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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1

No hay tiempo límite para postear, sin embargo, hay límite para finalizar la prueba. De una forma u otra, el tema debe estar acabado antes del 12 de agosto a las 00:00 (Hora peninsular española).

¿Qué quiere decir eso? Bueno, el tema ira avanzando, y cada problema que solucionéis valdrá unos puntos, si llegada la fecha límite no habéis finalizado todos los problemas, se roleara que os quedáis a medias. Obviamente, habrá una penalización aparte de los puntos que habréis perdido ya de por sí.

El punto de todo esto es que podéis no postear en una semana, en dos, o hasta en tres, porque estáis de vacaciones, y después rushearlo. No os preocupeis, los masters intentaremos postear tan pronto como veamos vuestras respuestas. Pero no lo dejéis todo para el último día.

Cualquier duda, posteadla en el foro de dudas, no busqueis a ningún admin por privado ya que sois ocho participantes y todos podéis dudar cosas parecidas. De todas formas, habrá aclaraciones al final de cada post para evitar malentendidos.

Saludos y mucha suerte.

Había pasado una semana desde la primera prueba. No es que necesitasen tanto tiempo para descansar, pero sí para familiarizarse con el entorno, tal vez conocerse entre ellos o simple y llanamente entrenar. Fueron los encargados de cada villa los que informaron a los participantes que aquella mañana tendrían la segunda prueba, una prueba algo más práctica.

Sin embargo, era difícil verle la parte práctica a esa prueba cuando les habían mandado a primera hora de la mañana a la misma academia donde habían rellenado el cuestionario una semana antes. Además, el procedimiento empezaba a repetirse: iban todos en pelotón hasta encontrarse con el señor manco, cuyo nombre era desconocido con la posible excepción de algún participante de Uzushiogakure bien informado. El hombre repetía indumentaria, aunque esta vez parecía tener algo menos de seriedad en su rostro y les esperaba en la recepción misma, no enfrente de ningún aula.

No me miréis así, yo no voy a haceros ninguna prueba más, solo vengo a pasar lista.

Tras decir eso, volvió a hacer aparecer la hoja con los nombres en su única mano.

A diferencia de la última prueba, esta vez al confirmar vuestra presencia os diré con el número del aula en la que pasareis la prueba práctica. Siguiendo el pasillo encontrareis una bifurcación, a la izquierda los impares y a la derecha los pares. Como os he dicho, yo no soy el encargado de puntuar ni siquiera de vigilar, pero me han dado un par de instrucciones previas para vosotros —bajó la mirada al papel con los nombres y empezó a leer —. La primera es, no se aceptan preguntas hasta el final del examen, y segunda, podéis renunciar a esta prueba en cualquier momento desde ahora, no es eliminatoria pero constaría negativamente para la resolución final.

Alzó la mirada, repasando a los Genins con ella.

Si alguien quiere irse, ahí tiene la puerta —hizo una breve pausa —. Bien, empezamos.

Tras un último vistazo a los participantes empezó a llamarles uno a uno.

Aotsuki Ayame, aula dos.

Esperó a que la muchacha empezase a moverse para seguir con el siguiente nombre.

Cuando Ayame llegase a la puerta del aula, se encontraría con que la puerta estaba abierta y que la distribución del aula estaba ligeramente cambiada. Las mesas de los estudiantes estaban exactamente como antes, sin embargo, la mesa del profesor había sido apartada a un lado y en vez de eso, habían dos cojines y entre ellos un pequeño farolillo que proporcionaba una luz tenue y que era la única fuente de luz del aula. Sin embargo, no dejaba de ser de día, así que algo de luz se colaba entre las negras persianas que cubrían los ventanales. Uno de esos cojines estaba ocupado ya, por un hombre de cabello extremadamente corto y oscuro, era imposible distinguir el color entre la oscuridad y la longitud del pelo.

El hombre llevaba ropa oscura, con el chaleco típico de los ninjas de alto rango y su insignia plateada. Sin embargo, lo verdaderamente extraño era que estaba fumando dos cigarrillos al mismo tiempo, uno sujeto con cada mano. Al ver a la kunoichi, dio una última calada bien profunda a ambos cigarrillos a la vez y los apagó en un cenicero que había justo al lado del farolillo.

Aotsuki Ayame, cierra la puerta y siéntate, por favor.

Habló mientras el humo salía de su boca y se unía al aire. La mitad de la luz que iluminaba el aula venía de la puerta, así que en cuanto la cerrara vería lo iluminado por el farolillo y las cercanías de las ventanas. Esa voz le sonaba terriblemente familiar, pero no era capaz de atinar de qué era exactamente, aunque eso no hacía menos raro que aquel hombre tuviese voz de mujer.
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#2
Seguía sin poder creer la suerte que había tenido.

Ni siquiera entonces, de nuevo de pie frente a la academia mientras esperaba nuevas indicaciones para la que sería la segunda prueba. Ella. Alguien como ella había conseguido la segunda mejor nota. ¿Pero cómo era posible? Había estado segura de que las respuestas a sus preguntas habían sido cortas y pobres, que se había olvidado de varios puntos vitales. Tan sólo había estado segura acerca de la pregunta del código, pues era una respuesta concreta y correcta... No podía entender qué había ocurrido, ella estaba acostumbrada a quedar por detrás de los demás, no delante. Después de todo, ella había sido la que había suspendido el examen de genin tiempo atrás.

«Bien hecho. Pero no te confíes.»

Aquellas habían sido las palabras de su padre. Ni una más, ni una menos. Pero no podía quitarle la razón. Aún quedaban dos pruebas más, no podía dormirse en los laureles.

