Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—¿Unos dibujos en el papel higiénico? —repitió la camarera, estridente—. Se suponía que esto eran ryos. ¡Ryos! Me dio tres billetes de diez, y el muy caradura hasta insistió para me quedase la vuelta. Pero minutos después de que saliera… cuando fui a la caja para dar el cambio, me encontré con esto —La camarera no paraba de sacudir el papel higiénico frente a una Ayame lívida como la cera—. ¡Esto!
«Eso explica por qué están enfadados...» Reflexionó, comenzando a contagiarse de la rabia que expedían los ciudadanos.
—Maldito estúpido... —masculló, apretando los puños.
—¡Brujería! —aulló la mujer de cabellos rizados, con la vena del cuello reverberando como un tambor de guerra.
Pero Ayame sabía bien que no se trataba de brujería. Eran artes ninja, eso sin lugar a dudas. Quizás incluso Genjutsu. Ya había sido testigo varias veces de lo bien que se le daba a Datsue engañar a la gente, después de todo. Aunque no había llegado a desentrañar hasta ahora los misterios de sus actuaciones.
Mientras Ayame meditaba, los clientes de la posada seguían vociferando a viva voz. Y cada grito se clavaba en su mente como un nuevo martillazo.
—¡Una estafa en toda regla, eso es lo que es!
—¡Te pagaremos! ¡Pero debes apresarlo y hacerle pagar! Ya no por el dinero, ¡sino por orgullo!
—¡Que le corte la mano!
—¡QUE LE CORTEN EL CUELLO! ¡MUERTE AL LADRÓN!¡MUERTEEEEEE!
Aquel último alarido le hizo descomponer el rostro en una mueca de dolor. Ayame levantó las manos, pidiendo un instante de calma:
—¡No necesito que me paguéis! —exclamó, tratando de hacerse oír por encima del estruendo. Después se ajustó mejor la bandana sobre la frente—. No os preocupéis, le atraparé y le devolveré aquí para que pague lo que debe. ¡Os lo prometo!
Y, sin esperar siquiera una respuesta, echó a correr a través de la llovizna en la dirección en la que había visto galopar al Uchiha por última vez.
—Maldito Uchiha, esta me la vas a pagar... —mascullaba, con los ojos entrecerrados y las entrañas encendidas en un fuego abrasador.
Por suerte, ella contaba con ventaja. Datsue estaba en su territorio, en su propio país, y no sólo no conocería tan bien aquellas tierras como ella misma sino que además no sabría moverse eficazmente a través de la tormenta. Por si no fuera poco, los pesados cascos del caballo, cargado con dos jinetes (aunque uno de ellos fuera apenas un bebé), dejaba un rastro más que evidente en la tierra embarrada.
Aunque contaba con una evidente desventaja: Datsue iba a caballo y ella a pie. Pero, costara el tiempo que le costara encontrar al Uchiha, estaba más que determinada a hacerlo.
Datsue había ralentizado desde hacía un tiempo la cabalgada de su yegua. Le resultaba terriblemente incómodo mantener una buena velocidad mientras ocupaba una mano en mantener a su hermana pegada a él, por no hablar de la fina lluvia que le golpeaba la cara y se colaba en sus ojos, empañándole la vista. Eso, y el temor de que Tormenta pudiese torcerse o romper una pata por una mala pisada, estando el terreno tan inestable y húmedo.
—¿Nos seguirá alguien? —se preguntó, tras mirar atrás por décima vez. No sabía qué le causaba más angustia, si el hecho de que alguien pudiese estar persiguiéndole en aquellos instantes, o el hecho de no saberlo—. Me parece que tendremos que poner fin a esta angustia, ¿no te parece, hermanita? —dijo, mientras tiraba de las riendas de Tormenta...
...
Tras una hora de persecución, la kunoichi pudo percatarse de dos cosas: la primera, que las huellas dejadas por los cascos de caballo de Datsue se separaban cada vez menos entre ellas, ganando en profundidad; y, la segunda, que lo que había empezado siendo una huida claramente dirigida hacia el norte se escoraba cada vez más hacia el este, como un borracho sin el equilibrio suficiente como para mantenerse en línea recta.
