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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Despedida, Invierno del año 217


La figura escuálida y maltratada de Uchiha Akame se movía por los curiosos pasillos del edificio con paso sereno, casi distraído. A cada tanto se paraba en una de las curvaturas que formaban los corredores, allí donde debía haber esquinas; y es que claro, dada la peculiar arquitectura de aquel hospital, aquello era de lo más normal. Tanto personal como internos parecían completamente habituados a moverse por el entramado de pasillos y salas que circunvalaba el núcleo del edificio, que no era otro que el tronco de un enorme árbol centenario. Como todos los edificios en Tane-Shigai, el hospital era único e inimitable, pues en ningún otro sitio de todo Oonindo podía verse así. Akame incluso se había parado a admirarlo antes de entrar, apoyado en la baranda que delimitaba el borde de la enorme plataforma de madera sobre la que estaba construído.

El uzujin vestía ropajes sencillos; camiseta sin mangas de color negro, una chaqueta de cuello alto y abierta a la altura del pecho encima de color azul oscuro, pantalones de color arena y botas ninja altas. No llevaba su bandana de Uzushiogakure pero sí el resto de su equipamiento ninja; espada cruzada a la espalda, portaobjetos en el muslo derecho y en la cintura.

Se detuvo frente a una puerta de las muchas que había en aquel pasillo tras comprobar el número que figuraba sobre ella. «Dos, cero, seis. Es aquí». Llamó con un par de toques de sus huesudos nudillos y luego, sin esperar respuesta, abrió la puerta con decisión.

Vaya vaya, ¡Ralexion Jones, el célebre aventurero y expedicionario! —comentó, socarrón, nada más ver al muchacho que yacía tumbado sobre la cama.

Y es que no había sido la admiración por la peculiar arquitectura del hospital lo que había traído a aquel ninja delgado y de nariz torcida hasta allí.
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#2
Tras la vuelta hasta Tane-Shigai —durante la cual la herida le molestó en todo momento— y su consiguiente ingreso en el hospital, los médicos de la institución se habían ocupado de él con la competencia que cabe esperar de una capital.

No había sido una herida seria, afortunadamente para el moreno. Quien dice "poco seria" dice "con el tratamiento médico necesario no será algo que haga peligrar su vida o deje secuelas". El virote había penetrado hasta rozarle el hueso, desgarrando piel y músculo hasta susodicho punto. El primero estaba perfectamente, así que la movilidad de su extremidad no se vería reducida ni ahora ni en el futuro; sin embargo, necesitó Ninjutsu médico para acelerar la regeneración de los tejidos perdidos y le tuvieron que coser el agujero dejado por el proyectil.

El Uchiha se habría sometido a un tratamiento de regeneración completo, el cual le habría dejado la zona herida como nueva y a él con el alta bajo el brazo en cuestión de horas. No obstante, no podía permitírselo. De haberse acreditado como shinobi de Kusagakure todos los gastos habrían corrido por parte de la aldea —un beneficio de los ninjas del País del Bosque—, pero ni disponía de forma de hacerlo en ese momento —dejó su protector en casa— ni había sido herido mientras estaba de servicio, lo cual le podía generar un buen marrón con el gobierno de Kusagakure en caso de que se destapase el asunto, tanto porque le interrogarían sobre los acontecimientos que le habían llevado a acabar así —y a partir de su testimonio se abriría una investigación sin lugar a dudas, especialmente dada la involucración de un ninja de otra villa— además de disciplinarlo con severidad por haberle desviado un pago a la aldea debido a las consecuencias de una cuestión que no era oficial.

Así que, en resumen, el muchacho debió de conformarse con una solución a medias. El tratamiento Iryō-Nin haría la recuperación mucho más presta y llevadera, pero nada más, el resto de sus cuidados recaían en métodos más tradicionales, tal y como testificaban sus suturas. Debía de pasar un par de días de reposo para que la herida se cerrase mejor antes de que le permitiesen salir de allí. Claro que siempre podía escabullirse por la ventana de su habitación, una tarea sencilla para cualquier shinobi. No obstante, ¿por qué iba a hacerlo? ¿Con qué objetivo? No cargaba con ningún asunto urgente que no pudiese esperar o algo similar. Prefería obedecer a los doctores y asegurarse de que se recuperaba al completo, ahorrándose sorpresas desagradables. En cualquiera de los casos le quedaría una cicatriz. Su primer trofeo de guerra en su existencia como shinobi.

