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Daruu le había dicho que mantuviera la calma. Pero aquello era realmente difícil cuando estaba rodeada de, precisamente, lo que más temía: la oscuridad. Escuchó la voz de su compañero junto a ella, y trató de volverse hacia él, tanteando con los brazos estirados, pero no lograba alcanzarle, no sabía donde estaba, y su terror crecía dentro de ella como un monstruo descontrolado.
De repente sintió un fuerte impacto en un lado de la cara. Cayó al suelo, profundamente aturdida, y se llevó una mano a la mejilla con ahogado gemido. El golpe no había servido de nada. Seguía sumergida en la oscuridad. Pero, pese al terror que seguía sintiendo, al menos había conseguido despejar su mente. Y tenía que actuar antes de que el terror volviera a paralizarla.
Podía escuchar los alaridos de Daruu más allá. Él también debía estar siendo presa de aquel genjutsu y, si tenía el mismo efecto para los dos, o bien también le tenía miedo a la oscuridad o debía de estar enfrentándose a algo diferente. A algo que de verdad le aterraba.
«Daruu-kun ha dicho que es un genjutsu.» Ayame alzó sus temblorosas manos y las unió a la altura del pecho. Respiró hondo varias veces, tratando de serenarse, tratando de ignorar los gritos de Daruu. Cerró los ojos, aunque en realidad hubiese sido lo mismo que si los hubiera mantenido abiertos. Detuvo momentáneamente el flujo de chakra dentro de su propio cuerpo y después volvió a activarlo. La energía fluyó a través de ella como el agua liberada de una presa, expulsando el chakra intruso y despejando las tinieblas de sus pupilas.
Con un suspiro de alivio, Ayame corrió hacia Daruu y colocó su mano sobre su hombro, rezando a Amenokami porque no la golpeara por el susto.
—¡Kai!
En aquella ocasión fue el chakra de Ayame el que inundó el cuerpo de su compañero. La avispa que sólo estaba presente frente a sus ojos y que a punto había estado de atraparle entre sus patas se disolvió como si no fuera más que niebla. Ayame se dejó caer al suelo de rodillas, resollando, claramente fatigada.
—Hemos tenido suerte... Ese Genjutsu... o no era muy potente o ha ido... debilitándose con el paso del tiempo... —explicó, tomándose unos segundos para recuperar el aire.
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12/07/2017, 02:00
(Última modificación: 29/07/2017, 02:26 por Amedama Daruu.)
A Daruu ya le temblaban las piernas, y no pasó mucho más tiempo hasta que finalmente le fallaron y tuvo que caer al suelo golpeándose el trasero. Movió las manos y arrastró las piernas para desplazarse hacia atrás, con ese sonido ensordecedor cada vez haciéndose más grande, con aquél monstruo con el aguijón por delante arremetiendo contra él...
Fuashhhh.
Sintió el contacto de una mano en el hombro, el chakra de Ayame entró dentro de él como un torrente purificador y vio un estallido de ese otro chakra salir de él y llevarse consigo las horripilantes visiones del avispón gigante.
—¿S-sabes disipar Genjutsu...? Guau... —Daruu había cerrado los ojos y respiraba con dificultad, sumergido en un profundo ataque de pánico.
—Hemos tenido suerte... Ese Genjutsu... o no era muy potente o ha ido... debilitándose con el paso del tiempo...
—A mí me da igual —corti Daruu con una risilla nerviosa, que sólo era risa en forma—. Lo único que me importa es que ya se ha acabado.
Los muchachos se mantuvieron en silencio, rompiéndolo sólo para jadear, exhaustos y asustados. Pasaron unos minutos así, y sólo después de descansar lo suficiente Daruu se levantó. Tomó aire y lo dejó salir, despacio.
—Debemos continuar —dijo—. Escucha, podría haber más ilusiones. Yo puedo verlas y tú puedes anularlas, incluso antes de que nos afecten. De modo que yo iré delante para verlas venir al girar las esquinas. No te preocupes por tus espaldas... También me las apañaré para cubrirnoslas.