Llegados a cierto punto, donde la hierba crecía a menos de un pie de altura y muy espaciada entre ella, Ayame pudo ver que las huellas se multiplicaban de pronto en un espacio reducido, más profundas que nunca y con la marca de la herradura apuntando incluso hacia la izquierda en un par de ellas. Pese a que después el rastro volvía a normalizarse, de nuevo hacia el norte, la gran percepción de la kunoichi le permitió advertir algo más: unas huellas adicionales nacían en aquel espacio, correspondientes a las dejadas por unas sandalias de la talla 39, aproximadamente, y que se alejaban hacia la izquierda, formando una perpendicular perfecta con la línea formada por el rastro de la yegua.
Tenía, pues, dos posibles caminos entre los que escoger...
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
24/09/2016, 19:15 (Última modificación: 24/09/2016, 19:21 por Aotsuki Ayame.)
Con la lluvia aún salpicando su rostro, y tras un tiempo utilizando toda la potencia de sus piernas para poder correr lo más rápido que era capaz siguiendo las huellas del caballo, Ayame se vio obligada a frenar sus pasos cuando comenzó a sentir un palpitante dolor a la altura del costado.
«Flato... Maldita sea...» Chasqueó la lengua, entre pesadas respiraciones. Pero no permitió que el agotamiento le hiciera detener del todo la marcha.
Por mucho que le pesaran los pulmones, por mucho que su corazón latiera como un furioso tambor, por mucho que el flato se empeñara en apuñalar sus costillas una y otra vez, por mucho que le flaquearan las piernas... estaba dispuesta a encontrar a Datsue. Y no pensaba pararse hasta conseguirlo. Se lo había prometido a las personas de la posada. Y se lo había prometido a sí misma. Aquella iba a ser la última vez que aquel Uchiha le tomara el pelo y la dejara como una estúpida.
Al cabo de un buen rato se dio cuenta de una cosa. Las huellas que habían dejado los cascos del animal cada vez se hundían más en la tierra embarrada y cada vez se separaban menos las unas de las otras.
«Aquí ha frenado.» Comprendió, entrecerrando ligeramente los ojos. Sin embargo, también había un detalle que no lograba comprender: las huellas escoraban hacia la izquierda de una manera muy extraña.
No tuvo mucho tiempo para pensar en ello. Ayame se detuvo de golpe cuando llegó a una zona de la llanura donde la hierba era muy dispersa y apenas sobresalía unos pocos centímetros por encima del suelo, y se encontró de golpe ante una red enmarañada de huellas que parecían multiplicarse entre sí.
«¿Está intentando confundirme?» Pensó, entre agitados jadeos, mientras sus ojos estudiaban minuciosos el terreno. Eso sólo podía significar que sabía, o esperaba, que alguien, o ella misma, le estaba siguiendo.
Las huellas se habían hecho aún más profundas, e incluso algunas de ellas señalaban hacia la izquierda. Más adelante el rastro parecía volverse a normalizarse, dirigiéndose de nuevo hacia el norte; pero había algo más: como si se hubiera bajado de su montura, allí también nacían las huellas dejadas por las zapatillas de una persona y abandonaban la posición del animal para dirigirse hacia la izquierda en una perpendicular perfecta.
Ayame se agachó justo donde nacían aquellas huellas, señalándolas con el dedo índice.
—¿Has abandonado a tu caballo, Datsue? —se preguntó en voz alta, pero enseguida frunció el ceño y echó a correr hacia el norte, siguiendo los cascos del animal.
No. Recordaba lo importante que era aquel animal para el Uchiha. Si no lo fuera, no habría arriesgado tanto por rescatarlo de las manos de aquel mercader en el Puente Kannabi. Toda aquella pantomima debía de ser una estratagema para despistarla en su persecución.
Sin perder demasiado tiempo, Ayame optó por un camino: seguir las huellas dejadas por la yegua. No tuvo que correr demasiado, apenas unos quince metros, para saber que, fuese su decisión acertada o no, algo andaba mal. Y ese algo que andaba mal fue precisamente lo que le zancadilleó el pie en su frenética persecución. Un hilo shinobi, oculto entre la hierba y a apenas unos centímetros del suelo, que cruzaba de lado a lado el camino que recorría la kuno…
¡BOOM!
