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— La verdad duele... hay quienes no lo hacen porque su fuerza es insuficiente, o quienes se regocijan en los crímenes de otros, o quienes simplemente prefieren no hacer nada... es igual de malo quien asesina, a quien ve un asesinato y se va a casa tan tranquilo, a dormir con su familia como si nada hubiese pasado...
A pesar de que quiso evitarlo, Juro acabo bebiendo de las palabras que Blame profirió ante su afirmación. Aunque su mente se negó a admitirlo, él mismo sabía muy bien que en parte, Blame tenía razón. Mucha gente podría simplemente no hacerlo por debilidad, o falta de motivación.
Sinceramente, no entendió muy bien el resto de la frase. ¿Quién vería un asesinato y lo callaría? Un complice, claro. Pero además... ¿Alguién más? No tenía sentido. Pero no dijo nada, pues siguió hablando.
— Supongo que si... luchar contra tu propia mente debe ser lo mas difícil que uno pueda afrontar en la vida. Una persona al borde de la locura no se da cuenta de lo que es demencia y lo que no... Ahí está el mayor de los problemas, supongo...—
Juro asintió ante lo que Blame dijo, tenía sentido. Trató de pensar en su padre, enfrentadose así mismo. Quizás antes de volveres loco del todo se hubiese resistido. Quizás hubiese considerado como una locura lo que hizo. Quizás si no hubiese perdido, todo habría sido diferente...
"Pero eso no importa. Lo que ha pasado no va a borrarse"
- Debe de ser horrible. Dejar de ser tu, dejarte llevar por los impulsos más asquerosos... - comentó, con gesto ausente. Su mente estaba lejos de ahí, aun seguía pensando en su padre. Era la primera vez que pensaba en él sin tenerle asco o miedo - Ojala existiese una cura para la locura.
Para su padre ya era tarde, claro. Pero algo así sería tan útil. La utilizarías y ya esta, nadie tendría que sufrir por tu culpa, nadie moriría, vivirías feliz... Una utopía, supuso.
Fue recuperándose poco a poco, para darse cuenta de que alguien más se adentraba en el pequeño lugar. Era un tanto extraño, llevaba el pelo recogido en un curioso moño. Su expresión le recordó a la suya, parecía cansado y curioso. Supuso que sus ojos terminarían por posarse en Blame, como todo el mundo.
El chico terminó por dirigirse a una mesa, mientras Juro regresaba a su plato. Era de mala educación quedarse mirando a una persona, lo sabía bien.
El albino continuaba con ese intenso debate sobre lo duro que era la lucha contra la demencia... pero hacía tiempo que todo había perdido algo de sentido. Al principio pensaba que Juro hablaba sobre el mismo albino, pero no, claramente ésta conversación no trataba sobre el chico de sangre Senju. Las últimas palabras del genin de Uzu denotaron una clara lejanía al pensamiento inicial.
— ¿De quien se trata?— Preguntó audaz.
Entre tanto, un nuevo comensal se hizo con la mesa que escasos segundos antes había sido desalojada. La camarera había retirado la cuenta, y dejado medianamente bien la mesa para que éste recién llegado pudiese comer también. Blame observó al chico nuevo, simplemente con algo de curiosidad.
La primera impresión que tomó del nuevo comensal fue que se trataba de un viajero, y que posiblemente llevase bastante camino recorrido. Su pesar, y la forma en que dejó caer la mochila lo hacían bastante identificable. Quizás había recorrido un par de países antes de llegar hasta ésta aldea dejada de la mano de dios.
«Bueno... a ver si al menos él tiene suerte con la camarera...»
Sin embargo, su pensamiento fue bien distinto a la realidad. La mesera quedó junto a la barra, fumando con toda la parsimonia del mundo. Sabía que ese nuevo chico venía a comer, pero se le veía algo despreocupada por eso.
Ante toda ésta curiosa situación, el albino permaneció atento a lo que realmente le venía llamando la atención, el chico que tenía en frente y con el que intercambiaba opiniones. Ansiaba una respuesta a su pregunta.
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7/11/2015, 05:45
(Última modificación: 7/11/2015, 05:46 por Uchiha Datsue.)
Datsue, al ver que la camarera se iba a tomar su tiempo, alcanzó la mochila y sacó de ella una pequeña libreta con un lápiz entre sus anillas, extrayendo el lápiz y abriéndola por la última página escrita. En ella había varias anotaciones sobre lo que pretendía ser un relato corto, de tres o cuatro páginas, cuya antagonista principal estaba basada en Noemi, la atractiva kunoichi que había conocido justo antes de iniciar aquel viaje a Shinogi-to.
Empezó a dar golpecitos con el lápiz en el papel, mientras repasaba la historia. Tenía claro la idea general, así como el desenlace, pero le faltaban muchos detalles por definir. Para empezar, todavía no sabía muy bien qué tipo de protagonista le convenía crear, así como tampoco cuál sería la virtud que la antagonista quería robarle.
