Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—Verás, Nabi. Llevo unos meses... Algo confundida, probablemente desde nuestra última misión, en Los Herreros. Durante mi vida me he dedicado a entrenar y cuidar de mi familia, ligeramente. Pero nunca he sido capaz de sentir lo que siento ahora, y es muy extraño. En la misión, tú y yo... Esto... Estuvimos muy juntos cuando nos escondimos, y... Y me puse muy nerviosa, como si mi corazón se acelerase, era algo raro... Y últimamente cada vez que nos veíamos o simplemente me acordaba de ti, aunque intentase actuar normal, por dentro... Era muy raro, porque sentía ganas de verte cuando no estabas, o...Me dolió pelearme contigo, más incluso que con Datsue, y solo estar contigo me hacía sentir un poco mejor, es...
—No sé cómo definirlo, pero sé que ahora... Ahora estoy feliz, porque estoy contigo.
La escuché atentamente, casi trascribiendolo todo mentalmente. Mientras mantenía una expresión neutra de atención ante la pelirroja, en mi cabeza se había desatado el caos. Mis dos neuronas intentaban descifrar el mensaje, pero no podía ser posible. Lo que Eri describía era... bueno, lo que yo sentía por ella. Desde el examen de chunin le había estado dando vueltas.
En una verdadera situación de peligro, en el momento en que pensé que se podía crear un caos considerable y declararse una guerra ahí mismo, no me importó la villa, no me importó el jinchuriki, todo eso pasó a un decimocuarto plano y los trece planos por encima solo estaba ella. Porque en el momento en que pensé en perder algo, supe que podía asumir la perdida de mi villa, de mi jinchuriki y de Onindo entero, pero no me podía permitir perder a Eri.
Era equivalente a perder la felicidad, perder la carne o perder la razón. Todo ello dejaría a la vida con muy pocas diferencias con la muerte.
Pero era imposible que Eri sintiese lo mismo por mi. Le puse una mano en el hombro para confortarla y le contesté:
— Es normal, Eri. Hemos pasado mucho tiempo juntos, al fin y al cabo, entre misiones y tal. Lo de la misión sería que estabas nerviosa por si nos pillaban y lo del combate, yo ni siquiera me planteé ir a por ti. Es decir, está claro que eres la mejor kunoichi de todo Onindo, pero Datsue es mucho más agradable de pegar. Pegarle a él es atrayente, incluso adictivo. Yo no podría hacerte daño de verdad. Así que no te preocupes, es lógico que pegarle a Datsue no te causase ningún remordimiento.
De hecho, sería casi imposible que pegarle sentase mal a nadie. Verle tragarse sus vaciladas era el cielo en la tierra. Algo que solo un uzunes debería poder saborear, por supuesto.
La contestación de Nabi no era lo que se esperaba del todo, es más... ¿Estaba rechazándola? ¿Acaso... No entendía qué quería decir?
—No —negó, a la par que lo hacía con su cabeza—. No es lo mismo, porque lo que siento por ti no lo he sentido por nadie, y he pasado el mismo tiempo con Datsue que contigo, así que no es... Normal, no es amistad lo que creo sentir —murmuró, bajando la mirada—. Nabi, yo...
»Creo que me he enamorado de ti.
Aquello lo fue diciendo cada vez más bajo, ganando un par de colores fuertes en sus mejillas, con el corazón bombeándole a demasiada velocidad. Su cabeza daba vueltas y comenzaban a dolerle las mejillas por el calor que sentía, pero se lo había dicho, y la carga que tenía dentro se había ido.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—No. No es lo mismo, porque lo que siento por ti no lo he sentido por nadie, y he pasado el mismo tiempo con Datsue que contigo, así que no es... Normal, no es amistad lo que creo sentir. Nabi, yo...
»Creo que me he enamorado de ti.
En ese instante, mi rostro se desencajó del todo. Ni toda la calma del mundo me hubiese preparado para mantener las apariencias en ese momento. Mis neuronas se quedaron tan en shock como yo y solo una parte de mi cuerpo reaccionó de forma inmediata, acumulando una cantidad de sangre que era preocupante.
