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Los rumores se esparcían como la lluvia por los alcantarillados, con gravedad y a toda presión. Pronto estaba en boca de todos el rumor de los fantasmas del Cementerio del Gobi. Antiguas victimas del bijuu que se levantaban justo ahora para cobrarse la venganza contra Kurama, a quien consideraban culpable de dicha aparición. ¿Por qué? Nadie lo sabe. Sin embargo, dichos fantasmas no hacían distinción y se estaban llevando almas inocentes con ellos al infierno.
Hasta cuatro desapariciones en el último mes. Gente que pasaba a ofrecer sus respetos, simples turistas que pasaban a observar el iconico lugar, incluso personas que no tenían ningún motivo para ir se sentían atraidas por estos seres de ultratumba. Sin embargo, eso decían los rumores. Oficialmente, la villa no tenía constancia de ninguna desaparición ni de ningún fantasma. Los más conspiranoicos hablaban de que la administración temía confirmar la existencia de fantasmas. Sobre todo ahora que la guerra se cernía sobre ellos. ¿Cómo iban a admitir que tenían un problema con unos fantasmas? ¿Y que no tenían ni idea de cómo lidiar con ellos?
Tal vez fuese por los rumores, pero ahora en la entrada del cementerio habían puesto un mostrador improvisado y tras él una anciana intentaba poner orden con una enorme cola de gente que esperaba para entrar.
— Por favor, entren en grupos de cinco. No se separen y no toquen ninguna lapida. Respeten a los caidos.
De poca a ninguna de esas personas había venido a respetar a los muertos, algunos ni disimulaban que iban con la intención de ver algún fantasma. Hablaban en voz alta de cómo hacerlos aparecer y capturarlos después echandoles sal y metiendolos en una vasija mágica que habían comprado. Mientras tanto, la niebla se cernía poco a poco sobre ellos desde el cementerio. Parecía sentirse atraida por la ineptitud de los turistas y los cazafantasmas. Casi queriendo comerselos allí mismo.
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Los rumores sobre fantasmas y otras criaturas mágicas no tardaron en extenderse como la espuma. Con la guerra a punto de producirse en cualquier momento, no podían disponer de un gran número de efectivos para inspeccionar la zona, y formalizarlo como misión también podría llegar a ser problemático, dado que de esta forma quedaría presente el hecho de que los fantasmas del Cementerio del Gobi estaban presentes. Aquello atraería incluso a más curiosos a la zona, y el poco respeto que se le procesaba a los muertos dejaría de existir. De forma extra oficial, mandaron a Ren, que al ser una genin no destacaría demasiado, y si las cosas se torcían y eran algo reamente serias, tenía permiso para volver de inmediato y pedir refuerzos.
La idea de explorar un cementerio plagado de fantasmas y posibles otros seres de ultratumba era algo inquietante. Ren no le tenía un miedo especial a nada, en todo caso le daba asco alguna cosa o le producían cierto respeto; como las serpientes, quien sabe cuál de esos bichos tiene o no un veneno mortal, y las que no, podían estrangularte hasta asfixiarte o romperte los huesos.
Se despertó temprano, ya que al no estar tan lejos de Amegakure, Ren podría llegar hasta allí a pata después de una buena caminata. Bostezó ampliamente cuando por fin alcanzó su destino. Desde que volvió a casa de su última aventurita, estuvo buscando algo de información sobre sus ojos, tanto preguntando a sus más allegados como dándose una vuelta por la biblioteca local. Aquello fue una perdida de tiempo, pero se sintió algo reconfortada por haber puesto algo de esfuerzo. Seguro que Hana no podría ni sostener la idea de verla esforzándose tanto en aprender algo así hasta el punto de pisar una biblioteca.
¿Podría ver fantasmas con aquellos ojos especiales? Pensó momentáneamente mientras terminaba de subir unas escaleras.
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«Hay demasiados turistas...» Aquel fue el primer pensamiento que tuvo Kimi al llegar al lugar.