“Quizá el buen sentido del humor… No, mejor otra cosa. No se me dan bien los personajes graciosos. Qué más puede ser... Bondad, paciencia, sacrificio, lealtad… ¿Y si es un don que le hace especial? Como por ejemplo, hmm…”
Pero las tripas le rugieron de nuevo, interrumpiendo sus pensamientos. No podía pensar bien con el estómago vacío. Buscó con la mirada a la camarera, irritado, y al ver que estaba junto a la barra fumando con toda la parsimonia del mundo se le hinchó la vena de la frente.
“Será posible…”
No pudo contenerse. Se llevó dos dedos a la boca y emitió un silbido agudo y sonoro, para luego indicarle a la camarera mediante gestos de que viniese de una vez. No había sido lo más educado y elegante del mundo, pero no estaba de humor como para ser amable y paciente. No después de todo lo que había caminado.
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—¿De quien se trata?
Incluso Blame parecía haberse sorprendido al ver al nuevo viajero aparecer. Quizá se fijó en que Juro también le había mirado, incluso había pensado que por algún casual podría conocerlo. Se dispuso a arreglar ese pensamiento tonto.
- Ni idea - mencionó, encogiéndose de hombros. Tuvo suficiente sentido común para hablar en un tono más bajo, solo por si acaso - Tiene pinta de viajero, pero no parece ordinario...
Y era cierto. Tenía algo, quizá su peinado, la túnica, la mochilla... Comparandolo con el resto de personas sentadas a la mesa, él sobresalía de alguna forma.
Siguiendo la mirada a Blame, pudo ve que este se había fijado otra vez en la camarera, que ahora estaba fumando tranquilamente por ahí, como si no tuviera gente a la que atender. De verdad, Juro no entendía como esa mujer seguía manteniendo su puesto.
Hizo una mueca al escuchar el sonoro silbido que el chico emitió no muy lejos de ellos, para llamar la atención de la despreocupada camarera. Juro no supo si eso funcionaria con alguién como ella, a quién había tenido que ir a ver personalmente para que les sirviese, pero espero que si. En esos momentos, hasta deseo que se le atragantase el cigarrillo que fumaba.
Lejos de ser su propósito, Juro entendió por la pregunta que el albino cuestionaba quién era el recién llegado. Sus palabras fueron obvias, no conocía de nada al extranjero. Hasta él se dio cuenta de los detalles, tampoco era algo muy difícil de averiguar. De no ser un viajero, no levaría esos aires de cansancio, o esa mochila que parecía tan pesada.
—No, no, no... no me refería a si conoces a ese chico.— Resolvió la duda. —Te preguntaba que de quién se trata, ¿quien es esa persona que sucumbe o sucumbió a la locura? ¿Alguien cercano?—
Poco después, llamó la atención del albino con un molesto y estruendoso silbido. Se trataba de un claro gesto para llamar la atención de la camarera, pero también consiguió ese mismo propósito con gran parte de las personas que se encontraban por esos lares.
«Ya veo que no era yo el raro... si no que ésta chica pasa de cualquier extranjero...»
La chica llegó a entender a la perfección la intención del chico, y observó con calma como éste le hacía con gesto señas para que fuese hacia su mesa. Con parsimonia, la chica dejó escapar la última calada del cigarro que había en sus pulmones, dejando escapar entre sus labios un ligero reguero de humo.
Parecía hacer caso omiso al chico, fuere por una cosa o por otra. Tras un leve lapso de tiempo, la chica pareció reaccionar al fin. Dejó caer la cajetilla de tabaco sobre la barra, y tras ello tomó el cigarro que aún conservaba entre los labios. Sin mas, lo apretó contra un cristal con forma ovalada que tenía meticulosamente limpio, y dispuesto en la misma. Comenzó a andar hacia el chico, y su cara no parecía mostrar un ápice de amabilidad.
—No soy un perro para que me llames con esas formas, extranjero.— Escupió apreciablemente indignada.
Ante esas palabras, recurrió a una pose algo agresiva, con las manos en las caderas y apoyando la mayor parte de su peso en la pierna diestra. Tan solo le faltaba un chicle en la boca para parecer una choni de libro.
Los antiguos inquilinos de la mesa en que el chico se había sentado se dieron la vuelta, y miraron al joven como si su vida valiese menos que la de un insecto. Lejos de ese valor, la vida del chico iba a tener un factor económico muy apreciable, poco tardaría en darse cuenta. La chica señaló al joven, con un índice realmente acusador.
—Éste chico si que puede valer la pena, nos lo quedamos. Seguro que pagan bien por él sus familiares.—
—Si, jefa!— Contestaron al unísono.
Además de éstos, la otra mesa se levantó también de su posición, y comenzaron a rodear al chico también. Obviamente, todos parecían formar equipo, banda, o algo parecido. Un total de siete hombres, y una mujer. Quizás demasiado para un único genin.
