Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Riko era un tipo valiente, de eso no cabía duda. Siempre que la situación parecía ser más adversa, él tomaba la delantera; cual capitán de un ejército entero tras su capa de héroe, sólo que en ese momento; lo único que tenía era a un Kaido. Quizás eso bastaba, el escualo había demostrado ser un ninja que a pesar de su corta edad, tenía una buena base acerca de los fundamentos que contempla la profesión de shinobi. Pero aún era inexperto, testarudo y demasiado confiado.
Y Riko era demasiado curioso. ¿Cómo es que decía el dicho?
Ah, claro: La curiosidad mató al ninja
Así pues, la dupla de valientes se acercó hasta los linderos del Torii, pasando las dos llamas de fuego que iluminaban al paso inicial. Cuando pudieron dar la vuelta al arco de madera, se encontraron con un hombre. Sí, un hombre que yacía sobre el suelo, con sus brazos formando un arco ascendente. Tanto las muñecas como los tobillos yacían atados con dos pares de cadenas en extremo pesadas, cuyos eslabones estaban en su mayoría oxidados.
El cautivo apenas lucía algún vestigio de ropa, salvo unos pantalones tan desgastados y sucio como su piel, curtida de tierra y moho. El rostro del hombre también estaba cubierto por una tupida barba, su cabello estaba largo, y su pecho plenamente al descubierto. Con un extraño símbolo, o marca; que le adornaba tanto el hombro izquierdo como el derecho.
Él alzó la cabeza, con apenas energía, y les miró a ambos, con la vista perdida.
El escualo no hizo ni si quiera el además de detener a Riko en su avance hacia el foco del sonido que les había perturbado, de hecho, le siguió, dándole apoyo que era todo lo que necesitaba por lo que rápidamente se encontraron a la altura del torii, sobrepasando las dos llamas que alumbraban el lugar.
—A-ayuda...
El Senju abrió los ojos de par en par, un hombre estaba allí, encadenado de pies y manos y, al parecer, llevaba mucho tiempo allí encerrado, ya que su ropa, piel y cabellos se encontraban tremendamente sucios y parecía estar totalmente falto de fuerzas.
— ¡Vamos Kaido! — Se apresuró a decir el genin de Uzushiogakure, aproximándose a la carrera al cautivo. — ¿Qué haces aquí? ¿Estás bien? — Sabía que aquellas preguntas no tenían prácticamente ningún sentido, pero quería intentar que el hombre se sintiera un poco más protegido interesándose por él.
El peliblanco entonces pasó a inspeccionar las cadenas que lo aprisionaban, claramente oxidadas por lo que un golpe lo suficientemente fuerte sería capaz de romperlas, o eso pensaba él, por lo que rápidamente acudió a su acompañante.
— Kaido, tenemos que romper las cadenas, no parecen muy resistentes, quizás si les damos un golpe muy fuerte las rompamos... — Sugirió el Senju, recordando el fuerte puñetazo que le había propinado el amenio al escorpión en la anterior aventura que tuvieron juntos.
La revelación impulsó a Riko a acercarse sin miramientos al desconocido, en pro de socorrerle. Preguntó al hombre si se encontraba bien, y además, qué hacía ahí; pero no tuvo la aparente fortaleza para responder a sus interrogantes que le llegaban a su oído como balas. Mientras tanto el peliblanco inspeccionaba las cadenas que sujetaban sin contemplación al cautivo —de doble hierro, de eslabones en extremo fuertes y pesados— y dedujo, erróneamente, que las mismas se econtraban debilitadas. Y la deducción era errada no por las cadenas per sé, sino más bien por las inscripciones en forma de fórmulas que abrazaban los extremos más altos de metal, concluyendo en dos pares de sellos con el Kanji de Kankin 監禁
Kaido observó aquello, y dio dos pasos atrás.
—Oye, no sé tú; pero y si... ¿ese tipo está aquí por una buena razón? —indagó, por un lado. Existían dos posibilidades: que mereciera estar ahí, y que no. El hombre, evidentemente, abogaría por la segunda.
—Me quieren asesinar. ¡os lo ruego, libérenme! yo... yo no merezco ésto.
—¿quién te encerró aquí?
—Los monjes de mi templo. Mis hermanos, mi... familia.
Kaido miró a Riko, ligeramente consternado. Su rostro demostraba su evidente posición respecto al asunto: y es que creía más conveniente dejar a ese hombre en dónde lo habían encontrado, sin meter las narices en indagar respecto a su cautiverio. Porque ese hombre podía ser alguien peligroso, o por el contrario; los peligrosos serian aquellos que lo encerraron.
