Este foro utiliza cookies
Este foro utiliza cookies para guardar tu información de inicio de sesión si estás registrado, y tu última visita si no lo estás. Las cookies son pequeños documentos de texto guardados en tu ordenador; las cookies establecidas por este foro sólo pueden ser utilizadas en este mismo sitio y no poseen riesgos de seguridad. Las cookies de este foro también llevan un registro de los temas que has leído y cuándo fue la última vez que los leíste. Los administradores NO tienen acceso a esta información, sólo TU NAVEGADOR. Por favor confirma si aceptas el establecimiento de estas cookies.

Se guardará una cookie en tu navegador sea cual sea tu elección para no tener que hacerte esta pregunta otra vez. Podrás cambiar tus ajustes sobre cookies en cualquier momento usando el link en el pie de página.
Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1

Tomo esta trama con mi hueco de Narrador.


Ascua, Verano del año 219


Momochi Ebisu esperaba con cara de perro pachón mientras observaba la lluvia caer a través de los cristales de la cafetería. Sus ojos marrones y oscuros como la Amecola estaban fijos en un punto indeterminado al otro lado de la calle, y apenas se movían de vez en cuando para seguir el recorrido de las gotas de agua que golpeaban el cristal del ventanal que tenía frente a él. Estaba sentado en una mesa de cuatro personas, pese a disfrutar de un solitario café muy negro y humeante que de vez en cuando utilizaba como estufa improvisada para calentarse las manos. En Amegakure, la palabra "Verano" únicamente significaba que las temperaturas no descendían tanto por las noches y que las lluvias podían —y era importante notar ese matiz— no ser tan salvajes como en otras estaciones. Pero, por lo demás, Ame no Kami no dejaba de reafirmar su dominio sobre las tierras de la Tempestad por el simple hecho de que los mortales le hubieran dado un nombre u otro a aquella época del año.

«Mehhh... Qué lata...»

Dió un sorbo muy ruidoso —los modales no eran precisamente su fuerte— a la humeante taza de café negro y luego volvió a posarla sobre la mesa. Ebisu odiaba esperar, y también odiaba a los niños. Ninguna de las dos cosas se le daba especialmente bien; de hecho, ambas se le daban realmente mal. Era demasiado impaciente como para que tuviese una gran habilidad esperando —pese a lo que pueda creerse, el esperar bien no es un talento muy común—, y lo mismo aplicaba a los niños. Al alistarse en las filas de Amegakure no Sato, Ebisu había creído —erróneamente— que se libraría al menos de tener que lidiar con una de aquellas dos cosas. Lo de esperar era inevitable; la rutina del ninja estaba llena de esperas.

Esperar a que el profesor te tomara la lección. Esperar tu turno en el campo de entrenamiento. Esperar a que te dieran tu bandana en la ceremonia de graduación. Esperar a ser lo suficientemente hábil como para poder ascender a chuunin. Esperar en la recepción del Edificio del Arashikage para cualquier papeleo —la burocracia ninja se le antojaba insufrible—, esperar, esperar, esperar...

¡Pero al menos hasta aquel día, se había librado de la parte de los niños! Como gennin y chuunin, Momochi Ebisu había seguido una trayectoria bastante normalita; ni demasiado exitosa, ni muy poco. Ni repleta de excitantes misiones de alto rango y buena paga, ni plagada de misiones D y gatitos en apuros. En general, él se consideraba un ninja de la media; era bueno con un par de ramas del Ninshuu, sabía algún que otro truco, y tenía los recursos suficientes como para haber llegado a la edad de treinta años sin morir ni sufrir ninguna lesión permanente en el camino. Y eso, un tipo como Momochi Ebisu lo consideraba un éxito. Una buena vida.

Sin embargo, en el último mes parecía que la mala fortuna se estaba cebando con él. Primero le tiraba un café encima a Amekoro Yui. Luego la cagaba prendiendo fuego al piso franco durante una misión de rango B. Y, para rematar, se cogía una borrachera del quince en su bar de siempre y acababa tirándole los tejos a varias de sus compañeras de profesión.

