Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
24/07/2016, 22:51 (Última modificación: 24/07/2016, 22:52 por Uchiha Akame.)
La Yotsuki entrecerró los ojos, pensativa. ¿Aquel día? Eso sólo podía significar una cosa... «¿Ella?» ¿Estaba Datsue sugiriendo que aquella misteriosa mujer que les salvó la vida en Shinogi-To se había puesto en contacto con él? «No, está diciendo que ha aprendido algunas cosas de ella». Eso era incluso más extraño. Su compañero debió darse cuenta de ello, porque rápidamente intentó correr un tupido velo sobre el asunto.
Anzu no iba a dejarlo pasar así como así, pero como el Uchiha había empezado otra vez a hablar sin parar, decidió no interrumpirle. Todavía estaba agotada del combate, y tampoco tenía ganas de hablar, así que le dejó explayarse.
Para su sorpresa, la conversación acabó yendo por unos derroteros problemáticos.
—Oye, ¡tú eres una chica, ¿no?! —soltó de pronto el Uchiha.
—¡Vaya, qué observador! ¿Ahora eres el jodido Capitán Obvio? —replicó ella con visible enfado. De no haber estado tan cansada por el combate, le habría soltado un puñetazo sin mediar palabra.
—Quiero decir... Que me podrías dar algún consejo sobre el tema... Es que hay una kunoichi de Taki que me gusta desde hace tiempo, pero creo que la cagué un poquillo, con eso de bajar en pleno Torneo a regalarle una flor a otra chica...
A medida que Datsue hablaba, la ceja derecha de Anzu se levantaba más y más, endureciendo la expresión escéptica que traducía su rostro. Si de algo conocía a aquel tipo, después de una larga perorata, venía...
—¡O mejor! Podrías hablar con ella. Y preguntarle por mí. ¡Muy sultimente, eh! ¡Que tú eres muy bruta para estas cosas!
Anzu no pudo aguantarse más y, tirándose hacia atrás para quedar echada sobre la hierba, empezó a reír a carcajadas. Se llevó así un buen rato, hasta que sus pulmones quedaron completamente vacíos y tuvo que parar para coger aire. Luego se incorporó, encarando a Datsue.
—¡Hay que joderse, socio! Quieres que te dé un consejo, ¿eh? —replicó la kunoichi, todavía con los ojos anegados en lágrimas—. Regalar flores y robar besos son buenas tácticas para conquistar a una mujer... Claro que, generalmente, la gente suele hacerle esas cosas a la chica que le gusta, y no a todas las demás.
Y así, la Yotsuki volvió a soltar una carcajada jocosa, divertida ante la aparente dificultad que Datsue —un chico con lengua de plata— tenía para ganarse la atención de su amada. La sola idea ya resultaba a Anzu sumamente cómica.
—Joder, qué suerte la mía, ¡estoy aquí sentada con Uchiha Datsue, el galán patrio! —apostilló, estallando nuevamente en carcajadas.
De todas las reacciones posibles, que se le riesen a uno en la cara tras pedir un favor tan íntimo era la que menos se esperaba de todas. ¿Pero es que aquella chica no tenía corazón?
—¡Hay que joderse, socio! Quieres que te dé un consejo, ¿eh? —replicó la kunoichi, todavía con los ojos anegados en lágrimas—. Regalar flores y robar besos son buenas tácticas para conquistar a una mujer... Claro que, generalmente, la gente suele hacerle esas cosas a la chica que le gusta, y no a todas las demás.
—Ya… muy graciosa —dijo entre dientes, dándole un ligero empellón en el hombro.
Pero Anzu, no contenta con ello, elevó todavía más el volumen de sus risotadas, como si su desgracia fuese lo más divertido del mundo, mientras el Uchiha se maldecía por haber sacado el tema. La culpa era suya, por confiado.
—Joder, qué suerte la mía, ¡estoy aquí sentada con Uchiha Datsue, el galán patrio!
Y otra vez a reírse.