En el otro lado del ring, el albino quedó expectante. Alcanzó a ver la situación, y lo primero que le vino a la cabeza fue que no habían sido ellos a causa de las pintas que llevaban. Al nuevo se le veía algo mas "adinerado".
—¿Y ahora qué...? ¿Piensas ayudarlo? ¿O te quedarás calladito y te escurrirás?—
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8/11/2015, 01:57
(Última modificación: 8/11/2015, 02:09 por Uchiha Datsue.)
—No soy un perro para que me llames con esas formas, extranjero.— Escupió apreciablemente indignada.
Paciencia y amabilidad. Dos cualidades importantes en toda persona, así se lo había repetido su padre en decenas de ocasiones, esmerándose en dar una buena educación a su hijo adoptivo. Y Datsue había aprendido bien, sabía de su importancia para llegar a buen puerto con cualquier relación. Pero digamos una cosa de Uchiha Datsue, no es un chico amable.
—Tan sólo una zorra, ¿entonces? —replicó con gusto.
Los antiguos inquilinos de la mesa en que el chico se había sentado se dieron la vuelta, y miraron al joven como si su vida valiese menos que la de un insecto.
—Éste chico si que puede valer la pena, nos lo quedamos. Seguro que pagan bien por él sus familiares.
—Si, jefa!— Contestaron al unísono.
Además de éstos, la otra mesa se levantó también de su posición, y comenzaron a rodear al chico también. Obviamente, todos parecían formar equipo, banda, o algo parecido. Un total de siete hombres, y una mujer. Quizás demasiado para un único genin.
—Así que se trata de eso —susurró Datsue, que intentó mantener la calma. O al menos aparentarla, pues nada pudo hacer para impedir que su corazón se agitase, nervioso.
Su lengua lo había metido en un buen lío, y con su lengua esperaba poder salir de él. No se avergonzaba por reconocer que se le daba mejor hablar que luchar, todo shinobi tenía sus cualidades, y lo tonto sería no aprovecharse de lo que a uno se le daba bien.
—Caballeros, zorra, permítanme prevenirles de su error —empezó diciendo, mientras miraba a un lado y a otro, reprimiendo sus ganas por activar el sharingan. Todavía no sabían que era un shinobi, pues había dejado cualquier indicio de ello en su casa. Sólo portaba un hilo metálico y su bandana, que estaban dentro de la mochila, pero mientras no lo viesen no tenía de que preocuparse—. No sabéis quien soy, no sabéis de dónde vengo, ni quienes son mis padres, o si siquiera los tengo… A decir verdad, no sabéis ni mi puto nombre. Os será complicado sacar un rescate de mí sin saber a quién chantajear.
Cerró la libreta y la dejó sobre la mesa, con parsimonia. Acto seguido, se levantó con lentitud, para que no apreciaran peligro alguno en su movimiento, y continuó con su discurso:
—Pero estoy convencido de que tenéis vuestros métodos para conseguir esa información —apostó—. Me evitaré la tortura y os adelantaré que, en efecto, tengo padres. Pero también os diré que son pobres, y que ya tienen una deuda contraída por mi culpa —aseguró. No había mentira en sus ojos, pues aquella era la pura verdad—. Y no permitiré que por mi culpa tengan otra. Pero apuesto a que seréis reacios a creerme, dadas mis ropas —"Y menos se lo creerán cuando vean el collar que hay bajo ellas"—. Así pues, os diré la verdadera razón de vuestro error.
Datsue miró uno a uno a los hombres que le rodeaban. Analizó sus gestos, sus armas, su complexión física… En definitiva, sopesó las posibilidades que tenía de vencerles si la cosa salía mal. Siendo optimista, quizá redujese a tres o cuatro antes de que mordiese el polvo. La victoria, en todo caso, era una utopía. En estos casos más valía ser realista.
—¡Observad mi lápiz! —exclamó, levantándolo en alto—. ¡Observadlo bien, porque este no es un lápiz cualquiera! ¡Es el lápiz que os derrotará a todos, y de un solo golpe! —aseguró con rotundidad—. ¿No me creéis? —preguntó, imaginándose que en aquel momento lo estarían tomando por un loco. No le importaba. De hecho, le convenía que le tomaran por uno—. ¡PUES OBSERVAD!
Con un movimiento regio y grandilocuente, se llevó la punta del lápiz al cuello. Justo a la arteria carótida. Ladeó ligeramente la cabeza en sentido contrato y sonrió. Luego ejerció más presión.