Al menos una vez por estación la Kaminari solía viajar hasta el cementerio del Gobi para pagar sus respetos a los caídos. Ella no había perdido a nadie en aquella tragedia, realmente, pero el mismo año que ella nació sus padres habían perdido a muchos amigos e incluso a algunos familiares. Desde joven, la Minami había acompañado a su madre con doce flores para presentar sus respetos a cada uno de sus amigos y había escuchado muchas historias de ellos. Ni tras la muerte (o como recientemente había descubierto: desaparición), de sus padres, la joven había perdido la costumbre. Lo único que había cambiado es que desde entonces solía llevar dos flores de más, pero esta vez se las ahorró.
Armada con un paraguas, una chaqueta impermeable con capucha, una cestita con flores y una bolsita con diez botellas pequeñas de agua, la joven se paró al final de la enorme cola de gente que intentaba entrar en el cementerio y suspiró, asqueada.
— ¿Ahora hay que entrar en grupos de cinco? ¿Qué es este espectáculo? —Dijo para sí misma, en voz baja.
Conocía los rumores, pero no entendía la reacción de la gente. Si los espíritus de los muertos se levantaban era porque no los estaban respetando
— Esto... disculpen. ¿A alguien le falta una persona? —Preguntaría a quien pudiese, intentando no alzar demasiado la voz.
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"No sólo tienes que entrenar físicamente, sino también mentalmente."
Las palabras de Saki le habían inspirado a buscar un reto distinto, pero justo ahora Suzume se arrepentía. Llevaba una blusa verde claro de mangas largas, y una falda azul corta encima de unos pantalones ajustados negros. Su larga cabellera roja estaba atada en una coleta alta. Y tenía frío. No porque lo hubiese, sino porque tenía miedo.
"No pueden ser espíritus de verdad" se dijo una y otra vez, insistiéndose a sí misma para darse cucharadas de valor. Se frotó los brazos, como queriendo ahuyentar gélidas manos que no estaban allí. Aún.
Había mucha gente allí, lo cual le alivió bastante. En cuanto una chica preguntó si a alguien le hacía falta una persona, Suzume levantó la mano instantáneamente.
—¡Y-YO! —dijo casi gritando. —. Ah... L-lo siento. Yo. Yo no tengo con quien ir... —se le acercó nerviosa.
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Las dos kunoichis y la idol se encontraron en la cola, delante suyo los grupos de cinco seguían ingresando en el cementerio. La mayoría al menos intentaban mantener un poco el decoro mientras estaban a la vista.
— Señorita, por favor, reconsiderelo. Su padre la espera mañana en... — la mujer justo delante de ellas intentaba disuadir a una chica que acompañaba
— ¡Fantasmas, Mitsu-chan! ¿¡Es que no tienes sangre en las venas!? Esto es una llamada a la aventura. — la chica, que tenía la altura de Kimi, parecía genuinamente emocionada por la situación.
—¡Y-YO! —
La mujer, que llevaba un traje de sirvienta negro de ancha falda que llegaba a sus rodillas, se giró al oír el grito. Vio a la pelirroja y estuvo a punto de volverse a su señorita cuando vio la bandana de Kimi. Tuvo suerte de poder ver algo, pues la kunoichi llevaba todo el set de paraguas, chubasquero y capucha. Agarró a su señorita y la giró hacia Kimi, arrastrandola levemente hasta quedar enfrente.
No podía separarse de ella porque estaba sosteniendo un elegante paraguas para que no cogiese terrible pulmonía.
— Buenas, chicas. Buscan gente para hacer un grupo, ¿verdad?
La chica le pegó un tirón del brazo para que se agachase y le susurraría al oído.
— ¿Qué haces? ¡Yo quería entrar sola! — puso la mano delante para que no la oyesen, pero no se molestó en bajar el tono.
La sirvienta se mantuvo levemente agachada y tampoco se esforzó en bajar la voz ni en susurrar.
— Bueno, Shio-san, nosotras dos solas no podíamos entrar y estas amables jovenes estaban buscando grupo. Además, ¿no es más divertida una aventura si va acompañada? — le sonrió a las chicas, intentando que la ayudasen a convencerla.
Shio vestía con un elegante vestido azul de detalles florales. Sin embargo, por debajo llevaba ropas de entrenamiento que cualquiera de ellas podría reconocer. Tenía los ojos azules y el pelo negro, recogido en dos coletas cortas que le colgaban por detrás de cada hombro. La mujer que la acompañaba, Mitsu, vestía un uniforme de sirvienta negro y tenía el pelo castaño recogido en una coleta baja y sus ojos eran de un marrón oscuro.