«Qué lata...»

Una conjura de eventos tremendamente desafortunados que habían dado con su perezoso culo allí; en la cafetería, esperando a los que durante los próximos meses iban a ser sus dos alumnos. «¿Y qué cojones sé yo de enseñar? Pues nada, claro, absolutamente nada. Ah, qué lata... Supongo que aún debo considerarme afortunado de que no me quitaran la placa, o de que Yui no me haya enterrado en el fondo del Lago», se dijo, recordando ciertos rumores que habían estado circulando por la Aldea unos meses atrás. Habladurías sin sentido, claro. Un tipo tan perezoso como Momochi Ebisu nunca le prestaba atención a esas cosas.

El chuunin miró el reloj digital que llevaba en la muñeca izquierda con gesto cansado. Quedaban apenas dos minutos para las diez en punto, la hora en la que había citado a sus alumnos. Todavía tenía ambos expedientes desplegados sobre la mesa, abiertos por la primera página. Ya se los había leído —«menudo coñazo»—, pero aun así no quería guardarlos por si necesitaba consultar algún detalle. Al fin y al cabo, hacer de aquellos dos personajes unos gennin aceptablemente buenos era su billete de salida al purgatorio de los senseis.

Momochi Ebisu lucía bastante común; era un chuunin treintañero de pelo corto y castaño, despeinado, ojos oscuros y expresión permanentemente cansada. Sus facciones eran redondeadas y bastante feuchas, rematadas por su excesivamente grande barbilla y mandíbula inferior. Apenas tenía una pelusilla castaña en donde debía lucir una barba de tío de treina y tantos, cosa que tampoco le importaba mucho; menos barba significaba menos tiempo requerido para afeitarse. Vestía el uniforme reglamentario de la villa y llevaba su placa plateada de chuunin en el hombro derecho. En la cintura llevaba un portaobjetos doble, y en la frente su bandana de Amegakure no Sato.

¡Bip, bip!

Su reloj digital de muñeca emitió un leve pitido al marcar las 10.00, y Ebisu alzó la vista hacia la puerta de la cafetería. Sus alumnos aparecerían en cualquier momento...
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

¿Eres nuevo en el rol? ¡Echa un vistazo a mi Compendio de Buenas Prácticas!
Responder
#2
El pelirrubio no era alguien que se tomara en serio su vida de shinobi, y eso estaba de manifiesto en cada una de sus acciones. Sin embargo a pesar de que se mostraba despreocupado, y en general denotaba poco esfuerzo, tampoco le gustaba incumplir lo que se le pedía y en ese caso había sido citado en una cafetería a algo asi como las 10 de la mañana. Sin mucho mas que hacer a las 9 el joven genin ya hacia presencia en ese lugar, pidió de tomar un vaso de leche, para luego solicitar un pedido bastante particular. Se puso su antifaz y se quedo boca abajo contra la mesa donde quedaría totalmente dormido al poco tiempo de ponerse en esa situacion, los minutos pasaron, y asi también llego el horario en que había sido señalado para aquella reunión con el chunnin.

Pocos segundos antes de que llegaran las 10, la linda camarera a la cual le había hecho esa petición tan particular se fue acercando hasta la posición de Samidare, con lo que parecía ser una olla. La apoyo en lo que quedaba libre de la mesa, e intento sacudir un poco a el senju pero se dio cuenta que era cierto que tenia el sueño pesado como el mismo declaro en su charla previa. Por lo que siguiendo la petición del genin levanto la cabeza del mismo sacandole el antifaz el cual pondría sobre las piernas del rubio y luego pondría la olla donde antes había estado apoyada la cara del muchacho. El resto uno lo puede imaginar, no paso demasiado tiempo con el rostro dentro de esa olla llena de agua helada que el rubio se despertó un poco sobresaltado, tomo una servilleta que había preparado de antemano y se seco el rostro mientras perezosamente buscaba en sus alrededores algún signo de la persona con la que se debía de encontrar.
Responder
#3
La lluvia chocaba en su rostro con mayor frecuencia de la que normalmente se daba, su camiseta de tirantas blanca, completamente mojada, dejaba ver el tatuaje en su pecho. Como si llevara algo más que dos kunai cedidos por el gobierno de la aldea, llevaba en su pierna izquierda un portaobjetos, y en su brazo derecho, Lucía orgulloso el símbolo formado por cuatro líneas verticales. Su rostro era de un chico con poca resistencia mientras corría en una dirección a zancadas largas, señal de que llegaba algo tarde. Parecía asfixiarse, y sus ojos estaban tan abiertos que podía estar llegando dos horas tarde.