Tras unos segundos de silencio, mi cabeza volvió a funcionar. Mis ojos empezaron a observar atentamente a Eri, tan adorable como era ella, con las mejillas sonrojadas, confesando su amor ¿por mi? Claro que debía plantearme que todo eso no fuese más que una treta amenia para que bajase la guardia y apuñalarme por la espalda, al fin y al cabo, era mucho más probable eso que Eri se enamorase de mi, un cualquiera, un cualquiera perruno.
Sin embargo, en ese momento, Amegakure, el pacto, el mundo en general, se podían ir todos a tomar por culo. Podían liberarse todos los bijuus y empezar a bailar una sardana, que me iba a despertar el mismo interes que una conferencia de Juro sobre ser aburrido. Nada importaba, nada podía importar, todo se volvió gris.
A excepción de Uzumaki Eri, sus ojos azules esperando mi respuesta, su pelo rojo siendo levemente mecido por la suave brisa que pasaba, su nariz respingona y sus atrayentes labios. Y eso que solo estamos hablando de su hermoso rostro, para describir el resto del cuerpo necesitaría un libro entero con dibujos.
Me cayó una lagrimilla por el ojo izquierdo, incapaz de contener toda la oleada de felicidad. Recorté la distancia que nos separaba en un suspiro y me agaché levemente para que nuestros labios se encontraran en un beso sencillo, porque no sabía dar otro tipo de beso.
Esperé a ver como reaccionaba, porque igual me lo había flipado todo yo solito y ahora me caía una hostia que me saltaban todos los dientes.
Se esperó que Nabi la contestase de alguna manera, ya sea para decirle que él correspondía sus sentimientos o bien los aceptaba pero no los podía corresponder, aún así esperó, sin moverse, quieta, incapaz de pensar por la intensidad de sus latidos, hasta que él recortó la distancia entre ambos, haciendo que sus rostros se tocasen y ambos terminaran besándose de la forma más tierna posible.
Eri se fundió en aquel momento, incapaz de pensar gracias a las nubes que se formaban en su cabeza. Sus ojos se habían cerrado en cuestión de segundos, y simplemente alcanzó a sujetarse a la ropa del chico para impedir que se separase de ella.
Poco a poco fue moviendo torpemente sus labios, intentando profundizar el contacto, no sabiendo por qué lo hacía y sin embargo, encontrándose deseosa de hacerlo, porque no sabía cómo explicar aquello que sentía en su estómago, que le hacía cosquillas desde dentro, por eso decidió hacerlo a través de aquel pequeño e inexperto acto.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Eri no solo no se separó y me giró la cara sino que parecía más que satisfecha con pegarse más a mí. Eso no fue solo celebrado por las zonas más calientes en el hemisferio sur metafórico de mi cuerpo, sino que me dio pie a seguir besándola, esta vez a sabiendas de que no me había propasado ni sobreentendido lo que me decía.
Con lentitud y cuidado, posé una mano en su cuello, atrayendo aún más sus labios sobre los míos y la otra mano la coloqué en su espalda, presionando para pegar aún más nuestros cuerpos. No dejaba de besarla, de saborear la dulzura de sus labios ni el calor que emanaba.
Todo aquello era como un sueño para mí, y como cuando estas en un sueño del que sabes que vas a despertar, intentaba disfrutar cada milésima de segundo que podía permitirme tenerla entre mis brazos. El tacto suave de sus labios, su olor impregnando mi cuerpo y sus manos agarrando mi ropa, todo aquello era algo que creía inexistente, como los unicornios. Así que si eso estaba pasando, igual me apuñalaba un unicornio el corazón para poder morir feliz.
Cuando notó como Nabi profundizaba tanto el beso como el roce se sintió extrañamente feliz, sintiendo como su propio cuerpo se estremecía bajo aquel simple contacto que el chico le daba, así que, con cierta lentitud, fue subiendo las manos por el pecho del chico hasta entrelazarlas por detrás de su cuello, acariciando los mechones que ocupaban su nuca en el proceso.
Pronto sintió como sus pulmones reclamaban aire y tuvo que cortar el beso, separándose del chico lo suficiente para respirar de nuevo, con las mejillas ardiendo y sus ojos incapaces de fijarse en un punto fijo del plano que veía.
