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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#46
—Qué sabrás tú de pizza, si ni siquiera sabes cómo pronunciarla. Como para saber comerla —replicó Daruu, y sus palabras, directas como una saeta, acertaron en el corazón de Ayame.

—¡Niños! —intervino Kiroe, dando una palmada en la mesa que logró sobresaltarla.

Ayame hundió los hombros y se mordió el labio inferior. Tenía un doloroso nudo agarrado en la base de la garganta, por lo que optó por no decir nada más. Y estuvo así, callada, un buen rato. Hasta que sintió que las lágrimas amenazaban con desbordarse de sus ojos y se levantó de improvisto.

—Yo... voy al baño... —dijo con un hilo de voz.

Entre rápidas y largas zancadas, recorrió el hall hasta dar con los cuartos de baño. Se metió a toda prisa en el de mujeres, se apoyó en el lavabo más cercano y abrió el grifo para echarse agua fría en la cara, tratando de disimular la rojez de sus ojos y las lágrimas.

¿Por qué había tenido que terminar aquello así? ¿Por qué no podían tener una cena en paz con sus familiares? Se suponía que eran novios, no deberían hablarse ni enfadarse de aquella manera... Aunque, en realidad, toda la culpa había sido solamente suya...

Mientras, en la mesa, Kiroe había clavado sus ojos violáceos en Daruu.

—Esta niña... —suspiró Zetsuo al aire, con el ceño fruncido.
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#47
Daruu dio un respingo cuando su madre palmeó la mesa. Tragó saliva y bajó la mirada, avergonzado. Con ello, ya estaba todo sentenciado. Cursaron unos minutos de silencio incómodo, durante los cuales Daruu se dedicó a jugar con sus cubiertos: cogía el tenedor con dos dedos, le daba la vuelta; luego el cuchillo.

—Yo... voy al baño... —casi lloró Ayame.

Daruu desvió los ojos hacia arriba en un gesto de incomprensión. «Me llama de todo y ahora se ofende porque le digo que no sabe pronunciar pizza. Esta chica...»

Su madre le dirigió una larga mirada, cargada de significado. Daruu le tendió también una. Y así, como contestándose mentalmente, estuvieron unos diez segundos. Hasta que Daruu no pudo más.

—¡Oh, vamos! —dijo, sin levantar mucho la voz—. ¿Con todo lo que nos hemos peleado y ahora se pone a llorar? ¿Por qué tengo que decirle yo nada? ¡El problema es suyo por ponerse así!

—Esta niña...

—No sé, ya me dirás por qué acabasteis a golpes desde un primer momento.

—¡Me metió en una ilusión con avispas!

—¿Y antes?

—Sólo la llamé cobarde para forzarla a empezar a pelear...

Otra mirada.

—A veces, es necesario emitir una disculpa que no se siente como medio para alcanzar un acuerdo emocional entre dos personas —dijo Kori, con gran elocuencia, de pronto. Era la primera vez que había hablado. Le sostuvo una larga mirada—. En otras palabras: a veces hay que tragarse el orgullo.

Daruu resopló y retiró la silla de la mesa, apoyando las manos y levantándose.

—Está bien, está bien... —suspiró—. Esperaré a que salga del baño y hablaré con ella.

Se alejó dando zancadas y se metió en el interior del hotel. Zetsuo negó con la cabeza, con desaprobación, y echó mano del vaso de agua. Kori observaba a Daruu marcharse.

—En el fondo, siguen siendo unos niños. Tendrán que madurar todavía...

—¿A que hacen buena pareja?

—¡¡PFPFPAFPFASFSHFASF!! —Zetsuo escupió el vaso de agua, empapando a Kiroe.

»¿Pero qué dices, mujer? ¡Estás loca!

—¡Me has empapado, gilipollas!

—¡¡Repite eso!! —Zetsuo se levantó del asiento y se inclinó peligrosamente hacia Kiroe.

—¿Qué, qué vas a hacer? CO-BAR-DE.

El jounin se abalanzó sobre la pastelera, ella esquivó y le dio una colleja amistosa.