Si Daruu volvía a tomar conciencia de un chakra extraño extendiéndose atrás de ellos o al abrirse camino por delante, lo notificaría a Ayame, y así, en equipo, superarían todos los obstáculos ilusorios restantes.
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14/07/2017, 11:18
(Última modificación: 29/07/2017, 02:26 por Amedama Daruu.)
—¿S-sabes disipar Genjutsu...? Guau... —murmuraba Daruu, con los ojos cerrados y la respiración agitada.
Ayame, también jadeante, asintió brevemente.
—Al menos los más simples... mi dominio sobre el genjutsu aún es muy básico...
—A mí me da igual —la cortó, con una risilla nerviosa—. Lo único que me importa es que ya se ha acabado.
Ella volvió a asentir y, viendo que su compañero necesitaba un respiro, se permitió el lujo de sentarse junto a él. Respiraba hondo, tratando de apartar la escalofriante visión de la nada de su cabeza y calmar los alocados latidos de su corazón. Hacía mucho tiempo que no pasaba tanto miedo y aquel sitio de verdad se estaba esforzando en hacerla sufrir. ¿Cuánto más deberían seguir así? ¿Faltaría mucho para encontrar la salida?
—Debemos continuar —intervino Daruu, sacándola de aquellos funestos pensamientos—. Escucha, podría haber más ilusiones. Yo puedo verlas y tú puedes anularlas, incluso antes de que nos afecten. De modo que yo iré delante para verlas venir al girar las esquinas. No te preocupes por tus espaldas... También me las apañaré para cubrirnoslas.
Ella asintió débilmente. Pero entonces recordó algo.
—Daruu-kun, espera —dijo, tomando a su compañero de la muñeca para que no siguiera avanzando—. La voz esa dijo algo antes... que las trampas se activaban cuando tomábamos un camino incorrecto, o algo así, ¿no? Quizás si seguimos por aquí acabemos en otro pasillo sin salida...
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17/07/2017, 23:38
(Última modificación: 29/07/2017, 02:26 por Amedama Daruu.)
Ayame asintió, pero pareció dudar unos instantes. Finalmente, insistió:
—Daruu-kun, espera —dijo, cogiéndolo de la muñeca. Él interrogó sin verbalizarlo, girando sólo la espalda un segundo—. La voz esa dijo algo antes... que las trampas se activaban cuando tomábamos un camino incorrecto, o algo así, ¿no? Quizás si seguimos por aquí acabemos en otro pasillo sin salida...
Daruu chasqueó la lengua y se armó de paciencia.
—Ya lo sé, Ayame —dijo—. Pero recuerda lo que te he dicho: es absolutamente necesario que repitamos el método hasta el final. Sólo así evitaremos dar tumbos de un lado para otro cayendo en todas las trampas. Es muy probable que caigamos en una más. Es más, ¡es absolutamente imposible que no nos comamos una, dos, tres más!
Suspiró.
—Pero si nos ponemos a girar aleatoriamente y a cambiar de sentido acabaremos perdidos para siempre.
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18/07/2017, 22:57
(Última modificación: 29/07/2017, 02:26 por Amedama Daruu.)
Él chasqueó la lengua con cierto fastidio y Ayame, algo intimidada, bajó la mirada.
—Ya lo sé, Ayame —respondió, cargado de paciencia—. Pero recuerda lo que te he dicho: es absolutamente necesario que repitamos el método hasta el final. Sólo así evitaremos dar tumbos de un lado para otro cayendo en todas las trampas. Es muy probable que caigamos en una más. Es más, ¡es absolutamente imposible que no nos comamos una, dos, tres más! —Lanzó un suspiro—. —Pero si nos ponemos a girar aleatoriamente y a cambiar de sentido acabaremos perdidos para siempre.
Ayame, pese a todo, reafirmó su agarre.
