Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Cuando su mirada bajó momentáneamente, pudo ver algo que destacaba en el suelo sobre cualquier otra cosa. Una mancha roja con forma de flecha que indicaba una dirección. Aquella gente era lo suficientemente imbécil como para dejar una marca así en un lugar público, que podía atraer a cualquier agente de la ley sin pensárselo dos veces. Ren caminó siguiendo las señales, con las pupilas excesivamente retraídas, apretando los dientes y sus puños hasta el punto que los primeros parecían estar a punto de rechinar.
Finalmente, pareció dar con algo parecido a un almacén, con una persona apostada al lado de la entrada junto a un arma. Ren avanzó varios pasos, hasta quedar a cierta distancia de él.
— ¿Dónde está? Dímelo ahora mismo — respondió con una gran mueca de enfado en su rostro, y un tono excesivamente serio que no encajaba con ella.
Hana estaba en peligro, pero las ganas que tenía de cruzarle la cara al primero que se encontrara a la primera de cambio, solo iba en aumento.
¤ Autoridad de la Tormenta - Legado de:Amekoro Yui en el año 200 - Requisitos: Pertenecer a Amegakure
La historia de Amekoro Yui, que ajustició sin remordimientos a todos los ninjas que apoyaron al traidor que acabó con la vida de Ruichi Yuukaito, es conocida por todo Oonindo. Se cuentan historias —ciertas o no— sobre la poca piedad que se tiene en la Lluvia con los traidores y desleales. Eso, sumado a la reputación de sus ninjas como tenaces e implacables, hace que el usuario disponga de una bonificación de 20 puntos a Carisma a efectos de causar intimidación (por su complexión, el uso de su Poder, o la exhibición de la mejor de sus sonrisas amejin), excepto ante shinobi y kunoichi de la misma aldea. Además, los civiles del País de la Tormenta tienden a respetar más la autoridad de sus ninjas.
Viendo que la kunoichi venía visiblemente enfadada, el hombre golpeó la puerta de inmediato. Por suerte, Ren se paró antes de que le diese un paro cardiaco al pobre guarda, que volvió a sonreir, esta vez con una sonrisa temblorosa.
— Está dentro, si no quieres que le pase nada, será mejor que entres desarmada. ¡No nos tomes por tontos!
Parecía haber hecho acopio de todo el valor de su vida para decir aquellas palabras.
Ante sus palabras, Ren le mantuvo la mirada sin pestañear. Comenzó a caminar, y desenfundó su espada para ni siquiera ojear el filo. Después, la alzaría, para tras arquear el brazo, lanzarlo contra la pared sobre la que estaba apostado aquel hombre, dejando la espada clavada en la pared. No le dirigiría otra vez la mirada, tan solo caminaría, y si le obligaba a deshacerse también de la vaina, simplemente desharía el nudo que la mantenía atada en la cintura mientras caía al suelo sin volver a ser observada.
Ren abriría la puerta de golpe, con los ojos abiertos como platos y el bello de su cuerpo ligeramente erizado. Al ser buena mañana, entraba bastante luz por la puerta que había abierto, dejando seguramente tan solo su figura en negro, mientras el blanco de sus ojos brillaba por el reflejo de la luz sobre cualquier superficie. Sus pupilas, afiladas y finas como las de un gato, terminaban de ensamblar su figura.
Aquel hombre no le diría nada de la vaina, ni siquiera le daría respuesta alguna. Se apartó cuando Ren tiro la espada a su lado y se quedó helado en el sitio, acojonado. Él ya había hecho su trabajo, que era avisar cuando apareciese, ahora le tocaba a los de dentro a lidiar con ella.
Cuando Ren abriese la puerta, vería a tres hombres alrededor de una mesa de madera, dos de ellos de pie y con una mano en sus armas y un tercero sentado en el extremo opuesto a la kunoichi, recogiendo las cartas con las que habían estado jugando hasta ahora.
Alzó su mirada para buscar la de Ren.
— Bienvenida, Vigilante Nocturno.
Detrás de ese hombre había una puerta cerrada y de ella se escuchaban golpes y gemidos de lucha. Una voz salió de ella.