—Bueno, ¡vale ya, ¿no?! —protestó, frunciendo el ceño y cruzándose de brazos—. Yo estoy aquí abriéndote mi corazón, más partido que el de un Uzureño enamorado, y tú mientras riéndote de mi desgracia. ¡Que son cosas muy serias, Anzu! Y sí… Ya sé que mis métodos empleados hasta ahora no fueron los más… adecuados. Pero oye, soy joven, ¿no? Voy aprendiendo de mis errores. ¡Que uno no nace aprendido, joder! Solo necesito una segunda oportunidad. Y si tu hablases con ella para, digamos, analizar un poco el terreno. Para saber qué reacción me puedo esperar… pues me harías un buen favor. De esos que los camaradas suelen hacerse entre ellos —terminó por decir, poniendo especial énfasis en la palabra “camarada”.
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24/07/2016, 23:39 (Última modificación: 24/07/2016, 23:40 por Uchiha Akame.)
Las risas fueron disminuyendo en intensidad conforme pasaban los minutos, y Datsue tampoco se cortó en mostrar su enfado. Aunque más que enfado, era frustración. Aquel niño aparentemente indestructible y muy carismático parecía ahora indefenso ante un problema que no sabía cómo afrontar. Anzu se vio un instante reflejada en él, en aquella impotencia, en aquel desconocimiento que había sentido cuando un chico le gustaba —y que todavía sentía a veces—. Eso la ablandó, porque dejó de reírse antes de que el Uchiha terminase de hablar.
—Vale, vale, era un broma socio —se excusó, tratando de quitarle hierro al asunto—. Venga, no te rayes. Lo único que tienes que hacer es no cagarla más, ¿eh? No puedes ir por ahí besando a otras chicas y esas cosas.
Se le daba fatal reconfortar a alguien. No tenía mucha práctica —porque nunca lo había hecho— y tampoco creía en aquel tipo de cosas. Anzu, a su corta edad y experiencia vital, pensaba que todas las personas debían afrontar sus problemas y obstáculos por sí mismas, y que pedir ayuda no era sino síntoma de debilidad. Claro, que ella se había encarado a un matón con apenas catorce años, y había tenido que dejarlo todo para alistarse como kunoichi en una Aldea lejana poco después. Su infancia no había sido fácil.
Y aun así, no pudo evitar recordar las palabras de su padre.
«Todos nos encontramos con obstáculos insalvables durante este viaje que es vivir, Anzu-chan. Entonces aparece alguien que te ofrece su ayuda, simplemente porque la necesitas, y no siempre serás capaz de devolverle a esa persona lo que ha hecho por tí. Por eso la vida pone en tu camino, de vez en cuando, a gente que necesita tu ayuda sin poder hacer nada a cambio. Para que devuelvas lo que te dió quien te ayudó a tí antes»
Anzu frunció el ceño.
—Está bien, socio —concedió, y una media sonrisa se dibujó sin quererlo en su rostro—. Tu querida amiga Anzu te echará un cable.
Extendió el brazo hacia Datsue. No le estaba dando exactamente la mano, sino ofreciéndole el antebrazo. Era un gesto de camaradería tradicional del clan Yotsuki, cuando todavía existía Kumogakure no Sato. Más de doscientos años atrás. En aquella época, los guerreros más fieros de la Nube elegían a un compañero para toda la vida, un hermano de escudo por el que no dudaban en matar y morir.
Anzu y Datsue habían pasado muchas cosas juntos: habían reído, peleado e incluso escapado de las garras de la muerte. Aunque eran como aceite y agua, en aquel momento, después de coserse a golpes y luego sincerarse, confiaban el uno en el otro.
—Eso sí, tienes que contarme qué has querido decir exactamente con nuestra amiga en común. No creas que se me va a olvidar —agregó más tarde.
—Vale, vale, era un broma socio —se excusó, tratando de quitarle hierro al asunto—. Venga, no te rayes. Lo único que tienes que hacer es no cagarla más, ¿eh? No puedes ir por ahí besando a otras chicas y esas cosas.
—No besar a otras chicas —asintió, y entonces, como si fuese el mayor reto al que se fuese a enfrentar jamás, sentenció:—. Creo que podré hacerlo.