—Sé... sé lo que intentas decirme, y entiendo cómo funciona ese método de seguir las paredes —insistió, tozuda como sólo ella sabía ser. Clavó sus ojos en Daruu, y después en el pasillo que tenían delante—. No te estoy proponiendo tomar todos los pasillos que nos encontremos de forma aleatoria para acabar perdidos. Pero, precisamente, para no caer en más trampas de las necesarias... ¿qué diferencia hay entre seguir por este pasillo y toparnos con un punto ciego, o tomar directamente la pared opuesta y volver sobre nuestros pasos? Es el mismo resultado, y estaríamos ahorrando tiempo... que ahora mismo no nos falta, precisamente.
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18/07/2017, 23:04
(Última modificación: 29/07/2017, 02:27 por Amedama Daruu.)
Daruu intentó separarse de Ayame para proseguir el camino, pero la muchacha agarró su brazo firmemente y lo mantuvo en el sitio. Daruu refunfuñó, molesto.
—Sé... sé lo que intentas decirme, y entiendo cómo funciona ese método de seguir las paredes. No te estoy proponiendo tomar todos los pasillos que nos encontremos de forma aleatoria para acabar perdidos. Pero, precisamente, para no caer en más trampas de las necesarias... ¿qué diferencia hay entre seguir por este pasillo y toparnos con un punto ciego, o tomar directamente la pared opuesta y volver sobre nuestros pasos? Es el mismo resultado, y estaríamos ahorrando tiempo... que ahora mismo no nos falta, precisamente.
Daruu resopló. Miró a Ayame. Miró al pasillo.
—Venga, vale... Tienes razón. Sigamos.
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Ayame asintió brevemente ante la aceptación de su compañero. Le soltó la mano y se giró sobre sus pasos para tomar el nuevo camino.
Tal y como había sugerido, comenzó a seguir la pared contraria. Tomaron la salida más inmediata que encontraron, a mano derecha, tras un par de muros más volvieron a girar a la derecha y enfilaron un largo pasillo que zigzagueaba sobre sí mismo. Al final del mismo encontraron una nueva salida y volvieron a girar hacia la derecha.
—Parece que cada vez vamos más hacia el exterior... —comentó Ayame en voz baja, como si temiera que alguien pudiera escucharlos. En realidad, no estaba muy segura de si su afirmación era cierta, pero algo dentro de ella quería creerlo. Si no, probablemente habría acabado enloqueciendo varios minutos atrás.
Sin embargo, aquella sensación de victoria fue dolorosamente breve. Con desesperación, vio como el pasillo terminaba en un punto muerto cuando apenas estaban a unos pocos metros del final. Ayame se detuvo bruscamente.
—Pero... —balbuceó, confundida—. Si no se ha activado ningun...
Un penetrante olor invadió sus narices justo antes de que una explosión lacerara sus tímpanos. Ensordecidos y aturdidos, ambos muchachos se vieron impulsados con violencia hacia delante. Sus cuerpos chocaron contra el muro que definía el final de aquel pasillo. Cayeron al suelo. Un molesto pitido resonaba aún en los oídos de Ayame. Las paredes del laberinto le daba vueltas. Se sentía profundamente mareada. Pero peor fue la sensación cuando volvió en sí. Una intensa quemazón en la espalda le hizo gritar, dolorida. Y peor aún era el olor y la ola de calor que abrazaba su cuerpo.
Y es que, justo por donde habían venido, ahora se levantaba un infranqueable muro de llamas que se acercaba a ellos alimentado por un gas que emanaba de las tuberías que les rodeaban.
—¡Oh, pero no os preocupéis, mis queridos muchachos! No creáis que sería capaz de dejaros solos en una situación así sin daros siquiera una pista. ¡No, por favor, no! Es muy sencillo: cada vez que os equivoquéis de camino y os estéis dirigiendo a un callejón sin salida, una trampa mortal se activará. ¿Veis que fácil? Sólo tenéis que no equivocaros de camino.
»Pero cuidado con la pasión de vuestros espíritus... ¡podríais llegar a quemaros con ella!
Ayame le ignoró y sacudió la cabeza. No tenían mucho tiempo. El gas y el fuego se estaban comiendo el oxígeno. Si tardaban mucho en salir de aquella...
Ayame entrelazó las manos en tres sellos consecutivos.
