Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
6/09/2018, 17:37 (Última modificación: 6/09/2018, 17:43 por Sasagani Yota. Editado 1 vez en total.)
— Bueno, ya vale, deja al chaval en paz
El animal, azabache como un jodido agujero negro captó el mensaje y, seguramente para la sorpresa y entusiasmo de Akame, reculo hasta volver a posarse sobre mi cabeza.
— Buena chica, buena chica —decía mientras no le quitaba la mirada de encima al Uchiha— Al menos es obediente. Supongo que no me puedo quejar
— Bueno, ¿vamos a por esos dangos o qué?
Akame aseguró que conocía un sitio donde tenían buen material y por momentos se me hacía la boca agua. Era un lugareño y estos sitios solían estar camuflados, lugares que solo conocían los residentes de la zona. No me veía en disposición de rechazar la invitación, epro tampoco podía contarle lo mio con las arañas con todo lujo de detalles. No... debía pensar algo. Algo creíble.
«Bueno, yo prefiero llamarlas revistuchas, pero supongo que revistas de mierda es un buen calificativo»
— Te sigo, Akame-san —dije en relación a su invitación, pero de pronto me vino algo a la cabeza— Por cierto, muchachos, ¿como le va al bueno de Datsue? digo, si yo el conozco, vosotros también debéis saber quién es. Espero que los nervios no le estén pasando factura con esto de examen de ascenso a Chunnin...
Akame se limitó a asentir y darse media vuelta para encarar la calle en dirección al barrio residencial.
En Uzushiogakure —o al menos eso pensaba él— los mejores sitios de comida estaban allí. Ni en el Jardín de los Cerezos, ni en los chiringuitos de la playa. No señor. Eran esos locales pequeños, humildes, poco conocidos y, por qué no decirlo, cutres, donde se hacían los mejores platillos caseros con todo el amor de un padre o una madre. A uno de estos lugares era a donde pensaba llevar a Yota —y a Chokichi, de rebote— para tenderle su trampa mortal.
«Les atiborraré a dangos hasta que no puedan más, y entonces... Entonces su voluntad se verá anulada, y tendrán que contarme todo lo que quiera saber». Un plan sin fisuras que provocó que los labios del jōnin se doblasen en una curvatura maliciosa. Por suerte, ninguno de los otros dos ninjas lo vió.
Después de caminar unos diez minutos, Akame dobló una esquina casi de repente, internándose en una callejuela sin salida en la que podían observarse poco más que los portales de las viviendas adyacentes... Y un pequeño local abierto al público con un modesto toldo que rezaba...
«El hogar de los 'E-mocchi-conos'»
El Uchiha se detuvo ante el mismo, echando un vistazo al interior. Se trataba de apenas un modesto habitáculo con una barra de madera tras la cual había diversos utensilios e ingredientes de cocina, concretamente los necesarios para preparar las múltiples variedades de dangos que servían allí; Anko, Bocchan dango, Chadango... Casi de todo. Por las paredes había pegados numerosos cartelitos que representaban dangos con caras expresando distintos estados de ánimo, tales como alegría, tristeza o enfado.
—Aquí es —anunció Akame para luego dar un paso ceremonioso y entrar, oficialmente, en El hogar de los 'E-mocchi-conos'.
Una mujer que estaba tras la barra, de aspecto joven, pelo largo y negro, muy morena y ojos castaños le dio la bienvenida con un alegre gritito. Llevaba un gorro de cocinero y un delantal blanco algo manchado.
—¡Bienvenido, Akame-san!
—Buenas tardes, Anko-san —respondió el jōnin—. Una ración de dangos "de los tuyos", y un té verde. Gracias.
—Pues le degradaron hace poco a Genin, al muy… —«...estúpido». Carraspeó—. Al pobre —respondió a Yota, sin hacer mayor comentario al respecto.
Los tres shinobis y la araña se adentraron por las calles residenciales a paso ligero, al ritmo de Akame. Aquella situación era tan… incómoda, que Chokichi no sabía muy bien por dónde tirar. O siquiera dónde meterse. Allí estaban, a cada lado suyo, los que una vez habían puesto las manos encima a dos de sus tres grandes amores.