El fuerte estruendo de un sello explosivo estallando a su izquierda tras el tropiezo. Ayame pudo ver que la explosión se producía a cinco metros de ella, lo suficientemente cerca como para poder asustarla, pero no como para dañarla. Entonces…
¡BAAAM!
El estallido de una bomba sonora a su derecha, que durante unos instantes pareció desgarrarle los oídos y reventarle los tímpanos. Una doble trampa, que por suerte pareció no ir a mayores. Las huellas de la yegua seguían hacia el norte, y Ayame pudo ver como, a unos metros delante del hilo, las pisadas de una persona volvían a surgir, cruzando de Oeste a Este el camino trazado por la kunoichi.
Además, creyó distinguir una figura dibujada en el horizonte…
… Datsue tiró de las riendas de Tormenta y se detuvo, mirando hacia atrás.
—Tú también has oído las dos, ¿verdad? —Su hermana seguía llorando, haciendo caso omiso a su pregunta—. ¡Estamos de enhorabuena, hermanita! Si hubiese sido una explosión y no dos, hubiese querido decir que nuestro perseguidor se habría dado cuenta de mis huellas, siguiéndolas y desactivando una de las trampas… y activando en el proceso la otra. Pero, ¡ja! ¡Quién nos persigue tan sólo es un paleto de pueblo y no Ayame! —exclamó, eufórico, sin imaginar la tercera posibilidad. Porque siempre había una tercera posibilidad—. Pues pongamos fin a esto. Tormenta, tú así, eso es. De lado y dando el mejor perfil a nuestro amado perseguidor. A ti hermanita te tengo que dejar un momento sola encima de la yegua, así que hazme el favor de parar de llorar y sujetarte bien —Su hermana berreó más incluso si cabe que antes, pero pareció mantener el equilibrio. Al menos por el momento—. Y tú, Datsue, al frente. Eeeso es. A diez metros de Tormenta, por si al muy condenado se le ocurre atacar o algo. Alza un poco más ese palo con el trozo de camisa blanca atada en la punta, eso es. Que se vea bien que estás en son de paz. ¡Perfecto! Demonios, mira que me gusta dar órdenes, ¿eh? Qué hasta me las doy a mí mismo, jejeje —Nadie le acompañó en la risa. Incómodo, se aclaró la garganta—. ¡Ejem! Esperamos cinco minutos y si no viene nadie nos piramos, ¿vale? —Nuevamente silencio. Una gota de sudor empezaba a deslizarse por la frente de Datsue cuando Tormenta emitió un suave relincho—. ¡Bien, Tormenta, bien! Ya pensé que me ibas a dejar quedar como un loco, condenado. Menos mal que tú y yo nos entendemos bien, ¿eh?
Como siempre hacía que estaba nervioso, el Uchiha hablaba por los codos. Y es que una cosa era enfrentarse a un posible civil, y una muy distinta que su hermana pudiese salir herida por la tontería. ¿Cómo se le había pasado por la cabeza hacer una cosa así estando con ella?
Chasqueó la lengua. Ahora lo hecho hecho estaba. Tan sólo valía la pena centrarse en el presente...
Acción Oculta: 1
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A mitad de carrera, Ayame tropezó cuando algo tenso y duro se interpuso en la trayectoria de sus piernas y la hizo caer con estrépito contra el suelo embarrado. Y ni siquiera tuvo tiempo para maldecir su mala pata, una violenta explosión a unos pocos metros a su izquierda la hizo encogerse sobre sí misma, asustada. Por suerte, el estallido se había producido a la suficiente distancia como para no llegar a alcanzarla. Pero antes de que pudiera alegrarse por su buena suerte, un desgarrador silbido se clavó perforador en sus tímpanos y Ayame se tapó los oídos con un alarido lastimero.
Después de varios segundos de aturdimiento, Ayame entreabrió los ojos lo justo para ver como, unos pocos metros por delante del hilo, las pisadas de una persona se marcaban en el suelo desde el oeste hacia el este. Fue entonces cuando lo entendió todo.
