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8/05/2017, 21:43
(Última modificación: 6/09/2017, 10:32 por Amedama Daruu.)
Flama, Verano del año 217
La vida continuaba y el mundo seguía en marcha, sobre todo el mundo ninja, incluso después de que su señora Kage se diera por desaparecida en acción.
La aldea había tenido una ultimas semanas muy duras: La gente se mostraba ansiosa y preocupada, pues la extrema responsabilidad que hacia famosa a Shiona, ahora jugaba en su contra, pues daba a entender que si no había aparecido en tantos días, es porque estaba muerta. Al menos eso era lo que pensaba la mayoría, pues se creía que aquello era lo único capaz de alejar a la Uzumaki de su deber para con el pueblo de la espiral.
“ Algunos lloran y guardan luto, otros planean y se preparan para lo que vendrá y los ninjas… Bueno, los ninjas siguen haciendo aquello que deben hacer, trabajar para el bien de la aldea.” pensó, mientras se encaminaba al edificio del Uzukage.
Kōtetsu no compartía el estado animico general de la aldea, pues no sentía ninguna dolencia emocional por la pérdida de Shiona; ella también era una ninja, y los ninjas pueden, y deben estar dispuestos a, morir en cualquier momento. Quizás fuese lo largo de su vida lo que les dio a los habitantes una falsa sensación de estabilidad asegurada… Craso error. Por otra parte, tampoco estaba interesado en el devenir político que implicaba el proceso de sucesión. Ya había escuchado sobre las posibilidades que rondaban alrededor de unos cuantos candidatos, pero al final aquello le afectaría únicamente luego de dada la decisión tomada por el consejo de ancianos de la villa, un grupo que le causaba cierto pavor al imaginar que todos pudiesen compartir la oscura y afilada astucia ambicionaría de su maestro.
“ Porque al final, escogerán al que mejor represente sus intereses… Que no necesariamente será el más acto o popular.”
El solo era un ninja, o al menos trataba de serlo, o lo pretendia: Había solicitado una misión y se le dijo que en cuanto hubiese una ajustada para él recibiría una notificación. Aquel era el día, le habían pedido que se presentara, que tendria la oportunidad de tomar una misión junto a alguien más que estaba en su misma situación de espera.
Llego al despacho y dio su nombre, confirmaron sus datos y le pidieron que firmara unos comprobantes, y que esperara a que apareciese el muchacho con el cual habría de colaborar para luego llamar a la secretaria encargada de entregarles la misión. Se sentó en la zona de espera de misiones y comenzó a cavilar mientras que pasaban los minutos, mirando el relog de la pared y el marchar de sus manecillas.
" Este sitio no se detiene, no descansa... Al igual que la vida... Al igual que la muerte... Al igual que el tiempo."
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Un día más, uno más en aquella fatídica espera, todavía no se sabía nada del estado de la Uzukage Shiona, y ya se había empezado a especular sobre quién sería el encargado de asumir su puesto, lo cual, a los ojos del Senju, no hacía si no confirmar las peores de sus sospechas, lo que les dejaba bastante desprotegidos ante cualquier suceso que fuera en su contra. No es que pensara que las otras aldeas fueran a romper el pacto de paz ahora que no contaban con el manto protector de Shiona, pero, si algo le había enseñado el haberse convertido en shinobi, es que nunca debes dar nada por sentado.
Su cabeza no paraba de dar vueltas a asuntos que, al fin y al cabo, no dejaban de estar demasiado lejos para su comprensión, y ya nada que hablar de lo lejos que estaban de su mano, por lo que, rápidamente, decidió descartar aquellos pensamientos y centrarse única y exclusivamente en el asunto que le atañía. Hacía unos días que el peliblanco había encargado que se le asignase una misión pero, ante la falta de éstas, le mantuvieron en espera, hasta ese día.
Cruzó aquel puente que separaba el resto de la aldea del imponente edificio del Uzukage, tomando aire profundamente y dejándolo salir lentamente, una y otra vez, así hasta que en su mente contó hasta diez, tras lo cual, entró al edificio. Allí podría observar que todo parecía seguir igual, la actividad no parecía haberse detenido un momento. Riko se acercó al mostrador.