Para colmo, un desafortunado charco le hizo caer de espaldas, demostrando así una bastante baja habilidad como ninja - Menuda mierda... - llegando tarde y, para colmo, caía en plena calle, provocando la risa de un par de niños que, irónicamente, aprovechaban en buen tiempo para salir a jugar con la pelota. Se levantó y siguió corriendo como si estuviera frente a un billete de cien, y a breves metros del lugar de la cita, se lanzó en un torpe salto para esquivar un gran charco en la puerta, con dudoso éxito al pisar de talón aquél pequeño obstáculo. Abrió apresuradamente la puerta justo tras oírse la alarma del nuevo sensei, al cual conocería entonces - ¡Siento llegar tarde, señor! ¡Me caí en un charco y perdí demasiado tiempo en levantarme! ¡Sé que no es excusa y estaré dispuesto a aceptar cualquier castigo! - exclamaba frenéticamente el pelirrojo. Ciertamente, no había llegado tarde para la importancia de los escasos dos segundos que había perdido, pero el joven se había mentalizado de lo difícil e importante que era aquél día con demasiada seriedad como para tener cierta lógica en su verdadera responsabilidad de hoy. Sólo era el inicio de su camino...
Responder
#4
Ebisu observó atentamente al muchacho pelirrojo que acababa de entrar en escena, empapado de pies a cabeza y balbuceando algo sobre tardar mucho tiempo en salir de un charco. Su expresión —de por sí cansada— mudó a una que se diferenciaba de la anterior tan sólo en que tenía una ceja levantada con cierto escepticismo. Sin decir nada, el chuunin le indicó a Raitaro que se acercara y tomase asiento en la mesa que él mismo ocupaba.

Pero ten cuidado, no me vayas a mojar los expedientes, que luego me comeré yo la bronca por no devolverlos intactos —apostilló. «Qué lata...»

El otro alumno estaba ya en la cafetería; Ebisu le había visto hacía un rato, durmiendo como un perezoso sobre una de las mesas. Al escuchar la tonada de las diez de la mañana, el genin se había despertado, pero parecía desorientado y confuso. Ebisu se volteó ligeramente sobre su asiento y llamó la atención de Samidare.

¡Oeh, Samidare-kun! Que es por aquí, muchacho. ¡Espabila! A este paso van a tener que ponerte un carril de luces fluorescentes —luego se volvió de nuevo hacia la mesa, donde ya estaba Raitaro.

«Qué lata...»

Cuando ambos muchachos estuvieron sentados frente a él, Ebisu le dio un sorbo a su café mientras los observaba con sus ojos marrones y tranquilos.

Yotsuki Raitaro y Senju Samidare —leyó en voz alta sus nombres, escritos en los expedientes que tenía sobre la mesa—. Coño, ¿no os habrán puesto en el mismo equipo para equilibrar? Si casi podríais ser padre e hijo... —comentó, con una media sonrisa. Le daba demasiada pereza poner una sonrisa entera—. Veamos, ambos usáis el Raiton, ambos sois buenos en combate cercano... Meh, qué poca sinergia. ¿No se supone que los gennin de un equipo deben complementarse con sus habilidades? ¿Quién hace estos emparejamientos?

El chuunin sacudió la cabeza. Luego tomó otro sorbo de café, con tan mal tino que parte de la bebida se le derramó por la comisura del labio, manchándole la camisa del uniforme.