A lo lejos, una silueta se difuminaba en el horizonte.
—Maldito... Uchiha... —se lamentó, pero el incesante pitido que aún perduraba en sus oídos le impidió oír su propia voz.
Se levantó, asqueada por el barro en sus manos y en su cuerpo y asqueada consigo misma por haber caído en una trampa de aquella manera tan ridícula. Qué diría su padre si la viera en aquel estado...
Apretó los dientes y dejó que un gruñido brotara desde lo más profundo de su pecho. Comenzó a avanzar. Al principio con pasos débiles y tambaleantes, pero enseguida recobró la seguridad y la firmeza y aumentó la velocidad de sus zancadas. Tenía los ojos clavados en un único punto, en su objetivo, al que tan fervientemente había perseguido hasta el momento y que allí se alzaba, a varias decenas de metros y agitando en el aire lo que parecía ser un palo con una tela blanca. Detrás de él se encontraba el caballo, con la pequeña sostenida a duras penas sobre él.
¿Rendición? ¿Esperaba de verdad que se creyera algo así?
—¡¡¡UCHIHA DATSUE!!! —bramó, con toda la fuerza de su voz, iracunda.
Con un raudo movimiento de sus brazos, dos proyectiles volaron a toda velocidad hacia la posición del Uchiha... No. A Hacia un metro a su izquierda y otro a su derecha, respectivamente.
—¡Maldito cobarde! ¡Deja de huir y paga lo que debes a la posada!
—No… —El cuerpo de Datsue retrocedió un paso de manera inconsciente al percatarse de su error—. No… puede ser. La Destructora de Mundos. La Come-Villas y Rompedora de Destinos… Ayame —Una gota de sudor cayó por su frente, disimulada entre las decenas de gotas de lluvia que caían sobre él—. Pero, se suponía que tú no eras… Que tú no eras la que…
El Uchiha cerró la boca nada más oír un grito desgarrador y aterrador proveniente de la jinchuuriki. Algo le decía que estaba enfadada. Muy enfadada. Una terrible emoción que últimamente parecía provocar en todas y cada una de las personas con las que se cruzaba.
—Antes de que… —…me lances dos JODIDOS shurikens, ¡joder! ¡Que llevo la bandera blanca! ¿¡Es que en este mundo ya no se respeta nada!?
Las estrellas metálicas recorrieron las decenas de metros que las separaban de su objetivo y pasaron por encima de Datsue, ya agachado. O, mejor dicho, hubiesen pasado por encima de éste si no se hubiesen separado a un metro a cada lado. El Uchiha había visto tantas veces aquella maniobra en los combates del Torneo que ni siquiera se paró a pensar si aquello era producto de la falta de puntería o, como se temía, por un fino hilo atado a ambos shurikens. Después de todo, estaba hablando de la Campeona del Torneo.
Aprovechando su posición naja, el Uchiha se plantó de rodillas y besó con la frente el suelo embarrado, en un claro gesto de sumisión.
—¡Ayame-chan! ¡Te lo ruego! ¡Ha sido un malentendido! ¡Déja que me explique antes de que te dejes llevar por las emociones y cometas alguna tontería! ¡COMO CUANDO KUSAGAKU…! —Datsue se detuvo de golpe. No porque pensase que hubiese ido demasiado lejos. No porque pensase que estaba rizando demasiado el rizo. Tan solo fue por una cuestión de lógica. Si los shurikens pasaron por encima de su cabeza y siguieron su trayectoria en línea recta…
… Se levantó de pronto y giró la cabeza hacia atrás, temeroso y ávido al mismo tiempo por ver con sus propios ojos lo que había pasado a sus espaldas…
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3/10/2016, 22:26 (Última modificación: 3/10/2016, 22:26 por Aotsuki Ayame.)
Datsue no tardó en reconocerla. Y debió reconocer también la ira que emanaba como su propio calor corporal, porque retrocedió un paso.