—¿Lo veis? No mentía, pues en esta vida sólo tengo mi palabra y mis cojones —aseguró—, y no los rompo por nada. Así pues, ¿qué preferís? ¿Que me mate aquí mismo? —preguntó, y la punta afilada del lápiz se hundió todavía más en su piel. Tanto, que creerían que de un momento a otro atravesaría la arteria. Tanto, que más de uno pensaría que ya debería haberla atravesado. “Si mi piel fuese la de otro, quizá ya lo habría hecho”. Todo aquello para que pensaran que iba en serio—. ¿O servirme mi comida y hacer como si nada de esto hubiese pasado? Pero ya os aviso que si elegís lo primero, no voy a limpiar el estropicio. Porque pienso sangrar como un cerdo —finalizó, tratando de esbozar la sonrisa más perversa que aquellos hombres habían visto jamás.
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—No, no, no... no me refería a si conoces a ese chico. Te preguntaba que de quién se trata, ¿quien es esa persona que sucumbe o sucumbió a la locura? ¿Alguien cercano?—
— ¿Qué? Claro que no... Que tonteria... No es nada, solo curiosidad — Juro trató de disimular, sin demasiado exito, cualquier signo de debilidad que pudiese dar a entender. No podía saber lo de su padre, claro que no. Una cosa era darle algo de confianza, y otra darle poder sobre él mismo.
Afortunadamente, la polémica se desató antes de que él tuviese que decir mucho más. Comenzó una discusión a dos bandas, entre la camarera del local, y el nuevo viajero. Juro solo pudo escuchar retazos de esa discusión, entre el alboroto de las personas que también se encontraban cerca suyo.
Que si no era perra, que si era una zorra, que si valía la pena. Muchas cosas que no llegó a entender del todo, hasta que llegó la clara verdad. Unos hombres rodearon al viajero siguiendo con sumisión a la camarera, quién después de todo, no parecía ser una camarera corriente.
Sin embargo, el tipo no se dejó armendrar. Se hizo oir ante todos, y dijo unas cuantas palabras, que Juro tampoco escuchó con demasiada atención. Hasta que sacó el lapiz. En ese momento, se formó un silencio sepulcral. Tanto, que todos pudieron oir esas últimas frases.
—¿Lo veis? No mentía, pues en esta vida sólo tengo mi palabra y mis cojones y no los rompo por nada. Así pues, ¿qué preferís? ¿Que me mate aquí mismo?. ¿O servirme mi comida y hacer como si nada de esto hubiese pasado? Pero ya os aviso que si elegís lo primero, no voy a limpiar el estropicio. Porque pienso sangrar como un cerdo
Juro dirigió una mirada de preocupación a Blame. Tenían que hacer algo, antes de que ocurriese una locura. Pero... ¿Cómo?
— Blame, se va a matar. No podemos escurrir el bulto — sentenció, con verdadera preocupación. No lo conocía de nada, pero igualmente, no iba a permitir algo así. Era un ninja, aunque no estuviese en su país.— Necesito que me ayudes, yo solo no podré. Por favor. A saber a cuantas personas habrá robado esa tía.
Y era cierto. No tenía ni idea de como o de que narices iba a hacer para ayudarle. Tenían que ganar tiempo, solamente un poco de tiempo... Entonces cayó en la cuenta de algo.
— Antes la camarera te tenía miedo, ¿Cierto? — le susurró a toda velocidad, para que nadie le oyese. Tenían mucha prisa, hacia escasos segundos que había pronunciado la amenaza — Con una pequeña distracción, podríamos hacer que ganase tiempo y que escapase. Llamamos su atención y nos largamos, estamos muy lejos para que nos pillen. No se me ocurre otra cosa...
Obviamente, necesitaba su ayuda. Él no podía llevar a cabo y no se le ocurría más. Tenían que actuar ya, o callar para siempre. Y Juro no pensaba callarse.
Juro no parecía dispuesto a escupir una sola palabra. Fuera por recelo o por mero temor a dar demasiada información a un desconocido, ni dios iba a sacarle una palabra al respecto. Una lástima, aunque tampoco es que fuese el mejor de los actores, no supo para nada recortar la realidad con unas precisas tijeras de mentiras.
— Claro, curiosidad... — Ancló a sus palabras con propósito de terminar la charla.
Pese a que la diversión parecía estar acabándose, la realidad distaba de ello. La conversación no iba tan fluida como antes, pero ésto lo terminó de arreglar la camarera. La muchacha se había dispuesto como una auténtica secuestradora, o capo de la mafia. Había tomado la decisión de tomar al recién llegado a la fuerza, y éste pareció intentar defenderse de la manera mas abrumadora, poniendo su vida en la balanza de precios. El negocio quizás se le iba al traste a la muchacha, pero quizás simplemente se estaba jactando de la insolencia del extranjero... o quizás no.
Entre tanto, Blame le inquirió al de Uzu su actuación. Éste contestó con algo que no terminó de agradar al albino, usar el miedo de la chica hacia él para hacer de cebo o distracción, y que así el chico se librase del jaleo. ¿En qué lugar lo dejaba eso? Además, también podía ser que la chica no le temiese, que simplemente lo hubiese visto con desdén dado que a él no parecía podersele sacar demasiado dinero.