Las tentaciones estaban ahí, desde luego. Y las había a montones: morenas, rubias, pelirrojas, altas, bajitas, delgadas, con curvas… Siempre en el sitio menos esperado para doblegar su ya mermada fuerza de voluntad. Pero Anzu tenía razón, debía ser cauto. La chica en la que se había fijado Datsue merecía la pena. Tampoco es que se hubiese enamorado, ni muchísimo menos. Estaba lejos de sentir aquello. Pero había sentido semejante atracción física que al Uchiha todavía se le aceleraba el corazón cada vez que pensaba en ella.
Vio que Anzu fruncía el ceño. ¿Acaso la muy condenada había adivinado sus pensamientos...?
—Está bien, socio —concedió, y una media sonrisa se dibujó en su rostro—. Tu querida amiga Anzu te echará un cable.
Datsue sonrió de oreja a oreja. Tal y como había sospechado desde hacía tiempo, pese a que Anzu se mostrase tan dura frente a los demás, todavía conservaba un trozo blando bajo su pecho.
Le estrechó el antebrazo, sin estar demasiado seguro de si era la forma adecuada, pues era la primera vez en su vida que cerraba una promesa así con alguien. Satisfecho, se levantó de un salto, sonriente, y fue a vestirse la yukata que había dejado a un lado del puente. Ahora que su sudor se había secado y su ritmo cardíaco descendido, tenía algo de frío.
Cuando estaba terminando de ajustarse el hanhaba obi, Anzu recuperó el antiguo hilo de la conversación:
—Eso sí, tienes que contarme qué has querido decir exactamente con nuestra amiga en común. No creas que se me va a olvidar
—Ya imaginaba yo que no —dijo, esbozando una sonrisa resignada—. Está bien… Supongo que a ti te lo puedo contar. Al fin y al cabo, ya la viste —suspiró, y miró hacia atrás para asegurarse que no se acercaba nadie por el puente—. Supongo que recuerdas aquella locura de Shinogi-to, ¿no? Y como una mujer rubia surgió de la nada para sacarnos del marrón… Bueno, pues aquella mujer era la novia de Haskoz. Es su novia. Se presentó en mi casa un par de meses después y… bueno, se quedó una pequeña temporada. Para enseñarme. Ambos coincidimos en que aprendí más bien poco —sonrió con nostalgia, al recordar aquella conversación con Yume—, pero bueno, así son las cosas. Hay cosas que por mucho que me esfuerce no puedo cambiar de mí.
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Anzu escuchó atentamente el relato de su compañero sobre aquella misteriosa mujer de cabellos de oro que les había salvado de un horrible destino en aquella fatídica noche en su ciudad natal. Claro, todavía se acordaba de todas y cada una de las cosas que había visto esa noche; «¿una mujer rubia? Joder, estoy demasiado ocupada en grabarme a fuego las caras de esos dos monstruos...» O quizás no. Lo cierto era que el combate entre Haskoz y Katame, y la posterior ilusión del difunto larguilucho, habían supuesto un choque psicológico más fuerte de lo que Anzu admitiría jamás. Por esa misma razón, ni se acordaba del rostro de aquella mujer.
—Claro, me acuerdo —dijo con cierta incomodidad, para no fastidiarle el relato a Datsue.
Esperó ansiosa a que el Uchiha le revelase el origen de su aparente capacidad para ser indestructible, o tal vez el poder secreto que sus ojos encerraban... Pero nada de eso ocurrió. En su lugar, divagó sobre las relaciones sentimentales de su padre biológico y de lo poco que le había servido el periodo de entrenamiento con la llamada Yume. Anzu bufó, decepcionada.
—Venga ya, eso no te lo crees ni tú. Hace un año eras un mequetrefe debilucho y cobarde. Ahora pareces inmortal y tienes unos reflejos de miedo. ¿Y esperas que me crea que esa tipa no te enseñó nada?
Como Datsue se había levantado, ella lo imitó. Estaba sudorosa también por el esfuerzo, pero gracias a su chaqueta sin mangas y a su cuerpo ya hecho a pasar duros entrenamientos, no tuvo frío alguno. Se quedó allí, de pie, con los ojos fijos en el Uchiha al que acababa de estrechar el brazo como en la antigua Kumogakure. Y se preguntó si había hecho lo correcto.