—No… —balbuceó—. No… puede ser. La Destructora de Mundos. La Come-Villas y Rompedora de Destinos… Ayame
Ayame apretó sendos puños hasta hacerse daño con las uñas en las palmas de las manos. ¿Por cuánto más iba pensaba tomarle el pelo?
—Antes de que… —comenzó a decir el Uchiha, pero ella no le dejó continuar.
Los dos shuriken recorrieron la distancia que los separaban como dos estrellas fugaces, pero Datsue no se dejó engañar y se agachó a tiempo de que el hilo ninja que los unía terminara enganchado en torno a su cuerpo. Aprovechando su posición, terminó de rodillas sobre el suelo embarrado y apoyó la frente sobre él.
—¡Ayame-chan! ¡Te lo ruego! ¡Ha sido un malentendido! ¡Déja que me explique antes de que te dejes llevar por las emociones y cometas alguna tontería! ¡COMO CUANDO KUSAGAKU…!
Ayame se detuvo en seco, con los ojos entrecerrados en apenas dos rendijas que despedían toda su ira concentrada. El Uchiha se dio la vuelta, aparentemente ajeno a aquella situación. Sería entonces cuando vería que, los dos shuriken que en apariencia habían ido hacia él, habían terminado enrollando su hilo en torno al cuerpo del caballo que le esperaba unos pocos metros a su espalda con su hermana pequeña subida sobre su lomo.
Pero Datsue ni siquiera tendría tiempo de volverse de nuevo hacia Ayame. La kunoichi sabía aprovechar bien las oportunidades que le brindaban, y que el Uchiha se hubiese dado la vuelta de aquella manera tan despreocupada sólo era un regalo caído del cielo para saciar su ira. Ayame apareció súbitamente sobre Datsue con el brazo hinchado de una manera grotescamente antinatural, y, en un movimiento descendente, lo descargó sobre él con lágrimas en los ojos y un grito de rabia contenida sobre él.
Estado de Ayame
• PV:
165/165
–
• CK:
153/185
–
100/100
–
Objetos: Bomba de humo, Hilo shinobi (3 usos), Kunai, Shuriken x3
1 AO revelada: Hilo ninja atado entre los shuriken arrojados
El Sunshin no Jutsu es una técnica basada en un movimiento ultrarrápido, permitiendo a un ninja moverse de cortas a largas distancias a unas velocidades casi imperceptibles. Para un observador cualquiera, resulta como si el usuario se hubiera teletransportado. En ocasiones, se utiliza una pequeña señal para camuflar los movimientos iniciales del usuario. Esta técnica se basa en el uso del chakra para vitalizar temporalmente el cuerpo y moverlo a velocidades extremas. La cantidad de chakra requerida depende en la distancia total y la elevación entre el usuario y el destino. La técnica puede usarse, además, para escapar del campo de batalla. Las diferentes villas tienen variaciones de esta técnica, e incluyen un elemento extra para distraer al oponente. En Konoha, se utiliza un rastro de hojas.
¤ Suiton: Gōsuiwan no Jutsu ¤ Elemento Agua: Técnica del Gran Brazo de Agua - Tipo: Ofensivo - Rango: C - Requisitos:
Hōzuki 25
Suika no Jutsu activado
- Gastos: 18 CK - Daños: Golpe físico o del arma + 30 PV - Efectos adicionales: - - Sellos: - - Velocidad: Moderada - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo
Usando la técnica de la hidratación, el usuario es capaz de concentrar una gran masa de agua en el interior de sus músculos aumentando el tamaño y la fuerza de una extremidad. La humedad es recogida en todo el cuerpo y se comprime en una sola extremidad en un sólo instante. Sin embargo, dado que es esencial controlar apropiadamente el equilibrio de humedad en el interior del cuerpo, el grado de dificultad de esta técnica es muy elevado. La técnica proporciona al usuario una fuerza sobrehumana, capaz de atravesar paredes de roca y derribar puertas de acero.
4/10/2016, 23:49 (Última modificación: 4/10/2016, 23:53 por Uchiha Datsue.)
Datsue sabía muy bien que se le había ido de las manos. Montar todo aquel espectáculo por no pagar unos simples ryos, con huida a caballo incluida y su propia hermana en el regazo era, cuanto menos, esperpéntico. Incluso para alguien como él.
