«Con que ahí abajo no había nada que mirar, eh… ¡Con que ahí abajo no había nada que mirar!» Bueno, en realidad era cierto. No había mucho que mirar, no.

Luego, Daruu tosió y carraspeó al entender por dónde iba el comentario Datsue, seguramente avergonzado por hacer referencia a la vida íntima que tenían en pareja. Le recordó a Akame. Él se ponía igual cuando, tiempo atrás, Datsue soltaba algún comentario parecido sobre su vida con Koko.

—¡Eh! Ya estás hablando otra vez de ponérmelo donde no toca. ¿Ves por qué te lo decía?

—¡Iba a decir de ponértelo en la cadera, mamón! — Por los Dioses, cómo iba a ponérselo… ¿ahí abajo? A tanto no llegaban sus ganas de arreglar las cosas—. Vale, pues en la nuca. Que también te lo puedo poner directamente en la cabeza, y con el pelo tan largo que tienes no debería vérsete.

Respiró hondo.

—Vale… —Tomó una gran bocanada de aire de nuevo—. Vale… —y otra bocanada—. Es que esto consume una cantidad de chakra de la hostia, tío. Vale, vale. Estoy. ¡No! ¡Espera! ¡No estoy! —¡Se habían olvidado de lo más importante—. ¡Y el número, tío! ¡El número es muy importante! Tiene que ser algo simbólico, que represente nuestra relación o quiénes somos. No puede ser un número pillado al azar, joder. Eso estaría muy feo. El dos, cuatro, cinco y siete ya están pillados —le informó. Esos había que descartarlos.

A Datsue pareció darle vértigo de pronto, porque se puso a tomar aire como si fuese a atarse una cuerda a la cintura y saltar de un puente. ¿Tanto chakra costaba implantar un sello tan chiquitín?

Pero había una pega: tenía que ser un número, y al parecer ya habían cuatro de ellos pillados. Daruu no pudo evitar preguntarse a quiénes pertenecerían, con suma curiosidad.

—Mmh... Tío, somos Uchiha y Hyuuga. El alfa y el omega. Y los ninjas más fuertes de nuestras aldeas. ¡Podríamos ser kage algún día! —Excepto que él no quería serlo. Pero bueno, fuerte como un kage, ¿no?—. ¿Son de una cifra, no? Pues el 9. A tope. Llevemos un nueve, como las Nueve Colas del Kyuubi que tenemos que cortar.

Borracho de una épica que no sabía ni de donde ha salido, Daruu hacía pactos con un demonio.

»Y pónmelo en la nuca pero tirando hacia arriba, en la cabeza. Así lo tapa el pelo del todo y no se ve nada.

—Mmh... Tío, somos Uchiha y Hyuuga. El alfa y el omega. Y los ninjas más fuertes de nuestras aldeas. ¡Podríamos ser kage algún día!

Pues sí. ¡Pues claro que sí, joder! ¡Claro que lo eran! Por el bien de su Villa, no obstante, esperaba que él no llegase a estar ni cerca de convertirse en Kage.

—¿Son de una cifra, no? Pues el 9. A tope. Llevemos un nueve, como las Nueve Colas del Kyuubi que tenemos que cortar.

—¡Oh, sí! ¡Oh, sí! ¡Me gusta cómo piensas, Daruu! ¡No podía ser otro que el nueve! —Además, el nueve era un número de mala suerte, porque sonaba a sufrimiento. Y si algo tenían ellos, eso era una relación sufrida—. ¡Se van a enterar esos hijos de puta! ¡El nueve tenía que ser! ¡Yeeeeehhhaaaaaaa!

Con un ímpetu que alimentaba todo su ser, el Uchiha realizó la larga secuencia de sellos y colocó el fuuinjutsu allí dónde pedía Daruu. Sus reservas de energía bajaron de forma alarmante, pero no se amilanó. ¿No quería él vengar a su Hermano? ¿¡No quería hacer pagar a esos hijos de perra por lo que hicieron!? ¡Pues dos sellitos de mierda no podían achantarle! ¡No, no señor!

¡Carnero, Jabalí, Liebre, Pájaro, Carnero, Tigre, Caballo, Serpiente!

Elevó su dedo índice y corazón hacia su oreja, y colocó el sello ahí, justo detrás de la oreja izquierda. Inevitablemente, se mareó y se tambaleó por unos instantes, jadeante.

