Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
1/08/2017, 01:27 (Última modificación: 6/09/2017, 10:31 por Amedama Daruu.)
Desde el anuncio del torneo la cosa no había sido precisamente tranquila. Saber que te vas de tu hogar, de tu villa, de tu vida, durante tanto tiempo para juntarte con todo tipo de locos y maniacos psicopatas para matarlos era una sensación muy agridulce. Sobretodo teniendo en cuenta que te podían emparejar con alguien de tu propia villa, pero qué coño, de verdad, es que no me entra en la cabeza, no me cabe, dominaré Fuinjutsu y Genjutsu de nivel kage y seguirá sin caberme en la cabeza. ¿Y si me toca alguien de mi villa y lo mato? ¿Podría suicidarme? Es decir, estaría matando a OTRO shinobi de mi villa si me suicidase. Ya no iría al cielo.
No quedaba mucho más que hacer, si la vida te da tomates hazte una limonada, o algo así. Sabiendo que el tiempo era escaso y la ausencia larga, marché hacia el edificio de mi kage en busca de una misión para redimir mis posibles futuros pecados. Cargado de armas hasta los dientes para una buena mision de rango Domestico, digo, Dobby, digo, Delfin. Igual aparecía una cucaracha mientras limpiaba los lavabos del geriatrico y así mi Kodachi podía probar hoy la sangre una vez más.
Previamente, es decir, ayer le comenté a Eri-hime que deberíamos continuar el gran trabajo en equipo que teníamos en las misiones, con nuestro record imbatible de 2 misiones completadas de 2 misiones asignadas. Eramos imparables y lo sabíamos, eramos la avalancha en la montaña, el alud en la nieve, el rayo en el agua, el fuego en el gas, el Doton de la vida.
Me apoyé sensualmente en un arbol cercano al puente del edificio de la Uzukage a la espera de mi compañera predilecta.
— ¿Sabes que llevas prácticamente desde que te graduaste con él, verdad?
— Cada vez que me pongo a leer algo ocurre, la última vez me dijiste que nos fuéramos de viaje, antes de esa, vinieron dos... Dos impertinentes a decir cosas bajo mi ventana, ¿cuándo quieres que saque tiempo? — Después de estar prácticamente dando vueltas por la casa buscando lo que quedaba de sus ropas y su bandana, Eri paró para encarar a su hermano. — Además, últimamente he estado muy liada...
Aunque más que liada, lo que hacía era huir de la realidad que la perseguía, y es que... ¿Un torneo? ¿Ahora? ¿Y habían enviado una invitación para ella? Todavía no se lo creía, y se sentía aterrada y emocionada al mismo tiempo.
Así que cuando le llegó aquella nota de Nabi, no dudó en acudir a su encuentro para ver si lograban recibir una misión antes de su viaje al Valle de los Dojos.
— Bueno, Ryu, me voy ya, no te preocupes que el libro lo tendré leído antes de... De mi regreso, sí, eso. — Alegó mientras abría la puerta. — ¡Hasta luego!
Y con eso cerró la puerta con suavidad dejando a su hermano en el interior mientras ella se disponía a emprender su caminata hasta el edificio de la Uzukage. No estaba muy lejos pues quedaba a solo un par de calles de su casa, así que por primera vez decidió no ir corriendo y disfrutar un poco del buen tiempo que hacía aquel día, aunque como era temprano el calor no achicharraba, de momento.
Con suerte no tardó en divisar la rubia cabellera tan característica de Nabi, que esta vez se encontraba apoyado en un árbol cercano a su destino. Por ello, cuando lo vio; se acercó a él ondeando su mano izquierda de forma rítmica y una sonrisa adornando sus rosados labios.
— ¡Buenos días, Nabi-kun! — Exclamó una vez estuviese cerca del chico. — ¿Listo para seguir con esa racha? — Preguntó mientras giraba su cabeza hacia el puente que tendrían que cruzar para entrar al edificio.
La verdad es que no sabía muy bien si terminarían saliendo de allí con un encargo o bien saldrían con las manos vacías, pero nunca estaba de más intentarlo.