Puede que nunca supiera la respuesta a esa pregunta.
26/07/2016, 19:16 (Última modificación: 26/07/2016, 19:23 por Uchiha Datsue.)
—Así que un mequetrefe debilucho y, además, cobarde —dijo, con voz exageradamente dolida—. Joder, Anzu. Pareceré inmortal, pero esos puñales los noto aquí —dio media vuelta y se señaló la espalda—, entre omoplato y omoplato.
Sin embargo, hizo un ademán con la mano, como quitándole importancia. Arrastró los pies hasta el kunai perdido en el suelo y lo recuperó.
—Pero te equivocas en una cosa… No parezco inmortal. Soy inmortal —Y como las palabras con Anzu no bastaban sin estar acompañadas de hechos, se clavó el kunai en la palma de la mano. Se lo clavó con tanta fuerza que bien debía haberla atravesado de lado a lado y causado una hemorragia de las gordas. Sin embargo, el acero no perforó ni un milímetro de su piel—. Y no, no es entrenamiento. Es pura genética —sonrió. Para algo de lo que verdaderamente podía fardar, iba a aprovecharse de ello—. Hay gente que nace alta, baja, delgada, más propensa a engordar, guapa, fea… Y luego estoy yo, un nivel más allá en todos los aspectos.
Rio, y su carcajada eclipsó por un momento el suave murmullo del río que transcurría bajo sus pies. Luego, se subió de un salto a la barandilla del puente y se sentó, con las piernas colgando en el aire.
—Está bien, está bien. Antes de que empieces con tus ácidas bromas, te contaré la verdad —dijo, previendo un aluvión de críticas y pullas por parte de la kunoichi—. Es normal que no sepas la historia, pues no naciste aquí… ¿Conociste a algún niño con Huesos de Cristal? —preguntó de pronto, yendo directo al grano, como sabía que le gustaba a Anzu—. Yo era peor. Con un año, tenía los huesos tan frágiles que se me rompían por el mero hecho de estar creciendo. Los médicos no me auguraban mucha esperanza de vida… y si de milagro sobrevivía, no creían que fuese siquiera capaz de llegar a caminar algún día —¿Cuántas veces había contado aquella historia? ¿A cuántas chicas, en un pobre intento por dejarlas impresionadas? Datsue no llevaba la cuenta, pero debían ser muchas—. Mis padres se endeudaron hasta las cejas buscándome cura. Un día, una Itaka les dijo que me dejaran sobre las Raíces del Árbol Sagrado en Año Nuevo. Que me dejaran toda la noche y sin más compañía que el árbol… Aquella misma noche, sobre este mismo río, cientos de farolillos llevaban su particular deseo. Pero aquella noche fue especial. Aquella noche la mayoría llevaba un deseo común —Por un momento, a Datsue se le iluminaron los ojos—: que yo me curase.
Echó la cabeza hacia atrás y suspiró.
—Seguramente pienses que es otra fantasmada, pero desde aquel día no me he hecho ni un triste esguince. Ni un corte, ni una rotura… ¿Te acuerdas de Kagome? —preguntó, volviéndo a fijar su mirada en ella y sonriendo, como si se hubiese acordado de pronto de una anécdota divertida—. Aquel cabrón que siempre nos hacía correr una vuelta de más. ¡El muy hijo de puta trató de partirme la pierna con una Dai Tsuchi! ¡CON UNA JODIDA DAI TSUCHI! Dijo que era para probar mis límites, el muy cabrón. Me desmayé en el acto, claro… —se rascó la espinilla derecha. En otras versiones de la historia, Datsue se rascaba la izquierda—. Pero la pierna quedó intacta.
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La Yotsuki se echó a reír ante la fingida tristeza de Datsue; ya empezaba a calar al muchacho y cada vez se le daba mejor dilucidar cuándo hablaba en serio y cuándo no. Sin embargo, torció los labios en una mueca de escepticismo cuando el Uchiha empezó a hablar sobre su —según él— certera inmortalidad. «Sí es verdad que el cabrón parece duro de pelar, un Chidori en todo el pecho y ni un rasguño le hice. Pero, ¿de ahí a inmortal? Esa no me la trago».
