Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
La chica se sentó frente a Nabi y comenzó a coger cebollas de la caja, una tras otra, para poner las pegatinas que despegaba de los papeles lentamente, por si acaso se cargaba alguna sin querer por su afán de hacer las cosas rápidamente. Las cosas se hacían bien o si no, no se hacían. Lo malo fue cuando, al no saber dónde poner las cebollas etiquetadas, decidió ponerlas a un lado de la mesa, esperando que no ocupasen tanto como para que se cayesen antes de volver a meterlas en la caja.
— ¿Cuanto crees que tardaremos?
«Años, puede que lustros...» Se permitió bromear en su cabeza la kunoichi, sobre todo viendo que aquel olor a cebolla no se iría de sus manos ni aunque frotase con alcohol.
—A este ritmo, en media hora está acabado, como mucho cuarenta y cinco minutos... —dijo la joven, esperanzada y dándose ánimos mentalmente cuando ya había etiquetado cinco cebollas.
Era una caja, así que entre dos personas aquello no debía ser tanto... ¿No? Eso fue lo que pensó al etiquetar la octava cebolla. «¡Le cogeré tirria a las cebollas!» Pensó mientras fruncía los labios a la décima cebolla.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—A este ritmo, en media hora está acabado, como mucho cuarenta y cinco minutos...
Asentí lentamente, muy lentamente, como si la vida fuera demasiado lenta para mi cuerpo. Seguimos poniendo pegatinas a cebollas monotamente sin pensar, pensar era innecesario en una misión de rango D, cada vez quedaba más demostrado. ¡Yo no me alisté para esto! Pensaba mientras seguía etiquetando cebollas.
En algún momento del cuento, metí la mano en la caja para coger otra cebollas y solo encontré cartón. Mucho cartón, pero ninguna cebolla.
— No quedan... cebollas... somos... libres
Salté de la silla, echándola para atrás del impulso. Contemplé la caja, efectivamente, vacía. Eché todas las cebollas ya etiquetadas que había ido dejando encima de la mesa a la caja y esperé a que Eri reaccionara.
— Venga, Eri, a repartir cebollas y felicidad por el mundo.
Calle, necesitaba aire fresco, calle, hasta el pis que iba dejando Stuffy en las esquinas olería a gloria en comparación al puto hedor de las cebollas, herramienta del demonio para atormentarnos en vida. Si el cliente quería que esa campaña publicitaria fuera recordada lo iba a conseguir, pero como la más malévola de todas las que han existido y van a existir.
Porque las buenas comidas no llevan cebolla. Y no lo digo yo, lo dice el mismisimo dios de la cocina, el Kage del Bacon. He ahí una buena marca de bacon.
Metidos y concentrados en el arduo trabajo de etiquetar cebollas con pegatinas que escapaban de lo normal, no se dieron cuenta de que las cebollas, poco a poco, fueron acabándose. Ella tomó la última y Nabi, cuando intentó coger otra cebolla a tientas, se le iluminó la cara cuando vio que no quedaba ninguna en la caja de cartón.
— No quedan... Cebollas, somos libres.
—¿De... verdad? —preguntó, acercándose a la caja para comprobar si de verdad se habían acabado. Sus ojos brillaron un instante, presas de la ilusión que aquello le había hecho sentir.
Se levantó de la silla y ayudó a Nabi a meter las cebollas en la caja. Asintió enérgicamente cuando Nabi informó que podían salir a repartir cebollas ya y ambos se dispusieron a abandonar el local para repartir aquellas cebollas por el vecindario, incluso por la manzana si no conseguían encontrar a mucha gente.
Y es que... ¿Cuánta gente iba a estar fuera aquel día de invierno? ¡Ay! ¿Y si tenían que llamar a las casas?
—Aikito-san, volvemos ahora, ¡no tardaremos! —exclamó, más eufórica que de costumbre mientras tomaba la caja de cebollas con ambas manos y se dirigía a la puerta por fin —. ¡Vamos! —alentó, hasta que... Se encontró con su mayor enemigo.
Una puerta corredera.
—Échame una mano...
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Esa fue la oración sentenciada por Eri después de quitarme la caja de las manos henchida de puro entusiasmo por haber acabado y dirigiéndose a la puerta, que obviamente no podía abrir. Es que yo tenía que ser el que cargase con esa caja, ¡YO ERA EL ELEGIDO POR LAS CEBOLLAS! Pero no iba a ponerme a discutir con mi querida compañera de equipo, así que fui a abrirle la puerta no sin que antes nos dijera unas bonitas palabras nuestro cliente.
