Daigo tomó de su bebida, prometiéndose que la próxima vez le pondría el nombre más increíble que podría imaginarse jamás a su técnica.

— Pues... sí. Básicamente es eso. —Dijo. Una técnica simple para un chico simple—. Alguna vez has estado en una situación límite y te has sentido más fuerte que nunca ¿verdad?

Preguntó, como si fuera lo más normal del mundo, pues en el caso de Tsukiyama Daigo eso era algo que le sucedía siempre que estaba frente a un reto difícil.

— Con esta técnica intento simular esa sensación. —Dijo, continuando con su breve explicación—. No exactamente los nervios que siento... pero sí el resultado, una vez consigas hacer algo parecido, tu objetivo será poderlo mantener en el tiempo.

—Alguna vez has estado en una situación límite y te has sentido más fuerte que nunca ¿verdad?

Ranko asintió una vez y recordó.

Estaba derribada, entre escombros, con el cuerpo más que adolorido. La esperanza se había ido. Etsu y Akane habían caído, Hana posiblemente estaba atrapada en el pasillo. Mucha gente había muerto debido a aquel monstruo en el Valle de los Dojos. Y muchas más lo harían. Ranko, moriría, ella misma se lo decía, y tenía que dejar de luchar como la perdedora que era.

”Kintsugi. Eso me hizo levantarme.”

—Más fuerte… como una vasija reparada con oro… —susurró.

Daigo terminó de explicar: tenía que simular una situación así y lograr mantenerla. Ranko se llevó el índice al mentón, pensativa.

—Mantenerla… ¿Cómo haces para… mentalizar tal situación por largo rato? Digo, podría recordar algún evento que me llenase de adrenalina, pero mantenerlo…

Justo en ese momento, la cocinera sirvió tres grandes platos con cortes de carne de aspecto bastante suculento, incluyendo salchichas y similares, junto con algunas brochetas de verduras asadas.

—¡Provecho, Sagisō-sama! ¡Caballero! —Les deseó la mujer con una enorme sonrisa.

—¡Muchas gracias! Bueno… ¡que aproveche, Daigo-san!

Ranko juntó las manos en señal de agradecimiento y, más que alegre, comenzó a devorar las viandas con avidez y sin prejuicios.

A medida que Daigo continuaba con su explicación, Ranko no solo pareció recordar un momento como el que describía el chico, sino que además empezó a tener preguntas sobre la técnica.

El peliverde estuvo a punto de responder su compañera, pero un jugoso plato de carne se interpuso justo antes y ya saben lo que pasa cuando un kusajin está frente a un plato de comida.

— ¡Muchas gracias! —Le dijo a la cocinera—. ¡Que aproveche!

Y sin más, el joven comió con definitivamente mucho más gusto que aquella vez que tuvo que hacerlo sin la mayoría de sus dientes.

— Sobre lo de antes... la verdad es que no lo sé, Sagisō-chan. —Dijo al cabo de un rato—. Desarrollé la técnica en medio del torneo, así que estaba siempre a tope y no necesitaba recordar ese sentimiento y... ahora puedo hacerlo sin pensarlo. —Sonrió—. Pero estoy seguro de que encontraremos una manera de que lo hagas.

—Woah… —soltó Ranko, sorprendida, después de tragar —. ¿La desarrollaste durante el torneo? ¡Q-qué genial, Daigo-san!

La kunoichi se echó un poco más a la boca. Parecía comer muy rápido por la cantidad que masticaba, pero en realidad se daba su tiempo para disfrutar de la jugosa carne. Bebió un poco de soda antes de volver a hablar.

—Espero… poder concentrarme lo suficiente. Creo que... he pasado un buen rato intentando no dejarme… ahm… Vencer por lo que pasó en el Valle —Bebió un sorbo más —. Más bien, por el recuerdo de lo que pasó. S-sería agradable darle un buen uso a tal sentimiento.

Ranko se detuvo un momento, con la reminiscencia de aquel monstruo amenazante, aquel que les había hecho huir sin problema, cruzando su mente, pero pronto siguió comiendo.

El chico se llevó una mano a la nuca, algo avergonzado por los elogios de su compañera.

— Tampoco es para tanto...

De un bocado, Daigo prácticamente terminó con la mayor parte de una brocheta de verduras antes de pasar a devorar unas salchichas y beber algo de su refresco.

El chico comía con gusto, sí, pero también con prisas. No podía esperar un solo segundo más para repetir su combate con Ranko.

Preocupada, la kunoichi le dijo a Daigo que esperaba poder concentrarse adecuadamente, pues lo sucedido durante el torneo todavía la seguía afectando.

— ¡Sé que podrás hacerlo! —Le dijo a Ranko, con una sonrisa que desapareció poco después, cuando él también recordó—. Y ese recuerdo... nos dará fuerzas.