— ¡Venga, vamos! — Volvió a exclamar, intentando no perder más el tiempo allí mientras sabía que podía estar ya en el mostrador, eso y que sentía que no podía estarse quieta.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
El cielo era azul, como el agua que rodeaba el edificio de la Uzukage, la tierra era marrón, como la mierda que rodeaba Kusagakure, y las barandillas rojas, como la sangre que corre por todas las alcantarillas de Amegakure. Y Eri-chan aparecía por el horizonte, el día no hacía más que mejorar. PERO ESPERA que aún hay más, venía sonriendo, alegre y energica. Estaba claro que el día no podía mejorar más, que bonita era vivir.
— ¡Buenos días, Nabi-kun! ¿Listo para seguir con esa racha? —
— Buenos días, Eri-chan. Yo nací tonto por eso desde entonces siempre estoy listo, para compensar.
Le espeté con una sonrisa, era un comentario tan estúpido que igual me mataba Gouna-sama solo de toda la idiotez que se concentraba en esa combinación de palabras. Si me lo justificara diciendo que soy un peligro para la inteligencia pública no tendría ningún argumento para rebatirselo. Por suerte, todo eso me daba igual, estaba pletórico de alegría.
Eri parecía ansiosa por hacer esa misión, como si con esa misión completase su cuota de misiones del examen de Chunin. Me instó con la mirada a mover mi culo del arbol, y la verdad es que me costó, como si algún antepasado mio hubiera tenido alguna relación lasciva con un controlador de arboles, como un jardinero o algo así. A lo mejor yo era fruto de una relación así, al fin y al cabo los Senju antes eramos jardineros, haciamos bonsais con el chakra.
Cambiando de tema, cuando despegué mi culo del arbol lo hice a lo grande. Agarré la mano a Eri y tiré y tiré hasta que el puente atravesé. A secretaría llegué y con mi hermosa voz pregunté:
— Hallensé aquí, Furukawa Eri y Senju Nabí. De rango D es la misión que provoca nuestra unión.
Justo en ese momento, me di cuenta, de que tener a Eri cerca me vuelve felizmente idiota. Tal vez demasiado.
Los dos genin irrumpieron en el Edificio del Uzukage, atrayendo las miradas extrañadas y sobresaltadas de todos los chunin, jonin, civiles y otros genin que seguramente también habrían ido a pedir misiones para sus equipos. Ajenos a todo esto, los dos muchachos avanzaron hasta llegar a la recepción.
—Hallensé aquí, Furukawa Eri y Senju Nabí. De rango D es la misión que provoca nuestra unión.
Al otro lado de la mesa, un hombre que vestía el clásico chaleco ninja y al que le faltaba el brazo derecho y que llevaba la cabeza tapada con la bandana a modo de pañuelo, había levantado la mirada de sus papeles para clavarla en los dos chicos.
—¿Es que eres idiota? —le preguntó, franco y directo como un puñal.
Sin embargo, no tardó en darse la vuelta en su silla, abrir uno de los cajones con la letra D grabada en la puerta, sacar un pergamino enrollado y tendérselo a los dos genin.
—Aquí tenéis. Buena suerte, e intentad no ser tan escandalosos la próxima vez.
Misión rango D. Maldita Burocracia
Solicitante: Kanari Hanako Lugar: Uzushiogakure no Sato Solicitud: Kanari Hanako es una de las burguesas más ricas e influyentes del País de los Remolinos.
La señora Kanari ha solicitado la ayuda de dos genin para que la ayuden a solucionar varios problemas burocráticos cuyos detalles se darán en su presencia, y los espera a ambos en su casa en la mayor brevedad posible. La vivienda de la señora Kanari se encuentra en el lujoso barrio de Yutaka, ubicado al norte de la aldea.
— Buenos días, Eri-chan. Yo nací tonto por eso desde entonces siempre estoy listo, para compensar.
Esa fue la contestación del rubio ante sus palabras, y aunque no quería, no pudo evitar no reír ante el comentario tan tonto que había soltado, sin embargo pronto se recompuso cuando por fin Nabi decidió despegarse de aquel árbol y ambos se dirigieron al interior del Edificio de la Uzukage.
Una vez ambos entraron por las puertas siempre abiertas, Eri sintió como su corazón palpitaba con más fuerza que nunca cuando se acercaron a la recepción. Sin embargo no fue ella quien habló, sino Nabi, que soltó otra de sus maravillosas frases estúpidas.