—¡Suiton: Mizurappa! —exclamó, justo antes de inspirar con fuerza y exhalar un chorro de agua a presión directo hacia las llamas.
Sin embargo, su técnica de suiton no era lo suficientemente fuerte como para apagar ella sola aquel muro de fuego. Apenas logró contenerlo unos instantes...
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19/07/2017, 21:23
(Última modificación: 29/07/2017, 02:28 por Amedama Daruu.)
Ayame le soltó la mano. Suspiró y se decidió a seguirla. Los muchachos tomaron la salida más cercana a mano derecha y continuaron siguiendo el camino que su particular método para resolver el laberinto les iba revelando. A medida que caminaban, en medio de un silencio casi sepulcral excepto por el eco que hacían sus pasos al tocar el suelo, Daruu intentaba relajarse respirando hondo y lento. Estaban en una situación de vida y muerte, en un laberinto lleno de trampas y sin su sensei. Aquella misión no era la apropiada para unos shinobi de rango D. No. Aquella NO era su misión. Se suponía que debían estar arriba, tranquilos, arreglando un par de problemas en las tuberías y no en aquél infier...
—Parece que cada vez vamos más hacia el exterior... —Ayame interrumpió su monólogo mental y Daruu dio un respingo.
...o eso quiero creer, la verdad —afirmó Daruu—. No nos queda otra que tratar de mantener la calma, por difícil que pueda sonar.
Llegaron casi al fondo del pasillo, que se mantenía en la penumbra.
—Oye, ¿no hueles algo raro?
Y de pronto, un sudor frío comenzó a recorrerle la espalda: ante ellos, una pared. Se habían equivocado de nuevo.
—Pero... Si no se ha activado ningún...
—¡Esto sólo puede signifi...!
BOOOOM.
Las lenguas de flama lamieron su espalda como amantes crueles y Daruu salió disparado contra el muro de delante. Se golpeó la cara y el pecho contra la pared, y escupió un poco de sangre cuando su espalda, malherida ya por la quemazón, golpeó contra el suelo.
Lo vio por un instante. Aquél extraño tatuaje en la espalda de Ayame cuando se levantó. Pero en aquél momento, Daruu no le prestó la atención. No podía.
Otra vez la voz. Esa puta voz. «¡Pero se repite! Eso debe significar que no es alguien que esté aquí... ¿Un antiguo salón de la tortura de un sádico? ¿Pero cómo puede haber gente...?»
¡Y el muro de llamas! Un intenso muro de llamas se extendía frente a ellos. Daruu tosió: todavía apestaba a gas.
—O hacemos algo, o estamos muertos. ¡Ayame! —Pero ella ya había empezado a escupir agua, de modo que Daruu hizo lo propio y formuló tres rápidos sellos—: ¡Suiton: Mizurappa!
Los chorros, combinados, se convirtieron en una marea salvaje y violenta que azotó la pared flamígera y la redujo a la nada en apenas unos segundos. Las olas chocaron contra las paredes, volvieron a ellos y les golpearon suavemente, arrastrándolos a la pared, meciéndoles y agradándoles la amarga sensación en la espalda. Quedaron tumbados, mirando al techo, jadeando.
—Odio los laberintos. Lo he decidido —dijo Daruu—. A partir de hoy y para siempre. ¡Ugh!
Daruu se levantó, con esfuerzo.
—No compensa —rio, por no llorar—. Lo que te dan por una misión de rango D versus la espalda chuscarrada como un trozo de peperoni pasado en el horno y la ropa hecha unas trizas. Casi va a costar más comprarme otra chaqueta que lo que nos van a dar.
La espalda de Ayame estaba al descubierto. En otra ocasión, quizás, se habría sentido muy atraído por su cintura, y habría tenido que apartar la vista, sonrojado. Pero en aquella, las prioridades eran otras y además, Daruu no pudo hacer otra cosa que sorprenderse observando aquél extraño tatuaje, que brillaba con un chakra tenue de otro color. Las quemaduras de la espalda estaban volviéndose de nuevo del color de la piel de la muchacha.
