Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Pero Eri no le dijo nada, lo cual dejó confuso a Takeshi, a quien se le pasó rápido la confusión cuando aquel hombre ladrón empezó a excusarse de nuevo.
—Pero... ¡Si este es mi sótano! ¿Habéis sido vosotros los que habéis echo esta foto?Repito que yo no he robado nada, ¡ni si quiera sé como funciona una cámara de fotos!
Iba a despotricar y llamarle de todo por encima intentar echarle las culpas a ellos, que eran los héroes de la historia, pero antes de conseguirlo, una voz aguda penetró su pabellón auditivo. Y a la voz la acompañó una adolescente y un miedo terrible que paralizó a las gallinas y al ladronzuelo, a pesar de que Eri y Nabi estaban perfectamente.
—Pero yo síii...Onii-chaaan... ¿Quién es esta gente y por qué están jugando con mis gallinas?
— ¿Tú sabías que estas gallinas son de un tal Takeshi?
—Claro, y tu seguirías sin saberlo de no ser por estos estúpidos entrometidos.¡Pero no devolveré las gallinas! Quien se las encuentra, se las queda.
El rubio empezó a mirar a uno y al otro alternativamente conforme se contestaban con una expresión nacida de la mezcla entre sorpresa y horror.
— ¡Osea que sois una familia de delincuentes! ¿¡Qué clase de ejemplo le has dado a la niña!? Vergüenza debería darte que quiera una gallina y tenga que robarla en vez de comprarla como una persona normal. ¡VERGÜENZA! Éstas gallinas son del señor Takamoto y se las vamos a devolver. Si queréis volver a verlas, vais a su corral.
Así, el rubio empezó a empujar a las gallinas hacia la puerta de la casa para llevarlas de vuelta a su único y verdadero hogar. Aunque no se había parado a pensar cómo demonios iba a hacerlo, y tampoco parecía que hubiera pensado nada en general.
''Lo mato, lo mato y luego me lo como.'' Se llevó una mano a la frente, golpeándose en dicho lugar mientras intentaba controlar el instinto asesino de tirarse al cuello del Uchiha y matarlo, pero se pudo tranquilizar mientras ambos hermanos discutían sobre quién era el verdadero ladrón, quién había hecho las fotografías, y quién demonios conocía a Takeshi.
— ¡O sea que sois una familia de delincuentes! ¿¡Qué clase de ejemplo le has dado a la niña!? Vergüenza debería darte que quiera una gallina y tenga que robarla en vez de comprarla como una persona normal. ¡VERGÜENZA! Éstas gallinas son del señor Takamoto y se las vamos a devolver. Si queréis volver a verlas, vais a su corral.
El rubio intentaba empujar a las gallinas, pero éstas, presas del pánico y del miedo, aunque estaban siendo movidas en contra de su voluntad, no ponían empeño en ser rescatadas y algunas retomaban la posición de antes de ser movidas.
—¡Que yo no soy ningún ladrón, yo recogía a las gallinas porque pensaba que se habían perdido, joder! — Exclamó, rojo de ira ante las acusaciones del Uchiha. — ¡Si hubiese sabido que eran de ese tal Takamoto las hubiera devuelto! — Admitió, orgulloso. — Así que deja de acusarme, hombre ya.
—¡Es Takeshi! — Corrigió por segunda vez, ganándose una mirada llena de odio por el chunnin.
— Pero Hikaru-chan, ¡las gallinas ahora son mías!
—¡Tú...! — Esta vez hablaba a su hermana, cabreado, fue girándose poco a poco mientras hablaba. — Lo sabías desde el principio, y para colmo, ¡te cachondeabas de Takamoto enviándole fotos de sus gallinas! ¿Qué clase de persona haría eso? Esperaba más de ti, Miaru.
La chica de nombre Miaru, por su parte, solo pudo ensanchar su sonrisa, y cuando ésta era tan grande que ya no podía crecer más, se echó a reír.
