Ren intentó marcar el paso, pero aquel hombre se adelantaba a ella, al ser sus piernas más largas comenzó a adelantarla inconscientemente. Observó que parecía conocer el camino además de como su rostro se volvía cada vez más triste y apagado. En alguna ocasión se disculpaba por el alboroto que formaba aquel dolido animal, agitando suavemente una mano suelta. Quiso poder preguntarle algo más, sin ir más lejos el hecho de que conocía el camino, pero si llevaba mucho tiempo callejeando aparte de que posiblemente había vivido toda su vida en aquella ciudad; era más que obvio que conocía de aquella clínica. ¿Entonces por qué todavía no había llevado al pobre animal? ¿Por tema económico? Ren suponía que sería aquello, era un motivo más que de peso para un sin techo. Poco a poco se fueron acercando, y más pronto que tarde alcanzaron la clínica

— Si quiere, entrare a buscar a la doc- — pero su voz se detuvo, al oír caer algo al suelo cerca de ellos. Otro shinobi les miraba atónito, y un paraguas dió un pequeño rodeo en el suelo.

«¿Le conozco de algo? ¿O es que le conoce a él?» pensó redirigiendo la mirada de vuelta a su acompañante.

El vago suspiró pesadamente, pero la voz de Ren pareció hacerlo volver a la realidad.

—¡Ahhh-ahha.ahh claro! — Contestó rápidamente mientras le daba una palmada. —Ve rápido y no te tardes, entre más rápido me pueda ir, mejor — la apresuró.

El otro shinobi pareció tardar en reaccionar pero finalmente recogió su sombrilla y continuó con su camino, no sin voltear a ver de forma no muy disimulada al dúo y al canino. El vago se limitó a leventar la mano y sacudirla de lado a lado, despidiéndose son una sonrisa nerviosa.

Extrañada, no pudo hacer nada más que asentir, y entrar al interior. Seguramente el perro no le haría caso, y si dentro había alguien esperando con algún otro animal podría llegar a alterarse; así que se aventuró al interior con paso ligero, buscando a su clienta, quien parecía regir la clínica, para pedirle por favor que la acompañara hasta la puerta, después de una breve explicación.

Esperaba que no se opusiera y no estuviera excesivamente ocupada en aquel momento; si no volvería sola de vuelta a la entrada, tal vez acompañada por el dogerman.

La médica salió acompañando a Ren, puesto que un animal peligroso no podía ser tratado a la ligera. Ella esperaba salir y tomar cuidado inmediato del animal, pero pidió prestada de regreso la pértiga en caso de ser necesario. Sin embargo, al salir la atención de la médica no sé concentró en el animal, sino en el alto hombre que sostenía la correa de la cuál estaba sujeta.

Karaga abrió los ojos y pegó un brinco hacia atrás, alzó la mano y señaló con su índice a vagabundo.

—¿¡EEEEEEEEEEEEHHHHHHHHHHHHH!?— se quedó boquiabierta.

El vago sonrió.

—Hola — Sonrió triste y saludó con la mano — —Solo estoy de paso, esa niña de ahí me obligó a venir. Descuida, dejo a este amiguito a tu cargo y me voy —. Remató.

—¿¡Pero tú maldito loco como has terminado así!? — Dijo con asombro y susto.

—Ni vale la pena explicar, no es que me fueras a prestar atención de todas maneras — Se encogió de hombros, aunque ahora parecía molesto.

El tipo extendió la correa para que Karaga tomara al animal, y la kunoichi se acercó con precaución, aunque parecía ser su miedo más al vago que al perro. De un rápido movimiento, pareció arrebatarle el lazo de las manos más que tomarlo.

—He he, creo que es un poco hipócrita de mi parte cuidar de un animal desvalido cuando yo mismo mandé al diablo a mi familia. Pero bueno, supongo que las malas lenguas tienen la razón al final y no soy más que un cínico — Dijo con ojos vidriosos.

—Pero...

El vago alzó la mano, como si no quisiera que continuara hablando.

