Esta vez, algo más preparada para la ocasión, no explotó cuando Ren empezó a hacerle caricias y besos, respondió y los disfrutó con moderación. Ese era el poder de la preparación.

— ¿Cómo iba a pensar nada? Has venido, te has lanzado sobre mí y después te has ido dejándome con tu compañera que lo había visto todo. He tenido que usar toda mi fuerza en no morirme de la vergüenza.

Era extraño, cuando estaba con Ren le salía el lado más infantil que tenía, se quejaba, se encaprichaba y se dejaba llevar. No había rastro alguno de la kunoichi seria y responsable que se había propuesto ser. Se convertía en una adolescente pedigüeña y egoísta que la quería para ella y solo ella.

— Además, pensaba que tenías algo pensado. Algún sitio al que llevar a tu preciosa novia. — y hasta ahí llegó la moderación, volvió a sonrojarse violentamente y a apartar la mirada, esta vez por sus propias palabras.

Su sonrisa se ensanchó un poco más si era posible y su rubor paso a uno más rosado y dulce ante las últimas palabras de la rubia.

— R-Repite eso último — sus labios parecían temblar, empezaban a sudarle un poco las manos mientras apretaba con un poco de fuerza. Volvió a posar la cabeza sobre el hombro de Hana, y cerró los ojos completamente encantada. — R-Repíteme eso último, por favor.

Su corazón y todo su ser gritaba por volver a escuchar esas dos palabras en concreto juntas, refiriéndose a Ren por parte de Hana. Y sentía que mataría o haría lo que hiciera falta por sus caricias y buenas palabras dirigidas hacia ella.

El sonrojo de Hana se intensificó. En la delgada linea entre toda la vergüienza que le daba repetirlo y lo dificil que le resultaba negarle algo a Ren no estaba segura de en qué lado estaba. Se quedó unos segundos sin saber muy bien qué decir, abrió la boca un par de veces, pero su sonrojo se intensificaba todavía más y la volvía a cerrar.

— C-Cuando decidas qué vamos a hacer, a lo mejor, puede ser.

Su corazón iba completamente desbocado y su cerebro no parecía funcionar plenamente. Ella era una chica inteligente, ¿por qué fallaba su inteligencia justo ahora? Normalmente podría listar las cosas que le apetecían y las que podían hacer justo allí. Pero la comunicación entre su cuerpo y su mente parecía un denso puré de desinformación.

Pero la respuesta no fue la deseada y aquello la molestó ligeramente. Tal vez el comportamiento era más propio ahora mismo de la propia Hana que el que tenía Ren habitualmente. Inflo sus carrillos, y frunció el ceño de forma divertida.

— Vaaaaaaale...

Se llevó entonces una mano al mentón a la vez que miraba hacia arriba, ladeó la cabeza hacia la derecha y también algo hacia atrás mientras intentaba pensar en algo. Llevaba poco tiempo allí, tan solo dos días, por lo que no se le ocurría algún sitio de gran relevancia al que poder llevarla. Intentó hacer memoria, para recordar los locales que había visto de camino desde donde se hospedaba hasta aquella cafetería, y lo hizo una y otra vez. Pero no fue capaz de que algo que hubiera captado su atención lo más mínimo.

— Bueno, podemos caminar un rato y a lo mejor encontramos algo ¿no?

«Y si no lo encuentro, me da igual, pues ya he encontrado todo lo que quería en esta ciudad»

La cogió de la mano, y seguramente no necesitaría mucho esfuerzo para arrastrarla hasta las calles principales para no soltársela en ningún momento, y entrelazar sus dedos por el camino.

— Bueno, podemos caminar un rato y a lo mejor encontramos algo ¿no?

— No creo que ese sea un plan merecedor de que repita mis preciadas palabras. — contestó alzando el mentón y recuperando parte de su confianza.

Sin embargo, por mucho que lo intentase, el sonrojo no aminoró ni un poco, al igual que su corazón. Y cuando Ren la cogió de la mano y empezó a andar, la siguió sin un segundo pensamiento.

Ella quería que la llevase a lo alto de una colina o a algún monumento precioso a ver el atardecer y entonces le diría algo bonito en el ultimo momento y se besan en lo que el Sol desaparece. En cambio, tenía a su novia andando a la aventura. Podían acabar en un vertedero perfectamente.

Las calles no estaban demasiado abarrotadas, pero sí que había bastante tráfico de personas. Aunque la gran mayoría de edificios tenían un aspecto tradicional japones, muchos de estos tenían distintos carteles coloridos para llamar la atención de sus potenciales clientes. Además, a la ciudad no le quedarían mucho más de un par de horas antes de que las luces se encendieran mientras un característico tono anaranjado, brillase en el horizonte por el atardecer. Podían comprar un par de bentos e ir a comer en alguna colina cercana de la misma forma que hicieron en el Valle de los Dojos.