—¡Leeeeento...!

—...o tal vez no maduren nunca. —Kori suspiró, y dirigió toda su atención a una porción de tarta de vainilla que acababan de servir en la mesa de al lado. Aunque los comensales tenían más aspecto de querer largarse de allí lo más pronto posible que de querer comerse el pastel.

De hecho, se fueron. Kori se levantó, despacio, cogió el trozo de pastel y volvió a sentarse en la silla mientras los adultos discutían a plena voz. Clavó la cuchara en la tarta, y empezó a comer.


· · ·


Daruu aguardaba fuera del baño de mujeres, apoyado en la pared.

—Vamos, Ayame... Se te oye llorar. —Golpeó la pared. Toc, toc, toc—. Escucha, lo siento, ¿vale? Te llamé cobarde sólo para picarte. Y luego perdí el control cuando me hiciste el Genjutsu. Pero... Pero acuérdate de los espaguetis o algo. ¡Va, venga, esto es una tontería!
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#48
Había estado un buen rato así, contemplando cómo el agua caía del grifo y se mezclaba con sus lágrimas en el lavabo. Era plenamente consciente de no podría estar ahí dentro toda la noche, ¿pero cómo salir? No conseguía dejar de llorar y el reflejo del espejo le mostraba unos ojos enrojecidos e hinchados que eran imposibles de disimular.

Quizás podría arreglarlo con una transformación básica...

Toc. Toc. Toc.

Tres golpes la sobresaltaron. No habían sonado en la puerta, como vendría siendo lo normal, sino en la pared...

—Vamos, Ayame... Se te oye llorar —Se escuchó la voz de Daruu fuera, y Ayame se encogió sobre sí misma—. Escucha, lo siento, ¿vale? Te llamé cobarde sólo para picarte. Y luego perdí el control cuando me hiciste el Genjutsu. Pero... Pero acuérdate de los espaguetis o algo. ¡Va, venga, esto es una tontería!

Ella se mordió el labio inferior, y sus hombros se sacudieron en un sollozo aún más grande al recordar la agradable comida que habían tenido por la mañana. Quería abrir la puerta y refugiarse en sus brazos... pero no quería que la viera así. ¿Qué podía hacer...?

Y encima el agarre de Daruu le había arrugado el vestido...



. . .



Kōri seguía degustando su recién adquirida tarta de vainilla. Su gesto, siempre inamovible, no parecía reflejar ningún tipo de rechazo a estar comiéndose el postre antes de cualquier tipo de cena. De hecho, más bien parecía agradarle la idea.

Junto a él, Zetsuo y Kiroe se erguían en sus asientos con toda la dignidad que una mujer empapada de los pies a la cabeza y un hombre despeinado y con un rasgón en el cuello del traje podían reunir. Aún respiraban agitados, pero parecía que el huracán ya había pasado de largo.

En la barra, el camarero se había quedado plantado en la puerta de la cocina con dos platos en sus manos. Sus ojos, abiertos como platos en un rostro de tez pálida como la leche, trataban de dilucidar si ya era el momento adecuado para acercarse a la mesa.

—Mierda. Jodidos críos —masculló Zetsuo entre dientes, golpeando la mesa con el puño—. ¡Parece que disfrutan jodiéndonos la marrana! ¡Es la edad, dicen! ¡LA EDAD MIS COJONES! ¿Sabes qué le ha dado a Ayame ahora? —añadió, volviéndose de nuevo hacia Kiroe con sus afilados ojos aguamarina echando chispas—. ¡Que es fea! ¡No para de repetirlo una y otra vez! ¿Qué se supone que se debe hacer con eso?

Incluso Kōri dejó el cubierto sobre el plato. Cualquier podría decir que de estuperfacción, pero en realidad es que ya no había nada más que comer.



. . .



La puerta pegó un leve chasquido y se abrió con cierta lentitud. Ayame salió al fin del cuarto del baño y cuando miró a Daruu ya no había rastro de lágrimas, ni de ojos hinchados ni de mejillas enrojecidas. Sin embargo, había algo aún más preocupante...