Koko…
Furukawa Eri…
Jamás les perdonaría semejante insulto. Ellas habían estado predestinadas para él. Les pertenecían. Y ellos se las habían robado. Tenía que vengarse. Debía encontrar la forma. Pero por el momento, a disimular. A componer la misma expresión bobalicona que había engañado a todo el mundo.
—Para mí un té rojo, y una ración igual que la de Akame. Y otra de Bocchan dango —dudó—. Y-y otra de Ankos, a poder ser. Y si no es mucho pedir —miró a Akame, quien supuestamente invitaba—, otra de Chadangos. Solo eso, gracias.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
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— Osea que el mismísimo, el Intrépido fue ascendido para finalmente ser degradado. Quién iba a decirlo, ¿eh?...
Desde luego, lo de su ascenso fue algo que desconocía pero que fuese degradado era motivo de burla para mi próximo encuentro con el tipo. Aunque solo fuese para echar una breves risas. Sin lugar a dudas, debió de ser un duro golpe que encajar por parte del Uchiha, manipulador de información y cxreador de esa puta bazofia a la que llamaba corazón Uzureño.
En cualquier caso, seguimos a Akame hasta aquel callejón, para posteriormente meternos en aquel antro que no impresionaría a nadie, pero no me quedaba de otra que de fiarme del criterio del jonin.
Los dos uzujin hicieron su pedido.
— ¿De los tuyos? ¿qué significa de los tuyos?
Demasiado misterio ante aquellas palabras que obviamente solo reconocieron Akame y la tal Anko, pero despertaron mi curiosidad.
Akame tuvo que contenerse para no propinarle un golpe allí mismo a Chokichi cuando el regordete chuunin empezó a pedir como un niño en Fin de Año haciendo la lista para los Tres Reyes Kages. No dijo nada, sin embargo, sino que se limitó a cruzarse de brazos y bajar la mirada.
Entonces Yota preguntó que a qué se refería eso de "los tuyos", y la dependienta, Anko, se carcajeó.
—Akame-san es cliente mío desde hace tiempo, y siempre pide lo mismo —explicó, mientras el jōnin se iba poniendo rojo de vergüenza—. ¡Mitarashi dango con mucha azúcar y uno de mis 'E-mocchi-conos' dibujado en cada bolita! —anunció, jovial—. Es un chico muy dulce, ¿a que sí?
Akame saltó casi como un resorte, agitando ambos brazos en el aire de forma bastante cómica, como si quisiera espantar a una bandada de pájaros.
—¡Anko-san! ¡No hace falta que des tantos detalles! —protestó, visiblemente avergonzado. «Y menos delante de esta sabandija», agregó para sí, mirando de reojo a Chokichi.
La cocinera le quitó importancia con un gesto de su mano zurda.
—Bah, bah, ¡minucias! —entonces se dirigió a Yota—. ¿Y para ti, qué va a ser, kusajin-san?
—Akame-san es cliente mío desde hace tiempo, y siempre pide lo mismo --Akame su puso rojo como un maldito tomate—. ¡Mitarashi dango con mucha azúcar y uno de mis 'E-mocchi-conos' dibujado en cada bolita! —anunció, jovial—. Es un chico muy dulce, ¿a que sí?
«Bueno, yo no definiría a Akame-san como alguien dulce, la verdad»
Sin embargo, tenía buena pinta lo que describió la mujer. No me costó hacer una elección por exactamente lo mismo que ibba a tomar el Uchiha.
Reí al ver las reacciones entre Anko y Akame, era divertido verlos.
— Oh, si; tomaré lo mismo que Akame-san, espero que sean unos dangos a la altura de alguien como este apuesto jonin —señale con el dedo a Kumopansa— Ella tomará uno de los tuyos también, solo que a mi me pones un refresco de naranja, gracias Anko-san
Me detuve, pensativo por un momento.