Ren perdió la vista por un segundo mientras esperaban pegadas a una pared que disminuyera el flujo de transeúntes. Aquel recuerdo del Valle era tan solo un sueño que tuvo y que ya había prácticamente asimilado como algo que ya había sucedido. Le molestó un poco, pero eso no significaba que no pudieran recrearlo de un modo u otra. No tenía ni mucho menos porque ser igual, de hecho ni estaban en el Valle de los Dojos ni había ningún torneo, así que solo necesitaban algo de cenar y un lugar donde pasar el rato hablando sobre cualquier tontería.

Apretó entonces de manera inconsciente la mano de Hana, sin mirarla a ella, pero con decisión en sus ojos.

Ren se hundió en sus propios pensamientos sin dedicarle una sola mirada o palabra a Hana, lo cual la indignó un poco. Sin embargo, decidió respirar hondo y simplemente disfrutar de su compañía silenciosa.

Desde que habían empezado a salir, Ren rebosaba confianza. Era un cambio que Hana no esperaba, no era que fuese malo ni bueno, solo la estaba cogiendo con la guardia baja. La morena decía cosas que nadie le había dicho a la rubia en mucho tiempo. Sus muestras de cariño eran constantes y hacían que Hana no supiese muy bien como reaccionar.

Por suerte, ahora podía respirar y solo observar a su novia en silencio. Era sencillamente hermosa. No era una hermosura cuidada, era sencilla. Sus largas pestañas acompañaban sus ojos zafiro y su pelo oscuro a la perfeccion. Todo parecia haberse alineado para un resultado sencillamente hermoso.

¿Se quedaría mucho tiempo por allí? Hana no había dicho nada sobre porque estaba allí asi que solo Dios sabía sus intenciones en aquella ciudad. Aunque todo eso ahora le daba bastante igual. Durante ese breve tiempo, buscaba con la mirada cualquier sitio mínimamente interesante para pasar todo el tiempo que quisieran. Y algo consiguió captar su atención.

— ¿Vuelves a Uzu a la noche? ¿O te quedas aquí todo el día al menos? — apoyó su cabeza sobre la de Hana, sin soltar su mano y mirándola de lado. Olía a melocotones, un olor suave y dulce. — Podríamos comprar algo para cenar y ver el atardecer

Señaló una zona que pese a estar todavía en la ciudad estaba menos edificada, en el que podían vislumbrarse algunas colinas algunas de estas eran escarpadas por un lateral, pero tenían un vello color verdoso desde aquella distancia.

— ¿Vuelves a Uzu a la noche? ¿O te quedas aquí todo el día al menos? Podríamos comprar algo para cenar y ver el atardecer

— Tengo billete para el tren nocturno. Sale a medianoche y llega por la mañana de dentro de dos días a Uzushiogakure. Me quedaría pero tengo que llegar cuanto antes para prepararme para la guerra.

Lo dijo sin pensar. Embobada por la frescura que sentía al tener a Ren al lado. Su cerebro estaba en un prado donde olía a aire limpio y a cesped recien cortado, relajado, viviendo la vida e ignorando lo que el cuerpo hacía y lo que la boca decía.

Se apoyó todavía más en Ren, todavía ignorante del dato que acababa de soltar.

Ah, la guerra. Es verdad, había una guerra a la vuelta de la esquina. Ambas parecían evadir lo que ocurría a su alrededor, solo por el hecho de encontrarse la una con la otra y robarse un par de besos entre los bastidores de un gran teatro; pero no podían evadir cuando el mundo giraba y arrastraba en su órbita todo lo que encontraba a su paso.

El rostro de Ren se ensombreció ligeramente, frunció el ceño enfadada y apretó sus labios. Parecía querer decir algo, pero en su lugar pasó su labio inferior al interior por un segundo. Se la seguía viendo igualmente bastante animada, y con un aura activa.

— Entonces tenemos poco tiempo. Compremos algo en cualquier puesto, yo todavía tengo que estar lo que queda de semana — respondió tirando de su mano, en búsqueda del primer puesto que encontraran.

Dejaría a Hana comprar lo que quisiera, le daba igual cuanto costara y cuanto compraran. Pero durante todo aquel tiempo, se quedaría mirando a Hana fijamente, intentando recordar bajo las luces que danzaban ante tantos brillos su rostro, sus cabellos, cualquier arruga que se formara en su rostro cuando reía o hacía cualquier expresión.

