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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Los hilos del mundo es un fanfic que he estado escribiendo desde hace un rato ya. Basado en el NinjaWorld de hace unas eras, narra la campaña de una ninja llamada Ryūka Kotsuhara y su intento por evitar una catástrofe entre las aldeas.

Lleva unos cuantos capítulos, y la iré colgando cada tanto. Espero se animen a leerlo y les guste Risa

Aclaraciones:
  • Se basa en el NinjaWorld de antes del rework mundial. Es decir, Konoha, Suna y eso aún existen. Ayame, Yota y Darū son jinchūrikis. Los antiguos Kages también siguen.
  • Los personajes prestados fueron adaptados a la historia y pueden diferir un tanto de lo que fueron en el foro alguna vez, aunque intento ser fiel (a mis recuerdos, lol). Por ejemplo, a pesar de que aquí en el foro son niños/preadolescentes, en la historia la mayoría ronda ya los 20 años.
  • Algunos nombres y técnicas están en español (a como fueron doblados en la versión latinoamericana). Esto fue porque pregunté a unas personas y se decidieron por ello xD Al final de cada capítulo colocaré un miniglosario con las técnicas usadas.
  • Obviamente, algunos personajes NO me pertenecen a mí, sino a sus usuarios del foro.
  • Los minipoemas del inicio tienen una razón, no desesperen xD.

Dicho esto, espero que disfruten~


1. MENSAJE

¿Quién manda las aves al suelo?
¿Quién mata el terreno fecundo?
¿Quién ciega la marcha de guerra
Y jala los hilos del mundo?

La chica de cabellos azul oscuro admiraba un paisaje que, aunque común en aquellas tierras, era extraordinario para ella. No era más que una planicie extensa, cubierta de campos de arroz y de plantas de té, y adornada de una que otra casa. El aire era agradablemente húmedo, no como en Kirigakure, donde al agua en el aire abruma los sentidos y hace que todo huela a sal marina con facilidad.

La tierra del sendero se sentía tan diferente a casa. La sonrisa de las personas era diferente. Era un sitio tan fresco e inocente, y, a pesar de que el sol estaba casi en su punto más alto, se antojaba echarse a descansar por largas horas, hasta que el sonido del vuelo de los mosquitos lo despertasen a uno.

Ayame se detuvo frente a una casa pequeña, una tienda de bebidas refrescantes.

—¡Perfectos para el calor! —Le dijo la dependiente, mostrándole un vaso de bambú con una bebida clara y de agradable olor.

Ayame, sonriendo, pidió un vaso, pagó y fue a sentarse frente al establecimiento, en uno de los tocones que fungía como asiento. Era en realidad un líquido refrescante. Jugo de alguna fruta suavemente dulce que la chica desconocía.

No pasó mucho tiempo cuando una mujer de unos treinta años se sentó a su lado con un vaso similar. Vestía una blusa verde sin mangas, pantalones oscuros y una especie de faldón café que le cubría la parte trasera de las piernas. En su grueso cinto había sueta una placa con el símbolo de Kirigakure, y portaba protectores en sus antebrazos. Sus ondulados cabellos de un rojo bastante oscuro caían con elegancia sobre sus hombros.

—¿Le molesta si la acompaño, señorita? —Dijo la recién llegada.

—Pensé que tardarías más en venir.

—Y yo que tú llegarías con media hora de anticipación…

Ayame Aotsuki suspiró.

—Brevedad, Ryūka —dijo, extrayendo de entre sus ropas un pergamino firmemente enrollado y dándoselo de la forma más discreta posible. Ryūka lo tomó entre los dedos, lo desenrolló y le dio un vistazo.

Dentro estaban los nombres y las descripciones breves de dos jóvenes. Como Ryūka esperaba, no había fotos, y la información estaba hecha a prisas, a mano. Envolvió de nuevo el papel y lo guardó dentro de sus propias ropas.

—¿Son los únicos que encontraste?

—Solo encontré a uno, al más pequeño. Mi amigo Yota encontró al otro.

—Yo tengo los ojos puestos sobre una. Creo que será suficiente con nosotros cuatro.

—Espero que sí. Fue bastante difícil planear todo esto en primer lugar, con los ojos de mi padre sobre mí.

—¡Ah! ¿Cómo está el viejo Zetsuo?

Ayame se encogió de hombros. Su padre, el Mizukage Zetsuo Aotsuki, conocía bien a la mujer que ahora Ayame tenía a un lado. Ryūka Kotsuhara había causado muchos problemas en la aldea escondida entre la niebla. Había desobedecido órdenes, y robado y eliminado registros confidenciales, entre ellos los suyos. De forma que, legalmente, Ryūka Kotsuhara ya no era una ninja de Kirigakure, pues no había documentos que lo respaldasen (aunque probablemente hubiese ya algún archivo improvisado). No dejó atrás ni siquiera una sola foto, y la única prueba física de que había vivido allí era la bandana que había incorporado a su cinto. Ryūka huyó de la aldea, y se dio la orden de detenerla y llevarla de vuelta, viva o muerta. Era una ninja muy poderosa e inteligente, y los había estado evadiendo por un par de años ya. Sin embargo, el mismo Zetsuo sabía que Ryūka no tenía mala voluntad, y sus crímenes eran únicamente en contra de la aldea como organización. Pero era suficiente para él. Sin importar qué tan buena pareciese, la mujer había roto muchas reglas, lo que era algo que no dejaría pasar.

—Él... está bien. —No lo dijo con sinceridad, solo quería evitar hablar más del tema y terminar la reunión tan pronto fuese posible.

—Dile que no exagere con el pan dulce —Ayame hizo una mueca, pues Ryūka solía decir eso para burlarse de la amargura de las personas —. Iré a por la chica primero. Luego a los tuyos —Se puso de pie, animada —. Gracias por tu cooperación, Ayame. Todo saldrá a pedir de boca, ya verás.

Ayame bajó la mirada y suspiró. Ryūka la había localizado hacía unas semanas y le había propuesto algo muy interesante y bastante arriesgado. Dijo que podía lograr, a largo plazo, una paz más estable y duradera entre las aldeas. Ayame no le creyó al inicio.

Kirigakure, Konohagakure y Sunagakure estaban siendo presionadas por el resto de las aldeas ninja, pues aquéllas tenían cada una un jinchūriki: Ayame Aotsuki con el Gobi, Darū Amedama con el Sanbi y Yota Sasagani con el Hachibi. A las otras aldeas no les parecía estar en tal desventaja.

Después de una ardua búsqueda y varias disputas entre todos, se logró reunir al resto de los bijū sellados en tierra neutral, en el País del Hierro. Lo que se planeaba era repartir el resto de las bestias con cola entre las aldeas faltantes, Iwagakure y Kumogakure. Inclusive otras aldeas menores estaban pujando por conseguir algo de su poder.

—Es sencillo —dijo esa vez Ryūka, agitando las manos como si no fuera la gran cosa —, les quitamos a los bijū. Lo que necesitamos es gente sin raíz. Ninjas que no sean oficialmente ninjas. Así, nadie se echará la culpa y no habrá conflicto. Esperemos.

Ayame se negó rotundamente. Sonaba estúpido, aunque conceptualmente tuviese razón. Además, se necesitaría más que un ejército para robar objetos tan preciados como lo eran los recipientes donde estaban sellados los bijū.

—No es cuestión de cuántos, sino de quiénes. —Le había dicho Ryūka.

Aún con dudas, decidió investigar cuanto podía. Gracias a un par de amigos descubrió que, en efecto, había una cantidad de ninjas que, a pesar de que otros les llamaban shinobi, no estaban dentro de los registros de aldea alguna.

Sin embargo, solo un par sobresalían por su aparente poder: un joven de Konoha que se hacía llamar Dokatatsu, y un titiritero de Sunagakure llamado Kūran. A pesar de tener aldeas de procedencia, éstas eran solo por nombre y gusto, pues no figuraban en ningún libro.

Ayame se puso de pie también.

—No necesito recordarte que esto es confidencial. Me estoy arriesgando mucho con solo encontrarme contigo. —Le dijo.

—Nadie te está buscando. Y mucho menos aquí. —respondió Ryūka, encogiéndose de hombros y sonriendo.

Ayame solo suspiró. Si había una posibilidad de que su pueblo se decidiera por la paz y evitara cientos o miles de muertes, la tomaría. Aunque fuese una ínfima posibilidad. Y aunque cayera sobre los hombros de Ryūka. Y si todo salía mal, pues…

—Debo irme ya. Cuídese, Ryūka. Por favor.

La pelirroja le apuntó con un dedo e hizo un gesto chusco con los labios, dándole tanto confianza como nervios a la joven Ayame. Después de asegurarse de que nadie se fijaba en ella, el cuerpo de la chica se tornó azulado y se deshizo en una masa de agua. Ryūka se hizo a un lado, mas no pudo evitar mojar sus botas.

—La próxima vez ten más cuidado con tus Clones de agua. —dijo para sí misma, y comenzó a andar hacia el este.

A cientos de kilómetros de allí, la Ayame Aotsuki original sentía un alivio inmenso de haber roto el jutsu, pues lo había mantenido por demasiado tiempo. Cansada y levemente temblorosa, se recostó en su cama y deseó con todas sus fuerzas que Ryūka Kotsuhara no fuese tan imprudente como parecía.


2. FANTASMA

Golpeando la tierra,
Danzando cual lluvia,
Cubierta de luces,
Fatal cual penumbra.

Entre las hojas blancura que vierte
Somete al olvido,
la sombra siniestra se torna inerte.

Ese día caminaba por una senda apenas visible en un bosques al sur del País de los Ríos. Su cabello plateado, corto a excepción de una delgada pero larga coleta que le llegaba a la cadera, estaba adornado sin querer de ramitas, hojas y alguno que otro pétalo de flor. Sus vestiduras, otrora de un blanco resplandeciente, se notaban grises y desgastadas. Su túnica estaba ceñida por un grueso cinto negro del cual colgaban varios rollos pequeños de pergamino. A su espalda, un viejo morral. En su mano, un getsugasan: un bastón con un extremo metálico en forma de luna menguante y otro con forma de pala. Un arma de monje.

Taeko Shinrei no tenía rumbo fijo. No tenía lugar de origen ni destino. Iba hacia donde sus pies la llevaran y hacía lo que creía correcto cuando le parecía correcto. Eso le mantenía feliz y en paz.

La chica notó algo extraño de repente, entre los árboles. Se detuvo en seco, escuchando con atención. Un ave se posó en su hombro. Percibió un silencio profundo, algo anormal en un bosque como ese. Tuvo la sensación de que alguien la vigilaba. No era la primera vez que pasaba. Un par de veces habían contratado asesinos o la habían cazado en alguno de sus viajes, aunque claro, todos habían fallado. Había hecho algunos enemigos sin querer.