—Nabi, yo... —empezó, sin saber muy bien qué decir—. Yo soy nueva en... En todo esto, así que... Siento si soy torpe o no entiendo las cosas... Pero... Pero, bueno... Esto... ¿quieres... s-s-salir con...migo? —terminó casi en un susurro, muriéndose de vergüenza ahí mismo por lo que acababa de soltar.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
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—Nabi, yo... . Yo soy nueva en... En todo esto, así que... Siento si soy torpe o no entiendo las cosas... Pero... Pero, bueno... Esto... ¿quieres... s-s-salir con...migo?
Se separó para dedicarme esas hermosas palabras. Y como era habitual, me quedé embelesado mirándola. Estaba enrojecida hasta decir basta, con una vergüenza que podía comerse el planeta entero si cogiese forma de lo grande que era, preguntándome si quería salir. ¿A donde? Ni idea, pero yo salía a donde hiciese falta con esa cosa tan mona que tenía delante. Pero claro, no había nada como quedar en ridiculo.
— ¿Salir? ¿A donde? ¿O salir de salir? Salir de salir no, ¿no? Como... tú y yo como...
Mis neuronas empezaron a abofetearse las unas a las otras al grito de 'Pero si era obvio que iba a pasar, ¿por qué no estáis preparadas? Te acaba de besar no va a pedirte salir, mentecato'. Sin embargo, en mi cabeza, en el apartado de reacciones ante una declaración de la chica más dulce y preciosa de todo Onindo solo había vacío. Ni eso, había un meme sobre la imposibilidad de que eso sucediese. Así que entre mis neuronas y yo decidimos tirar a la respuesta sincera.
— Sí, sí sí sí, sí. Sí, sí sí, sí, sí sí sí sí, sí. Sin duda, sí. Sí.
Hice una breve pausa, porque mi cabeza aún estaba con la imposibilidad de la situación.
— Pero, tú y yo, salir, ¿de ser novios?
Es que si no me decía las cosas claras, igual yo estaba viniendome arriba y en verdad quería salir de Uzushio para ver los baños termales o algo y yo aquí como un idiota. Al menos era un idiota con bonitas vistas, pero un idiota al fin y al cabo.
Las mariposas parecieron decaer brevemente en su estómago cuando Nabi preguntó a qué se refería con el término salir, ¿la tomaba el pelo?, ¿o no entendía qué quería decirle con aquella frase? Se rascó la mejilla, nerviosa; y buscó las palabras adecuadas para explicarle a qué se refería mientras sus piernas temblaban como dos gelatinas de fresa.
Sin embargo, cuando ella abrió la boca, él volvió a hablar:
— Sí, sí sí sí, sí. Sí, sí sí, sí, sí sí sí sí, sí. Sin duda, sí. Sí.
Sonrió de forma tan amplia que comenzaron a dolerle las mejillas, pero no le importaba en lo absoluto, porque, si aquel extraño y cálido sentimiento que sentía en lo más hondo de su pecho era lo que significaba sentirse feliz, entonces quería morir de felicidad, y todo aquello lo sentía gracias a él, al chico que siempre pasaba desapercibido, que olía a perro y que probablemente ignoraba lo que era el jabón.
— Pero, tú y yo, salir, ¿de ser novios?
—S-sí —se removió el cabello, inquieta, y le mostró una tímida sonrisa—. Era eso lo que quería decirte.
Y luego se acercó a él de nuevo.
--¿Q-quieres que pasemos juntos el festival para celebrarlo?
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La vi sonreír ante mi respuesta, y una única cosa me pasaba por la cabeza 'ahora es cuando me despierto casi seguro, nunca llego a ver el desnudo'. Pero parecía que el sueño no acababa ahí, porque Eri volvió a hablar, de forma totalmente normal y nadie estaba tirando de mi para que volviese a la realidad. Y la verdad, si tenía que elegir entre la realidad triste o salir con Eri, me quedo con Eri para siempre en este sueño y que muera mi cuerpo mortal en coma vegetativo.
—S-sí. Era eso lo que quería decirte.¿Q-quieres que pasemos juntos el festival para celebrarlo?
— Sí, claro, por supuesto, sí. Claro. Por supuesto.