— Esperad, esperad, cuando deis una de esas cebollas teneis que decir el eslogan que he pensado: "Fideos Aikito es como las cebollas, detrás de cada capa hay otra con aún más sabor."
Asentí mirando al extraño hombre con ideas de Akimichi retirado mientras abría la puerta hacia la libertad, esperando que Eri hiciese lo propio, es decir, salir de ahí cagando hostias.
Nabi fue a socorrerla cuando más lo necesitaba, exacto, para abrirle aquella puerta corredera. Y cuando ambos se disponían a salir, Aikito les llamó de nuevo.
— Esperad, esperad, cuando deis una de esas cebollas teneis que decir el eslogan que he pensado: "Fideos Aikito es como las cebollas, detrás de cada capa hay otra con aún más sabor."
La joven asintió junto con el Inuzuka, y repitió en voz baja el eslogan unas tres veces antes de que pudiera pronunciarlo todo bien, del tirón, y sin equivocarse en ninguna palabra, por eso, aún fuera del local, seguía murmurando aquello una y otra vez. «Esto va a ser peor que poner las etiquetas...»
Por suerte ya estaban en la calle de nuevo. Frío, aire fresco, y sobre todo un olor a cebollas que no se les iría ni con tres lavados. Pero allí estaban, dispuestos a continuar con su tan ansiada misión.
—Bien, vamos a dar la vuelta a la manzana y vamos dando cebollas a todo el mundo que veamos. Si vemos que no encontramos a nadie, llamamos a las puertas, ¿vale? —propuso ella.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Al salir a la calle todo parecía mucho más leve, excepto para Stuffy, quien seguía agraviado por la ofensa de Eri y el cliente. Tenía suerte de no ser Datsue, sino ya tendría una cagada en el hombro. Además, estábamos de misión por lo que ni Stuffy se atrevería a liarla estando de servicio.
—Bien, vamos a dar la vuelta a la manzana y vamos dando cebollas a todo el mundo que veamos. Si vemos que no encontramos a nadie, llamamos a las puertas, ¿vale?
A Eri se le había subido el olor a cebolla a la cabeza. ¿Ir de puerta en puerta repartiendo cebollas? Teníamos todas las de acabar suicidándonos antes de acabar con las cebollas.
— A ver, Eri-chan, creo que no es muy buena idea ir a lo loco. Deberíamos ir al mercado, que es donde la gente va a comprar cebollas e intentar repartirlas por ahí, que es donde es más probable que nos las cojan. No creo yo que en el Jardín de los Cerezos vayan a querer ir paseando una cebolla, por cierto, ¿vas a ir al festival esta primavera? Porque podríamos ir juntos. El último me lo perdí por el maldito viaje.
Ja. Ahí me reía de Datsue por decirme que no sería capaz de invitar a Eri a ningún festival nunca jamás, jodete. Entre eso y que era la primera vez que tenía una idea, tal vez por un pico de inteligencia desconocido aflorando dentro de mi, había clavado el cuando, y el como era tan inesperado que igual hasta decía que sí.
— A ver, Eri-chan, creo que no es muy buena idea ir a lo loco. Deberíamos ir al mercado, que es donde la gente va a comprar cebollas e intentar repartirlas por ahí, que es donde es más probable que nos las cojan.
—Es cierto, muy buena idea Nabi, ¿qué haríamos sin ti? —alegó la joven. La verdad es que aquella idea era, sin lugar a dudas, la mejor que habían tenido para aquella misión, y la había tenido el Inuzuka, ni más ni menos. ¿Podía estar equivocada con aquel chico?
—No creo yo que en el Jardín de los Cerezos vayan a querer ir paseando una cebolla, por cierto, ¿vas a ir al festival esta primavera? Porque podríamos ir juntos. El último me lo perdí por el maldito viaje.
—¿Eh? —preguntó, anonadada ante la repentina pregunta que Nabi había formulando y que, claramente, no concordaba con lo que estaban hablando. ¿Había sido su imaginación o aquel muchacho acababa de propornerla ir al festival de primavera ese año? Ladeó la cabeza, aunque rápidamente la erguió al notar como el olor de las cebollas ascendía hasta sus fosas nasales.
No pudo evitar toser.