Su puño apretaba el pincho de verduras con fuerza, mientras el joven sentía toda la ira, frustración y tristeza que llevaba sintiendo desde aquel evento. Aún así sus ojos solo mostraban la determinación que había nacido por esos sentimientos.

La determinación de que nada como aquello volviese a suceder.

Daigo no quiso aceptar sus elogios al cien por ciento, pero concordó con que un recuerdo así de fuerte, aunque fuese aterrador, le daría fuerzas. Ranko asintió con ganas.

Lo que siguió fue el sonido de la carne siendo masticada e ingerida, y de la soda siendo bebida. Intercambiaron algunas palabras más, pero lo principal era rellenar el tanque con comida. Cuando hubo terminado su porción, Ranko movió el tercer plato, invitando a Daigo a servirse de él también.

Si el peliverde no quería tocar ningún otro tema en específico, Ranko continuaría comiendo alegremente, disfrutando el alimento como siempre. Y claro, pediría una segunda soda, pues se habría acabado la primera.

—Si gustas de alguna otra cosa, Daigo-san, no dudes en ordenar. —comentó sonriente después de comer de una salchicha.

Charlando de forma amena, los jóvenes ninja continuaron comiendo sin preocupación alguna, simplemente tomándose ese tiempo para descansar, relajarse y recuperarse.

No pasó demasiado tiempo hasta que los chicos ya habían terminado con prácticamente todo lo que había en el plato.

— Si gustas de alguna otra cosa, Daigo-san, no dudes en ordenar. —Comentó Ranko, sonriente.

— No, gracias. ¡Si como más luego no podré moverme! —Bromeó, riéndose—. ¿O es que pretendes que vuelva rodando hasta el dojo?

A Ranko se le ocurrió pedir algún postre, pero el comentario de Daigo, además de hacerle reír, le hizo contenerse.

—Ja ja ja, sí... Daigo-san tiene razón.

La kunoichi terminó por completo tanto su porción como poco más de la mitad del tercer plato. Se reclinó un poco hacia atrás y dio suaves palmadas en su vientre.

—Ah... Eso fue perfecto para recuperarme~ ¿Masami-san? —La chica le hizo un gesto a la cocinera.

—Por supuesto, Sagisō-sama.

La mujer hizo a su vez un gesto a uno de sus ayudantes, y pronto hubo un papel frente a Ranko. La chica revisó la cuenta y pagó todo sin dudar, incluyendo la propina por la alegre atención de Masami.

—¡Muchas gracias, Sagisō-sama! ¡Como siempre, es un placer servirle!

—¿Vamos de vuelta, Daigo-san?


La caminata de vuelta sirvió levemente para reactivar sus cuerpos. Ranko estaba acostumbrada a comer bastante y entrenar bastante, y su metabolismo se había acelerado. No tardaría más que un rato en regresar a estar cerca del cien por ciento. Mientras tanto, Ranko caminaba de un lado a otro, practicando defensas con los brazos con movimientos suaves.

—¿Cómo te sientes, Daigo-san?

— ¡Claro! —Respondió el boxeador, alegre, antes de levantarse y despedirse.

Al cabo de un rato, luego de caminar hasta el mismo dojo donde habían estado entrenando antes, Daigo ya se sentía prácticamente listo para una segunda ronda. Eso era algo que siempre le sucedía cuando sabía que una pelea se acercaba ¡e incluso se sentía mejor sabiendo que sería entrenando con Ranko!

— ¡Genial! —Respondió el chico, lanzando un par de golpes al aire cuando su compañera le preguntó cómo se encontraba—. ¿Y tú, Sagisō-chan?

Después de trotar un poco y de lanzar algunas patadas al aire, Ranko asintió ante Daigo.

—¡Lista para la segunda ronda, Daigo-san!

La kunoichi se deshizo de su equipo de nuevo, y lo dejó en un rincón, luego fue al lado contrario de la habitación mientras estiraba el cuello. Se giró para encarar a su amigo y tomó la postura del Hakuto no Mai, tal como al inicio del día. Le animaba bastante entrenar una vez más con el boxeador. Aunque no más que la idea de aprender aquella técnica tan extrema que sería peligroso practicar ese mismo día. Le emocionaba acercarse más a la apertura de las Ocho Puertas con aquel jutsu.

—¡Adelante!

Ranko volvió a dejar su equipo a un lado mientras el boxeador continuaba calentando, esperando con emoción a que la kunoichi se girase para volver a encararlo, preparada para reanudar el combate.

Daigo sonrió.

— ¡Esta vez no perderé! —Dijo, poniéndose en guardia.

Unos pocos segundos después, el boxeador salió corriendo hacia su compañera mientras echaba hacia atrás su puño derecho, preparándolo para golpearla en el rostro.

«Sagisō-chan ya sabe cómo peleo, así que...»

De repente, cuando parecía que el puño del kusajin iba a ser lanzado directamente contra la cara de Ranko, fue su sombra la que golpeó en su lugar, mientras Daigo utilizaba la distracción para lanzar la misma para agarrar y abrir la guardia de su compañera y...

