Karamaru se sorprendió al ser tomado por su compañero, pero su sorpresa fue mayor al ver el cartel que le había señalado. Ni en sus mejores sueños tendría el dinero suficiente como derrochar 2.800 ryos de esa manera, y pensar que fue un ingenuo al que le estaban dando la habitación.

«¿Estas cosas no se pagan por adelantado?»

—Disculpe, señor— volvió sobre sus pasos, para eliminar las dudas que le había impuesto Riko.

—Acabamos de ver el cartel y.... y bueno.... no tenemos suficiente dinero.

El posadero soltó una pequeña risa tímida, pero con una gran sonrisa y mirada en la que mostraba la pena que sentía, contestó de la mejor manera posible.

—No se preocupen por el precio, no le puedo negar una cama a dos niños perdidos. Ustedes pasen la noche y descansen bien así mañana están con todas las energías para volver a sus hogares, ¿Si?

En serio, no se preocupen, vayan y dense un baño bien caliente cada uno que parece que lo que necesitan.

Y con la misma primer risa que dio terminó la conversación, alejándose un poco de los gennin y poniéndose a revisar varios papeles que tenía en una pequeña mesa detrás del escritorio. El rostro del pelado se iluminó con una sonrisa y miró al peliblanco para que lo siguiese.

«Al fin una buena entre tan podrido viaje»

—Disculpe, señor. Acabamos de ver el cartel y.... y bueno.... no tenemos suficiente dinero.

Era triste decirlo, pero no podían permitirse pasar la noche allí así que tendrían que seguir buscando un hostal más asequible para ellos, total, solo era una noche y no iba a pasar nada porque no estuvieran demasiado cómodos, pero la respuesta del recepcionista le pilló completamente por sorpresa, tanto a él, como a su acompañante, y es que les estaba invitando a dormir en el hotel sin más, y aquello era algo de agradecer.

— ¡Mu-Muchas gracias!

Hizo una ligera reverencia y rápidamente siguió al calvo que se había adelantado de nuevo en su camino a la habitación.

— Vaya, hemos ido a parar a un sitio con buena gente, ¡qué suerte! — Exclamó el peliblanco, a pesar de que sabía que todo podía torcerse, como ya había pasado con su viaje de ensueño en el barco. — Démonos prisa que tengo muuuuuucho sueño.

Riko siguió al cenobita por las escaleras que sin duda empezarían a caminar con la emoción de encontrar habitación gratis en una posada que parecía de lujo. Mientras el uzujin celebraba la actitud del hombre Karamaru no podía evitar pensar qué clase de gente estaba detrás de cada puerta que pasaban.

—No eres el único, yo creo que en cuanto toque la cama me desmayo.

Sin embargo, la emoción fue bajando de a poco a medida que subían escalón por escalón y se daban cuenta que el noveno piso estaba mucho más arriba de lo que parecían. Los carteles que indicaban en que piso se encontraban tardaban en aparecer y tras tanto viaje se hacía complicado mantener la compostura.

A paso lento- lejos estaba el trote de emoción inicial- llegaron a la puerta de la habitación. Puerta blanca con un pequeño pedazo de metal dorado marcado con un "912". El monje fue el puso la llave y abrió, y luego cerró tras el paso de ambos gennin. Era una habitación inmensa, con dos camas dobles bien separadas en la pared opuesta a la puerta. Sábanas blancas brillantes, un ventanal enorme entre ambas camas, un piso de alfombra bordo sin una pelusa. Cerca de cada cama, en paredes opuestas, dos puertas abiertas mostraban dos baños que ya desde la entrada parecían brillar. Obviamente no faltaban los muebles chicos y grandes de madera oscura repartidos por la habitación y- tal vez lo que más resaltaba- un pequeño rincón con dos sillones pequeños y una mesa de vidrio con una tetera y un par de tazas.

—Esto... esto es impresionante.

Y sin demora corrió a la cama de la izquierda, sacándose las botas shinobi en la carrera, y se arrojó sobre ella para hundirse un poquito entre tanta comodidad. Ni siquiera se daría cuenta que a los pocos segundos de cerrar los ojos ya estaba soñando sobre aquel tigre y aquel dragón otra vez, y que lo próximo que vería sería la luz matutina entrar por los cristales del ventanal que otorgaba, por su altura, una hermosa estampa de la ciudad de Yamiria.

Ambos chicos subían las escaleras con ganas, tenían que llegar al noveno piso y, al principio no parecieron darse cuenta de lo que esto implicaba, aunque fuera demasiado obvio, tendrían que subir los nueve pisos por las escaleras y no sería posible mantener el ritmo con el que habían empezado el ascenso. Al llegar al tercer piso la respiración del peliblanco ya era bastante fuerte.

«Tengo que entrenar más, sin duda.»

