Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Como cada mañana desde hace ya años, me levanté temprano para realizar mis ejercicios matutinos. Pero antes de poner con ello, era tarea mía ponerles comida a los peces del estanque que teníamos en el jardín.
Cuando no era más que un niño, vivíamos en una casa bastante mas pequeña, pero desde que mi padre se hiciese famoso por las armas que forjaba, la cosa había cambiado. Ahora vivíamos en una casa enorme, de dos plantas, equipada con un gran jardín exterior y un dojo privado. En el jardín exterior había un gran estanque lleno de carpas y algunos arboles de cerezo.
Alimenté a los peces y entré al dojo para entrenar. Mi padre mando construir la casa con un dojo privado por que sabia que yo me avergonzaba de mi pequeño problema con los sellos de las técnicas, y aunque ya había superado esa fase hacia algún tiempo, la verdad es que agradecía el hecho de tener un dojo en casa.
Cuando terminé de ejercitarme, me pegué un baño y me preparé para irme. Me recogí el pelo en una coleta alta. Lo tenia bastante largo, me llegaba mas o menos por la cadera, y aunque me gustaba y no quería cortármelo, lo cierto es que era bastante incomodo llevarlo suelto. Me puse un Uwagi de color verde mente, que hacía juego con mis ojos y era uno de mis favoritos. Me coloqué el hakama, me ajusté el obi y finalmente até mi daisho a él. Cuando terminé con mi ritual de vestimenta, fui a la salida de casa, me calcé mis sandalias, y abandoné mi hogar de camino al edificio del Uzukage.
No hacia mucho que había logrado que por fin me dieran la bandana de la villa y se me reconociera como un guerrero de la misma. Había sido un camino difícil, sobre todo porque muchos no entendían que cada persona era distinta y tenía unas habilidades diferentes. Pero cada persona es un mundo distinto, donde unos destacan por su poder y dominio de las técnicas elementales, otros destacan por su maestría con las marionetas, por sus habilidades curativas o en mi caso, por el dominio de la espada.
Llegué al edificio del uzukage mientras aun divagaba en mis recientes recuerdos de la graduación. Había ido hasta allí en busca de mi primera misión. Era el deber de un guerrero cumplir los encargos que se les designaban y ayudar así a los ciudadanos de su villa. Yo no iba a ser menos.
Me acerqué a la recepción del edificio, donde se entregaban las misiones de menor rango, aunque no por ello menos importantes. Las misiones de mayor categoría e importancia las entregaba el kage en persona y aunque me hubiera gustado personarme ante él en busca de una misión así, yo mismo era consciente de que no estaba preparado para ello. Como decía un dicho popular, no hay que empezar a construir la casa por el tejado.
—Buenos días. —Saludé a la persona de la recepción con una ligera y educada reverencia. —Mi nombre es Sasaki Reiji, vengo en busca de una misión.
Era aún temprano cuando la joven Kiyomi se disponía a ordenar los papeles que tenía desperdigados por toda su mesa. Con aire pensativo y gesto ceñudo, se mantenía concentrada mientras cogía y volvía a dejar papeles: algunos amontonados, otros más lejos, por parejas... Todo era importante para mantener el orden y la limpieza de su puesto, sobre todo porque no era la única que se sentaba allí durante el día. Bufó cuando no dio con el pergamino de la última misión que le habían dado y cuando lo vio tirado tras su silla a medio cerrar, se agachó para recogerlo con rapidez.
Para cuando volvió a levantarse encontró a un jovenzuelo delante de la mesa, presentándose.
—Hola Sasaki Reiji-kun, yo soy Kiyomi —se presentó ella, amontonando algunos de los desperdigados papeles para hacer hueco a los asuntos de aquel muchacho—. ¿Es tu primera misión? ¿O ya has pedido alguna anterior? —cuestionó, aunque por lo que parecía era algo novato.
—Hola Sasaki Reiji-kun, yo soy Kiyomi —Se presentó amablemente la chica que había tras el mostrador—. ¿Es tu primera misión? ¿O ya has pedido alguna anterior?
Pues si, era mi primera misión. No estaba nervioso, bueno, un poco tal vez si, pero no queria estarlo, no había ningun motivo para estarlo. Yo podia hacerlo, ademas las primeras misiones, aunque complicadas a su modo, solian ser tareas sencillas, para que los gennin se fueran acostumbrando al trabajo.