—Por Shiona, tengo menos aguante que un kusareño en su primera vez —farfulló, doblándose y apoyando las manos en las rodillas—. Prueba el sello, anda —dijo en cuanto recuperó algo de aliento, sacudiendo una mano pero sin despegar la mirada del suelo—. Recuerda, concentras chakra —muy poco— en esa parte y se activa. En cuanto le pillas el truquillo, serás capaz de que sea tan sensible que solo se oiga un susurro.

A Datsue pareció gustarle la idea. Le gustó demasiado. Nunca había visto una persona con aquél entusiasmo tan explosivo. Bueno, sí, quizás lo había visto en su madre. Mira, otra que se ríe mucho de cara y luego te cuela doscientas estrategias a largo plazo bajo la manga. En fin... supuso que Datsue no era más que un humano más. Más valía tenerlo de amigo que de enemigo.

Daruu mostró aún algo fe reticencia cuando Datsue le rodeó para ponerle el sello detrás del cuello. ¿Y si estaba colocándole otro distinto? Aún así ya había tomado su decisión, así que le dejó hacer. Luego, el muchaho también se colocó su parte del sello.

Datsue le pidió probarlo. Daruu le marcó una espera con la palma de la mano y le dijo brevemente que saldría fuera a hacerlo. El amejin salió del salón, cruzó la puerta y se alejó unos metros. Luego probó a cargar chakra en la nuca, como le había dicho Datsue.

—Sé que en Uzu no tenéis tanta tecnología —dijo Daruu por el sello—. Pero si pones un micrófono y un altavoz juntos, te llevarás una sorpresa desagradable.

»Tus sellos son micrófono y altavoz al mismo tiempo, ¿no? Si yo envío sonido, lo recoge tu sello, y por tanto sale de mi sello. Lo vuelve a recoger tu sello, y la señal se va amplificando y amplificando hasta que lo único que suena es un pitido muy desagradable. Le llamamos acople. ¿No te ha pasado nunca? Porque... ¿esto funciona? ¿Estás escuchando?

Daruu no recibió respuesta alguna. No porque no estuviese funcionando —le había salido a la primera—, sino porque el Uchiha estaba tan agotado, que no era capaz ni de gastar unas míseras gotas de chakra para activar su sello y hablar por él.

—La… hostia —flexionó las piernas y se puso de cuclillas, apoyando los antebrazos en las rodillas y dejando caer la cabeza hacia adelante—. ¡Dame un segundo, Daruu! —le pidió desde su posición, a viva voz—. ¡Estoy en la mierda ahora mismo!

»¡Y no, no sabía eso del acople! —Y eso que había tocado alguna que otra vez en el escenario—. Suerte que esto no sea tecnología, Daruu. ¡Esto es magia ninja! —Y la magia ninja abarcaba desde crear tornados de fuego hasta devolverle la vida a un cadáver. ¿La ciencia? No, de la ciencia no era muy amiga. Más bien parecían rivales, buscando desafiarla en cada oportunidad que tenía.

»¡Prueba a hablar en susurros! —le pidió. Ni Nabi ni Eri eran capaces, pero quizá él...

—Mmh... —El sello no funcionaba. Daruu comenzó a caminar de nuevo hacia la cabaña, esperando por todos los dioses que Datsue no se la hubiera colado otra vez y la encontrase totalmente vacía, y que lo que en realidad tuviese es un sello explosivo o algo—. ¿Hola, hola?

—¡Dame un segundo, Daruu! ¡Estoy en la mierda ahora mismo!

Daruu dio un bote en el sitio. La voz venía de su nuca, del sello. Al final sí que funcionaba.

«Tienes que trabajar en esa desconfianza», se dijo a sí mismo. Aunque con Uchiha Datsue nunca se sabía, quizás venía bien mantenerla bien entrenada.

Suspiró, e intercambió el peso de una pierna a la otra, esperando.

»¡Y no, no sabía eso del acople! —Y eso que había tocado alguna que otra vez en el escenario—. Suerte que esto no sea tecnología, Daruu. ¡Esto es magia ninja!

—¡Venga ya, hombre! —Daruu resopló. Era cierto que el Ninjutsu permitía hacer cosas que a los civiles corrientes y molientes podían parecerles magia pura y dura, y aún así, todo tenía su fundamento—. En la ciencia, la cocina, y el Ninjutsu, no hay magia. Sólo talento, buenos cálculos y maña. Tú mismo deberías saberlo.