Clavó en el suelo su getsugasan, la cual había bautizado como Shirazumi, se sacudió las manos y estiró sus piernas. En el instante en que tomó su arma de nuevo, salió disparada hacia adelante. Corría tan rápido como podía, deslizándose entre los árboles y saltando por las ramas de los árboles. No conocía muy bien el lugar, pero la habilidad de adaptación que había desarrollado a lo largo de los años le estaba haciendo favores. Se impulsaba con chakra para ganar velocidad, y aprovechaba cualquier objeto en su camino —rocas, ramas caídas —para obstaculizar en lo posible el camino que dejaba atrás, en caso de que alguien la siguiera directamente detrás de ella.

De repente, salió del bosque. Delante de ella se encontraba un paisaje de colinas, con grandes pedruscos y algunos árboles delgados adornando la tierra. Dio un fuerte salto y aterrizó en una de las rocas, dejando varios metros entre ella y el borde del bosque y dando media vuelta para intentar divisar a su perseguidor.

Por varios segundos, nada movió el follaje más que el viento. Un instante después, varios proyectiles surgieron de entre los arbustos en su dirección. Taeko tomó a Shirazumi y bloqueó los ataques con su parte menguante. Sin embargo, ningún arma cayó al suelo. “¿Proyectiles de chakra?” pensó, justo antes de que alguien apareciera velozmente y le lanzara una patada a la cara. La chica bloqueó el ataque utilizando ambos antebrazos. Era un golpe potente, con toda la intención de herir, y ella misma se vio retrocediendo dos pasos a causa de ello.

Su atacante saltó y aterrizó en un pedrusco varios metros detrás de ella. Taeko se giró rápidamente para verla. Era una mujer de cabello rojo oscuro y ropajes verdes y cafés.

—Eres hábil. —dijo la mujer.

—Oh. Mucho gusto —respondió Taeko, inclinando levemente la cabeza, con un dejo de sarcasmo —. Me llamo así. Qué bonito día. ¿Cómo estás? ¿Te apetece algo de té?

Ryūka colocó las manos en sus caderas.

—¿Disculpa?

—No, nada. Solo mencionaba cosas que podrías haber dicho en lugar de “eres hábil” —Taeko giró a Shirazumi entre sus dedos —. Supongo que lo dijiste para hacerte la genial.

—Explícate. —dijo la pelirroja con una suave sonrisa, llevándose una mano al mentón.

—Claro. Quisiste parecer súper interesante. Darte aires de “soy tan asombrosa que no necesito presentarme”. O algo así.

La mujer soltó una fuerte risotada.

—Y además eres una listilla. Bien, como desees —Sin despegar la mirada de Taeko, hizo una corta reverencia acompañada de un exagerado movimiento de su mano derecha —. Mi nombre es Ryūka Kotsuhara. Vengo desde el este, en busca de una chica especial.

—Qué romántico. —La peliplateada se sentó en la roca. Parecía descansar, pero analizaba rápidamente sus alrededores. Estando fuera del bosque tendría una gran área para combatir, en caso de que surgiera una pelea. Si no quisiera hacerlo, huiría por el borde sur del bosque.

—Me refiero —continuó —a una persona llamada Taeko Shinrei. Déjame decirte que tu nombre fue muy difícil de encontrar. No figuras en registro alguno, ni siquiera el nombre de tus padres. Solo pude averiguarlo después de preguntar a las personas correctas. Y me tomó varios días encontrarlas a ellas.

—No intento ocultarme —Se encogió de hombros —. Es solo que el resto está demasiado ciego como para verme.

—Algunos te llaman el Fantasma o el Espectro.

—Debe ser por mis ropas.

Ryūka rió de nuevo y aplaudió una vez del gusto.

—Espero que no. Dicen que te mueves como el viento, otros que tienes sangre Hyūga, y otros dicen que usas técnicas secretas distintas a las de cualquiera de las Grandes Aldeas.

Taeko se quedó pensativa unos segundos.

—Uh. Solo acertaste una de tres —dijo, levantándose. Se golpeó la suela de sus botas con Shirazumi para sacudirles el polvo —. No tengo nada Hyūga. Y no me muevo como el viento.

Un instante después, se encontraba justo frente a Ryūka, lanzándole una patada al esternón, haciéndola retroceder varios metros.

—Me muevo como el rayo.

Ryūka se dobló del dolor. Estaba sorprendida y a la vez emocionada. Solo tenía que presionarla un poco más para ver su potencial.

—Entonces —dijo al recuperar el aliento —, ¿qué técnicas usas?

Taeko se llevó un dedo a los labios, señalando que, en efecto, eran técnicas secretas. Al momento, Ryūka comenzó a hacer veloces sellos con sus manos. Si la chica no quería decirlo, tendría que mostrarlo. Aspiró una gran cantidad de aire húmedo y disparó.

—¡Estilo de agua: disparo!

Una gran masa compuesta de agua salió disparada rápidamente desde su boca hacia Taeko. El proyectil se estrelló contra la roca, haciéndola añicos, pero la chica pudo saltar a tiempo. Se dirigió de nuevo a Ryūka e intentó golpearla en la cabeza con la parte plana de Shirazumi. Sin embargo, Ryūka desvió sus ataques asistiéndose de un par de kunai.

Taeko hacía girar su arma con sorprendente experticia, y Ryūka apenas y podía mantenerla a raya. Se dio cuenta de que la joven intentaba noquearla y no herirla de gravedad, pues sus golpes iban dirigidos a la cabeza y no con la parte afilada.

Ryūka retrocedió varios metros de un salto mientras hacía más sellos.

Estilo de agua: jutsu látigo de agua.

En la mano de Ryūka comenzó a arremolinarse una pequeña cantidad de agua surgida de la nada. Agitó entonces el brazo en dirección a Taeko, dándole forma de látigo al agua y lanzándolo en un intento por inmovilizar a la chica. Sin embargo, la joven bloqueó el ataque con Shirazumi, quedando ésta envuelta con el látigo. Ryūka tiró del jutsu, desarmando a Taeko.

“No la desarmé,” pensó la mujer al instante, abriendo los ojos de sorpresa “ella soltó el arma a propósito”.

En cuanto Ryūka tuvo el bastón en sus manos, se dio cuenta de que Taeko arremetía contra ella con las manos preparadas para ejecutar un jutsu.

Estilo relámpago —comenzó Taeko, mientras pequeños rayos cubrían sus palmas —: palma del sueño.

Atacó usando sus manos abiertas, apuntando al vientre y brazos de Ryūka. Ésta intentó bloquearla girando a Shirazumi. Entonces Taeko golpeó la mano con la que Ryūka asía el bastón, deteniendo el giro y obligándola a soltar su arma. La pelirroja sintió un fuerte toque en sus dedos y su mano quedó entumecida.

“Adormece los músculos usando Relámpago” se dijo Ryūka mientras intentaba sin mucho éxito desviar otros tres golpes de sus palmas. Recibió los toques en su vientre, su hombro derecho y su muslo izquierdo. “Por eso la confunden con una Hyūga, su estilo de pelea es similar.”

Ryūka se detuvo y puso una rodilla al suelo. Taeko paró su ataque al ver que su oponente se rendía. Levantó a Shirazumi de una patada y la atrapó en el aire.

—Oh. Está bien, señorita Kotsuhara —dijo con una sonrisa burlona la peliplateada, cruzándose de brazos —. Parece que no fue digna de que le mostrase nada interesante.

—Está bien. Mi propósito no era realmente ese —Ryūka alzó la mirada —. Quería proponerte algo, Taeko Shinrei.

—¿Una propuesta? ¿De rodillas? Oh, qué emoción —Ambas rieron brevemente —. ¿De qué se trata?

—Te lo diré en cuanto me muestres tu jutsu.

Ryūka se lanzó, girando hacia adelante, intentando darle una patada a Taeko al girar. La joven la evadió con facilidad, dando un salto hacia la izquierda, cerca de otro gran pedrusco.

De repente, la gran piedra se transformó, acompañada de una nubecilla de humo, en Ryūka, y tomó a Taeko de una pierna.

“¡No!” pensó la peliplateada “¿un jutsu de transformación? ¿En qué momento…?”

Estilo de agua: jutsu sentencia acuática.

Antes de que pudiese contraatacar, una gran masa de agua surgió de Ryūka y ascendió velozmente por Taeko. Pronto, se vio atrapada dentro de un gran pilar de densa agua. Ryūka la había soltado y ahora la peliplateada flotaba varios metros sobre el suelo, sostenida solo por la fuerte corriente ascendente que le impedía moverse. Quiso usar un jutsu eléctrico para cortar su prisión, pero el flujo del agua era tal que le impedía juntar el chakra suficiente para producir una carga.

“Quiere forzarme a usarlo” pensó, juntando con suma dificultad las manos en un sello diferente: parecía el sello del Tigre, pero los dedos medios estaban doblados a partir de la falangeta. Concentrar chakra para ese jutsu era mucho más fácil, aunque tuviese que usar más. Se dio cuenta de que Ryūka movía el pilar de agua con rapidez, y que tenía la intención de azotarlo contra el suelo. Si no se liberaba, Taeko chocaría con suma fuerza contra las rocas.

De repente, a unos instantes del impacto, una esfera rodeó a Taeko. El torrente se cortó dentro de la esfera, como si el agua se moviese en una dirección diferente a la que Ryūka quería. Mientras que el resto del pilar cayó con fuerza e hizo añicos algunas rocas, el agua que había estado dentro de la esfera cayó como si un balde la hubiese liberado. Algo le había restado toda la potencia a esa parte del jutsu acuático de la pelirroja.

Taeko cayó de pie, empapada, asiendo a Shirazumi y dirigiendo una mirada desafiante a su oponente. Se dio cuenta de que la Ryūka que había golpeado con la Palma del sueño había desaparecido. “¿Un clon? ¿Cómo aguantó más de un ataque?”

—¡Excelente! —dijo la Ryūka que la había aprisionado en el jutsu de agua, entre risas y aplausos —¡Eso quería ver! ¿Cómo lo llamas? ¿Estilo implosión?

—Así es —respondió Taeko, sacudiendo su corta cabellera —. Kekkei genkai Naihaton.

—Espléndido. Los rumores de una técnica similar al Estilo explosión, pero con estructura inversa, eran ciertos —Ryūka sonreía, entusiasmada de ver al fin tal jutsu, aunque fuese por un instante. Taeko solo asintió ante su comentario —: El estilo implosión, el que fuerza y destroza hacia adentro, no hacia fuera.