—Encantado señorita Kiyomi --Contesté educadamente a la presentación de la chica.—Si, es mi primera vez
Y estaba deseando ver cual era la tarea que me asignaban. No esperaba la mejor tarea del mundo, y en realidad, prefieria no esperar nada y encontrarme de frente con mi nueva misión sin prejuicios ni decepciones.
Cuando Reiji le confesó que sí era su primera vez, ella simplemente sonrió de forma amable, rebuscando en el primer cajón del desordenado escritorio lleno de papeles y, tomando el más apartado hacia la izquierda y con algo de polvo por encima, lo cogió y lo ojeó por encima un poco, con sus ojos del color del caramelo.
Volvió a sonreír y se lo tendió.
—Creo que esta te gustará.
Misión Rango D: Acero Brillante
Peticionario: Odachi Asuko Lugar: Calles de la Aldea Descripción: Tras llevar varias semanas a cargo de la tienda de su madre, la joven Asuko se ha visto obligada a pedir ayuda puesto que es incapaz de tocar una de las armas que allí se venden sin cortarse o sufrir una herida grave, por lo que necesita de alguien que ayude a Asuko a limpiar todo el arsenal que tiene en la trastienda antes de que su madre regrese del viaje en el que ha estado durante dichas semanas.
La mujer sonrió y se puso a rebuscar entre sus cosas hasta que encontró un pergamino, sonrió de nuevo y me lo tendió con amables palabras.
—Creo que esta te gustará.
Me alegré al escuchar eso, y cogí el pergamino emocionado, con ganas de ver ya que había dentro. Como el chico que abre sus regalos de navidad. Procedí a leerlo con detenimiento, y entonces mi semblante cambio. La cara que pusé en aquel momento no seria, ni de lejos, lo que se esperaba la chica del monstrador, si no, todo lo contrario.
— Es cierto que... Deberia sentieme comodo... Pero... —Dije con una voz y un semblante confuso, como si algo me atormentara pero al mismo tiempo no supiera expresarlo, por que eso era justo lo que estaba pasando. —No se como reaccionar... No se como gestionar lo que sentiento ahora mismo, esto... No se como expresarlo
Mi aldea estaba pidiendome que traicionara a mi familia. Vale, no estaban encargandome que los matara o los abandonara, pero me estaban pidiendo que ayudara a la competencia, y eso se sentia como una traición. ¿Como podría volver a casa tras la misión y mirar de nuevo a mi padre a la cara despues de ayudar a la competencia? ¿Por que me estaban pidiendo esto a sabiendas del negocio que dirigia mi familia? ¿Acaso era una prueba de lealtad hacia la villa? ¿En mi primera misión?
—Yo... No se que debo hacer. No quiero rechazarla, pero... No quiero traicionar a mi familia y ayudar a la competencia. No se como sentirme, no se como actuar. No esta bien que rechace la mision, pero tampoco esta bien que ayude a la competencia...
Estaba confuso, muy confuso. ¿Por que tenia que tomar una decisión así en mi primera misión? Yo era un novato, estaba recien graduado, esa era mi primera misión. Y este dia iba a quedar grabado en mi para siempre, pero tal vez no iba a ser la memoria que yo queria que fuera.
—Mi cabeza me dice una cosa... Mi corazon me dice otra distinta...pero... ¿A quién debo escuchar?
No era como si aquello fuera una decisión de vida o muerte, pero para mi, si era una decisión importantes. Tal vez a otros les pareciera una chorrada, pero yo... Para mi era la primera vez que me enfrentaba a algo asi... ¿Vender armas en una tienda que no era la herreria de los Sasaki? No me sentia para nada comodo con esa situación.
Kiyomi vio como el semblante del muchacho no era como el de la mayoría de genin que se acercaban, tímidos, a pedir una pequeña misión que poder cumplir para comenzar con su periplo en aquel mundo. Esperó, tranquilamente, a que Reiji dijese algo mientras su trabajo comenzaba a acumularse en un rincón, hasta que...
—Es cierto que... Debería sentieme cómodo... Pero... No se como reaccionar... No se como gestionar lo que siento ahora mismo, esto... No se como expresarlo.