Qué le vamos a hacer, habrá que trabajar con lo que hay —suspiró. Pese a todo, no parecía que sus comentarios quisieran ser hirientes para con los chicos; más bien se lamentaba por sí mismo, y de su mala suerte. Algo bastante habitual en él—. Qué lata, me he puesto perdido... A ver, vuestra primera misión. Rango D, traedme una servilleta.
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

¿Eres nuevo en el rol? ¡Echa un vistazo a mi Compendio de Buenas Prácticas!
Responder
#5
Una voz llamo su atencion, cuando pudo rastrear de donde venia, el pelirrubio se dio cuenta de que era aquel chunnin con el que debía de encontrarse. Se levanto cuidadosamente de la mesa, sin antes guardarse su antifaz en el bolsillo del pantalón, y subirse la mascara que comúnmente cubría su rostro, y la cual se había bajado preventivamente sabiendo que le sumergirían el rostro en un balde de agua. -Perdón la demora.- Dijo bajando la cabeza en forma de reverencia al llegar a la mesa, mientras que al levantarla se percato de la presencia de un viejo conocido, o al menos de alguien que ya había cruzado palabras anteriormente. -Raitaro San, no sabia que eras el otro genin con el que me reuniría, un gusto volver a vernos.- Le dijo al pelirrojo mientras tomaba asiento lentamente, y quedaba a disposición escuchando lo que tuviera que decir el ninja de mayor experiencia.

En verdad y hasta el momento lo que hizo el shinobi fue reclamar el tipo de grupo que habían armado, lo que parecía no ser de su gusto, al menos en la distribución de edad-y tipo de habilidades. Samidare no contesto nada a eso, le parecía que sonaría a una falta de respeto, ya que entendía que estaba hablando consigo mismo y no esperaba una respuesta de ellos. Luego pediría como ¿Misión rango D?, que alguno de los dos genin le trajera una servilleta. El rubio alzaría la mano, y llevaría su mirada a la camarera que lo atendió anteriormente. -One-san, me podrás traer unas cuantas servilletas.- Si aquel chunnin era perezoso, Samidare en ese aspecto no tenia que envidiarle nada, incluso podia considerarse aun mas vago casi con total seguridad y no tenia ningún miedo de demostrarlo.
Responder
#6
Raitaro, extraño por el blando sensei, tomó asiento tras la advertencia del mismo sobre la fragilidad del papeleo que llevaba frente al agua. Parecía que no había sido el más inteligente de allí, pues todos habían aguardado en el mismo lugar para, posiblemente, que no ocurriera lo que al grandullón. Raitaro vió como llamaba al muchacho restante, presente en el lugar y lo cual lo hacía ser el más lento de todos. El ya conocido Samidare sería su compañero de grupo, cuiroso dúo formado, como dijo el maestro, por dos personas con aspectos y edades completamente distintas - ¡Vaya, chico! ¡Si tú eres el chaval que conocí en el lago! ¡Menuda casualidad! - observó sobresaltado, reprimiendo cierta decepción. Está ya más que claro que a Raitaro no le gustaba la idea de tener que ser compañero de un chiquillo tan pequeño, sentía entonces de verdad que iba bastante atrasado para su edad, algo completamente cierto y evidente.

Según dijo su nuevo maestro, Ebisu, su compañero y él tenían estilos similares de combate, a pesar de tener un extraño y desconocido apellido para los oídos del muchacho de Yukio. Raitaro mantuvo sepulcral silencio mientras hablase su maestro, incluso pensó en levantarse para coger algo de papel para Ebisu, pero Samidare no le dió tiempo. Parecía, a pesar de todo, un chico muy espabilado para su edad, igual esa era su verdadera arma.
Responder
#7
«Al parecer se conocen de antemano... Bien, eso agilizará las cosas, creo que puedo ahorrarme la típica charla del sensei brasas de hablar sobre sus sueños, aspiraciones y Camino del Ninja. ¡Qué jodida lata!», pensaba Momochi Ebisu al ver que los dos muchachos de edades tan dispares se saludaban amistosamente. Él nunca había tenido una relación especialmente buena con sus compañeros de clase —tenía fama de ser un vago—, pero sí que había hecho algún que otro amigo después de graduarse.