—Hizo su tarea. Y además me obligó a mostrárselo. Felicidades, señora Kotsuhara. ¿Quiere probar su suerte con una muestra más completa? —Taeko se colocó en una pose ofensiva, con sus manos en el mismo sello de antes, lista para seguir con la pelea. Pero Ryūka alzó ambas manos.

—¡Espera! Es señorita. Además, ya he visto lo que quería. No quiero que sigamos peleando, y no tengo malas intenciones para contigo. Como dije, te estuve buscando específicamente a ti, pues requiero aliados con tu potencial.

Taeko no se relajó. Los ataques de Ryūka llevaban toda la intención de herir, pero no la habían herido. La había estado probando en serio, a sabiendas de que sería capaz de sobrevivir. No notaba en su voz engaño alguno, aunque, claro, no confiaría en ella hasta que fuese prudente.

—¿Para qué necesitas aliados? —Taeko fijó la mirada en los ojos de la mujer, intentando darse cuenta de algún truco que pudiese estar planeando.

—Tengo un plan —La pelirroja bajó las manos muy lentamente y se sentó con cuidado en una de las rocas que aún no estaban mojadas —. Los Kages y líderes de otras aldeas están bastante cerca de un conflicto a gran escala. Yo quiero evitar eso.

—Acabarán dos guerras antes de que puedas juntar a suficientes aliados en contra de las Aldeas. ¿Cómo lo lograrás?

—¡Ja! Les quitaremos el motivo de su lucha y avaricia. Les quitaremos sus armas más poderosas. Dentro de tres meses habrá una reunión en el País del Hierro. Allí atacaremos, veloces, como una ráfaga de viento, y tendrán que darse cuenta del abismo sobre el que se estaban asomando.

—Bien. Has captado mi atención.

Al fin, Taeko relajó su postura. Se acercó a Ryūka, quien se puso de pie de nuevo. La peliplateada le ofreció un apretón de manos, el cual la mujer aceptó gustosa.

Si buscas la paz, prepárate para la guerra —dijo Taeko con una leve sonrisa —, es lo que dicen algunos. Me gustaría ser partícipe de algo que ayude a detener tal rencor entre los pueblos.

—¡Excelente! Entonces ¿cuento contigo, Taeko?

—Parcialmente. Necesito saber más del plan. No esperabas que te diese un sí completo tan fácilmente, ¿verdad? Además…

De repente, Taeko le propinó velozmente un fuerte puñetazo en la cara a Ryūka, haciéndola retroceder un paso, pero sin soltar el apretón de manos.

—Eso fue por mojarme y mojar mis cosas.

—Bien… —La pelirroja se irguió, limpiando las gotitas de sangre que escurrían de su nariz —. Es justo, creo.

—¡Perfecto! —Taeko soltó la mano de Reika y colocó sus puños en su cadera —. Ahora ¿qué otros aliados tienes en mente?

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Glosario de nombres de los jutsus (las técnicas marcadas con * son originales y no provienen de la serie)

Estilo de agua: disparo = Suiton: teppōdama
Estilo de agua: látigo de agua = Suiton: suikōben
Estilo relámpago: palma del sueño = Raiton: suiminshō*
Estilo de agua: sentencia acuática = Suiton: suikei*


3. TEATRALIDAD

¿Por qué sonríes, muñeca?
¿Por qué miras a lo lejos
A la bruma que se acerca,
Intentando ver más allá
Del bello cesar completo
De tus ojos de madera?

Al sur del País de la Tierra, a unos kilómetros de que comiencen las cadenas montañosas, hay algunos pueblos pequeños que prosperan lentamente. Las cosechas no son una maravilla, pero son constantes, así como el consumo de los habitantes. Los paisajes son lo suficientemente bonitos como para atraer viajeros y turistas de renombre.

Y una vez a la semana, en el borde del camino que va de un pueblo a otro, se coloca una enorme caravana de mercaderes. Ofrecen desde alimentos de otras aldeas hasta telas y herramientas especializadas. Artistas llegan para presentar sus actos y viejos amigos van a pasar una divertida tarde. No es nada realmente especial, pero todos los viernes está allí sin falta, y nuevas personas van a verlo. Kinkomatsuri, le llaman, “Pequeño festival de oro”.

Y era en uno de ellos donde Kūran hacía su rutina. Buscaba algún tocón desocupado o arrastraba una gran roca cercana que le sirviera de escenario. Abría la caja que llevaba siempre a la espalda y sacaba una gran variedad de marionetas pequeñas. Un conejo, un cocodrilo, un oso, una serpiente, entre otros animales, y alguno que otro que asemejaba a un niño o niña. Todas las piezas estaban talladas con sumo detalle, y tenían un aire cómico e infantil.

Kūran entonces utilizaba un jutsu para controlar a las marionetas con hilos de chakra. Hacía rutinas chuscas que siempre hacían reír a los más pequeños, o trucos que impresionaban a los de mayor edad. Y siempre se asistía de la que llamaba “hermana menor”, una marioneta de nombre Komachi.

El joven peinaba su largo y desordenado cabello castaño en una sencilla coleta que le caía sobre la espalda. Normalmente se le veía con ojeras profundas y ojos inquietos, pero una enorme sonrisa en sus labios. Sus ropas estaban muy desgastadas y remendadas. Ese día, como siempre, portaba unas prendas de tela por todo el antebrazo, para mantener calientes los hábiles músculos que movían sus dedos. Por el contrario, las marionetas que estaban vestidas (prendas muy pequeñas, confeccionadas a la perfección), lo estaban muy pulcramente, cual juguetes del más elegante niño.

—Y para terminar… —dijo Kūran, ante el pequeño grupo de infantes que estaban sentados frente a él. La noche había caído hacía una hora, y pronto los niños serían llevados a casa por sus padres.

—¡No! ¡Señor, no todavía! —dijeron algunos.

—Para terminar —repitió, marcando cada sílaba con el movimiento de su dedo —, Komachi dice que tiene un regalo para ustedes. ¿Lo quieren?

Después de un unánime “¡Sí!”, la marioneta de una niña pelirroja saltó, guiada por los hilos de chakra, desde el tocón donde estaba hasta la gran caja de Kūran. El resto de los animales de juguete le siguió y entró en la caja, pero la marioneta pelirroja se quedó en el borde. Señaló a todos los niños con sus bracitos y luego les dedicó una profunda reverencia. Luego dio un salto hacia atrás y cayó en la caja.

Un instante después, la verdadera Komachi surgió desde dentro: una marioneta del tamaño real de una niña. Su madera era de tono claro, y tallada incluso mejor que el resto de las marionetas pequeñas. Su corto cabello rojo estaba peinado muy elegantemente, y sus ojos amarillos brillaban como si estuviesen vivos. Komachi vestía un kimono negro de tela muy fina, con adornos de flores apenas notables, aunque muy lindos. Su obi era amarillo, del mismo tono que sus ojos. Apareció en una nubecilla de humo, rodeada de gran cantidad de dulces.

Los niños gritaron de la emoción y se apresuraron a recoger todas las golosinas que pudiesen. Si hubiese habido algún ninja cerca, se habría dado cuenta de que había sido un simple jutsu de sellado, y que Komachi había estado todo el tiempo dentro de la caja junto con los dulces.

Kūran daba repetidas reverencias a su audiencia, imitado por Komachi. Algunos adultos se acercaban para depositar un par de monedas en el cuenco que el marionetista había dejado frente al tocón-escenario. Varios minutos después, la audiencia se disipó. Kūran y Komachi chocaron sus palmas y se dispusieron a guardar sus cosas, acomodándolas dentro de la caja.

A todos se les hacía raro que Kūran tratara a Komachi como si en realidad fuese su hermana menor. No importaba cuántas veces le dijeran que era una marioneta, el joven solo reía y decía que debían estar ciegos o bromeando. Estaba convencido de que Komachi era una persona real.

Cuando terminaron, él se colocó la caja a modo de mochila, se echó una capa encima y Komachi se sentó sobre sus hombros. Comenzaron a andar por el camino, hacia el sur. Irían al primer pueblo en esa dirección y buscarían alguna posada donde pasar la noche.

Sin embargo, apenas habían pasado treinta minutos de caminata cuando le salió al encuentro una mujer. La luz de la luna revelaba sus cabellos, de color rojo oscuro, y su blusa verde.

—Buenas noches, señor. —dijo ella, con un suave movimiento de la cabeza a modo de saludo.

—Igualmente, señorita.

El tono de Kūran era bastante formal. Algo que no se esperaría de una persona de vestimenta tan humilde. Ryūka se plantó firme delante de él. Kūran se detuvo, le dedicó una calurosa sonrisa y se desvió para pasar de ella. Pero la mujer se movió velozmente para bloquearlo de nuevo.

—¿Podría permitirme un momento?

—Ciertamente no podría —comenzó el joven, rascándose la barbilla. Alzó un poco la mirada al firmamento nocturno, mientras que Komachi no apartaba de la desconocida sus ojos de madera —. Llevo juguetes, dulce y comida, trapos y herramientas. Pero ningún momento. Ésos yo no los otorgo.

“Genial, otro listillo…” pensó Ryūka.

—Solamente quiero charlar. ¿Podrías detenerte?

No hablas con los pies, tontita —dijo Kūran, imitando una voz muy aguda. Ryūka tardó en entender que el castaño pretendía que era Komachi quien hablaba —. Puedes charlar mientras caminas. Vamos, Komachi, no seas tan maleducada —El tono normal de Kūran regresó —. Perdónela, por favor.

—Bien, caminemos —Ryūka asintió. Ambos regresaron al camino. La marioneta no despegaba la mirada de la mujer. Ésta se sintió algo incómoda, a pesar de que sabía que Kūran no la podía ver a través de los ojos de Komachi —. Kūran Sazaemon.

—Y Komachi Sazaemon. —corrigió el joven, aunque la mujer no se inmutó por ello.

—Miembro del clan Sazaemon, un clan de bajo nivel de marionetistas de la Aldea Oculta entre la Arena.

—Mmm… Tal vez.

—O debería decir, del extinto clan Sazaemon, pues sus tres últimos miembros fueron asesinados hace siete años —Kūran rio al escuchar eso —. Según los registros del Kazekage, la única persona viviente con relación a los Sazaemon se fue de Sunagakure dos años antes de ello, abandonó el camino ninja y ahora confecciona ropas en una aldea al este. ¿Te suena familiar?

—Oh, sí, mi tía Sūmi hace trajes muy bonitos. ¿Quiere encargarle alguno?

—Me refiero a que si Kankōmi, Kūran y Komachi Sazaemon fallecieron. ¿Qué haces tú aquí?

Qué hacemos, querrás decir, tontita por dos. ¿O acaso no me ves? —A Ryūka le estaba irritando un poco que Kūran se comportase así. Pero por lo que había escuchado del titiritero ambulante, era extraño en demasía —. Y mi madre está de viaje en una laaaarga misión.