—¡Pero las gallinas serán mías por siempre! Nadie se mete con Miaru, ¡nadie! — Chilló con una voz tan aguda que a Eri le dolieron los oídos. —Esa niñata se creía mejor que yo, ¡pues ahora yo me he quedado con sus gallinas! ¡Y nadie puede impedírmelo!
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—¡Que yo no soy ningún ladrón, yo recogía a las gallinas porque pensaba que se habían perdido, joder! ¡Si hubiese sabido que eran de ese tal Takamoto las hubiera devuelto! Así que deja de acusarme, hombre ya.
El rubio, desesperado por la cabezoneria de las malditas gallinas, había empezado a cogerlas de una en una y a tirarlas por la ventana mientras todos se gritaban entre ellos.
— ¡Pues ya puedes empezar a ayudar, campeón!
—¡Es Takeshi!
— ¿Pero qué pasa ahora conmigo?
— Pero Hikaru-chan, ¡las gallinas ahora son mías!
—¡Tú...! Lo sabías desde el principio, y para colmo, ¡te cachondeabas de Takamoto enviándole fotos de sus gallinas! ¿Qué clase de persona haría eso? Esperaba más de ti, Miaru.
Todos en la habitación estaban cabreados a excepción de la niña psicópata que se reía del sermón que le estaba dando su hermano mayor. Su voz era tan aguda que rompió el cristal de la ventana por la que Nabi estaba tirando a las gallinas, haciendo que las gallinas empezaran a pisar los trozos de cristal y extendieran las alas para volar por todas partes, más nerviosas aún.
—¡Pero las gallinas serán mías por siempre! Nadie se mete con Miaru, ¡nadie!Esa niñata se creía mejor que yo, ¡pues ahora yo me he quedado con sus gallinas! ¡Y nadie puede impedírmelo!
— ¡Pero te quieres callar que las estás poniendo histéricas! Si quieres una gallinas se la compras al señor Takamoto ¡y te callas de una maldita vez!
El cacareo y el sonido del aleteo había inundado la estancia, algunas gallinas salían por la ventana por si solas para huir de esos humanos locos, mientras que la mayoría solo daba tumbos por la casa. Tirando jarrones, llenándolo todo de plumas y destrozando cuadros.
La chica de cabellos azules no pasaba a un primer plano, es más, parecía una mera espectadora de un partido de tenis: dirigiendo su mirada de una persona, Nabi; a la otra, u otras mejor dicho. Incluso le pareció paródico que el Uchiha rubio comenzase a tirar a las gallinas que no paraban de cacarear, picotear y aletear dentro de la casa, sin ánimo de querer salir por ellas mismas; por la ventana más próxima a su posición.
Hasta que no hubo ninguna gallina dentro.
— ¡Bueno, basta ya! — Chilló la kunoichi mientras pisaba con fuerza el suelo, llamando la atención de todos los presentes. — ¡Está demostrado que estas gallinas no son tuyas! — Señaló a la chica de nombre Miaru, que al recibir una reprimenda por la peliazul y ya cansada de torear a ambos hombres allí presentes, calló y dirigió su mirada al suelo recién pisoteado. — Por otra parte, ¿Hikaru, no? — Llamó ahora al hermano de la otra mujer. — En vez de recoger a las gallinas y quedártelas, deberías haber mencionado a Shiona-sama que las encontrabas por si alguien las estaba perdiendo, como se daba el caso.
Suspiró, luego tomó aire y relajó los puños. Miró a Nabi con ojos cansados y prosiguió.
— Nuestro deber es llevar a las gallinas a su hogar, disculpadnos por haber irrumpido en su hogar, pero, como ya he dicho, era nuestro deber.
Hizo una pequeña reverencia mientras se dirigía a la puerta no sin antes tomar la mano del Uchiha y arrastrarlo con ella, dispuesta a recoger cuantas gallinas pudiese entre sus manos y llevárselas de vuelta a Takeshi, ignorando el silencio que se había formado entre los inquilinos de aquel lugar, para notar como, después de unos segundos de tranquilidad, se escuchaba un portazo.