—Claro, yo tampoco fui el año pasado... — «La verdad es que me pasé el día durmiendo...» —. Así que sería fantástico poder ir este año contigo, Nabi —después de aquellas palabras la muchacha pelirroja mostró una amplia sonrisa, luego se dio la vuelta y volvió a hablar —. Y contigo, Stuffy, por supuesto, ¡pero nada de hacerse caca encima de otra gente!
Con suerte y a medida que charlaban, el mercado ya se podía ver a lo lejos.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—Es cierto, muy buena idea Nabi, ¿qué haríamos sin ti?
Perder kages, pensé. Pero no lo dije, porque estaba a la espera del mayor acontecimiento de aquel año, que Shiona-sama me perdone, pero las cosas como son y el chocolate espeso y para mi.
—Claro, yo tampoco fui el año pasado... Así que sería fantástico poder ir este año contigo, Nabi
Sonreí, exterior e interiormente, exteriormente de felicidad, era genial poder ir con Eri al festival en vez de solo con un perro que intenta comerse los pétalos de cerezo conforme caen. E interiormente porque Datsue se iba a comer una mierda, ah no, que eso ya lo había hecho, joder, tendría que buscar otra expresión para reírme de él.
Aunque ya empezaba a acercarme al umbral de que en verdad tendríamos que hacer las paces. Eramos compañeros, no podía seguir pensando cosas feas de él. Tenía que aclarar las cosas en algún momento próximo, antes de que quemase mi casa o a mi perro con toda su ira acumulada.
— Bueno, pues vamos a acabar la misión y ya hablamos del festival.
Empecé a andar en dirección al mercado cogiendo algunas cebollas para ir quitandonoslas de encima por el camino, así nos ahorrábamos trabajo. Aunque casi ni tardamos en llegar al distrito donde más tiendas se acumulaban de toda Uzushiogakure, ahora solo quedaba buscar un sitio y empezar a repartir nuestra mercancía.
— ¿Cómo quieres hacerlo? ¿Vociferamos que tenemos cebollas? Es el método tradicional aunque no creo que a mi me hagan mucho caso...
30/01/2018, 16:40 (Última modificación: 30/01/2018, 16:49 por Uzumaki Eri.)
Ambos parecían contentos por haber charlado sobre el festival, incluso Eri podía afirmar que realizar misiones con el Inuzuka no era algo malo, si no una oportunidad para conocerse mejor y poder crear mayores lazos que terminarían uniéndolos como grandes compañeros.
— Bueno, pues vamos a acabar la misión y ya hablamos del festival.
—Me parece bien.
Ambos se internaron en el gran mercado de Uzushiogakure, un lugar compuesto por varios puestos donde vendían variedad de alimentos, desde frutas y verduras hasta frutos secos, alimentos exóticos de otros países y diversos productos no comestibles como accesorios. La pelirroja buscó un lugar un poco apartado de las tiendas pero lo suficientemente cerca para que nadie pasase desapercibido, y lo encontró en un pequeño banco vacío entre dos casetas, donde dejó la caja llena de cebollas.
Mientras se colocaba la bufanda y arreglaba su bandana, Nabi preguntó qué hacer para llamar la atención de la gente, ella se encogió de hombros, la mejor idea siempre era la que todos pensaban, así que...
—¡Buenos días! —dio una palmada, acercándose al centro de la calle sin alejarse mucho del banco donde había dejado la caja —. ¡Todo el mundo ha comido fideos! ¿No es así? Es un plato muy, muy conocido en nuestra villa, ¡y por eso deberíamos conocer todos los restaurantes que los hacen! ¿Cómo, si no, vamos a encontrar el mejor plato de fideos de la villa? —la voz de Eri resonaba por el lugar, haciendo que varias mujeres mayores, un par de ancianos y varios niños se acercasen a escuchar a aquella muchacha, puede que porque estuviese chillando como si estuviese loca, o simplemente porque les gustaban los fideos, una de dos —. ¡Y no me digan que los suyos son los mejores! Porque, ¿saben qué diré? ¡Exacto! ¡Los míos lo son más! ¿Y por eso no vamos a dar una oportunidad a los restaurantes? ¿Qué son doscientos ryos por un pequeño plato?
Se llevó las manos a los labios y soltó aire caliente, para calentarlas. Sus mejillas estaban encendidas y sus labios húmedos por estar hablando todo el rato, movía las manos de un lado a otro para dramatizar su discurso y tan enfrascada estaba, que casi se había olvidado que Nabi estaba allí con ella.