—Oye, no sé tú; pero y si... ¿ese tipo está aquí por una buena razón?
El escualo, al contrario que Riko parecía ser más cuidadoso y, en cierto modo, era lo mejor, no sabían por qué se encontraba allí aquel hombre, no sabían quién lo había encerrado y desde luego, no sabían si podían confiar en él por lo que el Senju agachó la cabeza, algo abatido, no le gustaba la idea de abandonar a aquel hombre allí pero quizás...
—Me quieren asesinar. ¡os lo ruego, libérenme! yo... yo no merezco ésto.
La voz del hombre parecía realmente asustada, si de verdad mereciera estar allí no sería capaz de fingir tal estado, o al menos, eso es lo que el peliblanco pensaba, por lo que volvió a levantar la cabeza, mirando al encadenado y posteriormente a su acompañante, quien preguntó al hombre quien le había encerrado y le miró cuando éste le respondió.
— De... ¿de verdad crees que deberíamos dejarlo aquí? Es posible que se merezca estar aqui pero... también es posible que no lo merezca... — Empezó el muchacho con voz triste. — ¿Por qué te encerraron aquí? — Le preguntó directamente al hombre.
—¡No lo sé, no lo sé! —espetó, y con una furia acrecentada, las cadenas se movieron nuevamente; inundando la cueva con el inminente sonido de la desesperación—. retiren los sellos, por favor... no me dejéis morir, os lo ruego.
Un clic en la cabeza del escualo le hizo entender que aquellos sellos, desde luego, era lo que lo mantenía atado sin posibilidad de escapar. Se trataría, quizás, de alguna fórmula de fuuinjutsu en su forma más simple, con cuatro piezas de papel manteniendo el chakra de la probable técnica de aprisionamiento. El hombre señaló ese detalle de inmediato, por lo que al parecer sabía el cómo lo habían reducido al estado tan deplorable en el que se encontraba ahora. ¿Pero quién habría sido él en sus tiempos de gloria como para que hiciera falta una técnica de sellado? ¿quién era ese hombre?
—Bueno, veamos; tú quita los de allá y y... ¡¡cuidado!
Kaido rápidamente elongó su brazo izquierdo y de su portaobjetos arrojaría un kunai, que desviaría el arma que se acercaba rápida y peligrosamente hacia la espalda de su compañero, cayendo muy cerca de donde el cautivo se encontraba encadenado. El sonido de los metales chocar rápidamente se disipó, y dio paso a una figura envuelta en una túnica negra que se acercó a paso agigantado hacia Kaido, ahora, con un arma filosa entre las manos. La espada intentaría dar una buena puñalada en el torso del tiburón, pero éste respondería con un salto de amplitud hasta su retaguardia, recuperando la Kodachi y haciendo frente al otro desconocido que con tanto fanatismo intentaba dejarle fuera de combate.
—¡Fuera, fuera de éste santuario! ¡no saben quién ese ese hombre y lo peligroso que es!
Sus espadas chocaron, una y otra vez. El único en plena libertad era Riko, quien tendría que decidir con prontitud cuál era la forma más sensata de actuar según la situación. Kaido, enfrentando a una nueva figura que recién aparecía, y el hombre aún retenido.
—¡No lo sé, no lo sé! retiren los sellos, por favor... no me dejéis morir, os lo ruego.
Al parecer no eran las cadenas lo que lo retenían allí encadenado, si no unas fórmulas de sellos que, por alguna razón, alguien había creído necesarias para hacer que aquel hombre permaneciera encerrado, lo cual podía ser una muestra del poder del encadenado y que provocó que Riko se replanteara momentáneamente las cosas. —Bueno, veamos; tú quita los de allá y y... ¡¡cuidado!
El Senju se disponía a retirar los sellos cuando la voz del escualo llamó su atención e, instantáneamente escuchó el sonido de dos metales chocando, haciendo que las armas cayeran cerca del prisionero y, por si acaso, el peliblanco decidió que lo mejor era recogerlas, para evitar males mayores a los que ya tenían, que no eran pocos. Kaido se enfrentaba en un duelo a espadas con la figura que acababa de aparecer, tratando de matarlos y el Senju, nervioso, se decidió a hablar.
— No queremos hacer ningún mal, acabamos aquí de pura casualidad y vimos a este hombre encadenado, no sabemos quién es ni por qué esta aquí, quizás nos pueda explicar esas cosas usted. — Vociferó el genin, tratando de que Kaido y el nuevo dejaran de pelear en ese preciso instante y, si no era así, tomaría parte en el asunto ayudando a su compañero en la pelea.