—¡Eh, esperad! Yo os ayudaré a devolver a las gallinas. — Se ofreció, rascándose la nuca. — Ya que he creado tal revuelo, lo mínimo que puedo hacer es pedir disculpas y devolver a los animales. — Explicó, haciendo que Eri, después de todo el día, formase una débil sonrisa.
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— ¡Bueno, basta ya! ¡Está demostrado que estas gallinas no son tuyas! Por otra parte, ¿Hikaru, no? En vez de recoger a las gallinas y quedártelas, deberías haber mencionado a Shiona-sama que las encontrabas por si alguien las estaba perdiendo, como se daba el caso.
Eri se cabreó, y Nabi, experimentado ya en esos terrenos, no tardó en reaccionar. Con la presteza de un rayo y los reflejos de un felino se escondió bajo la mesa más próxima en cuanto vió que la kunoichi empezaba a chillar. Siempre que se enfadaba acababa con media cara insensible y una semana de post operatorio, así que mejor prevenir que lamentarse.
— Nuestro deber es llevar a las gallinas a su hogar, disculpadnos por haber irrumpido en su hogar, pero, como ya he dicho, era nuestro deber.
— Eso mismo, ya está bien, hombre.
El rubio salió de debajo de la mesa al ver que ya se había relajado un poco, poca atención estaba recibiendo, como siempre que hablaba Eri, esos dos se habían quedado embelesados ante el discurso de la peliazul. Ésta se acercó a él cuando acabo de hablar y lo arrastró fuera a buscar gallinas.
Agarró una y se la puso bajo un brazo, para despues coger una directamente con el brazo libre, resultando en que llevaba una bajo cada brazo. No cabía ninguna posibilidad de llevar más gallinas, así que esperaba que las gallinas restantes se picaran con ellos y los siguieran para liberar a sus compañeras.
—¡Eh, esperad! Yo os ayudaré a devolver a las gallinas. Ya que he creado tal revuelo, lo mínimo que puedo hacer es pedir disculpas y devolver a los animales.
— ¡Hombre, menos mal! Por fin haces algo para buscar redención por tus crímenes.
Se quedó esperando a que Eri liderará el camino, por razones obvias y recurrentes él no podía hacer tal cosa. Solo esperaba que Takeshi espabilara un poco después de aquello, porque no iba a repetirlo.
Nabi comenzó a agarrar y mantener en sus brazos todas las gallinas que podían o se dejaban, pero habían muchas que no podían sostener entre ambos - y menos con la longitud de los brazos de la huérfana - hasta que el chunin de nombre Hikaru apareció para socorrerlos.
— ¡Hombre, menos mal! Por fin haces algo para buscar redención por tus crímenes.
Rodó los ojos, cansada, mientras tomaba la delantera en el trayecto de vuelta a casa de Takeshi. Iba en silencio, tranquila, esperando que no se dijesen más burradas aquel día. Era tan simple como respirar: llegar a casa de Takeshi, darle las gallinas e irse, pan comido.
—Oye... Ya sé que puede ser una bobada de pregunta pero... ¿Cómo es que se le escapan todas las gallinas? — Preguntó el chunin, enfatizando la palabra todas. Eri suspiró, su momento de tranquilidad se acababa de ir al traste.
—Porque sus vallas son tan antiguas y están en tan mal estado que las gallinas aprovechan cada despiste para salir por patas. — Explicó mordazmente.
Los metros se fueron acortando y en unos minutos ya estaban tocando a la puerta para ser recibidos por una pequeña con una amplia sonrisa.
—¡Ya habéis vuelto! Anda, señor Hikaru, cuánto tiempo. — Saludó, dejando a Eri conuna cara de póquer.
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La peliazul emprendió el camino como llevada por un guía celestial, o al menos, eso le parecía al rubio cada persona que era capaz de guiarse de vuelta a un sitio. ¡Era antinatural! Es decir, todos los caminos son iguales, ¿cómo demonios los diferencian? Tiene que ser obra de Dios o de Satan, preferentemente Satan.