Malamente llegó al sexto piso apoyando los brazos en las piernas para ayudarse a seguir subiendo y, al subir el último escalón por poco no se desmaya allí mismo del esfuerzo.

— ¡Jooooooooooder! — Bufó mientras se doblaba, con las manos apoyadas en las rodillas y tratando de recobrar el aliento.

Pero Karamaru no le dio tregua y rápidamente inició el camino hacia la puerta de la habitación, abriéndola en cuanto llegaron y lo que vieron fue otra gran sorpresa. Una habitación enorme, con dos camas dobles y un gran ventanal por el que podían ver todo lo que les rodeaba, la habitación tenía dos baños propios incluso.

— Y... Y que lo digas... ¡ALUCINANTE!

Y olvidando el cansancio que tenía dio un salto y se dirigió a la cama que el calvo no había ocupado, y sin preocuparse de dejar nada, se metió en la cama y prácticamente al momento de tocar la almohada, se durmió. Se despertó por la mañana, con la ropa y los zapatos puestos y una pequeña mancha en la almohada de la baba que se la había tenido que caer mientras dormía.

«¡Qué bien he dormido!»

Y se levantó para ir al baño.

Todavía estaba dando vueltas entre sábanas que se deslizaban por su piel cuando vio a su compañero levantarse e ir hacia la puerta del baño que estaba cerca de su cama. La luz de la mañana le hacia entrecerrar los ojos hasta que con un poco de tiempo se fue acostumbrado hasta finalmente seguir los pasos del uzujin. Aún descalzo se internó en el baño para salir un rato después completamente renovado, tanto por un buen lavado de cara como un tan buen descanso.

—Ahora entiendo el precio de esto, creo que nunca he dormido tan bien.— se susurró a sí mismo, aunque claramente la comodidad no era lo único que entraba en juego. Poder dormir en calma tras tanta mierda también hacía ese momento mucho más placentero.

Giró su cuello en círculos mientras se desperezaba por última vez para luego ponerse nuevamente sus botas shinobi sentado en la cama. Se sirvió un vaso de agua de una jarra que estaba junto a la tetera, sin ningún tipo de culpabilidad por recibirlo gratis, y se calzó por último su mochila marrón que había llevado durante el viaje.

«Cómo voy a extrañar esto»

—¿Vamos? Supongo que ya es hora de partir— le dijo a Riko una vez hubiese terminado con sus cosas. Era todo hermoso, pero tampoco había que sobrepasarse en tiempo con la generosidad que le habían dado.

El peliblanco notó como, poco después que él, Karamaru se incorporaba y se dirigía al baño para acicalarse y espabilarse, exactamente igual que Riko, que metió la cabeza debajo del grifo para que el agua le espabilara un poco, tras secarse, y aún con el pelo revuelto salió de la habitación listo para partir.

—¿Vamos? Supongo que ya es hora de partir—

El Senju sonrió y asintió.

— Vamos, vamos, que cuanto antes salgamos, antes llegaremos a casa. — Dijo el muchacho y comenzó a andar hacia la puerta. — ¡Que no se te olvide la llave de la habitación! — Diría desde el rellano.

Menos mal que Riko andaba delante y más despierto, porque el calvo tuvo que retroceder por sobre sus pasos para agarrar la llave que se había dejado cuando se sirvió aquel vaso de agua. «Tonto» pasó por su cabeza mientras se dirigía por segunda vez a la puerta de salida, cerrando con llave tras su paso.

—Vamos.

Descansados y en bajada la historia de los escalones fue diferente. Uno tras otro fueron pasando con la misma ligereza que el primero y llegaron a la planta baja, no en perfectas condiciones, pero con una forma bastante aceptable comparada a la de la noche anterior.

—¡OH!— exclamó el mismo posadero recepcionista que los recibió en su llegada— ¿Durmieron bien? ¿Pudieron descansar para su viaje? y ¡OH!...— volvió a exclamar sin dar tiempo a respuesta, internándose por un segundo debajo del mostrador de madera oscura. En el mientras tanto, Karamaru dejó la llave sobre el mismo.

—Tuyo, yo sabía que tenía uno viejo guardado. Supongo que te servirá.

Con un gracias de por medio, se le hizo entrega de un mapa con los bordes rotos y decolorado pero que mantenía las cosas más importantes de uno decente. Lo primero que hizo fue abrirlo, y lo primero que hizo el posadero fue mostrarle donde estaban. Desde allí, las referencias se esclarecieron y en la mente de Karamaru ya empezaba a dibujarse el camino a casa.

—Muchas gracias, de verdad.— terminó por contestar el cenobita con una pronunciada reverencia tras enrollar nuevamente su nuevo antiguo mapa.

En cuanto Riko avisó a su compañero sobre la llave éste dio media vuelta para cogerla y, en cuanto estuvieron listos, ambos salieron de la habitación, cerrando con llave y dirigiéndose a las escaleras de las que casi no salen vivos la noche anterior, pero aquel día llegaron a la planta baja en buenas condiciones.