Uno, dos y hasta tres personas la esperaban en el interior. Dos de ellos iban visiblemente armados, y un tercero parecía estar bastante más relajado mientras terminaba de recoger las cartas con las que parecían estar matandoel tiempo hasta que Ren apareciera.
— Bienvenida, Vigilante Nocturno. — dijo tras terminar de recoger la baraja.
— Yo no soy... — Respondió casi sin abrir la boca con el ceño fruncido, para ser interrumpida por unos gritos.
Aquello la hizo voltear la mirada en el instante a la puerta tras él de la cual salían. No podía identificar esos gritos, o si eran de Hana todavía no podía. Pero era obvio que fue la primera persona en la que pensó. Apretó uno de sus puños, hasta el punto de clavarse las uñas en la palma de la mano mientras fijaba la mirada en aquel hombre. Su pupila, fina como al de un felino a la defensiva en pleno día de verano, mostraba parte de su ira. Estaba casi al límite, y si escuchaba cualquier cosa que no le agradaba, podría llegar a perder por completo los estribos.
El hombre acabo de recoger y la volvió a mirar con seriedad.
— No trates de negarlo, te hemos visto salir del callejón después de que entrase el enmascarado. La soltaremos después de que hagas... Ciertos encargos para nosotros.
De la habitación tras él no salió un solo sonido más. Todos seguían en tensión ante la actitud de Ren, era cuestión de tiempo que algo explotase.
— No trates de negarlo, te hemos visto salir del callejón después de que entrase el enmascarado. La soltaremos después de que hagas... Ciertos encargos para nosotros.
Ren no desvió la mirada de sus ojos en ningún momento. La habían confundido por Hana, y querían utilizar la figura que su padre le había encargado. La amejín no quería saber nada sobre aquel hombre tras haber abandonado a su suerte a Hana, y no solo eso, encima estaba haciendo practicamente el mismo trabajo que podía desempeñar en la villa, pero encima había reemplazado a Hana y toda su vida anterior por una nueva. Ren no soportaba esa idea, pero si era importante para Hana, lo sería para ella también.
— No recuerdo que esto fuera una negociación. Te he dicho que la sueltes, no es una sugerencia o una petición, es una orden
¤ Autoridad de la Tormenta - Legado de:Amekoro Yui en el año 200 - Requisitos: Pertenecer a Amegakure
La historia de Amekoro Yui, que ajustició sin remordimientos a todos los ninjas que apoyaron al traidor que acabó con la vida de Ruichi Yuukaito, es conocida por todo Oonindo. Se cuentan historias —ciertas o no— sobre la poca piedad que se tiene en la Lluvia con los traidores y desleales. Eso, sumado a la reputación de sus ninjas como tenaces e implacables, hace que el usuario disponga de una bonificación de 20 puntos a Carisma a efectos de causar intimidación (por su complexión, el uso de su Poder, o la exhibición de la mejor de sus sonrisas amejin), excepto ante shinobi y kunoichi de la misma aldea. Además, los civiles del País de la Tormenta tienden a respetar más la autoridad de sus ninjas.
— No recuerdo que esto fuera una negociación. Te he dicho que la sueltes, no es una sugerencia o una petición, es una orden
El hombre se mantuvo serio, mientras que los dos que estaban de pie empezaban a temblar como si fuesen de puta gelatina. El tono del jefe se volvió incluso más frio.
— Harás lo que te digamos o te iras con tu amiga a trozos. ¿Lo entiendes?
No tuvo tiempo de contestar antes de que los gritos de la parte trasera rompiesen el tenso silencio.
— ¡Se ha soltado! ¡Me cago en...!
Hubo un gran alboroto de golpes y pelea hasta que solo quedó el silencio de nuevo. Apenas un segundo más tarde, pasos hacia la puerta. La abrió una chica morena con un kunai en las manos y mucha sangre.
12/10/2022, 19:42 (Última modificación: 12/10/2022, 20:08 por Himura Ren. Editado 1 vez en total.)