“No sé si es está fingiendo en realidad es así de tonto” se dijo Ryūka, frotando su palma derecha contra su rostro.

—Está bien, hagamos esto más fácil. ¿Te parece, Kūran?

De repente, la pelirroja sacó un kunai de entre sus ropas e intentó enterrarlo velozmente en el pecho del joven. En el mismo instante, Komachi dio una pirueta hacia adelante, cayendo frente a Kūran y desviando el ataque hacia abajo usando una parte metálica que Ryūka no pudo ver.

¡Sabía que eras una chica mala!

Komachi se lanzó contra Ryūka, atacando fieramente con sus manitas. Sus movimientos eran tan veloces que la mujer tuvo que sacar un segundo kunai para poder defenderse. Notó, gracias al choque metálico de los ataques contra su arma, que pequeñas cuchillas salían de los dedos de la marioneta. Una herida causada por ellas no sería profunda, pero sí extensa.

—¡Eso significa, Kūran, que oficialmente no existes! —Alzó la voz Ryūka. Algunos metros detrás de Komachi, Kūran avanzaba tan lentamente como la ninja retrocedía. No movía sus brazos, pero sus dedos tamborileaban velozmente.

“¡Qué habilidad! Mueve una marioneta con suma destreza y apenas y se inmuta. ¿Cuál será su límite?” se dijo Ryūka.

Cansada de la descarga de manotazos por parte de la niña de madera, la pelirroja soltó ambos kunai y detuvo los bracitos de Komachi, aunque no sin problemas. Al instante en el que se vio atrapada, la marioneta abrió su boca, separando su quijada inferior en dos y mostrando un tubo metálico que salía de su garganta.

—Diantres.

Ryūka se arqueó velozmente hacia atrás, soltando los brazos de Komachi, y evitando por poco un potente disparo de lo que parecían ser filosas esquirlas metálicas salidas de la boca de la marioneta. Era un arma ninja, después de todo, y se conocía que las marionetas estaban llenas de trampas y trucos ocultos.

Aprovechó el impulso de su movimiento para dar una voltereta hacia atrás, alejándose un par de metros de su enemiga de madera.

—No sé qué pasó —La mujer continuó su relato —, pero de alguna forma para la Arena te quedaste como un niño de diez años de un clan casi insignificante. No hay más información sobre ti aparte de que eras principiante del jutsu de marionetas, y que estás muerto.

—Muy bien señorita parlanchina —dijo al fin Kūran, cruzándose de brazos. Komachi lo imitó —. No sé porqué está contándome cositas raritas, pero no me gusta que me impidan ir a dormir.

—Estoy buscando personas como tú, Kūran.

No le interesa. —La voz infantil que le hacía a su “hermana” exasperaba a Ryūka.

—Bien, mencionaste ir a dormir, ¿no? ¿Qué tal si te pago la noche en alguna posada? —Los hermanos adoptaron poses pensativas algo exageradas —. Desayuno incluido.

—Oooh, suena tentador. Pero no debemos de hacerle caso a desconocidos.[i] Cierto, Komachi.

La mujer le dedicó una profunda reverencia y una floritura un poco exagerada de la mano, similarmente a como había hecho varios días atrás con Taeko.

—Mi nombre es Ryūka Kotsuhara. Vengo del País del Agua y estoy en una misión para traer paz a nuestras naciones. Me gusta el agua de frutas y el pan dulce.

Kūran sonrió, emocionado, pero Komachi colocó sus manitas en su cadera.

—[i]¿Crees que mi hermano va a caer en el viejo truco de “voy a decir mi nombre y ya no seremos desconocidos”? ¡Jum! ¡Tontita por tres, por cuatro, por cinco!


—¡Agh! ¡Deja de hablar así! —espetó Ryūka, molesta al fin y haciendo un par de sellos con las manos —. Estilo de agua: oleaje violento.

De la boca de Ryūka surgió un torrente continuo de gran intensidad. Los hermanos se movieron velozmente, uno hacia cada lado de la pelirroja. Ryūka comenzó a dirigir la potente masa de agua hacia el joven, pero éste actuó mucho más rápido. Un destello morado cubrió los apenas visibles hilos de chakra que unían a Kūran con Komachi. Ambos arremetieron contra la mujer, intentando alcanzarla con los hilos mismos.

Técnica secreta púrpura: hilo segador de muñeca.

La pelirroja no tuvo más remedio que interrumpir su jutsu y saltar hacia atrás. Estaba segura de que no debía dejarse tocar por los hilos. Retrocedía, pero los hermanos avanzaban ininterrumpidamente hacia ella. Ryūka hizo más sellos.

Estilo espiritual: cuchilla fantasma.

Su mano derecha se vio cubierta de un aura turquesa que se solidificó en una forma triangular de bordes dentados. Con esta cuchilla golpeó los hilos en un intento por cortarlos, pero, tal como sospechaba, los hilos no cedieron. Un sonido ligeramente metálico, cual espadas, resonó en la noche al chocar ambos jutsus.

—¿Estilo espiritual? Eso es nuevo para mí.

—Tengo algunos trucos más, titiritero. Quisiera mostrártelos. Si eres lo suficientemente fuerte.

—No me interesa, gracias.

El color morado de los hilos desapareció, y éstos se separaron ante el filo de la mano de Ryūka. Kūran avanzó, quedando al costado derecho de su oponente. La niña marioneta comenzó a caer, pero el joven hizo un ligero movimiento de su mano, y nuevos hilos de chakra surgieron de la nada y pasaron por detrás de la ninja, conectándose con Komachi y evitando que tocara el suelo.

“Impresionante” pensó Ryūka “puede conectar los hilos a distancia”. La mujer se viró hacia su derecha, llevando un sello de manos a sus labios.

Estilo espiritual: agujas ilusorias.

De su boca salió una ráfaga de proyectiles afilados de color turquesa en dirección a Kūran. Era el jutsu que había usado contra Taeko al salir del bosque. El marionetista se giró rápidamente, y el ataque impactó contra el costado izquierdo de su caja. Hubo al instante una nubecilla de humo. Ryūka la reconoció como un jutsu de sellado deshaciéndose.

Cuando Kūran alzó su capa, la cual cubría la caja, reveló a una marioneta más. Era del tamaño de su dueño. Su corto cabello naranja hacía contraste con el verde de su vestido sin mangas, con la falda rasgada para darle más movilidad en las piernas y un obi atado muy firmemente. Su expresión era seria, y el tallado de su madera era excelente, aunque no tan bueno como el de Komachi. Había cruzado los brazos en un intento exitoso de bloquear el jutsu de agujas de Ryūka con unos protectores metálicos.

Shime, esta no tan agradable señorita nos está molestando —dijo un sonriente Kūran a la marioneta recién aparecida. —, ¿podrías ayudarnos con ella? —Shime, la marioneta, asintió —. ¿Y tú, Majo? ¿Podrías venir también?

Kūran alzó su capa de nuevo. Del lado derecho de la caja surgió una nueva nubecilla de humo. Era definitivamente un segundo jutsu de sellado. De él surgió una tercera marioneta, de madera algo más oscura que la anterior. Portaba un largo vestido violáceo, algo desteñido, que le llegaba hasta los pies. Su cabello largo y alborotado era de color gris azulado y, a pesar de tener tres cuencas en su rostro, solo se podía apreciar un ojo rojizo. Tenía una expresión animada, como de alguien que disfruta mucho una pelea.

—¿No crees que es injusto enfrentarse cuatro a una? —dijo Ryūka con un tono algo nervioso, preparándose para el inminente ataque.

—Sí. Sí lo creo.

La pelirroja escuchó un suave ruido detrás de ella. Había olvidado por un instante que se encontraba entre Kūran y la primera marioneta. Komachi le propinó entonces en la espalda varios golpes con los dedos, enterrándole sus cuchillas repetidamente. La mujer se arqueó hacia atrás y ahogó un grito. Cuando cayó al fin el cuerpo de Ryūka, éste se deshizo en un montón de ramitas y hojas, acompañado de una nubecilla de humo.

¡Qué tramposa! ¡No se vale usar el jutsu de sustitución! —soltó Kūran con su voz de Komachi. El joven comenzó a buscar a la mujer entre las sombras y los ocasionales árboles a los lados el camino. Movía además a las marionetas para pretender que la buscaban también.

De repente, de entre los arbustos a su derecha surgió una gran ola que surcó toda el área en un instante. Kūran dio un gran salto para evitar el impacto, alzando a sus marionetas. Mientras estaban en el aire, del agua surgieron cuatro Ryūkas, todas con sendos kunai en mano, preparadas para atacar.

Las marionetas lograron bloquear el ataque inicial, cada una con sus respectivas cuchillas ocultas. Kūran, sin embargo, vio el filo negro del kunai enterrarse en su vientre justo cuando hacía un sello de manos. Y tal como había hecho ella, Ryūka vio cómo el cuerpo de su oponente estallaba en una nubecilla de humo y en su lugar, cubierta por la remendada capa del marionetista, estaba la caja que el joven había estado portando a modo de mochila. Kūran se encontraba sobre la caja, con una gran sonrisa en su rostro.

—Veo que también eres tramposo, entonces. —dijo Ryūka. Hubo varios chapoteos sincrónicos al caer todos, seguidos del fuerte ruido de la caja al chocar contra el agua y romperse contra el suelo.

—Igualdad de condiciones ¡Hey! Echaste a perder mis cosas. —Al fin parecía haberse perturbado el continuo ánimo de Kūran, y una sombra de enojo se cernió sobre su rostro.

Un instante después, las tres marionetas arremetían contra tres de las Ryūkas. Komachi usaba las cuchillas de sus dedos, mientras que Shime extendía dos largas hojas afiladas desde el dorso de sus muñecas. Majo atacaba con agujas que salían de las palmas de sus manos. Ryūka se sorprendió de la habilidad de Kūran para manejar a tres marionetas al mismo tiempo con tal destreza. La mujer no se podía permitir un segundo de distracción al bloquear los movimientos con su kunai, pues sus enemigas de madera atacaban con fiereza y sin pausa. Los dedos de Kūran se movían a gran velocidad, aunque sus manos apenas y se alzaban para tirar de los hilos.

—Excelente. Como Yota dijo, tienes bastante potencial —Le dijo la cuarta Ryūka al marionetista, dirigiéndose a él con el kunai en ristre —. ¿Cuál es tu límite de marionetas?

—¡Oh, conoces al señorito Yota! ¡Excelso! —Kūran alzó una mano de repente, y una gran parte de la caja voló de entre el agua y chocó contra el costado de Ryūka, desviándola y dándole suficiente tiempo al joven de hacerse velozmente a un lado.

