— No te preocupes por las vendas, cuando volvamos te lo pondré nuevamente

— Gracias. — agradeció nuevamente a Ren con algo un poco más fuerte que un susurro.

Caminaron el largo pasillo para encontrarse un cartel que indicaba donde estaban los baños, giraron a la derecha y al final de un pasillo más breve los encontraron. Al abrir la puerta corredera, encontraron la tipica antesala de baño tradicional, un lugar lleno de cestos y estanterias donde habían toallas y donde dejar la ropa antes de entrar. También había unos bancos, Hana se los señaló a Ren y se sentaron.

— R-Ren-chan, quería comentarte algo antes de entrar. — empezó a jugar con su pelo de nuevo, rehuyendole la mirada — No sé si te lo comenté, pero... bueno, yo no tengo familia. La-la tuve, pero... Lo que quería decirte es que yo... sé que no nos conocemos de hace mucho y... Vaya, tal vez será por el apellido pero me siento bien contigo, no sé por qué, y quería preguntarte si estaría bien, para ti, me refiero, que yo te considerase una hermana. Al fin y al cabo, hoy probablemente me hayas salvado de una terrible hipotermia. — hizo una breve pausa pero enseguida volvió a la carga. — E-Entiendo que puedas verme como una loca, es que confio en ti demasiado para decir que somos conocidas, y siento algo más profundo que amistad, por eso he dicho que si podía considerarte una hermana... — fue cerrando la boca hasta que ya no tenía nada más que decir.

En algún momento de su discurso había empezado a prepararse para entrar al baño, primero quitandose la venda de la pierna y dejandola enrollada en el fondo de uno de los cestos.

De espaldas a ella, para darle algo de intimidad, Ren se deshizo de su kimono y demas, dejándola en otro cesto que había a su lado, escucho atentamente lo que le decía, mientras con una toalla se intentaba cubrir el cuerpo, tuvo que hacerlo dos veces porque confundió el largo con el ancho. Han hizo una breve pausa, pero parecía no querer acabar en eso, así que espero un poco más.

—Nada me haría más feliz — cogió con mucha delicadeza una mano que tenía libre, acariciando sus yemas hasta entrelazar los dedos, con una cálida sonrisa y un suave rubor en las mejillas.

—Nada me haría más feliz

Ambas estaban dispuestas ya con las toallas envueltas y los kimonos cuidadosamente colocados en los cestos. Ren entrelazó su mano con la de Hana lentamente, mientras ésta levantaba la mirada buscando los conocidos zafiros de la amejin para dedicarle una sonrisa sincera.

Sin embargo, Hana no era tan sutil y delicada como Ren, deshizo el agarre de sus manos y después estrechó entre sus brazos a la morena con fuerza. Aunque ni la mitad de la que tenía la amejin.

— Gracias, eres la mejor. — le dijo dando un último apretón al abrazo. — Perdón, perdón. — se disculpó soltandola por si se había pasado, aunque estaba tan sonriente que su disculpa era de todo menos creible.

— Bueno, vamos a bañarnos antes de que se nos pase el tiempo. — le ofreció su mano para que la ayudase como ya llevaba todo el día haciendo.

Ren no pudo evitar sentirse avergonzada cuando Hana prácticamente le saltó encima por lo que simplemente contestó con otra tímida risa. Abrió la puerta y tras ello cogió su mano.

—Intenta caminar sin poner mucho peso sobre el pie que te duele— ella iba delante, mirando hacia atrás de vez en cuando, para no tropezar con algo y que la rubia no se cayera.

—Intenta caminar sin poner mucho peso sobre el pie que te duele

Se sentía un poco tonta caminando de la mano de otra persona, pero le aliviaba bastante que esa persona fuese Ren. Lo único que había recibido de ella había sido preocupación, no se burlaba de su torpeza ni se enfadaba. Ciertamente, era una santa.

Fue caminando lentamente, haciendo los pasos breves cuando le tocaba apoyar la pierna mala, pero caminando. No era tanto dolor como molestia lo que sentía en el tobillo, realmente había montado mucho más drama del necesario. También es que Ren no tenía ningún problema en ofrecerse y Hana poco reparo en tenerla cerca.

— Va mejorando, aunque estaba mejor con la venda, la verdad.

El baño era tan tradicional como el resto del lugar. A un lado había una bañera llena de agua caliente que empañaba todos los espejos que había en el lado contrario, donde había varios barreños y grifos, además de jabones para asearse. El suelo estaba lleno de rejillas para drenar el agua. El tamaño del lugar, como les había dicho el chico, era para cuatro personas, así que estarían bastante anchas.

— Ren-chan, mira hacia delante, a ver si vamos a tener otro susto. — le pidió a la morena, preocupada.