Sus espadas chocaron una vez más, y la mano del tiburón salió despedida hacia su costado; inhabilitado. El movimiento acompañó otra acometida, ésta vez dirigida directa hacia su cuello; avance que se detuvo cuando la voz de Riko compartiendo sus motivaciones le obligó a detenerse.
El cuello del escualo detuvo ligeramente el filo, y sangró un poco.
—No queremos hacer ningún mal, acabamos aquí de pura casualidad y vimos a este hombre encadenado, no sabemos quién es ni por qué esta aquí, quizás nos pueda explicar esas cosas usted.
—¡No hay nada que explicar, crío! sencillamente no debéis estar aquí, esta tumba ha estado sellada por dos años y deberá continuar así hasta el fin de los días de ese hombre. Ha sido sentenciado a pasar el resto de su vida en el lugar donde cometió los actos más atroces, y no debe ser liberado bajo ninguna circunstancia. ¡Bajo ninguna, lo entendéis!
Por detrás de Riko se escuchó una risilla siniestra.
—¿El... resto de mis días, dices? —y antes de que pudiera decir algo más, sus brazos, y por tanto; las cadenas yacían ahora envueltas alrededor del cuerpucho de Riko, que se vería sometido al frío y mórbido abrazo del aparente criminal, quien ya no lucía tan decaído como había fingido antes—. qué suerte que hay espacio suficiente para los cuatro.
—¡Mierda, suéltalo hijo de puta!
El Uzujin comenzó a sentir, de pronto, como sus energías dejaban su cuerpo. Era como si se hubiese molestado en realizar al menos dos técnicas de ninjutsu, pero evidentemente, sus manos no habían ejecutado ningún sello por decisión propia. Lo verdaderamente interesante fue que, mientras su cuerpo se sentía cada vez más y más debilitado, el cuerpo de aquel hombre desconocido crecía de manera absurda, convirtiéndose de pronto en esta masa musculosa y sucia de casi dos metros.
Su enorme brazo soltó a Riko, y lo dejó postrado en el suelo. Arqueó su cuerpo, y entonces entendió que el chakra robado no le permitiría romper el sellado, pero sí moverse aún con las cadenas atándole las extremidades. Los eslabones temblaron, uno a uno, y cada anillo de seguridad se fue rompiendo junto a las visagras que le unían a las paredes rocosas.
—¡No hay nada que explicar, crío! sencillamente no debéis estar aquí, esta tumba ha estado sellada por dos años y deberá continuar así hasta el fin de los días de ese hombre. Ha sido sentenciado a pasar el resto de su vida en el lugar donde cometió los actos más atroces, y no debe ser liberado bajo ninguna circunstancia. ¡Bajo ninguna, lo entendéis!
Aquel hombre, desde luego parecía realmente seguro de que aquel hombre no debía de salir de allí, debido a que, según decía, había cometido los más terribles actos y, en ese momento, el peliblanco se dispuso a mirar al encadenado, para ver la cara que había puesto ante las acusaciones, pero en vez de eso sintió el frío abrazo del acero rodeando todo su cuerpo.
—¿El... resto de mis días, dices? qué suerte que hay espacio suficiente para los cuatro.
Riko alcanzó a escuchar unas palabras no demasiado bonitas que provenían de su compañero pero, en ese momento, algo más le preocupaba, de repente empezó a sentir como si las fuerzas le estuvieran siendo arrancadas a la fuerza, se sentía cada vez más cansado mientras que, por otro lado, el hombre que lo aprisionaba comenzaba a crecer de maera ridícula.
— ¿Pe-pero qué... me estás... haciendo...? — Cuando el hombre le soltó sintió como sus piernas le fallaban momentáneamente y calló al suelo de lleno, mientras escuchaba como las cadenas se iban rompiendo poco a poco por la fuerza que aquel hombre atesoraba.
«Maldito cabrón...»
Y rápidamente realizó un único sello, se volteó, encarando al hombre encadenado y una bola de agua salió disparada hacia su cuerpo con toda la intención de dañarlo lo más posible.