— Oye, Akame-san, ¿estás seguro de poder pagar todo esto? Apuesto a que un chunnin como Chokichi-san podría echarte una mano
Chokichi ya estaba dirigiéndose a la mesa para sentarse cuando oyó a Yota malmeter.
—Por supuesto, Akame-dono —dijo, siguiéndole el juego al kusajin—. Si anda corto de efectivo, no me importa compartir gastos. —Chokichi era, ante todo, un chico amable.
Luego se fue a una esquina y se sentó a la mesa, al lado de una ventana. Empezó a juguetear con sus dedos, nerviosos, mientras esperaba a sus "compañeros de comida".
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Anko no pudo evitar dar un ligero respingo, visiblemente sorprendida y asustada, al darse cuenta de que aquel muchacho rubio con la bandana de la Hierba llevaba una enorme —para el tamaño estándar de los arácnidos en Uzu— araña en su espalda.
—¡Dioses! —exclamó, tapándose la boca con ambas manos. No tardó en darse cuenta de su descortesía—. Lo siento, kusajin-san, es que... Bueno... Aquí las arañas no son tan... Grandes —agregó luego, disculpándose.
Finalmente la cocinera de dangos tomó nota de lo que quería Yota y se puso a cocinar. Akame se dio media vuelta mientras veía a Chokichi buscar por el diminuto local algo parecido a una mesa. No la encontró, claro, porque "El hogar de los 'E-mocchi-conos' era apenas un habitáculo con suficiente espacio para una barra, y tras esta los utensilios necesarios para cocinar.
En su lugar, el jōnin se limitó a esperar en la entrada del local mientras se encendía un cigarro. Le pegó una pitada y luego respondió a los dos shinobi que cuestionaban su poderío económico.
—Todo está bajo control, jóvenes —replicó con una media sonrisa, intentando hacerse el interesante—. Un jōnin como yo tiene sus recursos.
»Y bien, Chokichi-san, ¿de qué dijiste que iba esa revista tuya? Estoy seguro de que ahora es un buen momento para hacerle un par de preguntas a Yota-san, ¿eh?
Chokichi se quedó con las ganas de encontrar una mesa a la que sentarse y ponerse cómodo. Básicamente, porque no había. Tendría que conformarse con estar a la barra. «Qué bárbaros». Para comer uno necesitaba estar confortable y a gusto, ¡o no había quién hiciese la digestión!
Pero tenía que aguantarse y callar, como siempre.
—Una revista para jóvenes —respondió a Akame—. Jóvenes con la duda de si hacerse shinobis o no, especialmente —improvisó—. Me gustaría ayudarles a tomar la decisión correcta. Darles herramientas. A veces noto que muchos no se encuentran con lo esperado una vez graduados.
Miró a Yota.
—¿Puedo preguntarte qué te hizo ser ninja? ¿Y si era lo que te esperabas que fuese?
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— No, no te preocupes, Aiko-san. La gente suele reaccionar así con ella — contesté entre risas.
Aiko se dispuso a preparar lo que habíamos pedido con tan solo darse la media vuelta e ir a lo que se suponía que era algo así como una cocina.
Nosotros nos dimos media vuelta. Chokichi se había dirigido hacia una de las mesas para esperar los dangos pero Akame lo que hizo fue plantarse en la puerta y encenderse otro de sus cigarrillos.
«Este tipo no durará muchos años a este ritmo...»
—Todo está bajo control, jóvenes —replicó con una media sonrisa, intentando hacerse el interesante—. Un jōnin como yo tiene sus recursos.
»Y bien, Chokichi-san, ¿de qué dijiste que iba esa revista tuya? Estoy seguro de que ahora es un buen momento para hacerle un par de preguntas a Yota-san, ¿eh?
Chasquee la lengua ante la insistencia de ambos. Eran muy pesados y entre una cosa y la otra se me había ido de la cabeza y no tenía nada preparado. O era rápido buscando alguna explicación falsa que pudiera colar o me iba por las ramas. Poco había que hacer por mi parte más allá de eso.
—¿Puedo preguntarte qué te hizo ser ninja? ¿Y si era lo que te esperabas que fuese?