Tras llegar a la zona donde estaban los grifos, la soltó para poder sentarse en unas pequeñas sillas que podían usar bañarse, dejo llenar un pequeño barreño frente a ella, mientras localizaba el jabón sin perder de vista como el grifo llenaba aquel contenedor con agua caliente.

—La familia que tenias ¿Eran buenos contigo? — dijo con una suave y aterciopelada voz.

Podía haber iniciado aquella conversación en el momento que lo mencionó, pero estaba más ocupada en cuidar de su nueva "hermana" que de aquello en ese instante. Ahora que Hana estaba sentada, y no corría riesgo de tropezar, había digerido la conversación anterior.

Se estaba empezando a acostumbrar a ver a Ren encargarse de todo, lo cual no sabía si era algo bueno o malo. La ayudó a sentarse en silencio. También se estaba acostumbrando a la silenciosa concentración de la amejin.

—La familia que tenias ¿Eran buenos contigo?

— Sí, lo eran. Como todas las familias, ¿no? Mi padre ejercía de shinobi y mi madre cuidaba de mí, siempre me dijeron que el plan era que mi padre dejase de trabajar en vez de mi madre, pero ella cayó enferma. — se frotó los ojos, deshaciéndose de la humedad que se estaba formando en ellos — ¿Y que hay de ti? Tu maestro parecía preocuparse mucho por ti.

Cuando Hana acabó, la morena soltó un largo suspiro; se deshizo de su toalla y alzó el barreño para echarselo así misma por encima, quedando bañada por todo el agua caliente, después alzó la mirada hacia el espejo empañado, con la mirada algo vacía.

—¿Como todas, eh? — hizo una breve pausa y coloco el barreño bajo el grifo que volvió a abrir, y posteriormente comenzó a enjabonarse con una esponja cercana. — Mi maestro Nanashi y el señor Oda son mi familia ahora... Me recogió de la calle, el día de mi quinto cumpleaños, nos peleamos a veces, pero nos queremos mucho... Jamás podré devolverle todo lo que ha hecho por mí.

Sus ojos humedecidos ojos soltaron una lágrima que se confundieron con el agua que caía de sus oscuros cabellos, mientra acariciaba sus piernas dejando un gran montón de espuma como a ella le gustaba con una mirada perdida.

—¿Como todas, eh?

Las señales estaban claras. Hana NO debería indagar en lo que quería decir Ren con esa pregunta, que no llegaba ni a retórica. La imitó, limpiándose mientras se peleaba con sí misma sobre preguntar o no.

— Mi maestro Nanashi y el señor Oda son mi familia ahora... Me recogió de la calle, el día de mi quinto cumpleaños, nos peleamos a veces, pero nos queremos mucho... Jamás podré devolverle todo lo que ha hecho por mí.


— Vaya, lo siento por tu familia y me alegro de que ahora tengas gente cuidándote. — trago saliva — ¿Qué pasó con tu familia? Te... ¿pegaban?

Justo después se echó por encima un barreño de agua, quitándose las ganas de indagar si Ren decidía cambiar de tema

Al llegar a los hombros, se aferró a ellos; clavo las uñas inconscientemente sobre la esponja y se mordió el labio inferior. No quería hablar de aquello, habían pasado casi diez años pero seguía doliéndose como si hubiera sido ayer cada vez que aquel tema volvía a su mente; pensaba que si siempre mantenía una personalidad feliz y despreocupada, no tendría porque volver a enfrentarse a ello. Nanasi y Oda conocían su historia, y la apoyaron en esa pequeña familia que habían formado, pero nunca antes se lo había contado a alguien; claro que también, nunca antes había tenido una hermana.

— S-Si... — respondió casi balbuceando. —Desde que tengo uso de recuerdos; mis padres me odiaban. En mi habitación solo tenía un pequeño futon, que casi siempre estaba sucio al igual que el suelo; y un pequeño oso que escondía bajo el suelo de mimbre. Apenas los recuerdo en casa; pero lo que si que recuerdo, es el ruido de la puerta principal de la casa abriéndose cuando la noche caía y las luces de la calle brillaban. Eso significaba que mi padre había llegado a casa.

Y en ese momento, comenzó a temblar suavemente, y cesó en extender el jabón por el momento, clavando la mirada en como goteaba el grifo una vez lo cerró. Pese a lo doloroso que estaba siendo para ella recordarlo todo otra vez, algo le empujaba a mantener aquella conversación con Hana.