Cuando Samidare pidió a la camarera que le trajese una servilleta, la chica cumplió diligentemente y de forma amable le pasó un servilletero completo. Ebisu agradeció el gesto, tomó una de aquellas servilletas, y se limpió la comisura de los labios y la camisa.

Estupendo, diez puntos para la casa Senju —bromeó el sensei, riendo con su propio chiste. Al igual que todo lo que parecía transmitir aquel chuunin, su risa era pausada y lenta, como si le costara la propia vida carcajearse—. Bueno, vamos al lío, cuanto antes empecemos, antes acabaremos...

El sensei se irguió en la silla con porte pretendidamente orgulloso, que sin embargo a él le quedaba ridículo por culpa de su figura anodina y su desproporcionada barbilla con tres pelos mal colocados.

Me llamo Momochi Ebisu, y Amenokami ha decidido que debo purgar mis pecados, sean cuales sean, convirtiendo a dos polluelos como vosotros en ninjas hechos y derechos. O, al menos, que no vayan a dar demasiada vergüenza ajena frente a clientes y enemigos de la Aldea —agregó, con una risilla—. Yo ya os conozco porque me he tenido que leer vuestros expedientes, y vosotros parece que os conocéis mutuamente, así que vamos a saltarnos la parte en la que os doy la turra acerca de vuestros objetivos como ninjas y todo ese rollo.

Momochi Ebisu se puso en pie, recogiendo los expedientes de aquellos dos genin y guardándolos, tras enrollarlos, en su enorme portaobjetos. A cambio, sacó de éste un pergamino con el sello de Amegakure y la letra "D" bajo el mismo.

Esta es vuestra primera misión —anunció, lanzándole el pergamino a Raitaro—. Leedlo con atención y pongámonos en marcha. Al ser vuestro desvirgue shinobi, os acompañaré durante un rato para asegurarme de que no la caguéis... No quiero que me echen la bronca en mi primer día como sensei, o a este paso acabaré fregando váteres en el Edificio del Arashikage.

Si Raitaro desplegaba el pergamino y Samidare se acercaba para leerlo, podrían encontrar una descripción de su primerísima misión como ninjas de la Lluvia.



(D) El perro y la Amemermelada


Publicada en: Amegakure no Sato
Rango recomendado: Genin
Nivel recomendado: -
Solicitante: Yamaguchi Egin, dueño de Supermercados Yamaguchi
Lugar: Amegakure no Sato

Yamaguchi Egin, dueño de Supermercados Yamaguchi, ha solicitado la ayuda de dos genin de la Aldea para que le ayuden a dar varios portes durante todo el día a distintos clientes suyos como parte de una campaña de marketing para publicitar la nueva Amemermelada de sabor mango. Los shinobi deben acompañar a Yamaguchi en sus visitas y repartir varias cajas de Amemermelada dentro del horario establecido y a todos los clientes, sin excepción.
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

¿Eres nuevo en el rol? ¡Echa un vistazo a mi Compendio de Buenas Prácticas!
Responder
#8
Poco a poco la charla iba tomando forma, ahora se podia dar cuenta de cual era la razón por la que los habían reunido, aunque también se podia suponer a hacer que 3 shinobis se juntaran de esa forma. La cuestión era que no esperaba que fuera para una especie de "formacion", algo asi como unos estudios avanzados luego de su paso por la academia, como aliciente tendria que su sensei parecía tan desganado como el mismo Samidare, por lo que podia estar seguro de que no tendria que luchar con un sensei lleno de pasión el cual esperara demasiado del rubio, ya que este apenas y tenia ganas de ver el rostro del senju.

-Hmm...- Murmuro el joven ninja al darse cuenta que se debería de parar para acercarse al pelirrojo, para ver el contenido de ese pergamino, cruzaba los dedos para que no fuera una misión suicida, aunque a decir verdad tampoco quería estar juntando pasto en cuatro patas en el jardín de alguna ama de casa. Casi como si se encomendara a dios, luego de cerrar los ojos, los fue abriendo poco a poco ya esperando que su compañero hubiese abierto el pergamino y le permitiese ver que contenía.

