Ren por algún motivo, seguramente experiencia, sabía que la anchura de la técnica era bastante menor que su longitud, así que para esquivarla corrió lateralmente huyendo hacia un lado y saliendo de la nube de polvo y del daño. Por suerte, no era algo tan inesperado ni tan inmediato.

Una vez fuera de la polvareda vio como se dirigía hacia ella con el Bokken en la mano. Hana solo sonrió.

— ¿Aún con el Bokken? — no añadió nada más.

Enfundó la Kodachi y volvió a hacer sellos. Esta vez se alzó un muro entre ambas en cuanto acabó la secuencia de cuatro sellos, el muro era inmenso, tenía seis metros de alto y cuatro de ancho. Para sortearlo, Ren debería meterse en la nube de polvo, escalarlo o dar un buen rodeo. Cualquier opción le daría un valioso tiempo a Hana.

Para cuando Ren consiguiese dar la vuelta, no habría una Hana, habría dos, exactamente iguales, ambas con la Kodachi desenfundada. Y ambas atentas a ver por donde aparecía para encararla.

Antes de poder estar a un par de metros de ella; un gran muro se alzó entre ambas, entorpeciéndose entre Ren y su objetivo.

«Maldita sea; solo me entorpece acercarme hasta ella una y otra vez. Si sigue así, no voy a poder alcanzarla» pensó dando un salto atrás. Observó rápidamente el arma entre las puntiagudas rocas, que eran una gran amenaza, recuperarla no era una idea factible; pero darle cuartel a Hana podría ser peor, actuaba más rápida y decidida de lo que Ren se esperaba. Quien lo diría, siempre iba con aquel aspecto de chica desvalida pero desde luego sabía defenderse.

«Cerca, necesito estar cerca. No pudo dejar de atacar o sera mi fin» emprendió entonces la carrera hacia el arma entre las rocas. ¿De qué servía alcanzarla si luego no podía dañarla propiamente? Ya pensaría después como sortear aquel muro y callarle la boca sobre que era poco espabilada.

La nube de polvo se deshizo, quedando visible lo que antes había sido parte del ring y ahora era una combinación de escombros de madera y trozos de rocas. Ren no apareció por ningún lado del muro, en lugar de eso, Hana escuchó los pasos acelerados de la morena, alejandose de ella, como hacía siempre.

Ambas Hanas se asomaron por el lado del muro que daba al estropicio, viendo a Ren acercarse al arma que ella misma había usado para huir. Hana se apoyó en el borde del muro, envainó la Kodachi y volvió a la carga.

— ¿Ya vas a empezar a pelear? Mucho hablar de samurais y cuando estas peleando bajo su atenta mirada te dedicas a huir. Supongo que la cobardía no es solo para cuando estás fuera de combate.

Con los brazos cruzados delante de ella y su clon de pie a su lado mirando con expresión seria, Hana fue a donde más podía doler. Ya era tarde, sentía una aluvión de bilis dentro de ella queriendo derramarse sobre Ren. En el fondo sabía que se iba a arrepentir, que no iba a poder mentir después, no iba a poder negar que en ese momento sabía que le hacia daño. Pero si Ren no había pensado en ella ni un solo segundo mientras la ignoraba y dejaba que se pudriese a solas, Hana no iba a ponerse considerada ahora.

No una, si no dos rubias de Uzu fueron las que hicieron aparición tras el muro, una de estas apoyó la mano sobre la pared y volvió a blasfemar sobre la genin de la lluvia. Pero aquello que se alejaba hacia los escombros, no era más que una copia; como una de las dos, pensó la morena en ese mismo instante.

— ¿Ya vas a empezar a pelear? Mucho hablar de samurais y cuando estas peleando bajo su atenta mirada te dedicas a huir. Supongo que la cobardía no es solo para cuando estás fuera de combate.

Solo la provocaba una y otra vez, sin cesar; y lo conseguía. Podría aguantar uno o dos al principio, pero no tenía la resistencia mental de aguantar tantos seguidos. Pegada a la pared, la autentica Ren la golpeó con el bokken directa en el estómago a la más cercana, y apyovechándo que esta se inclinaría por el dolor, se apoyó para propinarle una patada a la otra que estaba a su lado. Fuera cual fuera la real, le daba igual.