— Hola, buenos días. Mi nombre es Senju Riko, venía a solicitar una misión. — Explicó el joven, con la sonrisa puesta.
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— Buenos días, joven Senju —saludo la señora, que yacía atendiendo el recibidor en aquel momento—. Por favor, firme estos documentos para poder entregarle el correspondiente pergamino.
La amable mujer le entrego a Riko unos papeles en donde debía firmar con su nombre y fecha, para dejar constancia de que se le hubiese entregado una misión. Cuando estuvo listo todo el papeleo, reviso y comprobó los datos con mucho cuidado.
— Todo en orden —sentencio, con una sonrisa cálida—. Aquel muchacho que está sentado por allá es a quien se la ha asignado la misma misión que a ti —señalo, hacia donde se encontraba Kōtetsu, quien yacía distraído en aquel momento—, por lo que son compañeros.
» Ahora, ambos deben dirigirse juntos a la oficina de Kotomi-san —señalo, hacia la derecha, a una puerta que estaba al final de un corto pasillo—. Ella les entregara el pergamino y le explicara de que va la misión asignada.
***
El espadachín estaba pensando sobre cómo funcionaba el sistema de misiones: Había creído que solo bastaba con pedir una mision y que entonces le entregarían algunas de las que estaban sin asignar, pero en aquella ocasión las cosas fueron un poco diferente; había dejado una solitud abierta, para que le concedieran una misión que consideraran adecuada a sus capacidades y circunstancias, y que entonces se le llamara.
“ Si me han solicitado es porque han conseguido algo ajustado a mi perfil… Me pregunto, ¿qué clase de misión encaja conmigo?”
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La recepcionista le tendió unos papeles que tenía que rellenar para que se le asignase la misión. Riko agarró uno de los bolis que había sobre la mesa y empezó a completar toda la información que se le requería, y, una vez terminado, dejó el boli en el mismo lugar en el que estaba y le devolvió los papeles a la mujer.
— Aquí tienes.
La mujer se dedicó a revisar los papeles durante unos instantes, y, cuando hubo terminado se dirigió al genin.
—Todo en orden. Aquel muchacho que está sentado por allá es a quien se la ha asignado la misma misión que a ti por lo que son compañeros. Ahora, ambos deben dirigirse juntos a la oficina de Kotomi-san. Ella les entregara el pergamino y le explicara de que va la misión asignada.
Riko fue mirando hacia donde la mujer le iba señalando, primero a la zona de espera en la que pudo ver a un muchacho de pelo largo y blanco y de piel bronceada que, al parecer sería su compañero en aquella misión. Luego dirigió su mirada hacia el pasillo que la mujer le indicó, asintiendo con la cabeza, dando a entender que lo había entendido todo.
— Vale, pues muchas gracias, ¡qué tengas un buen día! — Se despidió de la mujer con una sonrisa.
Se dirigió hacia donde se encontraba aquel chico, quedando justo delante de él.
— ¡Hola, buenos días! Me llamo Senju Riko, y al parecer vamos a ser compañeros de misión. — Se presentó el genin tendiéndole la mano a modo de saludo. — Me han dicho que tenemos que dirigirnos a ese despacho — Indicó señalando con el índice el lugar. — así que vamos yendo para allá, ¿no?
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De pronto, una inesperada voz saco al Hakagurē de sus cavilaciones.
—Es un gusto, Riko-san —saludo, mientras se levantaba para estrechar la mano de aquel muchacho—. Mi nombre es Hakagurē Kōtetsu, y espero que ambos podamos aprender mucho al colaborar para cumplir la misión que nos han asignado.
El espadachín observo en la dirección que había señalado el Senju y se encamino hacia allá, esperándole para que le siguiera. Una vez que ambos estuvieran frente a la puerta, Kōtetsu tocaría y esperaría alguna respuesta.
—Adelante, se puede pasar —respondió una curiosa y medio alegre voz.
El de ojos grises abrió la puerta y paso, permitiendo que su ahora compañero también ingresase en la oficina. Cerró la puerta con bastante cuidado y se giro hacia la señora que yacía sentada en el escritorio.