Tenía una enorme y ridícula sonrisa abierta de oreja a oreja.
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#49
Los adultos estaban sentados alrededor de la mesa. Esto es un hecho reseñable. Es reseñable porque es lo que se supone que debían estar haciendo, pero hacía tan sólo unos minutos estaban arrojándose sillas y recordándoles a los camareros por qué nunca debían haber aceptado aquél trabajo. Aquello no estaba pagado.

Pero ahora, parecía que el hacha de guerra estaba enterrada. Y como tras un episodio de ira infantil, después del enfado vienen los lloros.

—¡Que es fea! ¡No para de repetirlo una y otra vez! ¿Qué se supone que se debe hacer con eso?

Kiroe estalló en una carcajada.

—No puedes hacer nada —aseguró—. Son cosas de niños, Zetsuo. Se le pasará. Ahora sólo queda aguantar.

Kori, que había apartado el plato del pastel como si él no se hubiera comido nada que no le perteneciese, Miraba con los ojos brillantes al camarero, plantado en la puerta de la cocina con el rostro manchado de terror.


· · ·


Ayame salió del baño. Eso es lo que le hubiera gustado. Pero lo que salió, lo que salió...

Daruu estalló a reír. Fue una carcajada, sincera y sonora, que hizo que varios clientes del hotel que pasaban por allí se les quedasen mirando. Bueno, sólo a Daruu. Ayame estaba de espaldas, y menos mal. Daruu se metió la mano dentro del jinbei y sacó su bandana de Amegakure. Se la enseñó a Ayame para que viera en lo que se había transformado.

—"El retooorno del clon maliiigno" —se burló Daruu, picajoso, y abrazó a Ayame con todas sus fuerzas—. Se te ha oído llorar. Anda, deshaz el Henge no Jutsu y vamos a la mesa.


· · ·


Daruu y Ayame entraron al comedor charlando ya animadamente, y se acercaron a la mesa para sentarse frente a sus padres. Sólo entonces se darían cuenta de que Kiroe estaba empapada y Zetsuo despeinado y con arañazos en la ropa. Antes siquiera de que a Ayame se le preguntar algo, Kori ya le había tapado la boca. Y Kiroe le estaba implorando a su propio hijo que cerrara la boca con un duelo de miradas.

—Mirad, ya viene la comida. —Con su desangelada y átona voz de siempre, Kori les hizo desviar atención hacia los platos.

El camarero dejó las cenas como si tuviera miedo de tocar a alguno de ellos sin querer y se alejó todo lo rápido que pudo. Cuando la puerta de la cocina se cerró tras él, suspiró, se limpió el sudor de la frente y solicitó a los cielos que, por todo lo que más quisieran, llegase su cambio de turno antes de que los comensales llegaran al postre.

Daruu se relamió frente a su pizza y empezó a cortarla con impaciencia.

—¡Que aproveche!
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#50
Daruu estalló en carcajadas al verla, y Ayame, creyendo que se estaba riendo de ella, no pudo hacer otra cosa que encogerse sobre sí misma y agachar la mirada. Ya estaba acariciando la idea de volver a meterse en el baño cuando su compañero sacó de su jinbei su bandana y se la tendió, invitándola a contemplar su reflejo.

Y entonces lo entendió todo.

—"El retooorno del clon maliiigno" —canturreó Daruu, burlón, y entonces la envolvió entre sus brazos y la estrechó con fuerza—. Se te ha oído llorar. Anda, deshaz el Henge no Jutsu y vamos a la mesa.

Pero no hacía falta que se lo dijera. En cuanto la había abrazado de aquella manera, Ayame había perdido toda compostura y su transformación se había deshecho. Sin poder contenerse por más tiempo, alzó los brazos para abrazarse aún más a Daruu.

—Lo siento...



. . .



Cuando regresaron al comedor, se encontraron con una escena de lo más... peculiar. Kiroe estaba mojada de los pies a la cabeza y Zetsuo tenía los cabellos revueltos y varios arañazos en sus ropas. Kōri era el único que se mantenía tal cual.