“Ató con anterioridad un hilo de chakra a su caja” pensó la pelirroja, cayendo de rodillas por el impacto “Debió de hacerlo cuando cambió de lugar con ella.”

—Y no sé —prosiguió él, inclinando la cabeza —. No estoy usando marionetas ahora.

Ryūka lo miró fijamente con los ojos como platos. Varios sentimientos se conglomeraron dentro de ella. Primero confusión, luego incredulidad, luego una rotunda negación y luego una profunda molestia. Hizo un par de sellos.

—Está bien. Ya me hartó tu teatrito. ¡Jutsu de ocultarse en la neblina!

El agua que se encontraba a sus pies comenzó a elevarse, transformándose en una densa niebla que los envolvió a todos con rapidez.

—¡Komachi! ¡Chicas! ¿están bien? —Le gritó Kūran a la blancura que lo rodeaba. El jutsu le obstaculizaba demasiado la vista, además de la creciente oscuridad de la noche. Aunque sabía inconscientemente la posición de las marionetas gracias a los hilos de chakra, no podía percibir rastro alguno de Ryūka.

La pelirroja, sin embargo, no aprovechó para atacar. Respiró profundamente para calmarse. Era desesperante tratar con alguien así. Al parecer sí tenía alguna especie de desorden psicológico y no fingía. Y, tal como Yota había dicho, la destreza de Kūran estaba por los cielos. Tal vez lo probaría un poco más.

Las marionetas se habían detenido por unos instantes. Luego, comenzaron a moverse, dando amplias vueltas alrededor de su dueño. Ryūka las evadía dando silenciosos saltos, evitando tocar también los hilos de chakra. De repente, Majo, la marioneta de los cabellos desordenados, abrió la boca, liberando un denso gas amarillento que se mezcló con la neblina.

“¡Gas venenoso!” pensó velozmente la pelirroja, moviéndose fuera de su alcance. Uno de los clones, sin embargo, no se alejó a tiempo. Respiró sin querer el gas, lo que le dio una fortísima tos. Los efectos le impidieron moverse bien, y el clon cayó de rodillas. Parecía estar a punto de toser los pulmones cuando la otra marioneta mayor, Shime, se movió de entre la niebla y enterró las hojas de sus brazos en la espalda de Ryūka. El clon se tornó azul y se deshizo, salpicando a Shime.

Ryūka notó que Kūran y Komachi se movían.

—¡Okey, señorita! —gritó el joven —. ¡Ya decidimos que nos molesta esta niebla fea! ¡Vamos a quitarla, si no le molesta! ¡Estilo de viento: jutsu tormentas gemelas!

Dos potentes ráfagas de viento comenzaron a despejar la neblina. Ryūka notó que una salía de la boca de Kūran, mientras que la segunda salía de la boca de Komachi, quien estaba sentada de espaldas sobre la cabeza de su hermano. Ambos giraban lentamente para aplicar su jutsu a todo el terreno.

“No puede ser” se dijo la mujer, anonadada, “no puede estar usando un jutsu desde una marioneta. ¿Es esto a lo que Yota se refería? ¿Este era el potencial de Kūran Sazaemon?”

Ryūka y sus clones se vio empujados varios metros hacia atrás. El sitio del combate había quedado totalmente limpio. Sin charcos del jutsu de agua y sin neblina. La luna iluminaba con claridad al joven, las tres marionetas y las tres Ryūkas restantes.

—Eres impresionante, Kūran. Está bien, me convenciste —La pelirroja hizo un sello manual y los dos clones se deshicieron de la misma manera que el anterior —. Te ganaste una noche en la mejor posada del siguiente pueblo. Desayuno de mañana incluido. Y una caja nueva.

—Ooh… —suspiró Kūran, claramente entusiasmado. Intercambió miradas con las marionetas, para luego acercársele éstas. Hicieron un pequeño grupo y discutieron en voz muy baja (aunque solo fuese Kūran quien hablase). Después se separaron y fueron con Ryūka —. Komachi duda mucho de usted, pero el resto y yo tenemos hambre y cansancio. Así que aceptaremos, siempre que prometa no intentar apuñalarme de nuevo.

—Hecho.

—¡Excelentésimo! —Kūran le extendió la mano y ella la estrechó.

—Andando, entonces, que tengo que contarte algunas cosas. Y además hay alguien esperándonos. No debemos llegar tarde.

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Glosario de nombres de los jutsus (las técnicas marcadas con * son originales y no provienen de la serie)

Estilo de agua: oleaje violento = Suiton: mizurappa
Técnica secreta púrpura: hilo segador de muñeca = Anshihigi: ningyō kashi*
Estilo espiritual: cuchilla fantasma = Reiton: kaigiri*
Estilo espiritual: jutsu agujas ilusorias = Reiton: mōshin no jutsu*
Jutsu de sustitución = Kawarimi no jutsu
Jutsu de ocultarse en la neblina = Kirigakure no jutsu
Estilo de viento: jutsu tormentas gemelas = Fūton: sōran no jutsu*


4. DEFENSOR

Tiembla ante las aras del bien
Arde ante el fuego divino
si has de pervertir, impío,
Del ser más puro la sien.

Y cuando caiga la noche
Y aceptes la luz que no está
Al cielo podrás exclamar,
Morir en paz, sin reproche.

La Aldea Oculta entre la Hoja tal vez no lo había notado, pero las incidencias de ataques de bandidos alrededor de sus territorios había disminuido lentamente en los últimos meses.

Algunos viajeros decían que había una persona repeliendo a los ladrones y asesinos de poca monta, y que la única razón por la que no era descubierto era porque él no lo permitía. Sin embargo, las pocas veces que los ninjas de la Hoja se habían animado a buscar a tal defensor oculto, no habían encontrado a nadie con tal capacidad. Solo alguno que otro vagabundo y un par de familias nómadas.

Taeko Shinrei, sin embargo, tardó solo unos días en encontrarlo. Ryūka le había encomendado buscar al siguiente aliado y llevarlo al punto de encuentro. Siguió sus indicaciones. Se colocó su remendada capa de viaje y paseó por los bosques al norte de la Aldea, evadiendo siempre a los shinobi locales. Cuando se encontraba a solas, murmuraba cosas acerca de atacar a la aldea y matar al Hokage. Al cuarto día, el defensor de la Aldea Oculta entre la Hoja le salió al paso.

Saltó de entre los árboles, aterrizando a unos metros de ella, luego se irguió y le apuntó con el dedo. Era un niño, de alrededor de trece años. Su cabello azabache estaba peinado hacia arriba y adelante, y le daba un aspecto energético. Su rostro, a pesar de verse infantil, tenía una expresión seria a la vez que emocionada. Vestía un peto rojo con placas protectoras en los brazos, guantes negros y pantalón oscuro.

—¡Ríndete! —Le dijo con voz clara y la agudeza típica de un preadolescente —. ¡Hemos estado siguiéndote y ya descubrimos tu malvado plan!

Taeko se sorprendió de que la sugerencia de Ryūka de fingir (en voz alta) ser un bandido funcionara. Según Ayame, el contacto de la pelirroja, el chico tenía aires de héroe, y por ello defendía a la Hoja de los bandidos. No había mucha información además de ello. No era hijo de nadie de de la aldea, y nadie sabía su apellido. Pero los pocos que lo habían visto de cerca afirmaban que tenía un inmenso poder.

—Oh. Dokatatsu, ¿cierto?

—¡Dokatatsu no Ryūsuke! —gritó, agitando las manos con energía, como un actor de kabuki presentándose —. ¡Y no permitiré que una bandida como tú se infiltre en la Aldea Oculta entre la Hoja!

—Espera un momento —Taeko clavó a Shirazumi en la húmeda tierra del bosque y se cruzó de brazos —. ¿No estás siendo redundante? Tanto Tatsu como Ryū significan dragón. ¿Por qué usar ambos?

Ryūsuke balbuceó algo y se quedó pensativo dos segundos. Luego sacudió la cabeza, enfocándose de nuevo en la peliplateada.

—¡Silencio! ¡No estás en posición de preguntar! ¡Hasta aquí llegaste!

Taeko escuchó ruido a ambos lados. Tomó rápidamente a Shirazumi y dio un amplio salto hacia atrás. Un instante después, un delgado pero poderoso chorro de agua a presión surcó el aire justo por donde había estado la chica. Al mismo tiempo y del lado contrario de la senda, un relámpago surgió de entre los árboles, cruzándose con el chorro de agua. Había sido un ataque doble, no habría matado a Taeko, pero sí le habría dolido.

—Por eso dijiste hemos. Ryūka no me dijo que era más de uno. —soltó Taeko en voz baja, pero el niño alcanzó a oírlo.

—¿Ryūka? Oh, ya veo. ¡Los bandidos se han dado cuenta de lo peligrosos que somos y esa tal Ryūka nos ha mandado a asesinar! ¡Pero no les tememos! ¿Verdad, chicos?

De entre los árboles surgieron dos niños más, algo menores que Ryūsuke. Del lado derecho apareció una niña de cortos cabellos color rosa intenso y ojos brillantes, mientras que del lado izquierdo salió un niño de oscuros cabellos verdes, y mirada algo apagada. Ambos vestían sendos petos similares al de Ryūsuke: el de ella era azul claro, y el de él, amarillo opaco.

—¡Somos el Trío de la Ruina y acabaremos contigo! —dijeron al unísono mientras adoptaban poses ligeramente amenazadoras.

Taeko intentó no reír.

—Bien… —La joven se encogió de hombros —. Está bien, sí. ¿Les parece si, antes de que alguien se lastime jugando, hablamos?

—Nos subestimas —dijo con voz casi inaudible el niño de la izquierda.

—¡Somos los defensores de la Hoja! —gritó con voz chillona la niña —. ¡Ocultos en la sombra! ¡Somos los héroes que pocos recordarán, pero todos admirarán!

Taeko frunció el entrecejo intentando darle sentido a esa frase.

—¡Y no hablaremos contigo! ¡No se negocia con terroristas! —Ryūsuke dio un paso adelante. Comenzó a hacer sellos manuales lentamente —. ¡Adelante!

La niña saltó hacia Taeko, sacando un par de shuriken de las bolsitas atadas a sus muslos y arrojándolos contra la joven. Luego se le acercó para atacarla con un par de patadas. Taeko bloqueó los shuriken con Shirazumi y desvió los movimientos de su oponente: golpeaba sus piernas hacia los lados para cambiar la dirección de las patadas.

Mientras tanto, el segundo niño arremetía con una wakizashi en ristre, sacada de entre sus ropas. Taeko bloqueó la hoja un par de veces con Shirazumi y apartó al chico con una firme patada al pecho, para después tomar a la niña por la parte trasera de su peto y empujarla contra un árbol cercano.