Arqueó una de sus cejas mientras le miraba con ojos confusos, torciendo su bello rostro hacia la izquierda ligeramente mientras el genin le explicaba por qué no podía aceptar esa misión. Entendió que su familia también tenía relación con las armas, puede que incluso tenían una tienda cerca de allí que Kyoko no conocía, así que, sin decirle nada, esperó a que se desahogase.
—Mi cabeza me dice una cosa... Mi corazon me dice otra distinta...pero... ¿A quién debo escuchar?
—No pasa nada, lo comprendo, y no te preocupes que todo tiene solución —afirmó con rostro amable y tomó el pergamino que le había tendido—. Tengo otro por aquí, pero es algo que todos suelen evitar...
Tomó un pergamino algo más viejuno, y se lo dejó delante.
Misión Rango D: ¡Limpieza semanal!
Peticionario: Arumu Mido Lugar: Academia de las Olas Descripción: Como cada semana, la Academia de las Olas necesita que le echen una mano con la limpieza general del lugar, ya que el actual servicio de limpieza se encuentra en plenas vacaciones de verano. Mido, el único encargado que queda; necesita una buena mano para poder terminar la limpieza a tiempo. La limpieza empieza el Mizuyobi a medio día, como todas las semanas.
—No pasa nada, lo comprendo, y no te preocupes que todo tiene solución. Tengo otro por aquí, pero es algo que todos suelen evitar...
Aun así era una vergüenza. Estaba claro que aquella era una misión que yo si podía hacer, pero al mismo tiempo no podía. Y era extraño, muy extraño. Las armas de los Sasaki eran conocidas en todo Uzushio ¿No? bueno, vale que no todo el mundo estuviera al tanto, pero mi familia era bastante rica justamente por ese negocio y con mi apellido debería ser suficiente para relacionarme con ellos, pero es que incluso estaba mostrando el tatuaje que a su vez hacia de logo en la herrería. Aquello debía haber sido una prueba, y dudaba haberla pasado.
La chica tomó un pergamino algo más viejuno, y me lo dejó delante. Lo leí detenidamente. Limpiar en la academia a partir del Mizuyobi. ¿Por que la evitaría la gente? si parecía una tarea de lo mas sencilla. Yo había limpiado el dojo de mi casa muchísimas veces, también el jardín, y desde luego siempre mantenía mi habitación ordenada. Vale, era una tarea tediosa, pero bastante sencilla. De hecho, como primera misión, debía ser la mas sencilla de todas. Pero nunca había que subestimar una tarea.
—Muchas gracias y siento mucho los problemas causados. —Dije educadamente mientras hacia una reverencia. —Y lo siento mucho por esa chica, no me veo capaz traicionar a mis padres y trabajar para otra tienda que no sea la Herreria de los Sasaki. Ellos me lo han dado todo. Y volviendo a mi misión...tengo una pequeña duda. —La limpieza empezaba el Mizuyobi, pero eso no era hoy. —La limpieza empieza en Mizuyobi, pero... ¿Debería ir antes a presentarme ante el señor Mido?
Como no hemos especificado a que día estamos, y en la ficha de Kiyomi pone que libra en Mizuyobi, deduzco que no estamos en ese día...Si estoy equivocado corrigeme por favor.
—¡Oh! No te preocupes, Reiji-kun, es comprensible, todos tenemos nuestros problemas —le restó importancia la encargada mientras tomaba un par de papeles y los juntaba para dar suaves toques sobre la mesa con ellos, juntándolos de forma ordenada—. Además, ya vendrá otra persona a por la misión.
—La limpieza empieza en Mizuyobi, pero... ¿Debería ir antes a presentarme ante el señor Mido?
—Mido, Mido... —murmuró, pensativa—. No, con que estés el Mizuyobi en la Academia nos vale, ahora ve preparándote que en un par de días comienza tu misión, ¡suerte!
Y Kiyomi volvió a su desordenado escritorio para completar aquella ardua tarea de archivar y volver a ubicar todo el papeleo atrasado, justo después de despedir a Reiji ligeramente con la mano.
Tienes unos días hasta el Mizuyobi, básicamente quería dar un par de días de margen. Ahora puedes rolear que vas a la Academia y ya estaría.
—Mido, Mido... No, con que estés el Mizuyobi en la Academia nos vale, ahora ve preparándote que en un par de días comienza tu misión, ¡suerte!
—Muchas gracias por su amabilidad y su paciencia. Hasta luego.