Casi.
—Por eso, señoras y señores, Fideos Aikito hoy nos regala su producto estrella, ¡las cebollas! Ingrediente predilecto en la mayoría de sus platos, ¿quién no quiere una? Además, son gratis.
Guiñó un ojo nada más terminar aquello, llamando la atención de un par más de compradores.
—¡Y recordad, Fideos Aikito es como las cebollas, detrás de cada capa hay otra, y con aún más sabor!
Terminó, posando una de sus manos en el pecho mientras que con la otra señalaba la caja de cartón en el banco. ¿Habría dado sus frutos aquella pequeña actuación?
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Eri no se detuvo ni un segundo a perder el tiempo en explicarme que tenía un plan ni nada por el estilo, se coló en el centro de la calle y empezó a hablar llamando la atención de todos los viandantes. Su pelo rojizo danzaba al son de los vaivenes que hacía con todo su cuerpo para acompañar su apasionado discurso, desvelando, una vez más, la tímida belleza que ocultaba tras una cortina de frialdad y malos pensamientos hacia mi persona.
Su suave olor se colaba entre el pestazo de las cebollas, aunque de eso solo me daría cuenta yo. Cuando se paró a medio discurso un instante para calentarse las manos reparé en su rubor, haciendo que mi salvaje y oprimido corazón se saltase un latido. ¿Siempre había sido así de bella? ¿O yo había tenido algo de ceguera selectiva todos aquellos años?
La gente no tardó en venir hacia la caja de cebollas cuando Eri dijo la palabra mágica, gratis. Algunas ancianas ya venían con el dinero en la mano, pero yo se lo rechazaba educadamente y les daba un par de cebollas por ser tan amables. La mayoría de personas solo reparaban en mi presencia cuando veían la cebolla ir hacia ellos desde la caja y preguntándose qué magia negra era esa, veían mi mano.
Entre gracias y hasta luegos, fui repartiendo cebollas como si fuesen caramelos. Stuffy por su parte, se había ido con Eri en cuanto ésta había empezado a hablar en voz alta, encandilado por la actuación. Empezaría a ladrar con cada golpe de voz de Eri mientras rondaba por sus alrededores, aunque la gente le hacía más caso a la Uzumaki, algunos niños se percataban de Stuffy.
Poco a poco, las conversaciones cercanas se fueron transformando en cosas como, ¿Fideos Aikito? No tenía ni idea de que existiera o Estos de Fideos Aikito están locos, ¿cómo va a ser una buena campaña repartir cebollas?. Así que al menos habíamos conseguido que hablasen de ello.
Para cuando acabó la gente quedaban un par de cebollas todavía, las que peor cara tenían, me las habían rechazado un par de veces en favor a otras que tenían mejor cara. Me rasqué la nuca y me giré a mi jefa.
— Eri-chan, quedan dos cebollas, pero la gente no las quiere porque dicen que tienen mala cara. Yo no sé de cebollas, para mi todas tienen mala cara. ¿Qué hacemos?
Por suerte para ella, su discurso fue más que necesario para repartir todas las cebollas que les habían sido otorgadas. Entre ancianos, adultos y jóvenes la caja se fue vaciando tan rápido que no le dio tiempo a seguir diciendo lo bueno que era el local que estaba anunciando, «y eso que nunca he comido allí...».
Cuando la aglomeración de gente fuera reduciendo, Eri se acercaría a Nabi aún con las mejillas coloradas y las manos en su espalda, ya que no quería meterlas en sus bolsillos por si apestaba su querido jersey.
— Eri-chan, quedan dos cebollas, pero la gente no las quiere porque dicen que tienen mala cara. Yo no sé de cebollas, para mi todas tienen mala cara. ¿Qué hacemos?
—Uhm... —murmuró acercándose a la caja y tomando las dos últimas cebollas que quedaban. No tenían mala cara, simplemente no estaban del todo maduras, pero se podían comer, seguramente —. Antes de tirarlas, podríamos darlas a otras personas que pasen por aquí, o incluso llevarle alguna a Datsue, no sé —se encogió de hombros, volviendo a meterlas en la caja y cogiendo la misma, la cual ya no pesaba nada —. Lo que prefieras.