Y así les citaron una semana más tarde, de nuevo, frente a la Academia de las Olas.

«Qué raro... se suponía que la segunda prueba iba a ser más práctica. Al menos eso fue lo que dijo ese tal Ketchupdon. ¿Qué hacemos aquí?» Meditaba para sí misma, profundamente extrañada. De todas maneras, ¿qué querían decir con "más práctica"? No debía de ser un combate, porque se suponía que en aquello consistía la tercera prueba. ¿Acaso se trataría de una demostración de sus habilidades y sus técnicas?

Estaban a punto de descubrirlo.

Entraron en la academia y volvieron a encontrarse con el hombre sin brazo. En aquella ocasión, a Ayame le pareció algo más serio que cuando se presentó ante ellos para llamarles antes de la primera prueba, aunque no podría asegurar que fuera así de verdad o simplemente su impresión después de pasar por la tensión de aquel momento.

—No me miréis así, yo no voy a haceros ninguna prueba más, solo vengo a pasar lista —dijo, haciendo aparecer en su mano la misma hoja que la otra vez—. A diferencia de la última prueba, esta vez al confirmar vuestra presencia os diré con el número del aula en la que pasareis la prueba práctica. Siguiendo el pasillo encontrareis una bifurcación, a la izquierda los impares y a la derecha los pares. Como os he dicho, yo no soy el encargado de puntuar ni siquiera de vigilar, pero me han dado un par de instrucciones previas para vosotros.

«Allá vamos con los suspensos.» Completó en su mente, y tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para que no se le escapara una risilla.

El hombre sin brazo bajó la mirada hacia el papel y comenzó a leer:

—La primera es, no se aceptan preguntas hasta el final del examen...

«Preguntar: Suspenso.»

—...Y segunda, podéis renunciar a esta prueba en cualquier momento desde ahora, no es eliminatoria pero constaría negativamente para la resolución final. Si alguien quiere irse, ahí tiene la puerta. —Hizo una breve pausa dramática, seguramente esperando la resolución de los genin. Ayame, por supuesto, se mantuvo completamente inmóvil, aunque no se atrevió siquiera a mirar alrededor.

¿Eso que acababa de escuchar era la puerta?

—Bien, empezamos.

Empezó a llamarles, uno a uno. Y su nombre llegó hasta sus oídos antes de lo que habría esperado.

—Aotsuki Ayame, aula dos.

Ella asintió, sin atreverse a hablar siquiera. Con las piernas rígidas como dos palos, la kunoichi se adelantó y echó a andar por el pasillo y se pegó al lado derecho. No le costó encontrar el aula numerada con el 2.

La puerta estaba abierta, y estuvo a punto de arrepentirse de asomarse cuando un penetrante y amargo olor arañó su nariz y le incitó un ataque de tos. Olor a tabaco. Y aquello no era lo peor...

«Oh... no...»

El aula estaba sumida en la oscuridad. No era una oscuridad densa y opresiva como para paralizarla en el sitio; afortunadamente, entraba algo de luz a través de las oscuras persianas que cubrían los enormes ventanales del aula (al menos la suficiente luz como para ver la silueta de las hileras de pupitres que llenaban el lugar) pero sí lo suficiente como para hacerla temblar y no dejarle pensar con claridad.

—Aotsuki Ayame, cierra la puerta y siéntate, por favor.

Aquella voz, extrañamente de mujer y que le resultaba terriblemente familiar, la sobresaltó. Provenía de la cabecera del aula, donde la mesa del profesor había sido sustituida por dos cojines con un pequeño farolillo entre ambos. En uno de esos cojines había una persona sentada, presumiblemente una mujer por la voz que acababa de escuchar pero con el cabello increíblente corto y oscuro que estaba apagando el tabaco en un cenicero que había en el suelo. El humo que salía de sus labios se mezclaba con las luces y sombras que creaba el farol, dando al espacio un aspecto aún más ominoso y confuso...

Casi a regañadientes, Ayame cerró la puerta detrás de sí (oscureciendo aún más la clase) y, como una polilla atraída por la luz de la luna, entró y se dirigió hacia el cojín libre para tomar asiento.

«Y no le valía con un cigarro, no. Tenía dos. Uno en cada mano. Uno para cada pulmón.» No pudo evitar pensar, arrugando la nariz.

"¿Es necesario que esté tan oscuro?", le habría gustado preguntar. Pero enseguida recordó la advertencia del hombre sin brazo: Preguntar, suspenso. Por eso, intentó concentrarse en la luz del farolillo para olvidar los tentáculos de oscuridad que se reunían a su alrededor intentando alcanzarla y, entre respiraciones pausadas y lentas para no oler el humo restante del tabaco, habló:

—Buenos días —saludó, con extrema educación.
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No respondo dudas por MP.
#3
Ni preguntas ni interrupciones, por favor. La segunda prueba consiste en una serie de ilusiones que te exigirán tomar una decisión. Cuando hayas decidido, el Genjutsu te dará un tiempo para que expliques el porqué de tus acciones, puedes extenderte cuanto quieras. Al acabar tu explicación, saltará directamente la siguiente escena donde deberás tomar otra decisión. Tras finalizar la segunda ilusión volverás a tener que explicarte y ya podrás preguntar. Es obvio que NO puedes, ni debes, usar el Kai ni resistirte a la ilusión. Es un jutsu complejo, si te resistes podría no funcionar como debería.— Hizo una pequeña pausa — Si tienes algún problema, puedes abandonar ahora mismo. Si sales de este aula antes de acabar la prueba, se considerarán los puntos que tengas hasta entonces, pero todo lo posterior estará suspenso. Hasta ahora tienes un punto por haberte sentado.