Estupefacta ante lo que sus ojos estaban viendo, Ayame tomó asiento con cuidado, como si temiera ofender con su sola presencia. Pero cuando la curiosidad la superó y abrió la boca para preguntar qué había pasado, su hermano le tapó la boca con una de sus gélidas manos antes de que pudiera siquiera tomar aire.

—Mirad, ya viene la comida —indicó, antes de liberarla.

Ayame se frotó la boca con el dorso de la mano, tratando de quitarse la extraña sensación de frío de los labios.

El camarero entró en escena. Sus manos temblaban con violencia cuando depositó con sumo cuidado los platos frente a los comensales, como si temiera que el simple roce con cualquiera de ellos supusiera su condena a muerte.

—¡Muchas gracias! —exclamó Ayame alegremente, cuando dejó el plato delante de ella. Y el camarero, pálido como la cera, dejó escapar un gritito como si acabara de ver a un monstruo y después salió corriendo de vuelta a la barra. Ella ladeó la cabeza ligeramente—. ¿Qué le pasa...?

—¡Que aproveche! —exclamó Daruu, antes de enzarzarse con su comida.

Ayame tuvo que hacer un verdadero esfuerzo por contener un gesto de asco al ver la piña sobre la pizza y se concentró en su propio plato. Su Katsu Don tenía una pinta exquisita, con la carne de cerdo empanada cortada en tiras y dispuesta sobre un manto de arroz... Se le estaba haciendo la boca agua de sólo mirarlo.

Mientras tanto, en el otro lado de la mesa, Zetsuo dirigió su férrea mirada hacia Daruu y entrecerró los ojos. Y es que allí, a la altura del hombro, la tela de su jinbei estaba húmeda...

—¿Entonces al fin te has interesado por las ilusiones, niña?

Ayame se sobresaltó ligeramente y miró a su padre por debajo de las pestañas. No habían sido pocas las veces que aquel hombre férreo había intentado que dominara el arte del genjutsu, pero en todas ellas había fracasado de forma tan estrepitosa que había llegado a perder el ánimo de seguir intentándolo.

Hasta ahora.

—Sí, bueno... aunque sólo conozco una técnica...

—Bien —asintió él, y Ayame se removió inquieta en su sitio.

¿Qué quería decir aquel simple "bien"?
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#51
Daruu disfrutó de su pizza a una celeridad superior que el resto de comensales le dedicaron a sus respectivos platos. por eso, cuando ya llevaba la mitad en tan sólo unos minutos, se obligó a frenar y atendió a la conversación que cursaba a su alrededor.

Zetsuo le preguntó a Ayame si se había interesado por las ilusiones. «Vaya que si se ha interesado, sí señor.». Hablaba con impaciencia, y a decir verdad, a Daruu no le gustó nada cómo se había referido a su propia hija. Pero cuando Ayame le contestó, parecía complacido.

Era ese tipo de padre.

Daruu respiró hondo y... miró a Zetsuo. Lo miró a los ojos hasta que el hombre se dignara a clavar sus dos puñales turquesas en él. Entonces pensó, alto y claro.

«Necesito hablar con usted, Zetsuo-dono. A solas.»

Luego, bajó la mirada, cogió un nuevo trozo de pizza con piña y le dio un bocado.

—¿Cómo se está portando mi Daruucín en el equipo, Kori-kun? —preguntó Kiroe.

«¿¡Cuándo me va a dejar de llamar así!?». Daruu mordió con furia su trozo de pizza y tiró de él, rumiando el bocado como una vaca.
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#52
Zetsuo levantó la mirada de su plato y sus ojos de águila, afilados y de color turquesa, toparon con los ojos perlados de Daruu, que le miraban fijamente desde el otro extremo de la mesa. Pasaron algunos segundos, hasta que él frunció ligeramente el ceño y volvió a enfrascarse en su cena en completo silencio.

—¿Cómo se está portando mi Daruucín en el equipo, Kōri-kun? —preguntó Kiroe entonces, y El Hielo se volvió hacia la mujer.