Mi mente estaba empezando a improvisar, incluso más de lo normal. Normalmente, hay unas breves directrices de fondo y lo que improviso, de forma maravillosa, cabe decir, era todo lo demás. Sin embargo, ninguna situación en mi vida de shinobi me había preparado para lo que estaba por venir. Eri me miraba, yo la miraba y ambos sonreíamos. Hasta ahí todo bien. ¿Y ahora qué?
¿Le cojo la mano? ¿Pensara que voy rápido o que voy lento? ¿Debería agarrarla de la cintura? ¿Mearle encima para que los demás sepan que es mi territorio? ¿Y si ella esperaba algo y yo no se lo daba? ¿Y si me pasaba de listo y me acababa llamando pervertido y me tiraba por un despeñadero? Bueno, y si no me tiraba ella, ya me tiraba yo. Mejor no hacer nada hasta que ella no dijese que lo hiciese, sí. La iniciativa es de amenios provocando guerras, nada de eso, mejor actuar siempre en contraataque, nada de inventiva propia, que el mundo ya me había demostrado varias veces que yo mejor me quedo quietecito, que si no, la lio.
— Y... ¿qué quieres hacer?
Yo quería besarla hasta que despertara, porque iba a despertarme en cualquier momento y había que aprovechar. Pero nada de iniciativa. Nada de iniciativa, Nabi, que la lias. Tienes razón, Nabi, si ya lo sé, pero es que mirala. Ya la veo, callate. Nada de iniciativa, coño.
Nabi accedió a pasar con ella el resto del festival, y ella, con las mejillas encendidas y una sonrisa estúpida que no se le borraba del rostro y le hacía hasta daño en las mejillas pero que era imposible borrar, esperó unos segundos para ver la reacción del chico, que solo la miraba. Más que mirarla, parecía contemplarla, y Eri se sentía cada vez más nerviosa.
Negó rápidamente en su interior y se mordió la lengua antes de soltar alguna estupidez, luego tomó la mano del chico justo cuando él dijo:
— Y... ¿qué quieres hacer?
—¡Yo... —empezó, girándose rápidamente mientras tiraba de él hacia el festival de nuevo—... hevistounasbrochetasdeliciosasantes! —escupió de golpe, mirando hacia todos lados para recordar el puesto del que hablaba—. ¡C-cenemos algo antes de jug-jugar!
Y cuando pudo recordar qué estaba haciendo, notó de nuevo su propio corazón dando un vuelco y, de pronto, se paró y se giró a mirar a Nabi.
—S-solo si tu quieres... —murmuró cerca de él, enlazando los dedos de su mano con los del chico con cierta timidez, algo temerosa por si el chico no quería aquel contacto.
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Gracias a mis super sentidos animales mega desarrollados por mi descendencia animal pude entender lo que la chica soltó aprisa sin tener en cuenta en espacio entre palabras o el respirar. Cogí aire, pues lo iba a necesitar para contestar.
— ¡OHDIOSMIO! ¿Tú también las has visto? Claro que quiero, pero claro, tú estabas toda convencida de venir aqui a decirme que me amabas locamente que no he querido decirte "oye, pillamos unas brochetas ricas para cuando nos estemos besando locamente". Tendría que haberlo dicho.
Mmmm... carne...
— Bueno, pues vamos va, yo invito, que la carne es lo mio. Yo me pido cinco y seis para ti, si te sobran me las como.
Sin querer evitarlo, tiré de ella con la mano que ella misma me había cogido y le besé la frente. Fue facil porque su frente queda a la altura de mi boca, bueno, tuve que agacharme un poco, pero estaba a huevo. Y empecé a andar en dirección a las brochetas agarrando con fuerza a mi moza.
— ¡OH DIOS MÍO! ¿Tú también las has visto? Claro que quiero, pero claro, tú estabas toda convencida de venir aquí a decirme que me amabas locamente que no he querido decirte "oye, pillamos unas brochetas ricas para cuando nos estemos besando locamente". Tendría que haberlo dicho.
Ella parpadeó varias veces, intentando asimilar todo lo que el chico había dicho mientras se rascaba ligeramente la mejilla izquierda, aún con los nervios haciéndola cosquillas en el corazón.
— Bueno, pues vamos va, yo invito, que la carne es lo mio. Yo me pido cinco y seis para ti, si te sobran me las como.