— Hey! hey! hey! Te equivocas en algo... Juro. — Interrumpió el Senju. — Yo no salvo vidas, las quito. ¿Crees que vale la pena quitar la vida a todas esas personas, o dejamos que el chico se mate? ¿Una vida u ocho, qué decides? —
La muchacha por su parte parecía haber tomado una decisión. En un principio dudo, claramente se asustó un poco, pero la duda se le fue drásticamente. En su rostro se delineó una sonrisa de lo mas dantesca, haciendo alague a su pensamiento.
— ¿Acaso te crees que vas a volver a casa después de que cobremos el dinero? —
La mujer no dudó en revelar la cruda realidad, no pensaban dejarlo escapar con vida tras el secuestro. Éste hecho tampoco era tan extraño, si lo dejaban ir, nadie les aseguraba que volviese por venganza o algo similar.
Los hombres cerraron bastante mas el cerco, rodeándolo de manera que para escapar tendría que como mínimo dar un buen empujón. Por otro lado, los hombres no parecían demasiado endebles, escapar de ahí por las buenas se veía como una misión imposible...
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18/11/2015, 01:22
(Última modificación: 18/11/2015, 01:23 por Uchiha Datsue.)
— ¿Acaso te crees que vas a volver a casa después de que cobremos el dinero?
Datsue frunció el ceño, al darse cuenta de su garrafal error: ante sí tenía a una chica dura, y las chicas duras no se dejaban influenciar por la dialéctica ni por razonamientos elaborados, probablemente porque son tan duras de mollera que, sencillamente, no los entienden. No, las chicas duras tan sólo cambian de opinión ante palabras duras, dichas por hombres todavía más duros. O, mejor que palabras, hechos.
—¿Acaso te crees que vas a cobrar una recompensa por un cadáver? —preguntó, que pese haber desistido en su plan inicial, necesitaba ganar algo de tiempo para pensar en otro. Sus ojos se tiñeron del color de la sangre, y un aspa adornó su pupila—. Te estoy diciendo que si me pones la mano encima, yo mismo me rajaré el cuello.
Su sharingan vio como cada vez se acercaban más y más, estrechando el cerco. Giraba la cabeza a uno y otro lado, intentando adivinar quién sería el primero en atreverse. Pero aquellos hombres se acercaban como uno, en una sincronización perfecta.
“Atacar como uno sólo… La gente dice que esa táctica tan sólo tiene ventajas, pero yo acabo de descubrir un pequeño fallo. Si atacan como un solo hombre, también recibirán los golpes como uno solo”.
Sí, su plan no era perfecto, pero era lo que había. En aquellos casos más valía ser realista.
Apartó el lápiz del cuello y se lo colocó en la oreja de un grácil movimiento. Luego, saltó sobre la silla y, nada más apoyar el pie en ella, saltó sobre la mesa. La mesa en la que tendría que haber estado comiendo en aquellos instantes, y no jugándose la vida ante unos matones.
“Acercaos un poco más, sólo un poco más…” pensó, mientras se agachaba ligeramente y formaba un sello con las manos.
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— Hey! hey! hey! Te equivocas en algo... Juro. — Interrumpió el Senju. — Yo no salvo vidas, las quito. ¿Crees que vale la pena quitar la vida a todas esas personas, o dejamos que el chico se mate? ¿Una vida u ocho, qué decides? —
Las palabras de Blame no hicieron más que crispar aún más los nervios de Juro, que veía impotente lo que estaba pasando.
- ¿Que estas diciendo? ¡Nadie tiene que morir! ¿Es que no lo entiendes? tuvo el sentido común de no gritar, pero su cuerpo le pedí hacerlo - Una distracción y ya esta, el chico escapa y la mujer pierde la presa. Ninguna muerte.
No podía quedarse de brazos mirando. Pero... ¿Que podía hacer él? No tenía la fuerza suficiente como para meterse en un enfrentamiento así, al menos no directamente. Tampoco podía usar una técnica allí, en un espacio lleno de gente. En realidad, no debería ni pelear en la zona.
Apretó los dientes, tenía que pensar algo. Si les atacase, bajarían la guardia, pero se exponía. Tampoco iba a lanzar un kunai a una persona desarmada. Los retazos de conversación que escuchaba tampoco eran muy tranquilizadores.
— ¿Acaso te crees que vas a volver a casa después de que cobremos el dinero?
—¿Acaso te crees que vas a cobrar una recompensa por un cadáver?. Te estoy diciendo que si me pones la mano encima, yo mismo me rajaré el cuello.
"Esto se pone feo, muy feo"
Se dirigió hacia Blame, esperando que sus palabras le hubiesen hecho reaccionar.
- Es ahora o nunca. Podemos impedir una muerte. ¿No quieres salvar al menos una vida? - preguntó, con angustia creciente.