Lo malo fue...
—¿Es que eres idiota?
Eri tragó saliva, aquellas palabras le parecieron incluso que iban dirigidas a ella por algún motivo, así que solo pudo agachar un poco la mirada, sintiéndose estúpida. Sin embargo, el encargado que allí se encontraba no tardó mucho más en tenderle una misión a ambos genin, por lo que la de cabellos púrpura dedicó toda su atención al pergamino que él había elegido para ellos.
—Aquí tenéis. Buena suerte, e intentad no ser tan escandalosos la próxima vez.
— Muchas gracias y lo sentimos. — Dijo la joven de corrido mientras hacía una leve reverencia, luego tomó el pergamino y se alejó de allí tirando del brazo de Nabi, a un rincón apartado para poder leer el pergamino con tranquilidad. — Vaya...
Ella nunca había pisado Yutaka, ya que al ser uno de los barrios más lujosos ella no tenía por qué visitarlo. Luego le tendió el pergamino a Nabi por si quería verlo más detenidamente y suspiró.
— Más nos vale irnos hacia Yutaka lo más rápido posible, aquí pone que nos dará nos detalles allí. — Murmuró ya que no quería molestar en aquel lugar.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Otro de esos momentos en los que mi cerebro empieza a tensar mis dos neuronas haciendo que estas quieran arrancarle sus neuronales brazos a la otra. Por una parte tenía ganas de contestarle, y no precisamente bien, algo sobre lo tullido que está y lo borde que es, pero era un Chunin, un rango por encima del mio. Así que la solución era tragar por ahora y volver cuando fuera Chunin a llamarle tullido.
—Aquí tenéis. Buena suerte, e intentad no ser tan escandalosos la próxima vez.
Como parte de mi plan a largo plazo, debía mantenerme callado con ese tio, así que deje que Eri hablase por los dos.
— Muchas gracias y lo sentimos. —
Eri-hime tiró de mi brazo para apartarnos antes de desenrollar el pergamino, ambos lo leimos y cuando acabó me lo pasó para que lo guardara supuse y eso hice.
— Más nos vale irnos hacia Yutaka lo más rápido posible, aquí pone que nos dará nos detalles allí.
— Yo había leído que Kanari Hanako es una hamburgesa rica e influyente la primera vez que lo he mirado.
Y con esas palabras de despedida salimos del edificio de la Uzukage en dirección a Yutaka, que no estaba precisamente lejos de allí. En apenas unos minutos estaríamos ya entrando en el barrio más pijo de Uzushiogakure. Si había algo que tenía claro es que en esta misión tenía muchas posibilidades de acabar liandola, burocracia, ricos y sociedad, tres cosas que ni entendía ni se me daba bien manejarme en ellas.
Por suerte, no era la primera vez que estaba en ese barrio ni era desconocido para mi el nombre de Kanari Hanako. Solo había dos cosas que conociese a la perfección, Eri y Uzushiogakure. Tan perturbador como suena. Me dediqué a guiar a mi compañera hasta la lujosa residencia de la señora solicitante.
Tras tomar el pergamino y leer los detalles de la misión, los dos genin abandonaron el Edificio del Uzukage y echaron a andar hacia el barrio de Yutaka, al norte de Uzushiogakure. Caminaron durante varios minutos y subieron bastantes cuestas hasta que la arquitectura típica de la aldea comenzó a verse sustituirse por auténticas mansiones cargadas de lujos. orgullosamente ornamentadas con objetos tan caros que escapaban a la imaginación y con extensos jardines de exóticas plantas y altos setos que, en muchos casos, sus propietarios habían convertido en auténticos laberintos para su propia diversión. En más de una ocasión, a Eri y a Nabi les parecería escuchar un agudo y lastimero graznido. Pavos reales.
Completamente decidido, Nabi guió a su compañera por las calles de Yutaka hasta que llegaron a las puertas de la verja de una de aquellas mansiones. Cerca de allí, el jardinero que en aquel momento estaba atendiendo un bonsai, giró la cabeza hacia ellos al percibir su presencia.
—¿Buscáis a alguien, niños? —preguntó, y parecía ciertamente extrañado.