—Buenas, nosotros…
—Sí, ya se, ustedes son el par de muchachos que viene a buscar una misión —interrumpió con una actitud un tanto alegre, casi infantil—. Lo sé porque yo fui quien los selecciono para este trabajo en particular.
El Hakagurē no estaba seguro de cómo reaccionar ante todo aquello. Se veía que era una mujer adulta, de cabellera castaña y porte elegante. Y sin embargo, se comportada con una informalidad y un nivel de confianza un tanto perturbador.
—Adelante, Hakagurē-kun y Senju-kun, siéntense y cuénteme como les va y que esperan de esta mision. —Hizo un gesto con la mano y señalo las dos sillas vacías que estaban delante de ella.
“Hay algo raro en esto.” pensó, mientras obedecía las instrucciones.
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—Es un gusto, Riko-san. Mi nombre es Hakagurē Kōtetsu, y espero que ambos podamos aprender mucho al colaborar para cumplir la misión que nos han asignado.
Rápidamente, una vez los dos muchachos se hubieron presentado, iniciaron el camino hacia el despacho que la recepcionista le había indicado a Riko, siendo Kotetsu el que tomara la iniciativa, pues fue él el que llamó a la puerta.
—Adelante, se puede pasar
Ambos genin entraron al despacho, y, antes incluso de que se pudieran presentar, la mujer que esperaba allí sentada les interrumpió, no hacía falta que se presentasen, pues ya es conocía, no en vano, había sido ella la que les había asignado la misión específicamente a ellos dos.
—Adelante, Hakagurē-kun y Senju-kun, siéntense y cuénteme como les va y que esperan de esta mision.
Aquello extrañó en cantidad al joven Senju, pero a pesar de ello, hizo lo que se le mandó. Tomó asiento en la silla izquierda.
— Pues la verdad que de esta misión espero poder cumplirla y dar una buena imagen, simplemente. — Aseguró el peliblanco.
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— Yo espero cumplir con las expectativas y obtener un poco de experiencia —respondió el Hakagurē.
— Bien, así me gusta muchachos; sencillo y con un enfoque claro y realista —les alabo, con una sonrisa—. Por cierto, quizás ya lo saben, pero mi nombre es Kodohana Kotomi. Mis amigos me dicen Koko-san. Yo soy la encargada de evaluar y entregar las misiones con requerimientos especiales, y de seleccionar a los ninjas que cumplan con los requisitos necesarios para llevarlas a cabo.
Kōtetsu no estaba seguro sobre que pensar, pues aquel puesto que ostentaba sonaba como algo muy importante, y ello para nada encajaba con su actitud alegre y confianzuda. Pero él recordaba que no sabía nada sobre las entrañas del mundo ninja, por lo que supuso que aquello debía estar bien, pese a lo extraño que fuese.
— Hablando de misiones y ninjas especiales, aquí está la suya —Tomo un pergamino enrollado y se lo arrojo a Riko, mientras ella se recostaba en la silla llevado los brazos hacia la parte trasera de su cuello para reclinarse—. ¿Qué les parece?
En cuanto el Senju abriese el pergamino, el Hakagurē se inclinaría hacia él para observar el contenido.
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Kotetsu no tardó apenas unos segundos más que Riko en responder a la pregunta que la mujer les realizó, contestando algo parecido a lo que el propio Senju había respondido.
—Bien, así me gusta muchachos; sencillo y con un enfoque claro y realista. Por cierto, quizás ya lo saben, pero mi nombre es Kodohana Kotomi. Mis amigos me dicen Koko-san. Yo soy la encargada de evaluar y entregar las misiones con requerimientos especiales, y de seleccionar a los ninjas que cumplan con los requisitos necesarios para llevarlas a cabo.
¿Misiones con requerimientos especiales?
Aquello le sonaba raro, nunca había oído de misiones que requirieran de ninjas concretos para ser llevadas a cabo pero, esto se le pasaría en cuanto la mujer les ofreció la que iban a realizar en aquel momento. Kotomi-sama le lanzó el pergamino a Riko, y durante un ligero instante se vio a si mismo fallando la captura y haciendo el ridículo delante de la persona que asignaba misiones, por lo que se centró en el pergamino, capturándolo con la mano diestra, y abriéndolo y colocándolo de tal manera que ambos genin pudieran leerlo.