— S-Si... Desde que tengo uso de recuerdos; mis padres me odiaban. En mi habitación solo tenía un pequeño futon, que casi siempre estaba sucio al igual que el suelo; y un pequeño oso que escondía bajo el suelo de mimbre. Apenas los recuerdo en casa; pero lo que si que recuerdo, es el ruido de la puerta principal de la casa abriéndose cuando la noche caía y las luces de la calle brillaban. Eso significaba que mi padre había llegado a casa.

Hana contempló a Ren describir sus recuerdos de la infancia en tortuoso silencio. Había dejado de moverse, tanto ella como su hermana. La miró, tan afligida como cuando la había cogido en brazos para hacer una última carrera al refugio huyendo de la lluvia y se levantó sigilosamente.

Se arrodilló ante ella y la abrazó, colocando la frente de Ren contra su hombro, dejándola apoyar la cabeza.

— No fue culpa tuya, nada de eso. ¿Me oyes? — ella misma había pasado por eso.

Lo primero que haces es echarte la culpa. Pensar en que si hubieses hecho algo todo hubiese cambiado a mejor. Aunque fuera verdad, lo hecho, hecho estaba. Un par de lágrimas ardientes resbalaron por las mejillas de la rubia.

— No te preocupes, ahora tienes a gente que te quiere de verdad. Nanashi-san, Oda-san y aunque no cuente demasiado, estoy yo. — había separado un poco a Ren, para mirarla a los ojos y que supiese que todo eso iba en serio.

Le dedicó una sonrisa, aunque salió con un toque triste por las lágrimas que brotaban de sus acaramelados ojos.

Por primera vez en mucho tiempo, Hana no tenía curiosidad por saber qué le habían hecho los padres de Ren. Solo quería verla sonreír de nuevo.

De repente, Hana se fijó en los barreños como no lo había hecho antes. No tenían nada de especial, eran simples cubos de madera algo carcomida por la humedad y el paso del tiempo pero... Lo cierto es que daban ganas de llevárselos a casa. Trastorno Psicológico Activado.

Le hubiera encantado asentir en aquello, pero quiso querer terminar de desahogarse un poco más, y realmente discernía con sus palabras.

— Continuamente discutían y cuando mi padre se marchaba, mi madre decía que todo era culpa mía. — su voz se puso aún más temblorosa, y las lagrimas comenzaron a brotar de ella poco a poco, como aquel grifo mal cerrado. — Q-Que les había arruinado la vida... Q-Q-Que solo era un error.

Se llevó las manos a la cara, y rompió a llorar.

En la breve pausa entre que había hablado Hana y Ren decidió seguir con su historia, la rubia estiró el brazo y se acercó un barreño, con pensamientos de adueñarselo. Por suerte, no iba a ir a ninguna parte mientras la kunoichi prestaba toda su atención a su hermana.

— Continuamente discutían y cuando mi padre se marchaba, mi madre decía que todo era culpa mia. Q-Que les había arruinado la vida... Q-Q-Que solo era un error.

Y ante la mirada preocupada de Hana, Ren rompió a llorar. La rubia se abalanzó sobre ella como había hecho antes, aferrandola en un abrazo cariñoso y húmedo.

— Eh, Ren-chan, ya está. Eso es cosa del pasado. Esas personas puede que fueran tus padres, pero no eran tu familia. Una familia se quiere y se apoya. Y tú no eres un error. Si no fuese por ti, piensa en como hubiese acabado yo el día, sola en medio del bosque. Si no fuese por ti, igual no lo hubiese contado, Ren-chan. — empezó a llorar contagiada por la tristeza de su hermana — Mierda, ahora estoy llorando también. Digo, ay, me cachis, jopetas.

Se acercó más a Ren, sintiendo el roce de la madera del rebaño en la pierna y calmandose un poco.

— Ya está, no estás sola. Estoy contigo y llorando también.

Siguío llorando de forma larga y tendida, arrugando su rostro y alzando la cabeza mientras abría la boca; como los perros y lobos cuando aullaban a la luna, solo que lo suyo era un grito de desesperación y ayuda.

— ¿¡Q-Que hice mal mama!? ¡¿Que hice mal papa?! ¿¡Por qué!? — miraba al techo gritando, buscando respuesta a algo que no la tenía.

Cuando pareció haberse calmado tras expulsar toda la pena que pudo, entre gimoteos y pequeños espasmos por la tristeza producida con Hana algo alejada de ella, se alzó para tirar sobre sí un último barreño de agua cálida, lo dejo caer sin fuerza, rodando un poco y haciendo ruido al terminar de estabilizarse en el suelo. Caminó sollozando entonces sin dirigirle la mirada a Hana hacia la bañera, donde entró despacio; sentada en el fondo de esta, puso los brazos encima de sus rodillas, mirando hacia el agua ocultando su rostro, esperando que lo que quedaba de aquel llanto, terminase de marcharse de su cuerpo.