Nivel: 17
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—La misión se acabó ya, Reiji-san. Me he encargado de cerrar todo el asunto con el señor Yogaru, quien ha tenido la amabilidad de contarme todo lo sucedido. No te preocupes, gracias a tu buen lanzamiento hemos podido capturar a los estafadores y ahora mismo están siendo interrogados.
»Tu parte del encargo ha sido completado con éxito. Lo informaré al despacho. Hasta luego.
No, no, no, no y mil veces no. Es verdad, mi parte de la misión ni siquiera incluía recuperar el pergamino, solo tenía que averiguar que había paso e informarlo. Pero no, no podía dejar las cosas de esta manera, no podía. Yo tenía que recuperar el pergamino, yo tenía que detener a Mirogata, yo tenía que atrapar a sus cómplices.
Ademas ¿Cuál era la parte del buen lanzamiento? ¿Las buenas risas que se debían haber pegado los guardias a mi costa? ¿La que se iban a pegar los demás cuando se lo contaran? No, mi lanzamiento no había tenido nada de bueno.
—Debo admitir que, a pesar de todo, lo has hecho bien. No pensé que un crío como tú fuera tan toca pelotas como para descifrar todo este enigma. Te felicito, muchacho.
—Yo no lo siento así… — ¿Pero que podía hacer yo ahora? Solo resignarme, el guarda ya se había marchado, la misión ya se había dado por completada, pero aquella cicatriz no iba a curarse nunca, no la de la cabeza, si no la del alma. —¿Qué ha pasado con Mirogata? ¿Lo has entregado también?
Nivel: 28
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Yogaru negó con la cabeza.
—No. Y creo que entenderás mi por qué. Verás, confío en las segundas oportunidades... sé que él ha cometido un groso error al voltearme la tortilla de ésta manera, pero para la suerte de todos, has sabido encontrar las respuestas a tiempo. A tiempo para mi, para ti, y para él también. Tú mismo con tu incansable desconfianza le has dado una segunda oportunidad. He creído oportuno no acabar con la vida de un muchacho tan joven y con tanto talento sólo por haber sido seducido por promesas falsas de un grupo de hijo de putas.
Por primera vez, aunque aún con cara de muerto de no haber dormido una mierda durante tres días, Yogaru sonrió.
»Todo ha sido gracias a ti, muchacho, no tienes por qué martirizarte. Me encargaré de darle mis gratitudes a la Aldea en tu nombre, no te preocupes. Cúrate esa herida, anda, y... ven a comer al restaurante cuando quieras. Tienes diez cenas gratis.
Yogaru se dio vuelta, y también tomó rumbo a la salida. Satisfecho.
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—No. Y creo que entenderás mi por qué. Verás, confío en las segundas oportunidades... sé que él ha cometido un groso error al voltearme la tortilla de ésta manera, pero para la suerte de todos, has sabido encontrar las respuestas a tiempo. A tiempo para mí, para ti, y para él también. Tú mismo con tu incansable desconfianza le has dado una segunda oportunidad. He creído oportuno no acabar con la vida de un muchacho tan joven y con tanto talento sólo por haber sido seducido por promesas falsas de un grupo de hijo de putas.
Al final, yo mismo me había dejado llevar por lo mismo que Yogaru cuando nos vio a Mikazuki y a mí por primera vez. Parecía un hombre rudo y temperamental, ya no solo por el cansancio acumulado, ni el enfado por el robo de su preciado tesoro. También por su aspecto. Y al final, yo, me había equivocado con él, al menos en parte. Porque podía ser rudo y temperamental, pero aquel hombre, que después de mucho tiempo había sonreído, también tenía un gran corazón.
»Todo ha sido gracias a ti, muchacho, no tienes por qué martirizarte. Me encargaré de darle mis gratitudes a la Aldea en tu nombre, no te preocupes. Cúrate esa herida, anda, y... ven a comer al restaurante cuando quieras. Tienes diez cenas gratis.
Sus palabras eran reconfortantes, pero no terminaban de convencerme. Todos habían hecho bien su trabajo. Yoru, Yuki, Kiara. Todos menos yo, que había metido la pata estrepitosamente en el último momento, cuando ya podía saborear la gloria. Y no solo eso, un shinobi asignado a la guardia de la entrada se había tenido que encargar de terminar la misión por mí. ¿Qué decía eso de mí como shinobi? ¿Podía haber una forma peor de terminar una misión?
—Estaré encantado de ir a visitaros algún dia.
Me guarde mis cavilaciones para mí mismo. No tenía fuerzas para discutir, pero menos con Yogaru, el cual seguramente necesitaba el descanso mucho más que yo. Solo esperaba, después de las caras que me había puesto Mirogata al apresarle, que no me escupiera en la comida. Probablemente no me enteraría, pero ya era la humillación que me faltaba, aunque no sería aquel día.
Cuando consiguiera volver a casa, le daría sus días de vacaciones bien merecidos a Yoru, con su maratón de telenovelas basura y mucha comida. Yuki tendría una última tarea, no me apetecía presentarme en el edificio después de lo sucedido, todavía no tenía el cuerpo para eso, así que lo mande a cobrar la recompensa y luego, también le di vacaciones. Y por último, kiara, aunque había estado solamente vigilando, había hecho su trabajo, así que también le di libertad para hacer lo que quisiera.
Aunque en mi expediente pusiera que la había completado, para mí, aquella misión, había sido un fracaso.
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