— Pues me parece que ha elegido bien, Kotomi-sama, somos los genin idóneos para el trabajo. — Sonrió el Senju, mirando a su compañero primero, y luego a la mujer que les había asignado la tarea. — No fallaremos. — Aseguró, poniéndose en pie, listo para partir hacia su destino.
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—Eso mismo que ha dicho mi compañero —respondió el de ojos grises—. Cuente con que regresaremos con éxito.
—¡Genial! —exclamo la mujer—. La verdad es que me alegra que hayan aceptado utilizar este sistema, gracias.
—No hay problema, aunque… yo solo pedí que me asignaran una misión, no estaba al tanto de que existiera un sistema de selección como el que usted dice. —Sabía que podía escucharse un tanto grosero, pero no podía evitar derrochar sinceridad.
—Bueno, Hakagurē-kun, eso tiene sentido, considerando que es algo reciente —sonrió, orgullosa por lo que iba a decir—. Hay un dicho que reza que para cada trabajo hay una herramienta perfecta… Yo creo que se aplica lo mismo para los ninjas y las misiones. Por eso idee este sistema: Anteriormente las misiones para ninjas específicos eran casos muy especiales, por lo que las cualidades únicas de cada uno se veían muy poco aprovechadas.
—¿Entonces usted solo escoge las misiones más adecuadas para cada uno? —Ahora estaba curioso al respecto.
—Algo así; Puedes venir al edificio y pedir una de las misiones de cajón que están pendientes… o puedes dejar tu solicitud para que se te de una adecuada a ti. Bueno, en base a eso, yo hago un perfil de características y los comparo con los requerimientos de las misiones cuyos solicitantes tienen exigencias especiales.
—Entonces… Si considera que lo mejor que puedo hacer es limpiar cañerías…
—Vamos, no seas tan pesimista, eso solo paso una vez —aseguro, con gesto conciliador—. Además, les ha tocado trabajar en uno de los mejores locales de la aldea, donde podrán disfrutar de un delicioso café…
»Y hablando de café, ya es hora del mío, así que es mejor que se pongan en marcha.
Los acompaño a ambos hasta la entrada y les dijo:
—Buena suerte ,chicos…, la necesitaran. —Y cerró la puerta.
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Kotomi, sin duda alguna, era una mujer entusiasmada por su trabajo, pues no le costó nada ponerse a explicarle a los dos jóvenes en qué consistía aquel nuevo método de selección de shinobis para misiones, y por qué había surgido y, en cierta medida, tenía razón, siempre hay personas más eficaces en según qué tipo de tareas, por lo que asignarles misiones de este tipo, siempre es un acierto.
Entonces la mujer se levantó, asegurando que era su hora del café, los acompañó hasta la puerta y se despidió.
—Buena suerte ,chicos…, la necesitaran.
Riko hizo una leve reverencia al cruzar la puerta.
— Que tenga un buen día, Kotomi-sama, regresaremos con la misión cumplida, no se preocupe. — Aseguró el joven, y en cuanto la mujer cerrara la puerta, comenzaría a caminar, en dirección a su destino. — ¿De verdad tenemos rasgos de carácter exótico, Kotetsu? — Preguntó el joven, divertido.
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—En realidad, mi nombre se pronuncia Kōtetsu, Riko-san —señalo con amabilidad, mientras abría la puerta que daba a la parte exterior del edificio—. En cuanto a nuestros rasgos… Creo que en algún sitio o comunidad deben de ser normales, pero en una villa donde hay tan pocos con nuestras características debe de ser algo un tanto extraño.
Al menos aquello era lo que pensaba según lo visto y aprendido en Uzushio. Aquella aldea estaba tan llena de Uzumakis de cabellos rojizos, que de seguro serian toda una excentricidad en algún lugar lejano donde lo normal fueran las cabelleras de pigmentación oscura, mientras que allí eran algo cotidiano. Aunque tenía que reconocer que sus propios rasgos resultaban extraños a la gente del pueblo donde creció, pues el único que se le asemejaba era su propio padre… Quizás si fuese exótico y aun no se había dado cuenta.