Para empeorar las cosas, el Uchiha había confundido a su perseguidor con un simple civil. Y aquel despiste, aquel simple fallo en sus cálculos, desembocaría en un terremoto cuyo alcance todavía no se sabía, pero que Datsue ya estaba temiendo.
Y es que, por mucho que quisiese, ya no había marcha atrás. No había tiempo para avisarla, ni modo alguno en frenar lo que estaba a punto de suceder. Porque cuando Ayame descargó toda su rabia con un puñetazo capaz de partir el mundo, Datsue mostró su verdadera cara: la falsedad.
Una falsedad literal, pues el cuerpo al que acababa de golpear no era el de Datsue, sino el de un clon. Un clon que, haciendo mérito al nombre de su técnica, estalló en una poderosa explosión flamígera a raíz del potente golpe sufrido por la kunoichi.
La yegua se encabritó y alzó sobre las dos patas traseras ante tremendo estallido, amenazando con tirar al bebé que reposaba en su lomo. O, mas que amenazar, lo hubiese hecho, de no haber estado Datsue sujetándola por la pierna. Y es que el Uchiha había estado todo el tiempo escondido tras el lateral de Tormenta, pegado al lateral de su vientre como una garrapata gracias al control de su chakra.
—¡Arre, Tormenta, arre! —chilló, tratando de mantener sujeta a su hermana con una mano mientras se aupaba en el lomo de Tormenta con la otra. Cosa que consiguió, aunque ni con la décima parte del glamour y elegancia que hubiese pretendido—¡AAAAARREEEEEEE!
Y, de nuevo, Tormenta irrumpió en una frenética galopada hacia el horizonte. Esta vez hacia el este, y con dos shurikens enredados en la espalda de su jinete, quien no paraba de murmurar:
—La he cagado. La he cagado.La he cagado.La he cagado.La he cagado.La he cagado.La he cagado.La he cagado...
Estado de Datsue
• PV:
174/190
–
-8
–
-8
–
• CK:
124/140
–
-36
–
+10
–
+10
–
0 AO
–
Inventario:
Baku [Cuello]
Hitai-ate [Sellada en el cuello]
Kunai x1 x0
Shuriken x1 x0
Sello explosivo de clase C x2 x1[Sellada en la palma de la mano izquierda]
Portaobjetos [Lateral derecho de la espalda, a la altura de la cadera][3/10]
Bomba sonora x1 x0
Bomba de humo x1
Hilo shinobi 2/3
¤ Katon: Bunshin Daibakuha ¤ Elemento Fuego: Gran Explosión del Clon - Tipo: Ofensivo - Rango: A - Requisitos: Katon 40 - Gastos:
Los clones no pueden alejarse más de 20 metros del ejecutor
Explota en un radio de metro y medio (multiplicado x1)
Explota en un radio de tres metros (multiplicado x2)
Explota en un radio de cuatro metros y medio (multiplicado x3)
Similar a la técnica de clonación estándar, esta técnica crea clones de Datsue. Sin embargo, estos clones son copias idénticas, no ilusiones ni imágenes. No replican armas, ni pueden usar técnicas, ni devuelven información al usuario una vez desaparezcan, pero oculto en su interior acumulan millones de partículas de pólvora, listas para combustionar en una violenta explosión. Por este motivo, pueden ser fácilmente diferenciados de una persona por usuarios de Dōjutsu. A deseo del ninja, o tras recibir un golpe lo suficientemente fuerte (10PV o más), la explosión tiene lugar.
El objetivo de esta técnica es engañar al adversario para poder acercarse lo suficiente y explotar. También se puede pegar previamente un sello explosivo a un clon, sumando su daño y alcance a la explosión de fuego.
Shuriken x2: 8PV/Corte Superficial x2 = 16
Katon: Bunshin Daibakuha: 60PV
Realizar un clon para hacerse pasar por él, mientras él permanecía escondido tras Tormenta.
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Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Su puño impactó de lleno en el cuerpo del Uchiha, pero el estallido de júbilo que estalló en su pecho se transformó precisamente en eso. En una explosión. Literalmente.