Caer en la cuenta de ese memorable hecho le producía una sensación extraña, algo así como sereno orgullo aderezado con una pizca de acallada angustia.

***

El kusajin se encontraba con el torso desnudo, el amasijo de vendas que le cubría el hombro izquierdo perfectamente visible. En las piernas vestía unos pantalones verdosos de hospital y sus pies se encontraban tan faltos de atavíos como su área superior. Andaba recostado sobre su cama de paciente con la vista perdida en el brillante mundo exterior.

«¿Es esta tu vida a diario, Honōiro?».

El ventanuco de la habitación se mantenía cerrado. El aire invernal todavía resultaba inadecuado para alguien tan falto de ropajes como él, y lo que menos necesitaba en esos momentos era un resfriado. No tenía claro cómo lo lograban los encargados del hospital, pero su habitación mantenía una temperatura agradable a pesar de no disponer de ningún tipo de calefacción visible.

¡Toc, toc! Había alguien en la puerta. El pelinegro dirigió su rostro desde la ventana hasta la entrada del habitáculo, que se encontraba en el extremo contrario.

Entró Akame, feliz y socarrón, con ganas de bromear. Ralexion acabó sonriendo. Lo que el dúo había capeado hacía apenas dos días ahora se le antojaba tan fantástico como gracioso, una anéctota sin desperdicio; de aquellas historias de taberna que nadie cree pero a las que todos los presentes rinden atención con el máximo interés.

Vaya vaya, Akame Raider, el mayor asaltador de tumbas y descifrador de misterios milenarios del sur de Ōnindo —le devolvió la puya—. ¿Qué te traes entre manos ahora? ¿Hay que explorar otra trampa mortal, o has descubierto algo sobre nuestros amigos con las manos largas?
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#3
La chanza de Ralexion le arrancó una carcajada sincera y breve al uzujin. Akame se había esperado un recibimiento peculiar por parte de su ex-guía —al fin y al cabo, le había metido en un lío de mil pares de pelotas, aunque al final hubiese escapado sólo con un virotazo en el hombro—, pero ninguna como aquella. Era de agradecer, para sus intereses claro, que Ralexion tuviera aquel talante jocoso y distendido. Eso lo hacía todo mucho más fácil.

Ah, no, no, suficientes expediciones por ahora —respondió, acercándose a la cama del interno—. En cuanto a tus otras dudas... No y sí.

El Uchiha alzó la vista para mirar por la ventana, admirando las vistas que había de la ciudad desde aquella habitación. «¿Habrá pagado un extra por la ubicación? ¿O será por pertenecer a Kusagakure?» Luego volvió a la realidad, examinando a Ralexion con sus ojos negros.

Lo cierto es que he encontrado el rastro de una de esas alimañas a sueldo —escupió, como si él mismo no fuese un mercenario solo que con mayor cobertura legal—. Y está fresco. Caliente. Esperando a que alguien con un poco de manejo del ancestral arte del Ninshuu, un par de ojos y cuentas que ajustar decida seguirlo.

Esperó unos segundos para ver cómo calaban aquellas palabras en el Uchiha de Kusa. Si bien era cierto que Ralexion no podía tener los mismos motivos que él para querer seguir bajando por aquella madriguera de conejo, Akame pensó que el haber recibido un lindo virote en pleno hombro podía ser chispa suficiente como para prender un sentimiento primario en su pariente; el de la venganza.

De hecho, me aventuraría a decir que he localizado al que te disparó —mintió—. Un muchacho joven, inexperto. Será pan comido.

Entonces el Uchiha se fijó en los copiosos vendajes que sujetaban el hombro de Ralexion.

¿Y eso?
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#4
Entre que Akame charlaba y discurría por la habitación, Ralexion se incorporó y se sentó al borde de la cama que miraba hacia el ventanuco construído sobre el tronco del árbol.