—Dije que no se fueran a lastimar, pero…

Estilo de fuego —Ryūsuke alzó la voz. Taeko lo había olvidado por un instante. Al voltear la mirada hacia él, lo vio aspirando una gran cantidad de aire e inflando las mejillas, a punto de soplar —: bomba llama de dragón.

El moreno liberó entonces de su boca una intensa descarga de llamas dirigida a toda velocidad hacia Taeko.

“Los otros dos solo hicieron tiempo” pensó, “y alguien tan pequeño usando ese jutsu tan avanzado… Interesante”.

No le costó mucho dar un fuerte salto hacia la derecha para evitar el continuo ataque de fuego. Pero al hacerlo, percibió la gran carga de chakra en el ambiente. Supuso que ese niño podría lanzar decenas de ese tipo de jutsu antes de cansarse. El ataque alcanzó algunos árboles, varios metros detrás. La potencia de las llamas consumió el follaje casi al instante, y dejó toda el área con una fuerte sensación de calor.

—Parece que tu temática son los dragones —Le dijo en tono burlón, aterrizando y corriendo hacia él —. ¿Qué más puedes hacer?

—¡Puedo aplastarte!

Sus manos se movían lentamente al hacer sellos. A pesar de poder ejecutar jutsus poderosos, le hacía falta entrenamiento. “Eso es lo que buscaba Ryūka. Potencial” pensó la peliplateada.

—¡Estilo de tierra: jutsu ola de tierra!

Ryūsuke golpeó el suelo con sus palmas, propagando ondas por la tierra y haciendo que ésta temblara y se elevara violentamente varios centímetros sobre el suelo, como si fuese un fuerte pero localizado sismo.

El movimiento hizo que Taeko perdiera el equilibrio, retrocediera y cayera de rodillas. Los otros dos niños atacaron de nuevo, ella con jutsu de agua y él con jutsu de relámpago, tal como habían hecho al aparecer. Taeko pudo concentrarse lo suficiente para levantarse y retroceder, evadiendo los jutsus de nuevo. Los otros dos niños no parecían tener ni de cerca el nivel de Ryūsuke.

—Está bien, chico del rayo —Le dijo la joven al niño de cabellos verdes mientras hacía sellos —, te mostraré un verdadero jutsu eléctrico. Estilo relámpago: jutsu puño instantáneo.

Acto seguido, Taeko se colocó en posición ofensiva, como si fuese a lanzar un puñetazo. Su mano derecha se vio envuelta en pequeños e intermitentes relámpagos. Hubo un destello, el puño de la joven se emborronó ante la vista, como si el ojo no pudiese seguir su movimiento, y luego el niño sintió cómo un golpe impactaba en su estómago. Era un ataque a distancia, Taeko se había servido del chakra relámpago para enviar la fuerza de su golpe varios metros a través del aire y derribar al niño.

—¡Yaomaru! —gritó el moreno.

—¡Hazlo ya, Ryūsuke! —soltó de repente la niña, justo antes de recibir un golpe de manera similar a Yaomaru. Voló unos metros hacia atrás, chocando contra un árbol y cayendo noqueada al suelo.

—Yuriko… —comenzó el niño restante, pero se interrumpió y comenzó a hacer sellos con una pesada seriedad en su rostro —. ¡Me has obligado, bandida! ¡Ya no tendré piedad!

—No te preocupes, estarán bien —Taeko lo intentó calmar —. No los golpeé tan fuerte.

Notó una intensa aura rodeando a su último oponente. Sintió vibrar el suelo. Se aferró a Shirazumi. Pensó en atacar antes de que Ryūsuke pudiese terminar su movimiento, pero recordó lo que Ryūka le había dicho: no tenía que vencerlo, tenía que comprobar su potencial.

—¿No crees que es algo peligroso? Ellos no están a tu altura. ¿No crees que podrían salir heridos si continúan luchando a tu lado?

—¡Por eso luchamos juntos! ¡Para hacernos todos más fuertes! ¡Una bandida como tú no lo entendería!

—No es necesario que grites tanto.

—¡Jutsu secreto: tierra negra!

De repente, en un área de algunas decenas de metros alrededor de Ryūsuke, el suelo se hundió casi medio metro. La tierra se tornó más densa y oscura, y Taeko pudo sentir su dureza bajo las botas. Ryūsuke entonces lanzó un puñetazo al aire en dirección a Taeko. De la extensión del jutsu del niño surgió un terrón negro que voló a toda velocidad hacia la joven. Ella intentó bloquearlo con Shirazumi, pero la fuerza del proyectil era tanta que casi le arrebata el arma de las manos. Taeko perdió levemente el equilibrio gracias a ello.

—¿Qué? ¿Qué clase de técnica es esa? —dijo, anonadada.

—¡Ja! ¡Tiembla ante mi jutsu de tierra negra, mi especialidad, mi técnica propia! —rugió animado el moreno. Taeko intentó acercársele, pero Ryūsuke la repelía con descargas de terrones bastante pesados. Ella no podía detenerlos, así que solo los evadía.

“Me pregunto si podría deshacerlos con Estilo Relámpago…” pensó la peliplateada, pero no quiso averiguarlo. Se dio cuenta de que Ryūsuke hacía lo posible por evitar que sus ataques alcanzaran a sus inconscientes amigos, derribados a cada lado de la senda.

—¡Bien, Ryūsuke! ¡Te diré ahora la verdad! —soltó Taeko mientras corría y saltaba, rodeando a su oponente y evadiendo por poco sus ataques. Sabía que un solo golpe de esos terrones la dejaría sin aliento. Ryūsuke giraba para seguirla con su jutsu —. No vengo a atacar la Hoja. Vengo a buscarte a ti. Tienes una gran fuerza, y serías un poderoso aliado en nuestra misión.

—¡No caeré ante las mentiras de los malvados! —dijo con firmeza. Su pose cambió un poco: había estado con las rodillas flexionadas, pero los pies al mismo nivel, una postura algo defensiva. Había movido el pie izquierdo hacia adelante, notándose más ofensivo —. ¡Te mostraré la segunda etapa de mi técnica para que cierres la boca y te rindas!

Taeko se emocionó de la nada. Parecía idóneo, según los requisitos de Ryūka: un enorme poder y una gran voluntad de hacer el bien. Solo quedaba esperar que llevase esa voluntad a cabo.

—¡Adelante! ¡Yo te mostraré un jutsu especial también!

—¡Jutsu secreto: tierra calcinada!

Ryūsuke comenzó a lanzar puñetazos y patadas al aire, de nuevo en dirección a Taeko. Esta vez surgían violentamente del suelo grandes pedruscos negros que estallaban en llamas al alcanzar su altura máxima de metro y medio. Taeko tuvo que reaccionar incluso más rápidamente y apartarse al instante del área al que apuntaba Ryūsuke, pues estimaba que un golpe directo de aquellas rocas oscuras le rompería al menos una pierna.

“Ya entiendo,” se dijo después de unos segundos “usa su chakra para concentrar y compactar la tierra a su alrededor. Y además es capaz de mezclar la forma de su jutsu terrestre con chakra de fuego, y así hacer un movimiento combinado. Impresionante para alguien de su edad.”

—¡Asombroso! ¡Mereces que te muestre esto, entonces! —exclamó Taeko con una gran sonrisa en su rostro. Hizo un par de sellos manuales, culminando con el mismo sello extraño que había hecho cuando Ryūka la atrapó en su jutsu de agua —. ¡Estilo implosión: estallido primordial!

Apuntó hacia la tierra que tenía delante con su palma derecha justo cuando Ryūsuke hacía surgir un pedrusco más para atacarla. De la nada apareció una burbuja de chakra blanco que cubrió una parte del terreno. Hubo un sonido sordo, apagado, como una explosión ahogada, y todo lo que estaba dentro de la burbuja se distorsionó. El pedrusco no alcanzó a levantarse, y las llamas se extinguieron al instante.

—¿Qué? Pero… ¿cómo?

Sin poder creerlo, Ryūsuke siguió con la ofensiva, pero Taeko repetía su jutsu, anulando cada ataque y avanzando con firmeza sin que el chico pudiese evitarlo. La peliplateada no tardó en acercársele. Al llegar a él, colocó la parte menguante de Shirazumi en el cuello de Ryūsuke.

—No… No. ¡No! —Ryūsuke comenzó a temblar —. ¡No puedo ser vencido por una villana! ¡Soy el defensor oculto de la Hoja! ¡El héroe que…!

—Sí, sí, está bien, niño —Lo interrumpió Taeko con una risita —. Ya te dije que no soy lo que piensas. Podríamos decir que vine a buscar un héroe que se ha escondido por mucho tiempo.

—¿Un héroe? —soltó Ryūsuke, luego tragó saliva.

—Un héroe —continuó Taeko — que al parecer fue hijo de exiliados, por lo que no figura ni en los registros de la Aldea Oculta entre la Hoja ni en los de la Aldea Oculta entre la Roca. De allí fueron tus padres, ¿no? —Ryūsuke miró de repente a los ojos grises de Taeko. Un dejo de angustia y tristeza cruzó su rostro, así que la joven decidió no ahondar en ese tema. Ryūka había sido quien le dio esa información —. Sabrás bien que las Aldeas ninja están al borde de un conflicto. Sin embargo, tú puedes ayudarnos a resolverlo.

—¿E-en serio? No sé… Siempre he pensado que los más grandes héroes eran los que hacían el bien en secreto. Así, sus intenciones se mantenían puras y no sería desviado por el camino de la fama.

Taeko lo miró fijamente. Se sorprendió de la convicción que encontró en los ojos brillantes del niño. Creía firmemente en ello, y por eso se había asegurado de no ser reconocido por la gente de la Hoja. Cómo se las había arreglado para evadir ninjas de élite, Taeko no lo sabía.

—¿Por qué instalaste aquí, cerca de la Hoja?

—La Aldea Oculta entre la Hoja es la ciudad de los héroes. ¿Quién más heroico que quien los protege a ellos? —Lo dijo inflando el pecho, con el tono más orgulloso que pudo.

Claro que ninguna Aldea era perfecta, y la Hoja, así como el resto, tenía una variedad de bandidos y ninjas rebeldes para escoger. Taeko no hizo comentario al respecto, solo apartó a Shirazumi y colocó su mano en la cabellera negra del niño.

—Si vienes conmigo, podrás proteger no solo a los héroes de todas las Aldeas, sino también a la gente común, a la gente inocente.

Los ojos de Ryūsuke se iluminaron aún más. Sintió que podía confiar, aunque fuese un poquito, en la cálida sonrisa de la peliplateada.

—¿Yaomaru y Yuriko vendrán conmigo?