Hurgó en su portaobjetos, aún no era el momento. Pero pensaba intervenir, con la ayuda de Blame o sin ella. Aún no era el momento, al menos no para actuar el solo.
El chico se debatía entre la vida y la muerte, sus opciones no hacían mas que reducirse a una, y la cosa no parecía querer ponerle fácil la decisión. Todo apuntaba a que o peleaba o moría, pues escapar le sería difícil, y hablar como una persona hecha y derecha no parecía ser de lo más útil.
Entre palabras, Juro intentaba aún convencer al albino de que debían actuar, pero no quería muertes. Decía que podían salvar todas las vidas... realmente estaba en lo cierto. Una idea le vino de pronto a la cabeza, ese chico era todo un visionario. Ésta ocasión era perfecta para poder cumplir parte de su objetivo, y para colmo de manera justificada. Era perfecto. En cuanto se lo dijo, hasta su rostro cambió, dibujándose en él una sonrisa picaresca a la par que llevaba su mirada hacia la mesa de su lado.
— Tienes toda la razón, Juro. Voy a arreglar ésta situación, espera aquí, ¿vale? Con palabras todo se puede arreglar. —
El chico avasallado se encontraba ya en una posición mas que defensiva, había saltado a la silla, y casi al instante a la mesa. Se agazapó, y se disponía con un sello mantenido, esperando seguramente al momento propio para usarlo. Sin duda, había de ser shinobi. En fin, detalles sin importancia...
La mirada de todos los que rodeaban al chico dejaron de lado al que supuestamente iban a secuestrar, irguiéndose a uno que se disponía con parsimonia a romper el circulo perfecto. El albino se colocó entre medio de dos de esos matones, y pasó la mano por los hombros del que se encontraba a su izquierda, así como dejó caer la mano diestra sobre el hombro del que se encontraba a su derecha. Ésta última mano no llegó a pasar hacia el otro lado, se quedó casi a ras de su cuello, sin parecer en ningún momento un gesto amenazador.
El silencio se hizo por un instante, instante de discordia que hacía destacar claramente al chico de cabellera incolora. Él sin embargo parecía de lo mas tranquilo, y mostraba una reluciente y fría sonrisa.
— Oye, oye, oye... Sé que lo estáis pasando genial y todo eso, casi parece una auténtica fiesta, pero... Creia que ésto era un lugar para comer... y éste chico se ha subido a una mesa. ¿No os estáis pasando? ¿En mi mesa se ha subido alguien también? Espero que al menos la hayáis limpiado correctamente. — Platicó el Senju.
El silencio se rompió con las palabras del albino, para dar comienzo a un claro bullicio de discordia. Unos se preguntaban a otros, ¿Quién carajos era? ¿Qué coño dice? ¿Y éste tío?
— ¿Qué cojones dices, vagabundo? —
La crítica de la chica se alzó ante el resto, con un toque de clara ira hacia éste. No era de extrañar.
De pronto, un reguero de color carmesí salpicó a los hombres que se encontraban a su derecha, así como a la chica. Los ojos de la mayoría se abrieron como platos al verlo, el hombre que tenía a su derecha se quedó hasta sin palabras. De hecho, ese hombre quedó hasta sin traquea, pues en un gesto cruel y despiadado, el albino había activado el sistema portakunai de su antebrazo derecho.
Sin dejar tiempo a respirar, el albino llevó su diestra rápidamente hacia su izquierda, hincando el arma de su antebrazo al individuo que se encontraba en esa posición, el cual fue arrastrado al desastre gracias al brazo izquierdo del Senju. El chico sintió como el metal se hundía en su cuenca ocular hasta llegar a tocar el hueso, tras ello, deshizo el movimiento. Ambos cuerpos cayeron al suelo a peso de plomo.
Entre tanto, el chico hizo por sacudir la mano diestra, escurriendo la sangre que le había manchado, así como haciendo mueca de que ese artilugio del antebrazo no iba del todo bien.
— Dios! Ésta cosa me trae de los nervios, se abre siempre en lo momentos mas inoportunos... — Se quejó el Senju. — ¿Ves? Con palabras se entiende la gente... —
El albino se torció para avisar a su compañero de comida de lo cierto que era eso. Desgraciadamente para las víctimas, era una ironía.
No tardarían un segundo mas en atacar al albino, ahora él se había convertido sin duda en el centro de atracción. Quizás por la discordia, por que lo había confundido con un vagabundo a causa de sus ropas, o fuere por lo que fuere no le habían atacado sin piedad desde un principio. Ese había sido un gran error por parte de esos idiotas.
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“Un poco más, un poco más…” Datsue tensó los músculos de las piernas y se preparó para el salto, pero se detuvo justo en el momento en que percibió movimiento por el rabillo del ojo. Uno de los clientes se había levantado, el albino, uniéndose a aquel particular coro de matones.
“¿Otro más al que vencer? Venga ya… ¿Es que no bastaban ocho?”