La risa no era una virtud y aquello era algo que al parecer, Chokichi no había aprendido. Pero no pasa nada, algo iluminó mis ideas.
— ¿En serio os pensábais que os iba a contar mis secretos sin que me dierais nada a cambio? —dije, sentado en la mesa, yo no esperaría en la puerta mientras tragaba el humo que expulsaba el maldito Uchiha— Vais a necesitar algo más que unos simples dangos, muchachos
Kumopansa también había tomado asiento. Bueno, si es que se le podía llamar asiento. Se había espachurrado en la jodida mesa.
Si de alguien no se fiaba Uchiha Akame en todo Oonindo, ese era el Hōzuki, regordete y astuto como una rata, que tenía delante en ese preciso momento. Chokichi había demostrado numerosas veces que era un tipo taimado, aparentemente inofensivo pero venenoso como una maldita plaga de serpientes. Si hubiese sido por Akame, jamás habría salido siquiera de la Academia; pero ahora no sólo seguía en servicio activo sino que era chuunin.
El jōnin arqueó una ceja, escéptico. Lo hizo todavía más ante la respuesta de Yota, que parecía haberse tomado aquella pregunta peor de lo que cualquiera hubiese esperado. Además, el kusajin imitó a Chokichi, intentando sentarse en una de aquellas mesas que, evidentemente, ni existían ni podían caber en un local tan pequeño. El de la Hierba se limitó a permanecer en el aire, como posando su trasero en una silla invisible.
«Joder, este tipo viene hasta arriba de hierba kusareña... Ya me decía Datsue que era bastante fuerte, pero nunca imaginé hasta qué punto», se dijo el Uchiha.
Justo en ese momento la cocinera Anko llamó a los muchachos; la comanda estaba lista. Akame apuró su cigarro y luego lo espachurró contra el tacón de su bota, tirándolo posteriormente a la calle. Tomó su bandejita de cartón con dangos y la lata de té frío que había pedido.
—Gracias, Anko-san —dijo el Uchiha, haciendo una cortés reverencia.
—¡Que aproveche! —contestó la cocinera, radiante y sonriente.
El jōnin tomó su comida y abandonó el local. Esperó en la puerta a Yota y Chokichi mientras devoraba el primer dango. Buscó con la mirada al Hōzuki.
—Eh, Chokichi-san. ¿Cómo es que ascendiste a chuunin?
Chokichi esbozó una sonrisa nerviosa mientras tiraba del cuello de su chaleco para dejar pasar el aire. Yota parecía ser un hueso duro de roer, y él empezaba a quedarse sin muchas ideas. Improvisar bajo presión no solía ser su punto fuerte.
Anko interrumpió sus pensamientos. Primero, trayendo el pedido de Akame, quien salió a esperarles al exterior. Luego, trayendo el suyo propio. Se relamió los labios, hambriento, al ver la bandeja de cartón repleta de dangos. La tomó con cuidado y salió a la calle, mientras le hincaba el diente a una bolita con uno de esos "E-mocchi-conos" dibujados en ella.
Estaba riquísimo. Su rostro dio fe de ello. En el siguiente bocado se llevó dos bolitas. En el siguiente tres. Casi se atraganta cuando Akame, de golpe y porrazo, le pregunta cómo ascendió a chuunin. Se puso rojo como un tomate y tuvo que darse varios golpes en el pecho hasta que por fin tragó.
—L-lo siento —se disculpó. Siempre se disculpaba por todo.
¿Cómo era que le habían ascendido a chuunin? Oh, había muchas razones. Una de ellas podría haber sido su vital papel en la caída de Zoku. Decían que los Hermanos del Desierto lo habían tumbado, pero había sido él, y solo él, quien realmente había propiciado su muerte. Desde el momento en que había visto el cadáver de Yakisoba. Desde el momento en que lo había fotografiado y enviado a Hanabi.
Él era el héroe entre las sombras.
Pero lo había hecho anónimamente, temiendo posibles represalias por parte de Zoku si la rebelión salía mal. Y, por ello, nadie se lo reconocía. Las cosas tenían que cambiar. Lo harían, con la revista que tenía en mente.