El hombre hizo un gesto hacia la puerta, esperando a ver si la participante decidía seguir o no.

Te advierto que las ilusiones pueden ser algo más fuertes que unas persianas.
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#4
—Ni preguntas ni interrupciones, por favor —le espetó la mujer, o el hombre (a aquellas alturas y en aquella penumbra, no le era fácil discernirlo) y Ayame frunció los labios en un pequeño mohín.

«Jopetas, si sólo le he saludado...» Pensó, pero se limitó a asentir con la cabeza y a escuchar con atención.

—La segunda prueba consiste en una serie de ilusiones que te exigirán tomar una decisión —comenzó a explicar, y Ayame frunció el ceño ligeramente. Cuanto más la oía hablar, más familiar le resultaba su voz. Llamaba a sus recuerdos, pero estos no terminaban de responder. ¿De verdad la conocía?—. Cuando hayas decidido, el Genjutsu te dará un tiempo para que expliques el porqué de tus acciones, puedes extenderte cuanto quieras. Al acabar tu explicación, saltará directamente la siguiente escena donde deberás tomar otra decisión. Tras finalizar la segunda ilusión volverás a tener que explicarte y ya podrás preguntar. Es obvio que NO puedes, ni debes, usar el Kai ni resistirte a la ilusión. Es un jutsu complejo, si te resistes podría no funcionar como debería—hizo una pequeña pausa y Ayame asintió, dándole a entender que lo estaba comprendiendo—. Si tienes algún problema, puedes abandonar ahora mismo. Si sales de este aula antes de acabar la prueba, se considerarán los puntos que tengas hasta entonces, pero todo lo posterior estará suspenso. Hasta ahora tienes un punto por haberte sentado.

«¿Sólo por haberme presentado?» Se preguntó, genuinamente confundida. ¿Acaso...?

Fuera como fuera, el examinador volvió a señalar hacia la puerta, como si quisiera remarcar la posibilidad de retirarse en aquel instante. Pero rendirse no era ninguna opción, no después de haber llegado hasta allí y haber superado la primera prueba con éxito.

— Te advierto que las ilusiones pueden ser algo más fuertes que unas persianas.

«Lo sabe. Conoce mis debilidades.» Fue entonces cuando las piezas terminaron de encajar en su cerebro. ¡Por eso estaba la habitación casi a oscuras! Y, pese a todo, se le dibujó una temblorosa sonrisa en los labios.

—Continuaré adelante. Estoy lista para la segunda prueba.

Ella ya se había enfrentado en numerosas ocasiones a un maestro de la ilusiones que conocía todas y cada una de sus debilidades. Los Genjutsu de aquel examinador no podían ser peores que las de un experto como Aotsuki Zetsuo...

¿No...?
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#5

Advertencia. A partir de aquí, cada post será decisivo. Es decir, una vez que posteeis y yo lea el post, no valdrá cambiar la respuesta. Haré copiar y pegar y esa será la respuesta con la que me quedaré. Tomaos vuestro tiempo pero estad 100% seguros una vez le deis a enviar. En casos extremos en los que sintáis una necesidad imperiosa de cambiar vuestra respuesta, pedidlo en el tablón, pero habrá una penalización.

El hombre no hizo ni un asentimiento, directamente empezó una larga cadena de sellos y puso su mano sobre la cabeza de la kunoichi.

Y la poca luz que se recibía en la habitación se desvaneció, dejándola en una oscuridad absoluta. Por suerte para Ayame, no tardó en reformarse.

De pronto, iba corriendo a toda velocidad por un camino de tierra en medio de un bosque. Aún quedaban varias horas de sol. Su vestimenta seguía igual con la diferencia de que llevaba un chaleco y una placa que antes no y que le concedían el rango de chunin. Tras ella, a apenas unos metros, la seguían tres genins. Eran dos chicos, uno rubio y otro pelinegro y una chica pelinegra.

En su cerebro empezó a aparecer información que sabía que era parte de la ilusión. Estaban persiguiendo a un exiliado de su villa, de rango Chunin en el momento en que se exilió, hacía ya un par de meses. Habían tenido un encontronazo con él, del que se había escabullido con heridas leves, conocía el terreno mejor que ellos, ya que se escondía por ahí cerca.

Por si todo eso fuera poco, durante ese encontronazo acontecieron hechos que hacen dudar de una filtración de información. Probablemente, uno de los genin está ayudando al exiliado, directa o indirectamente, consciente o inconscientemente. No tienes ningún indicio claro que señale a ninguno de los tres, y empezar a interrogar y dudar de los tres podría crear fisuras en el grupo, además de que sería un gasto tremendo de tiempo y esfuerzo.

No tardaron en llegar a una bifurcación en el camino, había huellas que probaban que el shinobi en cuestión había pasado por allí. La cosa era que había huellas en ambos caminos, el forajido estaba solo, así que una de las opciones era incorrecta. Fuese cual fuese, no había tiempo para detenerse a hacer preguntas. Estaban en plena persecución, cada segundo era un segundo de ventaja para el perseguido. Los tres genins se pararon y miraron a la kunoichi de mayor rango esperando una decisión.

Tenía tiempo para darles una explicación breve a sus inferiores sobre cómo actuar, sin embargo, había muchos factores a tener en cuenta.


No conoces las capacidades de los genins, más allá de que saben todas las habilidades básicas. Son niños pobres, tienen como mucho un kunai y un shuriken. Tú posees todo tu inventario. No hay más limitaciones. La bifurcación es marcada, es decir, son dos caminos totalmente opuestos que muy improbablemente vayan a encontrarse después.
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#6
Ayame no recibió ninguna respuesta, verbal ni gestual. El examinador simplemente comenzó a entrelazar las manos en una larga secuencia de sellos y la muchacha no pudo hacer otra cosa que ponerse en tensión, sin saber qué debía esperar. Entonces alargó la mano hacia ella, la apoyó sobre su cabeza tuvo que ahogar una exclamación de angustia cuando la oscuridad la envolvió.