Sin saber muy bien como reaccionar, Ren prefirió quedarse callada y en un segundo plano. Definitivamente no era la primera vez que se veían y parecían tener alguna más que otra historia pasada. La mirada de Ren iba alternandose entre mirar a Kagara y a aquel pobre diablo, como si de un partido de tenis se tratase; dirigió una última mirada al can, como si quisiera que esté le diera algún tipo de respuesta, pero no era como el perro de la veterinaria, hasta ella lo sabía.

—M-Muchas gracias en cualquier caso, señor — dijo con las manos sobre su pelvis, haciendo una pequeña reverencia, confusa todavía por la escena que se había formado.

—De na-

Pero para cuando iba a responder, Kagara se le había adelantado y no sólo tomó con fuerza la corea sino que agarró de la tela de la capucha para levantarla casi ahorcándola en el proceso, dispuesta a llevársela al interior de la clínica con toda la velocidad posible.

—¡Sí claro un gusto verte!— Se agachó de inmediato para hablarle al oído a Ren. —Vamos adentro que tenemos que hablar de muchas cosas — Y con fuerza tiró para ir al interior.

-da—. Se quedaría con la mano levantada en el aire.

— ¡U-UUuaaah! — gritó sorprendida al ser prácticamente arrastrada por Kagara al interior, como si de un saco patatas se tratase.

No quería cuestionarla, de hecho si lo hacía seguramente le traería problemas, pero la curiosidad comenzaba a matarla; dirigió una mirada a la entrada, seguramente aquel hombre abandonaría el lugar poco después. Miró entonces a su clienta, con cara apenada, como los cachorros desvalidos que seguramente veía día a día por la clínica

— ¿H-Hice algo mal? ¿N-No debí haber hablado con él? — añadio visiblemente nerviosa.

Karaga parpadeó varias veces, a decir verdad no tenía idea realmente del porqué había actuado así y no tenía una respuesta rápida ante la pregunta de la genin. Ciertamente ella también estaba bastante confundida con la aparición de aquel misterioso sujeto y era un tema algo complicado de tratar.

—No pero...— Se llevó los dedos al entrecejo. —Ay no se como decirlo — Cruzó los brazos y cerró los ojos levantando la cara al cielo. —Él solía ser ninja, pero lo dieron de baja al considerarlo emocionalmente inestable como para ser ninja. ¿Cómo fue que él terminó hablando contigo? Sabía que él estaba mal pero luego de su desaparición jamás me esperé verlo de nuevo en una condición tan deplorable. Era un tipo amable, pero ciertamente hay más rumores malos que buenos de él.

El rostro de Ren poco a poco se fue entristeciendo por la explicación de Kagara, y cuando esta acabó, comenzó su explicación. Ciertamente puede que estuviera preocupado por ella; Ren era tan buena que pecaba de tonta intentando ayudar a todo el que estuviera en su mano, y Kagara necesitaba una explicación sobre lo acontecido.

— Pues seguía buscando animales como me pediste, y le encontré a él en un callejón. Me pidió que ayudara a aquel pobre perro. Al parecer ha intentado hacerse cargo de él en la medida de lo posible. Dice que su anterior dueño lo uso para peleas callejeras... — miró al interior de la clínica apenada, con la esperanza de que aquel canino se pudiera recuperar entre aquellas cuatro paredes.

—Huh, ya veo — se rascó la cabeza y suspiró. —Bueno, supongo que eso explica el porqué la rebeldía de este amiguito — cambió de tema rápidamente. —No creo que sea buena idea extenderme ahora mismo con historias cuando estás a media misión. Los animales que fueron usados en peleas tardan mucho más en adaptarse a una vida tranquila... Pero al menos acá haremos lo posible por reintegrarlo a alguna familia — Alzó el brazo derecho y se llevó la otra mano al músculo.

—Ryogaku me contó lo del perro maltratado que creíste escuchar, espera un momento... — la mujer hizo lo posible por llevarse al perro recién traído al recinto a uno de los cuartos, aunque más que llevarlo era le can quién parecía huir, siendo su única atadura la correa que llevaba.

Vio a la médica desaparecer, dejándola con la palabra en la boa un tiempo, sólo para que luego regresase con un extraño papel en la mano. Ella sonreía cómplice y le extendió el documento a la kunoichi.

