28/01/2018, 22:22
Lo que no se esperaba Akame era que su compañero —a quien había metido en infinidad de problemas durante los últimos tres días— quisiera seguir adelante en la oscura senda en la que se estaban adentrando. Ralexion no sólo había sido disparado con una ballesta, sino que había tenido que emborrachar y engañar a un joven de algo más que su edad, que luego había sido torturado y asesinado. Ni siquiera habían incinerado su cuerpo —o lo que quiera que hiciesen en Mori no Kuni con los muertos—, sino que habían quemado los restos en un edificio abandonado de los barrios bajos de la ciudad.
«¿Y aun así quiere seguir?»
Akame estaba intrigado. No por el motivo que llevaba a Ralexion a querer seguir en aquella sórdida aventura, sino porque había demostrado una capacidad de adaptación y aprendizaje nada despreciable. «Quizá en un futuro sí que te envíe un libro de verdad...»
Sea como fuere, en aquella discusión y para fortuna del kusajin, no había argumento que fuese a bajar a Akame de su metafórico burro.
—Mira, Ralexion-san —le soltó, con un suspiro de obstinación—. Entiendo que crees que sabes en lo que te estás metiendo. Pero puedo asegurarte de que te equivocas. Ya me has ayudado suficiente, más que de sobra, llevándome hasta el Templo y ayudándome a capturar a uno de los mercenarios.
El Uchiha negó con la cabeza.
—Pero a partir de aquí es terreno inexplorado. Y estás jodidamente verde. Acepto cargar en mi conciencia con las muertes que me corresponden... —entonces alzó la mirada y compuso una mueca de firmeza—. Pero ni una más.
Queriendo dar por zanjada la discusión, Akame se volteó y empezó a revisar los papeles y las notas que tenía sobre su mesa.
—Te mandaré los libros. Y tranquilo, no pienso dejarme matar.
«¿Y aun así quiere seguir?»
Akame estaba intrigado. No por el motivo que llevaba a Ralexion a querer seguir en aquella sórdida aventura, sino porque había demostrado una capacidad de adaptación y aprendizaje nada despreciable. «Quizá en un futuro sí que te envíe un libro de verdad...»
Sea como fuere, en aquella discusión y para fortuna del kusajin, no había argumento que fuese a bajar a Akame de su metafórico burro.
—Mira, Ralexion-san —le soltó, con un suspiro de obstinación—. Entiendo que crees que sabes en lo que te estás metiendo. Pero puedo asegurarte de que te equivocas. Ya me has ayudado suficiente, más que de sobra, llevándome hasta el Templo y ayudándome a capturar a uno de los mercenarios.
El Uchiha negó con la cabeza.
—Pero a partir de aquí es terreno inexplorado. Y estás jodidamente verde. Acepto cargar en mi conciencia con las muertes que me corresponden... —entonces alzó la mirada y compuso una mueca de firmeza—. Pero ni una más.
Queriendo dar por zanjada la discusión, Akame se volteó y empezó a revisar los papeles y las notas que tenía sobre su mesa.
—Te mandaré los libros. Y tranquilo, no pienso dejarme matar.