Pretendía seguir involucrado en tan turbio asunto y de ahí su pregunta. A pesar de que el sentido común del muchacho le decía que tomase los libros de Akame y se lavase las manos del tema, no podía. Quizás se debía a su infantil sentido de la curiosidad o quizás tuviese que ver con que su orgullo le dictaminaba el recuperar lo que le habían robado. En cualquiera de los casos, no quería bajarse del metafórico tren todavía.

Ojalá no estuviese siendo un necio y cuando quisiese alejarse de todo ese jaleo aún resultase posible hacerlo...

Y ahora que el aparentemente infalible Akame se personó allí con una pista bajo el brazo y dulces promesas sobre lo sencillo que resultaría dar con uno de esos mercenarios y seguirle la pista, Ralexion sonrió con seguridad. Que hubiese sido precisamente el culpable de su estado físico actual le resultaba indiferente. El daño causado por el virote no le engendraba ganas de venganza, tan solo ansias de recuperar lo que se les había arrebatado y arrancarle de la cara esa grotesca sonrisa al tipo cicatrizado así como a su jefe.

Esto... —le indicó a su colocutor— Es lo que pasa cuando no me puedo identificar como shinobi para que la aldea corra con los gastos y no llevo suficiente dinero encima como para pagarme un tratamiento como dios manda. Me han pegado un poco de Ninjutsu médico para suavizar la recuperación pero lo demás va a ser a base de vendas, puntos y ungüentos normales. Quieren que me quede aquí un par de días para asegurarse de que no se me reabre la herida.

Se encogió de hombros con el rostro neutral y los ojos cerrados. No sabía si el objetivo de Akame podía esperar un par de días o necesitaban ponerse manos a la obra de inmediato. Si se trataba de la segunda opción, Ralexion ya se hacía una buena idea de lo que su pariente diría a continuación. Podría ser que, después de todo, necesitase escabullirse de allí.

¿Y qué pasa con mis libros, Akame-san? ¿Hmm?
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#5
Akame frunció los labios.

Bueno, mírale el lado positivo. Te quedará una cicatriz que niquelada para fardar delante de las muchachitas en Kusagakure —le dijo, riendo acto seguido—. Por lo demás, te ves muy entero. ¿Es la primera vez que te caen a golpes?

Luego el Uchiha comenzó a inspeccionar la habitación, que dicho sea de paso no tenía nada de extraño. Los vendajes que cubrían el hombro de Ralexion lucían aparatosos, pero de todos modos el uzujin no necesitaba —en aquella ocasión— de las capacidades físicas de su pariente para servir a su propósito. Así pues, decidió ir al grano.

Los libros están en mi casa, en Uzushiogakure. Estoy seguro de que podrás darme una dirección a la que enviarlos cuando regrese —respondió despues de un rato, lacónico—. Ahora lo que me interesa es... ¿Estás dispuesto a ayudarme con este tipo? Será fácil localizarle, pero necesito a alguien de tus... Talentos.

Akame imprimió un intencionado tono místico a la última palabra. Aquel kusajin ya había demostrado ser un chico curioso, de ese tipo de personas que no pueden simplemente olvidarse del asunto y volver a casa; de modo que pretendía, otra vez, avivar aquella llama.
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#6
El muchacho enarboló una ceja.

¿Mis talentos? —repitió con incredulidad— No es que me tenga en baja estima, pero he pasado contigo las penurias suficientes para ser consciente de cuando me estás camelando, además de que dudo mucho que disponga de algo de lo que tú no.

Afirmó con los ojos entrecerrados y una actitud de lo más mordaz.

Pero tú dirás qué necesitas.

Sí, iba a picar. Akame no necesitaba andarse con rodeos. La decisón ya estaba tomada, por descuidada que fuese.

El joven se desplazó sobre el colchón y bajó de la cama en su extremo opuesto, entonces se aproximó a una humilde mesilla de noche que yacía junto a la susodicha, a su derecha. Del interior del primero de dos cajones sacó su único pergamino. Lo extendió un poco, no demasiado, y arrancó parte de él. No disponía de pincel con el que escribir, así que en su lugar utilizó el Shikoku Fūin.