—Ayame... —dijo—. ¿Qué es ese tatuaje? ¿Es una técnica... médica... de tu padre?
»Pero el chakra de tu padre no es de ese... color.
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20/07/2017, 11:07
(Última modificación: 29/07/2017, 02:27 por Amedama Daruu.)
Daruu no dudó un instante en unirse a ella. Con la misma secuencia de sellos que había utilizado Ayame, expelió un chorro de agua a presión que se combinó con el suyo propio y creó una vorágine de agua violenta y salvaje que se estrelló contra las llamas y las asfixiaron en cuestión de segundos. El agua chocó contra las paredes, rebotó en ellas y regresó hacia los dos muchachos, que se vieron arrastrados de nuevo contra la pared, esta vez con más suavidad, acariciando sus quemaduras y aliviándolas casi con ternura. Ambos quedaron tumbados boca arriba, jadeando, exhaustos.
—Odio los laberintos. Lo he decidido —dijo Daruu—. A partir de hoy y para siempre. ¡Ugh!
Daruu se levantó con cierto esfuerzo, pero Ayame aún se mantuvo en el suelo. Con un gesto de dolor, se limitó a girar para que su espalda no siguiera en contacto con el suelo.
—Estoy harta de este sitio...
—No compensa —añadió él, riendo—. Lo que te dan por una misión de rango D versus la espalda chuscarrada como un trozo de peperoni pasado en el horno y la ropa hecha unas trizas. Casi va a costar más comprarme otra chaqueta que lo que nos van a dar.
—Bueno... esta no era nuestra misión... Hemos acabado aquí por "accidente" —respondió, mientras se reincorporaba con cuidado y se reajustaba la bandana sobre la frente. La quemadura seguía molestándola pero el dolor ya era más soportable. Ahora era apenas un cosquilleo entre los omóplatos que se iba reduciendo lenta y paulatinamente...
—Ayame... —la llamó Daruu, repentinamente serio—. ¿Qué es ese tatuaje? ¿Es una técnica... médica... de tu padre? Pero el chakra de tu padre no es de ese... color.
Ayame se sobresaltó ligeramente. Daruu la estaba contemplando fijamente con aquellos ojos rodeados de venas. Sus iris perlados casi parecían atravesarla y durante un instante se sintió desnuda ante él, como si pudiera ver cualquier cosa a través de ella. Se removió, inquieta, con su cerebro trabajando a toda velocidad en algún tipo de excusa barata que pudiera utilizar. No era la primera vez que le pasaba. Desde niña, desde que le habían sellado al Gobi, siempre que se hacía alguna herida se regeneraba a una velocidad prácticamente antinatural. No era algo que pudiera explicar con palabras, ya que ella no lo hacía de manera consciente. Simplemente era su cuerpo el que se encargaba de acelerar aquel proceso de regeneración.
—Esto... bueno... es... una técnica médica... sí... Me la pusieron de niña y hace que mis heridas curen más rápido...
No hay mejor mentira que la que tiene parte de verdad. Pero ni con esas a Ayame le salía de forma natural, y ella era muy consciente de ello, por lo que se limitó a avanzar algunos pasos, de vuelta por donde habían venido. En un vano intento por ocultar el sello del hierro, se tiró del extremo de la ropa que le quedaba. Pero buena parte de él seguía al descubierto.
—De... deberíamos continuar y salir de aquí cuanto antes —añadió, repentinamente angustiada.
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(Última modificación: 29/07/2017, 02:28 por Amedama Daruu.)
Ayame se sobresaltó, claramente incómoda. Daruu apartó la mirada por cortesía y la clavó en el vacío y oscuro pasillo que tenían frente a sí con desasosiego.
—Esto... bueno... es... una técnica médica... sí... Me la pusieron de niña y hace que mis heridas curen más rápido... —Era una mentira a todas luces, pero si algo sabía Daruu es que era mejor dejarlo estar: eran shinobi, ¿no? Atosigarse para contarse secretos no era una opción.
Y si hubiera podido curar su espalda también, estaba seguro de que lo habría hecho.