Afortunadamente, no duró mucho.

Corría. Corría a toda velocidad a través de un sendero de tierra que atravesaba el corazón de un bosque. El sol se alzaba en lo alto, más allá de las copas de los árboles, pero sabía sin duda que aún tenía varias horas antes de que se pusiera. No se miró, pero también sabía que, además de su ropaje usual, llevaba un chaleco de mayor rango. El mismo chaleco por el que estaba luchando. De hecho, no estaba sola. Cerca de ella, siguiendo su estela, la seguían tres jóvenes genin.

¿Era aquello una simulación de misión como kunoichi de rango medio?

Sí. Sí lo era. La información llegaba hasta su cerebro como una auténtica cascada y se instalaba en su cerebro, tan real como el desayuno que había tomado aquella misma mañana. Estaban persiguiendo a un ninja que se había exiliado hacía un par de meses. Ya se habían encontrado con él antes, pero, aunque herido había conseguido escapar antes de que lograran atraparlo. Además ahora estaban en desventaja. Habían entrado en su terreno.

Y no sólo eso. Ayame sabía que había sospechas de que existiera un topo entre los tres genin que la seguían, pero la posibilidad de detenerse con interrogatorios quedaba completamente descartada. No tenían tiempo que perder, y sólo serviría para minar la confianza del grupo.

—Oh, no... —masculló para sí.

Frente a ella, el camino se bifurcaba en dos totalmente opuestos. Hasta el momento habían estado siguiendo el rastro del exiliado, pero ahora se encontraban con que esas huellas se replicaban en ambos caminos.

Ayame chasqueó la lengua con fastidio. No le hacía ninguna gracia. Su única ayuda eran tres genin que apenas acababan de salir de la academia, dividirlos y mandarlos hacia el exiliado sería condenarlos a morir. Además, estaba el asunto del topo infiltrado...

¿Qué habría hecho Kōri en aquella situación? ¡Ay, si tan sólo pudiera dividirse en dos y acompañar a ambos grupos! Desafortunadamente, aún no dominaba la replicación de sombras... Y ni siquiera contaban con dos comunicadores...

No tenía otra alternativa...

—Vosotros dos vais a ir por la derecha —les indicó al chico y a la chica morenos, señalando el camino de la izquierda—. Sólo quiero que comprobéis si ha ido por ese camino, nada de temeridades ni mucho menos enfrentaros a él. No puede detectaros, permaneced siempre escondidos. Si confirmáis su presencia que uno de los dos regrese para contármelo mientras que el otro le sigue en la distancia. Nosotros dos iremos por el camino de la izquierda —añadió, dirigiéndose al rubio.
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#7
Los genins asintieron ante las ordenes de la chunin y las siguieron al pie de la letra, hasta que todo se paró. Entonces todo se deshizo tal y como se había formado hacia un momento. Por suerte, en vez de volver a la oscuridad, apareció en una pequeña sala completamente blanca con una silla con reposa-brazos y nada más. En la pared enfrente de la silla había escritas tres palabras con tinta roja. No olía a nada, no se oían más que los sonidos que ella misma hiciera y no se veían sombras.

Las palabras eran:
Justifica tu respuesta

Y la tinta aún caía por la pared creando hilillos rojos sobre el blanco.
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#8
Los tres chicos asintieron y se pusieron en posición para cumplir la orden dada. Sin embargo, cuando estaban a punto de continuar sus caminos, el tiempo pareció detenerse un instante, justo antes de que la realidad se fraccionara de nuevo ante sus ojos. De un momento para otro el bosque, los tres genin que la acompañaban, el chaleco que vestía, todo desapareció sin dejar rastro.

Ayame contuvo la respiración, esperando de nuevo aquella opresiva oscuridad que tanto detestaba. Pero, afortunadamente para ella, nunca llegó.

En su lugar se encontraba ahora en una especie de sala blanca, completamente vacía a excepción de una silla con reposa-brazos. Sin embargo, lo que de verdad atrajo la mirada de Ayame fue el mensaje escrito en la pared, tres simples palabras escritas con tinta roja que, aún húmedo, se desparramaban por la superficie de la pared creando siniestros hilillos rojos.

«Casi parece sangre.» No pudo evitar pensar, con un escalofrío, antes de respirar hondo y cerrar los ojos en un gesto de concentración. Sabía que no era buena expresándose en voz alta, así que se tomó unos instantes para medir bien las palabras de respondería a continuación.

—Se trataba de una situación peliaguda y sabía que podía haber un traidor entre nosotros —comenzó a decir, abriendo de nuevo los ojos para fijar la mirada en el frente, como si así sintiera que podía dirigirse a alguien en concreto. Quizás, el mismo examinador—. Tampoco tenía tiempo, el exiliado conocía el terreno mejor que nosotros así que la opción de escoger un solo camino e ir todos juntos por ese quedaba descartada. La posibilidad de éxito era del 50%, pero también la de fracaso, y si nos equivocábamos tendríamos que retroceder y volver al otro camino, así que habríamos perdido demasiado tiempo y el objetivo ya se habría perdido. Por eso dividí el grupo en dos —Ayame se interrumpió, con un suspiro de pesar—. Desgraciadamente, aún no domino el Kage Bunshin no Jutsu ni tengo más de un comunicador conmigo, así que no podía enviar una réplica con el otro grupo para que acompañara y protegiera a los genin. Estaba arriesgando a enviar a un posible traidor con otro genin o directamente conmigo, con unas probabilidades del 33%. Soy consciente del riesgo que supone eso: si el traidor iba en el otro grupo con el otro genin, bien podría aliarse con el exiliado en caso de encontrarse con él e incluso llegar a atacar a su compañero o bien podría haber intentado atacarme a mí en caso de ir conmigo...