— Entonces tenemos poco tiempo. Compremos algo en cualquier puesto, yo todavía tengo que estar lo que queda de semana

Ren había tenido una mini reacción a sus palabras, pero Hana estaba completamente embobada. Asintió a las palabras de su novia y se acercó con ella al puesto de comida que había elegido.

Pidio unos tallarines fritos para ella y una de arroz frito con ajo para Ren. El tendero la miró algo raro por lo del ajo, pero lo hizo de todas formas. Agarró las dos cajetillas de cartón para llevarlas mientras Ren pagaba. Poco a poco iba dandose cuenta de la que había dicho. La guerra. La gran sombra que se cernía sobre ellas. ¿Y si no volvía? ¿Y si no volvía Ren? Eso sí que no podría soportarlo.

Ni siquiera había prestado atención alguna a lo que Hana había pedido,y no le dejó llevar la comida, aunque ella hubiera sido la que había pagado. Durante el camino, solo respondería a la rubia con cortas frases o palabras únicas, y caminaría casi de forma instintivamente hasta que llegaran a una de las colinas. El cielo comenzó a tornarse anaranjado, y las luces de Tane-Shigai empezaban a aparecer poco a poco, aunque las más destacables eran las de los grandes arboles-edificios.

Ren miraría la ciudad de pie, y resopló ligeramente, para después mirar a Hana como un cachorrito abandonado que necesitaba que lo rescataran de la calle. Su expresión parecía romperse un poco, y tenía un nudo en la garganta que le hacía una extraña sensación en el paladar. Abrío sus labios un par de veces, y poco después los cerraba para morderselos.

— Hana... No te quiero perder... Después de tanto tiempo y ahora... Y puede que no nos volvamos a ver nunca más...

Estaba haciendo un esfuerzo titánico por no llorar, desvió la mirada al suelo para volver a suspirar y dejar escapar todas sus fuerzas. Se sentó lentamente, tras colocar la bolsa entre ellas.

Ren se apagó casi por completo, como Hana había imaginado cuando se dio cuenta de que había hablado de más. Dejó la conversación morir al mismo tiempo que avanzaban hacia las colinas. Tal vez había hundido el último encuentro que tendría con ella y no tenía ni idea de cómo remontarlo.

— Hana... No te quiero perder... Después de tanto tiempo y ahora... Y puede que no nos volvamos a ver nunca más...

— No... no digas eso, Ren. Todo estará bien. Seguro que todo sale bien. Datsue estará a cargo del plan, seguro que tendrá anexos y apendices y planes dentro de los planes.

Le cogió la mano con las dos suyas, intentando transmitirle una tranquilidad que fingía tener. No sabía qué más decirle.

Pues claro que no debía preocuparse por Hana; aunque el actual Uzukage fuera nuevo, había demostrado tener unas capacidades sobrehumanas. No conocía mucho de él más allá de los rumores que se esparcían de boca en boca. Pero era normal, ¿verdad? Al no verlo en acción, al no saber el nivel de diferencia en el que estaban ella y él era de lo más normal que Ren desconfiara un poco. Aunque hubiera un abismo insondable entre ambos en cuanto a capacidades de combate se tratara.

— Lo sé, lo sé pero... — Arrugó su rostro aun más por la angustia, y apoyó la cabeza sobre el hombro de Hana para respirar sobre ella, aferrándose a una de las manos que sostenía la suya. — Pero no puedo evitar sentirme angustiada porque te llegue a pasar algo. No quiero ni pensarlo... No quiero volver a perderte una vez más después de tanto tiempo. Cada vez que nos volvemos a separar, solo pienso en que puede que no te pueda volver a ver, y me destroza por dentro.

Se separó de ella, pasando los dedos por sus ojos, para quitar algunas lágrimas que habían conseguido escapar. Después, dejó escapar un bufido seguido de una débil sonrisa.

— P-Perdona, es culpa mía... Debería tener algo más de autoestima y así esto no ocurriría.

Abrió la boca casi instantáneamente para contestarle. Pero la cerró, bajando la mirada apenada. ¿Qué iba a decirle? Ni siquiera sabía qué iban a hacer, ni cuántos eran ni realmente nada.

— Todo estará bien. Estoy segura de que no habrán descansado hasta tener un plan sin fisuras ni fallas. Seguro que será duro, claro, pero lo conseguiremos.

Apretó su mano con más fuerza, intentando convencerla igual que hacía consigo misma. Intentó no mirarla directamente porque no sabía si conseguiría hacerlo sin echarse a llorar.

— No desapareceré, cuando volvamos le pediré a Datsue que me enseñe el sello de comunicación y podemos hablar, ¿vale?

Y le sonrió, con confianza.