— Por lo menos no llevo un puto osito de peluche a todos lados — vociferó entre las dos Hanas.

Las dos genins querían lo mismo; la sangre de la otra. Pero las palabras estaban haciendo más daño entre ellas que sus propios golpes. Además ¿quién necesitaba una familia en el fragor de la batalla?

Se había dejado llevar por el calor del odio, la ira la había arrastrado a cometer imprudencias y ahora pagaba las consecuencias. La autentica Ren estaba oculta tras su propio muro, usandolo en su contra, la que había salido corriendo habría sido un bunshin y ella se lo había tragado enterito.

— Por lo menos no llevo un puto osito de peluche a todos lados

Tras apoyarse en ella para darle una patada a su clon, le respondió a la puya. Se río, porque no había otra cosa que hacer. El vendaval de golpes no se iba a parar. En cuanto se recuperó del golpe con el Bokken fue directa a ver como podía devolversela. Estaba de espaldas a ella, así que sin pensarselo dos veces, buscó darle un puntapié en la parte trasera de la rodilla, obligandola a arrodillarse.

— ¡Lo llevaba por ti, imbecil!

Su clon, enfrente de la amejin, se había caído de culo por la patada impulsada de Ren, pero para entonces ya estaba de pie y en carrera hacia ella, buscando placarla y tirarla al suelo, estuviese o no arrodillada.

Hana, por su parte, tras golpear, se apartaría, asegurándose que Ren no buscase devolvérselo. La rubia había empezado a sentir que le ardían los ojos, no podía seguir conteniendo todo aquello, toda aquella ira, toda aquella rabia, solo escondía un pozo sin fin de tristeza. Las lágrimas habían empezado a salir sin su permiso, en pleno combate, se mordió el labio, intentando serenarse sin quitarle el ojo de encima a Ren.

— ¡Vamos! ¡A ver ese odio! Dime algo que no sepa, dime algo que sea verdad. ¿Todo esto ha sido para entretenerte? ¿Por información? ¿Por una apuesta?

El caer en el truco de Ren había despertado en ella la misma rabia que cuando había visto que toda su hermandad se desvanecía de buena a primeras por nada. ¿De qué había valido todo lo que habían hablado? ¿Todo lo que habían confesado? ¿Para echarselo en cara ahora? Era absurdo.

Antes de darse cuenta, ya estaba besando el suelo con una copia de esta encima de ella. Ni siquiera le prestó más atención tras la patada, esperaba que se desvaneciera sin más pero aquel cuerpo era tan tangible y pesado como para dificultarle el movimiento; no se trataba de la misma técnica que ella había usado. Le propinó un codazo cuando esta intento retenerla en el suelo; y después entrelazaría los dedos con ella, para evitar que pudiera mover las manos.

— ¡Vamos! ¡A ver ese odio! Dime algo que no sepa, dime algo que sea verdad. ¿Todo esto ha sido para entretenerte? ¿Por información? ¿Por una apuesta? — reprochó con humedos ojos.

— ¡¡NI INFORMACIÓN NI APUESTAS, LO HICE PORQUE TE QUERÍA!! — gritó desde lo más hondo de su quebrado corazón. Un potente flash hizo acto de presencia en ese mismo instante desde la bandana de Ren, quien mantuvo los ojos cerrados; después golpearía con otro puñetazo al clon, para deshacerse de él, y echar en carrera aprovechando el desconcierto contra las afiladas rocas.

Esta vez, era de carne y hueso la que se abalanzó contra las estalagmitas.

Ren se revolvió mientras su clon la mantenía en el suelo, pero Hana estaba concentrada en la respuesta de la morena, en por qué le había hecho todo eso.

— ¡¡NI INFORMACIÓN NI APUESTAS, LO HICE PORQUE TE QUERÍA!!

Lejos de aliviarla, la respuesta le dolió casi tanto como le dolió mirar directamente al destello de luz que nació de la bandana de la amejin.