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—. Antes de tirarlas, podríamos darlas a otras personas que pasen por aquí, o incluso llevarle alguna a Datsue, no sé
Si intentábamos dárselas a cualquier desconocido, seguramente acabarían por rechazárnoslas y encima daríamos mala imagen del local que tenemos que patrocinar, en cambio, dárselas a alguien conocido nos garantiza algo de confianza.
— Pues deberíamos dárselas a Datsue, sí, ¿o conoces algún otro amante de las cebollas? ¿Tú no comes cebolla asiduamente? Es buena, por algún motivo, sino la gente no se la comería, ¿no?
De hecho, ni aunque fuera buena, comerse aquella... cosa... no tenía que ser ni medio normal. Como comer cosas verdes, si son verdes es porque son para animales, y esos animales son animales para que nos los comamos nosotros. Obviamente. Qué equivocado estaba el mundo y que poco poder tenía yo para cambiarlo.
30/01/2018, 17:30 (Última modificación: 30/01/2018, 17:30 por Uzumaki Eri.)
— Pues deberíamos dárselas a Datsue, sí, ¿o conoces algún otro amante de las cebollas? ¿Tú no comes cebolla asiduamente? Es buena, por algún motivo, sino la gente no se la comería, ¿no?
—Bueno, sí, me gusta, cuando no se te queda el sabor en la boca durante medio día... —dijo Eri, volviendo a colocar la caja perfectamente entre sus manos —. Igualmente, creo que me las quedaré yo y se las daré la próxima vez que le vea, quizás no esté en casa y estamos en medio de una misión, prefiero reportar que ya está hecha —opinó segundos más tarde, pensativa —. Pasemos por mi casa a dejar la caja y luego vayamos a Aikito-san para decir que el trabajo está hecho.
Lo que de verdad temía era que si Datsue y Nabi volvían a encontrarse, quizás esas cebollas no acababan bien, y su misión, probablemente, tampoco terminaría de la mejor de las maneras, así que... Tenía que buscar un remedio a aquello lo antes posible, mientras tanto, lo aplazaría.
Incluso si se tenía que quedar las cebollas ella.
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30/01/2018, 17:42 (Última modificación: 30/01/2018, 17:42 por Inuzuka Nabi.)
—Bueno, sí, me gusta, cuando no se te queda el sabor en la boca durante medio día...
Lo había dicho de broma, pero... A Eri le gustaban las cebollas... ¿Y ahora qué? Estaba claro que lo nuestro era imposible. Bueno, podríamos ser amigos, aunque ya me la imagino con su kimono precioso en el festival, un peinado de esos que se te caen los huevos al suelo y comiendo cebollas a mordiscos. Estaba roto por dentro.
—Igualmente, creo que me las quedaré yo y se las daré la próxima vez que le vea, quizás no esté en casa y estamos en medio de una misión, prefiero reportar que ya está hecha. Pasemos por mi casa a dejar la caja y luego vayamos a Aikito-san para decir que el trabajo está hecho.
— Vamos va.
Dejé que Eri guiase el camino, pensativo. La vida acababa de darme una hostia justo después de abrirme una puerta, no me había dado tiempo ni a hacerme ilusiones. Conforme pasan los años el tiempo entre puerta y hostia iba menguando, al final no iba a poder distinguir entre una puerta abierta y una hostia. O a lo mejor se invertían el orden, y empezaba primero la hostia y después la puerta.
Nabi había dicho que sí a su propuesta, por lo que Eri guiaría el trayecto hasta su casa que, por suerte, no quedaba más allá de dos calles pasando el mercado. Era algo bueno de su pequeño piso pues así no tenía que ir arriba y abajo con las bolsas de la compra o simplemente por comodidad.
El trayecto se mantuvo en un apacible silencio roto a veces por los sonidos que hacía Stuffy al andar, los extraños suspiros de Nabi que hacía solo por respirar o los movimientos de las cebollas que hacían dentro de la caja de madera. Por suerte llegaron pronto a su destino.
—Espera un momento, no tardo —le pidió antes de subir las escaleras que guiaban hasta su puerta.
Una vez allí dejó la caja en el suelo y buscó sus llaves, abriendo la puerta segundos después. No entró ni encendió las luces, simplemente dejó la caja a un lado de la puerta y echó el cerrojo de nuevo, bajando y reencontrándose con Nabi sin que apenas pasasen cinco minutos de su marcha.
—Bien, ahora a Fideos Aikito—alegó antes de volver a emprender su marcha. Y ahora resultaría más fácil encontrar el local, pues se sabían el camino. O eso esperaba ella.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100