»¡Prueba a hablar en susurros!

«Mmh... ¿En susurros?»

—¿Cómo? ¿Así? Hola, hola. Probando —dijo, en voz más baja, y comenzó a acercarse a la cabaña.

Al final el cabrón seguía usándolo de cobaya, sabes.

—¿Cómo? ¿Así? Hola, hola. Probando

—Oh, sí. Así así. Perfecto —le dijo, gratamente sorprendido porque pudiese conseguirlo. Aunque, realmente, tenía la corazonada de que lo iba a hacer—. Pero prueba un poco más bajito… Como si susurraras al oído de un amante —bromeó, aún a riesgo de que volviese a cuestionar su orientación sexual.

»Así cómo yo, ¿ves?A este volumen Ayame no debería enterarse de nada. Pero asegúrate de no meter la pata y levantar la voz, o la liamos pero bien liada, ¿eh

Oh, pero Daruu sí que cuestionó la orientación sexual de Datsue. Tío, es que eran demasiadas referencias. El tío parecía que le estaba tirando la caña, joder.

—¿Así está bien? Vale, vale. —emuló Daruu. Luego, suspiró y desactivó la técnica, al tiempo que entraba por la puerta de la casa y caminaba hasta el salón.

»Pues tío, muy bien tu técnica, la verdad —dijo. La verdad es que era impresionante lo que lograba el cabrón con las técnicas de sellado—. Y eso que hiciste antes, ¿lo de resucitar? ¿Cómo coño...? —Sacudió la cabeza. Admitió que Datsue jamás revelaría aquél secreto—. Bueno, está bien entonces. Pues... ¿Qué hago, te doy indicaciones? —rio—. Por mi, te puedes quedar un rato... si es que no viene mi madre por sorpresa, en ese caso igual nos metemos en un problema.

»Pero no me pidas que me mueva mucho porque tío, me diste un buen tajo, ¿eh? Tengo que tener cuidado para que la herida sane bien...

Sí, así era perfecto. Quizá hasta se ponía unos cascos encima, por si acaso, para aislar más el sonido del sello. Aunque… así también le costaría más a Daruu oír lo que decía Ayame. «Nah, a pecho descubierto y punto. Como tiene que ser».

—Dame pequeñas indicaciones, sí. Pero vas a comprobar en primera persona, Daruu, que eso de hacer las paces con Ayame no es tan fácil como piensas. —Oh, sí. Y ahora la responsabilidad recaía también en sus hombros. Si la cosa salía mal, a él ya no le podían culpar.

—¿Sí? ¿El tajo fue profundo? —preguntó, más orgulloso de sí mismo que consternado—. A mí me reventaste bien también, cabrón. Lo de mi técnica, si quieres te la cuento, hombre —dijo. Hoy se sentía generoso—. Verás, en realidad no es ningún jutsu. Fue cosa de Izanami. Ella… se asustó. Se acojonó al verme, tío. Pensó que sus días de gloria habían terminado con mi llegada, así que cerró las puertas del Yomi y me mandó de vuelta aquí. ¡Que sí! ¡No ruedes los ojos! ¡Así pasó, así lo cuento! —exclamó a Daruu, aunque apenas podía contener la sonrisilla pícara.

Tenía que admitirlo, era la mayor sobrada que había soltado nunca. Y eso, era mucho decir.

—Oye —agregó, poniéndose serio—, ¿te contó Ayame que me la encontré? Cuando ella estaba poseída por Kokuō, digo.

—Dame pequeñas indicaciones, sí. Pero vas a comprobar en primera persona, Daruu, que eso de hacer las paces con Ayame no es tan fácil como piensas.

—Aahhh, amigo, después de todo lo que ha pasado va a ser difícil. Pero míranos, aquí charlando tranquilamente.

—¿Sí? ¿El tajo fue profundo? —preguntó, más orgulloso de sí mismo que consternado—. A mí me reventaste bien también, cabrón. Lo de mi técnica, si quieres te la cuento, hombre —dijo. Hoy se sentía generoso—. Verás, en realidad no es ningún jutsu. Fue cosa de Izanami. Ella… se asustó. Se acojonó al verme, tío. Pensó que sus días de gloria habían terminado con mi llegada, así que cerró las puertas del Yomi y me mandó de vuelta aquí. ¡Que sí! ¡No ruedes los ojos! ¡Así pasó, así lo cuento! —exclamó a Daruu, aunque apenas podía contener la sonrisilla pícara.