Ya se disponía a contestar cuando Datsue, previendo su réplica, le contó una bonita historia sobre su infancia. Anzu escuchó, ciertamente embelesada, cada detalle de aquel relato; y arrugando el ceño cada vez que algo le parecía demasiado inverosímil. «¿Huesos de cristal? ¿La bendición del Árbol Sagrado? ¿Inmortalidad? Datsue-san, se te va la pinza...» Una de aquellas tres cosas, por separado, podría habérsela colado; pero, ¿aquello? Aquello era la historia con menos credibilidad que había escuchado en toda su vida. Y, habiéndose criado en Shinogi-To, Anzu no tenía un repertorio precisamente escaso.
—Va, va, para el carro socio —dijo cuando el gennin terminó de contar una anécdota sobre cómo su sensei había intentado amputarle una pierna—. Sí, me ha gustado el principio, pero te has ido viniendo muy arriba. ¿Milagros en el Árbol Sagrado? Me lo creo... Pero, ¿que toda la Aldea rezase por tí? ¡Venga ya!
Echó a reír, divertida ante su propio chiste, mientras imitaba a su compañero y recogía su kunai, perdido durante el combate. Parecía mentira que hacía tan sólo una hora hubiera ardido en deseos de moler a golpes a aquel tío.
—Y no, no recuerdo a ese tal Kagome-sensei —añadió luego, sincera—. Todo mi entrenamiento desde que llegué a Takigakure, hasta el último minuto, ha estado y está supervisado por Yotsuki Hida-sensei. El puto amo de entre todos los jounins de la Cascada.
Hinchó el pecho, llena de orgullo. Siempre se sentía así cuando hablaba de su maestro. Hida era un poderoso guerrero, era justo, inteligente y sabio. Anzu soñaba con ser como él.
—Va, va, para el carro socio —dijo cuando el gennin terminó de contar una anécdota sobre cómo su sensei había intentado amputarle una pierna—. Sí, me ha gustado el principio, pero te has ido viniendo muy arriba. ¿Milagros en el Árbol Sagrado? Me lo creo... Pero, ¿que toda la Aldea rezase por tí? ¡Venga ya!
Bufó. No le importaba que le llamasen mentiroso. Lo era. Casi a tiempo completo, de hecho. Pero que se lo llamasen cuando estaba diciendo la verdad… le tocaba las pelotas.
—Y no, no recuerdo a ese tal Kagome-sensei —añadió luego—. Todo mi entrenamiento desde que llegué a Takigakure, hasta el último minuto, ha estado y está supervisado por Yotsuki Hida-sensei. El puto amo de entre todos los jounins de la Cascada.
A Datsue no le pasó desapercibido como se le hinchaba el pecho y le brillaban los ojos al hablar de él. Se notaba que estaba muy orgullosa de su sensei, y fue por eso que…
—Jo-der. ¡Pues menudo desperdicio! —exclamó, algo picado por su anterior comentario—. El mejor Jounnin de toda Taki dedicándose a hacer de niñera en vez de ayudar a la Villa con misiones de importancia. ¡Debería ser delito! Y, claro, después yo me tengo que partir la espalda de sol a sol mientras vosotros estáis por ahí de viaje tomando cócteles y veraneando en playas paradisíacas… —suspiró—. Lo admito. Os lo montáis de puta madre. Quién me diera a mí un Sensei así.
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27/07/2016, 21:16 (Última modificación: 27/07/2016, 21:16 por Uchiha Akame.)
[sub]—Jo-der. ¡Pues menudo desperdicio! —exclamó Datsue—. El mejor Jounnin de toda Taki dedicándose a hacer de niñera en vez de ayudar a la Villa con misiones de importancia. ¡Debería ser delito! Y, claro, después yo me tengo que partir la espalda de sol a sol mientras vosotros estáis por ahí de viaje tomando cócteles y veraneando en playas paradisíacas… —el Uchiha suspiró—. Lo admito. Os lo montáis de puta madre. Quién me diera a mí un Sensei así.