»Pero no veía otra alternativa para encontrar el rastro del exiliado. Por eso les di indicaciones para que se limitaran a seguir el rastro y para que no se enfrentaran de ninguna manera a él. Si eran ellos los que encontraban el verdadero rastro, uno de ellos retrocedería para comunicármelo mientras el otro mantenía la posición para no perderle de nuevo. Si hubiese sido yo la que lo encontrara, habría enviado a mi genin a avisarles a ellos del mismo modo. Esa es mi respuesta
—culminó, levantando la barbilla.

¿Qué pasaría a continuación? ¿Recibiría algún tipo de respuesta? ¿Volverían al mismo escenario de antes? ¿O quizás le plantearían una nueva situación?
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#9
Cuando la misma kunoichi considerase acabado su discurso, la ilusión volvería a coger forma.

Esta vez no se encontraba en ningún bosque, ni siquiera al aire libre. Las paredes endebles de una tienda era lo único que le separaba del aire nocturno. Al menos la tienda estaba perfectamente iluminada. Estaba en plena base enemiga y ella lo sabía. Estaba esposada con unas esposas supresoras de chakra y anclada al suelo con una cadena. Además, toda su indumentaria le había sido sustraída y reemplazada por una camiseta de manga corta y unos pantalones cortos. Ningún arma ni herramienta la iba a salvar.

Antes de siquiera poder adaptarse a su situación un hombre entró en la tienda y tiró a su lado a otra kunoichi, esposada también. El hombre era rubio con ojos verdes y tenía pinta de ser el jefe, mientras que la prisionera llevaba las misma ropa que la kunoichi. Al mirarla tuvo una sensación parecida a la que había tenido con la voz del examinador, la conocía, sabía que había ido a la academia con ella, puede que no al mismo curso, pero sabía que la había visto alguna que otra vez, aunque no tenía ni idea de su nombre.

Antes de que pudiese poner en orden sus pensamientos, su captor empezó a hablar.

Te pongo en antecedentes, ésta dice que no sabe nada, así que le vamos a cortar una pierna. Total, son todo beneficios, nos aseguramos de que de verdad no sepa nada y ni te imaginas lo fácil que se vigila a una tullida. Y si sigue sin contestarnos, pues tiraremos a por la otra. Porque solo hay una cosa más fácil de vigilar que una tullida y es una doble tullida. Ahora que sois dos igual podéis echarle un pensamiento. Chicos, agarrad a la tullida, digo, a la genin. Perdón, me he adelantado.

Dos hombres más entraron en la escena, rapados y con cara de poco cerebro y mucho músculo, agarraron a la otra chica mientras su jefe escogía entre la multitud de armas que guardaban en la tienda. Finalmente, levantó una sierra dentada de metro y medio mínimo de largo.

Nunca entendí por qué demonios teníamos esta monstruosidad aquí. Es tan... aparatosa que no sirve para el combate. Supongo que va perfecta para hacer una carnicería —se acercó a la chica inmovilizada que miraba con pavor la sierra—. Me han dicho que los Chunin hacen un juramento o alguna mierda así sobre proteger a sus inferiores. Yo voy a lanzar una pregunta al aire, si obtengo una respuesta, saldré de aquí tan contento y sin quitarle ninguna pierna a nadie.

La genin le dedicaba una de las miradas más aterrorizadas que había visto en su vida, aún así, no abría la boca, probablemente a sabiendas de que si lo hacía lo único que saldrá de ella son suplicas y llantos. El verdugo bajó la sierra hasta que tocó la carne expuesta de la chica, que ahogó un grito y cerró los ojos.

¿Quien es el jinchuriki de vuestra villa? Un nombre y un apellido y nadie acabara saliendo por partes de aquí.
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#10
Nuevamente, no recibió respuesta alguna. Por el momento no sabría si había respondido bien o mal, no sabría qué errores había tenido, ni tampoco sabría si lo que acababa de responder era una soberana estupidez.

Nada.

Todo volvió a desvanecerse a su alrededor, y cuando volvió a tomar consciencia de sí misma se encontró en una situación muy diferente a la anterior.

Lo primero que sintió fue una dolorosa e incómoda inmovilización en sus muñecas. Su primer instinto fue el de intentar licuar sus brazos para liberarse de aquellas férreas ataduras, pero enseguida comprobó, horrorizada, que no era capaz de hacerlo.

«No... No, no, no, no, no... ¡No! ¡Otra vez no!» Ayame miró a su alrededor, desesperada, y pronto comprobó que no sólo le habían inmovilizado las manos. También le habían anclado las piernas al suelo, le habían cambiado la ropa por una simple camiseta y un pantalón, ambos cortos; y le habían arrebatado todas sus armas.

No podía moverse. No podía realizar técnicas. Y no tenía su armamento para defenderse.

Y, por si fuera poco, se encontraba en plena base del enemigo. Su cerebro lo supo en cuanto miró a su alrededor y sólo encontró las endebles paredes de una tienda de campaña.

Se sobresaltó cuando escuchó a alguien entrando en la tienda. Se trataba de un hombre de cabellos rubios y ojos esmeraldas que arrastraba junto a él a una muchacha con la misma indumentaria que le habían puesto a ella. Una joven que le resultaba terriblemente familiar, de su misma aldea... de la Academia.