Evidentemente, Daruu había rodado los ojos. Había resoplado. Pero también se rio, de buena gana. Al final acababa el día feliz.

Y pensó: hostia puta. Otra barricada mental que voy a tener que ponerme.

—Oye —agregó, poniéndose serio—, ¿te contó Ayame que me la encontré? Cuando ella estaba poseída por Kokuō, digo.

—Mmh... —caviló, y apartó la mirada. Se cruzó de brazos, y comenzó a caminar hacia la salida, con la evidente intención de que Datsue le acompañara—. Ven, te llevo más o menos por el camino hasta que te orientes. Pues a ver, Datsue, sí, sí me lo dijo, pero no sé lo que le hiciste o dijiste que no quiso hablar más y... mencionó algo así como... hijo de puta. Algo así, sí. No sé cuánto hará eso que te perdone más o menos...

El Uchiha salió de la cabaña y le siguió, todavía esperando la respuesta a su pregunta. Una respuesta que, tal y como iba a comprobar, era la que se temía.

—Ya… Comprendo. —Por una vez que intentaba ayudarla… Aunque fuese por su propio interés, aquel día, Uchiha Datsue había intentado ayudarla. A su manera, sí. Mintiendo e intentando una locura que no funcionó ni de lejos, como solía sucederle más a menudo de lo que le gustaría—. Lo cierto es que intenté… hacer ver que me alegraba de la suerte de Ayame. Para ganarme la confianza de Kokuō y poder colocarle el sello que te puse a ti antes. —O al menos un Sello de Rastreo—. No funcionó, claro. Me amenazó con una Bijuudama y, como comprenderás, tuve que ejecutar una retirada temporal. Luego la seguí e intenté enfrentarme a Kokuō, pero en cuanto tuvo oportunidad huyó con un Sunshin.

—Uhh... pues cosa jodida esa, ¿eh? —«¿De veras le dijiste eso de mentira, cabrón? Mira, déjalo Daruu. No preguntes. No quieras saberlo. Hace una hora le habrías arrancado la cabeza tú de buena gana, míralo de ese modo». Las perspectivas sobre la gente y las situaciones cambian, ¿no? Sí, eso era verdad—. Sumado a todo lo anterior... Puede complicarse.

Daruu le hizo una seña con la mano y le hizo acompañarle por una suave pendiente que ascendía paralela al acantilado. A unos diez metros la pendiente giraba ciento ochenta grados, y seguía subiendo en zigzag.

—Sigue por esta cuesta hasta arriba. Estamos en el Gran Acantilado de Yachi. Verás la silueta de la ciudad desde allá. ¿Has estado en Yachi? ¿Necesitas más indicaciones para ir tirando a casa?

—Hmm… Pues no, no he estado. Pero no te preocupes, pregunto una vez llegue a la ciudad. Se me suele dar bien orientarme —dijo, apartando aquel asunto del tema de conversación. Había algo que le preocupaba más—. Oye, Daruu. Si vas a hablarme por el sello, ya sea para concretar un encuentro con Ayame o por alguna… emergencia, hazlo mediante susurros, ¿eh? Que igual me pillas en plena misión de infiltración o lo que sea y me jodes el encargo. O peor, consigues que me maten. —Nabi y Eri se estaban comportando por el momento. También Juro. Esperaba que Daruu les imitase en eso—. Yo no te molestaré, no te preocupes.

Y, antes de despedirse, había algo que llevaba quemándole la garganta desde hacía un buen rato. Una pregunta que ya había hecho, a otra persona —o a otro bijuu, más bien—, y con la que se había quedado con las ganas de conocer la respuesta.

—Otra cosa… El General que se enfrentó a Ayame… ¿Te dijo cómo era? Aspecto, habilidades de combate… —Cualquier cosa que le ayudase a reconocerle. Y a enfrentarse a él, si tenía esa suerte.

—Hmm… Pues no, no he estado. Pero no te preocupes, pregunto una vez llegue a la ciudad. Se me suele dar bien orientarme —dijo, apartando aquel asunto del tema de conversación. Había algo que le preocupaba más—. Oye, Daruu. Si vas a hablarme por el sello, ya sea para concretar un encuentro con Ayame o por alguna… emergencia, hazlo mediante susurros, ¿eh? Que igual me pillas en plena misión de infiltración o lo que sea y me jodes el encargo. O peor, consigues que me maten. —Nabi y Eri se estaban comportando por el momento. También Juro. Esperaba que Daruu les imitase en eso—. Yo no te molestaré, no te preocupes.