El dedo índice derecho de Ralexion comenzó a brillar con un apagado tono dorado. Puso el fragmento sobre la mesilla haciendo uso de su mano libre y con la otra comenzó a tallar la dirección sobre el papel. Escribió los datos de una tienda de víveres que solía frecuentar —la misma a la que había ido para comprar sake antes de toparse con el anuncio de Akame—, localizada en la propia Tane-Shigai. Cuando ese asunto se zanjase iría a avisar al dueño de que por "error" le llegaría un paquete a su nombre y que le concediese el favor de cuidarlo hasta que Ralexion volviese a recogerlo.

Una vez hecho esto, el chakra se disipó y el kusajin se aproximó a su visitante para tenderle el cacho de pergamino.

Más te vale mandar los libros como dices...
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#7
¿Mis talentos? No es que me tenga en baja estima, pero he pasado contigo las penurias suficientes para ser consciente de cuando me estás camelando, además de que dudo mucho que disponga de algo de lo que tú no.

Akame sonrió con un brillo de malicia en la mirada.

Ah, Ralexion-san, en eso te equivocas.

Por el momento el Uchiha optó por no decir más. Dejó que sus palabras calasen en el kusajin, y cuando éste finalmente aceptó la oferta —pese a que la única información de la que disponía era que iban a dar con uno de los mercenarios que les habían emboscado al salir del Templo—, Akame no pudo evitar que una sonrisa se dibujase en su rostro. Quiso decir algo, pelotear un poco a aquel muchacho, lanzarle un halago vacío del tipo "sabía que tenías lo que hay que tener"; pero en lugar de ello, calló.

Dejó hacer a Ralexion, que con movimientos todavía algo cansados sacó un trozo de pergamino y, haciendo uso de una técnica que Akame ya había visto en conocimiento de su Hermano, grabó su dirección. El del Remolino tomó el papelito cuando su pariente se lo ofreció, ojeando con interés lo que en él estaba escrito.

Así que eres estudiante del Fuuinjutsu —dijo de forma desentendida, casi casual, mientras se guardaba el trozo de pergamino en uno de los bolsillos de su pantalón—. Es una disciplina complicada y exigente.

Sea como fuere, parecía que allí ya todo estaba atado y bien atado. El de la Hierba le lanzó unas palabras que hicieron a Akame enarcar una ceja; pero si limitó a asentir con una inclinación de cabeza.

Entonces todo está dicho. Nos veremos esta noche en el hotel donde me alojo. Es ese mismo donde viste mi anuncio hace algunos días.
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#8
Ah, Ralexion-san, en eso te equivocas.

Entornó los ojos todavía más.

Uchiha Akame le caía bien. Bueno, todo lo bien que puede caerle a uno alguien de otra aldea y del que no sabe mucho. Se había portado correctamente con Ralexion y eran familiares, lo cual eran dos puntos de peso a su favor. Sin embargo, al kusajin le resultaba obvio que el referido encubría una agenda privada la cual no iba a revelarle en su totalidad. A pesar de que Ralexion confiaba en que el susodicho no le iba a dejar tirado —en base al enfrentamiento con la serpiente y el encontronazo con los mercenarios—, era consciente de que, al fin y al cabo, en ambas situaciones el chupado uzujin no habría ganado nada abandonándolo a su suerte. Por otra parte, si el dúo se veía en una tesitura en la que su inexperta persona se convirtiese en una carga o Akame le viese alguna ventaja a darle la espalda, quizás otro cuervo cantaría...

En cualquiera de los casos, cuando el de la nariz torcida decía algo a medias el kusajin consideraba que no era menester fiarse de él. Llamémoslo malas primeras impresiones. Pero no disponía de otra opción que amoldarse a los planes de su congénere y descubrir más adelante lo que acarreaban en realidad, motivo por el que guardó silencio.

Así que eres estudiante del Fuuinjutsu. Es una disciplina complicada y exigente.

El pelinegro de Kusagakure se encogió de hombros con una actitud tan indistinta como el tono de su colocutor.

Me dijeron que lo llevaba en la sangre, así que estoy intentando comprobar si es cierto —explicó.

Entonces todo está dicho. Nos veremos esta noche en el hotel donde me alojo. Es ese mismo donde viste mi anuncio hace algunos días.