Ayame cayó al suelo estrepitosamente. La cabeza le daba vueltas. Los oídos le pitaban de una manera desgarradora. Y la piel le ardía como si estuviera en el mismísimo infierno. Pero aún pudo adivinar la silueta del caballo alzándose sobre sus patas traseras.
«Estúpida... ¡Estúpida! ¡¡ESTÚPIDA!! ¡¡¡ESTÚPIDA!!!» Lo único que era capaz de oír, por encima de aquel incesante pitido que le estaba perforando los tímpanos, era su propia voz. Insultándola mentalmente. Maldiciendo su desgracia y su imprudencia.
Y justo cuando el mundo volvía a dibujarse con nitidez ante ella, la sombra del caballo se alejaba a todo galope de nuevo hacia el horizonte. Aquella vez hacia el este.
«Ojalá hubiese inmovilizado aunque fuera al caballo...» Se lamentó, con un gemido lastimero. Intentó levantarse, pero el cuerpo le dolía como si estuviera en carne viva. Y, aún peor que eso, le dolía en el orgullo.
Una lágrima se deslizó por su mejilla.
Ni siquiera tenía ganas de volverse a levantar. Estaba agotada, embarrada de los pies a la cabeza, ensordecida y quemada. Había caído dos veces en una trampa del Uchiha. ¿Y todo por qué?
—Se lo he prometido... a ellos...
¿Pero valía la pena? ¿Valía la pena arriesgar hasta su propio pellejo por unos miserables ryos?
Derrotada y hundida, Ayame se reincorporó con todo su esfuerzo y se llevó una mano al bolsillo de su pantalón, sacó un pequeño monedero de color azul y lo abrió.
—Con esto servirá... —se dijo, cerrando los ojos, tratando de controlar el temblor de rabia que sacudía todo su cuerpo. Y, sin embargo, volvió a abrirlos y dirigió su mirada hacia el este—. ¡¿ASÍ ES COMO PENSABAS DEVOLVERME EL FAVOR?! ¡¡¡COBARDE!!!
Lo había gritado con todas las fuerzas que le quedaban, y aún tuvo que respirar hondo varias veces para recuperar el aliento. ¿Pero qué sentido tenía gritarle al aire? Ni siquiera podía saber si la habría escuchado. Ayame se enjugó las lágrimas como pudo, aunque solo consiguió restregarse aún más barro por la cara, y se dio media vuelta.
—Maldito Uchiha... —pateó una piedra cercana, como si ella hubiese tenido la culpa de todas sus desgracias, y con el peso de su corazón en su pecho comenzó el camino de regreso a la posada.
El cielo, imperturbable, seguía llorando con la misma intensidad, sin parecer importarle lo que sucedía a kilómetros más abajo, donde un Uchiha con la melena suelta se peleaba con los shurikens enredados a su espalda.
Sin embargo, cuando ya estaba a punto de conseguirlo, un chillido potente y agudo llegó hasta sus oídos, helándole la sangre:
—¡¿ASÍ ES COMO PENSABAS DEVOLVERME EL FAVOR?! ¡¡¡COBARDE!!!
Tic. Un pinchazo en el pecho. Del mismo modo en que lo había sentido cuando la había abandonado tras recuperar a Tormenta dos años atrás. De idéntica forma a cuando ella le había recriminado su mofa, un año atrás, en el Gran Torneo de las Tres Aldeas. De hecho, parecía toda una costumbre en la kunoichi, como si solo ella conociese la abertura secreta en su piel de adamantio que conducía hasta su corazón.
—Solo que yo no tengo corazón —se dijo Datsue, mientras rebotaba una y otra vez sobre el lomo de Tormenta—. Lo dejo en casa cada vez que salgo.
Su hermana le apartó la mirada, como decepcionada. Tormenta bajó el ritmo y relinchó, e incluso pareció sacudir la cabeza en señal de negación.
—¿¡Qué!? ¿¡Es qué vosotros también os vais a poner en mi contra!? —preguntó, estridente—. ¡Lo hago por vosotros, chicos! Nada me gustaría más que volver ahí atrás y pagar mi deuda, ¡pero las cosas se han puesto demasiado feas como para que eso sea seguro!