Daruu alzó una ceja con escepticismo.

—De todas formas —dijo—, lo mejor será que establezcamos una palabra en clave para cuando queramos establecer contacto. No vaya a ser... —No vaya a ser que le pillase en la cama con Ayame, o en medio de un beso apasionado, o en un simple abrazo, y de pronto la voz de Uchiha Datsue hiciese que la kunoichi le arrancase la cabeza como una mantis— ...por si las moscas. Ya sabes. Si hay alguien cerca que no tiene que enterarse, la he cagado. Hostia, que si me hablas de golpe y porrazo y estoy al lado de Yui me corta la cabeza. —Lo de antes era una metáfora pero esto iba muy en serio—. Dejame pensar... Llueve nueve. Esa será nuestra frase. Si no obtenemos respuesta, es que en ese momento no podemos hablar. Y siempre en susurros, ojo.

Daruu creyó que Datsue se iba a despedir de él ya, pero aún tenía una pregunta en el tintero.

—Otra cosa… El General que se enfrentó a Ayame… ¿Te dijo cómo era? Aspecto, habilidades de combate…

—Me temo que no, Datsue. —Daruu negó con la cabeza—. Lo único de lo que me he podido enterar es que se hacía llamar Kuroyuki. Y Ayame me dijo que la derribó de un sólo ataque. —A Daruu le dieron escalofríos. Ayame era fuerte, más incluso de lo que creía ella misma. Y aquella mujer la había dejado K.O. con una sola técnica...

»Y hablando de eso... La persona que mató a Akame... Eri no quiso darme detalles, pero Ayame sabe que fue un General, se ve que se lo contó Shanise —explicó—. Dijo que Shanise opina que lo hicieron para volver a reunir a las dos mitades del Ichibi en una... en ti.

»¿Tú sabes algo de ese otro hijoputa? Por si las moscas.

—Llueve nueve… Me gusta —concedió el Uchiha.

Lo que no le gustó fue la poca información que Daruu poseía sobre la persona que atacó a Ayame. Se llamaba Kuroyuki —trató de memorizar aquel nombre como si le fuese la vida en ello—, y al parecer había derribado a Ayame de un solo ataque. «¿De un solo golpe? ¿¡Estás de coña!?»

Datsue quedó mudo de la impresión. Ayame era la kunoichi más rápida que había conocido —solo superada por Eri, cuando usaba su jutsu especial de Raiton—. Era difícil pillarla en ningún golpe. Muy difícil. Y si tenías la suerte de alcanzarla, ¿qué más daba? Era Hōzuki. Esos cabrones se transformaban en agua y se reían en tu cara por siquiera intentarlo.

Quizá… Quizá todavía no estuviese preparado. Quizá todavía tenía que hacerse más fuerte. Mucho más.

—Y hablando de eso... La persona que mató a Akame... —A Datsue se le ensombreció el rostro de manera inconsciente—. Eri no quiso darme detalles, pero Ayame sabe que fue un General, se ve que se lo contó Shanise —explicó—. Dijo que Shanise opina que lo hicieron para volver a reunir a las dos mitades del Ichibi en una... en ti.

»¿Tú sabes algo de ese otro hijoputa? Por si las moscas.

Datsue negó con la cabeza, los puños apretados contra sus costados.

—No sé nada. Solo que iba encapuchado, con una túnica blanca. Y que se reía, reía y reía con cada ataque… —solo imaginárselo le ponía enfermo. Enfermo de rabia. Enfermo de impotencia. De tristeza.

Por esto último, prefirió dejar atrás aquellos pensamientos. Sabía lo que le pasaba cada vez que se dejaba llevar por ellos, y no era algo que un verdadero profesional debiese hacer en público.

Menos delante de Daruu.

—Si por algún casual, un día te cruzas con un General… ¿Me avisarás por el sello? —preguntó, y su tono de voz casi lo imploraba—. Tengo varios contactos más aparte de ti. Quizá estés cerca de uno y pueda mandar ayuda rápido…

No, su plan era presentarse él mismo en persona. Pero era Jinchuuriki. Si lo decía abiertamente, Daruu podía negarse sin siquiera pensárselo por el mero hecho de proteger a un Guardián.