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Cuando acabaron de dejar esa pared más limpia de lo que estaban ellos volvieron a oir pasos, por lo menos Shiori se giraría hacia la puerta esperando otro sermón. Tal vez había sentido la muerte del clon de Riko y ahora Daichi venía a por sus cabezas por seguir usando esos metodos tan temerarios.
Pero la puerta doble del comedor se abrió de par en par dejando ver una figura que ambos reconocerían, pues había sido su profesora durante años, Akimichi Yakiro. Era un poco más alta que ellos, un poco eh, y mucho más... ancha, con el pelo castaño recogido en un frondoso moño y unos ojos color chocolate. Sin embargo, esa "anchura" provocaba que su rostro fuera más redondito y rechoncho, dando una imagen de afabilidad que pegaba totalmente con su personalidad.
Vestía con vestidos anchos tipicos de embarazadas, solo que ella no estaba embarazada, aunque debajo llevaba una tipica indumentaria shinobi. En este caso llevaba un vestido carmesí con remolinos blancos por todas partes. Ambos sabían que lo que recibirian a continuación es una tipica preocupacion maternal y un trato cariñoso que no encontrarían en ningún otro sitio, como si fueran madre e hijos.
— ¿Qué haceis vosotros aún aquí? Ha sido cosa de Daichi-kun, ¿a que sí? Ains, qué hombre este.
Primero fue a Shiori, más rápido de lo que uno pudiese esperar.
— Aquí tienes, Shiori-chan. Dale recuerdos a tu madre de mi parte.
Se sacó un pequeño pergamino y lo depositó en las manos de Shiori.
— Esto os servira como confirmación de que habeis completado vuestra misión, a los dos, claro.
— Gra... ¡Gracias, Yakiro-chan! Y lo siento por lo de antes, es que Riko estaba solo y...
— Ay, cielo, no tienes que disculparte. Yo tambien fui joven y alocada. — agarró la mejilla de Shiori con el indice y el pulgar y le dio un pequeño tiron— Ah, dulce juventud. Una cosa más y os dejo ir.
Con un sutil movimiento de muñeca hizo volar dos shurikens, uno de ellos atravesaría el clon de agua y el otro pasaría rozando a Riko pero sin cortarle la piel, sino un lado de los mechones de pelo que llevaba colgando.
— En la academia no se hacen jutsus. Que ya no seas estudiante no significa que puedas hacer lo que quieras. Hala, ya podeis marcharos, yo me encargo.
Shiori haría una leve reverencia y se marcharía tan rápido como pudiese esperando que Riko la siguiese.
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«Mierda, mierda, mierda...»
Unos pasos sonaban cada vez más cerca de donde se encontraban y Riko solo podía pensar en la bronca que les iba a echar Daichi si veía que no habían hecho mucho caso de su advertencia y, a pesar de no haber usado los cubos, habían usado otro método igual de brusco que éste, por lo que, aún a sabiendas de que no podría hacer nada, trató de secarlo todo lo más rápido posible.
— ¿Qué haceis vosotros aún aquí? Ha sido cosa de Daichi-kun, ¿a que sí? Ains, qué hombre este.
Aquella voz le tranquilizó, la conocía de sobra y sabía que no les iba a caer bronca alguna, la palabra amabilidad era la definición de aquella mujer, Akimichi Yakiro, que había sido su profesora en época de academia. Rápidamente le dio un pequeño pergamino a Shiori con el que podrían confirmar que habían completado sus misiones, tanto ella como el Senju y, tras quitarle hierro al asunto de que Shiori hubiera preferido ayudarle a él antes que realizar su tarea, con un movimiento demasiado rápido para alguien de la envergadura de Yuriko, dos shuriken salieron disparados, uno deshaciendo el clon, y el otro, cortando unos pelos del Riko real.
— En la academia no se hacen jutsus. Que ya no seas estudiante no significa que puedas hacer lo que quieras. Hala, ya podeis marcharos, yo me encargo.
El peliblanco se quedó atónito, quieto durante unos instantes y en cuanto pudo reaccionar, realizó una pronunciada reverencia.
— Lo siento, Yakiro-sensei, no volverá a suceder. — Y rápidamente siguió a la Uzumaki a la carrera, tratando de ponerse a su altura. — Venga, vamos a entregar los pergaminos y ya somos libres. -- Sonrió el joven y apretó la marcha, esperando que su compañera pillara la indirecta y corriera detrás suya hacia el edificio de la Uzukage.
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— Lo siento, Yakiro-sensei, no volverá a suceder. —
— No espero menos de ti, Riko-kun.
Eso fue lo último que le dijo a los muchachos que no estaban para despedidas, más bien emocionados a más no poder de haber completado una misión con éxito. Shiori se paró poco despues de salir para esperar al peliblanco y poner en común el plan, que era ir al edificio de la Uzukage a cobrar, por supuesto, pero para no tomar decisiones por separado. Sin embargo, Riko no estaba para tonterias y pasó a toda prisa alertando al pasar.
— Venga, vamos a entregar los pergaminos y ya somos libres.
— ¡Hey! ¡Espera!
Salió corriendo tras él, aunque todo lo que le faltaba en fuerza lo tenía en agilidad, apenas pudo mantenerse a una distancia constante del shinobi. Por suerte no había mucho trayecto por recorrer y en un par de minutos estaban en el famoso puente de madera que conectaba la villa con el edificio de la Uzukage.