Tormenta relinchó de nuevo.
—Oye, ¡te recuerdo que fuiste tú quién se puso a correr como una loca! —Parecía que esta vez Tormenta no tenía nada que objetar—. Pero se lo recompensaré, os lo prometo. Cumpliré mi promesa y le devolveré el favor. ¡Es más, ya se me está ocurriendo algo! —pese a que la lluvia le golpeaba en la cara, sus ojos se abrieron de par en par, emocionado—. ¡Le salvaré la vida! —rugió, alzando el puño en alto—. Y lo mejor de todo es que ella nunca lo sabrá… ¿Cómo se le llama a eso? Un gesto altruista, ¿no? Ella me estará odiando y repudiando, y mientras tanto yo velaré por su seguridad… ¡como un héroe de los viejos tiempos!
La euforia iluminó el rostro del Uchiha, mientras completaba su huida por estafar un patético plato de comida. Y, pese a que solo era una manera de consolarse, Datsue verdaderamente creía en la idea que se le acababa de ocurrir. Un ingenioso plan, a su parecer, atrevido y peligroso a partes iguales. El problema era que Ayame tenía razón, y el Uchiha era un auténtico cobarde. ¿Se atrevería, pues, a ejecutar su plan?
La próxima vez que se cruzase con un shinobi de Amegakure, lo descubriría…
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Sin embargo, al cabo de varios pasos acompañada sólo por el sonido del silencio y de las tímidas gotas, Ayame cerró los ojos y sacudió la cabeza con energía. ¿De verdad estaba esperando recibir una respuesta a su grito después de todo lo que había pasado? ¿Cómo podía ser tan ingenua?
Apretó el paso, con la vista clavada en las huellas que habían quedado grabadas en el barro y deshaciendo el camino al que aquella alocada persecución le había llevado. Por encima de su tristeza y decepción, ahora se enfrentaba a un sentimiento aún más terrorífico. ¿Cómo iba a presentarse de nuevo en la posada? Les había prometido que les llevaría a Uchiha Datsue para hacerle pagar el dinero estafado, y lo único que había conseguido había sido acabar herida en cuerpo y en orgullo de una manera humillante. Y es que, si contaba la verdad acerca de lo ocurrido, tan sólo conseguiría despertar en las personas de la posada una amarga decepción hacia ella y hacia los shinobi de Amegakure. Pondría en evidencia la eficacia de toda su aldea...
—Ojalá te parta un rayo, maldito Uchiha... —sollozó, con los ojos anegados en lágrimas—. ¡No quiero volver a verte nunca!
Por suerte consiguió deshacerse de ellas para cuando llegó a su destino. Las personas que habían solicitado su ayuda no tardaron ni medio minuto en salir a abordarla de nuevo y Ayame se vio obligada a fingir una cara de valentía que estaba lejos de sentir. Les dio un montón de monedas, lo necesario para pagar un plato de comida y algunos intereses. Y, sin embargo, las preguntas cayeron sobre ella como un pesado aguacero: ¿Dónde estaba el shinobi? ¿Por qué no lo había traído de vuelta para darle su merecido? ¿Qué había pasado? ¿Por qué estaba cubierta de barro y quemaduras?
—Lo siento. Estoy cansada. Me aseguré de darle su merecido y recuperar el dinero. No lo volverá a hacer —aseguraba, una y otra vez, con la mirada clavada en el suelo para que no vieran en sus ojos la sombra de la amarga mentira. En cuanto estuvieron satisfechos con el duro escarmiento que su kunoichi le había dado a aquel malnacido estafador, y cuando tuvo ocasión de hacerlo, volvió a disculparse alegando que estaba muy cansada por el duro enfrentamiento al que se había sometido y solicitó una habitación y un plato de comida caliente.
Iba a necesitarlo para hacer su regreso a Amegakure sin un solo duro en su cartera...
Y más le valía reponerse de sus heridas antes de llegar a casa, si no quería enfrentarse a los inquisitivos ojos de su padre y a las incómodas preguntas de su hermano mayor.