Ren le sostuvo la mirada, manteniendo el silencio que fuera posible por su parte. El resto de los que le acompañaban no parecían tener suficiente coraje para enfrentarse a ella, tal vez supieran o hubierna escuchado sobre la crueldad de los ninjas de la lluvia, lo que les hacía tenerle más miedo. Pero aquel hombre parecía más que confiado en sus habilidades. Tal vez debiera dar el brazo a torcer, hacer lo que le pedía y...
Pero entonces el revuelo de antes fue en aumento, y a eso lo acompañó un silencio sepulcral. Ren sostuvo la mirada en la puerta, todavía enfadada, pero cuando la puerta se abrió y esta habló para confirmar que era la persona que tenía retenida a la otra, sus ojos se abrieron como platos. Los ojos de Ren se abrieron como platos, y su expresión se relajó en una de sorpresa. Sus pupilas temblaron cuando se posaron sobre la sangre de su cuerpo y bailaron hasta el kunai ensangrentado que goteaba y se tornaron de un color rojo como la sangre, junto a unas motas alrededor de la pupila.
Ren corrió a la desesperada contra la puerta, apartando con las manos a todo el que se interpusiera, y tirando a la chica al suelo si seguía allí. Su mirada bailaría por toda la habitación, buscando los cabellos rubios de Hana a la desesperada, sin creer que es lo que estaba pasando. Su respiración poco a poco fue en aumento, al borde de la hiperventilación.
Mientras Ren se lanzaba hacia la puerta interior, el jefe de esa panda de matones se iba hacia la que daba al exterior.
Cuando entró en la otra habitación vio a una chica tirada en el suelo, apoyada sobre la pared contraria sujetandose el abdomen de donde le brotaba una buena cantidad de sangre. Era una mujer rubia de unos treinta que se acababa de quitar la bolsa que le habían puesto sobre la cabeza. Respiraba agitadamente y tenía andrajos por ropa. Fuese quien fuese, no era Hana.
Hana acababa de llegar por la puerta principal, lanzando una bala de lava que directamente deshizo la puerta.
— ¡Eh! ¡¿Qué haces?! — le dijo a la rubia, interponiendose en su camino.
Había subestimado a la kunoichi solo porque era más chiquita que él y mucho más que Ren, Hana, sin mediar palabra, le estamparía una bola de chakra en constante rotación que lo mandaría volando hacia dentro. Acto seguido, entraría en el habitaculo principal.
— ¡Ren! ¿Donde estás?
Ni siquiera les dedicaría una palabra a esos maleantes, aunque los mantendría vigilados por si intentaban algo.
No era Hana quien estaba tumbada en el suelo al borde del desmayo tras el forcejeo, pero con los nervios y la falta de serenidad que abordaban a Ren, el rostro de aquella persona, incluso su estatura, no era la que correspondia a la realidad, sino a Hana. Vió como respiró momentaneamente, y Ren se abalanzó sobre ella mientras la realidad volvía a sus sentidos, como una imagen que se emborronó en el proceso. Ren miró su mano, que instintvamente fue hacia la herida de la mujer para buscar que no perdiera más sangre.
No era Hana, pero necesitaba ayuda médica urgente. Y entonces, como si el cielo hubiera escuchado sus plegarias, oyó la voz de su chica.
— ¡Hana, ven aquí! ¡Necesito ayuda! ¡Hay una persona gravemente herida! — Durante un tiempo, Hana quiso ser médica y a Ren le sonó haber escuchado que había estado ayudando en los hospitales para formarse.
13/10/2022, 16:25 (Última modificación: 13/10/2022, 16:26 por Himura Hana.)
— ¡Hana, ven aquí! ¡Necesito ayuda! ¡Hay una persona gravemente herida! —
— ¡Voy! — contestó de inmediato al reconocer la voz de Ren en la habitación interior.
— ¿Q-quien eres? — le preguntó la señorita a Ren al verla tan preocupada por ella, ¿se conocían acaso?
Tras unos sellos, Hana pegó la frente del jefe de la banda a una de las paredes con un hilo de goma. No aguantaría mucho, pero lo suficiente para que pudiese ver a Ren. Entró en la habitación buscando a la herida.