—Oye... Ya sé que puede ser una bobada de pregunta pero... ¿Cómo es que se le escapan todas las gallinas?
—¡Ahí te has colado! ¿Cómo has sabido que se le escapan todas? ¡Lo sabías todo! ¡Ladrón!
Señaló como buenamente pudo sin que se le escapara ninguna de las gallinas, que no se estaban quietas. El dedo acusador dejaba en evidencia al malvado maleante.
—Porque sus vallas son tan antiguas y están en tan mal estado que las gallinas aprovechan cada despiste para salir por patas.
Minutos más tarde se encontraban de nuevo en la puerta de aquella casa-gallinero. La niña pequeña se asomó para recibirlos tras que Eri picara la puerta.
—¡Así que os conoceis! Confiesa ya, estuviste vigilando a la pobre familia esperando a que las gallinas se escaparan y entonces te las llevabas. Si no ¡¿por qué no viniste a preguntarles si eran suyas!?
— ¡Ahí te has colado! ¿Cómo has sabido que se le escapan todas? ¡Lo sabías todo! ¡Ladrón!
—¡Y dale! ¿No es sospechoso que todas aparezcan siempre en el mismo lugar? ¡Un poco de sentido común! ¡Y deja de acusarme! — Chilló antes de llegar a la casa de la familia que criaba a las gallinas, cansado de las acusaciones del rubio.
Pero no iban a acabar tan pronto.
Cuando llegaron, la pequeña fue la que les abrió, saludando al chunin de forma alegre. Más, sin embargo, Nabi no le dio cuartelillo todavía.
— ¡Así que os conoceis! Confiesa ya, estuviste vigilando a la pobre familia esperando a que las gallinas se escaparan y entonces te las llevabas. Si no ¡¿por qué no viniste a preguntarles si eran suyas!?
— Mira, chaval, yo no sabía que las gallinas eran suyas, ¡por enésima vez, joder! — Volvió a chillar mientras las gallinas de ambos salían despavoridas hacia el interior de la casa, volviendo a su hogar para, a lo mejor, no volver a escapar nunca, o eso esperaba la kunoichi.
— No señor, Hikaru me ayudó cuando me perdí por la villa, ¡no sé orientarme!
—¿Ves? ¡Deja de acusar cuando no tienes pruebas de algo, melón! — Dijo, indignado.
Eri, por su parte, solo soltó una risa nerviosa mientras se perdía por el interior de la casa para dejar a las gallinas en su hogar, encontrándose al dueño de la casa reforzando la seguridad del gallinero mientras todas las gallinas se arremolinaban cerca de él para picarle los dedos de las manos.
—Vaya, hola, veo que habéis traído a todas mis gallinas de vuelta, ¡muchísimas gracias! — Exclamó con voz grave mientras se acercaba a Eri. —¿Cómo puedo agradecéroslo?
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Nabi empezaba a cansarse de las falsas excusas del ladrón de gallinas. Estaban en su casa, él lo sabía y encima venía a buscarlas al mismo sitio cada vez que se escapaban. Pero es que todavía tenía más chica el asunto, conocía al gallinero y sabía que estaba ahí al lado y casualmente nunca se preguntó si las gallinas podian ser de aquel hombre.
—¡Y dale! ¿No es sospechoso que todas aparezcan siempre en el mismo lugar? ¡Un poco de sentido común! ¡Y deja de acusarme!
— ¡Dejare de acusarte cuando dejes de parecer tan culpable!
— No señor, Hikaru me ayudó cuando me perdí por la villa, ¡no sé orientarme!
—¿Ves? ¡Deja de acusar cuando no tienes pruebas de algo, melón!
La única respuesta fue una mala mirada de Nabi dirigida a aquel sujeto. Desde el primer momento algo en él le había olido mal al rubio, y era un animal de instintos, cuando a un animal se le cruza alguien, se le cruza hasta el final de los finales. Y eso mismo pasaba con el Uchiha.
Siguió a Eri sin dejar de dedicarle esa mirada suspicaz al sospechoso.