— Eres... un impaciente...
Le diría mientras intentaba recobrar el aliento cuando finalmente se parase, seguramente en la puerta del lugar, porque como se le ocurriese entrar a toda prisa en el sitio con mayor tasa de personas cargadas con papeles por metro cuadrado del mundo la cosa podía acabar muy mal.
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El peliblanco escuchó a Shiori exclamar algo cuando pasó por su lado a toda velocidad, pero como no lo entendió muy bien, prefirió seguir con la carrera al ver que ésta le seguía, aunque no era capaz de mantener su ritmo.
No tardaron mucho en llegar hasta su destino, y Riko se paró frente a la puerta del Edificio del Uzukage, esperando a Shiori que se había quedado un pelín atrás, y que vería como el Senju la esperaba con una sonrisa en el rostro, estaba totalmente emocionado, había terminado su segunda misión y ahora venía la parte más gratificante, el momento de cobrar.
— Eres... un impaciente...
Riko se llevó las manos a la nuca, en un gesto algo infantil.
— Bueno, me dejé llevar por la emoción. — Replicó el chico, a modo de disculpa ,y rápidamente encaró el edificio y se dispuso a entrar, dirigiéndose a la recepción, esperando que Shiori le siguiera, pues era ella quien llevaba el pergamino que confirmaba que habían finalizado con éxito la misión. — ¡Buenas! Venimos a confirmar que hemos finalizado la misión. — Le dijo a la persona que se encontraba tras la recepción cuando Shiori se encontraba a su lado.
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— Bueno, me dejé llevar por la emoción. —
La joven solo pudo suspirar ante la rebosante energia del shinobi que se volvió a adelantar para entrar en el edificio sin esperarla. Despues de hacer tantos clones y estar frotando durante horas se pone a correr para volver a entregar la misión, o tenía una energia comparable a la de un bijuu o le llamaba más el dinero de lo que aparentaba.
Riko fue directo al mismo mostrador donde había pedido anteriormente la misión y la misma mujer le esperaba tras él.
— ¡Buenas! Venimos a confirmar que hemos finalizado la misión. —
— ¿Venimos? — la pelirroja apartó a un lado la cabeza para poder ver al segundo integrante de la pareja — Oh, Shiori-chan, vaya, vaya, te mando de misión y vuelves con un buen mozo por delante. Ya veras cuando se lo cuente a mamá.
La pobre kunoichi que venía tras Riko, cuando este por segunda vez la había dejado atrás no pudo hacer otra cosa que sonrojarse y suplicar piedad.
— ¿Qué? Kiyomi-neechan ¡Tú le has dado la misma misión que a mi! Además que yo no conocía a Riko de nada. Sé más profesional cuando trabajas. — protestó Shiori poniendole el pergamino sobre el mostrador de malas maneras.
— Bueeeeno, no te enfades que solo bromeaba. Tengo otra misión de rango D que es para dos, iba a preguntaros si la queríais, pero como no tienes nada que ver con el pobre Riko-chan, mejor la dejo para la siguiente pareja de genins que se presente. ¿no?
Mientras hablaba, revisó el pergamino y depositó en el mostrador dos pequeñas bolsitas con monedas. Shiori por su parte ya no sabía ni cómo estar, abochornada por su hermana mayor, enfurecida por ser abochornada o nerviosa por lo que Riko pudiese pensar.
— No tengo nada que hacer hoy... Lo que tú quieras, Riko-san.
Por primera vez hicieron participe al peliblanco en la conversación, ahora con dos pelirrojas pendientes de su respuesta. Una sonriendo entrañablemente ante la diversión de ver a su hermana roja como su pelo y nerviosa como un perro encontrandose con el tipico hueso que suena cuando lo muerde y empieza a dar vueltas alrededor del mismo con el corazón desbocado de tanto nervio, y la otra, dudosa y nerviosa por lo que él pudiese decir o pensar.
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El Senju se presentó en el mostrador, completamente decidido a terminar aquella misión y volver a sus quehaceres, que no consistían en otra cosa que no fuera en entrenar, como venía siendo normal desde que se graduó en la academia.
— ¿Venimos? Oh, Shiori-chan, vaya, vaya, te mando de misión y vuelves con un buen mozo por delante. Ya veras cuando se lo cuente a mamá.
Al parecer la encargada de dar las misiones se conocían, y no solo eso, ¡eran hermanas! Ahora que se fijaba sí que era cierto que tenían el mismo color de pelo aunque aquello, por lo que tenía entendido, era muy normal entre los Uzumaki.
El resto de la conversación se trató en una hermana mayor tratando de pinchar a la pequeña y, de repente, una oferta de una nueva misión de rango D salió a la luz, una misión para dos, pero, lamentablemente, el peliblanco había quedado con su tía para entrenar aquel día, por lo que, y no sin soltar un suspiro que denotaría que no quería dejar a Shiori en la estacada tomó su turno de palabra.
— Lo siento, Shiori, pero me tengo que ir, que había quedado para entrenar, otra vez será, ¿sí? — El joven trató de sonar todo lo amable posible, se volteó hacia la recepcionista, realizó una ligera reverencia y cogió la bolsita con monedas que le pertenecía. — ¡Adiós, Shiori-san! — Y se marchó del lugar.
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