—Te pongo en antecedentes, ésta dice que no sabe nada, así que le vamos a cortar una pierna —comenzó a hablar su captor, y Ayame contuvo el aliento, aterrorizada. ¿Había oído bien? ¿Las habían capturado para sacarles información y amenazaba con comenzar a mutilarla?—. Total, son todo beneficios, nos aseguramos de que de verdad no sepa nada y ni te imaginas lo fácil que se vigila a una tullida. Y si sigue sin contestarnos, pues tiraremos a por la otra. Porque solo hay una cosa más fácil de vigilar que una tullida y es una doble tullida. Ahora que sois dos igual podéis echarle un pensamiento. Chicos, agarrad a la tullida, digo, a la genin. Perdón, me he adelantado.

—¡NO! ¡DEJADLA! —Ayame se sorprendió a sí misma gritando y revolviéndose en sus ataduras. Pero era inútil, y su captor lo sabía. La telaraña que había tejido a su alrededor era inexpugnable.

Y, haciendo oídos sordos a sus ruegos, dos hombres más entraron en escena y tomaron a la pobre muchacha mientras el que parecía ser el líder se paseaba por la tienda, recorriendo con sus ojos verdes la multitud de armas que había allí. Ayame palideció terriblemente cuando le vio tomar una sierra dentada... apenas un poco más alta que ella misma.

—Nunca entendí por qué demonios teníamos esta monstruosidad aquí. Es tan... aparatosa que no sirve para el combate. Supongo que va perfecta para hacer una carnicería —dijo, acercándose a la aterrorizada muchacha con intenciones más que claras—. Me han dicho que los Chunin hacen un juramento o alguna mierda así sobre proteger a sus inferiores. Yo voy a lanzar una pregunta al aire, si obtengo una respuesta, saldré de aquí tan contento y sin quitarle ninguna pierna a nadie.

Ayame contuvo la respiración al comprender la situación en la que se encontraba. De eso se trataba, comprendió, la otra chica recibiría la tortura si ella no colaboraba. De ella dependía con cuántas piernas saldría de aquella tienda...

Y, como si pretendiera demostrarle que iba muy en serio con aquello, el hombre bajó la sierra y apoyó los afilados dientes en la pierna expuesta de la muchacha, que ahogó un grito y cerró los ojos en un gesto desesperado.

—¿Quien es el jinchuriki de vuestra villa? Un nombre y un apellido y nadie acabara saliendo por partes de aquí.

BAM.

La pregunta cayó sobre ella como un pesado mazo.

El verdugo aguardaba la respuesta mientras la muchacha lloriqueaba inmovilizada entre los brazos de los dos fortachones. Ayame tragó saliva con esfuerzo, pero sentía la garganta tan seca como la suela de un zapato y sólo consiguió arañarse. Las lágrimas afloraron en sus ojos aterrorizados, que se esforzaban por no mirar a su compañera. Porque sabía que si intercambiaba miradas con ella, estaría perdida para siempre.

¿Pero qué podía hacer?

La identidad del jinchuriki era un secreto de Estado en toda la aldea. Revelarlo sería una condena de absoluta traición...

Y aún así no era eso lo que de verdad le aterrorizaba.

Lo que de verdad le daba miedo era aquel primitivo y egoísta instinto de supervivencia que se había apoderado de ella. Porque ella era el jinchuriki de Amegakure. Y sabía con toda probabilidad que, si se delataba, no se limitarían a cortarle las piernas, sino que acabaría muerta. Tiempo atrás, Shanise le había dicho que debía protegerse a toda costa para proteger a la aldea... ¿Pero guardaría silencio aún a costa de su compañera de aldea?

«Lo siento... Lo siento...» Pensó, aunque la voz de aquel primitivo sentimiento no tardó en complementar aquella disculpa. «De todas maneras, ni siquiera conoces su nombre... No es como si fuera Daruu-kun... o papá... o Kori...»

Se odiaba. Se odiaba profundamente por tener aquellos pensamientos...

—¡E... espera! —suplicó al fin, con la respiración agitada—. Dice... dice la verdad... ella no sabe nada... y yo tampoco... ¡La identidad del jinchuriki es un secreto incluso para los que estamos dentro de la aldea! —se apresuró a añadir, antes de que el captor decidiera actuar—. Sólo Kage-sama y sus personas más cercanas lo saben... Por eso... Por favor... No le hagas nada... No sabemos nada...

Sabía que era terriblemente mala mintiendo, pero tenía que intentarlo. Aquella era la única posibilidad para salir las dos con vida sin traicionar a la aldea.
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—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
#11
El hombre sonrió. No dijo nada pero miró a su compañero y asintió. El movimiento de los dientes de la sierra sobre la pierna de la kunoichi fue instantáneo, ésta abrió la boca para gritar y todo se congeló. La sangre en el arma goteaba a pesar de que el resto estaba completamente parado, hasta Ayame estaba congelada, pero aquel liquido rojizo fluía, chorreaba de la pierna a medio amputar de la joven.

Durante unos minutos todo siguió igual, nadie pestañeaba, nada se movía, su cuerpo no le respondía, solo controlaba los ojos, pero no podía cerrarlos. Se formó un charco y se fue agrandando poco a poco. Solo se escuchaba el goteo y el fluir de la sangre.

Hasta que la sangre tocó sus rodillas y la estancia se transformó. Volvió a la habitación blanca con aquellas palabras pintadas en rojo, sin embargo, ahora ese mismo liquido llegaba hasta el suelo, suelo que estaba inundado de rojo. Además, ahora sí había un olor, olor a sangre.