—Vaya, hola, veo que habéis traído a todas mis gallinas de vuelta, ¡muchísimas gracias!¿Cómo puedo agradecéroslo?
— No es problema, solo le quiero avisar que tenga cuidado, con nosotros viene el ladrón. Alega que no tenía conocimiento de que estas gallinas eran suyas, pero...
Soltó las gallinas en el gallinero y se quedó mirando a Eri a ver qué tenía ella que decir.
Dejando atrás las rencillas que el Uchiha y el chunnin estaban manteniendo sobre de verdad quién era el culpable de todo este asunto, la joven kunoichi se precipitó a comentárselo al dueño de la casa y, por ende, de las gallinas, cuando notó la presencia de su rubio amigo en su espalda, contestando antes de que lo pudiese hacer ella.
— No es problema, solo le quiero avisar que tenga cuidado, con nosotros viene el ladrón. Alega que no tenía conocimiento de que estas gallinas eran suyas, pero...
Eri suspiró, cansada.
— No ha sido gran cosa, y el chico que viene con nosotros no es el ladrón, por mucho que mi compañero aquí opine lo contrario. — Declaró lanzándole a Nabi un kunai con la mirada. — Hikaru, que así se llama; no es el ladrón, si no su hermana. Él las cuidaba de forma inocente pensando que se habían perdido, pero en símbolo de disculpa, nos ha ayudado a traer a las gallinas hasta aquí. — Explicó.
El hombre se quedó pensativo por unos segundos, luego los miró a ambos y sonrió.
— Bien, pues si eso es todo, al menos dejadme agradecéroslo de alguna forma, ¿queréis alguna gallina? Las quiero mucho pero... Si queréis una...
— ¡No se preocupe, señor! Nosotros estamos bien como estamos, para eso somos ninjas, ¡es nuestro deber ayudar! — Exclamó llevándose una mano a su bandana. — Nabi, ¿nos vamos? — Preguntó ahora mirando al rubio, dirigiéndose a la puerta.
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—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
— No ha sido gran cosa, y el chico que viene con nosotros no es el ladrón, por mucho que mi compañero aquí opine lo contrario. Hikaru, que así se llama; no es el ladrón, si no su hermana. Él las cuidaba de forma inocente pensando que se habían perdido, pero en símbolo de disculpa, nos ha ayudado a traer a las gallinas hasta aquí.
Eri le lanzó un cuchillazo, que impactó de lleno... en su corazón. No solo no le creía y lo tachaba de inútil sino que lo hacía repetidamente. La opinión de la peliazul respecto al rubio no podía ser más clara ni más directa, su credibilidad ante ella era cero. Pero un cero, patatero. Vale que con el resto de gente era menos veinte, eso le daba igual, la gente era la gente, una muchedumbre de estúpidodos y desconocidos, en cambio, que Eri no creyera una sola de sus palabras...
Su corazón se hizo pedazos. Otra vez.
Su expresión se desencajó. Por suerte, en los segundos que el hombre tardó en contestar a la muchacha, Nabi consiguió recomponerse.
— Bien, pues si eso es todo, al menos dejadme agradecéroslo de alguna forma, ¿queréis alguna gallina? Las quiero mucho pero... Si queréis una...
Su hilo de pensamiento se centró en la gallina, una gallina... con sus alitas de pollo, sus muslos de pollo, su cabeza de pollo, su pechuga de pollo y sus huevos de gallina. El hilo de pensamiento se convirtió rápidamente en hilo de baba que sobresalía lentamente de la boca del rubio mientras se acercaba a uno de los animales tan sabrosos y rebozables.
— Mmmhh... Gallina...
Sin embargo, él mismo se recompuso al oír lo que tenía que decir Eri. Que no contenta con quitarle su teoría perfecta, también le quería quitar su gallina.
— ¡No se preocupe, señor! Nosotros estamos bien como estamos, para eso somos ninjas, ¡es nuestro deber ayudar! Nabi, ¿nos vamos?