Entendido, nos veremos allí.

Iba a tener que escabullirse después de todo.

***

El crepúsculo dio paso a la noche. Había llegado el momento de ponerse en marcha.

Se vistió con los mismos ropajes con los que había llegado al hospital. Sobre estos se echó su capa, la cual tapaba el agujero dejado por el endemoniado virote en su túnica. Se armó, posicionando su portador de objetos en la orilla derecha de la retaguardia de su cintura. La totalidad de su limitado arsenal de herramientas se encontraba asegurado en el interior del mencionado.

Abrió el ventanal y se escabulló a través de este, andando verticalmente por el tronco del árbol milenario que servía como cimientos de la institución hospitalaria. Descendió hasta el nivel de una de las plataformas adyacentes y de un salto voló como un fantasma en la noche hasta aterrizar en ella.

«Pan comido, pan comido.».

Desde esa posición emprendió el camino hacia el hospejade de Akame.

Abrió la puerta con cuidado, como si no quisiese llamar la atención de nadie al entrar. Quedó inmóvil tan pronto dio un paso al interior y el portón se cerró tras él. Rastreó con su visión el panorama en búsqueda de la inconfundible figura del Uchiha. «¿Dónde está?».
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#9
Cuando Ralexion ingresó en el hostal, el ambiente no podía ser más festivo y jovial. El bar —situado a la derecha de la recepción principal, tras unas bambalinas de tela blanca— estaba a reventar de gente. Turistas principalmente, que seguramente habrían llegado para celebrar el fin del viejo año y el inicio del nuevo; estaban a apenas una semana de la famosa festividad.

La estancia parecía, así de llena, mucho más amplia que en aquella mañana temprana cuando Ralexion y Akame se encontrasen por primera vez, casi solos en el restaurante. Ahora había mesas por doquier y todas ocupadas, hasta la bandera, por comensales que charlaban animadamente, pedían bebidas a viva voz y degustaban la exquisita gastronomia de Mori no Kuni. Si el de Kusa le echaba una visual detenidamente al lugar, podría hallar —entre los meseros que iban de un lado para otro, las luces que colgaban del techo y los clientes que de tanto en tanto se levantaban para ir al servicio u otros menesteres— una mesa esquinada y particularmente solitaria. Ocupada únicamente por una persona.

Allí estaba Uchiha Akame, degustando lo que parecía ser un pollo asado con guarnición de patatas camperas; toda una exquisitez. Lo acompañaba de una jarra de agua bien llena y una taza de té verde humeante, de la que de vez en cuando tomaba pequeños sorbos.

Tenía el pelo recogido en una coleta que le caía por la espalda, vestía con una chaqueta de color azul marino —y debajo de ésta, una camisa blanca— y unos pantalones negros, con botas del mismo color. No llevaba a la vista su bandana de Uzushiogakure ni sus portaobjetos ninja. Tampoco su viejo ninjatō colgaba a la espalda, de modo que si no fuera porque Ralexion ya le conocía, y a pesar de sus cicatrices y su nariz torcida, nadie podría haber dicho que aquel chico serio y sobrio era un shinobi.
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#10
Uchiha Ralexion no esperaba tal panorama cuando atravesó la puerta, silencioso cual ratón. Sin embargo, la confusión le duró poco. «El maldito fin de año... ¡siempre lo olvido! Ahh... echo de menos el festival de Uji y los pasteles de carne de la señora Fujiwara. La mejor parte de ser tan despistado es que siempre te llevas una agradable sorpresa cuando recuerdas lo bueno.».

Se tomó unos instantes para saborear aquellas vivencias pasadas tan dulces. Entonces echó a caminar con parsimonia entre las mesas, observando con detenimiento el lugar. Al principio temió no dar con Akame dado el jolgorio que había montado en el establecimiento, mas sus dudas se disiparon al ser consciente que la característica figura del uzujin se había ocupado de agenciarse una esquina discreta del restaurante, alejada del tumulto.

Con semblante impasible el genin redirigió el curso de sus pasos hacia la posición de su congénere. Le echó un vistazo al manjar que estaba cenando, ¡vaya!. Aceleró el paso y se sentó frente a él como si se conociesen de toda la vida, brusco, gallardo.