Rodó los ojos ante el comentario del rubio y después ambos salieron del edificio. No es que estuviese lejos, es más; seguramente en un par de minutos seguramente llegarían allí, lo malo eran... Las cuestas, ¡esas endemoniadas cuestas! Le dolían los pies solo e pensarlo.
Así que cuando echaron a andar hacia Yutaka, a Eri se le hizo interminable de las cuestas que tuvieron que subir. Andaba mirando el suelo, poniendo un pie delante, luego el otro, y así sucesivamente, hasta que las casas que comenzaron a rodearles comenzaron a cambiar de forma drástica: mansiones ostentosas que la joven nunca había visto ni imaginado, plantas que adornaban jardines demasiado grandes para su gusto... Y es que, ¿quién quería un jardín el doble de grande que su casa? Seguro que triplicaría la suya propia...
Lo peor eran los sonidos, graznidos de aves que ella desconocía provenían de los endemoniados y gigantes jardines de aquellas mansiones, ¿no podían tener... Perros?
No entendía a los ricos.
Con suerte Nabi guió a Eri de forma eficiente y ambos lograron llegar a lo que parecía —que podía ser que no— una casa perfectamente viable para ser en la que vivía la mujer del encargo. O no, no lo sabía, todas las malditas casas le parecían iguales: demasiado ostentosas para su gusto.
—¿Buscáis a alguien, niños?
Eri dio un respingo, no se había dado cuenta del hombre que se encontraba allí cuidando de un bonsai, ni del jardín, en verdad no se dio cuenta de mucho más que sus propios pies doloridos.
—Buenos días, señor; buscamos la casa de la señora Kanari Hanako-san, ¿sabe dónde encontrarla? —fue lo que dijo ella.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Las cuestas eran como las escaleras que te llevan al cielo cuando te mueres, un arduo camino para un precioso final. La opulencia de aquellas latitudes reblandecía mi corazón y llenaba de entusiasmo mi joven alma. Oh, el sonido de los pavos reales pavoneandose realmente de su riqueza y su buena vida, casi podía verme a mi mismo rodeado de pavos y de niños igual de pavos que los pavos con Eri haciendo unas ricas lonchas de bacon y metiendoselas por el culo a un pollo horneado a la perfección en una deliciosa salsa.
—¿Buscáis a alguien, niños?
Entre que volvía a la realidad e intentaba que no se me cayera la baba de mis pensamientos Eri ya había contestado.
—Buenos días, señor; buscamos la casa de la señora Kanari Hanako-san, ¿sabe dónde encontrarla? —
— Buenos días y lo que ha dicho ella. Venimos por la misión.
Dije gestualizando para que le hicieran caso a Eri-hime y señalando mi bandana para acabar de aclararlo todo.
La presencia del hombre pareció pillar desprevenidos a los dos muchachos. O al menos a la jovencita, que pegó un brinco.
—Buenos días, señor; buscamos la casa de la señora Kanari Hanako-san, ¿sabe dónde encontrarla? —preguntó.
—Buenos días y lo que ha dicho ella. Venimos por la misión —añadió el rubio.
El jardinero se irguió en toda su estatura y cerró las tijeras de podar que llevaba. Por debajo de su kasa de paja, sus ojos despedían un ligero brillo extrañado.
—No sé de qué misión estáis hablando, muchachos. Pero la señora Kanari-sama vive abajo —les indicó, señalando una casa con un tejado de tejas rojas que se encontraba abajo del todo, justo después de subir la primera cuesta—. La distinguiréis enseguida, tiene el jardín repleto de pavos reales.
Parecía que subir todas aquellas cuestas no les había servido absolutamente de nada. Sólo para cansarlos físicamente.
Nabi escribió:Por suerte, no era la primera vez que estaba en ese barrio ni era desconocido para mi el nombre de Kanari Hanako. Solo había dos cosas que conociese a la perfección, Eri y Uzushiogakure. Tan perturbador como suena. Me dediqué a guiar a mi compañera hasta la lujosa residencia de la señora solicitante.
MEEEEEEC. Error. Que puedas orientarte a la perfección por las calles de tu aldea (Percepción
e Inteligencia ~ 20) no quiere decir que conozcas la ubicación de todas las casas de todos los habitantes de Uzushiogakure. Cuidado con esas cosas.