—¡Que te den! —replicó Anzu, que ya se había esperado un chiste similar por parte de su compañero. Ella había hecho lo propio y ahora le tocaba a Datsue. «Creo que ya entiendo cómo funciona esa pequeña y redonda cabeza»—. El mejor jounin de toda Takigakure está dedicándose a entrenar a la futura mejor jounin de toda Takigakure. Hay muchos ninjas en esta Aldea que pueden hacer misiones de alto rango... Pero sólo uno es capaz de transmitir los valores que la Cascada tiene por bandera.
Anzu se colocó frente a su compañero, con gesto severo a modo de imitación, y recitó con firmeza tal y como lo hacía Hida.
—Compañerismo. Coraje. Astucia. Respeto. Sabiduría. —por cada una de aquellas palabras la chica levantaba un dedo, hasta que su mano abierta quedó completamente alineada con el rostro de Datsue. Entonces, sin previo aviso, le sacudió un sonoro bofetón—. ¡Te pillé!
La chica empezó a reír a carcajadas, divertida ante su propia broma y el sonoro golpetazo que había retumbado en el lugar al contacto de su mano con el pétreo rostro de Datsue. Era la misma mano de la que él se había burlado durante el festín, aquella que estaba completamente abrasada.
—Tomando cócteles y veraneando en playas paradisíacas... —musitó Anzu, con la mirada fija en su maltrecha mano—. ¡Ja! Ya quisieras, socio. He estado viajando por todo Oonindo con mi maestro... He visto cosas increíbles y he aprendido técnicas secretas de la antigua Kumogakure no Sato —señaló al pecho del Uchiha y agregó—. Como esa que te has comido de lleno... El Chidori.
»Y tú, ¿qué has estado entrenando? Tu Gian es bueno, lo admito, pero sólo con eso poco vas a hacer.
27/07/2016, 22:13 (Última modificación: 27/07/2016, 22:14 por Uchiha Datsue.)
¡Por Amateratsu! ¡Sí que se lo tiene creído esta chica! Y ya estamos otra vez con lo de los valores. A ver cuáles dice… Compañerismo. Ajá. Sí. Respeto también. Claro, ¿por qué no? El respeto siempre ayuda. Sabiduría, por supuesto, para…
¡Paf! Anzu acababa de cruzarle la cara a mano abierta, con semejante fuerza que casi le desencaja la mandíbula. Tras unos segundos, en los que Anzu aprovechó para reírse a carcajadas, el adormecimiento que sentió en la mejilla dio paso al escozor. Un escozor que hizo hervirle la sangre y apretar los dientes. Datsue era muy amigo de las bromas, sí, pero si existía algo que odiase con toda su alma, eso era que le pegasen en la cara.
El último que lo había hecho había acabado con la cabeza reventada a cabezazos. Un drogadicto de Shinogi-to que Anzu conoció igual que él. ¿Haría lo mismo con ella? Claramente no. Pero Datsue se ponía muy imaginativo cuando se trataba de planear venganzas…
—Y tú, ¿qué has estado entrenando? —preguntó ella, tras explicar su aventura por Oonindo—. Tu Gian es bueno, lo admito, pero sólo con eso poco vas a hacer.
—Poca cosa —dijo, en un alarde de falsa modestia—. Aprender un segundo elemento lleva su tiempo, y el fuuinjutsu me quitó muchas horas de sueño para diseñar mis propios sellos. También estuve elaborando mis propias técnicas, claro… Como esta —realizó unos sellos, y un clon idéntico a él surgió de pronto a su lado, entre una nube de humo blanco—. Un bushin.
—Eh, chaval. Que no soy un bushin cualquiera —protestó el clon, con idéntica voz.
—Cierto, cierto —se llevó la mano al pecho, como disculpándose—. Me gusta llamarle el Bushin Daibakuha. Un buen elemento de distracción, entre otras cosas…
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27/07/2016, 22:29 (Última modificación: 27/07/2016, 22:30 por Uchiha Akame.)
—Venga, venga, no te lo tomes tan a mal, socio —dijo la chica, entre risas, al ver la cara de mala uva que se le había quedado a Datsue tras recibir aquel sorpresivo tortazo.