—Progresa bien, Amedama-san. Su dominio del chakra es realmente prometedor —respondió, aunque lo positivo del mensaje se veía opacado por la neutralidad de su tono de voz. Era como si simplemente le hubiesen preguntado si hacía sol o estaba lloviendo—. Aunque aún es bastante impulsivo y se deja llevar demasiado por emociones como la ira.

Ayame se encogió en su asiento, rezando a todos los dioses habidos y por haber que Zetsuo no hiciera la misma pregunta. En realidad no sabía muy bien cuál era la opinión de su hermano sobre su progreso, pero su sinceridad podía llegar a ser arrolladora en algunas ocasiones.

Sin embargo, Zetsuo echó la silla hacia atrás con un sonoro chirrido y se levantó. Sin mencionar una sola palabra, el hombre se dirigió hacia los cuartos de baño...
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#53
Las palabras de Kori empezaron adulándole. Daruu hinchó el pecho con orgullo y sonrió para sí. Pero luego pasaron a señalar su impulsividad y a asegurar que se dejaba llevar por la ira. Daruu bajó la cabeza y, enfurruñado, volvió a darle un bocado a su pizza.

«Yo no me dejo llevar por la ira, hmpf», pensó para sí mismo... con ira.

Al cabo de unos minutos, Zetsuo se levantó haciendo sonar la silla con fuerza contra el suelo. Daruu pensó que quizás la señal había sido demasiado poco sutil. Ya lo había pillado.

Kiroe se quedó mirándolo, mientras se alejaba.

—¿Qué le pasa?

Daruu tenía que ir con él, por supuesto. Pero todavía le quedaba un trozo de pizza, de modo que lo masticó a toda la velocidad que le fue capaz y se levantó a toda prisa.

—¡La piña me ha dado ganas de hacer pis! ¡Perdón, perdón! —Se alejó hacia el interior del hotel...
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#54
—¿Qué le pasa? —preguntó Kiroe, con sus ojos siguiendo la trayectoria de Zetsuo.

Pero tanto Ayame como Kōri se encogieron de hombros.

—Tendrá ganas de ir a... —Comenzó a decir Ayame, pero el sonido de otra silla deslizándose la interrumpió. Daruu también se había levantado—. ¿Tú también, Daruu-kun?

—¡La piña me ha dado ganas de hacer pis! ¡Perdón, perdón! —se excusó el muchacho, antes de encaminarse en la misma dirección que su padre.

—¡Ah! ¡Vale...! Es cierto, papá dice a menudo que la piña es diurética —le comentó Ayame al resto de los comensales, con orgullo contenido sobre sus escasos conocimientos de medicina.



Mientras tanto, Aotsuki Zetsuo esperaba pacientemente en el cuarto de baño, con los ojos cerrados y los brazos cruzados sobre el pecho.

—¿Qué es tan importante para interrumpir de esa manera la cena, chico? —dijo, en cuanto sintió la puerta del baño abrirse de nuevo.
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#55
Daruu entró al vestíbulo y, confuso, oteó una esquina, a ver si Zetsuo le estaba esperando por allá. «¿Es imposible que me esté esperando de verdad en el cuarto de baño, no?», pensó. Luego, su piel tomó el color blanco de la leche. «Espera... ¿y si se ha ido de verdad a mear? Joooder, ¿y si ha arrastrado la silla así porque se estaba meando la pata abajo?»

Sin embargo, entró al baño.

Allí lo encontró, ojos cerrados y los brazos cruzados. Ahora que lo tenía delante y estaban a solas, Daruu tragó saliva, consciente de que estaban empezando a temblarle las piernas.

—P-pues... L-lo siento Zetsuo-dono, pero... —balbuceó Daruu. Caminó hasta él y se arrodilló, en una pronunciada señal de respeto.

»Me... ¿me enseñaría a usar y a combatir el Genjutsu? P-por favor...
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#56
Y allí estaba el muchacho. De repente, había abandonado toda la fiereza que había mostrado durante la cena y ahora se mostraba tembloroso y balbuceante como un niño pequeño. Zetsuo abrió los ojos y los clavó en los del genin. Sin embargo, en aquella ocasión no entró en su mente. Simplemente dejó que dijera lo que quería decir.