Cuando el hombre se puso recto y cerró las tijeras que estaba utilizando, la joven pegó un respingo —de nuevo—, y lo miró fijamente, creyendo ver un brillo extraño en sus ojos, pero no le dio importancia ya que parecía ayudarles con su búsqueda de la mansión.
—No sé de qué misión estáis hablando, muchachos. Pero la señora Kanari-sama vive abajo[-/sub] —el jardinero señaló un tejado rojizo que se encontraba abajo del lugar, y prosiguió—[sub]. La distinguiréis enseguida, tiene el jardín repleto de pavos reales.
«¿Más pavos reales? ¿Pero qué le pasa a esta gente?»
Sin embargo, lo que vino a continuación fue un largo y pesado suspiro, habían subido hasta allí para nada más y nada menos que darse la vuelta otra vez y dirigirse a la casa de la mujer del encargo. Debería haber mirado los buzones.
—Muchas gracias señor, es usted muy amable.
Hizo una pequeña reverencia en señal de gratitud y luego tomó el brazo de Nabi para que la siguiese ahora a ella.
— Vamos Nabi-kun, volvamos; con suerte esto nos mantendrá caldeados mientras ayudamos a Kanari-sama —alegó con optimismo mientras adoptaba la forma de llamar a la mujer del jardinero, puesto que parecía de verdad muy importante.
Así que volvió a bajar las cuestas que habían subido en vano, intentando por todos los medios no caerse y tropezar ya que aunque quería bajar lo más rápido posible, no quería llegar al punto de tener que bajarlas rodando como una pelota. Sus morados ojos viajaban de una calle a la otra, intentando dar con la casa que el jardinero había indicado.
Con suerte llegaron de una pieza al lugar señalado: la gran mansión de tejas rojas y... Y un montón de graznidos provenientes de incontables pavos reales viviendo en un jardín. Vale que el jardín fuese terriblemente enorme y que allí podía vivir ella perfectamente sin necesidad de entrar en la casa pero... ¡Pero no estaba bien tener animales de esa manera cautivos! ¿Serían como tener perros? ¿Los sacarían a pasear?
Negó con la cabeza y se acercó a la casa con cautela, lo primero que hizo fue comprobar si la casa efectivamente era de la señora Kanari para luego, si lo era; proceder a llamar.
—¿Estás preparado, Nabi-kun? —preguntó a su compañero antes de hacer tal acción, por si acaso tenía algo que le preocupase.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
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—No sé de qué misión estáis hablando, muchachos. Pero la señora Kanari-sama vive abajoLa distinguiréis enseguida, tiene el jardín repleto de pavos reales.
— Una misión sobre cuidar de sus pollos, pero usted no me haga caso que estoy mayor ya para estas cosas.
Sin duda era algo peculiar, ¿se habría mudado la señora hamburgesa? ¿Habría encontrado un bollito más grande y comodo con guarnición de carne de pavo? Además, qué era eso de pavo real, como si hubiera pavos falsos pululando por la naturaleza. Estos ricos y su jerga de ricos.
Eri soltó un largo y pesado suspiro mientras yo me llevaba la mano a la barbilla intentando hacer memoria. Conocía a Kanari Hanako, lo raro era no conocerla si conoces el dinero y juraría que vivía aquí. ¿Me habría confundido en algún giro? ¿El graznido de los pollos me habrá metido en un Genjutsu? Desde luego estaban pasando cosas raras.
— Vamos Nabi-kun, volvamos; con suerte esto nos mantendrá caldeados mientras ayudamos a Kanari-sama —
— No creo que necesitemos mucho calentamiento para una misión de democracía, burocracía y nomocracía. Solo espero no acabar rescindiendo contratos con los mercaderes más poderosos del país y que acabemos en una crisis villal.
Todo mi cuerpo tembló cuando un escalofrio atravesó mi espalda imaginandome culpable de la pobreza de las buenas gentes, y no tan buenas, que habitaban la poderosa Uzushiogakure. El plan era no llamar demasiado la atención y que Eri-sama se encargue de convencer a todos de hacer lo correcto, debería haberme traído peluca para ocultar mi hermosa y denotante cabellera. Siempre lo pienso y nunca me acuerdo. Estupido pelo seductor.