— Oye, oye, oye... Sé que lo estáis pasando genial y todo eso, casi parece una auténtica fiesta, pero... Creia que ésto era un lugar para comer... y éste chico se ha subido a una mesa. ¿No os estáis pasando? ¿En mi mesa se ha subido alguien también? Espero que al menos la hayáis limpiado correctamente. — Platicó el Senju.
El silencio se rompió con las palabras del albino, para dar comienzo a un claro bullicio de discordia. Unos se preguntaban a otros, ¿Quién carajos era? ¿Qué coño dice? ¿Y éste tío?
— ¿Qué cojones dices, vagabundo? —
Datsue no dio crédito a lo que sucedió después. En un abrir y cerrar de ojos, la sangre estaba corriendo sobre el suelo. Pero no era la suya, sino la de sus enemigos. Una inesperada ayuda que no dudaría en agradecer más tarde, cuando se recuperase del susto. El albino continuó hablando, pero el Uchiha no era capaz de escucharle. Era la primera vez que veía un asesinato. La facilidad y frialdad con la que el albino lo había hecho parecía irreal, como si ante sus ojos tan sólo estuviese viendo una obra de teatro. Esperó unos segundos a que se bajase el telón y confirmasen que todo era una broma, una simple broma de mal gusto orquestada por algún malnacido de La Ribera del Sur. Pero nada de eso sucedió.
“Reacciona, estúpido” Aquello era real. Aquello era su oficio, el pan de cada día de un shinobi. Y, si quería sobrevivir, tenía que empezar a habituarse.
Giró sobre sus talones y observó los rostros estupefactos de sus adversarios. Realizó los tres simples sellos del Gōkakyū y expulsó una llamarada de tres metros de ancho sobre aquellos incautos, esperando calcinar al menos a dos.
Nivel: 22
Exp: 22 puntos
Dinero: 610 ryō
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— Tienes toda la razón, Juro. Voy a arreglar ésta situación, espera aquí, ¿vale? Con palabras todo se puede arreglar.
El chico sonrió inocentemente al escuchar a Blame. Por un momento, pensó que quizá no fuese un mal tipo, quizá en el fondo tuviese ese mismo impulso por ayudar a la gente. POdía ser la típica persona que se hacía la dura por fuera y por dentro era todo bondad. Si, eso habría estado bien.
Al menos, eso pensó. Su cuerpo se paralizó cuando vió la cruda verdad. Blame se acercó peligrosamente a uno de los tipos, y le atravesó la traquea con un kunai. Como si no fuese suficiente, apuñaló al otro en el ojo, hasta matarlo. Para colmo, se volvió hacia él, mientras Juro observaba lo que estaba pasando, incredulo.
— Dios! Ésta cosa me trae de los nervios, se abre siempre en lo momentos mas inoportunos... — Se quejó el Senju . — ¿Ves? Con palabras se entiende la gente... —
Abrió la boca, en busca de una respuesta, pero las palabras murieron en su garganta.
"Yo...no...No quería esto..."- se lamentó, observando los dos cuerpos.
Un estallido le espabiló. El viajero había lanzado un chorro de fuego a varios de sus captores. Al parecer, era un ninja también. Una buena parte de ellos parecían ir a por Blame.
En ese momento, Juro tuvo que elegir. Lamentarse por unos muertos que le habrían matado si hubiesen podido, o ayudar al asesino, que segundos antes había compartido su mesa. La supervivencia le hizo decantarse.
- ¡Blame, retrocede! - no era una petición, ni una orden propiamente dicha. Simplemente, un aviso.
Tras decir eso se puso a hacer sellos. Trató de buscar un buen angulo donde no diese a su presunto aliado y disparó una ráfaga hecho totalmente de aire comprimido. El Daitoppa avanzó, placando y empujando a los atacantes que se dirigían hacia Blame. Así al menos ganaban tiempo.
Ante la estupefacta mirada del extranjero, su posible enemigo adicional había surcado las filas enemigas para convertirse en un inesperado aliado. Sangriento, asesino y frío aliado. Pese a ello, a caballo regalado no le mires los dientes, es de mala educación.
El susodicho se recuperó algo lento ante la instancia del albino, y tras ello culminó lo que en un principio pretendía. Concluyó una ligera secuencia de sellos, y lazó una cuantiosa cantidad de llamas en forma de esfera a los enemigos que tenía a su retaguardia, todo ello con un giro preciso y una contundencia casi tan abrumadora mostrada por su "aliado".