—¡Pero...! —antes de llegar a protestar completamente, él tiró de ella y besó su frente con delicadeza, haciéndola de nuevo enrojecer completamente, sintiendo todo el calor de su cuerpo subir hasta sus mejillas, y sin soltarse del agarre que ejercía el castaño sobre su mano, dejó que la llevara al puesto de brochetas.
No muy lejos de allí y entre todo el barullo de gente se alzaba una pequeña caseta de madera que emanaba un excelente olor y que, sin duda, llamaba la atención de varias personas que paraban a degustar los diversos tipos de brochetas que vendían. Nabi no tardó en hacerse paso entre todos ellos con Eri por detrás, y cuando llegaron vieron a la encargada, vestida con un kimono remangado hasta los hombros, una cinta atada a la frente y sus cabellos guardados en una coleta baja.
—¡A las buenas, jóvenes! ¿Qué os pongo? —preguntó, vivaracha, mientras despachaba a un par de clientes más.
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La gente se ponía más bien tonta cuando llegaban los festivales. Entiendo que si estas haciendo cola tengas que estar donde tengas que estar, pero si no, ¿qué coño haces parado en medio de la calle? Si te quieres parar a hablar o a meterle la lengua hasta el esofago a alguien, hazlo en un lateral, sobre un banco o en tu puta casa.
Por suerte, yo era un ninja, el ninja más diestro en el arte de la esquiva urbana de gente que se para en todo el medio porque es idiota. En apenas unos segundos fluia entre la gente como el agua fluye hacia el mar, o como la tierra fluye hacia el fondo de un acantilado, la cuestion era fluir.
—¡A las buenas, jóvenes! ¿Qué os pongo? —
— Buenas, once brochetas y unas patatas para acompañar. ¿Tiene? Sé que no es muy tradicional, pero las tradiciones están para romperse.
La mujer escuchó atentamente a Nabi hasta que por sus oídos entró el número de brochetas que quería y una sonrisa orgullosa se apoderó de su rostro, iluminando su tez bronceada.
—¡Huelo hambre desde aquí, muchacho! —exclamó, poniendo varias brochetas a hacer frente a ella que tenía guardadas cerca—. Tenemos brochetas de cerdo, brochetas de pollo, brochetas mixtas, brochetas de ternera y setas, de cerdo con pimientos... —enumeró—, os pongo un par de las especiales de la casa, pero decidme ocho más.
Eri posó un dedo sobre su mentón, pensativa, mientras paseaba con la mirada el expositor donde había diversas brochetas ya hechas. Escuchó a su estómago protestar por estar frente a dichos manjares, así que, tomando una decisión, pidió cuatro para ella:
—Me gustaría... Dos de cerdo con pimientos, una de ternera y setas y una de cerdo solo... Por favor.
Ambas mujeres miraron a Nabi.
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—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
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Esa era la palabra que mejor representaba mi vida. ¿Cómo se habría fijado Eri en mi? Por error casi seguro. Estaría mirando el suelo y vería una sombra y diría "Pero, ¿y está sombra? Si no hay nadie ahí... AHIVALAHOSTIA, sacolao un vagabundo en la academia. Ah, no, que es este chico que no lo conoce ni su puta madre en bici". Y nadie nunca me convencería que fuese de ninguna otra forma.
Primero, le digo a la señora que son once brochetas y ella coge y dice —, os pongo un par de las especiales de la casa, pero decidme ocho más. Pero a ver señora, que te acabo de decir once. Dos y ocho son diez.
Sin embargo, Eri va y le contesta.
—Me gustaría... Dos de cerdo con pimientos, una de ternera y setas y una de cerdo solo... Por favor.
Pero a ver, Eri, que me habías dicho que querías seis y ahora te pides cuatro. ¿Qué es esto? ¿Qué está pasando? A no ser que quieras comerte tú las dos especiales. ¿Así quieres empezar la relación? Robandome una brocheta. Pues yo no iba a decir nada, Shiona-sama me guarde de querer discutir con dos mujeres, eso es muerte instantanea.
— Pues yo tres de pollo y una mixta.
Tenía que fluir como una avalancha. Dejarme llevar por la corriente y la gravedad.