—De... deberíamos continuar y salir de aquí cuanto antes —añadió Ayame.
—Estoy de acuerdo. Sigamos. Ya voy yo delante.
Sin decir ni una palabra más al respecto, continuó avanzando por el pasillo siguiendo su método.
«Pero ese chakra... da escalofríos.»
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22/07/2017, 17:05
(Última modificación: 29/07/2017, 02:28 por Amedama Daruu.)
—Estoy de acuerdo. Sigamos. Ya voy yo delante.
Ayame suspiró para sus adentros. Era toda una fortuna que Daruu no hubiese decidido continuar con el tema, pues ni siquiera sabía cómo podría continuar con aquella mentira si le seguía preguntando al respecto.
Así, dieron media vuelta y volvieron sobre sus pasos para seguir de nuevo la pared contraria. Una y otra vez el mismo mecanismo, monótono, repetitivo y aburrido... Pero necesario para sobrevivir a aquella locura de aquel psicópata anónimo, seguramente muerto hace mucho, mucho tiempo. Recorrieron el largo pasillo en silencio y al final del mismo giraron a la derecha.
—¡Mira, Daruu-kun, mira! —exclamó Ayame, señalando la salida que quedaba justo a su izquierda.
Si siguieran con su método, el de seguir la pared con total y absoluta fidelidad, deberían pasar de largo aquella salida. Una salida que conducía a un pequeño vestíbulo donde, al fondo del mismo, una tenue luz iluminaba un ascensor con el kanji 青龍 grabado en sus puertas:
—¡Felicidades, mis queridos concursantes! ¡Habéis sido los primeros en resolver la prueba y salir por la puerta de Seiryū! ¡Ahora dejad a los demás atrás y subid al Olimpo de los vencedores! ¡Os espera arriba vuestra recompensa!
—¡Al fin podemos salir de aquí! —exclamó, Ayame, con los ojos brillantes de ilusión, antes de adelantarse hacia el ascensor.
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22/07/2017, 17:20
(Última modificación: 29/07/2017, 02:28 por Amedama Daruu.)
Los muchachos continuaron la travesía a través de los curvos pasillos de aquella suerte de broma macabra de laberinto durante unos minutos. Cuando tomaron el giro a la derecha, a Daruu le dio un vuelco al corazón.
—¡Mira, Daruu-kun, mira! —exclamó Ayame, señalando la salida en la que ya tenía clavados sus ojos. Los muchachos continuaron y se plantaron delante de la puerta, un ascensor que rezaba "Seiryuu".
—¡Felicidades, mis queridos concursantes! ¡Habéis sido los primeros en resolver la prueba y salir por la puerta de Seiryū! ¡Ahora dejad a los demás atrás y subid al Olimpo de los vencedores! ¡Os espera arriba vuestra recompensa!
Daruu apretó los dientes y arrugó la nariz.
—¡Al fin podemos salir de aquí! —exclamó Ayame, con los ojos casi llenos de lágrimas de alivio.
Pero Daruu le sujetó del hombro y la retuvo un instante.
—Espera, Ayame —objetó—. Hasta ahora, todo este sitio han sido trampas mortales, una tras otra. Vamos a entrar en el ascensor, pero hagámoslo con cautela y preparándonos para lo que pudiera venir, ¿vale? No nos relajemos, por favor.
El shinobi avanzó, colocándose el primero de la fila de dos, y cruzó el portal hacia el ascensor, tragando saliva.
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(Última modificación: 29/07/2017, 02:29 por Amedama Daruu.)
Sin embargo, Daruu no parecía tan contento como ella, la sujetó del hombro antes de que pudiera ir más lejos y cuando ella se giró para mirarle, interrogante, vio que estaba serio. Muy serio.
—Espera, Ayame —objetó—. Hasta ahora, todo este sitio han sido trampas mortales, una tras otra. Vamos a entrar en el ascensor, pero hagámoslo con cautela y preparándonos para lo que pudiera venir, ¿vale? No nos relajemos, por favor.