— Exactamente, como bien ha dicho mi compañera, lo único que nos mueve es el deber de proteger y servir al ciudadano. Aunque es algo obvio que si usted insiste tan fervientemente no podemos rechazar su hospitalidad y su contribución a las fuerzas del orden. Así pues, le agradecemos de corazón su cooperación y hasta más ver.
Y así, marchó detrás de Eri hacia un brillante futuro lleno de huevos con una gallina bajo el brazo.
Negó con la cabeza justo antes de decir sus frases, no mirando las intenciones de Nabi cuando éste tomó la palabra.
— Exactamente, como bien ha dicho mi compañera, lo único que nos mueve es el deber de proteger y servir al ciudadano. Aunque es algo obvio que si usted insiste tan fervientemente no podemos rechazar su hospitalidad y su contribución a las fuerzas del orden. Así pues, le agradecemos de corazón su cooperación y hasta más ver.
Asintió mientras Nabi transmitía lo que pensaba y se despidió con una inclinación en el tronco, pasó por el salón para despedirse también de la hija del criador de gallinas y el chunnin que ahora hablaban de forma amistosa, sin embargo al verlos hicieron una mueca un tanto extraña y difícil de comprender para Eri, ésta, sin embargo, estaba ya un poco cansada de lo hecho en aquella casa, así que lo dejó estar.
Una vez fuera, se giró para encarar al Uchiha que se suponía iba detrás de ella, cuando sus orbes verdosos se fijaron en lo que llevaba bajo el brazo: una gallina.
— ¿Pero... Qué? — Atinó a decir mientras señalaba al ave que ahora fijaba su desorbitada vista sobre la de cabellos azules. — ¿Por qué has cogido una gallina? — Cuestionó frunciendo el ceño. — Nabi... ¿No ves que ellos viven de las gallinas? Deberías dejarla de nuevo dentro... Mira, si quieres, te invito a comer lo que quieras, pero primero deja a esa gallina en su casa. — Sugirió, ya harta de ver aves de corral por todos lados.
''Y así al menos, podemos hablar en un lugar más tranquilo...''
Recordó que hacía al menos una hora y media no quería hablar con él, y ahora se encontraba invitándole a comer... Suspiró escuchando su contradicción, ya daba igual, nacía una nueva época en la que no podría huir de la gente... Y lo mejor era empezar por aquel rubio.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
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Nabi estaba esplendido, cada célula de su cuerpo desprendía un aura de felicidad que era díficil de encontrar en shinobis y kunoichis de cualquier villa y en cualquier momento de sus vidas. Vivían tristes, sabiendo que iban a morir proximamente en la inevitable guerra que se estaba amasando a las espaldas del mundo en esos momentos, pero ese no era el caso de Nabi.
El rubio salia sonriente de la casa con una gallina bajo el brazo y la cabeza llena de ilusiones mientras se despedia con la mano libre a la niña esa y al ladrón aquel, como si fueran los mejores amigos del mundo mundial.
Sin embargo, poco le duró el entusiasmo. Al cruzar la puerta, la peliazul le encaró y su ceño se frunció como nunca se había fruncido, buscando volver a penetrar el corazón del Uchiha para reventarlo de forma definitiva.
— ¿Pero... Qué? ¿Por qué has cogido una gallina? Nabi... ¿No ves que ellos viven de las gallinas? Deberías dejarla de nuevo dentro... Mira, si quieres, te invito a comer lo que quieras, pero primero deja a esa gallina en su casa.
— Pero, pero, pero, yo también vivo de las gallinas. Y ya has visto como ha presionado el señor, ¿como le iba a decir que no? Igual nos mataba, tenía esa mirada de asesino en serie que solo tienen los asesinos en serie. Además, mirala a los ojos. La llamaré Jura. Cogió al ave con ambas manos y se la acercó a Eri a la cara — ¿Ves? Porque es igual que Juro pero en gallina. Tendrías que haber visto a Darua, era clavadita a Hanaiko Daruu, pero a los Amegakurienses ni agua, así que he cogido a Jura. Mirala, Eri, mirala. — Se acercó todavia más.