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No tardarón en su alrededor a formarse un par de nuevos grupos, y es que parecía ya más que claro que si no ibas en uno de esos, no te dejarían entrar. Ren resopló, pero tampoco tenía las capacidades como para ir felizmente ella sola. Tan solo esperaba no tener que llegar a preocuparse por alguien más de la cuenta. Una de las chicas que tenía cerca, y con un extraño aspecto preguntaba para buscar un grupo. Y posteriormente lo hizo a viva voz una pelirroja que pudo reconocer. Bueno, al menos era una cara conocida.
Ren recortó la distancia con Suzume y Kimi, quienes estaban hablando con otras dos personas para buscar un grupo.
— Perdonad, ¿os falta a alguien más para el grupo? Yo estoy sola — dijo señalándose con un dedo, esperando ser aceptada sin mucho reparo.
Suzume por su lado, tal vez la recordaba de habérsela cruzado, o tal vez porque se parecía bastante a alguien que ya conocía.
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— ¡Y-YO!
La voz de una chica cerca suyo la asustó, haciéndola girarse de golpe para encontrarse con una cara muy conocida. ¡Era Murakisho Suzume! Hacía unos meses, en su cumpleaños, Kimi había asistido a uno de sus conciertos en Shinogi-To justo antes de ser secuestrada, y ahora se habían encontrado justo aquel día. Era una enorme coincidencia, sin duda, pero ¿qué hacía ella allí? No habrá venido solo por los rumores ¿verdad?
«Supongo que nadie es perfecto...»
Antes de que Kimi pudiese responderle, una chica unos milímetros más baja que ella había sido arrastrada por su sirvienta. Aparentemente buscaban grupo y aparentemente, según había escuchado Kimi antes, estaban allí porque la pequeña buscaba una aventura.
— He venido a traerle flores a mi familia, así que no voy a entrar junto a nadie que no respete a los muertos. Esto no es una aventura. —Hay gente que piensa que ser demasiado sincero y ser estúpido eran la misma cosa. Si eso fuese cierto, Kimi probablemente sería la persona más estúpida del lugar.
Tanto Suzume como Ren podrían fijarse en que Kimi se parecía muchísimo a otra persona que había visto antes. Podrían incluso llegar a pensar que eran la misma persona, excepto porque Kimi tenía un brazo de metal, un ojo rojo, la piel oscura y una expresión y manera de hablar completamente distinta a la de la chiquilla que conocieron.
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— He venido a traerle flores a mi familia, así que no voy a entrar junto a nadie que no respete a los muertos. Esto no es una aventura.
Shio pareció ofenderse, pero no porque le hubiese dicho que esto no era una aventura sino porque pensaba que no iba a honrar a los muertos.
— No voy a faltarle el respeto a los caidos. De hecho, voy a averiguar qué los está perturbando y ayudarles. Y para ello no necesito ayuda de nadie.
No parecía darse cuenta de la ironia de ir a ayudar a alguien sin ayuda de nadie. Mitsu volvió a mirar a las kunoichis con gesto de suplica.
— Por favor, siempre se emociona con ayudar a la gente y acaba haciendose daño. Si de verdad hay algo tenebroso aquí... — hizo un gesto de limpiarse la mala suerte. — le podría pasar algo terrible.
Ambas parecían ser sinceras en sus palabras. Ya no había nadie más enfrente de ellas, estaban Shio, Mitsu y ellas tres. Y la menor se dirigía a hablar con la encargada del lugar.
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Por la emoción (y definitivamente no por el miedo) inicial, Suzume tardó en reconocer a dos de las chicas. Una era una morena que, si no mal recordaba, se había pasado un largo rato charlando con Odorihime, su compañera de banda. Ahora que la veía con más detenimiento, le recordaba a Saki, su guardiana. La otra era una chica de piel morena, aunque se notaba distinta. Uno de sus ojos era rojo. No, claramente recordaría haber conocido a alguien de ojos rojos.
—N-no, yo... Yo los respeto —le contestó Suzume. Sí, ella buscaba un reto, pero no iba a ir por allí pateando tumbas y gritando. Parecía que la chica del ojo rojo y una chica de elegante vestido sabían de qué iba la cosa, así que se dispuso a seguirles.