Si lo hiciera, no se sorprendería demasiado, ya que por fuera pudo juzgar que se trataba de una misión rango D bien sabia que solo podia tratarse de algo con peligro nulo y que implicara tareas domesticas. Este caso no era la excepción, cumplían la tarea dual de ser la mascota y repartir de aquel dueño de tienda, en lo que esperaba no tener que recorrer media aldea para complementar la misión.
Responder
#9
«¿Pero qué...?»

Si Momochi Ebisu pensaba que había tenido suerte, o al menos no mala suerte con los genin asignados a su equipo, el destino parecía empeñado en demostrarle lo contrario. Él mismo era un tipo desganado con la vida y que normalmente apenas buscaba la forma de pasar el día sin tener que esforzarse demasiado en prácticamente nada, pero si él se pensaba que era un Perezoso de rango S, aquellos dos chicos acababan de darle una lección de humildad. Le habían puesto en su sitio, y es que cuando tanto Samidare como Raitaro vieron el pergamino de misión y leyeron su contenido, ninguno de los dos dio muestras de emoción más allá de las que se esperaría de una ameba.

¡Pero coño, espabilad! —exclamó el chuunin, chascándose los dedos frente a ambos—. Joder, menudo ímpetu, no tengáis tantas ganas por favor que me va a dar un infarto. Madre mía, tenéis menos sangre que una lechuga.

«Al menos», pensó Ebisu, «el pequeño parece que sigue vivo. ¿Qué cojones le pasa al otro?»

Y es que Raitaro acababa de quedarse embobado mirando al infinito, en algún punto indeterminado frente a la mesa que ocupaban sensei y alumnos. Su cara componía una mueca de total inexpresión, los orificios de su nariz apenas se abrían para delatar que su dueño seguía respirando, y un hilillo de baba había empezado a caerle por la comisura de los labios entreabiertos, manchando la mesa.

¡Coño, el pergamino! —Ebisu salvó el rollo de pergamino justo a tiempo de ser babeado por Raitaro versión Vegetal—. ¿Y a este qué demonios le pasa? —preguntó a Samidare—. Tú ya le conocías, ¿no? ¿Siempre se comporta así? ¿Lo está haciendo para tocar las narices? ¿Va a volver en sí pronto? Como esto sea una inocentada en mi primer día como sensei, me cago en todo, la Arashikage me va a oír... ¡Qué lata!
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

¿Eres nuevo en el rol? ¡Echa un vistazo a mi Compendio de Buenas Prácticas!
Responder
#10
En general por lo que conocía de Raitaro llevaba una conclusión de que era alguien bastante parlanchin, y que diria algo sobre todo ello, pasando desde que serian asignados a una misión bastante simple y tediosa con poco honor que defender para un orgulloso Yotsuki, hasta la notable falta de emoción tanto de el sensei a cargo como de su joven compañero. Pero lejano a eso se había trabado, no contestaba nada que se le preguntase, ni tampoco parecía estar en la misma dimensión que los otros dos ninjas con los que compartía la mesa, algo que dejaba a ambos perplejos.

-No lo conozco lo suficiente, pero en verdad nunca se termina de conocer a alguien.- Diria el rubio al final para romper el silencio por parte de ambos genin,a lo que inmediatamente agregaría. -Entonces sensei ¿que hacemos?, ¿cuando se debería de comenzar con esta misión?- El senju esperaba en algún lugar de su ser que su compañero recuperara el sentido, ya que seria aun mas tedioso tener que hacer esa misión por si solo, demoraría mas haciendo algo que no le agradaba para nada, pero...Tendría que volver en si ¿no?,después de todo dudaba que hubiese muerto .
Responder
#11
Ebisu asintió con resignación, al menos el menor de los genin parecía estar en perfectas condiciones. «Además, si se ha graduado tan joven, debe ser un auténtico máquina. ¡Coño! Esta podría ser mi oportunidad para sacarme un alumno aventajado y fardar delante de esos cabrones que se reían de mí cuando Arashikage-sama me relegó al puesto de sensei...» Con aquellas renovadas aspiraciones, el chuunin se levantó de la mesa en un súbito impulso de energía para nada propio de él.