De repente, probablemente por lo nerviosa que la estaba poniendo Nabi, la gallina empezó a hacer cacareos raros y una cosa ovalada salió de su culo directa hacia el suelo. Por desgracia, entre el suelo y el huevo estaba el pie de Eri, así que en el contacto entre ambos elementos el huevo se abrió, dejando todos sus jugos sobre la pierna de la culpable de que se rompiera.
— ¡Mira! Te ha regalado un huevo, eso es que le caes bien. ¿Quieres quedartela tú? Por cierto, estos bichos ¿qué comen? ¿Cerdo? ¿Ternera?
— Pero, pero, pero, yo también vivo de las gallinas. Y ya has visto como ha presionado el señor, ¿como le iba a decir que no? Igual nos mataba, tenía esa mirada de asesino en serie que solo tienen los asesinos en serie. Además, mirala a los ojos. La llamaré Jura.
— ¿Qué? — Su mente intentaba procesar toda la información que estaba recibiendo del rubio, que acababa de coger el ave con ambas manos para acercársela a la cara.
— ¿Ves? Porque es igual que Juro pero en gallina. Tendrías que haber visto a Darua, era clavadita a Hanaiko Daruu, pero a los Amegakurienses ni agua, así que he cogido a Jura. Mirala, Eri, mírala.
''¿Darua? ¿Amegakure? ¿Hanaiko Daruu? Ah, ya, el chico de Ame con quién se enfrentó... Qué memoria.''
— Bue-
Antes de poder terminar de darle la razón a Nabi y que se quedase con Jura, la gallina, presa del miedo que sentía al ser zarandeada de un lado para otro, terminó por cagar algo, más bien dar a luz a un huevo que terminó haciéndose tortilla en la pierna de la kunoichi, a la que le hinchó la vena de la frente.
— ¿Qué cojo-
— ¡Mira! Te ha regalado un huevo, eso es que le caes bien. ¿Quieres quedartela tú? Por cierto, estos bichos ¿qué comen? ¿Cerdo? ¿Ternera?
— ¡ARG! — Explotó la de cabellos azules lanzando un grito desgarrador al cielo. — Solo te lo diré una vez: HAZ LO QUE QUIERAS. — Chilló al rubio, ya harta de todo, y soltando un bufido, se marchó del lugar echando humo por las orejas, metafóricamente, claro.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
La peliazul intentaba articular palabra tras palabra sin éxito a medida que Jura y Nabi la iban cortando con su duo comico. Su ceño se iba frunciendo a medida que se iba poniendo roja de pura rabia, Nabi supuso que era porque estaba manteniendo a raya sus ansias de darle otro Okasho, pero un Okasho por cada vez que veia a Eri era un precio muy bajo a pagar para él.
— ¡ARG! Solo te lo diré una vez: HAZ LO QUE QUIERAS.
La kunoichi soltó un bufido mientras se marchaba de la escena del crimen, sin limpiarse siquiera el liquido pegajoso que llevaba en el pie. Estaba harta y esas cosas eran las que más facilmente podía reconocer el rubio, principalmente porque era la que más a menudo había visto. Pero Nabi no conoce la palabra rendición ni su significado, es más cabezón que un bijuu y más simple que un ornitorrinco.
— ¡Pero, Eri, espera! ¡Que te olvidas a Jura!
Se fue corriendo detrás de ella con la gallina en lo alto. El ave empezó a revolverse, hasta que Nabi no pudo sujetarla más y se cayó al suelo, la gallina revoloteó hasta posarse perfectamente encima de la cabeza como si fuera su nido de toda la vida y ahí se quedó, sin moverse lo más minimo.
— Traicionado por Jura, esto tiene que ser una señal del destino. Juro me matara para quedarse con Eri, maldito Juro, siempre supe que acabaría apuñalandome por la espalda.
Dijo mientras miraba desde el suelo como su gallina anidaba en la cabella azul de la kunoichi. Se levantó de un salto y se dirigió a Eri.
— ¿No serás medio animal? Todos te prefieren a ti antes que a mi. ¿Es porque soy pelirrojo?