Sin embargo, las carcajadas acabarían pronto. Exactamente cuando Datsue empezara a relatarle, con tono modesto y suma humildad —impropia de él— las disciplinas que había estado entrenando con la tal Yume durante aquel año. Antes de terminar la primera línea, Anzu ya tenía la boca entreabierta de estupor, y a cada palabra que el Uchiha decía su mandíbula inferior caía más y más.
—¿Se... Segundo elemento? —preguntó, sin poder evitar trabarse—. Claro, segundo elemento. Sí. —añadió luego, tras un carraspeo.
La cosa no quedaba ahí. «Fuuinjutsu dice, el muy condenado». La Yotsuki no salía de su asombro. No sólo aquel tipo parecía indestructible, sino que además había tenido a una gran sensei que le había enseñado a manejar dos naturalezas elementales y, para más inri, técnicas de sellado. Ella, por su parte, se había dedicado tan exclusivamente a mejorar su Raiton que se sentía casi avergonzada. Casi como si no se hubiera pegado un año entero viajando y entrenando por todo el Continente Ninja; al lado de lo que decía Datsue, sus logros empequeñecían a pasos agigantados.
—También estuve elaborando mis propias técnicas, claro... Como esta. Un bunshin
Anzu abrió tanto los ojos que parecían apunto de salírsele de sus órbitas. Tras una breve serie de sellos, el Uchiha había materializado junto a él un clon. Un clon real, como él mismo se apresuró a reafirmar. La Yotsuki estaba muda. ¿Qué podía decir a eso? «Joder, domina dos elementos, es capaz de hacer bunshin reales, y sin embargo le he pegado una paliza... ¿Es que se ha dejado ganar sólo para dejarme ahora en evidencia?». Conociendo a Uchiha Datsue, era más que posible.
—Vaya, eh, bueno... Eso ha molado —admitió, roja de vergüenza—. ¿Bunshin Daibakuha? Por el nombre diría que no es sólo para distraer...
La kunoichi volvió a mirar a aquel clon, que la observaba fijamente, y un escalofrío le recorrió la nuca. Se imaginaba para qué había diseñado Datsue aquella técnica.
—Tienes razón —dijo, con voz sombría—. No es solo para distraer.
El clon miró a Datsue con gesto aterrado.
—Datsue, no, por favor —suplicó el clon, con voz fingidamente desesperada—. No me obligues a…
De pronto, el clon cambió el gesto y se abalanzó sobre Anzu. La embistió cual toro, envolviéndola con sus brazos por la espalda y tirándola al suelo. Y, entonces…
¡BOOM!
Una pequeña explosión de fuego tuvo lugar, envolviendo a Anzu en su cálido abrazo y apenas sacudiendo las ropas de Datsue por la corriente generada. Era la explosión más floja que había hecho con aquella técnica, y, aun así, sabía que podía resultar dolorosa. Casi tanto como la bofetada que acababa de recibir por su compañera.
—Vaya… —dijo, como consternado—. Parece que a mi clon se le ha ido la olla. A veces no soy capaz de controlarlo, no sé qué le pasa… —rió—. Pero no te lo tomes a mal, eh, socia.
Tenía que admitirlo. En aquella ocasión, no había sido nada imaginativo para su pequeña venganza.
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27/07/2016, 23:36 (Última modificación: 27/07/2016, 23:41 por Uchiha Akame.)
—¿Pero qué cojones dic...?
Anzu se quedó a mitad de la frase cuando aquel clon la derribó con un placaje que le vació todo el aire de los pulmones. Ni siquiera tuvo tiempo de zafarse del bunshin antes de que su legítimo dueño diese la orden y aquel falso Datsue se inmolase en un estallido de llamas que envolvió a la kunoichi. Pese a que el fuego no fue tan voraz e intenso como podía creerse a simple vista, Anzu notó el lacerante toque de las llamas quemando su piel y sus ropas. Rodó por la hierba, bufando de dolor, hasta que el fuego se apagó por completo.
—Hijo... de...
La chica se puso en pie, visiblemente maltrecha; tenía el top quemado casi por completo, así como parte de los pantalones. Fortuitamente, la prenda negra que cubría su torso quedó lo bastante compuesta como para tapar sus minúsculos pechos, infradesarrollados a causa de la musculatura pectoral que los ahogaba sin piedad.