Ante la mención de "algo tenebroso" y "algo terrible", Suzume tembló de pies a cabeza. Normalmente abrazaría a Saki al tener miedo, pero ella no estaba allí.
—Y-yo... Ayudaré en lo que sea necesario. S-sí. Respeto y apoyo, sí.
Se notaba a leguas que estaba nerviosa.
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Aparte de la pelirroja, había una chica que le sonaba bastante. Estaba bastante segura de que la pelirroja era Suzume, aquella primeriza genin que tocaba en un grupo de música, y que conoció por casualidad cuando acabó uno de sus entrenamientos. La otra chica, de piel oscura, le sonaba de algo. No sabía exactamente bien el qué, pero cuando observó su rostro le dio la sensación de haberla conocido en otra ocasión también. Ren se llevó una mano a la barbilla, mientras miraba al cielo. ¿Se lo estaba imaginando, y por el hecho de reconocer a Suzume estaba pensando en lo mismo? No terminaba de estar segura; sobre todo cuando observó que uno de sus brazos no era precisamente orgánico. ¿Se lo habrán hecho con partes de marionetas y otros? Había gente que se especializaba en eso y, a lo mejor, servían a modo de prótesis o algo.
Las palabras de que podría haber algo tenebroso y posiblemente del más allá, inquietaron a Suzume, haciéndola temblar como un flan. El objetivo de Ren no era el de mostrar respeto a los fallecidos, pero si hacer algo con aquel negocio que se estaba formando.
— No se preocupe, varias de nosotros somos ninjas así que no creo que haya ningún problema — añadió tras haber pasado un vistazo por las relucientes placas de cada una de las presentes, para finalmente depositar la mirada sobre la que estaba tan preocupada.
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Kimi acabó suspirando. Suponía que al menos, entre todas las personas que podrían haberle tocado como compañeras, no eran las peores. Habría deseado encontrarse con alguien que simplemente venía a visitar a su familia, con quien pudiese contarse historias sobre la gente que visitaban mientras dejaban sus flores, antes de irse a casa, pero de alguna manera había acabado por unirse a alguna especie de grupo de cazadoras de misterios.
Al menos no parecían ser malas personas. No eran un grupo de delincuentes, ni nada por el estilo.
— De acuerdo. La acompañaré. —Respondió Kimi. Las otras dos chicas también parecían dispuestas a hacer un grupo—. Yo soy Kaminari Kimi. Es un placer conocerlas. —Incluso su nombre se parecía, aunque el nombre de Kaminari Kimi seguro que les sonaría incluso más, pues era una persona bastante famosa por la villa.
Al presentarse, la joven realizó una reverencia, y esperaría un par de segundos para que el resto de chicas se presentara (aunque Suzume no necesitaba presentación), antes de alcanzar a Shio.
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— No se preocupe, varias de nosotros somos ninjas así que no creo que haya ningún problema
— De acuerdo. La acompañaré.
— Muchas gracias, sois unos angeles. — hizo una profunda reverencia antes de girarse a su señorita, que ya estaba en primera fila pidiendo entrar. — Señorita, espere.
— Perdón, pequeña, no puedes entrar sola. — le comentó la anciana que casí tenía que encorvarse para mirarla.
— ¿¡Cómo que...!? — empezó la joven antes de que su sirvienta la detuviese poniendole una mano sobre la cabeza comicamente.
— ¡Somos cinco! Nosotras dos y estas tres amables kunoichis.
A la anciana se le iluminó la mirada al oír kunoichis.
— Oh, gracias al cielo. Vigilen a esta gente, por favor. Este es un lugar de descanso de los difuntos. Quien haya estado esparciendo esos rumores es... — se detuvo un momento, pensando si decir tan ominiosa palabra. — Un malandrín.
— Por supuesto. Revisaremos bien el lugar para asegurarnos. ¿Verdad, chicas? — mientras esperaba que las kunoichi contestasen iba empujando suavemente a su señorita hacia el interior, quien parecía a punto de soltarle alguna burrada a la pobre anciana.