Me despedí con una ligera reverencia y me marché a casa. Aún quedaban un par de días hasta que diera comienzo la limpieza de la academia, pero esa misión no daba mucho pie a prepararse nada, solo era una misión de limpieza, no había nada que preparar, Solo podía esperar.
Como cada mañana, me desperté temprano para entrenar. Es cierto, aquel día tocaba empezar la misión, pero la limpieza empezaba a medio día, así que seguí mi rutina de cada mañana. Cuando terminé de entrenar, desayune, me aseé y me preparé algo de comer para el camino. Si la limpieza empezaba al medio día, no me iba a dar tiempo a comer antes de salir, por lo que lo haría de camino a la academia.
Me vestí con la ropa mas cómoda, y por supuesto mas vieja, que tenia en el armario. Es verdad que tenia dinero suficiente para comprar ropa nueva si se me estropeaba, pero me gustaba cuidar mis cosas. También cogí mis dos espadas y las até a mi obi. Tal vez no me hicieran falta, pero no era bueno salir de casa desarmado, solo por si acaso. El enemigo podía atacar en cualquier momento y en cualquier lugar. Podía ser que fuera que nos invadiera Kusagakure mientras yo estaba limpiando la academia.
Salí de casa con tiempo suficiente como para llegar a la academia unos quince minutos antes del medio día. Comí algo por el camino, pero sin decelerar el ritmo de mis pasos.
Una vez en la academia, solo tenia que buscar al señor Mido, si es que no me estaba esperando fuera. Pero si no, entraría a buscarlo y me presentaría cuando lo encontrara.
La academia ese día estaba a medio abarrotar de niños de muchas edades, algunos en grupos, otros yendo de un lado para otro, así que la encargaba de la Academia comenzaba a desesperarse mientras daba indicaciones e impedía que algunos —los más graciosos— hiciesen de las suyas a sus espaldas.
En un rincón de la puerta se encontraba un hombre con una gorra tapándole los ojos. Se rascaba de vez en cuando su barba de tres días hasta que se aburría y metía las manos en los bolsillos de su mono azul oscuro.
Reiji, que acababa de llegar, se vio empujado por un par de niños que pasaban corriendo para entrar y evitar llegar tarde, pero en vez de recibir una disculpa, ambos se rieron y desaparecieron escaleras arriba.
Nada mas llegar, un par de niños chocaron contra mi a toda prisa, y luego se fueron riendose entre ellos. Mi primer impulso fue revisar que llevaba todo encima, pero luego recorde que solo había salido de la casa con la ropa puesta y las espadas atadas al obi. Y estas pesaban demasiado para que se las llevara un niño.
Si, era facil pensar mal de un niño si te ponias en mi piel. Por lo general, eran simpaticos, graciosos e inocentes. Pero los niños eran de lo mas cruel. Yo lo había pasado fatal en la academia, ninguno de mis compañeros o compañeres había sido un angelito.
Volviendo a mi tarea, que en ese momento era buscar a Mido, había un hombre apoyado en la puerta con una gorra que le tapaba los ojod y una espesa barba. Iba vestido con un mono azul, por lo que supuse que podía tratarse de Mido. Cuanta mas vueltas le daba, menos recordaba el aspecto de la gente que limpiaba cuando yo iba a la academia.
Me acerqué a preguntar.
—Buenas tardes. —Dije para llamar su atención, ya casi era medio dia. —¿Es usted Mido? Si no...¿Sabe donde puedo encontrarlo?
El hombre de la gorra levantó suavemente la mirada para encarar la de Reiji, ésta era de un color amarillo verdoso, algo bastante extraño pero aún así precioso, aunque eso no era la razón por la que el genin estaba allí.
—Buenas tardes ¿Es usted Mido? Si no...¿Sabe donde puedo encontrarlo?
—No, hijo, no hace falta que lo busques más —tenía la voz grave, áspera—. Yo soy Mido, el encargado de la limpieza semanal de la academia, ¿y usted? Es de malos modales no presentarse antes de preguntar.
Aunque pareció que le reprochaba a Reiji su actitud, en verdad solo estaba bromeando con él, ya que había adoptado una actitud algo más calmada: se había despegado de la pared y se había encorvado para quedar cerca de la altura del chico, esperando por su respuesta.
—No, hijo, no hace falta que lo busques más. Yo soy Mido, el encargado de la limpieza semanal de la academia, ¿y usted? Es de malos modales no presentarse antes de preguntar.