Bueno bueno, Akame-san, cuanto espíritu festivo, ¿no? —comentó con actitud teatrera— Y yo aguantando la comida del hospital.

Esbozó una socarrona sonrisa.
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#11
El aludido saludó a su pariente alzando la taza de té verde que degustaba junto a su cena e inclinando la cabeza en una ligera reverencia, más cargada de sorna que de respeto. Luego le invitó a sentarse con un movimiento amplio de su brazo derecho.

Toma asiento, vamos. Esta cena corre de mi cuenta, al fin y al cabo no puedo evitar sentirme ligeramente culpable de que hayas tenido que pasarte un par de días encamado —dijo Akame, tras deshuesar uno de los muslos del pollo. Era su parte favorita del guiso—. ¿Solomillo de cerdo? ¿Pollo asado? ¿Estofado? ¿Tal vez algo más ligero? Esta noche te conviene estar rápido de pies y manos... Y de estómago —añadió el Uchiha con una sonrisa que ocultaba más de lo que dejaba entrever.

A su alrededor el jolgorio no se detenía, y un grupo de mujeres empezó a cantar junto con los músicos. Tímidamente al principio, con más confianza después, cuando una cuadrilla de jóvenes al otro lado del restaurante empezó a seguir la letra.

No sabía que había tan buen pollo asado por aquí. Es de mis platos favoritos —dijo de repente el uzujin, como intentando rellenar el silencio que se había formado, por momentos, entre ambos—. El té tampoco está mal... Aunque nada que ver con el de las Islas del Té de mi patria. Lo siento.

Soltó una carcajada maliciosa y cómica y tomó un buen trago de agua. Luego pinchó con el tenedor unas cuantas rodajas de papas asadas, un buen trozo de muslo de pollo jugoso a más no poder, y se lo llevó a la boca con gesto de incontenible satisfacción.

Uchiha Akame parecía estar de muy buen humor aquella noche.
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#12
Ralexion cruzó los brazos y se recostó sobre la silla. La actitud de su interlocutor le hizo bufar, mas no paró de sonreír.

Ya vengo cenado de sobra, gracias —indicó a Akame—. Me alegra ver que te gusta nuestra hospitalidad y nuestra comida, Akame-san. ¿Sabes también lo que nos gusta? La gente honesta.

Le dio un tono más solemne y juicioso a sus últimas palabras, expulsándolas de entre sus labios casi con susurros, aportándole un toque dramático a cada una de ellas.

Bromeo, por supuesto —se apresuró a añadir, jovial—. Veo que le estás dando un halo de importancia y misterio a mi cometido; uno bien exagerado, permíteme añadir. ¿Debo de dar por hecho que no me va a gustar lo que tengo que hacer?

Su sonrisa se acrecentó de la misma manera en la que se recostó todavía más contra su asiento. Poco después dirigió la mirada al grupo de mujeres que cantaban, gozosas de una actitud que derrochaba descaro. Aquella escena le hizo sonreir, pero sonrió de una manera distinta a la que hacía con Akame. Era una expresión más sincera, más honesta.
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#13
Akame arqueó una ceja y luego torció los labios en una sonrisa ante el comentario de su pariente. Pese a su aparente jovialidad e inocencia, Ralexion ya le había dejado entrever un par de veces que desconfiaba de la pureza de sus intenciones; «no es para menos, después de ver el lío en el que le he metido», caviló Akame. Sin embargo, no iba a dejar que por ello se le escapase un excelente peón en aquella partida.

Uno que, a pesar de que Ralexion no le hubiera tomado en serio, disponía de una singular habilidad que le sería muy útil.

El Uchiha terminó su cena con tranquilidad y disfrutando cada bocado hasta que el plato quedó completamente limpio de carne y papas. Tan sólo la piel y los huesos del pollo fueron dejados como testigo de la comilona que Akame acababa de darse. Para finalizar tomó un gran trago de agua y apuró el té verde.

Vamos —dijo tras ponerse en pie y dejar un par de billetes sobre la mesa.