Ayame se mantuvo en silencio algunos segundos, pero después asintió.
—Tienes razón. Lo siento, me he dejado llevar por la emoción.
Entraron con cautela en el vestíbulo, y enseguida notaron que estaba encharcado. Sus pies chapoteaban en el agua sin remedio, y entonces Ayame se detuvo a mitad del camino, con los ojos abiertos de par en par y conteniendo a Daruu para que no fuera más lejos. Había escuchado un bisbiseo a lo lejos, en algún lugar dentro de aquel receptáculo, pero los ojos de Daruu también habían podido ver unos finos hilos brillantes moviéndose de manera oscilante en el agua. Alrededor de ellos, dando vueltas, algunos acercándose más que otros.
Y entonces, una de ellas salió momentáneamente del agua para atacar a Daruu desde la espalda. Una serpiente acuática de brillantes escamas azules que tenía sus colmillos preparados para clavarlos en su pierna.
—¡Cuidado, Daruu-kun!
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23/07/2017, 00:20
(Última modificación: 29/07/2017, 02:29 por Amedama Daruu.)
Los muchachos se adentraron en el vestíbulo, sus pies chapoteando contra el agua encharcada del suelo. Ayame y Daruu se detuvieron casi al unísono. Ella, porque lo había escuchado. Él, porque lo había visto. Aquellos hilos de chakra que zigzagueaban en el agua. Cuando se acercaron más, la imagen tomó nitidez: eran serpientes.
—¡Cuidado, Daruu-kun!
—Preocúpate por ti, Ayame-san. Las veo. Protégete. —Daruu sabía de sobra de lo que era capaz el cuerpo de Ayame en esas circunstancias, más aún rodeada de agua—. Lleguemos al ascensor.
Daruu colocó las palmas de las manos hacia atrás y flexionó las rodillas, al tiempo que una de las serpientes le acechaba desde la espalda para clavar sus colmillos en su pierna. Dio un salto hacia adelante, y emitió ráfagas de chakra desde las manos y los pies, lanzándose a gran velocidad hacia el ascensor y dejando a los reptiles tras de sí.
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24/07/2017, 13:43
(Última modificación: 29/07/2017, 02:29 por Amedama Daruu.)
—Preocúpate por ti, Ayame-san. Las veo. Protégete —respondió Daruu, y ella asintió, sin dejar de mirar a su alrededor con reparo—. Lleguemos al ascensor.
—¡Oh, pero no os podéis marchar sin presentaros a los hijos de Seiryū! —resonó de nuevo aquella voz, pero a aquellas alturas Ayame ya la ignoraba—. ¡No seáis maleducados! ¿No son preciosas?
Dicho y hecho, Daruu saltó hacia delante y, de una manera que Ayame no supo bien cómo explicar, sus manos y sus pies expelieron sendas ráfagas de energía que le ayudaron en su impulso y le llevaron directo a la puerta del ascensor.
Ayame corría detrás de él. Las serpientes se acumulaban, cada vez más, en torno a ellos. Y entonces empezaron a atacar a la kunoichi, que esquivaba como podía los envites de los reptiles. Sus colmillos trataron de calvarse en su cuerpo, en sus tobillos, en sus manos, en cualquier parte que quedaba al descubierto. Por suerte, su habilidad para licuar su cuerpo le permitía sobrellevar en gran medida los mordiscos y no resultar herida físicamente.
Pero eso no quería decir que resultara ilesa, precisamente.
Para cuando llegó hasta la posición de Daruu, jadeaba, entre dolorida y agotada. Y, para su propia desesperación, el ascensor seguía firmemente cerrado. Aunque una bombilla en su cabeza indicaba que estaba en funcionamiento.
—Encima... ¡¿Encima tenemos que esperar?! —estalló, aterrorizada.
Se volvió justo a tiempo de que las serpientes seguían dirigiéndose hacia ellos. Figuras ondulantes en el agua que de vez en cuando emergían y sus escamas brillaban al reflejar la luz. Cada vez había más, y parecían provenir de las tuberías de las paredes.
—¿Qué hacemos...?
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