Taeko volteó a ver a los dos niños. Aún estaban acostados sobre la tierra, y parecía que Yaomaru estaba comenzando a volver en sí.

—Vine por ti. Ellos no son tan fuertes como tú. Y tengo la impresión de que te consta.

Ryūsuke asintió.

—Los atenderé para asegurarme de que estén bien ¿te parece? —Le dijo amablemente Taeko. Ryūsuke asintió de nuevo —. Les explicaré y nos harás saber de tu decisión. Claro está, la misión es secreta, así que no les diré de qué se trata.

El niño bajó la mirada. Había pasado tanto tiempo entrenando. Primero a solas, hasta que se encontró con Yuriko, y luego con Yaomaru. Huérfanos como él. Hambrientos de justicia como él. Había decidido brindarle al mundo tanto bien como pudiese sin alejarse de su propio camino e ideales. Y ahora tenía la oportunidad de hacer algo más grande.

“Es mi destino” pensó, “un destino de héroe.” Infló el pecho con decisión y asintió una tercera vez.

—Excelente —Le sonrió ella —. Mi nombre es Taeko Shinrei, Ryūsuke. Un gusto. Ahora, apresurémonos, que alguien se molestará si llegamos tarde.

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Glosario de nombres de los jutsus (las técnicas marcadas con * son originales y no provienen de la serie)

Estilo de fuego: bomba llama de dragón = Katon: karyū endan.
Estilo de tierra: jutsu olas de tierra = Doton: tsuchinami no jutsu
Estilo relámpago: puño instantáneo = Raiton: shunken no jutsu*
Jutsu secreto: tierra negra = Hijutsu: kurozuchi*
Jutsu secreto: tierra calcinada = Hijutsu: baishōzuchi*
Estilo implosión: restricción primordial = Naihaton: gensho shuku*


5. SUSURRO

No escuchas el pasar del viento
Ni el correr sin pausa del río
Aquel suave susurro, lento
Cargado hasta el borde con brío

No sientes la brisa marina
Hasta que abruma todo tu ser
Hasta que tu cabeza inclina
y luchas hasta desfallecer


El silencio dominó la estancia durante toda la comida. Un tazón de sopa miso, así como algunos peces asados y un plato de ensalada de verduras de elegante presentación. La comida del Mizukage y su familia podría no ser muy opulenta, pero él lo ordenaba así. Sus alimentos debían estar preparados a la perfección, y siempre siguiendo una dieta estricta, aunque muy variada, pensando en todo momento en la nutrición correcta de sus hijos. Podría ser firme en demasía, pero Zetsuo Aotsuki no era irracional.

Ayame ya se había acostumbrado, y muy rara vez disfrutaba del sabor de la comida en familia. Su hermano, Kōri, no le prestaba atención a algo tan común y corriente como la comida. Sus ojos de un azul claro, brillantes como el hielo, rayaban en lo hermoso contra su piel y cabello albinos. Para él no era más que una obligación, algo absolutamente necesario cada tanto tiempo, y no algo que se necesitase percibir mediante algún sentido. Podría haber sabido a cenizas y él habría ingerido los alimentos sin rechistar.

Su padre se encontraba sentado, por supuesto, a la cabeza de la gran mesa. Sus cabellos azules, más oscuros que los de su hija Ayame, eran cortos y estaban peinados de manera sencilla. Sus ojos, fijos en los últimos pedazos de su almuerzo, eran color aguamarina y tenían una profundidad por demás intimidante.

—Gracias por la comida —dijo él al terminar de comer, con voz grave. Ayame le imitó, aunque habló muy quedamente. Kōri sólo asintió. Después de que los sirvientes del Mizukage limpiaran la mesa, y justo cuando Ayame se disponía a levantarse, Zetsuo levantó la mano —. No. Tengo que hablar contigo, Ayame.

Ella asintió. No preguntó acerca de qué. Si lo hacía, tal vez su voz se quebraría. Y no quería delatarse. Había enviado a Ryūka una copia de los planos del sitio e instalaciones donde se llevaría a cabo la reunión de los Kages dentro de un tiempo. Se había asegurado de hacerlo lo más secretamente posible.

Ayame tenía un Pacto de invocación con los halcones, así que, una noche en su habitación, había invocado un ave pequeña, la había imbuido de su chakra de agua y le había aplicado un jutsu de transformación, convirtiéndola en un pez pequeño. Luego, en uno de sus paseos cerca del río que desembocaba al mar al sur de la isla, había liberado al pez-halcón. Estaba consciente de que los espías de su padre la observaban en ese momento, pero ellos sabían que a Ayame le encantaba interactuar con los animales de la región, así que, al parecer de ella, no habían notado nada extraño.

El pez nadaría hasta alejarse lo suficiente de la Aldea Oculta entre la Neblina, hacia el sur. Luego saldría a la superficie, recuperaría su forma de halcón y volaría hacia el noroeste, hacia el norte del País del Fuego, donde se encontraría con Ryūka.

“No pudo haberse dado cuenta de que lo envié” pensó la peliazul “Por favor no. Que no me haya descubierto.” Zetsuo extrajo un par de papeles de entre sus ropas y los lanzó hacia la mesa de forma que cayesen frente a su hija. Ayame contuvo un suspiro de alivio, pues eso también habría parecido sospechoso.

No eran los planos.

—¿Qué es esto? —Ayame nunca había sido sarcástica, pero sintió el impulso de contestar “Cartas” —. Has seguido en contacto con el chico de la Hoja.

No era una pregunta. La joven, con un levísimo rubor en sus mejillas, intentó defenderse verbalmente. “¿Y qué? ¿Qué tiene de malo? ¿Por qué no puedes aceptarlo?”

—Yo… —Fue lo único que su boca consiguió soltar, con timidez.

—¡No entiendes! —Zetsuo golpeó de repente la mesa con su puño, haciendo saltar ligeramente a Ayame. Kōri solo alzó la mirada. La chica comenzó a temblar con solo sentir la sombra de su padre moverse de su lugar y acercársele —. ¡No estamos en posición de hacer estupideces! ¡Todo lo que he luchado para mantenernos como una Aldea fuerte y respetable! ¡Todo se irá al demonio si sigues con tu teatrito de enamorados con el jinchūriki del Hokage! ¿Qué hace falta para que entiendas?

—Yo… —repitió Ayame, con la mirada baja, fija en los papeles que estaban sobre la mesa. Sentía que el oxígeno de la estancia había sido consumido por los gritos de su padre. Había conocido a Darū Amedama hacía ya algunos años, cuando la situación entre las Aldeas no era tan aguda. Habían entrenado y luchado juntos varias ocasiones, y vieron en el otro a alguien más que un compañero y amigo. Cuando la relación entre las Aldeas ninja empeoró, a ella se le prohibió seguir en contacto con él. A pesar de ello, Ayame seguía intercambiando cartas con él cada tanto, lo más clandestinamente posible. Pero, por lo que veía, había sido indiscreta la última vez.

—¿Acaso crees que el Hokage no se da cuenta? ¿Acaso crees que no utilizará eso para ponerte en contra de la Neblina? ¿En contra mía y de tu familia?

—¡No! —soltó la joven de repente, apretando sus puños —. ¡Nunca los traicionaría, y lo sabes! ¡Lo que hay entre Darū y yo no tiene qué ver con…!

—¡Claro que sí! Katō Nara podrá parecer un idiota como Hokage, pero es listo. Usará a su jinchūriki para ponerle las manos al Cinco colas, no lo dudes. Ya sea que lo quiera ese chico o no.

—Te… equivocas. —susurró Ayame. No lo vio, pero el rostro de su padre se tornó rojo de la ira.

—¿Qué dijiste?

—¡Te equivocas! —gritó la joven, alzando la vista hacia su padre —. ¡No crees en lo que Darū y yo sentimos! ¡Tampoco creías en lo que mamá sentía por ti! ¿Verdad?

Una vena estaba a punto de estallar en la frente de Zetsuo. En un parpadear, levantó una mano y abofeteó a su hija.

Sin embargo, en lugar del sonido de una palmada contra la piel, se escuchó un fuerte salpicar. La cabeza de Ayame se había transformado en una masa de agua amorfa justo antes del impacto. Su cuerpo se levantó rápidamente, apartándose y saliendo del alcance de su padre. Justo después, el líquido que salía de su cuello retomó la forma de su cabeza. Sus ojos rebosaban de miedo y desafío al mismo tiempo.

La madre de Ayame había sido del clan Hōzuki, y la chica había heredado la habilidad característica del clan: poder licuar su cuerpo y transformarlo en agua a voluntad, siempre que se estuviera lo suficientemente hidratado. Desgraciadamente, la esposa de Zetsuo Aotsuki había muerto cuando sus hijos eran aún muy pequeños.

—Eres tú quien no entiende. —soltó ella, antes de salir pisando firme de la estancia. Por dentro se moría, pues muy rara vez retaba a su padre de tal manera sin ser castigada. Zetsuo no lo notó, pero Ayame se encontraba al borde de las lágrimas.

—Insolente. —dijo el Mizukage con voz grave. Se dispuso a seguir a su hija y traerla de vuelta a la fuerza. No obstante, ni siquiera había dado un paso cuando uno de sus sirvientes entró por la puerta del lado opuesto del comedor. En su mano había un pergamino enrollado con firmeza y atado con una cinta plateada.

—Mi señor Mizukage —dijo al instante —, le ruego disculpe mi interrupción. El señor Tōshirō Masanagi, del País del Hierro, le envía un mensaje.

Zetsuo permaneció quieto un segundo. Después se giró hacia su sirviente. Tomaría el mensaje e iría a la oficina del Mizukage para leerlo. Antes de salir del comedor se dirigió a su hijo.

—Síguela, Kōri. Si notas algo sospechoso, o si se aleja demasiado, derríbala y tráela de vuelta.

—Entendido, padre. —dijo en voz baja, pero clara. Acto seguido, desapareció.

--------------------

Varios kilómetros al sureste de la Aldea Oculta entre la Cascada, cerca de los límites al norte del País del Fuego, hay un gran terreno vacío. Un par de hectáreas incapaces de hacer brotar algo más que hierbas de las más simples e inútiles. Es un área rocosa y muy poco fértil, y dado que está lo suficientemente alejada de cualquier camino principal, no alberga casa alguna.
Sin embargo, ese día había dos personas caminando en aquel sitio. Una mujer pelirroja de vestiduras verdes, soplándose con un abanico, y un joven de cabellos castaños y rostro cansado, pero alegre, con una gran caja a la espalda.