PV:
130/130
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CK:
74/160
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-50
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-36
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¤ Suiton: Teppōdama ¤ Elemento Agua: Esfera Bala - Tipo: Ofensivo - Rango: C - Requisitos: Suiton 30 - Gastos: 36 CK - Daños: 60 PV - Efectos adicionales:(Suiton 80) El usuario puede reducir un nivel la velocidad de la bala para lanzarla en una parábola - Sellos: Tigre - Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones: La bola de agua mide 1 metro de diámetro, y alcanza los 15 metros antes de estallar si no impacta contra algo
El usuario acumula chakra y lo convierte en agua, escupiéndolo en forma de bolas de agua muy condensada. Se dice que la velocidad de esta técnica hace que el impacto de la esfera acuática sea similar al de una bala de cañón. Es posible disparar varias seguidas, si el usuario decide gastar más chakra, aunque tiene que esperar unos segundos entre un lanzamiento y otro.
—¡Kyoraku, detente ahora mismo! ¡has honor a tu sentencia y detén ésta locura —espetó el desconocido, revelando el nombre de aquella bestia que yacía erguida apoteósicamente sobre Riko. Kaido, sin embargo, se mantuvo ligeramente flexionado, y su chakra circunvaló hacia sus piernas por si necesitaba moverse de la manera más rápida posible.
—La locura es parte de mi, hermano. Por eso me habéis encerrado aquí en primer lugar, ¿o es que no lo recuerdas? déjame refrescarte la memoria. Padre, madre, y todos los miembros del templo, reunidos como familia. Compartiendo la última cena antes de que mi espada atravesara cada uno de sus corazones. Murieron sin honor, y los he visto podrirse frente a mí, así como tú has querido. ¿Crees que ha sido una pena que me haya molestado? ¡Lo he disfrutado, he disfrutado cada minuto, cada hora y cada mes, de cada gusano que comía sus carnes! ¡y ahora disfrutaré viendo cómo tu cuerpo se descompone, Kyojinta!
Riko, sin embargo, tuvo la idea de aprovechar aquella enfática charla para hacer uso de sus reservas de chakra, ligeramente mermadas por Kyoraku, y sacarse de la manga una poderosa técnica de agua que le impactaría de lleno en el torso y le haría retroceder apenas un paso. Un paso, que de pronto volvió a avanzar, aunque ésta vez a una velocidad abrumadora, con ambos puños como martillo dirigiéndose peligrosamente hacia el cogote del uzujin. Para la suerte de Riko, no obstante, un intenso clanc y algunas gotas de sangre fue lo que pudo percibir cuando abriera los ojos, y vería, además, a Kaido, sosteniendo su Kodachi por encima de sus hombros.
El filo del arma del Hozuki habría detenido los puños de la bestia, había evitado que Riko fuera aplastado.
—¡Muévete, muévete! ¡no aguantaré mucho tiempo!
Kyojinta apareció poco después, tomando a Riko de los brazos. Y le movió hacia una zona segura. De donde vería, además, como los enormes puños terminarían de aplastar a Kaido, hasta que su cuerpo desapareció en lo más profundo de aquel lago que inundaba la cueva...
Los hombres eran conocidos, tanto que incluso le pareció escuchar como el grandullón llamaba al otro hermano, y empezaba a rememorarle lo que le había llevado a estar allí encerrado y, a cada palabra, el odio de Riko iba aumentando hacia aquel hombre que se llamaba Kyoraku por lo que, aprovechando la situación, lanzó su técnica, que impactaría de lleno en el hombre.
Una ligera sonrisa se esbozó en el rostro del peliblanco, una sonrisa que se borraría de inmediato, al ver como el encadenado ni si quiera parecía haber sufrido el impacto y rápidamente se lanzó al ataque, dispuesto a aplastar al uzunés como a una mosca, y éste, indefenso se limitó a cerrar los ojos, aceptando su destino.
—¡Muévete, muévete! ¡no aguantaré mucho tiempo!
Abrió su ojo derecho y vio como el escualo había frenado el ataque y, de repente Kyojinta agarró al Senju de los brazos, alejándolo del lugar mientras Kaido trataba de aguantar lo máximo posible hasta que, por lógica, la fuerza de Kyoraku pudo a la de Kaido, aplastándolo.
—¡NOOOOOO, KAIDOOOOOOO! — Gritó el uzunés desesperado, pero sin las fuerzas necesarias como para lanzarse al ataque. — ¡¡HAZ ALGO JODER!! — Le espetó a Kyojinta, si había conseguido encerrarlo una vez, podría volver a conseguirlo.
Kyoraku rió a carcajadas, y su rostro se volvió lúgubre. Su intención era a matar, y según lo había conseguido: ni rastro de Kaido, o de su espada.
Ahora quedaban sólo Riko, y Kyojinta, quien ahora, a la lejanía, trataba de mantener la calma.