— ¡Ren! ¡Estás aquí! Encontré la nota y pensé que era para mí, pero la señora de la posada me dijo que acababas de salir a toda prisa. Oh, dios. — una vez llegó hasta la chica se agachó para examinarle la herida. — Sal a vigilar al malo, yo me encargo de ella.
— ¿Pero quienes sois? — preguntó la mujer algo nerviosa ya.
— Soy Himura Hana, kunoichi de Uzushiogakure, no se preocupe, ahora la trataré y la llevaremos a un médico. — contestó inmediatamente Hana mientras sacaba uno de sus pergaminos de su portaobjetos.
Cuando Hana se ocupó de ella, fue Ren la que saldría entonces de la habitación. Aquello le había supuesto un susto de muerte, y aunque no hubiera sido Hana igualmente, no le hubiera podido perdonar aquello.
La morena cruzaría la puerta lentamente, buscando con la mirada a cualquiera de los capullos con los que estaba hace un momento, estando en alerta. Sus ojos seguían de un tono rojizo. Su visión entonces conectaría con la del cabecilla, a quien Ren le dirigiría la misma mirada que hace unos minutos mientras caminaba para buscar una de las espadas que tal vez hubieran quedado por el suelo.
— Ni siquiera era ella, sois tan putamente inútiles que ni sabéis reconocer a quien tenéis que secuestrar — la furia volvería a sus brazos, los cuales temblaban ligeramente ante la tensión que estaba ejerciendo, hablando de forma tranquila pero con una gran carga en la voz. — Llegais a ponerle un pelo encima, llega a pasarle algo... Y os cortaré cada uno de los dedos de vuestras manos por las articulaciones, y después os dejaría colgados, pero no como ahora, sino como los putos cerdos que sois abiertos en canal por el cuello
Mientras el resto de lacayos salía corriendo de aquella improvisada guarida, el jefe no tenía más remedio que quedarse, pues tenía una especie de hilo de goma reteniendolo contra la pared. Por benevolencia de Hana, el hilo era lo suficientemente largo como para que no tuviese que estar pegado a medio centímetro.
— Jajajajaja — rió el hombre, con una dignidad que no merecía tener — ¿Crees que soy tan estúpido como para intentar secuestrar a una kunoichi? ¡Ni loco! Engañar a una era infinitamente más fácil. Pero tenías que ser tan idiota como para dejar la nota por ahí tirada. Podría haberte costado su vida si de verdad estuviese secuestrada.
Hana le hizo una desinfección y un vendaje improvisado a la herida antes de pedirle que se levantase para salir de allí.
— Venga, poco a poco, apoyate en mí. ¿Te duele mucho?
— No, bueno, sí, pero puedo andar. Solo un poco más lento.
— Vale, vamos.
Ren vería salir a las dos chicas de la habitación trasera. Hana iba del lado donde habían apuñalado a la chica, agarrando firmemente su cadera para acompañarla
— Jajajajaja¿Crees que soy tan estúpido como para intentar secuestrar a una kunoichi? ¡Ni loco! Engañar a una era infinitamente más fácil. Pero tenías que ser tan idiota como para dejar la nota por ahí tirada. Podría haberte costado su vida si de verdad estuviese secuestrada.
El estar apresado no le afecto lo más mínimo a su humor. Ren finalmente terminó de recortar la distancia entre ellos a la vez que Hana aparecía por la puerta junto a la persona que había usado de rehén.
— Pero tampoco has sido lo suficientemente listo si has decidido jugármela usando a a Hana como excusa
Ren entonces le soltaria un puñetazo directo a la mandíbula. Su mirada estaba repleta de furia, encima había utilizado una persona ajena para atraerla, no podía haber caído más bajo. Aquel puñetazo fue por esa persona, pero el resto, no sabría donde empezaban por Hana y el mido se haber podido perderla y donde por pura ira y furia.
Le golpearia en el estómago varias veces, a la vez que lo haria contra su boca como si de un gran saco de boxeo se tratara. Ni la sangre que escupiera y le manchara, ni los dientes que salieran despedidos la detendrian. Sólo seguirá golpeandolo hasta dejarlo insconciente, ciega de furia.