Justifica tu respuesta

Cada letra tenía un rio en su parte más baja que llegaba hasta el suelo y se unía a la inundación. El liquido cubría unos tres centímetros de altura y parecía ir en aumento. Conforme pasaba el tiempo parecía que caía más y más de la pared al suelo, lenta pero inexorablemente la habitación se llenaba.

Seguía con la camiseta y el pantalón de la última ilusión, con las rodillas y las manos cubiertas por completo en aquel liquido que olía como la sangre, tenía el color de la sangre y transmitía un calor parecido al de la sangre.


Llegados a este punto, os hago el amable recordatorio de que vuestro personaje puede abandonar en cualquier momento.
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#12
La ilusión no se desvaneció de inmediato, como había ocurrido con la situación anterior. En su lugar, el hombre que las retenía sonrió de manera escalofriante.

Y Ayame supo lo que estaba a punto de ocurrir antes de que lo hiciera.

—¡N...!

La sierra se deslizó sobre la pierna de la muchacha como si fuera de mantequilla. Ella abrió la boca para chillar, pero el aullido de dolor jamás laceró los tímpanos de Ayame. Y no fue mucho mejor. Porque todo se había congelado a su alrededor. El tiempo, el movimiento, el sonido. Todo se detuvo de repente. Incluso ella misma, que ahora era completamente incapaz de mover un solo músculo. Todo excepto la sangre, y Ayame se estaba viendo condenada a contemplar aquel fluido carmesí fluyendo por una pierna a medio desmembrar en su trayectoria hacia el suelo, formando un charco que no tardó más de unos pocos segundos en extenderse a su alrededor, acercándose a ella cada vez más.

«No... no me toques...» Suplicó para sí, con lágrimas en los ojos.

Pero todo fue inútil. La sangre, viscosa y cálida, llegó hasta sus rodillas, y entonces todo a su alrededor se desvaneció y volvió a la sala blanca. Pero había una diferencia con la vez anterior, y es que el suelo estaba inundado de sangre... proveniente de las palabras que seguían escritas en la pared.

—Es sangre de verdad... No era mi imaginación... —balbuceó, con un terrible estremecimiento.

Y aquello no era todo. Ella misma seguía vestida con las ropas de prisionera, y sus manos estaban manchadas de aquel fluido.

Ayame jadeó, contemplándose las palmas de las manos. Manchadas. Contaminadas con sangre ajena. Con sangre de un compañero de aldea al que no había podido proteger. Con un grito de ansiedad acumulada, intentó limpiárselas en las ropas que llevaba. Pero nada podía hacer desaparecer las manchas que ya habían penetrado en su piel, nada haría desaparecer aquel olor metálico que inundaba su nariz... ni aquel profundo sentimiento de culpa.

Sintió arcadas. Y mentalmente acarició durante un instante la tentadora idea de rendirse y volver al mundo real, seguro, lejos de visiones horripilantes y situaciones que escaparan de su control. Pero entonces recordó por qué estaba allí.

«Si... si no soy capaz de soportar estas cosas... ¿cómo puedo aspirar a Chūnin? ¿Cómo puedo llamarme kunoichi siquiera?» Se dijo, tratando de calmar los alocados latidos de su corazón y respiró hondo varias veces. «Vamos... has soportado cosas peores con los Genjutsu de papá...» Se animó, aunque ni siquiera estaba ya convencida de aquella afirmación.

Fuera como fuera, se apoyó en el respaldo de la silla con las manos y volvió a suspirar.

—Lo... lo que dije... es cierto... —comenzó a hablar, respondiendo a la pregunta formulada—. Nadie en la aldea sabe la identidad del Jinchūriki... Sólo el Kage y sus personas más cercanas...

«Aunque yo sí, claro.» Completó su mente, pero aquello era algo que no podía decir. Ni siquiera en aquella situación.

—Y aunque... aunque lo supiera... desvelarlo sería un delito de alta traición... hacia la aldea... —jadeó, y justo después recitó casi de carrerilla, como si se lo hubiera aprendido de un manual de bolsillo—: Los Jinchūriki son los guardianes que mantienen al mal sellado, por eso debemos respetarlos y protegerlos. Esa es... la máxima prioridad.

Y entonces sintió un extraño y fugaz escozor entre los omóplatos.
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#13
Esa es... la máxima prioridad.

Sus últimas palabras se fueron perdiendo con un eco muy marcado, como si estuviese en una habitación cinco o seis veces más grande. Tras unos segundos dejó de escucharse a sí misma, pero nada cambiaba. La sangre seguía cayendo, subiendo el nivel de la inundación y las partes de su cuerpo manchadas.

No había nada que hacer, no había ventanas ni puertas, ni siquiera esa estúpida silla y eso que hace un momento estaba convencido de haberla visto. Las palabras ahora se veían borrosas pues la sangre empezaba a brotar de toda la superficie que habían ocupado las letras, multiplicando vertiginosamente la velocidad de llenado.

Nada cambiaría hasta que apenas hiciera pie en esa piscina densa y rojiza, justo entonces algo tiraría de ella hacia abajo. Sentiría calor por todo su cuerpo, pues estaba rodeado de una sustancia cálida y acogedora. Sin embargo, no llegaría a sentir nada más porque en realidad estaba sentada, rodeada por aire.

Bienvenida de nuevo, Aotsuki Ayame. Ahora es la hora de tu pregunta. Recuerda que puedes preguntar lo que quieras, yo te contestaré y entonces se acabará el examen.