—Bueno… En ocasiones las aparentes rarezas espantan a la gente, pero en esta oportunidad ha sido justo lo que el peticionario necesita. —dijo con humor, mientras se paraba en el borde de la calle y observaba hacia los lados, en busca de algo.
Espero unos momentos y alzo la mano, como llamando a alguien. Unos instantes después un coche tirado por caballos se detuvo justo frente a ellos. Kōtetsu subió con total normalidad y se acomodo en el asiento, esperando que su compañero le imitara. El cochero miro hacia el Senju, y el de ojos grises le hizo una señal para que subiese junto a él, y que tuviese cuidado de golpearse la cabeza con el ligero techo que protegía a los pasajeros del fuerte sol veraniego.
Una vez que ambos hubieron subido, se dirigió al conductor para darle instrucciones:
—Por favor, zona este de la villa… —Por un instante se le había olvidado el sitio al cual tenían que ir—. Ah, claro, un local conocido como Damas y Caballeros ¿sabe dónde queda?
—Sí…, señor, es una lujosa cafetería que está en proceso de reinauguración —contesto el cochero, mostrando un poco de sorpresa por el inusual destino de tan jóvenes chicos.
Las riendas de aquellos caballos se sacudieron, y los mismos comenzaron a andar a trote ligero y acompasado. Cuando ya llevaban unos minutos de recorrido, el espadachín le dirigió la palabra a su nuevo compañero:
—Dime, Riko-san, ¿no te emociona este asunto de la misión? —pregunto, con una serena excitación que apenas era palpable en su actuar, pero muy evidente en su hablar.
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Riko miró a su compañero de misión, con los ojos muy abiertos y las mejillas algo sonrojadas, haciendo rápidos movimientos con las manos, a modo de disculpa.
— ¡Oh, perdón, perdón! No me había fijado, lo siento Kōtetsu-san.
El Hakagure explicaba lo que le parecía a él que sus rasgos fueran considerados exóticos y, en parte, tenía razón, lo que en un lugar era diferente, en otro era lo normal, por lo que todo dependía del lugar, pero, por fortuna, en aquella ocasión les había servido para que les asignaran una misión.
— Pues sí, esta vez nos ha venido como anillo al dedo, ¿eh? — rió mientras observaba como Kōtetsu alzaba la mano llamando a alguien.
A esta llamada respondió un carruaje tirado por caballos. Riko se quedó estupefacto, desde luego no se esperaba en absoluto que les fueran a llevar hasta el lugar en el que tenían que realizar la misión, y mucho meno en un transporte tan elegante. El Senju subió, justo tras ver como su compañero de misión le instaba a ello desde dentro del coche.
El moreno le indicó al cochero el lugar al que se dirigían.
—Dime, Riko-san, ¿no te emociona este asunto de la misión?
El peliblanco miró a Kōtetsu, con los ojos brillantes de emoción.
— Siendo sincero, me emociona más eso del coche de caballos, es la primera vez que monto en uno y... ¡¡MOLA MAZO!!
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—Siendo sincero, me emociona más eso del coche de caballos, es la primera vez que monto en uno y... ¡¡MOLA MAZO!!
—Ya veo… —respondió el espadachín, que no estaba relacionado con aquella animada expresión—. La verdad, a mi también me emociona bastante. De donde vengo es habitual montar en carreta, pero el nivel de comodidad no es ni cercano al de uno de estos vehículos.
En su pueblo los caballos y los vehículos tirados por los mismos no eran nada extraño. Bien podía echarse en la parte de atrás de alguno de ellos mientras regresaban de recoger la cosecha, pero siempre estaban sucios y llenos tierra e insectos, por lo que no era la mejor opción para dar un paseo. En cambio, en aquella villa habían convertido el viaje en carreta en todo un lujo moderno. El andar era suave y los asientos tan confortables que era menester el considerar el olvidarse del destino y extender la experiencia en un viaje sin rumbo.
El suave recorrido continuaba y algunas preguntas se agolpaban en la cabeza del Hakagurē.
—Nunca antes he estado en una cafetería —admitió ante su compañero—. ¿Qué clase de lugar será? ¿Y qué quiere decir que un sitio sea “temático”?