Los graznidos se intensificaron conforme nos acercamos, cuando estuvimos suficientemente cerca Eri-hime procedió a hacer un chequeo para asegurarse de que era la casa correcta. Tras lo cual se giró a preguntarme.
—¿Estás preparado, Nabi-kun? —
— Nací preparado...
para pasar desapercibido. Sobretodo con el pelo amarillo chillón tan bonito que tengo.
Tras la decepción inicial, los dos genin desandaron el camino y tras diez minutos de descenso de incontables escaleras, llegaron al fin a la entrada de la residencia de Kanari Hanako.
Ambos se encontraron ante la colosal mansión, un edificio de tres plantas construido en mármol y rematado con un tejado rojizo, con un extenso y cuidado jardín repleto de rosales, y arbustos floridos de todas las clases y colores por le campaban a sus anchas y libremente una decena de pavos reales. Los animales tenían un porte realmente impresionante, con un plumaje de lo más cuidado y brillante, y a lo lejos pudieron ver a una hembra seguida de sus pollitos nacidos hace poco. Aquel lugar despedía lujo por sus cuatro costados. En la verja de la entrada, adornada con una cuidada enredadera que ascendía por los barrotes, había dos pavos reales de piedra que alzaban orgullosos sus cuellos hacia el cielo.
Eri hizo sonar la campana dorada que servía de llamador, y prácticamente al instante despertó una algarabía de graznidos entre los animales. Segundos después, la puerta principal de la mansión se abrió y una mujer salió a recibirlos. Era increíblemente bella, vestía un indudablemente caro vestido de color esmeralda y confeccionado con seda y tenía el cabello de un intenso color rubio, recogido en un elegante peinado sobre su cabeza.
—¡Oh, ya era hora! ¡Creía que no llegaríais nunca! —exclamó, con una mano ensortijada en diamantes en el pecho. Abrió la verja, y les invitó a pasar con un gesto de su brazo—. Vamos, acompañadme.
La señora Kanari y los dos genin avanzaron por el sendero de piedras, seguidos en todo momento por la afilada mirada de las aves que los observaban con atención desde sus lugares. Sin embargo, enseguida perdieron el interés en ello y siguieron picoteando el suelo en busca de comida.
Tras subir una pequeña escalinata de mármol, atravesaron dos portones de madera de caoba y llegaron a la recepción de la mansión. Enseguida, los dos genin comprobaron que la casa era tan petulante por fuera como por dentro. Un amplio salón, de suelos y paredes brillantes como el oro. Sobre sus cabezas, una lámpara de araña extendía sus ocho brazos en todas las direcciones posibles, con múltiples diamantitos colgando de estos. Al fondo, y en cada extremo del salón, una escalinata bañada en dorado ascendía hasta el piso superior.
—Esperad aquí un momento. Y no toquéis nada —les advirtió, alzando un dedo acusador.
Kanari subió las escaleras a paso apresurado y, tras varios minutos de solitud de los dos genin, volvió a bajar con un papel entre las manos.
—Necesito que vayáis a la oficina de mensajería y recojáis esto por mí —les indicó, entregándoles el papel donde no había más que unas indicaciones con su nombre y el número del supuesto pedido—. ¡Es muy importante para mí así que ni se os ocurra perderlo! ¿De acuerdo? ¿Alguna duda?
Cuando por fin se vieron dispuestos a comenzar, Eri fue la que llamó haciendo sonar la campana, cuyo sonido hizo que todas las aves del lugar comenzaran a graznar, lo que hizo a Eri ponerse incluso más nerviosa —si cabía—, ¿qué narices tenía esa mansión de carísimo mármol y estravagantes aves que hacía que su vello se erizase tanto?
Sin embargo pronto abandonó esos pensamientos pues una mujer hermosa, ataviada de las mejores —y posiblemente más caras— prendas de seguramente todo Uzushiogakure salió para recibirlos. La joven no pudo evitar abrir un poco los ojos más de lo normal, claramente en shock ya que... Bueno, que se imaginaba a la mujer un poco peor cuidada, y la que estaba ahí era... No tenía palabras para describir tanta belleza encarnada en una persona.
—¡Oh, ya era hora! ¡Creía que no llegaríais nunca! Vamos, acompañadme.
— Buenos días, Kanari-sama, Furukawa Eri y Senju Nabi a su completo servicio —se presentó la joven haciendo una pequeña reverencia, luego pasó la verja cuando ella invitó a los genin pasar con ella.