—He logrado girar una orden de cateo. Presenta este documento y tendrás autorización a revisar la residencia que comentaste. Si consideras que el animal está siendo maltratado, podrás traerlo sin miedo a repercusiones, te moverás en el marco de la legalidad — sonrió.

Observó sin mediar palabra como se llevaba al pobre animal desvalido. En otra ocasión hubiera resultado bastante gracioso, verla forcejeando, tirando del animal. Con mirada algo alicaída, quiso esperanzarse de que Kagara le conseguiría una nueva vida. Poco después volvió, con un papel en la mano que aceptó mientras esta le daba la explicación y el contenido a su vez.

—He logrado girar una orden de cateo. Presenta este documento y tendrás autorización a revisar la residencia que comentaste. Si consideras que el animal está siendo maltratado, podrás traerlo sin miedo a repercusiones, te moverás en el marco de la legalidad — sonrió.

— ¡¡Wooo!! ¡¿De verdad?! — dijo ahora centrando la atención en el papel, leyendo lo más veloz que podía. — Que alivio, podre sacarlo de allí — añadió un suspiro aliviada, ahora no tenía que colarse a escondidas cuando el sol hubiera desaparecido.

—Pero bueno no es correcto que te entretengas mucho. Ya sólo un par más y habrás cumplido la cuota — Apremió la chūnin llevándose las manos a la cintura.

—Recuerda que tienes que completar antes de las seis de la tarde, que luego yo tengo que cerrar el centro de atención a esa hora. Hoy no programé citas pero tengo que prever que no ocurra alguna emergencia — Sonrió. —Ánimo, falta poco.

Tras llevarse una mano a la cabeza muy animada en señal de aprobación, salió como alma que llevaba el diablo del lugar; teniendo que volver avergonzada momentos más tarde por haber olvidado la jaula y las correas. Tardó un poco en volver a ubicar el lugar; reconoció el parque en la lejanía cuando cruzaba por una calle, y apremió el paso recordando las palabras de Kagara; al final la joven genin estaba recibiendo más ayuda de la que ella siquiera estaba ofreciendo.

Anduvo un poco por el parque, intentando orientarse mirando a los lados; todo había ocurrido tan deprisa, incluso el incidente del gato, que ni siquiera recordaba bien donde aconteció aquello último. Pero fue capaz de reconocer el tejado donde horas atrás dos gatos se enfrentaron ferozmente; por lo que se dirigió hasta allí, el callejón estaba a pocos metros del lugar, y si veía a la anciana, le comentaría que había solucionado su problema felino.

Ubicada por fin al comienzo de la estrecha callejuela; miró hasta el fondo, donde se hallaba su objetivo. Se cruzó de brazos, intentando cargarse de valor, para cuando ogro volviera a aparecer, para plantarle el papel que llevaba en el bolsillo interior de su obi en los morros.

Los sonidos lastimeros se habían frenado como por arte de magia, pero sin duda no se había confundido de residencia. El portón ominoso al patio ya no se le antojaba tan terrible, y los alambres de púas ya no iban a ser un obstáculo del cual preocuparse. En sí, ahora que tenía el poder total de la ley no debía por qué temer. ¿Oh sí?

La puerta estaba cerrada, pero era lo único que la separaba de su objetivo.

Avanzó decidida por el callejón, sin prestar mucha atención a sus alrededores, hasta plantarse frente al portón. Aquel hombre todavía no había hecho su aparición, tampoco sería capaz de abrir seguramente la puerta por sus propios medios y los alambres que coronaban aquella puerta, bueno, era el menor de sus problemas. Podría subir por algún tejado cercano y entrar sin que eso le dificultase el paso, pero ahora que poseía una orden que la autorizaba a entrar y llevarse al animal, el resto de cosas eran indiferentes.

Intentó tomar un vistazo preliminar por alguna rendija lateral; y pese a que no supiera como encontrar aquel tipo, montar un escándalo seguramente fuera más que suficiente. El perro además se alteraría y de esa forma sabría si se hallaba en algún rincón escondido de su jardín. Comenzó entonces a golpear aquel portón, deseosa de restregarle por las narices a ese tiparraco su autorización.