Sus grises ojos demostraban que le avergonzaba un poco hacer esas preguntas, el típico temor a parecer un palurdo que no se enteraba de nada.
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El joven Kōtetsu no parecía estar tan animado como lo estaba su acompañante pero ésto no era impedimento para que el de ojos violáceos diera rienda suelta a su emoción, miraba hacia todos los lados, saludaba a todo el mundo con el que se cruzaba, le conociera o no, le daba igual, simplemente se dejaba llevar por el leve traqueteo del coche y escuchaba como quien escucha su canción preferida los pasos de los caballos.
—Nunca antes he estado en una cafetería ¿Qué clase de lugar será? ¿Y qué quiere decir que un sitio sea “temático”?
El Senju miró a su compañero de misión, asombrado.
— ¿Nunca has estado en una? Es decir, yo tampoco he estado en la que tenemos que trabajar, pero sí en otras. Pues, si es como las demás sera un sitio en el que puedes tomar algo de beber, como un café — Dí que sí genio, café en una cafetería, gracias por la aclaración. — e incluso comer algo, un pedazo de pastel, tortitas... algo así. — Explicó el jovenen tono amable, tratando de aclarar a su compañero. — Y con respecto a lo de temático... Imagino que la gente irá disfrazada o algo así, si no, no tengo mucha idea.
Mientras hablaban, Riko seguía observando todos y cada uno de los detalles de su aldea, al fin y al cabo, la estaba viendo desde un punto de vista diferente al que estaba acostumbrado, y eso le llamaba la atención.
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El de ojos grises no pudo evitar reírse con honesta fuerza al escuchar lo de la gente disfrazada. No porque le pareciera una idea ridícula, sino porque podía recordar claramente los atuendos exagerados y graciosamente coloridos que solía utilizar la gente de su pueblo durante los festivales. Tampoco podía olvidar lo mucho que se divertía en aquellos momentos.
—Eso sería muy interesante y muy gracioso —admitió, recuperando su temple habitual—. Como sea, espero que sea un lugar interesante donde pueda aprender un par de cosas.
A medida que pasaban los minutos mientras recorrían las calles, se iban adentrando más en la zona este de la villa. Era un lugar con varios locales modernos, lo opuesto a la zona oeste y sus negocios tradicionales. También había variedad de plazas con fuentes y estatuas de todo tipo, dándole un aire bastante refinado al ambiente. También pudo ver multitud de librerías y uno que otro museo o sala de teatro. Se le hacía obvio que era una zona donde abundaban la intelectualidad y los encuentros culturales.
—Este es el sitio, el café Damas y Caballeros —dijo el cochero, tras detenerse en una calle con bastante flujo peatonal y señalar hacia cierto edificio.
Kōtetsu observo hacia donde había apuntado la barbilla del conductor, al otro lado de la calle. Había un gran edificio cuya fachada estaba cubierta por un gran telar blanco, y frente al mismo un gran grupo de personas que parecían estar esperando impacientemente.
—Ya veo... Aquí tiene, gracias —Le entrego el pago correspondiente y procedió a bajarse de la carreta—. Tendremos que atravesar la multitud para llegar a la puerta.
Comenzó a caminar, tratando de apartar con cuidado a quien obstruyese su camino, buscando la entrada del local. Finalmente, se encontró con un letrero que daba fe de que aquel sitio era en donde debían de cumplir su misión. El escrito también confirmaba que aquel día seria la gran reinauguración del local.
—Toquemos la puerta y busquemos al peticionario —le dijo a Riko, alzando la voz para ser escuchado por sobre el rumor de la multitud, y esperando que este tuviese listo a mostrar el pergamino de la misión.
Dio tres leves golpes a la puerta y espero.
Pronto, una figura alta, delgada y elegante abrió la puerta y, mientras los miraba inquisitivamente, les dirigió la palabra:
—No parecen ser parte de mis clientes habituales, así que imagino que no es la reinauguración lo que les trae por aquí —dijo, con una voz lenta, firme y un poco petulante—. Mi tiempo es valioso, así que díganme, chiquillos, ¿quiénes son y que asuntos tienen conmigo?
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