—Fue en una misión de infiltración —respondió, finalmente—. No puedo entrar en detalles —miró de reojo a Yota—, pero el jounin con el que iba quedó inhabilitado y tuve que sustituirle en el momento. La verdad, no sé ni cómo salí vivo de allí. Un golpe de fortuna —reconoció—. Y les gustó tanto mi actuación que me ascendieron.
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Ahí estaba el tio ese condenándose con aquella barrita cancerígena, disfrutándola como si fuera el mejor de los manjares. Manjares que, por cierto, se estaban cocinando. Y de hecho, no tardó Aiko en avisarnos de que todo estaba listo y preparado. ni dos segundos fueron necesarios para que los 3 shinobis fuéramos a buscar lo que era nuestro. Primero el Uchiha que nada más cogerlo se dirigió de nuevo hasta la puerta para atravesarla. Más tarde hizo lo propio chokichi que no tardo en empezar a devorar aquellos dangos y yo, por mi parte, coloque los dangos de Kumopansa en mi cajita de cartón y mi zumo de naranja.
Con Kumopansa sobre mi cabeza, nos dispusimos a seguir los pasos de los uzujin hasta el exterior. Tomé uno de los palitos de dangos que tenían dibujadas aquellas divertidas caritas y me puse uno en la boca, luego lo acerque hasta la posición del arácnido y este hizo lo mismo, colocándose uno en la boca y otro clavado en una de sus patas.
Entre Akame y Chokichi, sin embbargo, había empezado una conversación de los más curiosa.
— Ostras, debiste pasarlo mal, muchacho —dije ya con el primer dango en mi estomago, los cuales debo decir que eran exquisitos— ¿qué pasó con el jounin? ¿sobrevivió?
Había que aprovechar para desviar la atención tanto como fuese posible del asunto que los había llevado hasta aquel antro de dangos.
— Creo... creo que podría poner esto en tu revista, sin duda es más interesante que mi historia, Chokichi-san. Seguro que tus lectores se emocionan con tus historias
Kumopansa tampoco perdía el tiempo y se introdujo en sus fauces el dango que había pinchado previamente con su pata delantera.
Hōzuki Chokichi, el ninja menos ninja que Akame conocía, ¿seleccionado para una misión de infiltración? El Uchiha tuvo que contener un bufido de desprecio. Aquel tipo de tareas solían ser sumamente críticas, ¿quién en su sano juicio mandaría a aquel tonelito calenturiento a desempeñar una labor tan importante? Sintió ganas de interrogar más en serio al pelirrojo, pero se contuvo porque estaban delante de un ninja extranjero. No convenía mostrar aquella clase de desconfianza hacia los propios compañeros.
—Así que una misión de infiltración, bueno, eso suena realmente bien —concedió el jōnin, con una media sonrisa muy maliciosa—. ¿Así que ahora, en compensación, te han dado algo de tiempo libre para dedicarlo a tus entretenimientos?
Yota entonces sugirió que incluyera aquel relato en la revista, con visible interés por desviar la atención de sí mismo. Akame comió otro dango y, tras masticarlo a conciencia, replicó.
—¡Pero Yota-san! Tu historia también nos interesa a todos. Adelante, adelante, no seas modesto. Compártela. Vienes a presentarte al Examen de Chuunin, ¿no?
—Sí —esbozó una sonrisa nerviosa, pero se atrevió a agregar—: Los jounins de Uzu son difíciles de matar. Gracias, Akame-dono —añadió ante los halagos de su superior. Pronto… aquel hijo de puta se iba a llevar su merecido. Pero, por el momento, sonreía. Sonreía y hacía como si no pasase nada.
Yota quiso —de nuevo— escaquearse de contar nada de su vida. Pero Akame, que llegado a aquel punto parecía más interesado que él mismo, siguió apretándole las tuercas.
—Es cierto, Yota. No deberías tener vergüenza. ¡Si quieres hasta no publico tu nombre! Si es lo que te incomoda, claro…
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