Parecía que había acertado a la primera, aunque claro, los nervios me habían jugado una mala pasada. Eso y que nunca destaqué por ser el tio mas listo de la clase, mas bien lo contrario. Y claro, si mezclabas una cosa con la otra, pues tenias un cóctel explosivo de lo mas curioso.
—Disculpe, mi nombre es Sasaki Reiji, y me envían a ayudar con la limpieza
Me presenté lo mas educadamente posible que se me ocurrió, haciendo una pequeña reverencia de respeto hacia Mido. Como cualquier superior, merecía un respeto, y aunque el hombre fuese un empleado de la limpieza, aquel día él era el jefe, mi jefe, y le debía ese respeto como mínimo.
Mido soltó una carcajada mientras abría la boca de forma muy amplia tras escuchar la presentación de Reiji.
—¡Vaya! Me gustas, chico, ven, vamos a empezar por las aulas vacías.
Señaló un pasillo donde no se encontraba mucha gente, al parecer no estaba siendo utilizado por el momento, por lo que lo mejor era empezar por allí. La limpieza de clases consistía en limpiar todo el polvo acumulado de los muebles, barrer y fregar el suelo, no parecía una tarea difícil.
—Bien, muchacho, yo me encargaré de limpiar los suelos mientras que a ti te doy un trapo y limpias los muebles, ¿qué te parece? —explicó mientras paraba en lo que parecía un viejo armario de la limpieza, lo abrió con una de las llaves que colgaban de su mono y de él extrajo los utensilios necesarios.
Luego le tendió una especie de dispensador a Reiji —con un líquido verdoso dentro— y un trapo con diferentes agujeros en él.
—Ve a la primera sala, la B1, y comienza a limpiar, yo ahora voy.
Señaló la puerta de la B1 y volvió a meter su nariz dentro del armario mientras tarareaba una canción que a Reiji no le sonó de nada.
La B1, tal y como se podía imaginar, era una clase normal: pupitres dispuestos de forma descendente mirando hacia una mesa más grande, la del profesor. Una pizarra, algunas estanterías y poco más. Un par de libros adornaban los pupitres de los alumnos, y encima de la mesa del profesor se hallaba una manzana algo podrida.
—¡Vaya! Me gustas, chico, ven, vamos a empezar por las aulas vacías.
Asentí tras mirar el pasillo que había señalado Mido como el pasillo por el que empezariamos la limpieza. Era un pasillo practicamente vacío, al parecer esas aulas no iban a ser usadas por el momento, por lo que parecia buena idea empezar por ese pasillo.
—Bien, muchacho, yo me encargaré de limpiar los suelos mientras que a ti te doy un trapo y limpias los muebles, ¿qué te parece?
Seguí a Mido por el pasillo hasta lo que parecía ser el armario donde se guardaban los utensilios de limpieza. La verdad es que mientras estudiaba en la acedemia siempre me había preguntado que había tras esos armarios, pero jamas había caido en que fuesen los que usaba el equipo de limpieza. Al fin y al cabo, nunca destaqué por ser el mas listo.
—Me parece perfecto. —Dije mientras cogía los utensilios que me había pasado Mido. Un trapo viejo y un dispersador con un liquido verde que debia ser para limpiar los muebles. Aunque poco importaba lo que me pareciese la tarea, mi misión era ayudar a Mido con la limpieza, no quejarme de si me tocaba limpiar los muebles o el suelo.
—Ve a la primera sala, la B1, y comienza a limpiar, yo ahora voy.
—vale.
Entre en la clase B1, aquella era como todas las clases en las que había estado antes, aunque mas sucia, tenia los pupitres dispuestos de arriba a abajo, con los asientos puestos de manera que los alumnos mirasen directamente a la mesa del profesor, adornada en aquel momento por una manzana podrida que habria que retirar.
No seria esta vez y con las manos al descubierto, estaba seguro de que esa manzana estaba un poco pastelosa, y si la cogia con las manos o con el trapo, iba a ensuciarme y luego no podria limpiar bien, así que la ignoraria hasta que llegara Mido.
Como mis padres me habían enseñado, la limpieza de la casa se hacía de arriba a abajo, por lo que empezaría por los pupitres de la parte de arriba, que era donde solia sentarme cuando yo iba a la academia.