo.

—Ay lo lamento....— Seguía excusándose.

Ante la insistencia de aquel joven, y ahora por lo menos con una capacidad visual decente, decidió asentir y darle espacio, dando un par de pasos hacia atrás.

— No pasa nada, cualquiera puede tener un desliz — dijo moviendo las manos para intentar calmarle un poco. — No vengo a comer ni nada, estoy de misión; tengo que buscar animales sin dueño para la veterinaria; quiere evitar que se llegue a producir algún tipo de enfermedad por los animales, y de paso intentar buscarles un hogar a todos los que pueda. ¿Sabes si hay por aquí algún animal callejero? El carnicero de esta calle me dijo sobre una perrita, pero ya me he ocupado de ella.

Dio toda la vuelta, saliendo de detrás de la barra, para volver hasta donde había dejado sus pertenencias.