¡Bien! —exclamó, alzando el brazo derecho con gesto triunfal—. Uh, oh, ah, sí, la misión... —recordó luego—. Bueno, a ver, hagamos algo... Primero ayúdame a llevar a Raitaro-san al hospital, debería verle un médico. La misión está solicitada para empezar hoy a mediodía, así que todavía tenemos tiempo. Esperemos que no se nos alargue el asunto de tu amigo el vegetal.

Ebisu rodeó la mesa para colocarse a la derecha de Raitaro, agarrándole un brazo y pasándoselo por encima de los hombros. Luego miró a Samidare con aquellos ojos tan comunes suyos.

Venga va, ayúdame a levantarlo. El cabrón pesa un quintal.
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

¿Eres nuevo en el rol? ¡Echa un vistazo a mi Compendio de Buenas Prácticas!
Responder
#12
Sin lugar a dudas la palabra peculiar definía en su perfección al sensei al que le habían asignado, pero ¿Quien podia decir que fuera común en ese mundo?, y Samidare de hecho a pesar de ni siquiera llegar a la decena de años tenia unas cuantas peculiaridades en su haber. Por otra parte no podia creer lo de Raitaro, una persona que había sido tan enérgica anteriormente, ahora se encontraba en un estado de ausencia total, como si hubiese trascendido a otro plano.

Perdido en ese pensamiento demoraría en reaccionar a la petición de Ebisu, quien solicito al rubio que lo asistiera en llevar a el pelirrojo a un hospital. -...Perdón, ahí esta.- Mientras iba diciendo eso el genin levantaba el brazo de su compañero, pasándoselo por detrás de la cabeza y encima de su hombro para cargarlo. -Sensei, ¿Que piensa que le pudo pasar a Raitaro?.- Comentaría al pasar el senju para romper el hielo luego de un rato, ya que no tenia demasiadas ideas, si estuviera con un par como era el pelirrojo podría ser distinto, pero no terminaba de acostumbrarse a esto de las jerarquías, y no sabia como manejar correctamente la situacion.
Responder
#13
La mañana está resultando tranquila para él, como otra cualquiera. Se ha ejercitado a primera hora, en ayunas, y ahora disfruta de un sabroso desayuno en uno de sus lugares favoritos de la aldea: la cafetería sirve el mejor té rojo de la aldea y tiene una empanada de carne deliciosa. Hace unos días que no se ocupa de ninguna misión y está disfrutando de su tiempo libre. Lee un tratado sobre la herbología de un conocido experto en flora del País del Bosque.

Se encuentra apartado en una de las mesas pequeñas que hay en la esquina. La gente entra y sale pero eso no perturba su concentración. Está leyendo sobre un hongo que se encuentra en Tane-Shigai, y sus propiedades casi mágicas lo mantienen pensativo. Se suele mezclar con leche y su efecto es inmediato y rejuvenecedor. Siempre anda buscando nuevos ingredientes para practicar la alquimia, y sabe que nunca viene mal conocer plantas de características tan energizantes.

Una voz exagerada y con cierto aire de impaciencia lo saca de la lectura. Levanta la cabeza y ve a un personaje corpulento, de piel oscura y cabello rojo disculpándose con vehemencia ante un tipo que no parece darle demasiada importancia a sus palabras. De hecho, viste un traje de Chunnin y llama la atención de un joven shinobi al que Galen conoce. No se ha percatado de la presencia de Samidare en la cafetería hasta ahora, y eso hace que deje de lado su lectura y le de un sorbo al té.

Escucha con atención las instrucciones que el Chunnin les da y no puede evitar reír de manera disimulada en un par de ocasiones. En cierto momento, el pelirrojo parece sufrir una especie de infarto cerebral y babea sobre la mesa. Galen, preocupado, termina el té de un sorbo y también la empanada de carne, que había devorado casi por completo nada más servida.