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La anciana que delimitaba los grupos despejó las dudas de Ren con sus palabras; parecía realmente preocupada por mantener cierto respeto a aquel lugar y tal vez si pedía dinero era un coste más simbólico para poder mantener el lugar. No había ningún templo, ni estructuras o símbolos que parecieran religiosos en el camino que podía observar desde allí, por lo que seguramente era de las pocas personas que vivián allí todavía y se dedicaban a pedir descanso y una mejor vida en el más allá por los difuntos.
— Oh, si, por supuesto — respondió, volteando la cabeza ligeramente nerviosa, al haberse quedado un poco despistada en sus pensamientos.
Si había gente que se estaba aprovechando de aquello como un espectáculo, pensaba que debían estar en la entrada para cobrarles una especie de entrada y posteriormente quien sabe qué coño pasaría en el interior, pero no fue así. Por ello, Ren estaba un poco confusa, apretándose una mano sobre la parte anterior de su cuello de forma instintiva. Tal vez no debía de pensar demasiado en eso en aquel momento, y dar prioridad a la seguridad de las dos civiles.
— No esperaba verte aquí la verdad, Suzume — dijo con una sincera sonrisa a la pelirroja, buscando algo de conversación en general.
Si alguien empezaba la caminata al interior del camposanto, no sería ella.
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La pelirroja asintió y le dedicó una breve reverencia a la chica de los ojos heterocromáticos.
—¡Un gusto en conocerte, Kaminari...! ¡Hey! ¡Yo te he visto antes, sí! Tu nombre me suena bastante y... Uhm... —Suzume puso un dedo en sus labios, como callándose a sí misma por un momento—Te recuerdo distinta. ¿No era tu hermana la que tenía ojos de distinto color? Disculpa, no quiero ser indiscreta... Me llamo Suzume, Murakisho Suzume.
Ahora le dedicó una reverencia a cada una de las chicas.
Les siguió, con evidentes nervios. A la mujer de la entrada le pareció aliviar que fuesen shinobis, y Suzume se preguntó por qué. No es como si fuesen a pelear contra fantasmas, ¿Verdad? ¿¿Verdad??
—¡S-sí! Ayudaremos en lo posible. —dijo con tono dudoso. Suzume intentaría ir en medio del grupo: no quedarse atrás, pero tampoco abrir el camino. Reaccionó con leve espanto ante la conversación de la morena —. ¡Ah! Qui-quiero decir... U-una kunoichi tiene que esforzarse para hacer el bien... I-incluso si es en un... Lugar así... —Suzume miraba en derredor, preocupada. Entonces cayó en cuenta de que la chica se había referido a ella de manera directa, por su nombre, a secas. No le parecía mal, simplemente le era raro. —. Oh, y tú eres... ¿Ren? Recuerdo que Odorihime-san se la pasó platicando contigo.
El hablar parecía calmar a Suzume.
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9/11/2022, 20:41
(Última modificación: 10/11/2022, 00:57 por Tsukiyama Daigo. Editado 1 vez en total.)
Kimi se sorprendió un poco al ser reconocida por Suzume. Realmente no recordaba haberla visto de cerca, aparte de aquel concierto al que fue. ¿Quizás la había visto entonces? Imposible. No la habría reconocido entre el público.
Entonces recordó que hacía poco que tenía un par de hermanos más que antes. Unos pocos, apenas. Solo diez. Algunos de ellos, por algún motivo, se parecían demasiado a ella, a pesar de que no estaban emparentados.
— ¿Ojos de distinto color...? —Repitió. Solo podía ser una persona—. Probablemente esté hablando de mi hermana, Chika. Aunque creo que no nos hemos visto antes, Murakisho-san... —Realizó una reverencia—. Es un placer conocerla.
Al llegar a la anciana, Kimi se sintió aliviada al ver que no se trataba de una persona que intentaba aprovecharse de la situación. De hecho se trataba de una mujer a la que ya conocía un poco, por la cantidad de veces que había visitado el cementerio.
— Sí. No se preocupe, Sato-san. Haremos todo lo que podamos. —Mientras Ren y Suzume hablaban, ella aprovecharía un momento para preguntarle algo a la señora, antes de volver con el grupo—. Disculpe. ¿Usted realmente cree que sucede algo con los espíritus de los difuntos?
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