Y entonces nos ganamos todos los dulces del premio, ¿no, Kūran? Así es. Pero Komachi no puede comer mucho, así que…

—Ajá…

Habían viajado juntos por un par de días, y Ryūka se había cansado de oír hablar al marionetista. Lo molesto era escuchar sus cambios de voz del tono natural al tono fingido de niñita. Las advertencias de Ryūka para hacerle callar solo funcionaban por unas horas, luego Komachi, la más parlanchina, comenzaba a hablar.

“¿En serio estoy pensando en ella como alguien? Ya estoy harta…” pensó, llegando al punto de encuentro: una roca de casi dos metros de altura en medio del terreno baldío.

—¡Listo! ¡Al fin! —suspiró con alivio, pensando que entonces Kūran sería molestia de todos, y no solo de ella —. Llegamos con dos horas de retraso, pero espero que…

—¡Así que allí están! —chilló una voz, aguda y femenina, como una niña que desea la atención de todos. Alzaron la mirada y, en la cima de la roca, vieron a un gorrión posado sobre un pergamino del doble de su tamaño. Ryūka no la recordaba, pero había sido la misma ave que se le posó en el hombro a Taeko cuando la encontró e intentó enboscarla. Sus ojitos fulminaban a los recién llegados. El pájaro habló de nuevo —. ¡Dos horas y diecisiete minutos tarde! ¡Qué vergüenza debe de darles!

—Oh, hola —saludó la pelirroja —. Tú debes ser Jakko. Taeko me dijo que eras algo impaciente.

—¡No soy impaciente! Solo soy puntual y espero que el resto lo sea.

—Un pájaro parlante. Qué lindo. —soltó de repente Kūran, moviendo su mano para saludar a Jakko, quien lo ignoró.

El ave voló y soltó el pergamino en el aire, cayendo y abriéndose aquél ante Ryūka. En la superficie del mismo estaba escrito el símbolo de persona, rodeado de sellos usados para invocación. Jakko aterrizó y juntó sus alitas frente a ella. Kūran tardó en entender que intentaba hacer un sello.

Arte ninja: jutsu de invocación inversa. —Acto seguido, le dio un picotazo al pergamino.
Al instante, rodeadas de una nubecilla de humo, aparecieron sobre el pergamino dos personas. Una chica de cabellos plateados y ropajes blancos, sentada con las piernas cruzadas y con un largo y extraño bastón en mano, y un niño de cabellos negros, sentado a su lado y aferrado con fuerza al brazo de la joven mientras tenía una expresión de angustia en el rostro. Ambos llevaban sendas mochilas con sus respectivas pertenencias.

—Saludos —dijo Taeko, poniéndose de pie y ayudando a Ryūsuke a levantarse también —. No se preocupen por él, parece que la invocación lo mareó.

—¡Oh! ¡Excelentes días! —soltó Kūran, dedicándole repetidas reverencias a ambos. Taeko respondió con una sonrisa y un movimiento de cabeza.

—Primera parte de la misión: cumplida —dijo la peliplateada, justo cuando el ave levantó el vuelo de nuevo y se posó en su hombro —. Gracias, Jakko.

—¡Jum! —refunfuñó el pájaro —. La próxima vez llámame cuando te juntes con gente puntual. —Un segundo después, desapareció, regresando al lugar de donde había sido invocada.

—Qué pajarita tan agradable. —Kūran sonrió.

—¡Bien! —dijo animada Ryūka, juntando las palmas y frotándolas una contra otra —. Antes de sentarnos a charlar, entremos.

Ryūsuke, quien ya se había soltado del brazo de Taeko, y Kūran estuvieron a punto de preguntar “¿a dónde?”, pero la pelirroja se movió antes. Se dirigió a la gran roca sobre la cual había estado Jakko, levantó su mano derecha, sobre la cual apareció una pequeña esfera de color turquesa, y la presionó contra la piedra. Hubo una fuerte sacudida debajo de la tierra y a la derecha de la roca, en el suelo, se abrió una entrada oculta. Un ruido metálico acompañó al sonido de la maleza siendo arrastrada por la puerta al abrirse.

—Adelante.

Los chicos dudaron un momento, pero Taeko se aventuró al instante. Había una escalera que descendía en espiral varios metros antes de detenerse en un pasillo adornado solo por un par de bombillas titilantes y una puerta al final.

Sin embargo, al pasar el corredor había una amplia sala de estar. El piso cambiaba de ser terroso a estar cubierto de mosaico de estampado modesto. El techo parecía el de cualquier casa, con vigas de madera y tejado encima de éstas, así como un par de lámparas de diseño sencillo que colgaba de ellas. Las paredes, reforzadas de manera suficientemente estética con tablones, estaban ornamentadas con pergaminos con caligrafías y un par de pinturas de animales. Había un sofá y dos sillones de dos plazas alrededor de una mesa no muy grande. Además, había cuatro puertas más que salían de la estancia.

—¡Ooh! ¡Qué bonito lugar! —exclamó Kūran al entrar, con una inmensa sonrisa.

—Se lo robé a un bandido hace un tiempo —Ryūka se encogió de hombros. Fue la última en entrar y cerró la puerta tras de sí —. Hubiesen visto lo horrible que estaba. Yo lo arreglé y adapté a mis necesidades.

—Impresionante —dijo Taeko. Tomando asiento en uno de los sillones de dos plazas —. Entonces tendremos un bonito y acogedor hogar bajo tierra.

Ryūka ignoró el comentario. Les hizo un gesto a los chicos para que se sentasen. Ryūsuke se apresuró a ir al lado de Taeko, Kūran ocupó el otro sillón doble, mientras que la mayor tomó el sofá.

—Bienvenidos, todos —comenzó la pelirroja, alzando las manos para saludarlos a todos —. Hace un mes comencé a buscarlos con el fin de llevar a cabo una misión para eliminar una gran parte de los conflictos entre las Grandes Aldeas. De manera que solo tenemos dos meses más para prepararnos. Como ya deberían saber, mi nombre es Ryūka Kotsuhara y…

—Disculpe —La interrumpió el pequeño moreno —, ¿podría cambiarse el nombre?

La pelirroja tardó en entender lo que le preguntaba.

—¿Por qué habría de hacer eso?

El niño se puso de pie y se aclaró la garganta. Apenas comenzó a hablar de nuevo, empezó a adoptar algunas poses, tal como había hecho cuando se encontró con Taeko.

—¡Yo soy Dokatatsu no Ryūsuke, miembro del Trío de la ruina, los defensores ocultos de la Hoja! —Cuando terminó, se sentó —. Y creo que sería muy extraño tener dos nombres que signifiquen dragón.

Taeko abrió la boca con la intención de recordarle que sus dos nombres significaban dragón, pero se detuvo y ahogó una risita. Ryūka sonrió mientras cerraba los ojos. “No, por favor. Que no sean los tres así de listillos y quisquillosos” pensó con un dejo de frustración.

—No, no cambiaré mi nombre. Además, mi ryū significa flujo.

—Oh, entiendo. Aún así…

—¿Y si te llamo Dokatatsu?

—Creo… creo que está bien...

—¡Excelente! Podemos continuar, entonces.

—¡Oh, yo, yo! —Kūran alzó la mano de repente con insistencia. Ryūka no quería escucharlo, pero el joven habló antes de que ella pudiese impedírselo —. Si vamos a hacer algo tan importante, necesitamos primero un nombre de equipo.

Hubo un breve silencio durante el cual Taeko y Ryūsuke pensaron “Cierto”, a la vez que Ryūka se llevaba una mano a la cara.

—¡Sí —exclamó el moreno —. ¡Algo genial y épico!

—No, debería de ser algo sutil y elegante. Algo sencillo. Tal vez el nombre de algún animal pequeño. ¿No crees, Ryūka? —Taeko se frotó el mentón.

—No. Nada de nombres. Se supone que somos ninjas sin Aldea, sin registros, y no deberíamos de ser reconocidos por un nombre.

—¿Y qué tal que fuese un nombre tan común que no llamara la atención? —prosiguió la peliplateada —. Así, sería como un estandarte invisible —Ryūsuke la veía con admiración, como si fuese una poeta recitando su más hermoso verso —. Seremos silenciosos, pero nos haremos oír. Seremos pocos, pero causaremos un gran impacto. ¿Qué tal que seamos…?

Todos la miraban con fijeza, a la expectativa. Komachi había asomado la cabeza desde la caja para verla. Ryūka, a pesar de su cansancio emocional para con los chicos, se mostraba ligeramente interesada en lo que Taeko diría.

—“Susurro".

- - - - -

Glosario de nombres originales de los jutsu (las técnicas marcadas con * no provienen de la serie)

Arte ninja: jutsu de invocación inversa = Ninpō: Gyaku kuchiyose no jutsu
SILENCE

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#2
Me encanta! El pueblo quiere más!
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#3
Ups, olvidé que estaba subiendo esto acá XD

¡Capítulo 2 listo!

Y sí, primero fue la Taeko del fanfic, luego la del rol. Y no, no es la misma, claro está. Saludos y gracias por leer Risa
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#4
Caray... Esto esta que arde.

Estuvo muy bueno, me encanto la secuencia de combate. Espero poder seguir viendo como se desarrolla todo.
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#5
Esta interesante, espero el próximo capitulo =)
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#6
Está genial, Taeko. Bonus points por la nostalgia en la boca.
[Imagen: K02XwLh.png]

No hay marcas de sangre registradas.
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#7
Kuuran, como nos tenías de sequía por acá me agencié los tres capítulos siguientes por mi cuenta. Muy buenos! Esperando con ansias más e.e
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#8
(17/05/2017, 15:53)Akame escribió: Kuuran, como nos tenías de sequía por acá me agencié los tres capítulos siguientes por mi cuenta. Muy buenos! Esperando con ansias más e.e

Es irónico xD Como me pongo a postear, ya no me queda tiempo para seguirle jajaja Ya continuaré. Espero.

¡Gracias por leer! A ver si al rato o mañana actualizo este post Risa
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#9
Sorry por el doble post X'D

¡Tercera parte, lista! Intentaré acordarme con más frecuencia de actualizar aquí jajaja. Saludos y gracias a todos por leer Risa
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#10
Esta exelente, me ha encantado la personalidad del marionetista y su hermana imaginaria xD

Komachi escribió:No hablas con los pies, tontita
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#11
Actualizado Risa Casi un mes después XD No se preocupen, ya subiré más frecuentemente (esperemos) ¡Gracias por leer!
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#12
Do-do-double post!

Wow, casi 3 meses sin actualizar esto D: lo siento tanto. Pero ya le estoy siguiendo jaja. De hecho tengo hasta el cap. 7. ¡Espero que les siga gustando cómo va la historia!

Saludovskis.
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#13
Ya lo llevo al día, está muy interesante!

Por cierto, Akame sale :OOOOO ya me puedo jubilar jaja
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Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

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