«¡Cambiaré!»

Lanzarle un cabezazo a la frente, tal y como el maestro Inuzuka le había enseñado

Daigo se lanzó al ataque. Corrió mientras preparaba su puño. Ranko se sintió llena de la adrenalina del combate de nuevo, estaba lista para moverse hacia un lado para evadir el puñetazo. Sin embargo, había olvidado aquel truco del peliverde de lanzar una especie de sombra primero. El puñetazo se disipó cuando ella se movió.

—¿Ah?

Lo que le golpeó fue la cabeza del boxeador, justo en la suya, provocándole un fuerte ardor y desorientándola brevemente. Retrocedió un paso, pero lo recuperó casi al instante. Daigo le había agarrado para hacer una apertura en su guardia, y la kunoichi aprovecharía eso para tomarle del brazo con la siniestra. Luego intentaría asirlo de la ropa con la diestra y, concentrando su fuerza, buscaría levantarlo y azotarlo contra el suelo del dojo.


”Si Daigo-san cambia su estilo, ¡yo también puedo!”

—No sabía que se podía boxear con la cabeza. —diría con una sonrisa, mientras se tallaba brevemente la frente y daba un paso hacia atrás, preparándose para el siguiente movimiento.

La treta del boxeador funcionó tal y como lo había planeado, permitiéndole acertarle un cabezazo a Ranko, pero dejándolo demasiado cerca de la chica, que aprovechó la oportunidad para estamparlo contra el suelo con fuerza.

—No sabía que se podía boxear con la cabeza.

La espalda de Daigo se arqueó de dolor durante un segundo, antes de que se recompusiera girando para lanzar una patada de barrido que se perdió en el aire, pues la kunoichi se había apartado de forma preventiva.

Siguiendo la inercia de su patada, el chico utilizó el impulso para levantarse con un giro.

— ¡Y también puedo patear! —Exclamó, seguro de si mismo.

Sonriendo lleno de confianza, el chico volvió a concentrar su chakra en todo su cuerpo, llevándolo al límite una vez más.

— ¡Allá voy!

De un momento a otro, tanto el brazo como la pierna derecha del boxeador empezaron a arder instantes antes de que se lanzara a intentar propinarle un puñetazo en el estómago a la kunoichi.

—¡Venga! —exclamó la kunoichi cuando lo vio prepararse para arremeter de nuevo. Su brazo y pierna derecha estallaron en llamas. El rostro de Ranko se llenó de emoción. Concentró chakra en sus propios brazos y los colocó donde la embestida de Daigo golpearía.

El impacto le hizo tambalearse hacia atrás, y sus brazos, aunque endurecidos como un escudo, le ardieron bastante. ¿Será el jutsu del Máximo esfuerzo de nuevo?

—¡Qué intenso! —exclamó, más que sonriente. Sin perder tiempo, avanzó, aunque su paso fue más un paso en falso: no fue para ir hacia adelante, sino para caer al suelo. Intentaría dejarse caer a toda velocidad ante Daigo para quedar espalda contra el suelo y, una vez allí, apoyarse y usar su chakra para asestar una fuerte patada a la quijada del peliverde —. ¡Shōfū!

Si Ranko lograba conectar el golpe, aprovecharía el tiempo en el aire de Daigo para girar y ponerse de pie de nuevo. Pensó en lanzarse con una Kage Buyō, pero decidió que era un combate de entrenamiento, y no quería usar todo al mismo tiempo, ni secar sus reservas de chakra. Por otro lado, si Ranko no golpeaba, buscaría rodar en el suelo para evadir cualquier represalia, aunque le sería muy difícil teniendo a su contrincante tan cerca.

¡Bam! De nuevo, Ranko utilizó con maestría la técnica de Daigo para bloquear el ataque del boxeador.

El chico quiso aprovechar el instante en el que su compañera se tambaleó para empujar aún más, pero cuando intentó dar un paso hacia adelante se dio cuenta de que sus piernas no se movían.

«Oh, mierda»

Otra vez se había excedido, pero claro, lo raro sería que hubiese un solo combate en el que no lo hiciese.

Sin esperar un segundo, la Sagisō recortó la distancia que los separaba, antes de agacharse súbitamente para lanzar una potentísima patada ascendente que Daigo tuvo que evitar por muy poco, balanceando todo su cuerpo hacia atrás.

— ¡Dios! ¡Con una de esas me clavas en el techo! —Exclamó, sorprendido.

Luego de evitar el ataque de Ranko, el boxeador la siguió mientras esta se alejaba de él, aunque el cansancio provocado por el gasto de chakra no le permitió alcanzarla antes de que se levantase.

Apenas la chica consiguiera ponerse de pie, el boxeador lanzó dos ganchos con muchísima fuerza buscando el mentón de su compañera.