El aire de la noche de Invierno le sacudió al salir a la calle. «Si es que esto puede llamarse "calle"». La plataforma sobre la que estaba ubicada el hotel era bastante amplia y conectaba con otras tantas de diverso tamaño y afluencia de gente. El Uchiha dirigió un vistazo a izquierda y derecha, se echó por encima su capa de viaje y empezó a caminar hacia el Norte de la ciudad sin decir palabra. Esperaba que Ralexion le siguiera.

Anduvieron durante unos diez minutos, entre las amplias plataformas de madera, el gentío de la noche de Tane-Shigai y las cúpulas redondas e iridiscentes bajo las inmensas copas de los árboles. Sobre ellas, el cielo nocturno exhibía un brillante manto de estrellas sin Luna. «Mejor», pensó Akame.

Se detuvieron finalmente frente a la puerta de un establecimiento situado en una parte intermedio de Tane-Shigai; la gran mayoría de plataformas y edificios de la ciudad quedaban sobre ellos, pero todavía había algunos más ubicados en las zonas más abajo. El lugar en cuestión —al menos desde fuera— no parecía muy distinto al resto de construcciones de la capital; una esfera de materiales naturales levantada alrededor del grueso tronco de un árbol, con varias ventanas acristaladas desde las cuales la luz interior se filtraba a la oscuridad del exterior.

Es aquí, sin duda —dijo el Uchiha tras echarle un vistazo al cartel identificativo del bar; un niño meando por encima de una de las características barandas que protegían los límites de las plataformas de la ciudad.

Al entrar, un ambiente festivo y cálido les recibió. No se parecía mucho, no obstante, al del restaurante donde Akame había cenado; este era más ruidoso, zafio, y perceptiblemente más cargado de alcohol. Cualquier persona con una nariz podría haberlo notado.

Akame se acercó a la barra y arrimó dos taburetes, esquivando a un par de parroquianos borrachos que volvían a su mesa cargando varias jarras de un licor espeso y amielado. Luego se sentó en uno de ellos y ofreció el otro a Ralexion.

Bueno, Ralexion-san, aquí es donde entran en juego tus peculiares talentos —anunció el del Remolino—. ¿Ves a ese tipo de allí?

El Uchiha señaló con un ligero movimiento de su mentón a una de las mesas más concurridas del local. Alrededor de ella había al menos una docena de personas, que bebían, reían, blasfemaban y jugaban a los dados. El de Kusagakure podría reconocer, entre ellos, la escueta y pálida figura de un muchacho de pelo ralo —rapado por los lados y de punta por en medio a modo de cresta de gallo—, ojos oscuros y bolsa repleta en el cinto. Debía tener unos dieciséis o diecisiete años, pero bebía, insultaba y apostaba como el que más.

Era uno de los mercenarios que les habían asaltado a la salida del Templo, aunque no hubiera sabido decir si se trataba del que abrió fuego contra él.

¿Qué tal si te tomas una copa con nuestro amigo? Parece que hoy está contento, y pese a lo repleto de su bolsa no creo que rechace una invitación —murmuró Akame mientras pedía para sí una jarra de cerveza.
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#14
Marchó a la vera de Akame, dirigiendo miradas a izquierda y derecha de tanto en tanto con la única intención de hacerse una idea de hacia dónde lo dirigía el misterioso Uchiha. Conocía Tane-Shigai, pero no lo suficiente como para preveer una destinación final en base a la ruta seleccionada por su congénere.

Tras rendirse, el kusajin se limitó a mantener su campo visual sobre el frente y seguir la estela del otro. No eran más que dos menudas figuras perdiéndose en un oscuro mar de raíces.

Así se mantuvo Ralexion hasta que arribaron al punto de interés en cuestión.

Es aquí, sin duda —le reveló Akame tras echarle un vistazo al cartel del local. El pelinegro le imitó.

«¿A qué antro de mala muerte me trae este tipo?», se preguntó tras ser testigo del logo de mal gusto que utilizaba la taberna. Se internaron en el interior. «En uno muy malo...», dictaminó el Uchiha de inmediato, arrugando la nariz. La inconfundible fragancia de la embriaguez inundaba hasta el último recoveco de aquella estancia. El muchacho se había criado en un pueblo agrícola en mitad de la nada, e incluso a él le resultaba tosco un ambiente así.