Ambos sujetan al corpulento shinobi y se crea una situación de tensión entre ellos. La diferencia de altura entre los tres hace que tengan que arrastrarlo, por lo que Galen se levanta de inmediato y se acerca hacia Samidare.

¡Buenos días, Samidare-kun!, ¿puedo ayudarlos en algo?
Responder
#14
Pero tira, Samidare-kun, ¡tira, hombre! Que a este paso se nos va a caer al suelo y si se golpea en la cabeza, seguro que se queda peor todavía de lo que ya está —insistía Ebisu, tratando por todos los medios de equilibrar el peso entre ambos ninjas.

Para mala fortuna de la pareja, Raitaro era bastante pesado —que fuese un genin de diecisiete años no ayudaba—, y la diferencia entre la fuerza del sensei y el joven alumno prodigio era más un factor desequilibrante que la disparidad entre alturas. Ebisu trataba de mantener al vegetal Raitaro erguido, pero inevitablemente Samidare era demasiado débil físicamente como para que el enorme corpachón de su compañero no le cayera encima, haciendo que se le doblasen las rodillas y le doliese la espalda. Sin embargo, para suerte de los tres muchachos, alguien más estaba a punto de entrar en escena.

Ebisu giró ligeramente el cuello para ver al muchacho que les interpelaba por encima del inerte Raitaro. Parecía bastante mayor que Samidare, aparentando unos catorce o quince años, de ojos claros y pelo oscuro. Con tono amable se ofreció a ayudarles, y el sensei no pudo sino aceptar con la mayor prontitud de la que fue capaz.

¡Por las lágrimas de Amenokami, por fin un buen samaritano nos ofrece su ayuda! Todavía queda gente con modales en esta Aldea —dijo en voz alta y con sentida retranca contra el resto de los comensales de la cafetería, quienes no se habían dignado a echarles una mano—. Venga, socio, ayuda a Samidare antes de que se parta como una ramita de junco. Este compañero vuestro ha tenido la decencia de presentarse a su primera misión al borde del ictus, todo un detalle. Hay que llevarlo al hospital, ¡y te digo más! —agregó Ebisu, que si era bueno en algo, era en improvisar para ahorrarse molestias—. Si desmuestras que tienes dos pelotas para cargar con este chaval hasta la clínica, ¡te concederé el honor de ser su reemplazo en nuestro recién fundado equipo! Piénsalo, ¿eh? No más chupar banquillo, no más dejar que los otros se lleven el honor, la gloria y la fama de rescatar gatitos de los árboles. ¡Hoy es tu día de suerte, eh, esto...! ¿Cómo era tu nombre?
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

¿Eres nuevo en el rol? ¡Echa un vistazo a mi Compendio de Buenas Prácticas!
Responder
#15
El trabajo físico no era el fuerte del senju, de hecho ninguna cosa que llevara la palabra "trabajo" en la frase podía ser algo en lo que destacase Samidare. Ya que ante la mas minima oportunidad el intentaría evitarlo, en este caso era inevitable, directivas de arriba lo ponían en un equipo ninja, y para cumplir con ello antes de ser degradado a alguien que limpia los baños públicos de la aldea, necesitaba cumplir con todo ello.

Hasta el momento había estado sufriendo el llevar a cuestas al pelirrojo, aunque puso de si mucha voluntad para hacerlo, era innegable su falta de fuerza. Pero para su buena fortuna alguien acudiría en su ayuda, al escuchar que esta persona lo llamaba por su nombre el rubio levantaría su vista para ver de quien se trataba. -Galen...que suerte que estas por aquí, ¿Nos ayudaras con esto?,- Pregunto el
niño moviendo la cabeza en dirección al fiambre que estaban cargando en ese momento, ya que tenia las manos ocupadas y ni siquiera energía para hacer otro tipo de gestos, ni explicarlo de otra forma.

Era una gran casualidad que en ese lugar justo se encontrara uno de los pocos shinobis con los cuales tenia una mínima relación, siendo que recién empezaba como ninja Samidare carecía de contactos en este mundillo. Pero estas situaciones mostraban lo útiles que podían ser.
Responder



This forum uses Lukasz Tkacz MyBB addons.