—P-pues... L-lo siento Zetsuo-dono, pero... —tartamudeó Daruu, acercándose a él con timidez...

Y entonces se arrodilló. Zetsuo alzó una ceja. ¿Pero qué estaba haciendo?

—Me... ¿me enseñaría a usar y a combatir el Genjutsu? P-por favor...

Genuinamente sorprendido por la inesperada pregunta, el hombre abrió aún más los ojos. Sin embargo, fue un gesto fugaz y enseguida volvió a fruncir el ceño. Daruu seguía arrodillado frente a él, y aunque no podía negar que le agradara aquel gesto...

—¡Levántate del suelo, chico! ¡Por Amenokami, no te arrodilles en un baño público! ¡A saber la de mierda que tendrá acumulado! —exclamó, negando con la cabeza en un gesto de desaprobación. Después se mantuvo unos segundos en silencio, meditando, hasta que sus labios formularon una última pregunta—. ¿Y por qué debería hacerlo? —preguntó, directo y cortante como el filo de una katana hacia su cuello.
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#57
Los tensos segundos que estuvo arrodillado pasaron como minutos, tal vez como horas. Finalmente, Zetsuo le espetó que no se debía arrodillar en el baño público, de una manera tan fuerte que Daruu se levantó como un resorte.

—¿Y por qué debería hacerlo? —preguntó Zetsuo.

Daruu le apartó la mirada un momento, sabiendo lo peligroso que podía ser pensar mientras se le miraba. «Qué orgulloso que es...»

—Ni mi madre ni Kori-sensei saben sobre Genjutsu —sugirió como respuesta. Después, meditó un poco más, suspiró, y dijo—: Nunca he tenido una figura paterna que me enseñe más cosas. Me gusta aprender. Me parece interesante. Y, por último...

Le miró a los ojos aguamarina y tragó saliva. Sintió cómo la guillotina descendía sobre su cuello cuando dijo:

—Nos podremos conocer mejor. —Hizo otra reverencia, esta vez sin arrodillarse, pero extremadamente pronunciada—. Ayame y yo... estamos saliendo.

«Es mejor que se entere cuanto antes.»
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#58
Daruu, que había pegado tal brinco para levantarse del suelo que poco le faltó para quedar incrustado en el techo, bajó la mirada en respuesta a su pregunta.

—Si temes que te vaya a leer la mente, no te preocupes. No voy a hacerlo —le espetó Zetsuo.

—Ni mi madre ni Kōri-sensei saben sobre Genjutsu —respondió al fin.

Y no le faltaba razón. Su hijo mayor, pese a que se le consideraba un genio en muchos aspectos, era un completo negado para las artes ilusorias. Por el contrario Ayame, aunque tampoco parecía tener un verdadero don para el Genjutsu, sí había comenzado a dar sus primeros pasos al fin. Kiroe, por otra parte, era una mujer excepcionalmente inteligente. Pero parecía nunca había mostrado interés por aquella rama.

—Nunca he tenido una figura paterna que me enseñe más cosas. Me gusta aprender. Me parece interesante. Y, por último...

El chico al fin alzó la mirada hacia él, y Zetsuo mantuvo su promesa de no entrometerse en sus pensamientos en aquel momento. Sin embargo, algo le dio mala espina cuando le vio tragar saliva.

—Nos podremos conocer mejor —añadió, y Zetsuo alzó una ceja en respuesta. Y entonces Daruu inclinó el cuerpo en una nueva reverencia que casi le hizo tocar el suelo con la nariz—. Ayame y yo... estamos saliendo.

Un crujido. Zetsuo no se había movido del sitio, de hecho seguía con los brazos cruzados. Pero las paredes del cuarto de baño reverberaron con violencia. El aire pareció cargarse de una electricidad estática y la presión aumentó hasta el punto de amenazar con aplastar el cuerpo de Daruu contra el suelo.

Fueron apenas unos segundos. Pero parecieron horas.

Y entonces, se detuvo.