— ¡¿QUERER?! ¡¿TÚ?! ¿¡Ignorarías sin más a alguien a quien quieres!? ¡¿Abandonarías a alguien a quien quieres?! ¡¿Qué clase de broma macabra es esta, Ren?! ¡¿TE ESTÁS RIENDO DE MÍ?!

Con el codazo y el puñetazo, el clon se había deshecho en gravilla. Escuchó a Ren empezar a correr, alejándose. Esta vez tuvo la seguridad de que era ella la que iba a por su arma. En cuanto pudo ver, Hana fue tras ella, haciendo sellos. Por suerte para la rubia, ella era mucho más rápida en carrera que Ren, así que su técnica entraría en rango antes de que la morena llegase a su espada.

Hana se detuvo un segundo tras realizar los sellos, escupiendo una masa viscosa y ardiente de lava en dirección a la katana, cubriendo el mango y media hoja en un liquido rojizo. En apenas unos segundos enfriaría, pero era tiempo suficiente para que recortase el espacio que le quedaba para llegar a Ren.

Esta vez, una Hana, tan real como su amor por la morena, placaría a Ren, esperando cogerla por sorpresa y tirarla al suelo de nuevo. Lo consiguiese o no, la cogería del cuello de la camisa y la zarandearía con toda la fuerza que podía.

— ¡Dime la verdad! ¡DIMELA! ¡DEJA DE JUGAR CONMIGO, REN! — de sus mejillas nacían dos rios, que desembocaban en su mentón.

Pero en su mirada había ira, le ardía el estomago, fruto de los golpes y de sus ganas de golpear a la morena. Ya no se creía una sola palabra minimamente decente que le hubiese dicho, todo habían sido mentiras. El amor no era eso. El amor no era así. La estaba engañando.

— ¿Por qué, Ren? Yo sí te quería.

Hana era más veloz que ella, y tras recortar distancia, selló por así decirlo su arma; pensaba endurecer su piel para atravesar los afilados picos con un Kikai, pero era demasiado tarde. Ahora le sería imposible sacar el arma de la roca fundida que rápidamente se solidificó. Posteriormente Hana placó a Ren, haciendo que esta se diera un violento golpe contra el suelo, para después ser zarandeada con violencia por la rubia, quien lloraba encima.

— ¡Dime la verdad! ¡DIMELA! ¡DEJA DE JUGAR CONMIGO, REN! — las cristalinas lagrimas caían sobre el rostro de Ren, sucio por los golpes y la tierra que habían levantado; algo de sangre todavía cubría su frente.

Aquel golpe la había dejado completamente atolondrada; la ira había sido el combustible que la había impulsado durante todo el combate, pero aquel golpe fue la gota que colmó el vaso, por muy débil que hubiera sido; su cuerpo no lo aguantaba más. Y con una voz rota, silvante y pausada, pronunció unas últimas palabras antes de quedar inconsciente.


Unas palabras que solo quien estaba a su lado en ese momento, podría escuchar. Cualquier cosa que dijera o hiciera Hana a continuación, quedaría eclipsada por el júbilo de las gradas ante su victoria.

Te odio

Las palabras de Ren penetraron en sus oídos, retumbaron en sus tímpanos y fueron satisfactoriamente convertidas en señales eléctricas que su cerebro pudo interpretar. Lo acababa de decir, era cierto, la odiaba. Aguantó unos segundos, con los dientes apretados. Entonces todos se pudieron percatar de que Ren, con los ojos cerrados e inerte, se había quedado inconsciente.

Hana alzó la mirada, sin soltar la camiseta de Ren. Casi todo el público reaccionaba, de una forma o de otra, seguramente, la mayoría aliviados de que esa mierda de combate hubiese acabado.

Entonces devolvió la mirada a Ren, estaba tranquila, mucho más de lo que había estado en el combate o de lo que estaba la misma Hana.

"No" pensó la rubia con una decisión impropia de ella. "No voy a dejarlo así, tengo que saberlo."

Dejó a Ren con cuidado sobre el suelo, se agachó y posó con suavidad sus ensangrentados labios sobre los de la morena. Fue un segundo, un suspiro, un parpadeo y se levantó. Alzó el brazo en señal de victoria y se alejó del lugar.