Estaba de nuevo en la habitación donde se había sentado al principio. Con sus ropas y sin una sola mancha de sangre. Podía respirar normalmente y todas sus piernas parecían estar en su sitio. Toda la estancia estaba exactamente como la había dejado hacía apenas unos momentos.

Aunque la voz del examinador seguía igual de perturbadora. La única diferencia es que el aire parecía más cargado que antes, seguramente porque era verano y llevaban encerrados en esa aula Kami-sama sepa cuanto tiempo. Además de ese leve olor a tabaco patrocinado por el examinador.
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#14
Sus últimas palabras se perdieron en el vacío de la habitación como un eco muy lejano.

Ayame supo que se había quedado demasiado corta en su respuesta en cuanto calló, pero la presión del momento y el terror que sentía por lo que acababa de vivir se había aferrado a sus nervios y ya no había vuelta atrás. Por eso respiró hondo y, aún temblorosa, alzó la mirada, preparada para enfrentarse a la siguiente ilusión. Pero nada ocurrió. Las palabras de la pared seguían en su incesante goteo, el nivel de la sangre en el suelo seguía aumentando a cada segundo que pasaba, y la muchacha seguía sin recibir ninguna respuesta ni ninguna instrucción más.

—Ho... ¿Hola...? —alzó la voz, tratando de hacerse oír. ¿Acaso se habían olvidado de ella?

Miró a su alrededor, acongojada, pero todo lo que la rodeaba era aquel espacio blanco sin ningún tipo de salida ni escape. Y, de repente, escuchó el escandaloso chapoteo. Y su corazón dejó de latir durante un instante. Ya no era un mero hilo de sangre lo que colgaba de las únicas palabras dibujadas en la pared; como si hubieran abierto algún grifo, ahora el líquido brotaba a toda velocidad de la integridad de cada letra, haciéndolas imposibles de leer. Y la sala comenzó a llenarse aún más rápido. Ayame contrajo el gesto, entre asqueada y horrorizada. Todo lo que la rodeaba era sangre. Sangre cálida y viscosa que manchaba todo su cuerpo y amenazaba ahora con ahogarla.

Aunque ella era una Hozuki. Ella no podía ahogarse, porque ella era el agua...

—¡Ayuda! —exclamó, sin embargo, cuando el nivel alcanzó su barbilla y se vio obligada a ponerse de puntillas para seguir respirando aire limpio. Juntó las manos, terriblemente tentada de intentar disipar la ilusión, pero entonces recordó que eso supondría su suspenso inmediato...

Y entonces algo la agarró por el tobillo, y Ayame apenas tuvo tiempo de tomar aire en una exclamación ahogada antes de que tiraran de ella bruscamente hacia abajo. Braceó, pataleó y se revolvió con todas sus fuerzas para intentar volver a la superficie, pero todo fue inútil. Sentía calor, un calor que, extrañamente, se ele antojó agradable pese a lo angustioso del momento.

Y, de repente, todo pasó.

Volvía a estar sentada en aquella aula sumida en aquella suave penumbra, enfrente de aquel hombre o mujer que aún despedía cierto olor a tabaco que le hizo volver a arrugar la nariz. No había sangre. Volvía a tener sus ropas. Ayame jadeó, profundamente aturdida y aún afectada por lo que acababa de sufrir.

—Bienvenida de nuevo, Aotsuki Ayame —habló su examinador y la muchacha se esforzó en respirar hondo varias veces para calmar los alocados latidos de su corazón—. Ahora es la hora de tu pregunta. Recuerda que puedes preguntar lo que quieras, yo te contestaré y entonces se acabará el examen.

«Una... pregunta.» Repitió para sus adentros, aún con la cabeza embotada como si acabara de despertar de una larga siesta. «Entonces con esto termina la prueba... ¿Pero qué pregunta debería hacer? ¿Esta pregunta va a contar para la evaluación?»

Y lo peor era que, la única pregunta que estaba rondando su cabeza se le antojaba tan sumamente estúpida que le daba vergüenza formularla en voz alta.

—Esto... —No pudo evitar sonrojarse, pero alzó la mirada de sus ojos castaños y la cruzó con la de su examinador—. ¿Tú y yo... nos conocemos? Porque me eres familiar, pero...
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#15
El examinador se levantó de su cojín y se acercó a la ventana para abrirla mientras escuchaba a la kunoichi.

¿Y eso es todo? Vaya, supongo que no todo pueden ser preguntas suspicaces. Soy...

Pero antes de poder acabar de hablar, abrió la ventana para airear la estancia y dejar entrar la luz. En cuanto la abrió, una fuerte explosión tumbó toda la cristalera y el muro que la sostenía, enterrando en escombros al mismo examinador y dejando a la kunoichi aturdida tras caer hacia atrás violentamente.

Tras unos segundos, o unos minutos, la kunoichi volvió en sí, apenas oía por el zumbido que le había dejado la explosión en las orejas, tenía varias rascadas superficiales y ante ella la pared derrumbada encima de su examinador, al que ahora solo se le veía un brazo inerte. Detrás de ella la puerta se abrió y una voz sonó a tal volumen que la pudo escuchar perfectamente.

¡Aquí hay una viva! ¡Hey, chica! ¡Tienes que salir de aquí ahora mismo! ¡Nos atacan!

Si se giraba vería al mismo manco que les había atendido en primer lugar. Era cierto que se escuchaba todo tipo de sonidos típicos de combates shinobi. Choque entre metales, el silbido de armas arrojadizas e incluso explosiones causadas por todo tipo de choque de ninjutsus. Y cada vez los oía más cerca. A un lado tenía al hombre, que parecía estar vigilando que nadie entrase por el pasillo, al otro, la pared derribada, que ahora dejaba ver uno de los patios interiores de la academia.
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