—¡OH! ¿Durmieron bien? ¿Pudieron descansar para su viaje? y ¡OH!... Tuyo, yo sabía que tenía uno viejo guardado. Supongo que te servirá.

El mismo recepcionista que habían conocido la noche anterior les saludó en cuanto les vio aparecer y, en nuevo gesto de amabilidad le ofreció un viejo mapa a Karamaru para que se pudiera orientar en la vuelta a casa.

«Personas así quedan pocas...»

Una vez el calvo guardó el mapa Riko se dispuso a salir del hotel dispuesto a empezar su camino a casa.

— Venga Karamaru, que te indico donde estamos en el mapa y te digo el mejor camino para ir hasta el Valle del Fin, que me lo conozco, y de ahí, ¿sabrás volver?

Y con el saludo del posadero de fondo, los dos gennin salieron del hotel para encontrarse con el mismo Sol radiante que hacía poco los había despertado con su luz tras el ventanal de la habitación. Junto con un viento fresco creaban un cálido clima, muy agradable. Sin embargo, para el calvo acostumbrado a las tierras de Amegakure, seguía sin tener el encanto del cielo nublado.

—Estar estamos acá.— Karamaru señaló el mapa medio sorprendido medio riendo, sabiendo que hacia minutos el posadero le había marcado su posición.

—Tengo una idea de cómo volver, o mejor dicho para dónde ir, pero si te sabes algún camino mejor. Así no tardo un mes en volver.

Se acercó a uno de los bancos vacíos que estaban frente al hotel, hechos de piedra y gris claros, y extendió el mapa sobre este. Mientras lo veía esperando las instrucciones del peliblanco, el cenobita se daba cuenta que muy probablemente él no habría pasado por el Valle de los Dojos y que el uzujin, o no tenía ni idea o le iba a hacer acortar un montón de tiempo de viaje. Dado sus encuentros, la opción de confiar en él no tenía cuestionamientos.

—Estar estamos acá.

Riko miró el mapa y se ruborizó al ver que el mapa estaba señalado y que él no se había dado cuenta de aquello, por lo que simplemente rió .

—Tengo una idea de cómo volver, o mejor dicho para dónde ir, pero si te sabes algún camino mejor. Así no tardo un mes en volver.

El peliblanco siguió al calvo hasta uno de los bancos que había en las proximidades y se puso a mirar el mapa y, momentos después le empezó a indicar con el dedo el camino que debería seguir si prefería seguir sus indicaciónes.

— Si vas por aquí llegarías al Valle del Fin en unos dos o tres días, es la ruta más rápida para llegar al País de la Tormenta. — Dijo señalando un camino con el índice. — También podrías ir hasta el Valle de los Dojos, pero las montañas que lo rodean son un fastidio, así que como tu prefieras. — Sonrió el Senju.

«¿Fin? Ah, valle del fin, y yo que le había entendido de los dojos» ahora entendía porque su camino no estaba mal, Riko no le estaba recomendando para nada pasar por el valle de los dojos.

El calvo siguió con atención las instrucciones y el dedo índice del uzujin. Dándole dos posibilidades no le daba mucha opción: un camino corto y llano, o una más largo y plagado de montañas y colinas. Además de que desde el Valle del Fin era más simple luego internarse en tierra patria para alcanzar Amegakure.

—Si, supongo que puedo tomar este camino— contestó siguiendo una línea con su dedo en el mapa— Llegar al Valle del Fin es más rápido y me es mejor para después. Gracias.

Sabiendo el camino, volvió a enrollar el pergamino que actuaba de mapa y lo guardó junto a sus cosas dentro de su mochila. Parecía ser que ya estaba todo dispuesto para dejar pasar esos días y volver a la vida común y corriente de la profesión ninja.

—Supongo que acá es donde se separan nuestro caminos, ¿Verdad?— siendo así el cenobita le otorgaría al uzujin una seria mirada acompañada de una sonrisa. Frente él, un brazo estirado y firme preparado para dar un buen apretón de manos.

—Si, supongo que puedo tomar este camino. Llegar al Valle del Fin es más rápido y me es mejor para después. Gracias.

Tal y como imaginaba, el calvo decidió que la mejor idea era pasar por el Valle del Fin, un camino más tranquilo y rápido por lo que no había pérdida ninguna.

— No hay de qué, ¡para eso estamos! — Sonreiría el peliblanco dándole una palmadita en el hombro.

Riko esperó paciente a que su compañero volviera a guardar el mapa y estuviera listo para partir.

— Sí, eso parece, ha sido una buena aventura. — Sonrió el Senju y se despidió del calvo devolviéndole el apretón de manos que estaba ofreciendo. — ¡Hasta la próxima!