Discurró junto Akame hasta la barra, dirigiendo miradas de desconfianza a sus más cercanas inmediaciones, esquivando a borrachos como si fuesen obstáculos en una carrera. Tomó el taburete que se le ofrecía y barajó el cuestionar los motivos que les habían llevado hasta allí, como bien se podía apreciar dada su expresión. No obstante, el uzujin fue más rápido.

Bueno, Ralexion-san, aquí es donde entran en juego tus peculiares talentos. ¿Ves a ese tipo de allí?

Se le indicó con un gesto sutil y él buscó con la mirada hasta dar con el que Akame se refería. Sus ojos se abrieron durante unos instantes de forma perceptible, denotando la sorpresa e ira enfrascadas del jovencillo. Acto seguido, asintió.

¿Qué tal si te tomas una copa con nuestro amigo? Parece que hoy está contento, y pese a lo repleto de su bolsa no creo que rechace una invitación.

Está bien —accedió tras suspirar—. Espero que no me reconozca.

La visibilidad era reducida durante aquella fatídica noche. Incluso aunque fuese el mercenario en cuestión que apretó el mecanismo de la ballesta —algo de lo que el kusajin no estaba del todo seguro—, quizás no le hubiese apreciado bien. ¿Se dejaría llevar por el juicio de Akame? Sí, al fin y al cabo ya le había llevado hasta allí, mejor rematar el asunto.

Se levantó y tras tomar una copiosa bocanada de aire, el genin se puso en marcha. Puso rumbo hacia la mesa tan repleta de jolgorio. Caminó junto al mercenario y le empujó contra esta como quien no quiere la cosa utilizando la zona izquierda de su cuerpo, como si hubiese perdido el equilibrio. Dio un paso extra hacia delante. Acto seguido, con semblante tan distraído como pasmado, el pelinegro se giró, encarando al que no le debía de sacar más de un año o dos.

¡Hostias, tío, lo siento! —exclamó, buscando llamar su atención si es que no lo había conseguido ya— ¿Te importa si te invito a algo como disculpa?
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#15
Ah...

Akame dejó escapar un suspiro de satisfacción después de beber un largo trago de aquella cerveza tostada que era tan famosa en Tane-Shigai. No es que él fuese un bebedor empedernido, pero se había propuesto empezar a entender de bebidas de verdad como meta de año nuevo. Al fin y al cabo, ¿de qué hablaban si no los jounin del Remolino en sus cantinas favoritas? De bebida, claro. Y Akame estaba decidido a convertirse en el mejor jounin de toda la Aldea. «Por algo hay que empezar», se dijo.

Mientras tanto, Ralexion ponía en marcha su improvisado plan. La primera parte tuvo todo el éxito del mundo; del empellón y a causa del pobre equilibrio del jovencito mercenario —probablemente debido a que ya había tomado algunas jarras de cerveza tostada— casi tiró a éste al suelo. Por fortuna para todos no fue así, y el encuentro se saldó con un ligero traspiés y un choque contra la mesa.

¡Eh, mira por dónde vas! —le replicó el muchacho, visiblemente ebrio.

Más de cerca el kusajin pudo apreciar algunos detalles de su objetivo. Era apenas un poco más alto y corpulento que él, todavía tenía marcas de acné en la cara y, en ese momento, un color rojizo teñía sus mejillas —sin duda debido al alcohol ingerido—. La expresión broncas del joven mercenario se suavizó en cuanto Ralexion ofreció compensarle con una bebida.

Eh... Uh... —el chico miró su propia jarra, a la que todavía le quedaba la mitad del contenido.

¡De un tirón! —gritó de repente uno de los jugadores, señalando al mercenario.

Como si hubieran adivinado sus intenciones, el resto de los parroquianos empezaron a cantar y a aporrear la mesa. "Bebe, bebe, bebe". Presa de la presión de grupo, el chico se empinó la jarra y la terminó de tres largos tragos. Luego aguantó una arcada y dejó el cristal sobre la mesa con un sonoro golpetazo. Los demás parroquianos alrededor de la mesa rompieron a reír y luego siguieron jugando.

V... Venggga, dale.
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

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