—Estáis... saliendo... Tú... y mi hija... —susurró Zetsuo, y su tono de voz fue tan amenazante como el siseo de una serpiente de cascabel. El hombre dejó caer los brazos a ambos lados de su cuerpo y se acercó a Daruu con pasos lentos y pesados. Le miró desde arriba, con sus ojos aguamarina clavados sobre él como dos navajas. Y entonces le crujieron los nudillos cuando apretó sendos puños—. ¡¿Por qué?! ¡¿Desde cuando?! —exigió saber.

Y, más que una pregunta, era una orden.
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#59
La pared vibró. El aire se hizo más denso, y como si tuviera que hacer más fuerza para respirarlo, a Daruu le entró flato. Sintió la necesidad de cubrirse la cabeza con las manos, y así lo hizo. En el cuarto de baño de al lado, una mujer ahogó un grito y salió corriendo.

—¡Ahhhh, un terremoto, un terremoto!

Mucho más lejos, en una mesa del comedor, Kiroe levantó la cabeza un instante, como si hubiera sentido algo.

—¡¿Por qué?! ¡¿Desde cuándo?!

—El por qué, no lo sé... —balbuceó Daruu. Levantó la vista y miró a Zetsuo directamente a los ojos, para que pudiese leer a través de él. A través de todo—. El cuándo... Quizás cuando me salvó la vida. Ese pudo ser un buen momento. Pero no estoy seguro siquiera yo.

»Sentía que tenía que decírselo antes de que se tuviese que enterar usted de otra manera. Zetsuo-dono. —Reverencia.
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#60
En la mesa del comedor, Shanise había levantado la mirada de repente. Kōri, sin embargo, parecía seguir concentrado en su plato, pero sin mover la cabeza siquiera sus iris se alzaron hacia un punto indeterminado fuera del salón.

—¿Ocurre algo, Kiroe-san? —preguntó una cándida Ayame.



. . .



—El por qué, no lo sé... —balbuceó Daruu y levantó sus ojos perlados.

Y cuando le miró directamente a los ojos, Zetsuo entró de una zambullida en su mente. Lo vio todo. Oh, claro que lo vio. E incluso supo que el chico había estado investigando y había descubierto cosas que no debería conocer... Apretó aún más los puños.

«Jodido mocoso entrometido.»

—El cuándo... Quizás cuando me salvó la vida. Ese pudo ser un buen momento. Pero no estoy seguro siquiera yo. Sentía que tenía que decírselo antes de que se tuviese que enterar usted de otra manera. Zetsuo-dono. —volvió a inclinarse.

Pero Zetsuo nos despegaba sus ojos de su nuca, como si pudiera cercenársela en cualquier momento con aquel simple gesto. Se tuvo que recordar que Amedama Daruu era el hijo de Amedama Kiroe, que habían sido vecinos de toda la vida e, incluso, compañeros en varias misiones. Daruu era uno de los pocos amigos que había hecho su hija. Y todavía recordaba con nitidez que fue gracias a él que consiguieran salvar su vida antes de que muriera envenenada en aquella condenada misión. Se obligó a sí mismo a respirar hondo y relajarse. Podría haber sido peor, mucho peor. Podría haber sido un completo desconocido. Podría haber sido... Cualquier otra persona.

En un brusco movimiento agarró al muchacho del jinbei y le obligó a reincorporarse de un empujón.

—Espero por tu bien que no se te ocurra hacer nada que pudiera perjudicarla de cualquier modo. O te mataré con mis propias manos, chico —volvió a sisear, con su rostro a escasos centímetros de el del muchacho.

Le soltó. Se alejó un par de pasos de él. Y se cruzó de brazos con un pesado suspiro.

—Supongo que serás consciente de que el arte del Genjutsu no se domina de un día para otro. Requiere de estudio y, sobre todo, de un minucioso control del chakra. No es algo que esté al alcance de cualquiera. Y yo no seré un tutor beneplácito ni compasivo —añadió, clavando en él sus chispeantes iris aguamarina—. ¿Estás seguro de querer seguir adelante?
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