—Os lo he dicho, no teníais que estar aquí... tu amigo, lamentablemente, ha pagado el precio —comentó, sin tapujos. No quedaba más que seguir remando, a pesar de la pérdida—. no nos queda más opción que la de obligarle a consumir el chakra que te robó, y evitar que absorba más de nosotros. Kyoraku no puede usar el chakra como nosotros, no tiene una fuente de la cual tirar, sino que aprendió una técnica con la cual puede absorberlo de otros y usarlo a su favor. Antes de encerrarlo, le hemos dejado sólo la vitalidad suficiente para que pagara la sentencia impuesta por el templo, pero creo que ha estado absorbiendo minuciosamente el chakra de los sellos a través de las cadenas, a cuentagotas.
Kyojinta volteó a ver a los Kanjis, y comprendió que aún no cedían completamente.
—Tenemos dos opciones, o lo matamos... o volvemos a restaurar el chakra de los sellos para que las cadenas lo inmovilicen como es debido.
—Venid aquí, escorias... les daré una muestra de mi poder.
—Os lo he dicho, no teníais que estar aquí... tu amigo, lamentablemente, ha pagado el precio. No nos queda más opción que la de obligarle a consumir el chakra que te robó, y evitar que absorba más de nosotros. Kyoraku no puede usar el chakra como nosotros, no tiene una fuente de la cual tirar, sino que aprendió una técnica con la cual puede absorberlo de otros y usarlo a su favor. Antes de encerrarlo, le hemos dejado sólo la vitalidad suficiente para que pagara la sentencia impuesta por el templo, pero creo que ha estado absorbiendo minuciosamente el chakra de los sellos a través de las cadenas, a cuentagotas.
Kaido había desaparecido, le había desintegrado con la fuerza de sus puños, por lo que no había que subestimarle en absoluto, tenía una fuerza increíble y aunque aún estuviera encadenado, parecía que iba a ser muy peligroso acercarse a él lo más mínimo, pues podía absorber chakra de otras personas.
— E-Está bien, ¿y como restauramos el chakra de los sellos? — Preguntó el Senju, con un hilillo de voz mientras contemplaba al monstruo que habían desatado, y todo por su culpa, por haberse descuidado, por su culpa Kaido ahora estaba... «Joder, soy imbécil, por intentar ser buena persona...» Pero estaba decidido, aquel hombre no iba a salir de allí, y él se encargaría de ello personalmente.
—Bueno, tendría que hacerlo yo, así que intentemos distraerlo para que se centre en ti mientras yo me ocupo de ello. Sólo trata de no morir.
Así pues, Kyojinta se abalanzó por encima de la superficie de agua y se acercó hasta Kyoraku, que le recibió con una buena serie de golpes consecutivos que su hermano esquivaría de la manera más apropiada, intentando encajarle un par de cortes alrededor del inmenso torso que yacía dispuesto frente a él. Estaba claro que aquella masa corporal le hacía ligeramente más lento, así que Kyojinta sí que pudo reducir la vitalidad del hombre ligeramente, abriéndole incluso una ventana a Riko para que él ejecutara los movimientos que considerase oportuno.
—Bueno, tendría que hacerlo yo, así que intentemos distraerlo para que se centre en ti mientras yo me ocupo de ello. Sólo trata de no morir.
Riko asintió, sin poder evitar que un escalofrío le recorriese el cuerpo de arriba abajo, la simple imagen de como Kaido había desaparecido le convencía de no acercarse a aquel hombre pero, dada la situación y puesto que la culpa era suya, tenía que tomar cartas en el asunto.
Kyojinta se lanzó a la carrera, con una agilidad envidiable fue capaz de esquivar todos los golpes de su hermano y de propinarle un par de corte, y, a su vez, le dio a Riko el tiempo necesario para preparar un ataque. Dos Rikos salieron corriendo cada uno por uno de los flanco de Kyoraku tratando de rodearle, mientras que sostenían cada uno el extremo de un hilo shinobi, tratando así de inmovilizarlo, aunque fuera por un poco de tiempo.
Dos réplicas se dirigieron a paso firme hacia el monstruo, tratando de envolverlo en hilos ninja mientras éste estaba distraído con Kyojinta. El macizo, sin embargo, se dejó hundir en el lago, y las cadenas se movieron por debajo del agua como si se tratase de un buen par de aletas que le delataran en sus movimientos.
Lo que Riko no notaría, sin embargo, es que los movimientos de ambas cadenas no correspondían con su posición real, siendo que las cadenas se mantenían erguidas y móvil sólo por el uso de su chakra, como treta.
Kyoraku apareció detrás de Riko, y le propino sendo golpe por la espalda, cargado de chakra.