Entre discordia y temor, los pocos que se atrevían a abalanzarse sobre el dúo de carismáticos comensales o bien habían dejado de respirar, o bien habían sido alcanzados por esas llamas del chico de ojos rojizos. Un par de ellos siguieron en entredichas, y no hicieron mas caso que a sus impulsos mas primarios, huir y salvar la vida. La mujer había quedado en bragas, y el único aliado que le quedaba en pié se abalanzó sobre el primer enemigo, el albino. Sin embargo, desde la retaguardia su ofensiva estaba protegida. Juro avisó al Senju de su propósito, y no hicieron falta mas palabras. En un ágil salto, el chico se apartó de la trayectoria de una ráfaga de aire, la cual impactó en el descabellado rival. Éste cayó varios metros hacia detrás, derribando la mesa sobre la que se encontraba el chico de ardiente espíritu, aka el de ojos rojizos y que escupía fuego.
La mujer quedó hasta sin palabras, en un abrir y cerrar de ojos había perdido a toda su fuerza de choque, se había quedado sin guerreros. Aunque fuese la líder, ahora era ella la que se encontraba en minoría... a nadie con dos dedos de cabeza se le ocurriría afrontar tal conflicto con las manos.
Los tres afectados por el katon no se encontraban del todo disponibles, aún se quejaban en el suelo, tratando de apagar las llamas que devoraban aún sus ropajes sin piedad. El otro, el afectado por el futon se retorcía de dolor a causa del trauma, un fuerte golpe le había destrozado la espalda. Por último, el último rival en pié titubeaba. Sus manos se alzaron hasta la altura de la cintura, y empezó a agitarlas en un gesto de discordia. Hasta parecía estar sudando, sin duda no esperaba esa situación.
— Ex... ex... extran-jeros.... ésto ha sido una terrible confusión... yo... yo no quería de verdad, ha sido todo un grandísimo error... no sabía que erais shinobis... — Trató de excusarse mientras tomaba un primer paso en retirada.
Su paso no pasó desapercibido, era obvio que intentaba eludir el follón que había montado, y de buenas. Ese tipo de gente es de la mas odiosa. Entre los humanos, los peores.
El albino no titubeó, observó a su alrededor, y alzó la mano en un gesto de agradecimiento a Juro. Tras ello, decidido, dio el mismo paso hacia adelante como la chica lo había hecho hacia detrás. Su propósito era salvarla, igual que al resto les pasaría tras de ella. La situación jugaba en su favor, al fin podía salvar unas pocas almas sin ser repudiado por ello. ¿Quién iba a llorar por unos maleantes de tan bajo calibre?
— ¿Sabes? Soy un sicario, y ese chico me va a pagar por quitaros la vida. — Alegó señalando a Juro. — No te lo tomes como algo personal. —
Quizás ésto estaba llegando demasiado lejos, pero si nadie reaccionaba para evitarlo, la sangre de esa mujer correría por las manos del albino.
Nivel: 40
Exp: 427 puntos
Dinero: 3805 ryōs
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Las cosas cambian. Eso era algo que Datsue conocía muy bien. No de oídas, sino por haber sido espectador de ello. Había visto como el leño se consumía en ceniza bajo el abrasador fuego; había visto como la manzana se oxidaba tras un lejano y único bocado; había visto florecer los cultivos y también como la llegada del otoño desnudaba a los árboles. Pero aquello… aquello nunca lo había visto.
Habían sido demasiados cambios, y en demasiado poco tiempo. De pronto, había pasado de estar tranquilamente sentado en una silla a estar encima de ella, temiendo por su vida. Y, en no menos tiempo, la situación había dado tal vuelco que la responsable de amenazar su bienestar y tranquilidad había ocupado su lugar en tan comprometida situación.
Todavía no lo había asimilado por completo, pero supuso que se debía de sentir aliviado. Aliviado y feliz de que la culpable de todo aquel embrollo recibiese su propia medicina. Sin embargo, no era así. Al menos no con lo último.
—Espera un segundo —dijo, dirigiéndose a su inesperado amigo, si es que lo era. Todavía no sabía qué motivos le habían movido para ayudarle, pero dudaba que fuera por altruismo. Y que cobrase dinero del otro chico para matarla tampoco le encajaba demasiado—. Antes quiero algo.
Lo dijo con tal convicción y seriedad que se sorprendió a sí mismo, teniendo en cuenta que no tenía ni idea de qué quería realmente. Para empezar, supuso que ganar algo de tiempo. Lo suficiente para saber de qué iban aquellos dos shinobis y, quizá, salvar a la chica. Tenía que ser castigada, de eso no había duda, y seguramente no se contendría en propinarle unos buenos mamporros antes de entregarla a las autoridades pertinentes. Pero eso era una cosa, y otra muy distinta matarla a sangre fría.
Entonces, Datsue bajó de la mesa, se sentó en la silla y, lentamente, miró a la camarera. A la zorra de la camarera.
—Quiero mi pedido —dijo con voz monocorde—. Quiero una de arroz al curry, sin pollo, y un vaso de agua para acompañar.
Sin duda alguna, Datsue todavía no había asimilado que a no menos de tres zancadas dos cadáveres descansaban sobre un charco de sangre, y que había estado a punto de ser secuestrado. Es lo que tiene que las cosas cambien tan rápido, que no se aprecian.
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