Eri dejaba viajar su vista por todos los lugares de aquel lugar mientras caminaban por el camino que había desde la verja hasta la entrada de la mansión, sintiendo que demasiados ojos estaban posándose sobre ella para su gusto. Tragó saliva, claramente inquieta por aquello, así que decidió dejar su vista quieta en el perfecto peinado de la mujer hasta que por fin llegaron a los grandes portones de madera de la mansión.
Justo cuando los pavos reales dejaron de mirar a los recién llegados.
Cuando pasaron aquellas puertas la boca de Eri se abrió de la sorpresa. ¡Ni en toda su vida sería capaz de comprar una casa así! Vamos, ni en esa ni en cuatro más. No podía dejar de contemplar el lugar, ¡todo brillaba!
—Esperad aquí un momento. Y no toquéis nada.
— ¡C-Claro! — Fue lo que dijo la de cabellos púrpura, poniéndose rígida por si acaso tropezaba o algo y rompía alguna cara vasija o... Estropeaba algún brillante suelo. Kanari por su parte subió las escaleras rápidamente, y tras un corto periodo de tiempo volvió a bajar con algo entre sus ensortijadas manos.
—Necesito que vayáis a la oficina de mensajería y recojáis esto por mí. ¡Es muy importante para mí así que ni se os ocurra perderlo! ¿De acuerdo? ¿Alguna duda?
La joven asintió tomando el papel donde figuraba el nombre de la mujer y el número.
— Vamos enseguida, no se preocupe.
Con otra leve reverencia guardó el papel en su portaobjetos y comenzó a retirarse del lugar dispuesta a ir a la oficina de mensajería lo más rápido posible y recoger lo que sea que buscaba la señora Kanari.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—¡Oh, ya era hora! ¡Creía que no llegaríais nunca! Vamos, acompañadme.
— Buenos días, Kanari-sama, Furukawa Eri y Senju Nabi a su completo servicio —
Imité la reverencia de Eri-hime dejando que lo dicho por ella llenase toda la cortesía y educación que hacía falta en una presentación. La mujer mejor vestida, y bastante más hermosa, que la propia kage nos instó a entrar con más prisa que sus pollos cuando comen. Nos hizo atravesar el patio de su casa que era como cinco veces más caro que todo el dinero que había gastado yo en mi vida multiplicado por diez. En dicho patio había pollos, muchos pollos, una cantidad de pollos insoportable. Ya sin mencionar los de piedra que había en la entrada.
Con lo bonita que era la piedra, usarla para hacer figuritas de pollos, que desperdicio. Pudiendo usarse para retratar los rostros de los Kages de la villa o los bijuus o algo chulo como en el Valle del Fin. Ese era el problema de la humanidad, mucho hacer chorradas y poco hacer cosas epicas. Si algún día me hacía rico haría estatuas con mi Doton de todos los bijuus a escala real y los pondré en el jardín.
Para cuando nos detuvimos ya había acabado con mi hilo de pensamiento y volvía a la realidad, y la realidad era incluso mejor que mis pensamientos por primera vez en mucho tiempo. Todo era de mi color, el color de la sabiduría y el poder, dorado y brillaba incluso más que mi pelazo. Siempre había querido algo que brillase más que mi pelo.
—Esperad aquí un momento. Y no toquéis nada.
Bien, ordenes sencillas y fáciles de cumplir. Mi única respuesta fue otra leve reverencia. Apenas me dio tiempo a pensar en todas mis estatuas de bijuus hechas de oro cuando ya estaba bajando lo que había subido con un papel en las manos. Aprovecho para decir que a casi todos los bijuus me los imagino como dinosaurios con colas. Pero dinosaurios dorados.
—Necesito que vayáis a la oficina de mensajería y recojáis esto por mí. ¡Es muy importante para mí así que ni se os ocurra perderlo! ¿De acuerdo? ¿Alguna duda?
— Vamos enseguida, no se preocupe.
La última reverencia por ahora y seguí a Eri cuando se dirigió a la puerta. Una misión de recados, típico de las de rango D, podían haber especificado en el pergamino que solo se trataba de ir a por un paquete. Casi me había preocupado y todo.