—Me cago... En todos los dioses de Oonindo... —farfulló, todavía conmocionada. Más que dañino, que también, había sido un ataque inesperado—. Y pensar que hasta hace cinco minutos...
«... Pensaba que podía confiar en tí». Se mordió la lengua a mitad de la frase. Sabía por qué Datsue había hecho eso; era su forma de decirle que no le había gustado que le diera una bofetada, ni en broma. «Cabrón, como si esto y un sopapo de coña fueran lo mismo...». No dijo palabra, el Uchiha la había cogido por sorpresa y bien. Le había ganado aquella partida.
—No creas que esto va a quedar así, socio —amenazó la Yotsuki, y en sus ojos grises se reflejó una ira primitiva y salvaje.
Podría haberse abalanzado sobre Datsue en ese mismo momento, reanudar el combate y molerse a palos mutuamente. Pero estaba malherida y cansada de aquel tipo que lo mismo te daba con una mano que te quitaba con la otra. En lugar de eso, simplemente se dio media vuelta y enfiló el puente, camino a la Villa.
Yotsuki Anzu tendría su revancha... Cuando llegara el momento.
«Y entonces, te aseguro que no habrá beso que te salve».
Vale, quizá se había pasado. Quizá su venganza había sido demasiado fuerte para lo que Anzu le había hecho. Una jodida explosión de fuego por una simple bofetada parecía desmedido, como poco. Cuando la kunoichi se levantó con las prendas chamuscadas casi por completo, Datsue sintió un leve pinchazo en el estómago. ¿Eran aquello remordimientos?
Nah, debe ser el hambre. Que con todo esto ni me dio tiempo a cenar.
—No creas que esto va a quedar así, socio —amenazó la Yotsuki, y en sus ojos grises se reflejó una ira primitiva y salvaje.
—Vamos, vamos —dijo, al verla alejarse puente arriba—. Sabes que fue como revancha por tu pequeña bofetada. Que me peguen en la cara es algo que odio. ¡Tanto como los Uzureños un buen baño! —bromeó, haciendo referencia a un antiguo poema que le había recitado tiempo atrás—. Al menos hazte un Henge no Jutsu o algo —añadió, socarrón—. Que hay mucho borracho a estas horas de la noche y no quisiera yo que te tomasen por lo que no eres. —Y es que, tal y como Anzu iba, apenas había diferencia entre ir con ropa o sin ella…
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
28/07/2016, 00:06 (Última modificación: 28/07/2016, 00:07 por Uchiha Akame.)
Caminaba a paso rápido, tembloroso, indeciso. Las maderas del puente crujían bajo el peso de sus sandalias ninja y sus piernas de músculos marcados por el duro entrenamiento. Con cada paso que daba se debatía sobre si debía volver allí y engancharse a golpes con Datsue otra vez. Pero, ¿qué sentido tenía? Ya habían pasado por eso y, de alguna forma, el Uchiha había conseguido caerle bien en última instancia... Aunque luego se encargara el mismo, también, de volar aquella confianza por los aires.
Le costó todavía más resistirse a sus impulsos más agresivos cuando escuchó la voz del gennin, que le gritaba desde la creciente lejanía. Anzu apretó los puños y sintió como la ira se condensaba en cada uno de sus nudillos hasta que chispas azuladas saltaron alrededor. «Y todavía tiene los cojones de provocarme... Debí haberlo frito con mi Nagashi cuando tuve la ocasión». En aquel momento tenía la impresión de que haber dejado escapar a Datsue de sus garras iba a ser algo que lamentaría durante toda la vida.
—¡Que te jodan! —fue la única contestación que recibió el Uchiha, a grito pelado y acompañada de una soberana peineta con el dedo corazón de la mano zurda.
La Yotsuki siguió caminando hasta la Villa, procurando evitar a cualquier transeúte nocturno —por mucha rabia que le diese, su compañero tenía razón—. Le ardía el estómago y tenía una sensación agridulce en la boca.
Cuando llegó a casa, pasó el resto de la noche en vela, pensando en cuánto chakra debía invertir en su Chidori para reventarle la caja torácica a aquel niño indestructiblemente peculiar.